Este día es una invitación a toda la Iglesia a colaborar en la misión, de varias maneras:
En primer lugar, con la oración, según lo que nos transmite el evangelio de hoy:
Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse. (Lucas 18,1)En segundo lugar, colaborando económicamente en la colecta, fundamental para sostener múltiples proyectos misioneros en todo el mundo.
Por último, con nuestro propio compromiso y trabajo misionero, ya sea asumiendo nuestra misión de bautizados en la vida cotidiana, como participando en actividades misioneras tanto en nuestro propio país como en otros lugares del mundo.
El DOMUND tiene su raíz en la misión de la Iglesia, que a su vez nace de la misión de Jesucristo, enviado del Padre a anunciar la buena noticia de la salvación. Terminado su tiempo en la tierra, Jesús encomendó a sus discípulos llevar el Evangelio a todos los pueblos.
La Iglesia nació al soplo del Espíritu con un fuerte impulso misionero, reflejado en los Hechos de los Apóstoles, donde no solo se destacan grandes figuras como Pablo y sus colaboradores, sino también comunidades llenas de vida, como la de Antioquía, que ora, discierne y envía generosamente a anunciar el Evangelio incluso a miembros que la comunidad preferiría retener.
Siguiendo el mandato de Jesús, los cristianos fueron anunciando el Evangelio por todo el mundo, hasta alcanzar los cinco continentes. Las formas de evangelización fueron cambiando a través de los siglos… las comunidades monásticas como los benedictinos convirtieron sus monasterios en fuentes de irradiación de vida cristiana. Monjes como san Bonifacio evangelizaron vastas regiones y fueron luego obispos de nuevas diócesis. Las órdenes mendicantes, como los franciscanos y dominicos, se sintieron llamados a salir entre la gente, anunciando la Palabra de Dios que buscaban vivir diariamente.
Religiosas y religiosos fundaron grandes obras educativos para niñas, niños, adolescentes y jóvenes de todas las clases sociales. Entre los fundadores, San Juan Bosco es recordado como padre y maestro de juventud.
Desde principios del siglo XIX, un renovado impulso evangelizador dio lugar a las cuatro Obras Misionales Pontificias, las OMP, destinadas a promover la responsabilidad misionera de todos los fieles católicos y a apoyar a las nuevas comunidades que crecían en territorios de misión.
La beata Paulina Jaricot y la Propagación de la Fe
Fue una joven laica francesa, Paulina Jaricot, quien dio impulso a la creación, en la ciudad de Lyon, de una asociación local que llegó a ser universal. A los 23 años, habiendo pasado por duras pruebas familiares y personales, incluyendo un accidente que le impidió caminar y hablar con normalidad, Paulina, con alegría y decisión, se dedicaba intensamente a las obras de caridad, visitando pobres y enfermos.Motivada por su hermano Phileas, que le pidió ayuda para recaudar fondos para enviar sacerdotes al Asia, Paulina promovió la oración y la colecta para las misiones. Para ello fundó en 1822 la Sociedad de la Propagación de la Fe, que un siglo después el papa Pío XI convirtió en Obra Pontificia, siendo la primera de las actuales OMP.
El obispo Charles de Forbin-Janson y la Infancia Misionera
La segunda OMP es la de la Santa Infancia, hoy conocida como Infancia Misionera, fundada por Charles de Forbin-Janson.Charles ingresó al Seminario abandonando una tentadora carrera ofrecida por Napoleón. Como sacerdote organizó misiones populares y ayudas para los pobres en Francia. Ya como obispo, tras encontrarse con Paulina Jaricot, inspirado en la infancia de Jesús y en los pasajes del Evangelio donde el Maestro pone a los pequeños en el centro, introdujo la participación de los niños en la misión, por medio de la oración y de pequeñas ofrendas mensuales. También esta obra pasó a ser Pontificia en 1922.
Jeanne Bigard y San Pedro Apóstol
A finales del siglo XIX Jeanne Bigard y su madre crearon esta obra para apoyar con la oración y con subvenciones a la formación de sacerdotes nativos en los países de misión y a proporcionarles ornamentos y vasos sagrados para la celebración de la Misa. También esta obra fue reconocida como pontificia en 1922.Si bien a través de los siglos ha sido de primera importancia la labor de misioneros que dejan su tierra para anunciar la fe en otros países, es muy importante la formación del clero local, pues, como enseña el concilio Vaticano II:
La Iglesia profundiza sus más firmes raíces en cada grupo humano, cuando las varias comunidades de fieles tienen de entre sus miembros los propios ministros de la salvación en el Orden de los Obispos, de los presbíteros y diáconos, que sirven a sus hermanos, de modo que las nuevas Iglesias consigan, paso a paso con su clero la estructura diocesana. (Ad Gentes, 16)
El beato Paolo Manna y la Unión Misionera del Clero
La última de las OMP fue fundada por el sacerdote italiano Paolo Manna, quien tras una experiencia misionera en Birmania (hoy Myanmar), regresó a Italia por motivos de salud, pero sin perder el entusiasmo por la misión. En 1916 fundó la Unión Misionera del Clero para renovar y fortalecer la fe de los sacerdotes. Decía en una de sus cartas:«El misionero es por excelencia un hombre de fe: nace de la fe, vive de la fe, trabaja voluntariamente por la fe, por ella sufre y muere. [...] Sin la fe, el misionero no tiene sentido, no existe; y, si existe, no es el verdadero misionero de Jesucristo» (Carta de Paolo Manna)El papa Pío XII otorgó a esta obra el título de Pontificia en 1956.
El evangelio de hoy concluye con la inquietante pregunta de Jesús:
«Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?» (Lucas 18,8b)Esto nos interpela personalmente. Como los discípulos, podemos pedir “Auméntanos la fe”; pero debemos recordar también que la fe crece cuando se la comparte. Es eso lo que vemos al recordar a Paulina y Jeanne, fieles laicas, al Padre Paolo, y al obispo Forbin-Janson: un encendido ardor por la misión, por dar testimonio de la fe que animó sus vidas. Personas de acción, cuidaron siempre que el mucho trabajar no los desprendiera de su raíz más profunda y permanecieron arraigados en Cristo por la oración, llamando a los que colaboraron y siguen colaborando con las cuatro obras misionales a no limitarse a la ayuda material, sino a empezar esa ayuda con la oración.
Oremos, entonces, en este domingo por todos los misioneros y misioneras que han pasado o están en nuestra diócesis, venidos de diferentes países, así como por aquellas y aquellos que, llamados desde nuestras comunidades, han puesto sus vidas en manos de Dios para ir allí donde Él los envíe, como verdaderos “misioneros de esperanza entre los pueblos”.
En esta semana
- Lunes 20: aniversario de la dedicación de la Iglesia Cristo Obrero-Nuestra Señora de Lourdes, de Estación Atlántida.
- Martes 21: día en que las Hnas. del Huerto en el Uruguay celebran la fiesta de San Antonio María Gianelli.
- También el 21: Beata María Lorenza Longo, fundadora del primer monasterio de Hermanas Clarisas Capuchinas.
- Miércoles 22: el querido papa san Juan Pablo II, impulsor de la Nueva Evangelización.
- Viernes 24: san Antonio María Claret, gran misionero, patrono de la parroquia de Progreso, a cargo de los misioneros claretianos.