miércoles, 25 de octubre de 2023

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22,34-40). 30° Domingo durante el año.

En los evangelios de domingos anteriores, vimos cómo le hacían a Jesús preguntas tramposas, intentando hacerlo caer. Fue muy evidente la mala intención al preguntar si estaba permitido pagar el impuesto al César o no.

Esa pregunta la hicieron los fariseos y los herodianos. Siguiendo el evangelio, después vinieron los saduceos, con una pregunta bastante rebuscada. Tampoco pudieron dejar mal a Jesús. Y así llegamos a la pregunta de hoy:

Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?» (Mateo 22,34-40)

A esa pregunta ¿qué debía responder Jesús? Hasta un niño de su pueblo podría haber contestado, porque, como todo israelita, rezaría dos veces al día la oración “Shemá, Israel” es decir, “escucha Israel” que encontramos en el libro del Deuteronomio:

Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor.
Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
(Deuteronomio 6,4-5)

Sin embargo ¿cuál es la trampa? ¿por qué podría pensarse que Jesús contestaría otra cosa?

Unos capítulos más atrás, en este evangelio de Mateo, Jesús recibe a alguien que le pregunta qué debe hacer para ganar la vida eterna. Jesús le responde: “cumple los mandamientos”. El hombre pregunta: “¿cuáles?”. Jesús le dice:

«No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo». (Mateo 19,18-19)

De los diez mandamientos, Jesús le presenta únicamente los que se refieren al prójimo. La lista de los diez mandamientos la encontramos dos veces en la Biblia, en los libros del Éxodo (20,2-17) y del Deuteronomio (5,6-21). Allí aparecen, en otro orden, los primeros cinco mandamientos que menciona Jesús. En cambio “amarás a tu prójimo como a ti mismo” lo encontramos en el libro del Levítico (19,18).

Es posible que esta fuera la respuesta que buscaban los que querían atacar a Jesús. Una respuesta en la que los mandamientos referidos a Dios no fueran mencionados y, en cambio, los referidos al prójimo fueran puestos en primer plano.

Entonces, a la pregunta “¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?” ¿qué responde Jesús?

«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. 
Este es el más grande y el primer mandamiento.» (Mateo 22,34-40)

Es la respuesta correcta, la que todo buen israelita habría respondido sin dudar. Pero Jesús dice que ése no es solo el mandamiento más grande, sino también que es el primero. Y agrega el segundo:

«El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22,34-40)

Nuevamente, Jesús recuerda ese mandamiento que también hace parte de la Ley de Dios. Pero ahora no lo presenta como un mandamiento más, sino como el segundo, indicando que es semejante al primero. Primero va el amor a Dios, porque Dios tiene la primacía y es la fuente de la Ley; pero el segundo no es un mandamiento menor, como si fuera algo más que hacer si se presenta la ocasión. Jesús concluye diciendo:

«De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas» (Mateo 22,34-40)

Siguiendo esta enseñanza de Jesús, san Pablo hace una hermosa síntesis. La encontramos en la carta a los Romanos, en el mismo capítulo que citamos el domingo pasado, donde decía “ustedes deben pagar los impuestos”. Poco más adelante, Pablo dice lo siguiente:

«Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley. Porque los mandamientos: No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro, se resumen en este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley.» (Romanos 13,8-10)

“El que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley”. No hay que entender esto como si dijera “no importa que no ames a Dios: lo que importa es que ames al prójimo”. No podemos entender eso cuando vemos lo profundamente que Pablo se siente amado por Dios, como leemos en la misma carta a los Romanos:

«[nada] podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Romanos 8,39) 

En la primera carta de Juan encontramos otra referencia a estos dos mandamientos:

«Nosotros amamos porque Dios nos amó primero.
El que dice: «Amo a Dios», y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?
Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano.» (1 Juan 4,19-20)

Dos conclusiones importantes. 

Primera: Dios es la fuente del amor. “Dios es amor”, dice esta misma carta. Dios nos amó primero: toma la iniciativa en el amor. De Él viene el amor con el que podemos llegar a amar al prójimo y amarnos recíprocamente.

Segunda: el amor al prójimo es una verificación del amor a Dios: “no puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve.”

Por eso, “el que ama a su prójimo ya cumplió toda la ley”: porque, llevado por el amor de Dios, más, todavía, con el amor que ha recibido de Dios, puede vivir ese amor al prójimo que, como aparece especialmente en el evangelio de san Mateo, va más allá de aquellos que nos aman e incluye también el amor a los enemigos:

«Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.» (Mateo 5,44-45)

En estos días de graves y crecientes conflictos, no olvidemos estas palabras de Jesús y sigamos rezando para que el Espíritu de Dios encuentre corazones abiertos de modo que “los enemigos vuelvan a la amistad, los adversarios se den la mano, y los pueblos busquen la concordia” (Plegaria Eucarística de la Reconciliación II). Que así sea.

En esta semana

Hoy culmina el cursillo de Cristiandad de Mujeres. Recemos por todas estas hermanas nuestras, para que, sintiéndose profundamente amadas por Dios, puedan seguir creciendo en su vida cristiana.

El miércoles 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos, despedimos a la Hna. María Elisa que se traslada a Salto. Con una Misa en la Catedral a las 19:30 agradeceremos al Señor por su presencia y la de las hermanas Cooperatrices Pastorales de Cristo Rey que, a lo largo de tantos años recibieron en Villa Guadalupe innumerables retiros, encuentros y otras actividades parroquiales y diocesanas y desarrollaron la actividad propia de su carisma para bien de muchos de nuestros diocesanos.

El jueves 2 de noviembre, conmemoración de todos los Fieles difuntos, nos reunirá en iglesias y en cementerios para recordar a nuestros hermanos que ya han partido y orar por su descanso eterno.

El sábado 4 será la primera de las cuatro ordenaciones diaconales que tendremos este año. José Arquímedes González recibirá el tercer grado del Sacramento del Orden en la Misa que se celebrará a las 17:30 en la capilla Nuestra Señora del Luján, en Parque del Plata Sur, perteneciente a la Parroquia de Atlántida.

Santoral: 

Miércoles 1 de noviembre, solemnidad de todos los santos

Jueves 2, conmemoración de todos los fieles difuntos. Un día para encontrarnos en las iglesias y cementerios para recordar a nuestros hermanos que ya han partido y orar por su descanso eterno.

Viernes 3, San Martín de Porres, religioso dominico.

Sábado 4. San Carlos Borromeo, obispo.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 

sábado, 21 de octubre de 2023

Viernes 27 de octubre: sigamos rezando por la paz.

DEL CONSEJO PERMANENTE DE LA CEU:

VIERNES 27 DE OCTUBRE

CON LA ORACIÓN, TOMAR PARTIDO POR LA PAZ

Nos unimos al llamado del Santo Padre Francisco para una nueva jornada de ayuno y oración, de penitencia, por la Paz, el próximo viernes 27.

Ese día, a las 18 horas de Roma (13 horas de Uruguay) el Papa presidirá en San Pedro una hora de oración "para implorar sobre nuestros días la paz, la paz en este mundo".

Esta oración podrá ser seguida a través de los diferentes medios digitales del Vaticano.

Por otro parte, Francisco llama a todas las Iglesias particulares (es decir, a las diócesis católicas de todo el mundo) a preparar iniciativas similares que involucren al Pueblo de Dios.

Invitamos a nuestras comunidades a unirse en este esfuerzo, tal como muchas ya lo hicieron en la jornada del martes 17.

Confiamos estas intenciones a la Santísima Virgen, Madre de la Paz.

Los bendecimos de corazón:

+ Arturo Fajardo, obispo de Salto, presidente de la CEU
+ Cardenal Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo, vicepresidente de la CEU
+ Heriberto Bodeant, obispo de Canelones, secretario general de la CEU

DEL OBISPO DE CANELONES

El próximo viernes, a las 13 horas de Uruguay, el Papa Francisco presidirá en San Pedro una hora de oración por la paz, que podrá ser seguida por distintos medios del Vaticano.

Con el pensamiento puesto en Israel y Palestina, y en la desesperada situación de Gaza, el Santo Padre nos invita a unirnos desde nuestras comunidades en una nueva jornada de ayuno, de oración, de penitencia. 

Nos exhorta Francisco a que, como creyentes, tomemos en este conflicto "una sola parte: la de la paz".

Cada uno de nosotros puede unirse personalmente a esta intención en la forma que lo desee. Las parroquias, capillas y centros educativos católicos pueden también organizar momentos especiales, por ejemplo, antes y/o después de las Misas que se celebren ese día, tal como muchos lo hicieron el pasado martes 17.

En nuestro Mundo siempre atravesado por distintos conflictos, algunos de ellos poco visibles, la paz es un constante motivo de oración, que se siente aún más necesaria en horas tan críticas como las que está hoy atravesando la humanidad.

Pidamos a Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de nuestra Diócesis y Madre de Cristo, "nuestra paz" (Efesios 2,14) que interceda por todos nosotros, de forma particular por quienes más están sufriendo las consecuencias del conflicto que se desarrolla en Tierra Santa.

Bendiciones,

+ Heriberto, Obispo de Canelones.

viernes, 20 de octubre de 2023

Corazones fervientes, pies en camino (cf. Lc 24,13-35). Mensaje del Papa Francisco DOMUND 2023

Mensaje del Santo Padre Francisco
para la 97 Jornada Mundial de las Misiones

22 de octubre de 2023
Corazones fervientes, pies en camino (cf. Lc 24,13-35)

Queridos hermanos y hermanas:

Para la Jornada Mundial de las Misiones de este año he elegido un tema que se inspira en el relato de los discípulos de Emaús, en el Evangelio de Lucas (cf. 24,13-35): «Corazones fervientes, pies en camino». Aquellos dos discípulos estaban confundidos y desilusionados, pero el encuentro con Cristo en la Palabra y en el Pan partido encendió su entusiasmo para volver a ponerse en camino hacia Jerusalén y anunciar que el Señor había resucitado verdaderamente. En el relato evangélico, percibimos la trasformación de los discípulos a partir de algunas imágenes sugestivas: los corazones que arden cuando Jesús explica las Escrituras, los ojos abiertos al reconocerlo y, como culminación, los pies que se ponen en camino. Meditando sobre estos tres aspectos, que trazan el itinerario de los discípulos misioneros, podemos renovar nuestro celo por la evangelización en el mundo actual.

1. Corazones que ardían «mientras […] nos explicaba las Escrituras».
En la misión, la Palabra de Dios ilumina y trasforma el corazón.

A lo largo del camino que va de Jerusalén a Emaús, los corazones de los dos discípulos estaban tristes —como se reflejaba en sus rostros— a causa de la muerte de Jesús, en quien habían creído (cf. v. 17). Ante el fracaso del Maestro crucificado, su esperanza de que Él fuese el Mesías se había derrumbado (cf. v. 21).

Entonces, «mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos» (v. 15). Como al inicio de la vocación de los discípulos, también ahora, en el momento de su desconcierto, el Señor toma la iniciativa de acercarse a los suyos y de caminar a su lado. En su gran misericordia, Él nunca se cansa de estar con nosotros; incluso a pesar de nuestros defectos, dudas, debilidades, cuando la tristeza y el pesimismo nos induzcan a ser «duros de entendimiento» (v. 25), gente de poca fe.

Hoy como entonces, el Señor resucitado es cercano a sus discípulos misioneros y camina con ellos, especialmente cuando se sienten perdidos, desanimados, amedrentados ante el misterio de la iniquidad que los rodea y los quiere sofocar. Por ello, «¡no nos dejemos robar la esperanza!» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 86). El Señor es más grande que nuestros problemas, sobre todo cuando los encontramos al anunciar el Evangelio al mundo, porque esta misión, después de todo, es suya y nosotros somos simplemente sus humildes colaboradores, “siervos inútiles” (cf. Lc 17,10).

Quiero expresar mi cercanía en Cristo a todos los misioneros y las misioneras del mundo, en particular a aquellos que atraviesan un momento difícil. El Señor resucitado, queridos hermanos y hermanas, está siempre con ustedes y ve su generosidad y sus sacrificios por la misión de evangelización en lugares lejanos. No todos los días de la vida resplandece el sol, pero acordémonos siempre de las palabras del Señor Jesús a sus amigos antes de la pasión: «En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).

Después de haber escuchado a los dos discípulos en el camino de Emaús, Jesús resucitado «comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él» (Lc 24,27). Y los corazones de los discípulos se encendieron, tal como después se confiarían el uno al otro: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (v. 32). Jesús, efectivamente, es la Palabra viviente, la única que puede abrasar, iluminar y trasformar el corazón.

De ese modo comprendemos mejor la afirmación de san Jerónimo: «Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo» (Comentario al profeta Isaías, Prólogo). «Si el Señor no nos introduce es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura, pero lo contrario también es cierto: sin la Sagrada Escritura, los acontecimientos de la misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo permanecen indescifrables» (Carta ap. M.P. Aperuit illis, 1). Por ello, el conocimiento de la Escritura es importante para la vida del cristiano, y todavía más para el anuncio de Cristo y de su Evangelio. De lo contrario, ¿qué trasmitiríamos a los demás sino nuestras propias ideas y proyectos? Y un corazón frío, ¿sería capaz de encender el corazón de los demás?

Dejémonos entonces acompañar siempre por el Señor resucitado que nos explica el sentido de las Escrituras. Dejemos que Él encienda nuestro corazón, nos ilumine y nos trasforme, de modo que podamos anunciar al mundo su misterio de salvación con la fuerza y la sabiduría que vienen de su Espíritu.

2. Ojos que «se abrieron y lo reconocieron» al partir el pan.
Jesús en la Eucaristía es el culmen y la fuente de la misión.

Los corazones fervientes por la Palabra de Dios empujaron a los discípulos de Emaús a pedir al misterioso viajero que permaneciese con ellos al caer la tarde. Y, alrededor de la mesa, sus ojos se abrieron y lo reconocieron cuando Él partió el pan. El elemento decisivo que abre los ojos de los discípulos es la secuencia de las acciones realizadas por Jesús: tomar el pan, bendecirlo, partirlo y dárselo a ellos. Son gestos ordinarios de un padre de familia judío, pero que, realizados por Jesucristo con la gracia del Espíritu Santo, renuevan ante los dos comensales el signo de la multiplicación de los panes y sobre todo el de la Eucaristía, sacramento del Sacrificio de la cruz. Pero precisamente en el momento en el que reconocen a Jesús como Aquel que parte el pan, «Él había desaparecido de su vista» (Lc 24,31). Este hecho da a entender una realidad esencial de nuestra fe: Cristo que parte el pan se convierte ahora en el Pan partido, compartido con los discípulos y por tanto consumido por ellos. Se hizo invisible, porque ahora ha entrado dentro de los corazones de los discípulos para encenderlos todavía más, impulsándolos a retomar el camino sin demora, para comunicar a todos la experiencia única del encuentro con el Resucitado. Así, Cristo resucitado es Aquel que parte el pan y al mismo tiempo es el Pan partido para nosotros. Y, por eso, cada discípulo misionero está llamado a ser, como Jesús y en Él, gracias a la acción del Espíritu Santo, aquel que parte el pan y aquel que es pan partido para el mundo.

A este respecto, es necesario recordar que un simple partir el pan material con los hambrientos en el nombre de Cristo es ya un acto cristiano misionero. Con mayor razón, partir el Pan eucarístico, que es Cristo mismo, es la acción misionera por excelencia, porque la Eucaristía es fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia.

Lo recordó el Papa Benedicto XVI: 

«No podemos guardar para nosotros el amor que celebramos en el Sacramento [de la Eucaristía]. Éste exige por su naturaleza que sea comunicado a todos. Lo que el mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer en Él. Por eso la Eucaristía no es sólo fuente y culmen de la vida de la Iglesia; lo es también de su misión: “Una Iglesia auténticamente eucarística es una Iglesia misionera”» (Exhort. ap. Sacramentum caritatis, 84).

Para dar fruto debemos permanecer unidos a Él (cf. Jn 15,4-9). Y esta unión se realiza a través de la oración diaria, en particular en la adoración, estando en silencio ante la presencia del Señor, que se queda con nosotros en la Eucaristía. El discípulo misionero, cultivando con amor esta comunión con Cristo, puede convertirse en un místico en acción. Que nuestro corazón anhele siempre la compañía de Jesús, suspirando la vehemente petición de los dos de Emaús, sobre todo cuando cae la noche: “¡Quédate con nosotros, Señor!” (cf. Lc 24,29).

3. Pies que se ponen en camino, con la alegría de anunciar a Cristo Resucitado.
La eterna juventud de una Iglesia siempre en salida.

Después de que se les abrieron los ojos, reconociendo a Jesús «al partir el pan», los discípulos, sin demora, «se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén» (Lc 24,33). Este ir de prisa, para compartir con los demás la alegría del encuentro con el Señor, manifiesta que 

«la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 1). 

No es posible encontrar verdaderamente a Jesús resucitado sin sentirse impulsados por el deseo de comunicarlo a todos. Por lo tanto, el primer y principal recurso de la misión lo constituyen aquellos que han reconocido a Cristo resucitado, en las Escrituras y en la Eucaristía, que llevan su fuego en el corazón y su luz en la mirada. Ellos pueden testimoniar la vida que no muere más, incluso en las situaciones más difíciles y en los momentos más oscuros.

La imagen de los “pies que se ponen en camino” nos recuerda una vez más la validez perenne de la misión ad gentes, la misión que el Señor resucitado dio a la Iglesia de evangelizar a cada persona y a cada pueblo hasta los confines de la tierra. Hoy más que nunca la humanidad, herida por tantas injusticias, divisiones y guerras, necesita la Buena Noticia de la paz y de la salvación en Cristo. Por tanto, aprovecho esta ocasión para reiterar que 

«todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable» (ibíd., 14). 

La conversión misionera sigue siendo el objetivo principal que debemos proponernos como individuos y como comunidades, porque «la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia» (ibíd., 15).

Como afirma el apóstol Pablo, «el amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14). Se trata aquí de un doble amor, el que Cristo tiene por nosotros, que atrae, inspira y suscita nuestro amor por Él. Y este amor es el que hace que la Iglesia en salida sea siempre joven, con todos sus miembros en misión para anunciar el Evangelio de Cristo, convencidos de que «Él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (v. 15). Todos pueden contribuir a este movimiento misionero con la oración y la acción, con la ofrenda de dinero y de sacrificios, y con el propio testimonio. Las Obras Misionales Pontificias son el instrumento privilegiado para favorecer esta cooperación misionera en el ámbito espiritual y material. Por esto la colecta de donaciones de la Jornada Mundial de las Misiones está dedicada a la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe.

La urgencia de la acción misionera de la Iglesia supone naturalmente una cooperación misionera cada vez más estrecha de todos sus miembros a todos los niveles. Este es un objetivo esencial en el itinerario sinodal que la Iglesia está recorriendo con las palabras clave comunión, participación y misión. Tal itinerario no es de ningún modo un replegarse de la Iglesia sobre sí misma, ni un proceso de sondeo popular para decidir, como se haría en un parlamento, qué es lo que hay que creer y practicar y qué no, según las preferencias humanas. Es más bien un ponerse en camino, como los discípulos de Emaús, escuchando al Señor resucitado que siempre sale a nuestro encuentro para explicarnos el sentido de la Escrituras y partir para nosotros el Pan, y así poder llevar adelante, con la fuerza del Espíritu Santo, su misión en el mundo.

Como aquellos dos discípulos «contaron a los otros lo que les había pasado por el camino» (Lc 24,35), también nuestro anuncio será una narración alegre de Cristo el Señor, de su vida, de su pasión, muerte y resurrección, de las maravillas que su amor ha realizado en nuestras vidas.

Pongámonos de nuevo en camino también nosotros, iluminados por el encuentro con el Resucitado y animados por su Espíritu. Salgamos con los corazones fervientes, los ojos abiertos, los pies en camino, para encender otros corazones con la Palabra de Dios, abrir los ojos de otros a Jesús Eucaristía, e invitar a todos a caminar juntos por el camino de la paz y de la salvación que Dios, en Cristo, ha dado a la humanidad.

Santa María del camino, Madre de los discípulos misioneros de Cristo y Reina de las misiones, ruega por nosotros.

Roma, San Juan de Letrán, 6 de enero de 2023, Solemnidad de la Epifanía del Señor.

Francisco

jueves, 19 de octubre de 2023

“Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”. (Mateo 22,15-21). Domingo 29° durante el año.

Este Domingo, el penúltimo de octubre, se celebra en toda la Iglesia Católica el DOMUND, Domingo Mundial de las Misiones. Un día en que, de modo especial, la Iglesia reza por los misioneros y colabora con las Misiones por medio de la colecta que se realiza en las parroquias. El lema de este año es “Corazones fervientes, pies en camino”, al que, en Uruguay, le hemos agregado a nuestro beato obispo misionero: “Corazones fervientes, pies en camino como Jacinto”.

Vayamos ahora al Evangelio de este domingo: 

“Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios” (Mateo 22,15-21)

Son bien conocidas estas palabras de Jesús. De hecho, muy a menudo se las recuerda para decir que el hombre debe cumplir sus deberes respecto al Estado y respecto a Dios. Esa interpretación es, en cierta forma, equilibrada. Quienes formamos parte de una sociedad tenemos el deber de cumplir la ley y ello incluye el pago de impuestos. Eso lo dice claramente san Pablo, en su carta a los Romanos: 

"ustedes deben pagar los impuestos" (Romanos 13,6).

Al mismo tiempo, quienes gobiernan deben utilizar correctamente lo que reciben de los contribuyentes y deben rendir cuentas de ello. 

Por otra parte, los impuestos no pueden convertirse en algo que termine dejando al contribuyente con muy poco de lo que gana y, menos aún, convertirse en un agobiante mecanismo, establecido por una autoridad opresora.

Recordamos que, en tiempos de Jesús, había unas personas encargadas de recaudar impuestos conocidas como “publicanos”. El cobro de impuestos estaba tercerizado y los publicanos cobraban para la autoridad romana pero agregaban un porcentaje que retenían para sí mismos, aumentando la carga sobre el pueblo.

Basta una rápida recorrida por el evangelio para darse cuenta de que a los publicanos no los quería nadie. 

Sin embargo, Jesús llamó a uno de ellos, Mateo, para unirse al grupo de discípulos. Mateo abandonó su mesa de recaudación, comenzó a seguir a Jesús, e invitó a otros publicanos a conocer al Maestro. Ante esto, los fariseos preguntaron a los discípulos de Jesús:

«¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?» (Mateo 9,11)

Es ahí que Jesús responde:

«… yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Mateo 9,13)

Allí estábamos en el capítulo 9 de san Mateo. Ahora estamos en el capítulo 22. Ha pasado el tiempo. Jesús ha entrado en Jerusalén y ha sido recibido triunfalmente. Eso inquieta a los fariseos, que han estado siguiendo con preocupación el camino de Jesús. Buscan, entonces, tenderle una trampa. Para eso, se confabulan con partidarios del rey Herodes y envían un grupo a decirle a Jesús:

«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque Tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?» (Mateo 22,15-21)

Las primeras palabras pueden sonar como una adulación, pero son más que eso. Cuando se le pregunta a Jesús si está permitido pagar el impuesto al César ¿a qué se refieren? ¿Si está permitido por quién? “Enseñas con toda fidelidad el camino de Dios” significa aquí: “¿Dios quiere que paguemos el impuesto al César? ¿Está bien pagar el impuesto al César para quien cumple la ley de Dios?”.

Y ahí está la trampa. Si Jesús hubiera respondido que sí, muchos se lo habrían echado en cara; tanto quienes sufrían el peso de esos impuestos como quienes consideraban pecadores a los publicanos, porque lucraban con el dinero ajeno.

Si, en cambio, Jesús hubiera dicho que no, hubiera tenido de inmediato un problema con la autoridad romana. Para eso estaban ahí los herodianos.

Podríamos pensar que la respuesta de Jesús es solo una ingeniosa manera de salir de la trampa. Pero la respuesta es profunda. 

Al César lo que es del César, sí; pero al César no se le da lo que es de Dios.

A los emperadores romanos se les divinizaba. Se construían templos donde, después de muertos, se les adoraba. Pero el emperador mismo hacía construir esos templos para su gloria futura…

“A Dios lo que es de Dios” proclama la primacía de Dios por sobre todas las cosas y por sobre todos aquellos que, habiendo llegado a la cumbre del poder humano, creen que han entrado en el ámbito divino, pero no son más que simples mortales. Como dice el salmista:

¡El sepulcro es su morada perpetua y su casa, de generación en generación, aunque hayan dado nombre a países! (Salmo 49,12)

Pero así como en cada moneda de aquel tiempo estaba impresa la imagen del César, en cada persona, de todos los tiempos, está impresa la imagen de Dios, que nos ha creado “a su imagen y semejanza” (Génesis 1,26). Los rabinos interpretaban esa expresión del libro del Génesis comparándola con la acuñación de las monedas y señalando que, aunque todas las personas humanas sean únicas y diferentes a las demás, todas ellas llevan el sello de Dios. Cada uno de nosotros lleva el sello de Dios.

Entonces… “lo que es de Dios” es cada uno de nosotros, sus criaturas. Damos a Dios lo que es de Dios reconociéndolo como Creador y, a partir de la revelación de Jesucristo, reconociéndolo y amándolo como nuestro Padre. Ningún poder humano puede reclamarnos eso. Esa es nuestra dignidad y nuestra libertad, “la libertad de los hijos (e hijas) de Dios”.

Porque pertenecemos a Dios, porque nos ha creado para la vida, podemos decir, con la misma esperanza del salmista que ya hemos citado:

Dios rescatará mi vida, me sacará de las garras del Abismo. (Salmo 49,16)

Solo a Dios confiamos nuestra vida, porque de Él la recibimos y en Él siempre la encontraremos en este mundo, en este presente y en la eternidad. Que así sea.

Noticias

La semana pasada los tres candidatos al diaconado permanente estuvieron de retiro en la parroquia de San Bautista, preparándose para su ordenación. Sigamos acompañándolos con la oración.

Hoy domingo 22, dos acontecimientos en la ciudad de Progreso:
  • Por la mañana, a las 10, en la parroquia San Antonio María Claret, fiesta patronal.
  • Por la tarde, en el Monasterio de las Salesas, 25 años de profesión religiosa de Sor Margarita María Álvarez. A las 16 hs, canto de II vísperas de domingo. A las 16:45, Santa Misa, presidida por nuestro obispo emérito Mons. Alberto Sanguinetti.

El próximo jueves comienza en Villa Guadalupe el trigésimo cuarto Cursillo de Cristiandad de Mujeres de Canelones, que culminará el domingo 29. Recemos por este grupo, para que viva un profundo encuentro con Jesucristo.

También el domingo 29 la capilla María Auxiliadora de Canelón Chico, parroquia de Progreso, celebrará sus 120 años, con la Misa en acción de gracias a las 11 de la mañana.

Santoral

Domingo 22 – San Juan Pablo II, papa.
Lunes 23 - San Juan de Capistrano, presbítero.
Martes 24 - San Antonio María Claret, obispo.
Viernes 27 - San Simón y San Judas, apóstoles.
Sábado 28 - Beata Chiara Luce Badano. 

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios Todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.





lunes, 16 de octubre de 2023

50 años del Diaconado Permanente en el Uruguay


Se celebró en Florida el encuentro de los Diáconos Permanentes de Uruguay con motivo de los 50 años de la instauración de este ministerio en la Iglesia uruguaya. En la noche del sábado celebraron la Misa a los pies de la Virgen de los Treinta y Tres, presidida por Mons. Martín Pérez, Obispo de Florida, acompañado por Mons. Carlos Collazzi, administrador apostólico de Mercedes, presidente de la Comisión Nacional para el Diaconado Permanente.

En la homilía, Mons. Collazzi aseguró que este ministerio en la Iglesia es signo de alegría y confianza. Recordó el Concilio Vaticano II y cómo la Conferencia Episcopal del Uruguay instituyó el Diaconado Permanente. Desde entonces han sido muchos los llamados a servir en la Iglesia desde este ministerio y recordó a los que ya no están entre nosotros, así como a los que no pudieron asistir al encuentro y a quienes se postulan hacia delante.

Extracto de la homilía de Mons. Collazzi:

"Quiera Dios que este florecer de vocaciones al Diaconado Permanente que estamos experimentando en nuestras diócesis, donde van apareciendo cada día más postulantes nos haga descubrir a todos, a ustedes y a toda la Iglesia, que la Iglesia debe ser siempre servidora del Señor y de los hermanos. 
Servidores sencillos: no se trata de un servicio tan cualificado que haya que conocer todos los libros del mundo. Es tener en nuestras propias manos el libro de la vida, que leemos en el encuentro con cada hermano; con aquel al que le vamos a dar una mano, con aquel que necesita de una escucha o de una palabra. La alegría del Señor actuando en nosotros.
Venimos a la casa de la Virgen a celebrar estos 50 años y la miramos a Ella, servidora del Señor, que canta la grandeza de Dios, sirviendo... cantemos también nosotros, hermanos, la grandeza del Señor, la acción del Espíritu en la Iglesia: el Concilio Vaticano II, obra del Espíritu, al restaurar el Diaconado Permanente en el mundo y aquí aceptado por nuestros obispos, cuando el 21 de mayo de 1973, establecieron la restitución del diaconado en nuestra Patria."

17 de octubre: ayuno y oración por la Paz

El Consejo permanente de la Conferencia Episcopal del Uruguay se adhiere al pedido del Papa Francisco, formulado ayer en el rezo del Ángelus e invita a unirnos en la jornada de ayuno y oración por la paz, mañana martes 17 de Octubre.

Estas son las palabras del Santo Padre:

"Queridos hermanos y hermanas:
Sigo con mucho dolor lo que sucede en Israel y Palestina. Pienso en tantos..., especialmente en los pequeños y en los ancianos. Renuevo mi llamado para la liberación de los rehenes y pido con fuerza que los niños, los enfermos, los ancianos, las mujeres y todos los civiles no sean víctimas del conflicto. Que se respete el derecho humanitario, especialmente en Gaza, donde es urgente y necesario garantizar corredores humanitarios y socorrer a toda la población. Hermanos y hermanas, ya han muerto muchísimos. Por favor, ¡que no se derrame más sangre inocente, ni en Tierra Santa, ni en Ucrania, ni en ningún otro lugar! ¡Basta ya! ¡Las guerras son siempre una derrota, siempre!
La oración es la fuerza suave y santa para oponerse a la fuerza diabólica del odio, del terrorismo y de la guerra. Invito a todos los creyentes a unirse a la Iglesia en Tierra Santa y a dedicar el próximo martes, 17 de octubre, a la oración y al ayuno.
Francisco."

Con nuestro afectuoso saludo y bendición:

+ Arturo Fajardo, Obispo de Salto, presidente de la CEU
+ Cardenal Daniel Sturla, Arzobispo de Montevideo, vicepresidente de la CEU (desde Roma)
+ Heriberto Bodeant, Obispo de Canelones, secretario de la CEU.

viernes, 13 de octubre de 2023

“Inviten a todos los que encuentren” (Mateo 22,1-14). Domingo 28° durante el año.

“En la Iglesia hay lugar para todos”, dijo, una y otra vez, con cordial insistencia, el papa Francisco a los jóvenes reunidos en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa. Se lo hizo repetir a los jóvenes: “todos, todos”, recordando, precisamente, el evangelio que escuchamos en la Misa de este domingo:

“Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren” (Mateo 22,1-14)

Efectivamente, nadie está excluido de esa invitación: inviten a todos.

Esta frase de Jesús está tomada de una parábola que comienza así:

El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo.

En esta parábola, Jesús recurre a un tema que encontramos a lo largo de la Sagrada Escritura: las Bodas de Dios con su pueblo. Dios suele presentarse como el enamorado que quiere casarse con su amada y vivir en el amor y la fidelidad. Y cuando la amada -su Pueblo, no olvidemos- es infiel, Dios es capaz de agotar todos los recursos con tal de reconquistar su amor. 

En el profeta Oseas encontramos una alta expresión de este lenguaje del Dios enamorado, que promete a su pueblo:

Yo te desposaré para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor. (Oseas 2,21-22)

Con la encarnación del Hijo de Dios, esta relación ha tenido un giro: el esposo es Dios-Hijo. 

Dios-Padre es el Rey que celebra las bodas de su Hijo con toda la familia humana a la que ha venido a salvar por su cruz y su resurrección.

Todos invitados; hay lugar para todos. Sin embargo, desde el principio, hubo quienes rechazaron la invitación:

Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir.
De nuevo envió a otros servidores (…) Pero [los invitados] no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.

Entonces el Rey amplió la invitación. Dijo a sus servidores:

«El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. 
Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren».

¿Qué hicieron, entonces, los servidores?

Salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.

Buenos y malos… parece extraño. ¿No se pide un cambio de conducta, una conversión? Nosotros nos resistiríamos a invitar a algunas personas… esperaríamos que antes hubiera un arrepentimiento manifiesto, un propósito de enmienda y entonces, sí, tal vez con dudas, haríamos la invitación. Pero Dios convida a todos ¡a todos!

Pero no todos los que entraron se quedaron. Hubo alguien que entró sin la actitud adecuada. Y eso lo dejó afuera.

Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. “Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?.” El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: «Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes».

¿Qué significa el traje de fiesta? 

Seguramente, en tiempos de Jesús, como en los nuestros, la gente más pudiente iría a una fiesta vestida elegantemente, incluso con ropa nueva. Sin embargo, eso no era necesario. Lo que esperaba el anfitrión era que la gente viniera con ropa limpia. Eso puede parecernos normal, pero para ellos era más importante que para nosotros, porque la limpieza estaba relacionada a la pureza ritual. Una persona que llegara a la fiesta con ropa sucia, como quien no se ha cambiado después de trabajar, haría un gran despreció  quien lo invitó.

Pero, por lo que nos cuenta la parábola, esta gente que los servidores encontraron por los caminos, difícilmente estaría con ropa limpia y mucho menos con una vestimenta especial.

Entonces, tenemos que encontrar el sentido espiritual del traje de fiesta; algo que se relaciona con una actitud interior de las personas.

Nos puede ayudar a una interpretación, el rabino Eliezer, que, a fines del siglo I, decía “haz penitencia el día antes de tu muerte” y cuando le preguntaban “¿cómo sabe el hombre cuál es el día antes de su muerte?”, él respondía “razón de más para que haga hoy penitencia: podría morir mañana; así se pasará la vida en penitencia”. Como fundamento de esa afirmación el rabino cita el libro del Eclesiastés:

“Que tu ropa sea siempre blanca y nunca falte el óleo sobre tu cabeza” (Eclesiastés 8,9)

El traje de fiesta, la ropa limpia, la ropa blanca es la penitencia: reconocer los propios pecados, arrepentirse y pedir perdón a Dios. 

Desde este punto de vista, el invitado sin el traje de fiesta no ha cumplido: no estaba preparado por medio de la penitencia. 

Esta interpretación no nos viene mal: nos pone ante nuestra responsabilidad; pero también podría llevarnos a cierto fariseísmo: pensar que somos nosotros los que nos hacemos justos ante Dios, porque cumplimos la Ley.

Pero es posible otra interpretación. Para eso, nos vamos al libro de Isaías, en un capítulo que Jesús cita en varios pasajes del evangelio:

Desbordo de alegría en el Señor; mi alma se regocija en mi Dios. Porque él me vistió con las vestiduras de la salvación y me envolvió con el manto de la justicia, como un esposo que se ajusta la diadema y como una esposa que se adorna con sus joyas. (Isaías 61,10)

Alegría desbordante, gran regocijo en el Señor… ¿por qué? Porque Dios lo vistió con el traje de salvación y lo envolvió con el manto de la justicia. Notemos la fuerza de esas expresiones. No ha sido “revestido”, sino vestido. No se le puso un vestido encima del que traía puesto, sino que es la desnudez de su corazón, de su realidad humana y frágil la que es vestida con el traje de salvación.

Puesto el traje, viene el manto, que normalmente se pone “por encima”, pero aquí, la persona es envuelta con el manto, como una forma de más fuerte protección y abrigo. 

Es el manto de justicia. Tenemos que entender la justicia como la situación de la persona fiel a Dios. Recordemos como se presenta a san José en el evangelio: “era un hombre justo”. La cita de Isaías concluye con expresiones que nos acercan a la fiesta de las fiestas: las bodas de Dios con su Pueblo.

El traje de fiesta, traje de salvación y de justicia, es la obra de la misericordia de Dios, que hace justo al hombre injusto. Esto no excluye el arrepentimiento y la penitencia, pero lo superan: 

“donde abundó el pecado sobreabundó la Gracia” (Romanos 5,20).

Entonces… el hombre sin el traje de fiesta es el que ha rechazado la salvación, que no ha aceptado el amor y la misericordia de Dios que se han desbordado sobre él, que han querido vestirlo y abrigarlo. Por eso es excluido del banquete.

Conscientes de nuestra fragilidad, demos cada día pasos en nuestro camino de conversión y esperemos que el Señor, en su misericordia, nos revista un día con el traje de fiesta.

En esta semana:

Mañana, lunes 16, recordamos a Santa Margarita María Alacoque, salesa, que recibió las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús. Es una fiesta muy importante en el monasterio de la Visitación, en Progreso, y adelantamos su celebración para hoy, domingo 15, a las 17 horas.

El miércoles 18 se lleva adelante en el mundo la iniciativa “Un millón de niños rezando el Rosario”, que nació en Venezuela hace 18 años.

También el miércoles 18, Sor Margarita María Álvarez, superiora del monasterio de la Visitación, cumple 25 años de profesión religiosa. La Misa en acción de gracias será celebrada el domingo 22, a las 16:45 y será presidida por nuestro obispo emérito Mons. Alberto Sanguinetti.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 

DOMUND 2023, Uruguay: "Corazones fervientes, pies en camino, como Jacinto".


Montevideo, 22 de Octubre 2023

Queridos Obispos, sacerdotes y fieles:

Nos dirigimos a ustedes en representación del Departamento de Misiones de la CEU, con el deseo de vivir el mes de Octubre como mes de oración y misión. El Papa Francisco nos ha enviado una nueva carta motivadora con el título “Corazones fervientes, pies en camino”.

Dice el Papa: “Aquellos dos discípulos estaban confundidos y desilusionados, pero el encuentro con Cristo en la Palabra y en el Pan partido encendió su entusiasmo para volver a ponerse en camino hacia Jerusalén y anunciar que el Señor había resucitado verdaderamente”. 

Animados por estas palabras del Papa Francisco, en el Departamento de Misiones hemos elaborado distintas propuestas para las diferentes edades y grupos de nuestras parroquias y colegios; para que se pueda dar en nosotros la trasformación que los discípulos tuvieron y que el Papa las llama “algunas imágenes sugestivas”: los corazones que arden cuando Jesús explica las Escrituras, los ojos abiertos al reconocerlo y, como culminación, los pies que se ponen en camino. 

Con mucha alegría recordamos la Beatificación de nuestro primer Obispo Mons. Jacinto Vera, un misionero incansable que recorrió nuestra patria con un verdadero corazón ardiente, ojos abiertos y pies en camino.

Los invitamos también a renovar nuestra colaboración con todos los misioneros: uruguayos y extranjeros que realizan la misión de Cristo en diversos países y lugares tan distantes. Junto a la colaboración en la Colecta de cada Capilla y Parroquia, se puede hacer también en los Colegios y en la cuenta que los sobres señalan del Banco Santander.

Por ello, la carta motivadora de las Misiones nos impulsa: «¡no nos dejemos robar la esperanza!» (Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 86). El Señor es más grande que nuestros problemas, sobre todo cuando los encontramos al anunciar el Evangelio al mundo, porque esta misión, después de todo, es suya y nosotros somos simplemente sus humildes colaboradores, “siervos inútiles” (cf. Lc 17,10).

Confiando en que este mes de Octubre nos ayude a renovar nuestro esfuerzo evangelizador, los saludamos en nombre del Departamento de Misiones a todos con aprecio, por lo que ya están realizando en la Iglesia y en el mundo. 

P. Gabriel Rainusso, 
Director Nacional de O.M.P., Departamento de Misiones de la CEU

Hna. Susana Palles msc,
Secretaria Infancia y Adolescencia Misionera

17 de octubre: un día de ayuno y oración por la Paz. Llamado del Patriarca latino de Jerusalén.

 

"Porque Dios no es Dios de desorden, sino de paz"
(1 Corintios 14,33)

Queridos hermanos y hermanas:

¡Que el Señor nos dé verdaderamente su paz!

El dolor y la consternación por lo que está sucediendo son grandes. Una vez más nos encontramos en medio de una crisis política y militar. De repente fuimos catapultados a un mar de violencia sin precedentes. El odio, que lamentablemente ya hemos experimentado durante demasiado tiempo, aumentará aún más, y la espiral de violencia que sigue creará más destrucción. Todo parece hablar de la muerte.

Pero en este momento de dolor y consternación, no queremos quedarnos impotentes. Y no podemos permitir que la muerte y sus aguijones (1 Cor 15,55) sean la única palabra que se escuche.

Por eso sentimos la necesidad de orar, de volver nuestro corazón a Dios Padre. Sólo así podremos sacar la fuerza y la serenidad para vivir este tiempo, dirigiéndonos a Él, en oración de intercesión, de súplica, y también de clamor.

En nombre de todos los Ordinarios de Tierra Santa, invito a todas las parroquias y comunidades religiosas a una jornada de ayuno y oración por la paz y la reconciliación.

Pedimos que el martes 17 de octubre todos hagan un día de ayuno y abstinencia, y de oración. Los momentos de oración deben organizarse con la adoración eucarística y con el rosario a la Santísima Virgen. Probablemente en muchas partes de nuestras diócesis las circunstancias no permitan la reunión de grandes asambleas. En las parroquias, en las comunidades religiosas, en las familias, todavía será posible organizarse para tener momentos comunes de oración sencillos y sobrios.

Así es como todos nos reunimos, a pesar de todo, y nos reunimos en oración coral, para entregar a Dios Padre nuestra sed de paz, justicia y reconciliación.

Con oraciones,

+ Pierbattista Card. Pizzaballa
Patriarca latino de Jerusalén
Presidente de AOCTS*

* Asamblea de Ordinarios Católicos de Tierra Santa (AOCTS)
Desde su fundación en 1992, la AOCTS reúne a los ordinarios: Obispos/Eparcas/Excarcas de la Iglesia Católica que tienen jurisdicción sobre el territorio de Tierra Santa: Jerusalén, Palestina, Israel, Jordania y Chipre.
Para quienes no están familiarizados con esto, les recordamos que dentro de la Iglesia Católica existen diversos ritos. Los ordinarios pertenecen a las comunidades de los siguientes ritos:
- Latino
- Greco-melquita Católico
- Maronita
- Armenio Católico
- Sirio Católico
- Caldeo Católica
(Donde se agrega el calificativo de "Católico" es porque hay ritos con el mismo nombre pero no católicos)

martes, 10 de octubre de 2023

CELAM: Renovar la oración por la Paz del Mundo


El Consejo Episcopal Latinoamericano invita a renovar la oración por la paz en el mundo, particularmente ante el conflicto entre israelíes y palestinos.

Unámonos en la plegaria confiada al Dios de la vida por las víctimas, sus familias y amigos, para que el Señor les dé fuerzas y consuelo.

Pidamos por los gobernantes y dirigentes de los pueblos, para que en sus corazones habite el deseo de encontrar soluciones desde la escucha y el diálogo, en el respeto de toda vida humana, poniendo su mirada en los que más sufren.

Que esta tierra, cuna y epicentro de las religiones monoteístas, se transforme en un testimonio a la humanidad de comprensión y convivencia.

Invitamos a todos los cristianos y a los hombres y mujeres de buena voluntad a renovar nuestro compromiso por la paz y a no ser indiferentes ante el dolor que el terrorismo y la guerra son capaces de causar.

Mons. Jaime Spengler, O.F.M.
Presidente
Mons. José Luis Azuaje Ayala
Primer Vicepresidente
Mons. José Domingo Ulloa
Segundo Vicepresidente
Mons. Santiago Rodríguez Rodríguez
Presidente CAE
Mons. Lizardo Estrada Herrera, O.S.A.
Secretario General

Bogotá, D.C., octubre 10 de 2023.

viernes, 6 de octubre de 2023

“La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular” (Mateo 21,33-43). Domingo 27° durante el año.

Hoy, día del patrimonio en Uruguay, en el que muchas veces se recuerda a arquitectos e ingenieros, Jesús cita las palabras de un salmo para señalar el rechazo que ha recibido de parte de los dirigentes del Pueblo de Dios. 

«¿No han leído nunca en las Escrituras:
"La piedra que los constructores rechazaron
ha llegado a ser la piedra angular:
esta es la obra del Señor,
admirable a nuestros ojos?" (Mateo 21, 33-46)

La imagen de la "piedra angular" está tomada del trabajo de los constructores de aquel tiempo, donde era fundamental elegir bien el trozo de roca que iba a ser colocado en los ángulos del edificio y que aseguraría la solidez de la obra.

Yo me he imaginado muchas veces al constructor yendo a la cantera a buscar una gran piedra. Seguramente, el dueño le ofrecería varias, incluso la mejor, la de mayor precio. Entonces, el constructor diría que no, que le muestre otras, y esa noble roca quedaría allí, relegada, esperando que otro reconociera su real valor y la llevara.

Jesús se presenta, pues, como la piedra rechazada por los constructores pero, que, sin embargo, ha llegado a ser la piedra angular que sostiene todo el edificio.

El rechazo ha sido violento, como lo ilustra el mismo Jesús por medio de la parábola de los viñadores asesinos. Los viñadores son arrendatarios que no entregan al dueño los frutos que le corresponden. El propietario envía servidores, pero éstos son rechazados:

A uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. (Mateo 21, 33-46)

Ese rechazo violento, que, igualmente, sufrirán los enviados siguientes, llegará a su punto álgido, cuando el propietario decide enviar a su propio hijo, pensando “respetarán a mi hijo”.

Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia". Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. (Mateo 21, 33-46)

No cuesta entender que es Dios el dueño de la viña y los servidores los profetas; que el Hijo es Jesús, el enviado del Padre y la muerte, fuera de la viña, corresponde a la crucifixión de Jesús, llevada a cabo fuera de la ciudad santa de Jerusalén.

Ahora bien… ¿a qué viene esta parábola? ¿Simplemente a traernos una realidad histórica, mostrando cómo Jesús fue rechazado por las autoridades de su pueblo y que, sin embargo, el Padre lo resucitó y lo colocó como piedra angular de su nuevo pueblo? (“Esta es la obra de Dios, admirable a nuestros ojos”)

El acento lo tenemos que poner, no tanto sobre el rechazo, sino sobre Jesús constituido en piedra angular.

Entonces, podemos preguntarnos si realmente Él ocupa ese lugar en nuestra vida: en nuestra vida personal y en la de nuestra comunidad. Si Jesús no está en el centro de nuestra vida, es difícil ver el valor real de cada cosa, en nuestra relación con los demás, con la creación y con nosotros mismos.

¿Puede estar Jesús fuera del centro de la vida de nuestra comunidad? La pregunta vuelve al plano personal, porque son nuestras actitudes personales, como miembros de la comunidad eclesial las que construyen o menoscaban la vida de la Iglesia.

Las primeras comunidades cristianas llamaban la atención de sus vecinos, como nos lo recuerda el libro de los Hechos de los Apóstoles:

Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno. Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse. (Hechos 2,44-47)

Una comunidad unida en el Señor. Una comunidad que tiene a Cristo como piedra angular. Una comunidad que alaba a Dios, que celebra la Eucaristía, que encuentra formas de hacer comunión de bienes para ayudarse mutuamente y ayudar a los necesitados. Una comunidad que llega a ser querida por sus vecinos y que el Señor hace crecer.

¿Estamos ante un sueño inalcanzable? El libro de los Hechos y las cartas de san Pablo nos hacen ver que no todo fue tan ideal. Hubo conflictos, discusiones, engaños, errores graves… pero la comunidad no dejó de invocar la presencia de Jesús ni de dejarse guiar por el Espíritu Santo en sus discernimientos.  Por ese camino tenemos que seguir. Hoy somos nosotros quienes formamos la Viña del Señor, y en ella espera Él recoger frutos de vida y esperanza.

Noticias

El domingo pasado estuvo marcado por dos acontecimientos: la culminación del Cursillo de Cristiandad de hombre y de las fiestas patronales de Santa Teresita, en Juanicó.

El miércoles 4, memoria de San Francisco de Asís, comenzó la asamblea del Sínodo de los Obispos. Oremos en estos días por todos los participantes, para que de la escucha del Espíritu Santo surjan propuestas, y que todo el Pueblo de Dios, en comunión, se sienta realmente partícipe de la vida de la Iglesia y sea testimonio vivo y atrayente de la novedad del Evangelio en el mundo.

Exhortación Laudate Deum

En la memoria de San Francisco, el Papa presentó la exhortación Laudate Deum, “Alaben a Dios”, dirigida a todas las personas de buena voluntad sobre la crisis climática. Este mensaje de Francisco está en continuidad con su carta encíclica Laudato si’, de hace ocho años. El Papa presenta el agravamiento del cambio climático y nos dice, en uno de los párrafos finales:

Invito a cada uno a acompañar este camino de reconciliación con el mundo que nos alberga, y a embellecerlo con el propio aporte, porque ese empeño propio tiene que ver con la dignidad personal y con los grandes valores. Sin embargo, no puedo negar que es necesario ser sinceros y reconocer que las soluciones más efectivas no vendrán sólo de esfuerzos individuales sino ante todo de las grandes decisiones en la política nacional e internacional. (69)

Y en el párrafo final:

«Alaben a Dios» es el nombre de esta carta. Porque un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo. (71)

Agenda de la semana

Hoy (8 de octubre), 19 horas, asume el Padre Luis Hernández, Misionero Servidor de la Palabra, como nuevo párroco en Santa María de los Ángeles, Ciudad de la Costa. El P. Alejandro Medina parte para otro servicio misionero.

Mañana el Colegio Nuestra Señora del Rosario de Estación Atlántida, celebra su fiesta patronal, con la Misa a las 14 horas.

También mañana, a las 19 horas, el beato Jacinto Vera estará en la Feria del Libro, con la presentación de la obra de Laura Álvarez Goyoaga “Don Jacinto Vera, el misionero santo”.

El próximo domingo, en el monasterio de las Salesas, Progreso, anticiparemos la fiesta (anticipada en un día) de Santa Margarita María de Alacoque, con la Misa a las 17 horas.

Santoral

  • 9 de octubre: San Dionisio, obispo, y compañeros, mártires. San Juan Leonardi, presbítero.
  • 11 de octubre: San Juan XXIII, Papa. Canelones: creó la diócesis y nombró a su primer obispo.
  • 12 de octubre: Nuestra Señora del Pilar
  • 14 de octubre: San Calixto I, papa y mártir.
  • Domingo 15 de octubre: Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia.

Gracias, amigas y amigos, por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 




lunes, 2 de octubre de 2023

Palabra de Vida, Octubre 2023. “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22, 21).

“Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22, 21)

Jesús acababa de entrar en Jerusalén, aclamado por el pueblo como “Hijo de David”, un título real que el evangelio de Mateo atribuye a Cristo, que ha llegado para proclamar la inminente llegada del Reino de Dios.

En este contexto, se lleva a cabo un singular diálogo entre Jesús y un grupo de personas que lo interrogan. Algunos son herodianos, otros son fariseos, dos grupos de opiniones diferentes con respecto al poder del emperador romano. Le preguntan si es lícito o no pagar el tributo al emperador, para obligarlo a que se defina a favor o en contra del César y tener de esa manera de qué acusarlo.

Sin embargo, Jesús responde con otra pregunta, referida a quién representa la efigie estampada en la moneda corriente. Y ya que es la del emperador, afirma:

“Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.

¿Pero qué es lo debido al César y qué a Dios?

Jesús hace referencia al primado de Dios. En efecto, así como en la moneda está la imagen del emperador, también en cada persona humana está impresa la imagen de Dios.

La misma tradición rabínica afirma que todo hombre fue creado a imagen de Dios[1], empleando el ejemplo de la imagen impresa en la moneda: 

“Cuando un hombre acuña monedas con la misma matriz, son todas similares, pero el rey de reyes, el Santo bendito ha acuñado a cada hombre con la misma matriz del primer hombre, y nadie es igual a su compañero”[2].

Por lo tanto, sólo a Dios podemos entregarnos, porque a él sólo le pertenecemos y en él encontramos libertad y dignidad. Ningún poder humano puede pretender la misma fidelidad.

Si hay alguien que conoce a Dios y puede ayudarnos a darle su lugar, este es Jesús. Para él: 

“amar significó cumplir la voluntad del Padre, poniendo a su disposición la mente, el corazón, las energías, la vida misma: se entregó por completo al proyecto que el Padre tenía de él. El evangelio nos lo muestra siempre y totalmente ante el Padre. También a nosotros se nos pide lo mismo: amar significa hacer la voluntad del Amado, sin medias tintas, con todo nuestro ser. Y se nos pide la más grande radicalidad, porque a Dios no se le puede dar menos: todo el corazón, toda el alma, toda la mente”[3].

“Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.

Cuántas veces nos encontramos frente a los dilemas, a las opciones difíciles que corren el peligro de hacernos resbalar en la tentación de fáciles escapatorias. También Jesús fue puesto a prueba frente a dos soluciones ideológicas, pero para él estaba claro: la preeminencia es la llegada del Reino, con el primado del amor.

Dejémonos interrogar por esta Palabra: ¿nuestro corazón ha sido conquistado por la fama, la carrera fulminante? ¿Admira a las personas de éxito, a los varios influencers? ¿Acaso le damos a las cosas el lugar que le corresponde a Dios?

Con su respuesta, Jesús propone un salto de calidad, nos invita a un discernimiento serio y profundo en nuestra escala de valores.

En lo profundo de la conciencia podemos escuchar una voz, a veces sutil y quizá entorpecida por otras voces. Pero podemos reconocerla: es la que nos impulsa a ser buscadores incansables de caminos de fraternidad y nos da ánimo para renovar siempre esta opción, incluso al precio de ir contra corriente.

Es un ejercicio fundamental para construir las bases de un auténtico diálogo con los demás, para encontrar siempre respuestas adecuadas a la complejidad de la vida. Lo cual no significa sustraerse a la responsabilidad personal frente a la sociedad, sino en todo caso ofrecerse como un servicio desinteresado al bien común.

Durante la prisión que lo llevaría a la ejecución por su resistencia civil al nazismo, Dietrich Bonhoeffer le escribe a su novia: 

“No entiendo la fe que huye del mundo, sino la que resiste en el mundo y ama y permanece fiel a la tierra, a pesar de todos los sufrimientos que comporta. Nuestro matrimonio tiene que ser un sí a la tierra de Dios, tiene que reforzar en nosotros el coraje de obrar y crear algo en la tierra. Temo que los cristianos que se osan estar en la tierra con un pie solo, estarán también con un solo pie en el cielo”.

Letizia Magri y equipo de Palabra de Vida

NOTAS

[1] Cf. Génesis 1.26
[2] Mishná  Sanhedrin 4,5
[3] C. Lubich, Palabra de Vida de octubre 2002

domingo, 1 de octubre de 2023

Santa Teresita del Niño Jesús: fiesta patronal de la parroquia de Juanicó, Canelones.

Homilía

“Si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos”.

Hace apenas unos días, me tocó compartir una experiencia con un grupo de niños. Con motivo del Mes de la Palabra de Dios, en la parroquia de San José de Carrasco se hizo un túnel de la Biblia, un recorrido por toda la Historia de la Salvación, presentada a través de diferentes medios, incluyendo representaciones en vivo.

A mí me impresionó la capacidad de asombro de esos niños y el interés que ponían en cada episodio. Se mostraron muy sensibles frente a una representación del sacrificio de Isaac y, aunque solo escucharon el relato, cuando oyeron que san Pablo fue decapitado…

Me impresionó especialmente el momento en que llegamos a lo que representaba la cueva de Belén y vieron una imagen del niño Jesús en el pesebre. Una linda imagen, muy bien iluminada.

Entonces dijeron: “Es Jesús”, “uau” se oyó a uno, y otras expresiones de alegría y de asombro. Un momento precioso.

Yo salí muy feliz de haber hecho el camino con ellos, porque pude ver todo, no con mi mirada, que seguramente encontraría algún detalle a mejorar o a corregir… En cambio, lo pude ver con los ojos de ellos y así dejarme sorprender también. De alguna forma pude, por un momento “hacerme como niño”.

En este día de fiesta, animémonos también nosotros a entrar como niños, dejándonos asombrar, dejándonos sorprender, en otro túnel, en el túnel de Santa Teresita. Pero este túnel empieza por un ascensor. Vamos a ver.

El evangelio de hoy, esto de hacernos como niños, tiene relación directa con la vocación de santa Teresita y el camino espiritual que ella fue encontrando y siguiendo. ¿Cómo encontró ese camino? Ahí tenemos su mirada asombrada, de niña. Cuenta Teresita:

Estamos en un siglo de inventos. Ahora no hay que tomarse ya el trabajo de subir los peldaños de una escalera: en las casas de los ricos, un ascensor la suple ventajosamente.

El ascensor. Uno puede imaginar su asombro cuando ve esa caja que sube llevando a la gente sin que ellos tengan que hacer ningún esfuerzo. Y recordando esa experiencia, por ahí empieza a buscar su camino:

Yo quisiera también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, pues soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección. Entonces busqué en los Libros Sagrados algún indicio del ascensor (…) y leí estas palabras salidas de la boca de la Sabiduría eterna: El que sea pequeñito, que venga a mí.

Y ella siguió buscando en la Escritura y encontró otra pista, en el profeta Isaías, donde Dios dice:

Como una madre acaricia a un hijo, así los consolaré yo; los llevaré en mis brazos y sobre mis rodillas los meceré. (cf. Isaías 66,12-13)

Los llevaré en mis brazos. Escuchando esas palabras de consuelo, llega a esta conclusión:

¡El ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús! Y para eso, no necesito crecer; al contrario, tengo que seguir siendo pequeña, tengo que empequeñecerme más y más.

Las carmelitas tenían a Santa Teresa de Jesús, Teresa la Grande, la reformadora del Carmelo, la gran maestra espiritual. Nuestra santa lleva su mismo nombre: Teresa. En francés no hay un diminutivo para Teresa. No existe la forma “Teresita”. Se dice la petite Thérèse, “la pequeña Teresa”. Nuestra lengua nos da la fortuna de poder decir, más dulcemente, “Teresita”. Pero si la Gran Teresa era “Teresa de Jesús”, nuestra Teresita, que quiere ser pequeña y empequeñecerse más y más, elige agregar a su nombre “del Niño Jesús”, “Teresa del Niño Jesús”.

A mí no deja de asombrarme esta jovencita que, queriendo ser cada vez más chiquita, se hizo tan grande.

Murió en 1897, a los 24 años. Una vida muy breve, pero una vida completa; una vida que dejó una gran huella en la Iglesia. 26 años después de su muerte, en 1923, fue beatificada por el Papa Pío XI, que fue también quien la canonizó, apenas dos años más tarde.

En 1929, cuatro años después de la canonización, se colocó la piedra fundamental de esta iglesia, la primera en Uruguay dedicada a Santa Teresita. 

Hoy es Iglesia parroquial, pero comenzó siendo capilla. Y para muchos sigue siendo “capilla”, porque me han dicho que si uno viene en ómnibus a Juanicó tiene que decir “me bajo en la capilla” y si dijera “me bajo en la parroquia” no le entenderían. Escuchando eso desde el Cielo, Santa Teresita debe sonreír con picardía, como diciendo “yo quiero seguir siendo chiquita”.

Para seguir asombrándonos en el túnel de Teresita, tenemos que recordar que la Iglesia no solo la venera como santa, sino que la reconoce como Doctora, Doctora de la Iglesia, igual que santa Teresa de Jesús. 

Esto lo hizo san Juan Pablo II en 1997, en el centenario de la partida al Cielo de la santa.

Doctora, aquí, quiere decir, maestra, maestra de vida cristiana, con un alto grado. Alguien que ha dejado enseñanzas que hay que tomar muy en serio.

Otra vez, en apenas 24 años de vida ¿cómo fue posible eso?

Eso fue posible desde un profundo amor a Dios, que la llevó a darse enteramente a él, “como una virgen pura”, como dice San Pablo en la segunda lectura. Ese amor a Dios de Teresita es respuesta al amor de Dios, al inmenso amor con que Dios nos ama, como Padre Creador, como Hijo redentor, como Espíritu Santo santificador. 

Así nos ama Dios. Así nos ama a todos. Nadie está fuera de su amor. 

Sin embargo, hay muchas personas que no llegan a conocer el amor de Dios. No se han sentido amadas por Él, a pesar de que Él nos ama. Teresita tuvo la Gracia de percibir y recibir ese amor. Nunca dudó que fuera amada y nunca dudó en corresponder a ese amor.

Correspondiendo a ese amor, se sentía llamada al martirio, a dar su vida por Jesús de todas las formas posibles; a realizar todas las obras de los santos, a ser misionera, a llevar el Evangelio “al mismo tiempo en las cinco partes del mundo y hasta las islas más remotas”.

Y uno no puede menos que asombrarse que, con todos esos anhelos, ella entrara al Carmelo, es decir, saliera del mundo, de lo que podía ser el terreno de la misión, para dedicarse a la oración, como diríamos, a tiempo completo. Es verdad que las carmelitas francesas ya tenían sus mártires, las 17 carmelitas de Compiègne, que fueron decapitadas -decapitadas como san Pablo, pero en la guillotina- durante la revolución francesa.

Ese anhelo misionero hace que Teresita reciba otro título: con san Francisco Javier, que llevó el evangelio a los extremos del mundo, ella es patrona de las misiones. Por ella, octubre es el mes de las misiones. Pero también vivió su misión desde el Carmelo, como lo cuenta ella misma:

Presiento que mi misión va a comenzar, la misión de hacer amar a Dios como yo lo amo, la de enseñar mi caminito a las almas sencillas. 

Hacer amar a Dios como yo lo amo y enseñar su caminito. Y sigue diciendo:

El caminito de la infancia espiritual, de la confianza y del total abandono. Jesús se complace en enseñarme el único camino que conduce al Amor y este camino es el del abandono del niño que se duerme sin temor en brazos de su Padre.

Pero ese abandono en las manos del Padre no significa no hacer nada y quedarse esperando. Al contrario, dice Teresita:

En el caminito, hay que hacer cuanto esté en nosotros, dar sin medida, renunciarse continuamente. En una palabra, probar nuestro amor por medio de todas las buenas obras que estén en nuestra mano. 

Pero, como al fin, esto es bien poco... después de haber hecho todo lo que debíamos hacer, confesémonos "siervos inútiles", esperando que Dios nos dé, por Amor, todo lo que le pedimos.

Queridas hermanas, queridos hermanos:

Sigamos a Santa Teresita que, por su caminito, que nos lleva hacia el amor de Dios. 

Vayamos como niños, dispuestos a asombrarnos y a dejarnos sorprender, como ella, con el tesoro de Gracia que Dios tiene para nosotros.

Y recordemos que ese tesoro no es para guardarlo ni esconderlo, sino para compartirlo. Guardándolo y escondiéndolo, lo perdemos. Compartiéndolo, lo acrecentamos. 

Teresita quería “anunciar el Evangelio al mismo tiempo en las cinco partes del mundo y hasta las islas más remotas”. Nosotros estamos llamados a anunciar el Evangelio aquí y ahora, en nuestro suelo canario, en nuestros campos y caminos, en nuestras chacras, tambos y viñedos, en nuestras playas, ciudades y pueblos. Anunciar el amor de Dios por cada una de sus criaturas, pero especialmente a los pequeños y a los que están heridos y lastimados y no conocen su amor.

“Presiento que mi misión va a comenzar”, escribía Teresita. Comenzó y, ¡vaya si continuó! Para poder acompañarla, como misioneros del Evangelio, retomemos la petición que hicimos al comienzo de esta Misa.  

Señor: ayúdanos a seguir confiadamente
el camino de santa Teresa del Niño Jesús,
para que, con su intercesión,
podamos contemplar tu gloria eterna. Amén. 

Saludo del Papa Francisco a los miembros de la asociación "Familia de la Esperanza" en los cuarenta años de la creación de "Fazenda da Esperança"



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos! 

Les agradezco de corazón su visita. Este año celebran con alegría y gratitud los 40 años desde que recibieron su carisma específico, es decir, la aventura de presentar al Señor Resucitado, origen y fin de nuestra esperanza, a los necesitados. Y es tan hermoso su carisma: ¡el carisma de la esperanza! No deben abandonar nunca esta vocación a la esperanza, la más humilde de las virtudes teologales, pero la más cotidiana y la más "fuerte". 

En el Evangelio según san Mateo, Jesús se nos presenta así: "Tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver" (25,35-36). Con estas palabras, el Señor se identifica con nuestros hermanos y hermanas más pobres, más necesitados, más sufrientes. Hace cuarenta años, su carisma nació de la petición de ayuda de un joven que quería liberarse de la drogadicción: en él – y en todos los que vinieron después – reconocieron a Cristo que les dijo: yo era esclavo de la droga y ustedes me acogieron, para devolverme la esperanza y hacerme comprender que una vida nueva es posible. La llamada que Dios les hace, para que lleven esperanza a quienes quizá ya no tengan sentido en sus vidas, es una llamada a amarlo incondicionalmente en las personas que se encuentran en situaciones socialmente vulnerables. 

Uno de los grandes problemas del mundo actual es la indiferencia, "la seducción de la indiferencia", como recordé en la Encíclica Fratelli Tutti. Ustedes, en cambio, no fueron indiferentes al dolor que veían en los rostros de tantos jóvenes, afligidos por un gran sufrimiento existencial, especialmente de aquellos cuyas vidas fueron destruidas por la droga y otras adicciones. Ustedes se hicieron "prójimos", más aún, "hermanos" de tantas personas que recogieron de la calle y, como en la parábola del Buen Samaritano, las acompañaron para tratarlas, curarlas y ayudarlas a recuperar su dignidad.

Ustedes saben muy bien que llevar esperanza significa no sólo ayudar a superar los vicios, a superar los traumas, a encontrar el propio lugar en la familia y en la sociedad. Recordamos las palabras del Papa Benedicto XVI, cuando los visitó en Guaratinguetá en el 2007: "La reinserción en la sociedad es, sin duda, una demostración de la eficacia de su iniciativa. Pero lo que más llama la atención, y confirma la validez del trabajo, son las conversiones, el redescubrimiento de Dios y la participación activa en la vida de la Iglesia”. El Carisma de la Esperanza, como don suscitado en medio de ustedes por el Espíritu Santo, los lleva a ocuparse de las personas en su integridad material y espiritual, en cuerpo y alma. 

Este carisma es confiado a todos ustedes. Los fundadores fueron instrumentos providenciales para que este don tomara forma, se consolidara, encontrara su lugar en la Iglesia y llegara a tantas personas. Después de 40 años, en fidelidad a la inspiración original, nuevas personas están llamadas a asumir la responsabilidad de conservar y hacer fructificar este patrimonio espiritual que el Señor les ha confiado. No tengan miedo de esta nueva etapa. Vívanla con humildad, con confianza y preservando la comunión espiritual entre ustedes. Y el Señor, que comenzó con ustedes este camino, permanecerá cerca de ustedes y lo llevará a término. 

Agradezco a Dios y a ustedes su testimonio en las diversas obras de su asociación, como las "Fazendas de la Esperanza", esparcidas por todo Brasil y, desde 1998, presentes también en otros países. También estoy muy agradecido por el trabajo que realizan con sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas, ayudándoles a superar los desafíos y problemas psicológicos que afectan a algunas personas consagradas a Dios. ¡Adelante con esta buena labor, tan necesaria para la Iglesia! 

Queridos amigos, les deseo lo mejor en su camino por la senda de la esperanza. Que la Virgen María los acompañe. Bendigo cordialmente a esta gran Familia y su misión. Y les pido, por favor, que recen por mí. Gracias.

29 de septiembre de 2023.