jueves, 27 de febrero de 2014

El Papa Francisco recibió a los participantes del Congreso de Obispos amigos de los Focolares, en el que está participando Mons. Bodeant.

La Iglesia sea casa y escuela de comunión, con el mandamiento nuevo de Jesús en el mundo de hoy, pide el Papa

(RV).En su cordial bienvenida a los Obispos amigos del Movimiento de los Focolares - reunidos sobre el tema «La reciprocidad del amor entre los discípulos de Cristo» - el Papa Francisco recordó la Carta Apostólica Novo millennio ineunte del Beato Juan Pablo II e hizo hincapié en la importancia de testimoniar el carisma de la unidad, también en el camino ecuménico y el diálogo interreligioso. Y alentándolos a atesorar la experiencia de esos encuentros, señaló la gran actualidad de este anhelo:

«La sociedad de hoy tiene una gran necesidad del testimonio de un estilo de vida que transparente la novedad que nos donó el Señor Jesús: hermanos que se quieren a pesar de las diferencias de carácter, proveniencia, edad... Este testimonio hace nacer el deseo de quedar envueltos en la gran parábola de comunión que es la Iglesia. Cuando una persona percibe que «la reciprocidad del amor entre los discípulos de Cristo» es posible y es capaz de transformar la cualidad de las relaciones interpersonales, se siente llamada a descubrir o a redescubrir a Cristo, se abre al encuentro con Él vivo y operante, se siente impulsada a salir de sí misma para ir al encuentro con los demás y difundir la esperanza que recibió como don».

Con palabras del Beato Juan Pablo II, en la Novo millennio ineunte, el Papa Bergoglio señaló que «Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo». y que «antes de programar iniciativas concretas, hace falta promover una espiritualidad de la comunión, proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades». (n.43)

«’Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión’ es verdaderamente fundamental para la eficacia de todo compromiso en la evangelización, puesto que revela el anhelo profundo del Padre: que todos sus hijos vivan como hermanos; revela la voluntad del corazón de Cristo: que todos sean uno (Jn 17,21); revela el dinamismo del Espíritu Santo, su fuerza de atracción libre y liberadora. Cultivar la espiritualidad de comunión contribuye además a hacernos más capaces de vivir el camino ecuménico y el diálogo interreligioso».

El Santo Padre concluyó sus palabras deseando que el encuentro de los Obispos amigos del Movimiento de los Focolares sea ocasión propicia para crecer en el espíritu de la colegialidad y para que el amor recíproco sea motivo de aliento y esperanza renovada. Con el anhelo de que la Virgen María los acompañe siempre y los sostenga en su ministerio, el Papa aseguró sus oraciones, confiando en las de ellos. (CdM - RV)

Para ver el video o escuchar el audio pulsa aquí: Radio Vaticano.

miércoles, 26 de febrero de 2014

"Reafirmemos que somos hermanos". Comunicado de la presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana ante los últimos sucesos del país.

 
 
COMUNICADO DE LA PRESIDENCIA DE LA CEV ANTE LOS ULTIMOS SUCESOS EN EL PAIS.
 
1.
Con seria preocupación, estamos observando los últimos eventos acontecidos en el país. Sobre todo, por la carga de violencia que han supuesto, con sus lamentables consecuencias de muertes, heridos y destrozos de patrimonios familiares e institucionales. Los fallecidos o los heridos no pertenecen ni al gobierno ni a la oposición, sino a sus familias y al pueblo de Venezuela, sin distinciones ni colores. Oramos por los que han fallecido y por quienes han resultado heridos. A esto se unen los saqueos que en diversas partes del país se han venido promoviendo y que causan miedo e indefensión.
 
2.
Los estudiantes y el pueblo mismo tienen el derecho a la protesta acorde a lo establecido en la Constitución Al ejercerlo, no sólo se pueden expresar inconformidades o desacuerdos, sino que también se puede llamar la atención tanto a las diversas autoridades como a la misma ciudadanía para que, en un clima de concertación, de escucha y de diálogo se puedan superar las dificultades, resolver los problemas y corregir rumbos si fuera necesario. Lo que siempre se ha de evitar es que la protesta degenere en actos de violencia.
 
3.
En el cumplimiento de su función de preservar el orden público las autoridades policiales y militares están obligadas a respetar los Derechos Humanos, ante todo el derecho a la vida. Al confrontar protestas están obligadas a mantenerse estrictamente dentro del marco de la Constitución, las leyes y los acuerdos internacionales. Por eso, rechazamos rotundamente el empleo de la fuerza ejercida en algunas manifestaciones por parte de organismos de seguridad del Estado, que se han extralimitado y han producido consecuencias lamentables e irreparables; el Poder Moral, especialmente la Fiscalía, debe investigar estos casos y poner en manos de la justicia a miembros de estos organismos que hayan abusado de su autoridad. Asimismo, comprobamos la indefensión de la ciudadanía ante la irrupción de grupos armados no policiales ni militares que han arremetido contra la población. Grupos de esta naturaleza están al margen de la ley, no poseen autoridad alguna y atentan contra las bases de la convivencia. Pedimos que se actúe  y se impida que sigan realizando sus fechorías, y se investigue seriamente su proceder, sea de la tendencia política que sea.
 
4.
Si bien la protesta es un derecho, tampoco se puede aceptar que ésta se torne violenta y, como desafortunadamente se ha visto en algunos casos, se convierta en vandalismo o propicie la ocasión para actos delictivos por parte de grupos que nada tienen que ver con quienes protestan. La violencia, venga de donde venga, es inaceptable y nunca producirá frutos de sana convivencia.
 
5.
En nuestro país existen visiones plurales con grandes diferencias entre ellas. Ningún modelo social o político tiene el derecho a imponerse a los demás. La Constitución venezolana garantiza las condiciones de una sociedad pluralista en sus visiones. Desde hace bastante tiempo venimos alertando sobre la importancia de preservar unas relaciones sociales y políticas en la que puedan convivir las diferencias y hemos promovido el necesario proceso de reconciliación. Esta pasa por una apertura de mente y de corazón que reconozca que todos somos iguales y tenemos la misma dignidad humana. Por ello, como también lo hemos afirmado, urge un diálogo nacional. Este no consiste sólo en encontrarse para una escucha obsequiosa del otro, sino para buscar los puntos de coincidencia, atender al bien común por encima de los intereses de alguna parcialidad, a fin de conseguir así compromisos que permitan resolver todos juntos, con responsabilidad y decisión, los graves problemas que aquejan al país y que han generado protestas de distintos grupos de ciudadanos.
 
6.
Por eso, volvemos a insistir en la necesidad de un encuentro sincero, abierto y fraterno que permita el diálogo de todos los factores que componen la sociedad venezolana. El Presidente, junto con las demás autoridades nacionales, regionales y municipales han de encontrarse con representantes de todos los sectores: agricultores, obreros, personas de la cultura, empresarios, comerciantes, académicos, profesores, estudiantes, miembros de los consejos comunales, representantes de las diversas religiones que hacen vida en el país… Si logramos, con una dinámica de participación, escucharnos todos con respeto, entonces, podremos dar importantes pasos para solucionar las dificultades y la crisis que atraviesa el país.
 
7.
Como en otras oportunidades hemos expresado, el diálogo tiene sus propias características. La primera es el respeto y reconocimiento de los otros que son distintos, que piensan diversamente. Pedir diálogo y paz con un verbo encendido o incendiando la calle, no produce el efecto esperado. La segunda es la búsqueda de la verdad. Este es un valor que se ha perdido en Venezuela. Las diatribas políticas han logrado opacar este fundamental valor. Nadie es dueño de la verdad, a ésta la construimos entre todos: Nadie puede pretender la posesión exclusiva y total interpretación de los hechos. Es necesario llegar a la verdad de los acontecimientos y sucesos de estos días con el concurso de todos. Se ha  propuesto una “Comisión de la Verdad”: ésta no es para favorecer a un sector en detrimento del otro, sino para buscar la verdad de acontecimientos dolorosos que han enlutado a familias venezolanas. Es necesario que Venezuela conozca a quienes han delinquido y paguen su condena, sea quien sea. De allí el pluralismo que debe existir en esa futura comisión. 
 
8.
La Palabra de Dios nos recuerda que todos somos hermanos y que podremos ser reconocidos como hijos de Dios y discípulos de Jesús en la medida que lo hagamos con el mismo amor con el que nos ha amado Jesús de Nazaret (cf. Jn13, 34-35). Reafirmemos que somos hermanos. Ello requiere un cambio radical en el lenguaje: que no sea ni descalificador ni ofensivo. Se puede disentir del otro, pero sin ofender. La Iglesia en Venezuela, a través de sus Obispos, a fin de ser fiel a su misión al Evangelio de liberación y de vida, propicia todo tipo de encuentro para el diálogo y el compromiso de todos. Así pues, invita a todos los hombres y mujeres de Venezuela a que todos juntos hagamos sentir al mundo que la enseñanza de Jesús, el Señor, nos guía para impulsarnos a ser constructores de una paz auténtica (Cf. Mt 5,9).
 
Caracas 25 de febrero del año 2014.
 
PRESIDENCIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA


domingo, 23 de febrero de 2014

VII Domingo del tiempo Ordinario: "Todo es de ustedes"

Iglesia San Domenico, Nicastro

Homilía en las Misas en Calabria:
Parroquia de Miglierina, con el párroco Don Pasquale
Parroquia de San Giovanni Battista, Melicuccà, párroco Don Paolo
Parroquia de San Domenico, Nicastro, párroco Don Antonio, Diácono Alfredo.


“Tutto è vostro! Ma voi siete di Cristo e Cristo è di Dio.” (1 Co 3,22-23)
“Tutto è vostro”… ma, in che senso? Possiamo pensare alle parole di Gesù al momento dell'invio dei discepoli: “A me è stato dato ogni potere in cielo e sulla terra” (Mt 28,18).
Cristo ha ricevuto tutto. Ha ricevuto ogni potere. Ma non come un potere di imporre, di opprimere, di schiacciare, ma come un potere di generare la vita. Così dice il Buon Pastore: “io sono venuto perché [le mie pecore] abbiano la vita e l’abbiano in abbondanza” (Gv 10,10).
Cristo, che ha ricevutto ogni potere, invia i suoi discepoli, e dice loro: “Andate dunque e fate discepoli tutti i popoli, battezzandoli nel nome del Padre e del Figlio e dello Spirito Santo, insegnando loro a osservare tutto ciò che vi ho comandato.” (cf Mt 28,18-20)
“Fate discepoli tutti i popoli”: tutto è vostro !

Fratelli, sorelle : Tutto è nostro.
I fratelli e le sorelle della comunità sono i nostri cari. Allora, tutta la comunità ha la responsabilità di prendersi cura dei suoi membri. Prendersi cura uno dell’altro. Consideriamo le parole di Papa Francesco all’inizio del suo ministero petrino. Il Papa ci parla di San Giuseppe, uomo di Dio, che “si lascia guidare dalla sua volontà, e proprio per questo è ancora più sensibile alle persone che gli sono affidate, sa leggere con realismo gli avvenimenti, è attento a ciò che lo circonda, e sa prendere le decisioni più sagge” (13.03.2013).
Tutti i membri della comunitá, non solo il sacerdote, siamo chiamati a “custodire gli altri”. Siamo chiamati ad accompagnarci a vicenda nel cammino della fede, nella vita fraterna, nella preghiera comune, nella celebrazione dei sacramenti. Siamo chiamati a stare accanto a chi soffre, a chi è nelle tenebre, nel dolore, nella sofferenza per la perdita dei propri cari. Pregare gli uni per gli altri.
Tutto è nostro! Anche quelli che sono lontani, quelli che sono alla periferia della nostra vita o della nostra comunità. A loro siamo mandati dal Signore: “Andate dunque e fate discepoli tutti i popoli”. La missione inizia dalla nostra casa e va verso i lontani. Riprendo le parole del Cardinale Bergoglio durante il concistoro che si è tenuto prima della sua elezione a Papa: “La Chiesa è chiamata a uscire fuori da se stessa e ad andare verso le periferie, non solo geografiche, ma anche esistenziali: quelle del mistero del peccato, quelle del dolore, dell'ingiustizia, dell'ignoranza e dell'omissione religiosa, del pensiero, di ogni miseria.”
“La Chiesa è chiamata”… La Chiesa: la comunità, tutto il popolo di Dio, ogni diocesi, ogni comunità parrochiale, ogni gruppo è chiamato a uscire da se stesso. Alcuni potranno arrivare più lontano, altri andrano più vicino. Però tutti siamo chiamati alla missione.
Tutto è nostro: anche i nemici, quelli che sono indifferenti verso la fede, quelli che si opongono, e quelli che perseguitano i fedeli. Questa è la parola forte del Vangelo di oggi: “amate i vostri nemici e pregate per quelli che vi perseguitano” (Mt 5,44-46). E se non crediamo che questa parola possa essere efficace, ascoltiamo la testimonianza di San Paolo: “io ritenni mio dovere compiere molte cose ostili contro il nome di Gesù il Nazareno […] In tutte le sinagoghe cercavo spesso di costringere [i cristiani] con le torture a bestemmiare e, nel colmo del mio furore contro di loro, davo loro la caccia perfino nelle città straniere” (cf. At 26,9-11).
È lo stesso San Paolo che il Signore inviò dicendogli: “Ti libererò dal popolo e dalle nazioni a cui ti mando per aprire i loro occhi, perché si convertano dalle tenebre alla luce” (At 26,17-18).
Tutto è nostro! Ce un altro gruppo di persone alle quali si rivolge la missione: i feriti che incontriamo sulla strada della nostra vita. Come è successo al buon samaritano: “un Samaritano, che era in viaggio, passandogli accanto, vide e ne ebbe compassione. Gli si fece vicino, gli fasciò le ferite…” (Lc 10,33-34). Il Papa Francesco ci ha parlato della Chiesa come un “Ospedale da campo”: “Io vedo che la cosa di cui la Chiesa ha più bisogno oggi è la capacità di curare le ferite e di riscaldare il cuore dei fedeli, la vicinanza, la prossimità. Io vedo la Chiesa come un ospedale da campo dopo una battaglia.” (La Civiltà Cattolica, N°3918 del 19/09/2013).
Come possiamo curare i feriti? Una volta, quando ero parroco, stavamo preparando una missione popolare. Volevamo andare a due a due in ogni casa della parrocchia. Una Suora che ci preparava a queste visite, ci disse: “è possibile che incontriate persone che sono molto arrabbiate o molto ferite. Arrabbiate con la Chiesa, con il sacerdote, o con Dio... Lasciatele parlare. Ascoltatele con serenità. Lasciatele sfogare... è possibile che dopo vi ascoltino. Però se voi prima non ascoltate con pazienza, se non lasciate che il loro dolore si manifesti, non ci sarà nè dialogo nè incontro.”
Siamo di Cristo. Questo significa “Essere figli del Padre nostro che è nei cieli.”
E significa anche essere discepoli missionari. Non solo discepoli che ascoltano la Parola, piuttosto discepoli missionari che la mettono in pratica. Perché, come dice San Giacomo, “se uno ascolta la Parola e non la mette in pratica, costui somiglia a un uomo che guarda il proprio volto allo specchio: appena si è guardato, se ne va, e subito dimentica come era” (Gc 1,23-24). Questa persona dimentica la propria identità.
Perche questa è l’identità del cristiano: essere discepolo missionario. Discepolo che ascolta la Parola di Dio, la riceve nel suo cuore; missionario che mette in pratica la Parola in modo che dia frutto.
“Cristo è di Dio”. Egli è venuto per fare la volontà del Padre. La volontà del Padre è che tutti gli uomini si salvino. Per questo è venuto Gesù Cristo: “Dio, infatti, non ha mandato il Figlio nel mondo per condannare il mondo, ma perché il mondo sia salvato per mezzo di lui” (Gv 3,17). E tutti noi siamo chiamati a collaborare attivamente all’opera di salvezza. Così sia.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Francisco explica el Sacramento de la Reconciliación

Mons. Bodeant saluda al Papa Francisco y le pide su bendición
para la Diócesis de Melo (Cerro Largo y Treinta y Tres
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

A través de los Sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, el hombre recibe la vida nueva en Cristo. Ahora bien, todos lo sabemos, llevamos esta vida “en vasijas de barro” (2 Cor 4, 7), todavía estamos sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la vida nueva. Por esta razón el Señor Jesús ha querido que la Iglesia continúe su obra de salvación, incluso a través de sus propios miembros, en particular con el sacramento de la Reconciliación y la Unción de los Enfermos, que pueden unirse bajo el nombre de "Sacramentos de curación". El Sacramento de la Reconciliación es un sacramento de curación, cuando voy a confesarme es para curarme, curarme el alma, curarme el corazón, de algo que he hecho que no está bien. El icono bíblico que mejor los expresa, en su profundo vínculo, es el episodio del perdón y la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y de los cuerpos (cf. Mc 2, 1-12 / Mt 9, 1-8; Lc 5, 17-26).

1. El sacramento de la Penitencia, de la Reconciliación, también nosotros lo llamamos de la Confesión, surge directamente del misterio pascual. De hecho, la misma noche de la Pascua, el Señor se apareció a los discípulos encerrados en el cenáculo, y, después de dirigirles el saludo "¡La paz con vosotros!", sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados" (Jn 20, 21-23). Este pasaje nos revela la dinámica más profunda que contiene este Sacramento. En primer lugar, el hecho de que el perdón de nuestros pecados no es algo que podemos darnos a nosotros mismos. No puedo decir: “Me perdono los pecados”. El perdón se pide, se pide a Otro. Y en la Confesión pedimos el perdón a Jesús. El perdón no es el fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo, un don del Espíritu Santo, que nos llena con el baño de misericordia y de gracia que fluye sin cesar del corazón abierto de par en par de Cristo crucificado y resucitado. En segundo lugar, nos recuerda que solo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en paz. Y esto lo hemos sentido todos en el corazón cuando nos vamos a confesar, con un peso en el alma, un poco de tristeza y cuando sentimos el perdón de Jesús estamos en paz, con esa paz en el alma tan bella que solo Jesús nos puede dar. ¡Sólo Él!

2. Con el tiempo, la celebración de este sacramento ha pasado de una forma pública, porque al principio se hacía públicamente... Ha pasado de esta forma pública a aquella personal, a aquella forma reservada de la Confesión. Sin embargo, esto no debe hacernos perder la matriz eclesial, que constituye el contexto vital. De hecho, la comunidad cristiana es el lugar donde se hace presente el Espíritu, el cual renueva los corazones en el amor de Dios y hace de todos los hermanos una cosa sola, en Cristo Jesús.  He aquí la razón por la que no basta pedir perdón al Señor en la propia mente y en el propio corazón, sino que es necesario confesar humildemente y confiadamente los propios pecados al ministro de la Iglesia. En la celebración de este sacramento, el sacerdote no representa sólo a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con él, que lo alienta y lo acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana.

Uno puede decir: "Yo me confieso solo con Dios". Sí, tú puedes decir Dios perdóname, puedes decirle tus pecados, pero nuestros pecados son también contra los hermanos, contra la Iglesia. Y por esto es necesario pedir perdón a la Iglesia y a los hermanos en la persona del sacerdote. “Pero padre, me da vergüenza”. También la vergüenza es buena, es saludable tener un poco de vergüenza. Porque avergonzarse es saludable. Porque cuando una persona no tiene vergüenza en mi país decimos que es un 'senza-vergogna', un "sinvergüenza" [lo dice en español]. Pero la vergüenza también nos hace bien, porque nos hace más humildes. Y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión y en el nombre de Dios perdona. También desde el punto de vista humano, para desahogarse es bueno hablar con el hermano y decir al sacerdote estas cosas con son tan pesadas en mi corazón, y uno siente que se desahoga ante Dios, con la Iglesia, con el hermano. ¡No tengáis miedo de la Confesión! Uno, cuando está en la cola para confesarse, siente todas estas cosas, incluso la vergüenza. Pero cuando termina la confesión, sale libre, grande, hermoso, perdonado, blanco, feliz. ¡Esto es lo hermoso de la confesión!

Yo quisiera preguntarles, pero no decirlo en voz alta, cada uno se contesta en su corazón: ¿Cuándo ha sido la última vez que te has confesado? Que cada uno piense… ¿Eh? ¿Dos días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Que cada uno haga la cuenta. Que cada uno se diga: "¿Cuándo ha sido la última vez que me he confesado?"  Y si ha pasado mucho tiempo, no pierdas un día más, ve adelante, que el sacerdote será bueno. Está Jesús ahí. Y Jesús es más bueno que los sacerdotes. Y Jesús te recibe. Te recibe con mucho amor. ¡Eres valiente y vas adelante a la Confesión!

Queridos amigos, celebrar el Sacramento de la Reconciliación significa estar envueltos en un cálido abrazo: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordamos esa hermosa, ¡hermosa!, parábola del hijo que se ha ido de su casa con el dinero de la herencia, ha malgastado todo ese dinero y después, cuando no tenia nada, ha decidido volver a casa, pero no como hijo sino como siervo. Tenía tanta culpa en su corazón y tanta vergüenza. ¿Eh? La sorpresa ha sido que, cuando comenzó a hablar y pedir perdón, el padre no le dejó hablar. Lo abrazó, lo besó e hizo fiesta. Pero yo les digo, ¿eh?: Cada vez que nosotros nos confesamos, Dios nos abraza, Dios hace fiesta. ¡Vayamos adelante en este camino! ¡Qué el Señor los bendiga!

domingo, 16 de febrero de 2014

VI Domingo del Tiempo Ordinario. Homilía de Mons. Heriberto

Padres Giovanni, Luigi y Ottavio, sacerdotes de Verona
que estuvieron en la Diócesis de Salto.

Homilía en las Misas celebradas en la Parroquia Santa María Magdalena, Verona; San Juan Bautista, Ca' di David; San Lorenzo, Soave.

Cari fratelli e sorelle:
Quindici giorni fa abbiamo celebrato la festa de la presentazione del Signore. Gesù è riconosciuto da Simeone come luce: “luce per [rivelare Dio] alle genti” (Lc 2,32).
La domenica scorsa la parola di Dio ci chiamava a fare un altro passo. Noi, discepoli del Signore, del Signore che è luce per tutte le genti, siamo chiamati a essere "sale della terra" e "luce del mondo" (Mt 5,13-14).
Oggi noi continuiamo ad avanzare su questa strada. Se vogliamo davvero essere luce, la luce del Signore deve illuminare i nostri passi sulla strada della vita. Come dice il salmo: “Lampada per i miei passi è la tua parola, luce sul mio camino” (Salmo 119 [118], 105).
Per il Popolo di Dio dell’Antico Testamento la legge del Signore era una guida sicura. Un uomo che vive ancora nel mondo dell'Antico Testamento chiede a Gesù: «Maestro, che cosa devo fare (…) per avere la vita eterna?». Gesú rispose: «Se vuoi entrare nella vita, osserva i comandamenti. (…) Non ucciderai, non commetterai adulterio, non ruberai, non testimonierai il falso, onora il padre e la madre e amerai il prossimo tuo come te stesso». (Mt 19,16-19)
La legge di Dio, i comandamenti, sono importanti. Non sono stati cancellati. Gesù ha detto : “Non crediate che io sia venuto ad abolire la Legge o i Profeti; non sono venuto ad abolire, ma a dare pieno compimento”.
Non uccidere. Non uccidere è una cosa buona. Ma non basta, ci dice Gesù. È necessario purificare il cuore. Rimuovere dal cuore l’odio, il risentimento. Fermare nel cuore la tentazione della violenza, prima che esploda e distrugga le nostre vite e le vite dei nostri cari: la nostra famiglia, i nostri amici, i nostri vicini…
Non commettere adulterio. Va bene. Ma non basta, ci dice Gesù. È necessario purificare il cuore e anche gli occhi, perché “chiunque guarda una donna per desiderarla, ha già commesso adulterio con lei nel proprio cuore”.
Non rubare. Perfetto. Ma non basta. È necessario rimuovere dal cuore l’invìdia, la tristezza a causa del bene di altri. Non cercare un pretesto per impossessarsi di ciò che appartiene a un altro.
In conclusione, si tratta di purificare le intenzioni del cuore. Si tratta di lasciare che la luce del Signore illumini il nostro cuore, lo pulisca, lo guarisca. Perchè “Dal cuore, infatti, provengono propositi malvagi, omicidi, adultèri, impurità, furti, false testimonianze, calunnie“ (Mt 15,19).
La purificazione del cuore è opera della grazia di Dio. È l’opera dell’amore gratuito, libero, misericordiòso di Dio. Quella grazia che riceviamo nell’ascolto della Parola di Dio, nella preghiera, nella partecipazione consapevole e attenta ai Sacramenti.
La purificazione del cuore è come il lavoro dell’agricoltore. Egli taglia ogni tralcio che non porta frutto. E ogni tralcio che porta frutto, lo pota perché porti più frutto (cf. Jn 15). Il cuore purificato dall’odio, dal risentimento, dall’invidia, è un cuore libero per amare. È un cuore aperto a ricevere
l’amore di Dio, preparato ad amare Dio e ad amare il prossimo come se stesso.
Insegnaci, Signore, la via dei tuoi decreti e la custodiremo sino alla fine. [Salmo 118 (119)]. Amen.

martes, 11 de febrero de 2014

Mons. Daniel Sturla, nuevo Arzobispo de Montevideo


El Papa Francisco designó Arzobispo de Montevideo a Mons. Daniel Fernando Sturla Berhouet sdb, hasta ahora Obispo Auxiliar de Montevideo.
A las 12 hs de Roma de hoy (9 hs de Uruguay),la Santa Sede dio a conocer este  nombramiento a través del L’Osservatore Romano, a la vez que informó la aceptación de la renuncia de Mons. Nicolás Cotugno presentada al cumplir 75 años de edad, como lo establece el Código de Derecho Canónico.
Mons. Sturla, séptimo Arzobispo de Montevideo, tiene 54 años de edad, es oriundo de Montevideo y fue ordenado sacerdote en la Congregación Salesianos de Don Bosco (SDB) el 21 de noviembre de 1987. 
El Papa Benedicto XVI lo nombró Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Montevideo, asignándole la sede titular de Phelbes, el 10 de diciembre de 2011, siendo consagrado el 4 de marzo de 2012. 
Asumirá como Arzobispo de Montevideo el próximo 9 de marzo, en la Catedral Metropolitana. 
En la Conferencia Episcopal del Uruguay es Obispo Responsable del Departamento de Misiones y del Departamento de Laicos. Asimismo, es Delegado suplente al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). 
Montevideo fue erigida como Diócesis por el Papa Pío IX, el 13 de julio de 1878. El 19 de abril de 1897, por mandato del Papa León XIII, fue creada la Arquidiócesis de Montevideo. En la actualidad, cuenta con 84 Parroquias, 98 sacerdotes del clero diocesano y 120 sacerdotes del clero religioso. 
Con este nombramiento, la Conferencia Episcopal del Uruguay pasa a estar conformada por 10 Obispos residenciales, 2 Obispos Auxiliares y 6 Obispos eméritos.
 
IMPORTANTE: 
Mons. Daniel Sturla estará a disposición de los medios de comunicación este martes 11 de febrero, a las 11 hs, en la sede de la Curia Arquidiocesana: Treintay Tres 1368. 
Asimismo, esta mañana, Mons. Nicolás Cotugno  sdb anunciará el nombramiento del nuevo Arzobispo al finalizar la Misa que, a partir de las 8 hs, concelebrará junto a Mons. Sturla y Mons. Tróccoli en el Santuario Nacional de la  Gruta del Lourdes, en ocasión de celebrarse la Fiesta de la Virgen de Lourdes y la Jornada Mundial de Oración por los Enfermos. 

MONS. DANIEL FERNANDO STURLA BERHOUET, sdb
Arzobispo Metropolitano dela Arquidiócesisde Montevideo
 
Curriculum vitae           
Mons. Daniel Fernando Sturla Berhouet, sdb, nació en Montevideo, Uruguay, el 4 de julio de 1959. 
Realizó sus estudios elementales y secundarios (hasta 4º año), en el Colegio San Juan Bautista de los Hermanos de la Sagrada Familia. Obtuvo el Bachillerato en Derecho en el Instituto Juan XXIII de los Salesianos. Realizó los estudios de Filosofía y Ciencias de la Educación en el Instituto Miguel Rúa de los Salesianos, en Montevideo. 
Estudió Teología en el entonces Instituto Teológico del Uruguay, hoy Facultad de Teología Mons. Mariano Soler,  donde obtuvo la Licenciatura en Teología. 
Entró en la Congregación Salesiana, en la Inspectoría(Provincia) del Uruguay, a fines de los años setenta, haciendo el noviciado en 1979 y su primera profesión religiosa el 31 de enero de 1980. 
El 21 de noviembre de 1987 fue ordenado sacerdote. 
Ha ocupado diversos cargos, tanto pastorales como de gobierno, sobre todo en su Congregación Salesiana. En particular: 
-  Consejero de estudios en las Escuelas Profesionales Talleres Don Bosco;
- Trabajó en las obras sociales de los Oratorios Salesianos y en los inicios del Movimiento              Tacurú, en los años 1981, 1984 y 1985.
-  Encargado, a varios niveles, de los novicios salesianos;
-  Director del Instituto Preuniversitario Juan XXIII;
-  El 28 de octubre de 2008 fue nombrado Inspector Salesiano para el Uruguay;
-  Poco después, fue elegido Presidente dela Conferenciade Religiosos y Religiosas del Uruguay           (CONFRU); 
El 10 de diciembre de 2011 fue nombrado Obispo Auxiliar de Montevideo y titular de Phelbes.
El 4 de marzo de 2012 fue consagrado Obispo. 
Dentro de la Conferencia Episcopaldel Uruguay (CEU), ocupa los siguientes cargos: es Responsable del Departamento de Misiones, del Departamento de Laicos y Delegado suplente al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). 
Es profesor de Historia de la Iglesiaen el Uruguay en la Facultad de Teología Mons. Mariano Soler y ha publicado diversos artículos sobre su materia y un libro: “¿Santa o de Turismo? La secularización del calendario en el Uruguay”, Instituto Preuniversitario Juan XXIII, Montevideo, 2010. 
El 11 de febrero de 2014 ha sido nombrado Arzobispo Metropolitano de Montevideo por el Santo Padre Francisco.

Fe y Caridad: Mensaje del Papa Francisco, Jornada Mundial del Enfermo 2014


MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON OCASIÓN DE LA XXII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2014

Fe y caridad: «También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16)

Queridos hermanos y hermanas:

1. Con ocasión de la XXII Jornada Mundial del Enfermo, que este año tiene como tema Fe y caridad: «También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16), me dirijo particularmente a las personas enfermas y a todos los que les prestan asistencia y cuidado. Queridos enfermos, la Iglesia reconoce en vosotros una presencia especial de Cristo que sufre. En efecto, junto, o mejor aún, dentro de nuestro sufrimiento está el de Jesús, que lleva a nuestro lado el peso y revela su sentido. Cuando el Hijo de Dios fue crucificado, destruyó la soledad del sufrimiento e iluminó su oscuridad. De este modo, estamos frente al misterio del amor de Dios por nosotros, que nos infunde esperanza y valor: esperanza, porque en el plan de amor de Dios también la noche del dolor se abre a la luz pascual; y valor para hacer frente a toda adversidad en su compañía, unidos a él.

2.  El Hijo de Dios hecho hombre no ha eliminado de la experiencia humana la enfermedad y el sufrimiento sino que, tomándolos sobre sí, los ha transformado y delimitado. Delimitado, porque ya no tienen la última palabra que, por el contrario, es la vida nueva en plenitud; transformado, porque en unión con Cristo, de experiencias negativas, pueden llegar a ser positivas. Jesús es el camino, y con su Espíritu podemos seguirle. Como el Padre ha entregado al Hijo por amor, y el Hijo se entregó por el mismo amor, también nosotros podemos amar a los demás como Dios nos ha amado, dando la vida por nuestros hermanos. La fe en el Dios bueno se convierte en bondad, la fe en Cristo Crucificado se convierte en fuerza para amar hasta el final y hasta a los enemigos. La prueba de la fe auténtica en Cristo es el don de sí, el difundirse del amor por el prójimo, especialmente por el que no lo merece, por el que sufre, por el que está marginado.

3. En virtud del Bautismo y de la Confirmación estamos llamados a configurarnos con Cristo, el Buen Samaritano de todos los que sufren. «En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16). Cuando nos acercamos con ternura a los que necesitan atención, llevamos la esperanza y la sonrisa de Dios en medio de las contradicciones del mundo. Cuando la entrega generosa hacia los demás se vuelve el estilo de nuestras acciones, damos espacio al Corazón de Cristo y el nuestro se inflama, ofreciendo así nuestra aportación a la llegada del Reino de Dios.

4. Para crecer en la ternura, en la caridad respetuosa y delicada, nosotros tenemos un modelo cristiano a quien dirigir con seguridad nuestra mirada. Es la Madre de Jesús y Madre nuestra, atenta a la voz de Dios y a las necesidades y dificultades de sus hijos. María, animada por la divina misericordia, que en ella se hace carne, se olvida de sí misma y se encamina rápidamente de Galilea a Judá para encontrar y ayudar a su prima Isabel; intercede ante su Hijo en las bodas de Caná cuando ve que falta el vino para la fiesta; a lo largo de su vida, lleva en su corazón las palabras del anciano Simeón anunciando que una espada atravesará su alma, y permanece con fortaleza a los pies de la cruz de Jesús. Ella sabe muy bien cómo se sigue este camino y por eso es la Madre de todos los enfermos y de todos los que sufren. Podemos recurrir confiados a ella con filial devoción, seguros decque nos asistirá, nos sostendrá y no nos abandonará. Es la Madre del crucificado resucitado: permanece al lado de nuestras cruces y nos acompaña en el camino hacia la resurrección y la vida plena.

5. San Juan, el discípulo que estaba con María a los pies de la Cruz, hace que nos remontemos a las fuentes de la fe y de la caridad, al corazón de Dios que «es amor» (1 Jn 4,8.16), y nos recuerda que no podemos amar a Dios si no amamos a los hermanos. El que está bajo la cruz con María, aprende a amar como Jesús. La Cruz  es «la certeza del amor fiel de Dios por nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo, entra también en la muerte para vencerla y salvarnos… La Cruz de Cristo invita también a dejarnos contagiar por este amor, nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda» (Via Crucis con los jóvenes, Río de Janeiro, 26 de julio de 2013).

Confío esta XXII Jornada Mundial del Enfermo a la intercesión de María, para que ayude a las personas enfermas a vivir su propio sufrimiento en comunión con Jesucristo, y sostenga a los que los cuidan. A todos, enfermos, agentes sanitarios y voluntarios, imparto de corazón la Bendición Apostólica.

Vaticano, 6 de diciembre de 2013
                                                   
FRANCISCO

domingo, 9 de febrero de 2014

En Polaveno, con el P. Javier Mori, rezando por Tres Islas

Capilla de Tres Islas

El árbol caído junto a la capilla

Con el P. Javier Mori en la capilla de San Juan Bautista de Polaveno

Homilía en la Misa del Domingo 9 de febrero.


Queridas hermanas, queridos hermanos:
Hoy he llegado por segunda vez a Polaveno. La primera vez fue hace dos años, el Miércoles de Cenizas.
Mi nombre es Heriberto Bodeant y soy el Obispo de Melo en Uruguay. Cuando el P. Javier estuvo en Melo, realizó un gran servicio pastoral. Nuestra Diócesis recuerda con gratitud su labor entre nosotros. Por eso es una gran alegría celebrar hoy esta Misa con ustedes y con el P. Javier.
La palabra del profeta Isaías nos habla hoy de “el ayuno que agrada al Señor”: “compartir el pan con el hambriento, albergar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo”.
La semana pasada, en Uruguay, hubo grandes tormentas y fuertes vientos. En mi Diócesis hay un pequeño pueblo llamado Tres Islas. Allí el viento arrancó los techos de cuarenta casas. Un gran árbol cayó junto a la capilla. La capilla no fue dañada.
Es así que la pequeña comunidad cristiana de Tres Islas pudo “albergar a los sin techo”, como ha dicho Isaías. La pequeña iglesia sirvió de refugio a algunas familias en dificultades. También el gobierno municipal y algunas organizaciones de la sociedad civil se hicieron presentes en el pueblo para brindar ayuda.
Ayer, la comunidad celebró la Eucaristía en la capilla. La comunidad dio gracias a Dios por haber salvado su Iglesia; pero también porque pudo ayudar a los que quedaron sin techo.
Es así cuando recibimos un don del Señor: es como una luz que se enciende en nosotros. El Evangelio nos dice hoy: “no se enciende una lámpara para ponerla bajo el cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa”.
Pidamos al Señor estar siempre abiertos a sus dones. Como dice el Papa Francisco: “la mirada creyente es capaz de reconocer la luz que siempre derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad” (EG 84).
Dejemos que la luz del Señor ilumine nuestros corazones y se haga caridad en obra. Así “tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía”. Así sea.

Texto italiano:


Cari fratelli e sorelle,

Oggi sono venuto per la seconda volta a Polaveno. La prima volta è stato due anni fa, il Mercoledì delle Ceneri.

Il mio nome è Heriberto Bodeant e sono il Vescovo di Melo in Uruguay. Quando Don Saverio era in Melo, egli rese un ottimo servizio pastorale. La diocesi di Melo ricorda con gratitudine il suo lavoro in mezzo a noi.

E 'una grande gioia celebrare oggi questa Messa con voi e con Don Saverio.
La parola del profeta Isaia ci parla oggi “di digiuno che piace al Signore”:
“dividere il pane con l’affamato, introdurre in casa i miseri, senza tetto, vestire uno che vedi nudo”.

La settimana scorsa, in Uruguay, ci sono stati grandi tempeste e forti venti.
Nella mia diocesi c'è un piccolo villaggio chiamato Tres Islas.
In quel luogo il vento ha strappato i tetti di quaranta case.
Un grande albero è caduto vicino alla chiesa. La chiesa non è stata danneggiata.

Così, la piccola comunità cristiana de Tres Islas ha potuto “introdurre in casa i senza tetto”, comme ha detto il profeta Isaia. La piccola chiesa ha ospitato alcune famiglie in difficoltà.
Anche il governo municipale e alcune organizzazioni non governative sono venuti al villaggio per aiutare.

Ieri, la comunità ha celebrato l’Eucaristia nella chiesa.
La comunità rende grazie a Dio per aver salvato la sua chiesa. Ma anche rende grazie perché così ha poputo aiutare quelli che sono rimasti senza tetto.

Quando riceviamo un dono del Signore è come una luce che si accende in noi.
Il vangelo ci dice oggi: non “si accende una lampada per metterla sotto il moggio, ma sul candelabro, e così fa luce a tutti quelli che sono nella casa”.

Chiedamo al Signore di aprirci ai suoi doni. Come dice il Papa Francesco: “lo sguardo di fede è capace di riconoscere la luce che sempre lo Spirito Santo diffonde in mezzo all’oscurità”.
Lasciamo che la luce del Signore illumini i nostri cuori e diventi carità in opera. Così “brillerà fra le tenebre la tua luce, la tua tenebra sarà come il meriggio”. Amen.

domingo, 2 de febrero de 2014

Presentación del Señor, Jornada de la Vida Consagrada

Luis de Morales, Presentación de Jesús en el Templo,
1560-1568, Museo del Prado
Intervención en la Misa de la Parroquia San Andeol, Bourg-St-Andéol, Francia, en la Jornada de la vida consagrada.

Dans cette journée de la vie consacrée, on m’a demandait de vous raconter un peu de la vie consacrée dans mon diocèse.
Depuis presque cinq ans, je suis l’évêque de Melo, en Uruguay. Mon diocèse a une superficie de 25.000 kilomètres carrés et une population de 140.000 habitants. Nous comptons avec treize prêtres et quatre diacres mariés. Heureusement, il y en a aussi huit communautés religieuses avec plus de trente sœurs.
Dans notre église diocésaine, les sœurs nous apportent une grande diversité. Cela nous aide à vivre l’universalité, c’est-à-dire la catholicité de l’Église : à côté de quelques uruguayennes il y en a des argentines, chiliennes, péruviennes, espagnoles, italiennes, … Bien sûr, il y a des charismes différents : quelques-unes dans le champ de l’éducation, d’autres dans le travail social… de toute façon, presque toutes elles participent dans le service pastoral des paroisses, au caté, aux communautés de base, aux équipes de liturgie, aux groupes de prière, etcetera.
Au même temps, la vie fraternelle des communautés religieuses est pour nous un valable témoignage de fraternité.
Ici, à ce diocèse de Viviers qui a eu comme membre de son clergé le bienheureux Charles de Foucauld, un homme qui a su vivre comme « frère universel », on ne peut moins que mettre en valeur le témoignage de la vie fraternelle. Dans son message pour la Journée Mondiale de la Paix, le Pape François nous rappelle la Parole du Seigneur : « puisqu’il y a un seul Père qui est Dieu, vous êtes tous des frères » (cf. Mt 23, 8-9). Et il ajoute :
« La racine de la fraternité est contenue dans la paternité de Dieu. » […] « Celui qui accepte la vie du Christ et vit en Lui, reconnaît Dieu comme Père et se donne lui-même totalement à Lui, en l’aimant au-dessus de toute chose. L’homme réconcilié voit en Dieu le Père de tous et, par conséquent, il est incité à vivre une fraternité ouverte à tous. Dans le Christ, l’autre est accueilli et aimé en tant que fils ou fille de Dieu, comme frère ou sœur, non comme un étranger, encore moins comme un antagoniste ou même un ennemi. »
Finalement, dans les orientations pastorales des évêques de l’Uruguay, nous proposons à tout le Peuple de Dieu de notre pays que nous fassions des efforts pour faire resplendir le visage maternel de l’église, par l’exercice de l’écoute, du dialogue et de la miséricorde.
Dans son exhortation Evangelii Gaudium le Pape François nous donne une indication importante pour accomplir cet objectif :
« Je vois avec joie combien de nombreuses femmes partagent des responsabilités pastorales avec les prêtres, apportent leur contribution à l’accompagnement des personnes, des familles ou des groupes et offrent de nouveaux apports à la réflexion théologique. Mais il faut encore élargir les espaces pour une présence féminine plus incisive dans l’Église » (EG 103).
Je remarque qu’il ne s’agit pas d’une question de nécessité, mais une question de vocation : vocation de tout le Peuple de Dieu : hommes et femmes, laïcs, personnes consacrées, diacres et prêtres, à participer activement de la vie de l’Église comme disciples missionnaires du Seigneur, appelés par Jésus à être avec lui et envoyés au monde pour annoncier l’Évangile du Royaume. Ainsi soit-il.