sábado, 5 de julio de 2025

Palabra de Vida: Con Jesús en medio, renovar la Esperanza. Mateo 9,14-17.


Sábado de la XIII semana durante el año, 5 de julio de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

viernes, 4 de julio de 2025

Setenta y dos misioneros (Lucas 10,1-12.17-20). Domingo XIV durante el año.

Después de una sucesión de domingos de fiesta, volvemos al tiempo durante el año, el tiempo en el que, siguiendo este año el evangelio de Lucas, vamos acompañando a Jesús y a sus discípulos, atentos a los dichos y hechos del Señor, con el deseo y la disposición de llevar la Palabra a nuestra vida, de ponerla en práctica. Hoy nos encontramos con todo un envío misionero.

Como todos sabemos, desde el comienzo de su misión, Jesús reunió un grupo de doce discípulos “para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar”. El evangelio de hoy comienza contándonos que Jesús agrega a otro grupo, más grande, de discípulos:

El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir. (Lucas 10,1)

El número de setenta y dos es como una multiplicación de los doce: seis veces doce. Si el número de doce es fácilmente referible a las 12 tribus de Israel, el número de 72 tiene su correspondencia en el capítulo 10 del libro del Génesis, que es una especie de catálogo de las naciones de la tierra, a partir de los hijos de Noé. Si bien en el evangelio la misión sigue realizándose en la tierra de Jesús, el número 72 está anunciando que esa misión continuará y se extenderá por el mundo, como luego va a contar el mismo Lucas en los Hechos de los Apóstoles.

Jesús los designó; es decir, no solo los llamó, sino que les dio lo que hoy llamaríamos “un nombramiento”, un encargue oficial, formal, de una tarea. Al decir “además de los Doce”, Jesús está marcando una diferencia entre los dos grupos. La designación tiene una clara finalidad: el envío como misioneros. De dos en dos, porque dos testigos dan más credibilidad a lo que se anuncia. Hay también un plan de misión. Jesús los envía a prepararle el camino: van a las ciudades y sitios donde Él va a ir después.

Jesús les da una serie de instrucciones. La primera es la de orar, a partir de una realidad que se impone:

«La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.» (Lucas 10,2)

La realidad que se impone no es solo la enormidad de la tarea, sino, sobre todo, la urgencia. La cosecha tiene su tiempo. Cuando llega el momento, se debe cosechar sin demora; de no hacerlo, el fruto se pierde. Jesús está desarrollando su misión pero sabe que su tiempo será breve. Más trabajadores harán posible que su mensaje llegue a más personas.

Esa petición de Jesús ha quedado en la memoria de la Iglesia. Más allá de pequeños cambios en la formulación, todos tenemos presente ese pedido: “rueguen al dueño de los sembrados que envíe obreros a la mies”. Hoy sentimos de forma acuciante la falta de sacerdotes y de otros servidores de la comunidad eclesial, incluso de catequistas. Eso nos motiva a la oración; pero nuestra oración como Iglesia no tiene que limitarse sólo a las necesidades de nuestra parroquia o capilla; tenemos que hacerla con el corazón abierto, pensando en la Iglesia en toda su dimensión: en la diócesis, en el país, en el mundo.

¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!" Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. (Lucas 10,3-6)

“Vayan”: después de la oración, la acción, ponerse en salida, no quedarse quietos. Pero esa salida supone también asumir riesgos, “en medio de lobos”; supone también una actitud de desprendimiento y de confianza en la Providencia; y, finalmente, ir a lo suyo, sin perder tiempo en saludos triviales.

Pero los discípulos sí llevan un saludo, y éste es el de la paz. No es un saludo convencional, de mera cortesía. El saludo que ofrecen los discípulos tiene forma de intercesión: que descienda la paz sobre esta casa es una invocación a Dios, para pedir el don de la paz para esa familia. La paz es un signo de la cercanía del Reino de Dios. Ese don puede ser recibido o rechazado; pero si así sucede, si encuentran rechazo, los discípulos seguirán su camino en paz.

Junto al saludo de la paz, el mensaje de los discípulos se expresa con varias actitudes y con el anuncio del Reino:

Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes". (Lucas 10,7-9)

Jesús les dijo que partieran sin llevar nada, confiados en la Providencia. Los misioneros tienen que aceptar lo que la Providencia les ofrece, a través de las personas con las que se encuentran. Primera actitud, entonces, sencillez en la vida y en el trato con la gente; una acción sanadora: “curen a sus enfermos” y un anuncio: "El Reino de Dios está cerca de ustedes".

La presencia y el anuncio de los discípulos puede ser aceptado o rechazado. El rechazo no debe desesperar a los discípulos. Tienen la libertad para irse, pero tratarán de hacer comprender la responsabilidad que tiene el haber rechazado la Palabra.

La misión, bien vivida, culmina en la alegría:

Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre». (Lucas 10,17)

No se trata solo de vivir la alegría del momento, la alegría que pasa después de que se ha compartido los logros realizados. Jesús invita a una alegría más profunda y permanente:

«Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo» (Lucas 10,18-20)

La alegría interior, la alegría que permanece indestructible, es la que viene de reconocer haber sido llamados por Dios a seguir a su Hijo. La alegría de ser discípulos. Recordemos esa canción que tantas veces cantamos: “Señor, tú me llamas, por mi nombre, desde lejos… por mi nombre, cada día, tú me llamas”. Recuperemos la memoria de nuestro bautismo, el momento en que fuimos llamados por nuestro nombre. Ese nombre quedó escrito en el corazón de Dios Padre. Creceremos en alegría en la medida en que respondamos más y mejor al llamado que el Padre vuelve a hacernos cada día, para seguir a su Hijo como discípulos misioneros.

En esta semana

El viernes 11 es la fiesta de San Benito, Abad. El monasterio Santa María, Madre de la Iglesia, de las hermanas benedictinas, celebra a su santo patrono. Les recuerdo que el monasterio es uno de los lugares jubilares de nuestra diócesis, donde es posible obtener la indulgencia plenaria, comulgando, confesándose antes o después y rezando por las intenciones del Santo Padre. El 11, a las 16:30, celebraremos la Misa con vísperas.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Palabra de Vida: Jesús en medio, nuestra vocación. Mateo 9,9-13


Viernes de la XIII semana durante el año, 4 de julio de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 3 de julio de 2025

Santo Tomás, apóstol. Palabra de Vida: Vivir la experiencia de Jesús en medio. Juan 20,24-29.

  

Santo Tomás, apóstol. Jueves 3 de julio de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

miércoles, 2 de julio de 2025

Palabra de Vida: Con Jesús en medio expulsar el mal. Mateo 8,28-34.


Miércoles de la XIII semana durante el año, 2 de julio de 2025.
Nuestra Señora del Huerto.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

2 de julio: Nuestra señora del Huerto


El origen de esta advocación mariana, la devoción de San Antonio María Gianelli y el santuario "Hortus Conclusus" en Tierra Santa.

martes, 1 de julio de 2025

Palabra de Vida: Fortalecer la fe en Jesús entre nosotros. Mateo 8,23-27.



Martes de la XIII semana durante el año, 1 de julio de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

lunes, 30 de junio de 2025

sábado, 28 de junio de 2025

San Pedro y San Pablo, Apóstoles: “Conservé la fe” (2 Timoteo 4, 6-8.17-18)

“Pedro fue el primero en confesar la fe,
Pablo, el insigne maestro que la interpretó;
aquél formó la primera Iglesia con el resto de Israel,
éste la extendió entre los paganos llamados a la fe.”
(Prefacio de la solemnidad de San Pedro y San Pablo)

Así describe el prefacio de la Misa de hoy la doble misión de Pedro y Pablo en la Iglesia. Cada uno de ellos tiene su propia fiesta en el calendario litúrgico: el 25 de enero se celebra “La conversión de San Pablo” y el 22 de febrero “La Cátedra de San Pedro”. Ambas celebraciones tienen la categoría de fiesta; pero aquí en el hemisferio sur, ocurren en pleno verano y a veces no llegan a tener el destaque que merecerían. Sin embargo, San Pedro y San Pablo se celebra como solemnidad, que en la liturgia es la categoría mayor, por encima de la fiesta. La Iglesia ha querido dar más relieve a esa celebración conjunta que a la celebración por separado de cada uno de ellos.

Si buscamos imágenes de los dos apóstoles, veremos que Pablo suele ser representado con una espada entre las manos. Según la tradición, Pablo murió mártir, pero no crucificado, sino decapitado, ya que era ciudadano romano:

El tribuno fue a preguntar a Pablo: «¿Tú eres ciudadano romano?». Y él le respondió: «Sí».
El tribuno prosiguió: «A mí me costó mucho dinero adquirir esa ciudadanía». «En cambio, yo la tengo de nacimiento», dijo Pablo. (Hechos 22,27-28)

Efectivamente, Pablo era natural de la ciudad de Tarso, que había sido incorporada a Roma y por eso quienes nacían en ella tenían derecho a la ciudadanía. La espada en las manos de Pablo hace alusión a su martirio, pero también a su prédica incansable, porque, como dice la carta a los Hebreos 

“la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo” (Hebreos 4,12).

La imagen de Pedro es reconocible por otro signo: las llaves. Eso corresponde a las palabras de Jesús:

«Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo» (Mateo 16,19)

Ahora bien, cuando buscamos imágenes en las que aparezcan los dos apóstoles, podemos encontrarlos sosteniendo entre los dos el edificio de una iglesia. Si los doce apóstoles son “columnas de la Iglesia”, Pedro y Pablo lo son por excelencia.

Los dos tienen muy diferentes historias de vida antes de conocer a Cristo. El encuentro con el Señor cambiará sus vidas; pero se producirá de manera muy diferente para cada uno.

Pedro era de Galilea, la región judía a mayor distancia del templo de Jerusalén, “Galilea de los gentiles”, con mucha presencia de gente de otras naciones. Allí solían gestarse los alzamientos contra Roma. Una periferia sospechosa. En esa Galilea, en Nazaret, creció Jesús. Pedro es llamado directamente por el maestro y lo sigue, junto con su hermano Andrés, dejándolo todo. Pedro y Jesús hablan arameo, con el mismo acento galileo; pero eso no garantiza que Pedro entienda e interprete bien todo lo que Jesús dice, como vemos repetidamente en el Evangelio. La conversión de Pedro, que significó su adhesión a un Mesías sufriente, fue un largo proceso, que culminó después de la muerte y resurrección de Jesús, cuando éste le preguntó: 

“Pedro ¿me amas más que estos?” (Juan 21,15)

Pablo, como dijimos, había nacido en Tarso, al sur de lo que hoy es Turquía, ciudad ubicada en la encrucijada de importantes rutas y con una tradición cultural en el campo de la filosofía. Sin embargo, a pesar, o tal vez por vivir en ese ambiente cosmopolita, Pablo se aferra de modo fanático a las tradiciones judías de los fariseos. Él se presenta como “fariseo, hijo de fariseos”. Su encuentro con Jesús será ya con el Resucitado… y será fulminante, como lo cuenta él mismo:

En el camino y al acercarme a Damasco, hacia el mediodía, una intensa luz que venía del cielo brilló de pronto a mi alrededor. Caí en tierra y oí una voz que me decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Le respondí: «¿Quién eres, Señor?», y la voz me dijo: «Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues». (Hechos 22,6-8)

Volvamos al prefacio, para ver el porqué de lo que allí se dice. “Pedro fue el primero en confesar la fe”. Los tres evangelios sinópticos presentan ese importante momento. El relato más completo lo encontramos en Mateo:

«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?».
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». (Mateo 16,15-16)

También el evangelio de Juan presenta, en otro contexto, la confesión de fe de Pedro.

Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?».
Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios». (Juan 6,67-69)

Continúa el prefacio diciendo que Pablo fue el insigne maestro que interpretó la fe. Allí está todo el cuerpo de escritos paulinos, sus epístolas. Aunque están ubicadas después de los evangelios, las cartas de Pablo fueron redactadas antes de que los evangelios recibieran su redacción final. En ese sentido, son los escritos más antiguos del Nuevo Testamento y en ellos, Pablo vuelve una y otra vez sobre el misterio pascual, la muerte y resurrección de Cristo como centro de nuestra fe.

Volviendo a Pedro, el prefacio dice que “formó la primera Iglesia con el resto de Israel”. Allí tenemos que remitirnos al acontecimiento de Pentecostés, nacimiento de la Iglesia, en torno al grupo de los Doce, encabezado por Pedro. Es la primera comunidad, en Jerusalén. 

De Pablo, dice a continuación el prefacio, “extendió [la Iglesia] entre los paganos” y ahí tenemos su infatigable labor como evangelizador. 

Pedro también anunció la fe al mundo pagano, aunque encontraba más dificultades y resistencias interiores que las que podía sentir Pablo, como lo muestran las palabras que dirige al centurión Cornelio, cercano a la fe de Israel, pero de origen pagano.

Ustedes saben que está prohibido a un judío tratar con un extranjero o visitarlo. Pero Dios acaba de mostrarme que no hay que considerar manchado o impuro a ningún hombre. (Hechos 10,28)

La segunda lectura de hoy nos trae un pasaje que escribe Pablo a su discípulo Timoteo, donde el apóstol siente cercano el final su misión y de su vida:

Querido hijo:
Ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe.
(2 Timoteo 4,6-7)

Ahí está el corazón del apóstol que ha pasado por mil pruebas, que siempre ha encontrado que Dios lo sostuvo en su debilidad y ahora puede decir: “conservé la fe”.

Que en este día renovemos, también nosotros, nuestra fe en Jesucristo muerto y resucitado; esa fe que Pedro fue el primero en confesar y que Pablo interpretó como maestro; esa fe por la cual ellos llegaron a dar la vida por Cristo y que hace que hoy, con alegría, les rindamos, juntos, la misma veneración.

Óbolo de San Pedro.

No olvidemos que este fin de semana, en todo el mundo se realiza la colecta del óbolo de San Pedro, nuestra forma de participar en la misión del Papa, tanto en sus obras de caridad como en la labor evangelizadora.

Gracias, amigas y amigos, por su atención. Feliz fiesta de San Pedro y San Pablo. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Inmaculado Corazón de María. Vivir la Esperanza siendo Familia. Lucas 2,41-51.


Palabra de Vida, sábado 28 de junio de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.