Catedral de Encarnación |
30º Encuentro de Diócesis de Frontera
Encarnación (Paraguay) 18–20 de mayo de 2015
Mensaje Final
“Los vecinos se encuentran para compartir, reflexionar y celebrar la vocación y misión del laico a partir de la eclesiología del Vaticano II en tiempos de conversión pastoral por una vida más plena y digna de nuestros pueblos”La ciudad paraguaya de Encarnación está celebrando los 400 años de su fundación por San Roque González de Santa Cruz, mártir de las Misiones Jesuíticas que abarcaron parte de los actuales territorios de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Los 50 años de la clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II han sido motivo de celebración y reflexión, en especial en lo que concierne a la vocación y misión de los fieles laicos, es decir hombres y mujeres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres y mujeres del mundo en el corazón de la Iglesia, con realidades y testimonios de los cuatro países.
En nombre de la fe cristiana, movidos y sostenidos por el Espíritu Santo, hemos buscado caminos viables para nuestras urgencias, estrechando al mismo tiempo los lazos de amistad de nuestros pueblos al compartir problemas y desafíos que nos envuelven y nos afectan.
Ante una realidad, caracterizada como cultura “líquida” o “light”, donde la pérdida de sentido de la vida, más un exacerbado consumismo e individualismo, generan como resultado escandalosas situaciones de pobreza, inequidad e injusticias, nos resuenan las palabras del Señor a sus discípulos:
“Ustedes son la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo de la mesa, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en los cielos” (Mt 5, 13-16).Palabra viva y eficaz que continúa desafiándonos a ser una Iglesia auténticamente misionera, que responda positivamente a los anhelos y necesidades de nuestra gente que vive clamando por una vida más plena y digna para nuestros pueblos.
El estar hoy llamados, con énfasis, a una permanente conversión pastoral de nuestras comunidades nos exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera (DA 370). Así será posible que “el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial” (NMI 12) con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera y signo de una sociedad más humana y más habitable para todos.
Los fieles laicos, cuya vocación específica los coloca en el corazón del mundo y en las más variadas tareas temporales, deben ejercer por lo mismo una forma singular de evangelización. Su tarea primera e inmediata es poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo. El campo propio de su actividad evangelizadora es el mundo vasto y complejo de la política, lo social, la economía, la cultura, las ciencias y las artes, la convivencia internacional, los medios de comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la familia, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento, etc.
Cuanto más los fieles laicos sean impregnados del Evangelio, responsables de estas realidades y claramente comprometidos en ellas, más estarán al servicio de la edificación del Reino de Dios y, por consiguiente, de la salvación en Cristo Jesús. (EN 70). Su misión propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo que, con su testimonio y su actividad, contribuyan a la transformación de las realidades y la creación de estructuras justas y solidarias según los criterios del Evangelio.
Por cuanto, también ellos mismos demandan un acompañamiento pastoral cercano y permanente, una formación seria y sólida acorde a los múltiples desafíos del mundo de hoy, y una espiritualidad laical propia que asuma la dimensión integral del ser humano, tanto personal como comunitaria. Así ellos, por el bautismo, comparten la misión, el deber, pero también el derecho de hacer creíble la fe que profesan, mostrando autenticidad y coherencia en su conducta. (DA 209-210).
Desde estas profundas convicciones y anhelos, en la presencia del Señor de la historia y la protección maternal de María, Madre de la Evangelización, en la advocación de Nuestra Señora de Caacupé, seguiremos buscando fuerza y luz para que el compromiso y misión de los fieles laicos sea fecundo y fructuoso para todos nosotros, que buscamos caminar juntos en este rincón del mundo.
Encarnación, 20 de mayo de 2015
Participantes de los siguientes países y diócesis:
Argentina. Diócesis de Concordia, Corrientes, Goya y Posadas.
Brasil. Diócesis de Bagé, Chapecó, Santo Ângelo y Uruguaiana.
Paraguay. Diócesis de Asunción, Ciudad del Este y Encarnación.
Uruguay. Diócesis de Melo, Salto y Tacuarembó.
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