sábado, 23 de mayo de 2015

Capilla Beato Óscar Romero - Mártires Latinoamericanos, Río Branco, Cerro Largo, Diócesis de Melo


Una soleada tarde de 1993

El sàbado 26 de marzo de 1993, víspera de Domingo de Ramos, fue un día soleado. Esa tarde, en el Barrio Cirilo Olivera de la ciudad de Río Branco, se inauguró una capilla dedicada a los Mártires Latinoamericanos.

Según cuenta la revista diocesana Comuniòn, "vecinos del lugar, convocados por el Padre Miguel, con delegaciones de otras comunidades, convergieron hacia la hermosa capilla, ubicada en el corazón del barrio, dedicada a los Mártires de América Latina, comenzando por los que fueron canonizados (mayo de 1988) por Juan Pablo II en Asunción: el paraguayo Roque González, el zamorano Alonso Rodríguez y Juan del Castillo, a los que se suman la lista interminable de hombres y mujeres que han dado su vida por el Pueblo de América Latina, comenzando por Mons. Óscar Romero.
En una capilla colmada de fieles, se inició la Eucaristía en Acción de Gracias que presidieron el Obispo y los sacerdotes de la ciudad. En las ofrendas se recordó a los anónimos trabajadores que, en tiempo récord, levantaron la Capilla. Luego de la bendición, hubo una convivencia y muy bien servida, por cierto, con el sello propio del P: Miguel."

El Padre Miguel García Caba había llegado a Río Branco en marzo del año anterior. Después de varios años en la Diócesis de Melo, en la parroquia de Cerro Chato, este sacerdote catalán había hecho un paréntesis de casi cinco años en misión en Chile y Argentina (Jujuy). Al reintegrarse a la Diócesis de Melo, se fue a vivir a la zona sur de Río Branco, en una casita bastante precaria, en el Barrio Cirilo Olivera.

No tardó en conseguir un terreno para levantar una capilla para esa zona de la ciudad en pleno crecimiento. Contando con el predio, comenzó la construcción, que insumió mucho trabajo de carpintería, para lo que contó con viejos amigos de Cerro Chato. La construcción de la capilla se completó luego con sacristía, baño y salones.

El P. Miguel desarrolló allí su pastoral, en cercanía con los pobres, hasta su muerte en 2004. Sus restos descansan en la capilla que él mismo ayudó a construir. No falta frente a su tumba una flor o una vela encendida. La comunidad sigue encontrándose allí semanalmente para su reunión y mensualmente para la Eucaristía.

La admiración del P. Miguel por la figura de Mons. Óscar Romero, arzobispo de San Salvador asesinado el 24 de marzo de 1980, le llevó a desear dar su nombre a la capilla. Las normas de la Iglesia no permiten que eso se haga cuando la santidad de una persona no ha sido todavía reconocida por la Iglesia, de modo que se llegó finalmente al nombre de "Mártires Latinoamericanos", incluyendo a aquellos ya canonizados, como los mártires de las misiones jesuiticas entre los guaraníes, y englobando a quienes dieron su vida en los años duros de América Latina, como Mons. Romero.

Una lluviosa mañana de 2015

A las 11:30 de la mañana del 23 de mayo de 2015 -el día de hoy- mientras en El Salvador se ultimaban los preparativos para la beatificación de Mons. Romero, obispo y mártir, que se iniciaría a las 13 horas de Uruguay, comenzaba la Misa en la capilla Mártires Latinoamericanos, presidida por Mons. Heriberto Bodeant, Obispo de Melo y el párroco de Río Branco, P. Nacho Aguirre.

La lluvia, que caía por momentos muy intensamente, fue agradecida, en medio de la sequía que padece Uruguay. En la parroquia se estaba rezando una Novena pidiendo que lloviera, con la participación especial de las comunidades de la campaña en torno a Río Branco.

Al igual que en la inauguración, 22 años antes, delegaciones de las distintas comunidades de la parroquia de Río Branco se hicieron presentes junto a la comunidad del barrio. La celebración fue cuidadosamente preparada por la comunidad de la capilla, con varios gestos y el recuerdo de los mártires latinoamericanos.

Mons. Heriberto comenzó su homilía preguntando a la gente del barrio sobre la historia de la capilla y recordando la figura del P. Miguel, para luego compartir la forma en que fue conociendo a Mons. Romero. El Obispo recordó que la muerte de Mons. Romero coincidió en el año con su entrada al Seminario. Diez años después, estudiando en Francia, leyó el diario del obispo mártir, que le prestó un estudiante salvadoreño. Finalmente, este año pudo visitar la tumba de Mons. Romero y la capilla del Hospital de la Divina Providencia, donde fue asesinado. (Ver Tres momentos con Mons. Óscar Romero).

Luego de la Misa se exhibió el documental "Oscar Romero: un misterio de Dios" y siguió luego almuerzo y guitarreada.

El anhelo del P. Miguel se cumplió y Mons. Romero no puede recibir mejor homenaje que el de estar también aquí cercano a los humildes.

jueves, 21 de mayo de 2015

Una capilla de la Diócesis de Melo llevará el nombre de Mons. Romero

Capilla "Mártires Latinoamericanos", Río Branco

Mural de Óscar Romero en la Facultad de Jurisprudencia
y Ciencias Sociales de la Universidad de El Salvador

Una capilla de la Diócesis de Melo llevará el nombre de Mons. Romero.
El Obispo celebrará allí la Misa el sábado 23 a las 11 horas.


El próximo sábado 23 de mayo, en la capital de El Salvador, será beatificado Mons. Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador de 1977 a 1980. Mons. Romero fue asesinado el lunes 24 de marzo de 1980, mientras celebraba la Misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, en cuyo entorno tenía él su casa. El día anterior, había pronunciado una vibrante homilía en la Catedral de San Salvador, difundida también por la radio de la Arquidiócesis, en la que pedía que cesara la represión al pueblo salvadoreño:

«Ante una orden de matar que dé un hombre debe prevalecer la ley de Dios que dice "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. (…) En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: cese la represión. »
Un sacerdote español al servicio de la Diócesis de Melo, el P. Miguel García Caba, movido por el testimonio de este pastor que dio la vida por sus ovejas, quiso dar su nombre a una capilla de la ciudad de Río Branco, donde él tenía el centro de su servicio pastoral. Las normas de la Iglesia no permiten dar a un templo el nombre de alguien cuya santidad no haya sido todavía reconocida oficialmente (en cambio sí se puede dar su nombre a un salón o a una institución educativa). Se optó entonces por el nombre genérico de “Mártires Latinoamericanos”.

Los años pasaron. En 2004 falleció el P. Miguel y sus restos descansan hoy en el pequeño templo, ubicado en el barrio Cirilo Olivera.

La beatificación de Mons. Romero permite que ahora sí la capilla lleve su nombre. Esto quedará establecido a partir de una Misa que celebrarán el Obispo de Melo, Mons. Heriberto Bodeant y el P. Nacho Aguirre, párroco de Río Branco, junto a la comunidad local. La capilla pasará a llamarse "Beato Óscar Romero y Mártires Latinoamericanos".

La Misa será el sábado 23 de mayo, a las 11:00 de la mañana. La capilla se encuentra en la calle Josefa Mendoza de Vaz, entre Carlos Vaz Ferreira y Federico Radunz, Barrio Cirilo Olivera, ciudad de Río Branco.

miércoles, 20 de mayo de 2015

30º Encuentro de Diócesis de Frontera - Encarnación 2015 - Mensaje Final

Catedral de Encarnación

30º Encuentro de Diócesis de Frontera

Encarnación (Paraguay) 18–20 de mayo de 2015

Mensaje Final

“Los vecinos se encuentran para compartir, reflexionar y celebrar la vocación y misión del laico a partir de la eclesiología del Vaticano II en tiempos de conversión pastoral por una vida más plena y digna de nuestros pueblos”

La ciudad paraguaya de Encarnación está celebrando los 400 años de su fundación por San Roque González de Santa Cruz, mártir de las Misiones Jesuíticas que abarcaron parte de los actuales territorios de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.

Los 50 años de la clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II han sido motivo de celebración y reflexión, en especial en lo que concierne a la vocación y misión de los fieles laicos, es decir hombres y mujeres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres y mujeres del mundo en el corazón de la Iglesia, con realidades y testimonios de los cuatro países.

En nombre de la fe cristiana, movidos y sostenidos por el Espíritu Santo, hemos buscado caminos viables para nuestras urgencias, estrechando al mismo tiempo los lazos de amistad de nuestros pueblos al compartir problemas y desafíos que nos envuelven y nos afectan.

Ante una realidad, caracterizada como cultura “líquida” o “light”, donde la pérdida de sentido de la vida, más un exacerbado consumismo e individualismo, generan como resultado escandalosas situaciones de pobreza, inequidad e injusticias, nos resuenan las palabras del Señor a sus discípulos:
“Ustedes son la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo de la mesa, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en los cielos” (Mt 5, 13-16).
Palabra viva y eficaz que continúa desafiándonos a ser una Iglesia auténticamente misionera, que responda positivamente a los anhelos y necesidades de nuestra gente que vive clamando por una vida más plena y digna para nuestros pueblos.

El estar hoy llamados, con énfasis, a una permanente conversión pastoral de nuestras comunidades nos exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera (DA 370). Así será posible que “el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial” (NMI 12) con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera y signo de una sociedad más humana y más habitable para todos.

Los fieles laicos, cuya vocación específica los coloca en el corazón del mundo y en las más variadas tareas temporales, deben ejercer por lo mismo una forma singular de evangelización. Su tarea primera e inmediata es poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo. El campo propio de su actividad evangelizadora es el mundo vasto y complejo de la política, lo social, la economía, la cultura, las ciencias y las artes, la convivencia internacional, los medios de comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la familia, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento, etc.

Cuanto más los fieles laicos sean impregnados del Evangelio, responsables de estas realidades y claramente comprometidos en ellas, más estarán al servicio de la edificación del Reino de Dios y, por consiguiente, de la salvación en Cristo Jesús. (EN 70). Su misión propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo que, con su testimonio y su actividad, contribuyan a la transformación de las realidades y la creación de estructuras justas y solidarias según los criterios del Evangelio.

Por cuanto, también ellos mismos demandan un acompañamiento pastoral cercano y permanente, una formación seria y sólida acorde a los múltiples desafíos del mundo de hoy, y una espiritualidad laical propia que asuma la dimensión integral del ser humano, tanto personal como comunitaria. Así ellos, por el bautismo, comparten la misión, el deber, pero también el derecho de hacer creíble la fe que profesan, mostrando autenticidad y coherencia en su conducta. (DA 209-210).

Desde estas profundas convicciones y anhelos, en la presencia del Señor de la historia y la protección maternal de María, Madre de la Evangelización, en la advocación de Nuestra Señora de Caacupé, seguiremos buscando fuerza y luz para que el compromiso y misión de los fieles laicos sea fecundo y fructuoso para todos nosotros, que buscamos caminar juntos en este rincón del mundo.

Encarnación, 20 de mayo de 2015
Participantes de los siguientes países y diócesis:
Argentina. Diócesis de Concordia, Corrientes, Goya y Posadas.
Brasil. Diócesis de Bagé, Chapecó, Santo Ângelo y Uruguaiana.
Paraguay. Diócesis de Asunción, Ciudad del Este y Encarnación.
Uruguay. Diócesis de Melo, Salto y Tacuarembó.

lunes, 11 de mayo de 2015

Mañana comienza en Santo Domingo, Rca. Dominicana, la XXXV Asamblea del Consejo Episcopal Latinoamericano. Tres obispos uruguayos participan.

La actual presidencia del CELAM en visita al Papa Francisco
Tres Obispos uruguayos se encuentran ya en la capital de República Dominicana para participar en la XXXV asamblea del CELAM: Mons. Carlos Collazzi, Obispo de Mercedes, que integra la actual presidencia del CELAM, como presidente del Consejo Económico del organismo; Mons. Rodolfo Wirz, Obispo de Maldonado-Punta del Este, presidente de la CEU; Mons. Heriberto Bodeant, Obispo de Melo, secretario general de la CEU.

El Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM inicia mañana su XXXV Asamblea General Ordinaria en Santo Domingo, República Dominicana, que concluirá el viernes 15 de Mayo de 2015.

Estas Asambleas se realizan cada dos años, cada vez en un país diferente, con la participación de los Presidentes y Delegados de las 22 Conferencias Episcopales de América Latina y de El Caribe, de la actual presidencia y de los directivos del CELAM, para un total de 56 miembros con voz y voto.

La actual Presidencia del CELAM está conformada de la siguiente manera: Presidente, Monseñor Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de Tlalnepantla, México; Primer Vicepresidente, Cardenal Rubén Salazar Gómez, Arzobispo de Bogotá, Colombia; Segundo Vicepresidente, Dom Dimas Lara Barbosa, Arzobispo de Campo Grande, Brasil; Secretario General, Monseñor Santiago Silva Retamales, Obispo Auxiliar de Valparaíso, Chile; y Presidente del Comité Económico, Monseñor Carlos María Collazzi, SDB, Obispo de Mercedes, Uruguay.

En esta XXXV Asamblea la Presidencia y los Directivos del CELAM presentan su Informe de Gestión acerca del Plan Global y de los 76 Programas del cuatrienio que termina. Teniendo en cuenta este informe y examinando los desafíos que tiene la Iglesia hoy en este Continente, se deciden, a la luz del Evangelio y del magisterio pontificio, las líneas directrices para el Plan Global del CELAM para el nuevo cuatrienio 2015-2019; y se eligen las nuevas autoridades del CELAM para el cuatrienio que se inicia.

Los Delegados de las Conferencias Episcopales al CELAM, por su parte, presentarán un informe sobre la realidad social y eclesial de sus países. Todo esto se realiza en un contexto de vida de fe y de comunión eclesial, desde la condición de discípulos y pastores de los participantes.

La Eucaristía inaugural será presidida por el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, Arzobispo de Santo Domingo, en la Catedral Primada de América, a las seis de la tarde.

Además de los miembros de la Asamblea, el CELAM ha invitado al Cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación para los Obispos y Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Participa también el Nuncio Apostólico en República Dominicana, Monseñor Jude Thaddeus.

De la Conferencia Episcopal de Estados Unidos estará Monseñor Octavio Cisneros, Arzobispo de Brooklyn; y el Padre Juan J. Molina, OSST, Director del Comité Iglesia en Latinoamérica. De Alemania participarán Monseñor Bernd Klaschka, Director General de Adveniat; y Monseñor Pirmin Spiegel, Director General de Misereor. De Brasil estará presente el licenciado Juan Esteban Belderrain, Director de PORTICUS.

La Confederación Latinoamericana de Religiosos-CLAR estará representada por la Hermana María Altagracía Ortiz Mena, SS.CC, Vicepresidenta, residente en República Dominicana.

Con alegría por el deber cumplido y con gran esperanza el CELAM realiza su XXXV Asamblea Ordinaria del CELAM en el nombre del Señor Jesús e invocando la maternal protección de Santa María de Altagracia, Patrona de República Dominicana y de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América Latina.

Pbro. LEONIDAS ORTIZ L. (Con edición del blog)
Secretario Adjunto del CELAM

Comunicar la familia: ambiente privilegiado del encuentro en la gratuidad del amor. 49ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.

Comunicar la familia: ambiente privilegiado del encuentro en la gratuidad del amor.

Mensaje del Papa Francisco con motivo de la 49ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.

El tema de la familia está en el centro de una profunda reflexión eclesial y de un proceso sinodal que prevé dos sínodos, uno extraordinario –apenas celebrado– y otro ordinario, convocado para el próximo mes de octubre. En este contexto, he considerado oportuno que el tema de la próxima Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales tuviera como punto de referencia la familia. En efecto, la familia es el primer lugar donde aprendemos a comunicar. Volver a este momento originario nos puede ayudar, tanto a comunicar de modo más auténtico y humano, como a observar la familia desde un nuevo punto de vista.
Podemos dejarnos inspirar por el episodio evangélico de la visita de María a Isabel (cf. Lc 1,39-56). «En cuanto Isabel oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a voz en grito: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”» (vv. 41-42).
Este episodio nos muestra ante todo la comunicación como un diálogo que se entrelaza con el lenguaje del cuerpo. En efecto, la primera respuesta al saludo de María la da el niño saltando gozosamente en el vientre de Isabel. Exultar por la alegría del encuentro es, en cierto sentido, el arquetipo y el símbolo de cualquier otra comunicación que aprendemos incluso antes de venir al mundo. El seno materno que nos acoge es la primera «escuela» de comunicación, hecha de escucha y de contacto corpóreo, donde comenzamos a familiarizarnos con el mundo externo en un ambiente protegido y con el sonido tranquilizador del palpitar del corazón de la mamá. Este encuentro entre dos seres a la vez tan íntimos, aunque todavía tan extraños uno de otro, es un encuentro lleno de promesas, es nuestra primera experiencia de comunicación. Y es una experiencia que nos acomuna a todos, porque todos nosotros hemos nacido de una madre.
Después de llegar al mundo, permanecemos en un «seno», que es la familia. Un seno hecho de personas diversas en relación; la familia es el «lugar donde se aprende a convivir en la diferencia» (Exort. ap. Evangelii gaudium, 66): diferencias de géneros y de generaciones, que comunican antes que nada porque se acogen mutuamente, porque entre ellos existe un vínculo. Y cuanto más amplio es el abanico de estas relaciones y más diversas son las edades, más rico es nuestro ambiente de vida. Es el vínculo el que fundamenta la palabra, que a su vez fortalece el vínculo. Nosotros no inventamos las palabras: las podemos usar porque las hemos recibido. En la familia se aprende a hablar la lengua materna, es decir, la lengua de nuestros antepasados (cf. 2 M 7,25.27). En la familia se percibe que otros nos han precedido, y nos han puesto en condiciones de existir y de poder, también nosotros, generar vida y hacer algo bueno y hermoso. Podemos dar porque hemos recibido, y este círculo virtuoso está en el corazón de la capacidad de la familia de comunicarse y de comunicar; y, más en general, es el paradigma de toda comunicación.
La experiencia del vínculo que nos «precede» hace que la familia sea también el contexto en el que se transmite esa forma fundamental de comunicación que es la oración. Cuando la mamá y el papá acuestan para dormir a sus niños recién nacidos, a menudo los confían a Dios para que vele por ellos; y cuando los niños son un poco más mayores, recitan junto a ellos oraciones simples, recordando con afecto a otras personas: a los abuelos y otros familiares, a los enfermos y los que sufren, a todos aquellos que más necesitan de la ayuda de Dios. Así, la mayor parte de nosotros ha aprendido en la familia la dimensión religiosa de la comunicación, que en el cristianismo está impregnada de amor, el amor de Dios que se nos da y que nosotros ofrecemos a los demás.
Lo que nos hace entender en la familia lo que es verdaderamente la comunicación como descubrimiento y construcción de proximidad es la capacidad de abrazarse, sostenerse, acompañarse, descifrar las miradas y los silencios, reír y llorar juntos, entre personas que no se han elegido y que, sin embargo, son tan importantes las unas para las otras. Reducir las distancias, saliendo los unos al encuentro de los otros y acogiéndose, es motivo de gratitud y alegría: del saludo de María y del salto del niño brota la bendición de Isabel, a la que sigue el bellísimo canto del Magnificat, en el que María alaba el plan de amor de Dios sobre ella y su pueblo. De un «sí» pronunciado con fe, surgen consecuencias que van mucho más allá de nosotros mismos y se expanden por el mundo. «Visitar» comporta abrir las puertas, no encerrarse en uno mismo, salir, ir hacia el otro. También la familia está viva si respira abriéndose más allá de sí misma, y las familias que hacen esto pueden comunicar su mensaje de vida y de comunión, pueden dar consuelo y esperanza a las familias más heridas, y hacer crecer la Iglesia misma, que es familia de familias.
La familia es, más que ningún otro, el lugar en el que, viviendo juntos la cotidianidad, se experimentan los límites propios y ajenos, los pequeños y grandes problemas de la convivencia, del ponerse de acuerdo. No existe la familia perfecta, pero no hay que tener miedo a la imperfección, a la fragilidad, ni siquiera a los conflictos; hay que aprender a afrontarlos de manera constructiva. Por eso, la familia en la que, con los propios límites y pecados, todos se quieren, se convierte en una escuela de perdón. El perdón es una dinámica de comunicación: una comunicación que se desgasta, se rompe y que, mediante el arrepentimiento expresado y acogido, se puede reanudar y acrecentar. Un niño que aprende en la familia a escuchar a los demás, a hablar de modo respetuoso, expresando su propio punto de vista sin negar el de los demás, será un constructor de diálogo y reconciliación en la sociedad.
A propósito de límites y comunicación, tienen mucho que enseñarnos las familias con hijos afectados por una o más discapacidades. El déficit en el movimiento, los sentidos o el intelecto supone siempre una tentación de encerrarse; pero puede convertirse, gracias al amor de los padres, de los hermanos y de otras personas amigas, en un estímulo para abrirse, compartir, comunicar de modo inclusivo; y puede ayudar a la escuela, la parroquia, las asociaciones, a que sean más acogedoras con todos, a que no excluyan a nadie.
Además, en un mundo donde tan a menudo se maldice, se habla mal, se siembra cizaña, se contamina nuestro ambiente humano con las habladurías, la familia puede ser una escuela de comunicación como bendición. Y esto también allí donde parece que prevalece inevitablemente el odio y la violencia, cuando las familias están separadas entre ellas por muros de piedra o por los muros no menos impenetrables del prejuicio y del resentimiento, cuando parece que hay buenas razones para decir «ahora basta»; el único modo para romper la espiral del mal, para testimoniar que el bien es siempre posible, para educar a los hijos en la fraternidad, es en realidad bendecir en lugar de maldecir, visitar en vez de rechazar, acoger en lugar de combatir.
Hoy, los medios de comunicación más modernos, que son irrenunciables sobre todo para los más jóvenes, pueden tanto obstaculizar como ayudar a la comunicación en la familia y entre familias. La pueden obstaculizar si se convierten en un modo de sustraerse a la escucha, de aislarse de la presencia de los otros, de saturar cualquier momento de silencio y de espera, olvidando que «el silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido» (Benedicto XVI, Mensaje para la XLVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24 enero 2012). La pueden favorecer si ayudan a contar y compartir, a permanecer en contacto con quienes están lejos, a agradecer y a pedir perdón, a hacer posible una y otra vez el encuentro. Redescubriendo cotidianamente este centro vital que es el encuentro, este «inicio vivo», sabremos orientar nuestra relación con las tecnologías, en lugar de ser guiados por ellas. También en este campo, los padres son los primeros educadores. Pero no hay que dejarlos solos; la comunidad cristiana está llamada a ayudarles para vivir en el mundo de la comunicación según los criterios de la dignidad de la persona humana y del bien común.
El desafío que hoy se nos propone es, por tanto, volver a aprender a narrar, no simplemente a producir y consumir información. Esta es la dirección hacia la que nos empujan los potentes y valiosos medios de la comunicación contemporánea. La información es importante pero no basta, porque a menudo simplifica, contrapone las diferencias y las visiones distintas, invitando a ponerse de una u otra parte, en lugar de favorecer una visión de conjunto.
La familia, en conclusión, no es un campo en el que se comunican opiniones, o un terreno en el que se combaten batallas ideológicas, sino un ambiente en el que se aprende a comunicar en la proximidad y un sujeto que comunica, una «comunidad comunicante». Una comunidad que sabe acompañar, festejar y fructificar. En este sentido, es posible restablecer una mirada capaz de reconocer que la familia sigue siendo un gran recurso, y no sólo un problema o una institución en crisis. Los medios de comunicación tienden en ocasiones a presentar la familia como si fuera un modelo abstracto que hay que defender o atacar, en lugar de una realidad concreta que se ha de vivir; o como si fuera una ideología de uno contra la de algún otro, en lugar del espacio donde todos aprendemos lo que significa comunicar en el amor recibido y entregado. Narrar significa más bien comprender que nuestras vidas están entrelazadas en una trama unitaria, que las voces son múltiples y que cada una es insustituible.
La familia más hermosa, protagonista y no problema, es la que sabe comunicar, partiendo del testimonio, la belleza y la riqueza de la relación entre hombre y mujer, y entre padres e hijos.
No luchamos para defender el pasado, sino que trabajamos con paciencia y confianza, en todos los ambientes en que vivimos cotidianamente, para construir el futuro.
Vaticano, 23 de enero de 2015
Vigilia de la fiesta de San Francisco de Sales.

jueves, 7 de mayo de 2015

Diócesis de Melo: envío misionero del P. Jorge Osorio a Amazonia


El P. Jorge Osorio, sacerdote de la Diócesis de Melo, partirá próximamente a la Amazonia para reanudar allí su labor misionera en la Diócesis de São Gabriel da Cachoeira, en el rincón donde se juntan Brasil, Colombia y Venezuela.


Con una superficie mayor que la mitad de la de Uruguay, el municipio de São Gabriel cuenta apenas con poco más de 42.000 habitantes. La mayor parte de la población pertenece a etnias indígenas, Arapaço, Baniwa, Barasana, Baré, Desana, Hupda, Karapanã, Kubeo, Kuripako, Makuna, Miriti-tapuya, Nadob, Pira-tapuya, Siriano, Tariano, Tukano, Tuyuka, Wanana, Warequena y Yanomami, etc. São Gabriel da Cachoeira es el municipio con mayor concentración de etnias indígenas de Brasil.
Osorio, que pertenece a la fraternidad sacerdotal Iesus-Cáritas (inspirada en el Beato Charles de Foucauld) se relacionó con esta Diócesis a través de su Obispo, Dom Edson Damián, también vinculado a esa fraternidad.


Las comunidades se encuentran a considerable distancia unas de otros, y los únicos caminos de acceso son las corrientes de agua, interrumpidas por las cachoeiras (cascadas). Al llegar a esos puntos del recorrido, es necesario desmontar el motor de la lancha, arrastrar sobre las rocas el casco y llevar el motor a pulso, para luego volver a instalarlo y reemprender la navegación.


El sacerdote permanece unos días en cada comunidad y luego regresa hasta una nueva visita.

El pasado domingo 3 de mayo, en la Parroquia del Salvador, en la ciudad de Treinta y Tres, Mons. Heriberto, acompañado por el Obispo emérito Mons. Roberto Cáceres y el P. Asdrúbal Alonso, junto a la comunidad parroquial, realizaron una Eucaristía de Envío misionero.

Durante la celebración, el Obispo diocesano leyó la carta que dirigió a su hermano Obispo de São Gabriel. En ella recordó lo compartido por el P. Jorge desde su regreso y el aprecio por su labor misionera. Reconociendo las necesidades de la Diócesis de Melo, Mons. Bodeant expresó que la comunidad diocesana valora la disponibilidad del P. Jorge "para una tarea aún más exigente, en una iglesia diocesana aún más necesitada que la nuestra".

El Obispo recordó un antiguo envío misionero, en el pasaje de Hechos de los Apóstoles donde se cuenta lo que vivió la comunidad de Antioquía: 'Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: ‘Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado’. Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron”.

Y continuó Mons. Bodeant: "Pensando en la disponibilidad de aquélla comunidad -que estaba en sus inicios- para desprenderse de dos valiosos animadores, invito a nuestra comunidad diocesana a vivir la misma actitud; a orar por los frutos de la misión del P. Jorge y a poner nuestra confianza en el Dueño de la Mies, quien nos dará, a su tiempo, los trabajadores que Él necesita para esta porción de su campo".

miércoles, 6 de mayo de 2015

El Papa declaró Venerable al Primer Obispo de Uruguay cuando se cumplen 134 años de su fallecimiento


Jacinto-Vera1

Cardenal Sturla presidirá Misa, a las 17 hs. en la Catedral

(NOTICEU, 6 de mayo de 2015) En el día en que se cumplen 134 años de su fallecimiento, en Pan de Azúcar, el primer obispo uruguayo, Mons. Jacinto Vera, es declarado Venerable por el Papa Francisco en reconocimiento de sus “virtudes heroicas”.
La Iglesia en Uruguay dará gracias por este significativo paso hacia la beatificación y canonización del Obispo misionero, en las Misas que esta jornada se celebrarán en las Catedrales y Parroquias del país. En Montevideo, el Arzobispo, Cardenal Daniel Sturla, presidirá una Misa en acción de gracias por la declaración de Venerable del primer Obispo de Montevideo, a las 17 hs, en la Catedral Metropolitana.
El decreto con el que Jacinto Vera es declarado “venerable”  fue firmado ayer en la audiencia que concedió el Papa al Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, Arzobispo Angelo Amato.
El primer obispo y padre de la Iglesia del Uruguay nació el 3 de julio de 1813 en el viaje en el que sus padres, provenientes de las islas Canarias, llegaban a Uruguay como inmigrantes. A los 19 años, después de una tanda de Ejercicios espirituales, sintió el llamado al sacerdocio. Luego de los estudios de Teología en el seminario de los jesuitas en Buenos Aires, en 1841 es ordenado sacerdote. De regreso a su patria, es nombrado teniente cura y después párroco de Canelones. En 1859 es designado Vicario Apostólico del Uruguay y empieza una difícil tarea de organización de la Iglesia en todo el territorio nacional. En 1865 es consagrado obispo pero recién en 1878 se crea la diócesis de Montevideo (que abarcaba todo el país) y Mons. Vera es nombrado su primer obispo. En 1870 participa en el Primer Concilio Vaticano. Diez años después inaugura el primer Seminario de Montevideo. Recorrió varias veces el país con sus viajes misioneros y murió en Pan de Azúcar, el 6 de mayo de 1881.

A lo largo de su vida afrontó con decisión y audacia su tarea de pastor. Sufrió diversas contradicciones, fue exiliado por el gobierno, regresó sin ánimo de revancha y buscó siempre la reconciliación y la paz entre los orientales. A su muerte, el país se paralizó y gobierno y pueblo le tributaron sentidos honores. Había muerto el oriental más querido en la segunda mitad del siglo XIX. En este año se cumple el sesquicentenario de su ordenación episcopal.
Fechas claves en la vida de Mons. Jacinto Vera
3 de julio de 1813- Nació
6 de junio de 1841- fue ordenado sacerdote
4 de octubre de 1859- fue nombrado Vicario Apostólico
16 de julio de 1865 fue ordenado obispo, con el título de Megara
13 de julio de 1878 fue nombrado primer obispo de Montevideo
6 de mayo de 1881 falleció en Pan de Azúcar
¿Qué son las virtudes heroicas?
En el estudio de la vida de las personas que tienen fama de santidad se trata de investigar si han vivido las virtudes humanas y cristianas en grado heroico, es decir con una fidelidad que va más allá de lo común y que supone una repuesta generosa a la Gracia de Dios. Estas virtudes “humanas” son las clásicas del mundo griego: prudencia, fortaleza, justicia y templanza. A ellas se suman las virtudes cristianas de la fe, la esperanza y el amor.
Importantísimo paso hacia la beatificación y canonización de Mons. Jacinto Vera
El camino hacia la santidad tiene varios escalones: Mons. Jacinto Vera era hasta ayer llamado “siervo de Dios”. Este título se otorga cuando comienza oficialmente la causa de un “candidato a la santidad”, después que la Santa Sede autoriza la apertura del proceso, ya que comprueba que el candidato tiene “fama de santidad”. Luego, se estudia en profundidad su vida para comprobar que ha vivido heroicamente las virtudes humanas y cristianas. Si esto se comprueba y después de pasar por dos tribunales, el Santo Padre firma el decreto que declara al siervo de Dios como Venerable. Seguidamente pasa a ser beato y, finalmente, santo. Para que un venerable sea beatificado es necesario que se haya obtenido y comprobado un milagro debido a su intercesión y para que sea canonizado es necesario un segundo milagro. Ese segundo milagro debe ocurrir después de ser proclamado beato.

viernes, 1 de mayo de 2015

Saludo de los Obispos del Uruguay en el Día de los Trabajadores


En esta jornada los Obispos del Uruguay hacemos llegar un afectuoso saludo a todos los trabajadores.

Agradecemos a Dios por todos los hombres y mujeres que, en la ciudad y en el campo, con el sudor de su frente, llevan el pan a la mesa familiar, dignifican sus vidas, contribuyen al bien común, construyen la patria y así continúan la obra del Creador.

Valoramos los esfuerzos que se hacen, en nuestra comunidad nacional, para que la riqueza que generamos sea cada vez mejor distribuida y se haga realidad la bicentenaria aspiración artiguista, de neto cuño evangélico: "que los más infelices sean los más privilegiados".

Queremos acompañar tantas realidades de dolor o de injusticia, como las situaciones de desempleo o subempleo, y estar cerca de todos los que han sufrido accidentes de trabajo o han perdido a sus seres queridos como consecuencia de su actividad laboral.

En este tiempo de aceleración y agitación, que tantas veces quita espacio para el encuentro y deteriora la calidad de nuestras relaciones con los demás, con nosotros mismos, con la creación y con Dios, destacamos la importancia de la pausa del Domingo como tiempo de alabanza al Creador, de familia, de encuentro y descanso.

Pedimos a San José, Patrono del mundo del trabajo, por todos los hombres y mujeres, para que sus derechos sean siempre respetados, su vida y su salud cuidadas, y facilitados sus tiempos de convivencia familiar.

Los Obispos del Uruguay

Fiesta de San José Obrero, 1º de mayo de 2015