jueves, 8 de enero de 2009

Carta a una consagrada, 1976


Montevideo, 28 de julio, 1976

Querida [consagrada] Pax Christi!

A veces tenemos problemas. Hay que solucionarlos, o intentarlo.
A veces, con los problemas, emerge el fondo mismo de todo problema.
Es como enfrentarnos con la madriguera de toda angustia.
No es un problema más en la serie.
Es la fuente del desgaste, del temor, de la amenaza, de la ansiedad, de las arrugas en la frente.
Entonces, ante ese fondo del abismo, no se trata de solucionar un problema,
ni de poner manos a la obra. Es otra cosa.
Un cazador viaja miles de kilómetros para cazar un tigre.
Mil problemas también tiene que solucionar.
Pero cuando el tigre avanza hacia él, en la soledad de la selva, no tiene ante sí un problema más.
Tiene el tigre que andaba buscando.
No se trata de arreglar un problema.
Tiene que hacerse el valiente y cazarlo.

Una chica se enamora, se ennovia, se casa, es madre, nuera, esposa, vecina, hermana y prima.
Muchos problemas que arreglar.
Hacer las compras, pagar cuentas, educar críos, visitar velorios, estar bonita sin ganas de estarlo.
Son problemas.
Un día, sola en la casa, se pregunta: "¿y todo esto para qué?". Llora.
Le preguntan si es por problemas con el marido o con los hijos o con los acreedores o qué.
No sabe.
Pero no es un problema más, uno de esos que se arreglan con sólo ponerse y listo.
Y que si no se arreglan, paciencia.
No. Esto se arregla o se descompone todo.

La [consagrada] también. Problemas tiene. No importa.
Pero junto a ellos emerge el fondo.
Angustia, pataleta, presentimientos: "¿y no será todo inútil? ¿no me estaré engañando?"
No es un problema más.
O se arregla o se descompone la vida misma.

No es verdad que nunca haya estado enamorada.
Pocas mujeres han llegado a enamorarse tanto, como Ud. de nuestro Señor.
Y con tanto riesgo.
Y con tan poca perspectiva de recompensa terrena.
Hay que saber proteger el amor.
Cuidarlo, como al niño chico.
No dejarlo morder por el mal espíritu, amoricida.
Mirando al tigre a los ojos, mirando a la muerte a los ojos, apunte al corazón y tire:
"en tus manos, Señor, pongo mi vida".
Sin condiciones. Consagrada, toda.
Un gesto como el de María.

Apunte algo cada día. Aprenda a defenderse de los demonios.

[firmado]
Affmo.
P. Gil

miércoles, 7 de enero de 2009

Daniel: recuerdos de una consagrada



Hace unos 30 años, cuando hacía poco que había empezado el acompañamiento con él, viene una consagrada y me dice:
- Estoy buscando un cura para que me acompañe y me dijeron de Gil, pero también me dijeron que es un santo pero medio loco. Vos que lo conocés ¿que te parece?
- Que es un santo loco o un loco santo. A mí me ayuda a buscar la voluntad de Dios y es lo que quiero. Me cuesta entender algunas cosas, pero veo que me ayuda a caminar en mi vocación y es lo que busco.
Hoy puedo afirmar que era un "santo" también loco, pero ¿a qué santo no lo acusaron en algún momento de loco? a esta altura estoy convencida que el ser santo no equivale a ser perfecto, sino a seguir las huellas que Jesús nos dejó para llegar a la plenitud de la felicidad en el encuentro con el Padre. Creo que algo voy aprendiendo.
También me consoló muchísimo cuando, al fallecimiento de un sacerdote jesuita que él quería mucho y yo no conocí, me dijo:
- Era un santo desordenado.
Y me abrió la puerta para que yo creyera que podía transitar por el camino de la santidad... aunque fuera desordenada.

lunes, 5 de enero de 2009

Descanso, contemplación y gratuidad

Una foto tomada por Daniel en San Martín de los Andes, enero 2007, nos introduce a este escrito suyo sobre un tema sobre el que frecuentemente volvía, y que viene bien para este tiempo de vacaciones ¡Cortito y sin desperdicio!

Descanso, Contemplación y Gratuidad

El Señor nos ha enseñado, más aún, nos ha invitado: el que esté abrumado, cansado, etc. “venga a Mí y yo lo recrearé” (cfr. Mt 11,28). Esta actitud de descanso en el Señor, es sicológicamente la misma que la actitud de contemplación de la Palabra de Dios, y de la gratuidad de las relaciones personales. Descanso, contemplación y gratuidad, pues, crecen juntas o disminuyen juntas.

Por eso, el que descansa en el Señor también contempla, y también es gratuito en sus relaciones personales. El que, por causa voluntaria u omisión, no descansa en el Señor tampoco contempla, y es sólo funcional en sus relaciones personales.

En esas tres actitudes del discípulo de Jesús hay un descaecimiento de la actividad “útil” del sujeto, y un parejo aumento de la actividad o presencia del Señor:

  • en el caso del sujeto que descansa, el Señor lo re-crea
  • cuando el sujeto contempla, el Señor nos entra en su comunión
  • en el caso de la gratuidad interpersonal, el Señor hace crecer la caridad.

Esa particular acción del Señor, “Yo os recrearé”, tiene un primer sentido de recreo, de alivio festivo que hace descansar gozosamente; pero también tiene otro sentido, de re-crear, volver a crear, reponer o recomponer, hacer surgir el hombre nuevo, la nueva creación. El texto de Mateo 11,28 dice anapáuso , que puede leerse como re-facere, volver a hacer, re-crear.

Tal vez pueda ya ver el lector la importancia de obedecer a la invitación del Maestro: venga a Mí y Yo lo recrearé.

Por último una advertencia sobre lo que el mundo llama “descansar” o hacer turismo, o sea, una inflación de consumos exquisitos, distracciones, excitaciones, sensualidades, extravagancias etc. que dejan al sujeto más cansado que antes y más vacío (pero con menos plata...) El descanso del que habla el Señor, por supuesto, ¡no es ése! Conviene subrayar que dice “el que viene a MÍ”, y continúa “YO lo recrearé”. El descanso está, pues, en una actitud que nos dirige hacia el encuentro y nos abandona en el Señor.

Siendo esto así ¿por qué hay tanta resistencia entre algunos a descansar en el Señor? ¿Por qué si Dios descansó el séptimo día y Jesús nos invita a descansar en Él hay una especie de desconfianza al descanso como algo pecaminoso, o desordenado, o menos perfecto? ¿No habrá alguna relación entre el carácter agriado (neura), la superficialidad espiritual y las dificultades para la vida comunitaria? (Es decir: sin descanso se acaba en el estrés, sin contemplación se acaba en superficialidad, y sin gratuidad se termina con relaciones meramente funcionales).

Volvamos pues a Mateo 11,28 y pidamos la gracia contenida en esa vocación que nos hace el SEÑOR.

+ Daniel Gil Zorrilla
24 de mayo de 2005