sábado, 31 de julio de 2021

Iglesia Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes, Estación Atlántida, Patrimonio de la Humanidad. Misa en acción de gracias.

 

Homilía de Mons. Heriberto Bodeant, Obispo de Canelones.

Cristo Obrero…
Cristo Jesús: el Hijo de Dios hecho hombre, el carpintero de Nazaret.
El Maestro. El crucificado. El resucitado. Él nos convoca hoy, en este templo, para unirnos a su acción de gracias al Padre, recordando las palabras y los gestos con los que Él nos dejó el signo de su presencia: la Eucaristía, la Santa Misa, que nos reúne en torno al altar.

Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza. La creación fue un acto de amor, una invitación al encuentro, a la armonía entre creador y creatura.
Esa imagen, esa semejanza, son constitutivas de nuestro ser. Esa imagen puede aparecer desfigurada, desdibujada, cuando rechazamos el amor de Dios y rompemos las relaciones que nos constituyen: la relación con el Creador, la relación con los demás, la relación con nuestra casa común y hasta la relación de cada uno consigo mismo.
Sin embargo, por más que esa ruptura, el pecado, deforme la imagen de Dios en el ser humano, esa impronta dejada por el Creador sigue estando allí, latente, esperando su redención, tal vez como un secreto anhelo de volver a la casa del Padre.

Es el Hijo de Dios quien vino a realizar esa obra liberadora, redentora. No lo hizo desde lo alto, descendiendo al mando de ejércitos celestiales y al son de trompetas, sino naciendo en un pesebre oscuro, desde donde su presencia comenzó a iluminar el mundo.

La mayor parte de la vida de Jesús estuvo inmersa en el mundo del trabajo.
“¿No es éste el carpintero?” dijo la gente de Nazaret, cuando llegó allí como maestro, acompañado de sus discípulos y precedido por su fama.
“La elocuencia de la vida de Cristo es inequívoca: -decía san Juan Pablo II- [él] pertenece al «mundo del trabajo», tiene reconocimiento y respeto por el trabajo humano; se puede decir incluso más: él mira con amor el trabajo, sus diversas manifestaciones, viendo en cada una de ellas un aspecto particular de la semejanza del hombre con Dios, Creador y Padre” (Laborem Excercens, 26).

La primera capilla de Estación Atlántida ya tenía el título de Cristo Obrero. El entorno de la Estación fue, desde los comienzos, el espacio de los obreros que trabajaban en las construcciones del balneario, de los pequeños agricultores que proveían de frutas y verduras a residentes y veraneantes y de las trabajadoras domésticas.
Cristo Obrero, en medio de los obreros y obreras.
Buscando acercar ese mundo a Cristo y acercar a Cristo a ese mundo, los esposos Giúdice-Urioste recurrieron al ingeniero Eladio Dieste y así nació el proyecto de esta iglesia. Paradójicamente, pensando en el significativo reconocimiento que esta obra acaba de recibir, se trataba de un proyecto económico, basado en la experiencia de la empresa Dieste-Montañez en realizar estructuras de carácter más bien utilitario: galpones, torres de agua…

Crear una estructura… Las estructuras hay que entenderlas con el lenguaje de los ingenieros, que desconozco, pero que interpreto, así, muy llanamente, como crear algo que se sostenga por sí mismo, que no se caiga, que pueda además sostener otras cosas, poniendo en armonía un conjunto de fuerzas y la colaboración de cada ladrillo con los que lo rodean, para soportar entre todos el peso de toneladas. Donde mis ojos inexpertos ven apenas materia inerte, mi amigo ingeniero* ve una estructura viva, y me habla de líneas de fuerza que, en lugar de viajar hacia pilares que no existen, bajan hacia la tierra por muros curvos, que resisten por sus formas vivas, como en la naturaleza la superficie curva de las ostras gigantes. Nada se mueve, pero las fuerzas actúan y todo se sostiene, creando un sistema, un pequeño universo, como el que aquí nos envuelve y nos eleva. Una estructura que se expresa, que en su armonía nos habla -sin palabras- de trascendencia, de vida espiritual, de Dios Creador.

Vuelvo a san Juan Pablo II: “Mediante su trabajo [el ser humano] participa en la obra del Creador, y según la medida de sus propias posibilidades, en cierto sentido, continúa desarrollándola y la completa, avanzando cada vez más en el descubrimiento de los recursos y de los valores encerrados en todo lo creado” (Íbid., 25).

Eladio Dieste, hombre creyente, lector de los grandes místicos, que -en sus propias palabras- construyó esta iglesia para otros fieles como él, vivió esa dimensión espiritual del trabajo, como participación en la obra de Dios; pero buscó también que cada uno de sus obreros, de acuerdo con su capacidad, participara en ella. Y no dudo que él tenía presente que “el valor del trabajo humano no es en primer lugar el tipo de trabajo que se realiza, sino el hecho de que quien lo ejecuta es una persona” (Íbid, 6) que, por eso mismo, deja impresa en su obra “una especie de huella” (Cf. León XIII, Rerum Novarum, 7).

Pero el trabajo humano, tanto manual como intelectual, tiene otro aspecto: está unido inevitablemente a la fatiga. No se trata sólo del natural cansancio luego del esfuerzo. Hay también una fatiga que podríamos llamar espiritual, compuesta de insatisfacción, desencanto o aún de sentimientos de frustración y de fracaso.
Leemos en el libro del Eclesiástico: “consideré entonces todas las obras de mis manos y el fatigoso afán de mi hacer y vi que todo es vanidad y atrapar vientos, y que ningún provecho se saca bajo el sol.” (Eclesiástico 2,11).
Y comenta san Juan Pablo II: “No existe un hombre en la tierra que no pueda hacer suyas estas palabras.” (Laborem Excercens, 27).

“¿Tiene sentido el enorme esfuerzo realizado?”. Esa pregunta se llegó a hacer Eladio Dieste, tal como lo relata el mismo, recordando una visita a la Iglesia, a solo cinco años de la inauguración y en la que encontró una vaca paseando tranquilamente por la nave principal y dejando señales de su paso. “Pero”, cuenta Dieste, “de pronto el atrio se llenó de voces frescas de niños que espantaron la vaca y corrieron a esperar al sacerdote que iba a enseñarles catecismo: allí estaba la iglesia, "una, santa, católica y apostólica", allí estaba el pueblo. La tristeza dejó paso a una serena confortación: sí; tuvo sentido aquel esfuerzo. No hay esfuerzo humano que se pierda. Por pequeña que sea la piedra contribuye a edificar el Reino" (Esteban Dieste, 44)**.

La figura de Cristo está en el centro de la Iglesia.
No está de pie, en su taller, con herramientas en la mano, sino crucificado.
Carmen, nuera de Eladio, recordaba palabras recogidas por su suegro en otra visita, en la que encontró a dos mujeres rezando. Dieste les preguntó qué les parecía la Iglesia y ellas le dijeron:
“cuando miramos a Jesús ahí en la cruz nos da una emoción que nos da ganas de llorar”. El ingeniero salió de allí sintiendo que había logrado uno de sus cometidos: acercar la figura de Jesús al hombre.

Cristo crucificado nos recuerda el sacrificio del Hijo de Dios. Condenado a muerte en un instrumento de tortura, dijo Jesús “nadie me quita la vida, yo la doy” (Cf. Juan 10,17-18).
Y así hizo de esa muerte cruel e infamante una entrega, una ofrenda de amor que venció y vence todas las fuerzas del mal.
Cristo crucificado; pero en la imagen realizada por Eduardo Yepes aparece dorado, para que brille la gloria de su resurrección, su triunfo sobre la muerte, que hace de la cruz signo de vida.
Cristo resucitado, con la fuerza del Espíritu Santo es El que hace nuevas todas las cosas (cf. Apocalipsis 21,5), es el principio de la nueva creación.

Si por el trabajo humano participamos en la obra creadora de Dios, uniéndonos en la fatiga a la cruz de Cristo y a su entrega de amor, colaboramos, en cierto modo, con el Hijo de Dios en la redención de la humanidad (Cf. Laborem Excercens, 27) y allí todo esfuerzo humano toma su sentido.

Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes. Esta Iglesia tiene también su copatrona. Su imagen no aparece a la vista cuando se ingresa al templo. Hay que ir a buscarla, a visitarla y la encontramos allí, junto a su Hijo presente en el Sagrario, custodiando los restos de Alberto y Adela.

A ella, Madre y modelo de la Iglesia, le pedimos que nos ayude a ser cada día más Pueblo de Dios, comunidad de piedras vivas, asamblea de fieles convocada y reunida por Jesucristo; comunidad que, en esta “casa de oración”, donde cada ladrillo y cada cristal se convierte en plegaria, tiene un lugar privilegiado que la invita a encontrarse y alabar al Dios creador, redentor y santificador. Así sea.

* El ingeniero José Zorrilla, viejo amigo, me prestó algo de su mirada en este párrafo.
** Esteban Dieste. Iglesia de Atlántida. Testimonio de su desprotegida existencia. Ponencia en el Primer Coloquio Iberoamericano de Arquitectura Moderna, Guadalajara, 2014.

jueves, 29 de julio de 2021

“Señor, danos siempre de ese pan”. (Juan 6,24-35). Domingo XVIII del tiempo durante el año.


El domingo pasado escuchamos el relato de la multiplicación de los panes y los peces. Haciendo eso, Jesús sació el hambre de una multitud. A continuación, se marchó de allí. La gente lo siguió y lo encontró. ¿Por qué lo buscaron? Al verlos llegar, Jesús les dijo:

“Ustedes me buscan porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna,
el que les dará el Hijo del hombre”.
Tal como en tiempos antiguos Dios había alimentado a su Pueblo en el desierto, Jesús alimentó a aquella muchedumbre. Todos comieron hasta saciarse, pero Jesús quería hacerles descubrir otro alimento y, al mismo tiempo, otra forma de vida.
Hay un alimento perecedero, para una vida también perecedera. Dice el libro del Génesis:
«Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque polvo eres y al polvo volverás» (Génesis 3,19).
Esta vida que conocemos, esta vida por la que luchamos cada día, ganándonos el pan, es una vida que terminará en su momento para cada uno de nosotros.
Pero Dios quiere darnos otra vida: una vida eterna. Para esa vida hay otro alimento, alimento que permanece. Alimento que no puede conseguirlo el ser humano con su esfuerzo: es “el que les dará el Hijo del hombre”, es decir, Jesús.
Esas palabras pueden hacernos pensar ya en la Eucaristía, en la hostia consagrada, en el Cuerpo de Cristo que recibimos en la comunión. Pero no nos apuremos. Ya llegaremos allí, en próximos domingos. La gente le pregunta a Jesús qué es lo que ellos tienen que hacer “para realizar las obras de Dios”, entendiendo que por allí llegan a la vida eterna. La respuesta de Jesús es:
«La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado»
Jesús enseña que la fe, que permite ver en él al enviado de Dios, es una obra que DIOS HACE en nosotros. Así lo enseña el Catecismo de la Iglesia Católica:
«La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Él» (N. 153).
La tarea que Jesús nos pide aquí es creer, es decir, recibir ese don de la fe y cultivarlo. Esto lo hacemos con la oración, la meditación de la Palabra, los sacramentos, la comunidad. La vida nueva, la vida eterna que Jesús ofrece comienza ya, como en germen, en nuestra amistad con Él y en nuestra vida cristiana, al poner en práctica las enseñanzas de Jesús, amando a Dios y a nuestro prójimo.
Todo eso nos lo hace posible Jesús mismo, si creemos en Él… por eso, con las palabras del Evangelio, le rogamos
“Señor, danos siempre de ese pan”.
Y, entonces, Él nos responde y nos anima diciéndonos:
«Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed».

Iglesia Cristo Obrero

El martes 27 en la mañana llegó desde China la noticia de que la UNESCO había decidido incluir dentro del patrimonio mundial de la Humanidad a la Iglesia Cristo Obrero, de Estación Atlántida, obra del ingeniero Eladio Dieste. En el momento de grabar este programa estaba ya previsto que este acontecimiento se festejara el sábado 31, en la misma iglesia, en dos momentos: a las 11 de la mañana, Misa en acción de gracias a Dios y en sufragio por Eladio Dieste y los esposos Giúdice-Urioste, donantes de la obra. A las 14 horas, acto protocolar, organizado por el Ministerio de Educación y Cultura con la colaboración de la Intendencia de Canelones.
Nuestra comunidad diocesana se alegra con esta noticia. Entre todos y con las ayudas que esta declaración puede hacer posible, asumiremos la responsabilidad de conservar este bien, así como facilitar que sea visitado y apreciado por quienes se acerquen a verlo. Hablando de su obra, dijo Eladio Dieste: “lo hice como creyente, construyendo un templo para otros fieles como yo”. Y eso es lo que debe seguir siendo: ante todo “casa de oración”, lugar de encuentro de los hombres con Dios.

Santos de la semana

El calendario de esta semana es muy variado… Veamos.
 

Este domingo primero: San Alfonso María de Ligorio. A él está dedicada una de las capillas de la parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que este domingo por la mañana celebra su fiesta patronal. Allí están las Hermanitas de la Anunciación. San Alfonso fue el fundador de la Congregación del Santísimo Redentor, más conocidos como los Redentoristas, que, durante muchos años, formaron y animaron las comunidades de la ruta 8, en Barros Blancos, que conforman esta parroquia.
También el domingo 1, a la tarde, la parroquia Santa María de los Ángeles, en San José de Carrasco, celebra su fiesta patronal, adelantándola un día. Allí están los Misioneros y Misioneras Servidores de la Palabra, sacerdotes y religiosas mexicanos.

El lunes 2, entonces, es la memoria de Santa María de los Ángeles, una fiesta franciscana, ligada a la Porciúncula, una pequeña iglesia restaurada por san Francisco de Asís, tan pequeña que está hoy dentro de la gran basílica Santa María de los Ángeles, en Asís. En esa capillita nació la orden franciscana; Clara de Asís pronunció sus primeros votos y también allí san Francisco entregó a Dios su alma.
En ese mismo día la iglesia recuerda a san Eusebio de Vercelli y a san Pedro Julián Eymard.

El miércoles 4 de agosto recordamos a Juan Bautista María Vianney, el santo cura de Ars, patrono de todos los sacerdotes. Ese día habrá una celebración en Montevideo, en el Seminario Interdiocesano con la presencia de todos los Obispos, que tendremos después asamblea de nuestra Conferencia Episcopal.
También es bueno recordar que el 4 de agosto de 1976 vivió su martirio el beato Enrique Angelelli, Obispo de La Rioja.

Jueves 5 de agosto, dedicación de la Basílica de Santa María. Esta iglesia se encuentra en Roma y es llamada “la Mayor” porque es la más grande dedicada a la Virgen María en la ciudad eterna. Es también la primera iglesia dedicada a la Virgen en Occidente. Fue mandada construir por el Papa Sixto III después del Concilio de Éfeso, del año 431, en el que Nuestra Señora fue proclamada Theotokos (Θεοτόκος), es decir “Madre de Dios”.

El viernes 6 se celebra la fiesta de la transfiguración del Señor. En ese misterio recordamos como
Jesús, Hijo amado del Padre, manifestó su gloria ante sus discípulos Pedro, Santiago y Juan con el testimonio de Moisés y Elías, representando la Ley y los Profetas. Así lo proclama y explica la liturgia:

Él reveló su gloria ante los testigos que había elegido,
y revistió su cuerpo, semejante al de todos los hombres, de un extraordinario esplendor,
para apartar del corazón de sus discípulos el escándalo de la cruz,
y manifestar que se cumpliría en la totalidad del cuerpo de la Iglesia
lo que brilló admirablemente en él mismo, su cabeza.
El sábado 7 recordamos a san Cayetano, en cuyo santuario de Liniers, en Buenos Aires, se congregan miles y miles de fieles cada 7 de agosto implorando por pan y trabajo. También en este día recordamos a los Santos Sixto II papa y compañeros mártires.

Amigas y amigos, esto es todo por hoy. Cuídense mucho. Que el Señor los bendiga y hasta la próxima semana si Dios quiere.

jueves, 22 de julio de 2021

"Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada..." (Juan 6,1-15) Domingo XVII durante el año.

 

El niño y los abuelos

De un niño nos habla el evangelio de hoy; de los abuelos el Papa Francisco, que nos propone celebrar la primera Jornada mundial de los abuelos y de los mayores.

En este decimoséptimo domingo durante el año, comenzamos a leer el capítulo sexto del evangelio según san Juan, que se inicia con el relato de la multiplicación de los panes y de los peces. Los cuatro evangelistas cuentan este episodio, aunque cada uno ofrece algún detalle diferente. En la narración de Juan, un detalle especial es la presencia de un niño, que es quien ofrece los cinco panes y los dos pescados que Jesús multiplicará:

«Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?» (Juan 6,1-15)
Ciertamente, la gente era mucha. Se habla de cinco mil hombres. Pero Jesús solo esperaba que alguien pusiera a su disposición lo que tuviese. Fue ese niño quien lo hizo y así abrió camino al milagro. Todos tenemos, en distintas formas, nuestros cinco panes y dos pescados. No se trata solo de alimentos, dinero o bienes materiales. Tenemos la posibilidad de ofrecer nuestro tiempo, nuestros talentos y capacidades. Podemos guardarlos o compartirlos; esconderlos o ponerlos al servicio de la comunidad, donde Jesús los multiplica y hace fructificar.

Junto a ese niño, aparecen también los mayores. Mañana, 26 de julio, la Iglesia recuerda a san Joaquín y santa Ana, nombres con que la tradición identifica a los padres de la Virgen María. Son los abuelos maternos de Jesús. Hoy, en el domingo más próximo a esa fecha, la Iglesia propone celebrar esta Jornada de los abuelos y de los mayores, con el lema “Yo estoy contigo todos los días”, referido a la promesa de Jesús al final del evangelio según san Mateo: 

“Yo estoy con ustedes, todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20).
Francisco habla a los mayores, incluyéndose a sí mismo y les dice:
“nuestra vocación es la de custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar a los pequeños.”
Y agrega:
“Todos somos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Entre los diversos pilares que deberán sostener esta nueva construcción hay tres que tú, mejor que otros, puedes ayudar a colocar. Tres pilares: los sueños, la memoria y la oración. La cercanía del Señor dará la fuerza para emprender un nuevo camino incluso a los más frágiles de entre nosotros, por los caminos de los sueños, de la memoria y de la oración.”
- en nuestros sueños de justicia, de paz y de solidaridad está la posibilidad de que nuestros jóvenes tengan nuevas visiones, y juntos podamos construir el futuro.
- la memoria puede ayudar a construir un mundo más humano, más acogedor. Pero sin la memoria no se puede construir; sin cimientos nunca construirás una casa. Nunca. Y los cimientos de la vida son la memoria.
y recuerda este pensamiento del papa Benedicto: 

“La oración de los ancianos puede proteger al mundo, ayudándole tal vez de manera más incisiva que la solicitud de muchos”.
Y concluye Francisco su mensaje diciendo:
“Pido al Señor que, gracias también a su ejemplo, cada uno de nosotros ensanche su corazón y lo haga sensible a los sufrimientos de los más pequeños, y capaz de interceder por ellos. Que cada uno de nosotros aprenda a repetir a todos, y especialmente a los más jóvenes, esas palabras de consuelo que hoy hemos oído dirigidas a nosotros: “Yo estoy contigo todos los días”. Adelante y ánimo. Que el Señor los bendiga.”
En cada día de esta semana hay un santo que me gustaría recordar:
El mismo 25 de julio, Santiago Apóstol, patrono de España, el del famoso camino de Santiago, hacia Santiago de Compostela.
El lunes 26, como ya mencioné, san Joaquín y santa Ana, padres de la Virgen María.
El martes 27, san Pantaleón, médico y mártir de comienzos del siglo IV.
Miércoles 28, san Pedro Poveda, sacerdote y mártir, fundador de la Institución Teresiana.
El jueves 29, santa Marta de Betania, la hermana de María y Lázaro.
Viernes 30: san Pedro Crisólogo, gran predicador del siglo V. Crisólogo es su sobrenombre y significa que sus palabras son de oro.
Sábado 31, san Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas. Este año se celebran quinientos años de su conversión, que comenzó a partir de una herida de guerra. Quedó inmovilizado por un tiempo prolongado. Fue el quiebre de lo que hasta entonces había sido su vida como militar. Una interrupción que lo forzó a encontrarse consigo mismo en soledad y lo abrió al encuentro con Dios. Se vio pronto frente a dos caminos: volver a su vida anterior o seguir a Jesús al modo de los santos. Aprendió a escuchar a Dios y a tomarlo muy en serio, lo que generó un profundo cambio en su vida. Fue un largo proceso, que comenzó a partir de la conciencia de su fragilidad y una primera intuición del “tesoro” que es Dios mismo que lo movilizaba desde dentro. De aquel momento inicial se cumplen 500 años.

El mismo sábado 31 el P. Miguel Ángel Malesani celebrará los 50 años de su ordenación sacerdotal. Descubrió su vocación en su infancia en Italia. Se formó con los salesianos en Tierra Santa. Llegó a nuestra diócesis invitado por Mons. Nuti. Completó su formación en Uruguay, colaborando ya antes de su ordenación en la Catedral y en el Liceo Guadalupe. Como sacerdote estuvo 10 años en Canelones y lleva cuatro décadas en las parroquias de Migues y Montes. Desde hace días viene recogiendo numerosas muestras de gratitud y de cariño, bien merecidos.

En estos días está reunido el Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO para considerar monumentos propuestos por los gobiernos para ser declarados patrimonio mundial de la humanidad.
Uruguay presentó la obra del ingeniero Eladio Dieste, con la Iglesia Cristo Obrero de Estación Atlántida como trabajo más representativo. La decisión será tomada el miércoles o el jueves de la semana próxima.
Solemos decir “la iglesia”, pero, en realidad, es un conjunto formado por el templo, el baptisterio subterráneo y el campanario.
Atlántida fue fundada en 1911. La estación permaneció como el barrio donde vivían los obreros que trabajaban en la construcción de las casas del balneario y de algunos de los agricultores de la zona. En 1942 se inauguró una pequeña iglesia dedicada a Cristo Obrero. En 1957, el matrimonio Giudice-Urioste donó un terreno y asumió los gastos de la construcción de una nueva iglesia, que se construiría según el proyecto y bajo la dirección del ingeniero Eladio Dieste.
El ingeniero utilizó allí la cerámica armada, una técnica en la que se convirtió en un reconocido referente en todo el mundo.
La iglesia fue construida entre 1958 y 1960. Poco a poco comenzó a ser reconocida por su excepcional valor arquitectónico y fue reconocida como monumento histórico nacional en 1997.
La inclusión de este bien en la lista de patrimonio mundial de UNESCO sería altamente significativa para el país, para el departamento de Canelones y para nuestra diócesis.
Nos pone frente a la responsabilidad de cuidar y mantener este bien, de hacerlo accesible a los visitantes y, al mismo tiempo, continuar dándole el uso para el que fue destinado como “casa de Oración”, para la celebración de la Eucaristía y de los sacramentos.
Quedemos atentos, entonces, a las noticias de los próximos días.

Y esto es todo por hoy: gracias, amigas y amigos por su atención. No dejemos de cuidarnos unos a otros. Que el Señor los bendiga y hasta la próxima semana si Dios quiere.
 

martes, 20 de julio de 2021

"Yo estoy contigo todos los días" (cf. Mt 28,20). Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores.

Mensaje del Papa Francisco para la
Primera Jornada Mundial de los Abuelos
y de los Mayores


Queridos abuelos, queridas abuelas:

“Yo estoy contigo todos los días” (cf. Mt 28,20) es la promesa que el Señor hizo a sus discípulos antes de subir al cielo y que hoy te repite también a ti, querido abuelo y querida abuela. A ti. “Yo estoy contigo todos los días” son también las palabras que como Obispo de Roma y como anciano igual que tú me gustaría dirigirte con motivo de esta primera Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores. Toda la Iglesia está junto a ti —digamos mejor, está junto a nosotros—, ¡se preocupa por ti, te quiere y no quiere dejarte solo!

Soy muy consciente de que este mensaje te llega en un momento difícil: la pandemia ha sido una tormenta inesperada y violenta, una dura prueba que ha golpeado la vida de todos, pero que a nosotros mayores nos ha reservado un trato especial, un trato más duro. Muchos de nosotros se han enfermado, y tantos se han ido o han visto apagarse la vida de sus cónyuges o de sus seres queridos. Muchos, aislados, han sufrido la soledad durante largo tiempo.

El Señor conoce cada uno de nuestros sufrimientos de este tiempo. Está al lado de los que tienen la dolorosa experiencia de ser dejados a un lado. Nuestra soledad —agravada por la pandemia— no le es indiferente. Una tradición narra que también san Joaquín, el abuelo de Jesús, fue apartado de su comunidad porque no tenía hijos. Su vida —como la de su esposa Ana— fue considerada inútil. Pero el Señor le envió un ángel para consolarlo. Mientras él, entristecido, permanecía fuera de las puertas de la ciudad, se le apareció un enviado del Señor que le dijo: “¡Joaquín, Joaquín! El Señor ha escuchado tu oración insistente”.[1] Giotto, en uno de sus famosos frescos,[2] parece ambientar la escena en la noche, en una de esas muchas noches de insomnio, llenas de recuerdos, preocupaciones y deseos a las que muchos de nosotros estamos acostumbrados.

Pero incluso cuando todo parece oscuro, como en estos meses de pandemia, el Señor sigue enviando ángeles para consolar nuestra soledad y repetirnos: “Yo estoy contigo todos los días”. Esto te lo dice a ti, me lo dice a mí, a todos. Este es el sentido de esta Jornada que he querido celebrar por primera vez precisamente este año, después de un largo aislamiento y una reanudación todavía lenta de la vida social. ¡Que cada abuelo, cada anciano, cada abuela, cada persona mayor —sobre todo los que están más solos— reciba la visita de un ángel!

A veces tendrán el rostro de nuestros nietos, otras veces el rostro de familiares, de amigos de toda la vida o de personas que hemos conocido durante este momento difícil. En este tiempo hemos aprendido a comprender lo importante que son los abrazos y las visitas para cada uno de nosotros, ¡y cómo me entristece que en algunos lugares esto todavía no sea posible!

Sin embargo, el Señor también nos envía sus mensajeros a través de la Palabra de Dios, que nunca deja que falte en nuestras vidas. Leamos una página del Evangelio cada día, recemos con los Salmos, leamos los Profetas. Nos conmoverá la fidelidad del Señor. La Escritura también nos ayudará a comprender lo que el Señor nos pide hoy para nuestra vida. Porque envía obreros a su viña a todas las horas del día (cf. Mt 20,1-16), y en cada etapa de la vida. Yo mismo puedo testimoniar que recibí la llamada a ser Obispo de Roma cuando había llegado, por así decirlo, a la edad de la jubilación, y ya me imaginaba que no podría hacer mucho más. El Señor está siempre cerca de nosotros —siempre— con nuevas invitaciones, con nuevas palabras, con su consuelo, pero siempre está cerca de nosotros. Ustedes saben que el Señor es eterno y que nunca se jubila. Nunca.

En el Evangelio de Mateo, Jesús dice a los Apóstoles: «Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado» (28,19-20). Estas palabras se dirigen también hoy a nosotros y nos ayudan a comprender mejor que nuestra vocación es la de custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar a los pequeños. Escuchen bien: ¿cuál es nuestra vocación hoy, a nuestra edad? Custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar de los pequeños. No lo olviden.

No importa la edad que tengas, si sigues trabajando o no, si estás solo o tienes una familia, si te convertiste en abuela o abuelo de joven o de mayor, si sigues siendo independiente o necesitas ayuda, porque no hay edad en la que puedas retirarte de la tarea de anunciar el Evangelio, de la tarea de transmitir las tradiciones a los nietos. Es necesario ponerse en marcha y, sobre todo, salir de uno mismo para emprender algo nuevo.

Hay, por tanto, una vocación renovada también para ti en un momento crucial de la historia. Te preguntarás: pero, ¿cómo es posible? Mis energías se están agotando y no creo que pueda hacer mucho más. ¿Cómo puedo empezar a comportarme de forma diferente cuando la costumbre se ha convertido en la norma de mi existencia? ¿Cómo puedo dedicarme a los más pobres cuando tengo ya muchas preocupaciones por mi familia? ¿Cómo puedo ampliar la mirada si ni siquiera se me permite salir de la residencia donde vivo? ¿No ya es mi soledad una carga demasiado pesada? Cuántos de ustedes se hacen esta pregunta: mi soledad, ¿no es una piedra demasiado pesada? El mismo Jesús escuchó una pregunta de este tipo a Nicodemo, que le preguntó: «¿Cómo puede un hombre volver a nacer cuando ya es viejo?» (Jn 3,4). Esto puede ocurrir, responde el Señor, abriendo el propio corazón a la obra del Espíritu Santo, que sopla donde quiere. El Espíritu Santo, con esa libertad que tiene, va a todas partes y hace lo que quiere.

Como he repetido en varias ocasiones, de la crisis en la que se encuentra el mundo no saldremos iguales, saldremos mejores o peores. Y «ojalá no se trate de otro episodio severo de la historia del que no hayamos sido capaces de aprender —¡nosotros somos duros de mollera!— Ojalá no nos olvidemos de los ancianos que murieron por falta de respiradores […]. Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca» (Carta enc. Fratelli tutti, 35). Nadie se salva solo. Estamos en deuda unos con otros. Todos hermanos.

En esta perspectiva, quiero decirte que eres necesario para construir, en fraternidad y amistad social, el mundo de mañana: el mundo en el que viviremos —nosotros, y nuestros hijos y nietos— cuando la tormenta se haya calmado. Todos «somos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas» (ibíd., 77). Entre los diversos pilares que deberán sostener esta nueva construcción hay tres que tú, mejor que otros, puedes ayudar a colocar. Tres pilares: los sueños, la memoria y la oración. La cercanía del Señor dará la fuerza para emprender un nuevo camino incluso a los más frágiles de entre nosotros, por los caminos de los sueños, de la memoria y de la oración.

El profeta Joel pronunció en una ocasión esta promesa: «Sus ancianos tendrán sueños, y sus jóvenes, visiones» (3,1). El futuro del mundo reside en esta alianza entre los jóvenes y los mayores. ¿Quiénes, si no los jóvenes, pueden tomar los sueños de los mayores y llevarlos adelante? Pero para ello es necesario seguir soñando: en nuestros sueños de justicia, de paz y de solidaridad está la posibilidad de que nuestros jóvenes tengan nuevas visiones, y juntos podamos construir el futuro. Es necesario que tú también des testimonio de que es posible salir renovado de una experiencia difícil. Y estoy seguro de que no será la única, porque habrás tenido muchas en tu vida, y has conseguido salir de ellas. Aprende también de aquella experiencia para salir ahora de esta.

Los sueños, por eso, están entrelazados con la memoria. Pienso en lo importante que es el doloroso recuerdo de la guerra y en lo mucho que las nuevas generaciones pueden aprender de él sobre el valor de la paz. Y eres tú quien lo transmite, al haber vivido el dolor de las guerras. Recordar es una verdadera misión para toda persona mayor: la memoria, y llevar la memoria a los demás. Edith Bruck, que sobrevivió a la tragedia de la Shoah, dijo que «incluso iluminar una sola conciencia vale el esfuerzo y el dolor de mantener vivo el recuerdo de lo que ha sido —y continúa—. Para mí, la memoria es vivir».[3] También pienso en mis abuelos y en los que entre ustedes tuvieron que emigrar y saben lo duro que es dejar el hogar, como hacen todavía hoy tantos en busca de un futuro. Algunos de ellos, tal vez, los tenemos a nuestro lado y nos cuidan. Esta memoria puede ayudar a construir un mundo más humano, más acogedor. Pero sin la memoria no se puede construir; sin cimientos nunca construirás una casa. Nunca. Y los cimientos de la vida son la memoria.

Por último, la oración. Como dijo una vez mi predecesor, el Papa Benedicto, santo anciano que continúa rezando y trabajando por la Iglesia: «La oración de los ancianos puede proteger al mundo, ayudándole tal vez de manera más incisiva que la solicitud de muchos».[4] Esto lo dijo casi al final de su pontificado en 2012. Es hermoso. Tu oración es un recurso muy valioso: es un pulmón del que la Iglesia y el mundo no pueden privarse (cf. Exhort. apost. Evangelii gaudium, 262). Sobre todo en este momento difícil para la humanidad, mientras atravesamos, todos en la misma barca, el mar tormentoso de la pandemia, tu intercesión por el mundo y por la Iglesia no es en vano, sino que indica a todos la serena confianza de un lugar de llegada.

Querida abuela, querido abuelo, al concluir este mensaje quisiera señalarte también el ejemplo del beato —y próximamente santo— Carlos de Foucauld. Vivió como ermitaño en Argelia y en ese contexto periférico dio testimonio de «sus deseos de sentir a cualquier ser humano como un hermano» (Carta enc. Fratelli tutti, 287). Su historia muestra cómo es posible, incluso en la soledad del propio desierto, interceder por los pobres del mundo entero y convertirse verdaderamente en un hermano y una hermana universal.

Pido al Señor que, gracias también a su ejemplo, cada uno de nosotros ensanche su corazón y lo haga sensible a los sufrimientos de los más pequeños, y capaz de interceder por ellos. Que cada uno de nosotros aprenda a repetir a todos, y especialmente a los más jóvenes, esas palabras de consuelo que hoy hemos oído dirigidas a nosotros: “Yo estoy contigo todos los días”. Adelante y ánimo. Que el Señor los bendiga.

Roma, San Juan de Letrán, 31 de mayo, fiesta de la Visitación de la B.V. María

FRANCISCO

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[1] El episodio se narra en el Protoevangelio de Santiago.

[2] Se trata de la imagen elegida como logotipo de la Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores.

[3] Cf. La memoria è vita, la scrittura è respiro: L’Osservatore Romano (26 enero 2021).

[4] Cf. Visita a la Casa-Familia “Viva los ancianos” (2 noviembre 2012).

lunes, 19 de julio de 2021

sábado, 17 de julio de 2021

El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar (Salmo 22/23) XVI Domingo durante el año.

El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar.

Así comienza el salmo 22, tal vez el más conocido de todos, que encontramos entre la primera y la segunda lectura de este domingo.
Ciento cincuenta son los salmos agrupados en el libro que lleva ese título. Hay dos formas de numerarlos, por lo que a veces este salmo lo encontramos con el número 23.
Los salmos son poesía, canto y oración, principalmente con motivos de alabanza, súplica y acción de gracias.
En la Misa se leen en forma responsorial: es decir, las estrofas que se recitan o cantan son alternadas con una respuesta de la asamblea. Los Salmos son parte de la Palabra de Dios, son inspirados. No deberíamos sustituirlos por un canto de meditación; más bien deberíamos buscar que puedan ser cantados, o al menos que cantemos la respuesta.

Cuando el autor del salmo nos dice “El Señor es mi pastor, nada me puede faltar”, nos transmite la fe, la seguridad, la confianza que siente en Dios, porque en Él se apoya su vida.
En la Biblia, Dios se presenta muchas veces como el Pastor de su Pueblo.
Aquí, un miembro del Pueblo de Dios reconoce a Yahveh como su Pastor.

En la primera lectura, Dios habla por boca del profeta para desautorizar a los malos pastores que no fueron fieles a la misión que Dios les confió y anuncia:

Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas, de todos los países adonde las había expulsado, y las haré volver a sus praderas, donde serán fecundas y se multiplicarán. (Jeremías 23,1-6)
Con Jesús, esa profecía se cumple plenamente, como aparece en el evangelio de Juan, donde el Hijo de Dios se presenta como el Buen Pastor. En el evangelio de hoy lo vemos actuando como tal, compadeciéndose de la multitud y enseñándoles largamente:
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato. (Marcos 6,30-34)
El salmo continúa contándonos lo que hace el Pastor por sus ovejas:
Él me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas.
Praderas verdes donde las ovejas se alimentan y descansan; aguas tranquilas, donde se puede beber con calma; recuperación de las fuerzas… todo eso es lo que, normalmente buscaría el pastor para su rebaño; pero no tenemos que olvidar el sentido del salmo: El Señor es mi pastor; yo soy una de sus ovejas.
Praderas verdes y aguas tranquilas son imágenes de dones de Dios para nuestra alma. Comentando este salmo, dice un gran biblista, (Luis Alonso Schökel) cuyo comentario estoy siguiendo:
“hay un mundo espiritual de zonas áridas y verdes, de fatiga y reposo: basta que me deje guiar a un oasis por mi pastor, el Señor «Para que por la paciencia y el consuelo de la Escritura tengamos esperanza» (Romanos 15,4)”.
El oasis, el lugar de descanso, de agua y alimento, lo encontramos en la misma Palabra de Dios.
También en la vida espiritual hay momentos de sequedad, de sed, de fatiga. El agua no solo apaga la sed; la rehidratación devuelve flexibilidad y energía a los músculos. El encuentro con el Señor, en la Palabra, en los Sacramentos, nos fortalece. Así, después del descanso, con nuevas fuerzas, el Pastor hace marchar al rebaño.
Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre.
El pastor guía al rebaño por senderos y caminos que él conoce bien y sabe que son aptos para las ovejas en marcha.
Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal,
porque Tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Va bajando el sol, y al transitar por lugares bajos, la sombra de los montes crea una penumbra en la que no se ve bien… el pastor sigue guiando a las ovejas, apelando al oído y al tacto. Su bastón, va marcando su presencia al ritmo de sus pasos; su vara puede dar un suave toque a la oveja que se desvía, suficiente para que no se desoriente y vuelva al buen rumbo.

El salmista cambia su manera de hablar. Hasta ahora nos estaba contando acerca del pastor y de lo que hace por él; ahora le habla al pastor: “Tú estás conmigo”. Aquí hay algo muy grande.

“Yo estaré contigo” (Éxodo 3,12)

es la promesa que Dios le hizo a Moisés al llamarlo y enviarlo para liberar a su pueblo cautivo en Egipto. 
“Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20) 
es la promesa de Jesús con la que concluye el evangelio según san Mateo.

La segunda parte del salmo ya no se refiere a Dios como pastor, sino a Dios como anfitrión, que da refugio en su tienda a un perseguido, quien lo reconoce de esta manera:

Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos;
La hospitalidad es sagrada, y los perseguidores observan desde fuera del recinto sin poder intervenir, porque sería una ofensa muy grave contra el anfitrión.
unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa.
La hospitalidad incluye la fiesta: el óleo que unge la cabeza es signo de alegría, al igual que la copa desbordante.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida;
Los enemigos se han marchado y lo mismo hará el huésped, pero no va solo, sino escoltado por la bondad y la gracia del Señor.
Y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo.
La Casa del Señor es la meta de la peregrinación. Hacia allí caminamos, pero no vamos solos: Él nos acompaña, con su bondad y su gracia.
En la casa de mi Padre hay muchas mansiones (Juan 14,2)
Así lo anunció Jesús. Nos invita a caminar con Él, nos guía y acompaña en el camino y nos espera en la meta.

FIESTA PATRIA

El 18 de julio de 1830 se juró la primera constitución de la república. Uruguay comenzó su vida como un Estado independiente y organizado, con una ley fundamental. Con aciertos y carencias, la Constitución de 1830 estableció una forma de gobierno y de vida ciudadana. Muchas veces fue reformada; pero el 18 de julio de cada año nos recuerda que existe ese “librito” -como lo llamó el primer presidente del Uruguay- que establece derechos y deberes de los ciudadanos, así como atribuciones y límites de los tres poderes que tienen a su cargo, respectivamente, la administración de justicia, la elaboración y aprobación de las leyes y la acción del Estado. Los momentos en que la ley fundamental fue suspendida nos hacen ver su valor, así como la necesidad de que sea respetada, obedecida y, también, cuando sea necesario y en la forma que ella misma establece, corregida y perfeccionada.

SANTA Y SANTO

El jueves 22 recordamos a Santa María Magdalena. En 2016 el papa Francisco estableció que su memoria sea celebrada por toda la Iglesia como fiesta, por ser la primera testigo y evangelista de la resurrección del Señor, “la apóstol de los apóstoles”.
Un santo muy importante para la numerosa comunidad libanesa presente en Uruguay se recuerda el sábado 24: san Charbel Makhluf, sacerdote de la orden de los Maronitas Libaneses, que vivió con gran austeridad en el desierto, día y noche al servicio de Dios.

Amigas y amigos, esto es todo por hoy. Muchas gracias por su atención. Cuídense mucho. El Señor los bendiga y hasta la próxima semana si Dios quiere.
 

viernes, 16 de julio de 2021

Nuestra Señora del Carmen

En este día celebramos a nuestra Señora del Carmen. Aquí, en la Diócesis de Canelones, es patrona de dos parroquias, Migues y Toledo.
Es una de las advocaciones marianas más antiguas y más queridas.
Seguramente todos conocemos más de una María del Carmen o simplemente Carmen, Carmela y también algunos varones con el masculino Carmelo.
Karmel es una palabra hebrea que significa muchas cosas, que podrían resumirse en “jardín” o “huerto”: tierra cultivada, tierra fértil, tierra que produce frutos abundantes…
Karmel o Carmelo es el nombre que recibe en Tierra Santa una especie de cordillera, con una altura máxima de 550 metros, pero que se extiende a lo largo de 26 kilómetros y llega a tener hasta 7 kilómetros de ancho. Un extremo llega hasta el Mar Mediterráneo y parte de la ciudad de Haifa está asentada sobre el monte.

En la Biblia. En el libro de la Primera Alianza o Antiguo Testamento, encontramos varias referencias al Monte Carmelo. Allí encontramos las raíces de esta advocación mariana.
En el libro del Cantar de los Cantares, se dice de la amada que su cabeza 

“está erguida, como el monte Carmelo” (Cantares 7,5).

El profeta Isaías nos habla de la belleza del Carmelo como algo que permite imaginar 

“el esplendor de la Gloria de Dios” (Isaías 35,2).
Así aparece asociado el monte con la belleza que habla de Dios.

El monte Carmelo fue también el escenario de la confrontación del profeta Elías con 450 sacerdotes de Baal, episodio que nos cuenta el primer libro de los Reyes (1 Reyes 18,21ss). Allí el profeta, con valentía, defendió la pureza de la fe frente a la contaminación de los cultos a los ídolos.

También desde el monte Carmelo el mismo Elías rogó intensamente pidiendo la lluvia frente a la prolongada sequía que sufría la tierra. Pronto se vio desde el monte una nube 

“como la palma de un hombre, que sube del mar” (1 Reyes 18,44). 

Sin embargo, aunque la nube era pequeña, con ella llegó la lluvia salvadora, ansiada y esperada.
De esta manera, el Antiguo Testamento nos presenta el Carmelo como un sitio donde se manifiesta la belleza de Dios, un signo de la pureza de la fe, y un lugar desde donde es posible ver la llegada de la vida y de la salvación.

Los Carmelitas. En el monte Carmelo hay muchas cuevas naturales, en las que vivieron ermitaños, hombres que buscaban el encuentro con Dios por medio de la oración y de una vida austera. Esto se dio ya antes del cristianismo, con un grupo de profetas, pero continuó después. No se sabe mucho de la vida de esos hombres. En los siglos III y IV el monte comenzó a ser visitado también por peregrinos, que dejaron sus nombres escritos en las paredes de roca.
Engarzando con esa historia que está un poco entre brumas, a mediados del siglo XII un grupo de ermitaños comenzó a formar lo que terminaría siendo la Orden Carmelita. A comienzos del siglo XIII el patriarca de Jerusalén les entregó una regla que comenzaron a aplicar. Elegían un superior, vivían en celdas separadas, participaban en la Misa cada mañana, rezaban el Oficio Divino o Liturgia de las Horas y meditaban mientras hacían trabajo manual.
La devoción a la Virgen del Monte Carmelo era parte importante de su vida de fe. Ellos interpretaron la nube de la visión de Elías como un símbolo de la Virgen María; más aún, de María Inmaculada: María purísima, portadora de la Vida y la Salvación que trae su Hijo Jesús.
Las comunidades se fueron extendiendo por Tierra Santa, llegando a ser unas quince. Eran los tiempos del reino cristiano de Jerusalén, establecido por las Cruzadas. En el año 1250, el reino cayó en manos de los musulmanes mamelucos. La situación de los cristianos en Tierra Santa se hizo muy insegura.
Aquellos primeros Carmelitas se vieron forzados a abandonar el Monte Carmelo y sus otras comunidades y embarcarse hacia Europa. Una antigua tradición dice que cuando estaban por emprender su viaje se les apareció la Virgen y les dijo que ella sería su Estrella del Mar; y así aparece ese otro nombre mariano: Stella Maris, la Estrella del Mar. Por eso, la Virgen del Carmen es también patrona de los navegantes.
Ya en Europa, la Orden se fue extendiendo. Se formó y afianzó una rama femenina, las Carmelitas. Se empezó a difundir por el mundo la devoción a Nuestra Señora del Carmen.
Ayudó también en eso la difusión del Escapulario del Carmen, recibido de la Virgen por San Simón Stock, general de los Carmelitas, el 16 de julio de 1251.

La reforma teresiana. Al ir creciendo la Orden, el espíritu de austeridad, pobreza y oración se irá relajando. Frente a esto se levantó la reforma teresiana, surgida en "tiempos recios", para formar "amigos fuertes de Dios, para sustentar a los flacos", es decir, a los débiles (Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida, 15,5).

El 24 de agosto de 1562 Santa Teresa de Jesús fundó el Convento de San José, en su ciudad natal de Ávila. Así comenzó la rama de las Carmelitas Descalzas. San Juan de la Cruz hizo lo mismo con los varones, formando los Carmelitas Descalzos. Con los siglos, el Carmelo siguió dando frutos de santidad, y así tenemos en el siglo XIX a Santa Teresita del Niño Jesús y Santa Isabel de la Trinidad y en el siglo XX a Sor Benedicta de la Cruz, la filósofa judía Edith Stein, convertida al catolicismo y muerta en los campos nazis de exterminio.

En América. Con o sin los carmelitas, que fueron llegando en diferentes momentos, la Virgen del Carmen se hizo muy presente. Artigas le tenía una gran devoción, y eso le llevó a dar el nombre de Carmelo al pueblo que fundó el 12 de febrero de 1816 con gente trasladada desde un paraje llamado Las Víboras.
En Chile, el pueblo de Santiago hizo una promesa a la Virgen del Carmen, el 14 de marzo de 1818, frente al avance de los ejércitos españoles que venían a quitarles la independencia recién conquistada. Poco después, el 5 de abril, se libró la batalla de Maipú, con el triunfo de los ejércitos de las Provincias Unidas y de Chile, comandados por José de San Martín. Poco después se inició allí la construcción del Santuario Nacional de Maipú, gran templo dedicado a Nuestra Señora del Carmen, patrona de Chile.

En Uruguay. Los Carmelitas llegaron a Uruguay a comienzos del siglo pasado, en tiempos de José Batlle y Ordóñez. Todavía no estaba separada la Iglesia del Estado, de modo que para asentar en el país una nueva comunidad religiosa era necesario un permiso del gobierno.
Desde España llegó, con esa misión, el Padre Constancio. Encontró muchas trabas, hasta que logró ser recibido por José Batlle y Ordóñez en el comienzo de su segunda presidencia. Se cuenta que cuando estuvo frente al presidente, el P. Constancio, con su marcado acento español y con natural simpatía le dijo: “Yo sé, Don José, que usted no le tiene gran estima a los que van vestidos de negro, pero míreme a mí de hábito marrón y sandalias; ¡permítame fundar!”. El presidente no pudo menos que sonreír y surgió enseguida un aprecio entre ellos que culminó con el permiso de fundación.

El escapulario. ¿Qué es el escapulario? Es lo que la Iglesia llama un sacramental, es decir, un objeto religioso, aprobado por la Iglesia, que nos ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción. Los sacramentales deben mover nuestros corazones a renunciar a todo pecado.
El escapulario de la Virgen del Carmen es como un hábito religioso en miniatura que todos los devotos pueden llevar como signo de su consagración a María.
El escapulario tiene tres significados:
-    El amor y protección maternal de María, porque es como un pequeño manto, y así representa el manto de la Virgen que nos protege como madre
-    La pertenencia a María, porque es como una marca que nos distingue
-    El suave yugo de Cristo, como un eco de las palabras de Jesús: “carguen con mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón. Mi yugo es suave y mi carga liviana” (Mt 11,29-30).

viernes, 9 de julio de 2021

San Benito: Ora et Labora. Domingo XV durante el año.



El 11 de julio es el día de San Benito, fundador de la Orden Benedictina, un santo de hace 1500 años que sigue teniendo mucho para decir al mundo de hoy. San Pablo VI lo nombró, por fundadas razones, patrono de Europa. Joseph Ratzinger, al ser elegido sucesor de Pedro, lo hizo patrono de su pontificado, tomando su nombre, Benedicto, otra forma de Benito.
En nuestra diócesis está presente la congregación Benedictina de la Santa Cruz del Cono Sur, hoy solo en su rama femenina, en el monasterio Santa María Madre de la Iglesia, en El Palmar. El monasterio de La Pascua, donde estuvieron los benedictinos, sigue siendo un lugar de referencia para quienes buscan crecer en su vida espiritual.
Vamos a acercarnos a este gran santo que nos dejó el testimonio de su vida y plasmó sus enseñanzas en su famosa Regla.
Benito nació en Italia, no lejos de Roma, a fines del siglo V. Para entender mejor su época, recordemos un poquitito de historia del Imperio Romano.
Jesús nació en tiempos del primer emperador, Octavio Augusto.
El cristianismo se fue extendiendo por el imperio, sufriendo persecuciones y regando la tierra con la sangre de numerosos mártires.
En el año 313, el Emperador Constantino dictó el decreto de Milán, estableciendo la libertad religiosa en el Imperio. Los cristianos dejaron de ser perseguidos.
En el año 380, el Emperador Teodosio estableció el cristianismo como religión oficial.
A su muerte, el imperio se dividió en dos secciones: Oriente, con capital en Constantinopla y Occidente, con capital en Roma.
El Imperio Romano de Occidente terminó en el año 476, cuando el emperador Rómulo Augusto fue depuesto por Odoacro, jefe de uno de los pueblos llamados “bárbaros” que se habían ido introduciendo en el imperio.
Entonces… Benito nació en un mundo cristianizado pero que se encontraba en transformación, en un verdadero cambio de época. Era el fin de la época antigua y la transición a un nuevo período histórico que suele llamarse “Edad Media”.

La familia de Benito tenía una buena posición económica y lo envió a estudiar a Roma. El joven no se quedó allí mucho tiempo. Veía a sus compañeros llevar una vida moralmente muy desordenada, y no quería dejarse arrastrar por ellos. El Papa San Gregorio, que escribió la primera biografía de Benito decía que éste “solo quería agradar a Dios”. Buscando conocer la voluntad de Dios para su vida, se retiró con unos monjes y luego a vivir en soledad, como eremita, en Subiaco, donde pasó tres años. Fue un tiempo de maduración, que ha sido resumido de esta manera:

Allí tuvo que soportar y superar las tres tentaciones fundamentales de todo ser humano: la tentación de autoafirmarse y el deseo de ponerse a sí mismo en el centro; la tentación de la sensualidad; y, por último, la tentación de la ira y de la venganza. (Benedicto XVI, catequesis, 9 de abril 2008)
Así alcanzó la paz en su alma y comenzó la fundación de monasterios en la zona de Subiaco. En el año 529 deja esa región para establecerse en Montecassino; un lugar a la vez retirado, pero también visible, en lo alto de un monte, para mostrar la fe como fuerza de vida. Allí murió, en el año 547, dejando con su Regla y con la familia benedictina un gran patrimonio para la Iglesia y el mundo.

Es conocido el lema de san Benito: ora et labora; reza y trabaja. La oración es fundamentalmente el Oficio Divino o Liturgia de las Horas, es decir, el rezo de los salmos y la lectura de la Palabra de Dios, distribuidos en diferentes momentos del día, ordenando los tiempos de oración, trabajo y descanso.
Como lo explica en el prólogo de la Regla, una parte muy importante de la oración es la escucha. De hecho, el imperativo “Escucha” es la primera palabra de la regla. Más adelante dice:
oigamos con oído atento lo que diariamente nos amonesta la voz de Dios (Prólogo, 9).    
Aquello que se escucha debe llevar a la acción, a la acción concreta: reza y trabaja.
el Señor espera que respondamos diariamente con obras a sus santos consejos (Prólogo, 35).
Sin embargo, San Benito no olvida que solo somos colaboradores de Dios, es decir, que trabajamos junto con Él. Por eso, dice también la regla:
Ante todo, pídele con una oración muy constante que lleve a su término toda obra buena que comiences (Prólogo, 4)
San Pablo VI, al proclamar a San Benito como patrono de Europa señala tres elementos decisivos en la obra benedictina: la cruz, el libro y el arado.
La cruz, signo de la Ley de Cristo; que ayudó en forma consistente a ordenar la vida pública y privada;
El libro, signo de la cultura, preservada en las bibliotecas de los monasterios, en numerosas copias hechas a mano;
Finalmente, el arado: el cultivo de los campos, sembrando y cosechando aún allí donde la tierra parecía yerma y estéril.
“Busca la paz y síguela” [Salmo 33 (34), 14] 

dice uno de los salmos, que cita también san Benito en la Regla (Prólogo, 14). Como dice San Pablo, 

Cristo es nuestra paz (Efesios 2,14). 

El Señor nos llama a seguirlo y nos envía a anunciar su Palabra. Recemos juntos:

Señor y Dios nuestro, que hiciste del abad san Benito
un esclarecido maestro en la escuela del servicio divino,
concédenos que, sin anteponer nada a tu amor,
avancemos con un corazón generoso
por el camino de tus mandamientos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos.
(Misa de San Benito, oración colecta)

Martes 13 X 4

El martes 13 tenemos cuatro cosas a recordar:

  • Es el día de María, Rosa Mística. En nuestra diócesis hay una capilla dedicada a ella en el territorio de la parroquia San Francisco, que tiene su sede en el municipio Colonia Nicolich.
  • En 2003 se celebró la dedicación de la Catedral de Canelones, Santuario nacional de Nuestra Señora de Guadalupe.
  • En 1986, hace 35 años, fue ordenado Obispo Mons. Orlando Romero, que comenzó como Obispo auxiliar de Montevideo y es actualmente Obispo emérito de nuestra Diócesis.
  • El año pasado, a los 75 años, falleció un sacerdote de Don Orione, el Padre Manuel Barbé, que estuvo en distintos períodos en la parroquia y en el Cottolengo de La Floresta y que siguió allí viviendo su entrega sacerdotal hasta el final.

Nuestra Señora del Carmen

En esta semana celebramos también a la Virgen del Carmen, cuya fiesta es el viernes 16. Es la patrona de las parroquias de Migues y de Toledo, así como de varias capillas en las parroquias de Las Piedras, Sauce, Tala, y Pando.

Gracias, amigas y amigos, por su atención. Eso es todo por hoy. Cuídense mucho.
Que el Señor los bendiga y hasta la próxima semana si Dios quiere.


viernes, 2 de julio de 2021

“No pudo hacer allí ningún milagro” (Marcos 6, 1-6a) Domingo XIV durante el año.

Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos.
Así comienza el evangelio que escuchamos este domingo. ¿De dónde salió Jesús y hacia dónde se dirigía? Jesús salió de la casa de Jairo, un hombre que había ido a buscar a Jesús porque su hija estaba enferma.
En el camino, acompañado por una gran multitud, Jesús sintió que alguien lo había tocado. Era una mujer que sufría una larga y penosa enfermedad y que tocó el manto de Jesús con la esperanza de ser curada. Y así sucedió. A ella, Jesús le dijo:
«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad».
Mientras sucedía todo esto, llegó gente de la casa de Jairo para decirle que su hija había muerto. Al padre de la niña, Jesús le dijo:
«No temas, basta que creas».
Cuando Jesús llegó a la casa, tomó a la niña de la mano y la regresó a la vida.
Desde esa casa y ese camino donde Jesús encontró gente que creía en él y donde realizó dos milagros: desde allí sale Jesús.
Se dirige ahora a su pueblo: Nazaret de Galilea. Jesús ya tiene cierta fama por sus milagros y su predicación. Es un maestro que ha formado un grupo de discípulos. Mucha gente que lo ha escuchado afirma que él “enseña con autoridad”.
Al llegar el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. ¿Cuál fue la reacción de esta gente, sus antiguos vecinos?
«¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?» Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo.
“Nadie es profeta en su tierra”, dice el refrán que, al parecer, ya existía antes de Jesús.
El evangelista completa el relato con estas palabras desoladoras:
Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y Él se asombraba de su falta de fe.

De esta forma, el evangelista Marcos nos presenta el contraste entre los que creen y los que no creen en Jesús. Donde está la fe, Jesús actúa y sana; donde no encuentra fe, no realiza ningún milagro.

Sin embargo, de esto no tenemos que sacar la conclusión de que si alguien se enferma y no sana es porque no tiene fe. Creyentes y no creyentes estamos igualmente expuestos a la posibilidad de enfermarnos. La fe hace posible los milagros, pero Dios no está obligado a realizarlos. Por eso, frente a la enfermedad, rezamos pidiendo que se haga la voluntad de Dios, sin pretender dirigir esa voluntad. Rezamos con la confianza de que Dios quiere nuestro bien y ese bien es, en definitiva, nuestra salvación.

En la segunda lectura, san Pablo nos cuenta de su sufrimiento por algo que él describe como “una espina clavada en mi carne”.
Tres veces pedí al Señor que me librara, pero Él me respondió: «Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad».
Sí: como Pablo, quisiéramos estar libres de cualquier cosa que nos atormente en el cuerpo o en el espíritu. Pero Pablo sabe que hay algo más importante que la salud: la salvación. Por eso, es reconfortante para él oír esas palabras: “te basta mi gracia”. Pablo experimenta la gracia de Dios. Es desde esa experiencia que él dice de Cristo “me amó y se entregó por mí”; “ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”… es la alegría de la salvación. Es la alegría de quien ha encontrado la salvación en Jesucristo.

La salud es siempre una preocupación, especialmente sentida en este tiempo de pandemia; pero más aún nos tendría que preocupar la salvación. Jesús no es meramente un sanador: es el Salvador. Sus curaciones están unidas a la salvación: Tu fe te ha salvado.

Jesús salva sanando de raíz, sanando el corazón humano, salvando de una vida absurda y sin sentido; de una vida centrada egoístamente sobre uno mismo, de una vida carente de amor verdadero; nos salva de una culpabilidad vivida sin la experiencia del arrepentimiento y del perdón. Jesús ensancha nuestro corazón para que podamos recibir y corresponder al amor del Padre, amando a Dios y a nuestro prójimo.

La visita de Jesús a Nazaret y el rechazo que experimenta allí no es una anécdota. Es un llamado de atención para que no nos quedemos en lo que ya conocemos, sino que renovemos y profundicemos nuestra fe en Jesucristo, nuestro Salvador, que con su cruz y su resurrección nos hace posible participar de la vida de Dios desde ahora y para siempre.

Noticias

El jesuita Fabián Antúnez, nacido en el Chaco argentino, ordenado sacerdote en Uruguay en 2006, hasta ahora rector del Colegio Sagrado Corazón de Montevideo, conocido como Colegio Seminario, ha sido nombrado por el Papa Francisco obispo de San José de Mayo. Saludamos al nuevo pastor y a toda su comunidad diocesana y pedimos para todos ellos la intercesión de su patrono San José.

Todos los meses el Papa Francisco nos propone un motivo de oración. La intención para este mes de julio es la amistad social, un ideal al que el Santo Padre se ha referido muchas veces; recientemente en su encíclica Fratelli Tutti.
La invitación dice así:

Recemos para que, en situaciones sociales, económicas y políticas conflictivas, seamos arquitectos de diálogo y de amistad, valientes y apasionados.

Santos de la semana

Recordamos algunos de los santos de esta semana.
El 6 de julio, dos mujeres:
Santa María Goretti, virgen y mártir italiana. Vivió con la luz de la fe una infancia dura. A los 12 años murió en defensa de su castidad a causa de las heridas que le produjo con un punzón un joven que intentaba violarla cuando estaba sola en su casa. Era el año 1902. Años después, en la cárcel, aquel hombre se arrepintió y pidió perdón a la familia de María. Terminó sus días a los 88 años, como jardinero y portero de un convento de los frailes capuchinos.
En 2018 el papa Francisco canonizó a Santa Nazaria March, nacida en España y emigrante con su familia a América. Movida por una vocación misionera, consagró su vida a la evangelización de los pobres y necesitados en varias naciones de América latina y fundó el Instituto de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia (1943). Estuvo en distintos momentos en el Uruguay, donde su congregación sigue desarrollando su misión.

Gracias, amigas y amigos, por su atención. Sigamos cuidándonos y cuidando de los demás. Que el Señor los bendiga y hasta la próxima semana si Dios quiere.