jueves, 29 de septiembre de 2011

Cincuentenario del Colegio Nuestra Señora de las Mercedes, Río Branco


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El Colegio Nuestra Señora de las Mercedes, en la ciudad de Río Branco, celebra este año su 50º Aniversario. El centro educativo, creado por Mons. Orestes Santiago Nuti, en su breve tiempo como Obispo de Melo, inició sus cursos en marzo de 1961. Fueron las Hermanas Mercedarias del Niño Jesús las religiosas que iniciaron la obra, por lo que el Colegio recibió el nombre de esa querida advocación mariana.
Las hermanas permanecieron unos pocos años, siendo sucedidas luego por las Misioneras de la Doctrina Cristiana, invitadas a la Diócesis de Melo por Mons. Roberto Cáceres.
El Obispo emérito acompañó a Mons. Heriberto en la Eucaristía celebrada esta tarde en la iglesia parroquial para agradecer estos cincuenta años "Educando en Valores Cristianos".
Esos valores estuvieron presentes en la ofrenda de los niños, que formó un verdadero jardín ante el altar.

En Río Branco con Don Jacinto Vera



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Laura Álvarez Goyoaga estuvo en Río Branco, presentando sus libros Don Jacinto Vera, el Misionero Santo que tiene pronta a salir su cuarta edición y Don Jacinto Vera, el Misionero de los Niños, de próxima aparición.
La autora visitó en la mañana los Colegios Nuestra Señora de las Mercedes y Santa Ángela y en la tarde, luego de una visita a la ciudad brasileña de Yaguarón, con un auditorio adulto presentó sus obras en el Salón Parroquial, donde estuvo presente también Mons. Roberto Cáceres.
Mons. Heriberto acompañó a la escritora y a su esposo durante esta jornada,
Río Branco recibió en dos ocasiones la visita de Mons. Jacinto Vera, cuando la ciudad fronteriza era llamada "Villa Artigas". Laura Álvarez no ocultó su emoción cuando pudo leer en los libros parroquiales las actas de las visitas, con las firmas de Mons. Vera y del secretario, el P. Letamendi.

martes, 27 de septiembre de 2011

Bodas de Plata sacerdotales del Obispo de Melo


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Heriberto Bodeant, el Obispo de Melo, celebró en esta jornada sus Bodas de Plata sacerdotales. Fue ordenado presbítero en su ciudad natal de Young, el 27 de setiembre de 1986, por Mons. Carlos Nicolini, Obispo coadjutor de Salto.
Desde la mañana, el Obispo estuvo reunido con el Clero de Melo, en una jornada de oración, reflexión y estudio.
Después de meditar juntos un pasaje de la Segunda Carta a los Corintios ("llevamos este tesoro en vasos de barro"), que fue la segunda lectura de la ordenación de Mons. Heriberto, los sacerdotes dedicaron el resto de la mañana a la consideración de varios temas pastorales.
Luego de un almuerzo fraterno, la tarde comenzó con la presencia del P. Gabriel González Merlano, quien presentó su libro Varela y Vera, dos visiones de la educación, dando lugar a un rico intercambio sobre el laicismo y la laicidad en el Uruguay.
La jornada del clero culminó con una celebración Eucarística en la parroquia Nuestra Señora del Carmen, en la que también participaron algunos fieles y alumnos de los colegios Dámaso Antonio Larrañaga y María Auxiliadora.
Con mucha emoción, Mons. Heriberto recordó a su padre, ya fallecido y a quien lo ordenara, Mons. Nicolini; a Mons. Mendiharat, quien estuvo en sus tres ordenaciones (lo ordenó diácono, presidió la Misa de su ordenación sacerdotal y fue uno de los tres ordenantes principales en su ordenación episcopal) y a Mons. Daniel Gil, que fue quien lo ordenó obispo.

lunes, 26 de septiembre de 2011

"Don Jacinto Vera, el misionero santo" en Río Branco

Acta de una de sus visitas en los libros parroquiales:
"En la villa de Artigas del Cerro Largo y
Vice parroquia de San Juan Bautista
a los cuatro días del mes de marzo de 1867..."

La firma: Jacinto, Obispo de Megara, Vicario Apostólico

Su autora, Laura Álvarez Goyoaga, entrevistada por "Tribuna Popular"

Cuando la hoy ciudad de Río Branco se llamaba Artigas (y la actual ciudad de Artigas se llamaba San Eugenio), Mons. Jacinto Vera, ya ordenado Obispo, con el título de Megara y el cargo de Vicario Apostólico (máxima autoridad de la Iglesia en el Uruguay) visitó la parroquia, a donde volvería en otra de sus giras apostólicas. El próximo jueves, Don Jacinto Vera vuelve a Río Branco de la mano de Laura Álvarez Goyoaga, presentando su novela histórica sobre el obispo misionero, que ya va en su cuarta edición. Preparando la visita dl quincenario de Río Branco "Tribuna Popular" le realizó la entrevista que publicamos a continuación. 

1) Quizás sería lindo que te presentaras contando alguna experiencia que haya sido importante en tu vida...

     Me llamo Laura Álvarez Goyoaga, soy casada, madre de cinco varones, y nací en Montevideo, donde vivo con mi familia. Además soy Abogada y Escribana, cursé la Licenciatura en Letras de Facultad de Humanidades, me he desempeñado como docente, pero en cuanto a identidad laboral, sin duda lo que más me define es mi condición de escritora. De niña, es lo que decía que quería ser cuando creciera, además de tener cinco hijos. Eso sí, ¡no me los imaginaba todos varones!
Don Jacinto llegó misionando hasta mí a casi ciento treinta años de su fallecimiento, en las palabras de quien me contó su historia: Mons. Alberto Sanguinetti, actual Obispo de Canelones, entonces Párroco del Cordón, donde nuestros hijos asistían a catequesis. Si bien estaba casada con un católico, yo no me consideraba católica por esas épocas.
     Había escrito ya dos libros: Leyenda Nocturna y El Senador, dos novelas de vampiros ambientadas en Uruguay que habían obtenido una muy buena respuesta del público. Me invitaron a una conferencia que daba el Padre Alberto, y me acuerdo que fui con pocas expectativas, medio por compromiso. Hasta entonces, lo único que sabía de Jacinto Vera era que un barrio popular de Montevideo llevaba ese nombre, y que alguien había compuesto una canción cuya letra aludía al mismo barrio. Sin embargo, a lo largo de la exposición, descubrí que la vida de este obispo santo del siglo XIX tenía mucho para decirme a mí, mujer, esposa, madre, profesional y escritora del siglo XXI.
     Como habíamos llegado cada uno de nuestros respectivos trabajos, me desencontré con mi esposo y quedamos ubicados en lugares separados. Al terminar el evento, en la puerta del templo del Cordón, los dos hablamos al mismo tiempo: yo le dije “Me encantaría escribir una biografía novelada de Jacinto Vera”, y él me dijo a su vez “Ésta es una historia para que la cuentes en una novela”. Gracias a Dios, a Jacinto, y al apoyo de una lista interminable de personas que participaron con su ayuda, el proyecto se concretó primero en una novela: Don Jacinto Vera. El misionero Santo, que salió al mercado en agosto del 2010 y hoy está en vísperas de su cuarta edición, con dos mil ejemplares vendidos.
     Ahora, un año más tarde, este camino continúa con un nuevo libro, llamado Don Jacinto Vera. El misionero de los niños. El título es bastante explicativo: se trata de siete cuentos, donde siete niños del pasado le narran a los de hoy siete anécdotas de la vida de don Jacinto Vera. La novela tenía la intención de llevar al público, de una manera divertida y amena, la vida de don Jacinto, un misionero que contagia la felicidad de ser cristiano.
     Este segundo libro, que se presentará en sociedad el 21 de noviembre de 2011 en el Colegio Seminario de Montevideo, está dirigido a niños y jóvenes, y para transformar su publicación en una experiencia compartida, implementamos un concurso de dibujos, cuyos ganadores lo ilustran. Convocamos a todos los centros educativos y catequesis parroquiales del país. Obtuvimos una respuesta impresionante: casi cuatro mil niños contribuyeron, con sus trabajos, a contar la historia de nuestro obispo santo. Y los dibujos que presentaron estos niños, tocados por la historia de don Jacinto, son realmente una maravilla. Don Carlos Paez Vilaró, que fue el presidente del jurado en el concurso, cuando los mirábamos juntos en Buenos Aires, decía todo el tiempo: “Ojalá yo pudiera pintar así”.

2) Algo de tu mirada como mujer en este mundo de hoy.

     ¡Uy, es un mundo muy complicado, donde a las mujeres se nos exige cumplir muchas veces roles contrapuestos, y no se nos perdona que lo hagamos mal! Si no estudiaste, ni trabajás, y elegís dedicarte a ser ama de casa, te miran como si estuvieras en la edad de las cavernas. Si estudiaste, pero postergás tu carrera profesional para priorizar la familia, estás desperdiciando tu educación. Si te dedicás a full a la profesión, entonces sos una mala madre y esposa. Y todo el mundo te  reclama. ¡No podemos ganar nunca! Sumale a eso la pérdida de valores, la violencia en la sociedad, el “todo vale”… Pero supongo que todas las épocas fueron complicadas. Dicen que los seres humanos siempre vivimos en crisis.
Por eso es bueno encontrarse con gente como don Jacinto Vera. Gente que nos dice, con su ejemplo de vida, que no tenemos por qué resignarnos a renunciar a todo lo bueno. Que la felicidad no se encuentra en encerrarnos en nuestro propio egoísmo. Que el camino de los valores es un buen camino. Pero ojo, que ni la novela ni el libro de cuentos son obras moralistas o sentenciosas: son historias divertidas, que vale la pena conocer, y hacen pasar un buen rato al lector.

Portada de la cuarta edición
3) Después, algo de tu ser escritora.
     Los vínculos posibles entre un escritor y la literatura son casi infinitos. El mío en particular, lo que yo siento mi misión como escritora, es contar de la mejor manera posible aquellas historias que vale la pena contar. Por eso apuesto a un estilo que sea sencillo, donde lo importante sea la historia, que no le genere dificultades al lector sino al revés: que le facilite el trabajo.

4) Presentanos el libro.
     Don Jacinto Vera. El misionero santo es la biografía novelada del primer Obispo de Montevideo, un personaje apasionante por sus características personales, quien además vivió entre los años 1813 y 1881, años claves en la historia del Uruguay. En ese sentido, como dice la frase que se usó en la difusión, es la Historia que necesitamos conocer.
     ¿Quién fue don Jacinto Vera? Fue el hombre más conocido y querido en el Uruguay de su época. Fue un gaucho, famoso por el sentido del humor. Un hombre divertido, de amistades verdaderas y profundos vínculos familiares. Inteligente, descolló entre sus compañeros de estudios y se codeó con la intelectualidad de su ambiente. Fue también un gran conductor. Armó la Iglesia uruguaya en todos los sentidos, en lo nacional y lo internacional. Era conocido personalmente y admirado por muchas personalidades en Roma, incluido el Papa Pio IX. Dueño de una caridad ilimitada, desde la austeridad de su propia pobreza, invirtió todos sus bienes e ingresos en auxiliar a los necesitados. Fue considerado un santo en el sentimiento unánime de todos sus contemporáneos, amigos y enemigos ideológicos.
     Pero además, la gestión de Vera, si por algo se caracterizó, fue por su vocación integradora de todo ese gran pueblo disperso en un joven Estado prácticamente despoblado para su superficie territorial, con una casi inexistente organización social, y asolado por permanentes guerras civiles. Un impulso integrador basado en la vocación de dignificar a las personas. No se puede entender el Uruguay de hoy si perdemos de vista el legado de don Jacinto Vera.
     Después de todo esto, corresponde una aclaración fundamental: ni El misionero santo ni El misionero de los niños son libros religiosos: son historia novelada, o si se quiere, novela histórica en sentido amplio, como tantos libros que se publican hoy en Uruguay, y se venden en todas las librerías comerciales del país. La única diferencia es que en ellos, el protagonista es un sacerdote católico, que vivió en una sociedad que en un 90% se definía a sí misma como católica. Y la describe desde esa perspectiva, que suele ser la que dejan fuera, recortando la veracidad histórica, las demás novelas de esta categoría que hoy se ofrecen al público. 

5) ¿Qué te sorprendió del encuentro con la biografía de Jacinto?
     Primero que nada, precisamente, encontrarlo: fue una gran sorpresa para mí, que venía de una formación académica pesada en el área de humanidades, y no sabía absolutamente nada de él.
En segundo lugar, ese mensaje tan vigente que tenía para comunicarnos a los uruguayos de hoy. Hay una frase del Papa actual que compara el camino de fe con la subida a una montaña: bueno, la montaña que le tocó subir a Jacinto, este obispo santo del siglo XIX, es la misma que nos toca cada día subir a los uruguayos del siglo XXI. Tiene que ver con superar todas esas limitaciones y dificultades propias de nuestro entorno, que a veces sentimos que nos superan, y alcanzar resultados de excelencia a pesar de ellas, en base al esfuerzo y al compromiso. Tiene que ver con todo lo que significa ser uruguayo: como ganar una copa de fútbol a pesar de no estar entre los favoritos, o que surjan de estos escasos tres millones de habitantes que somos, grandes artistas o profesionales que se destacan en todo el mundo.
Estos dos libros tienen la modesta intención de ser un aporte para que recuperemos nuestra historia y, a través de ella, nuestra identidad.

6) ¿Conoces Río Branco? ¿has escuchado hablar de nosotros?
    No, nunca estuve en Río Branco. A pesar de que mi madre, y mis abuelos paternos y maternos, eran de Treinta y Tres. En alguna de las visitas a esa ciudad podría haber llegado hasta allí, pero nunca se dio. Tengo sí referencias muy entusiastas de Uds. y su ciudad a través de Mons. Heriberto y su hermana Tina, así que estoy segura que lo vamos a pasar muy bien en esta visita.

Don Jacinto Vera, Misionero de los Niños

Niños de la Diócesis de Melo destacados por sus trabajos presentados al concurso.



El concurso de dibujos "Don Jacinto Vera, El misionero de los niños" definió sus ganadores. 
Participaron aproximadamente 4.000 niños pertenecientes a  84 instituciones educativas de todo el país, que respondieron a este llamado auspiciado por el Departamento de Educación Católica de la Conferencia Episcopal del Uruguay y de AUDEC, Asociación Uruguaya de Educación Católica.

El jurado estuvo integrado por los artistas Carlos Paez Villaró y Jaime Clara y la escritora Laura Álvarez Goyoaga, autora del libro "Don Jacinto Vera, el misionero santo" y de los cuentos sobre Jacinto Vera que serán publicados con la incorporación de los dibujos resultados del concurso.

La entrega de premios se hará en forma conjunta con el lanzamiento del libro el día 21 de noviembre a las 19:30 horas en el Colegio Seminario, Soriano 1472, Montevideo, con entrada libre. Ese día se realizará la exposición de los dibujos finalistas.

Niños de la Diócesis de Melo

En virtud de la excelente calidad de los trabajos SICUT SERPENTES ha resuelto distinguir ese día a 13 menciones especiales y 19 dibujos destacados que también formarán parte de la publicación, según el siguiente detalle:

Menciones especiales:
4)    Paula Luna Echepare- Colegio Agustín de la Rosa- Melo- CERRO LARGO
9)    Gonzalo Reggiardo- Colegio Agustín de la Rosa- Melo - CERRO LARGO
10) Claudio Matías Silveira- Colegio Dámaso Antonio Larrañaga -Melo- CERRO LARGO
Dibujos destacados:
10) Gervasio Tort- Colegio María Auxiliadora - Melo - CERRO LARGO
19) María Pía Cazón- Colegio Dámaso Antonio Larrañaga- Melo - CERRO LARGO

domingo, 25 de septiembre de 2011

Culminó el XIV Cursillo de Cristiandad de Mujeres de Melo



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Con la Eucaristía celebrada esta noche en la Parroquia Nuestra Sra. del Carmen, de Melo, se clausuró el XVI Cursillo de Cristiandad de Mujeres realizado en esta Diócesis.
La Eucaristía fue presidida por Mons. Heriberto, secundado por el asesor del MCC y párroco del Carmen, P. Freddy, el P. Gabriel, que participó activamente en el CC, el P. Reinaldo, que vino desde Treinta y Tres a buscar a sus feligresas que habían tomado parte en el mismo, y los diáconos Luis Fernando y Néstor.
Al finalizar la Misa, los cuatro grupos en que estuvieron organizadas las participantes durante el CC fueron pasando sucesivamente al frente para que cada una de ellas diera su testimonio.
Las cursillistas manifestaron haber vivido una experiencia maravillosa, difícil de comunicar y expresaron su deseo de continuar una vida en Cristo que muchas de ellas reencontraron a través del Cursillo.

Fiesta Patronal de la Capilla Ntra. Sra. del Rosario de San Nicolás, Melo



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La Capilla Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás, del Barrio López Benítez, en la periferia de Melo, celebró esta tarde su fiesta patronal, con una Misa presidida por Mons. Heriberto.
Antes de la Misa, algunos miembros de la comunidad se congregaron para rezar el Rosario en torno a la gruta que guarda la imagen de la Virgen.
Tres jóvenes de la comunidad, que cumplieron o cumplen sus 15 años en estos días, recibieron como regalo la Santa Biblia, que les fue entregada por el obispo.
En su homilía, el obispo de Melo hizo referencia al Día de la Biblia, que se celebra hoy en el Uruguay, y presentó a María como modelo de discípula, que abre su corazón para que en ella se realice la Palabra de Dios "Hágase en mí según tu Palabra" (Lucas 1,38) y maestra, que nos invita a escuchar y a poner en práctica las palabras de su Hijo: "Hagan lo que él les diga" (Juan 2,5).

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Presentación de libro sobre Varela y Vera en Melo


Invitamos a la presentación del libro
“Varela y Vera. Dos visiones sobre la Religión en la Escuela”,
del Pbro. Dr. José Gabriel González Merlano.

La misma tendrá lugar el día martes
27 de setiembre a las 19. 30 hs.,
en la Parroquia Ntra Sra. del Carmen, Melo

Será una buena oportunidad para seguir conociendo a nuestro Siervo de Dios
Mons. Jacinto Vera, en proceso de canonización.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Fiesta patronal en Capilla Santa Cruz





Acompañado por los Padres Paco (párroco) y Pedro, salesianos de la Parroquia Santo Domingo Savio, Mons. Heriberto presidió hoy la Eucaristía en la capilla Santa Cruz, que celebró así su fiesta patronal.
La capilla es animada por las Hermanas Carmelitas de la Caridad de Santa Joaquina Vedruna, que tienen allí su casa.
Luego de la Misa, los niños de catequesis interpretaron algunas danzas y canciones.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Hace 25 años... Homilía de Mons. Carlos Nicolini en la Ordenación Sacerdotal de Heriberto Bodeant


"Así, hoy, Beto, tú estás asociado a Cristo en su Proyecto Pastoral de anunciar con nosotros a toda la gente de nuestro Litoral Norte Uruguayo que "El Reino de Dios está cerca", que pasa una Evangelización nueva en un Plan Pastoral Diocesano, que invita a participar en la vida de hijos de Dios y de hermanos, en una comunión de comunidades, orantes y serviciales, que promueven a los más empobrecidos a una liberación, que Dios mismo actúa y garantiza con su presencia entre nosotros, en la solidaridad y promoción social de un amor fraterno que se entrega evángelicamente, en una Iglesia que hace viva y activa la salvación por una Palabra de Dios fielmente predicada y vivida, por unos Sacramentos que significan y celebran todo esto en los acontecimientos de nuestras vidas..."

La homilía completa, en formato PDF, puede ser descargada de AQUÍ.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Fazenda de la Esperanza: celebración de la Iniciación Cristiana








Mons. Heriberto celebró hoy los Sacramentos de la Iniciación Cristiana en la Fazenda de la Esperanza, en Cerro Chato. Le acompañó el P. Sergio, responsable de la casa. Tres jóvenes que participan en el programa de recuperación de adicciones de esta comunidad terapéutica recibieron el Sacramento de la Confirmación y participaron por primera vez en la Mesa de la Eucaristía. Antes, uno de ellos recibió el Bautismo.
El Obispo subrayó el significado de los Sacramentos como nuestra forma de vivir hoy el encuentro con Jesucristo Vivo, que transforma nuestra vida y le da sentido.
La celebración se dio en el marco de la visita mensual de los familiares de los jóvenes internos.

sábado, 10 de septiembre de 2011

El 27 de setiembre, Mons. Heriberto celebra los 25 años de su ordenación sacerdotal


El 27 de setiembre de 1986, en la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, en Young, Mons. Carlos Alberto Nicolini, en una celebración presidida por Mons. Marcelo Mendiharat, ordenó sacerdote a Heriberto Bodeant. El actual Obispo de Melo nació en Young, el 15 de junio de 1955. En 1980 ingresó al Seminario Interdiocesano Cristo Rey por la Diócesis de Salto.

Bingo a beneficio de Radio María en Parroquia San José de Melo




Los voluntarios de Radio María, que se emite en Melo a través de una frecuencia de AM, organizaron esta tarde un Bingo para recaudar fondos para mantener en el aire la emisora.
El mismo se realizó en el salón de la Parroquia San José Obrero y contó con una animada concurrencia.

Colegio María Auxiliadora de Melo inauguró espacio deportivo






El Colegio y Liceo Diocesano María Auxiliadora de Melo celebró hoy el día de la Educación Católica con una jornada deportiva, cuyo punto alto fue la inauguración y bendición del nuevo espacio deportivo.
Mons. Heriberto se hizo presente para ese momento.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Mons. Heriberto hizo su primera visita a Mangrullo (Cerro Largo)








El Obispo de Melo estuvo esta tarde en la capilla Nuestra Señora de los Ángeles, (perteneciente a la Parroquia Cristo Rey, de Aceguá), en la localidad de Mangrullo, Cerro Largo.
Luego de que las catequistas que van desde Villa Isidoro Noblía concluyeron su reunión con un atento grupo de niños, la comunidad se reunió para la celebración de la Eucaristía, presidida por el Obispo, que fue seguida de un rato de convivencia.

El 14 de setiembre de 2008, el diario El País publicó un artículo en el que se dan referencias de este pequeño pueblo. La escuela de Mangrullo supo tener hasta 120 niños y hoy hay apenas 15, con un único maestro. El artículo nos habla de "pueblos que salieron del mapa":

Agonía demográfica rural
Esos pueblos que salieron del mapa
Medio millón de personas viven en el campo, pero algunas se concentran en localidades de 30, 20 y hasta 10 habitantes. Aquí, crónica de un Uruguay despoblado.


CATERINA NOTARGIOVANNI - GABRIELA VAZ

En Uruguay hay una quincena de localidades con menos de treinta habitantes, según consigna el último censo del Instituto Nacional de Estadística, realizado en 2004. En algunos casos, el número se reduce aún más: 20, 15 o hasta 11 personas. La mayoría de las veces se trata de lugares que fueron muy poblados y que, de un tiempo a esta parte (20, 30, 50 años, según el caso) vieron su cantidad mermar drásticamente. En muchos quedan vestigios de esa vida anterior: escuelas sin niños, capillas cerradas, comisarías abandonadas, viviendas vacías. Las razones de la deserción son comunes: falta de trabajo, falta de lugares para estudiar y deceso de habitantes, con carencia de reposición. La lejanía también está marcada, pero por caminos imposibles, señalización cero y ausencia de servicios básicos.
Sin embargo, los habitantes no acusan descontento. Si bien muchos están allí "porque no queda otra", otros tantos lo eligen y no cambiarían su rutina por nada. ¿Quiénes son esas personas? ¿Por qué se quedaron? ¿Qué añoran de los años dorados de su pueblo? ¿Cómo es transcurrir los días en un lugar minúsculo, donde se convive cada hora con el mismo grupo reducido de personas? Domingo visitó Pueblo Ferrer (Florida), Mangrullo (Cerro Largo) y Poblado Alonso (Treinta y Tres) y encontró algunas respuestas.

MANGRULLO. 
El diccionario dice que, en Uruguay y Argentina, se llamaba mangrullo a una torre rústica que servía de atalaya en las proximidades de fortines, estancias y poblaciones de la pampa y otras regiones llanas. A 25 kilómetros de Melo, al Norte por la Ruta 8, se abre un camino capaz de castigar las llantas de cualquier vehículo. Si se logra atravesar la senda repleta de piedras en punta que asoman a lo largo de otros 20 kilómetros, se divisa una casa blanca que da nombre a una localidad donde conviven 31 personas. "Antiguamente, arriba existía un altillo, que era un mirador desde el que se vigilaba la zona", confirma Norma Segade (61), actual moradora de la construcción junto a su marido, hija y nieta, sobre la procedencia del nombre del pueblo.
En Mangrullo no hay agua corriente ni energía eléctrica. Cuesta asimilar su distribución con la de un pueblo típico. Se trata de un grupo de viviendas dispersas al costado del camino. Por eso, muchos en Cerro Largo sostienen que "fue" un pueblo, pero hoy se ha vuelto un "caserío". Entre los que fallecieron y los que eligieron un pasar urbano, la población fue mermando notoriamente. Algunas reminiscencias de la vida que supo tener el lugar todavía quedan. Frente a las viviendas, cruzando la vía, hay un puesto policial abandonado. "Hace meses que está vacío", cuentan los lugareños. El escudo que lo identifica, aún sobre la fachada, es el único soporte en el que puede leerse el nombre del pueblo. No hay más cartelería. Tampoco la capilla está en uso; una casona alargada con cruz al frente y todas las puertas y ventanas cerradas, que hacen imposible ver su interior. Dicen que un cura la abre "cada tres meses".
La vida allí transcurre sin alteraciones y todos destacan la tranquilidad como el mayor valor, aunque algunos habitantes se encuentran más a gusto que otros. Norma es la promotora de salud de la zona y lleva 41 años viviendo en Mangrullo, "lo más bien". Ella es de Melo pero llegó al pueblito porque su marido nació en él. Ahora está tan arraigada que prefiere ni pensar en mudarse, aunque tiene que calibrarlo. "Toda mi vida está acá. El problema lo voy a tener cuando mi nieta (de 11 años) termine 6º y tenga que ir al liceo. No sé qué vamos a hacer". Ese es otro de los motivos de la deserción. El pueblo cuenta con escuela, pero el liceo más próximo está en Isidoro Noblía, una localidad aledaña. "Hay una camioneta que los lleva, pero no me sirve ese sistema porque se va con los chiquilines a las 6 de la mañana y los trae a las 6 de la tarde. Es todo un día fuera de la casa. Además, salen del liceo a las 4, ¿qué hacen mientras? Así que vamos a ver. Pero a mí me encanta estar acá. Es mi zona y tengo todas las comodidades".
Las comodidades a las que hace referencia Norma incluyen radio, televisión color y antena parabólica, un lujo que le permite sintonizar decenas de canales, aunque todos brasileños. Eso sí, que los habitantes de Mangrullo puedan mirar televisión depende casi exclusivamente del clima. A falta de electricidad, la energía proviene de paneles solares y si está nublado "hay que cuidar, para el teléfono y las novelas", aclara Norma.
Dalmiro Moura (62) y Celia Bentancur (60) no tienen parabólica, pero lo cierto es que la vieja tele blanco y negro que guardan en la cocina tampoco ocupa un lugar muy protagónico en sus horas de ocio. El matrimonio lleva 31 años viviendo en el pueblo, un poco a su pesar. "¡Si pudiéramos cargar la casa y trasladarla para otro lado!", se ríe Celia cuando se le pregunta si les gusta vivir allí. "Es muy trasmano para nosotros", explica Dalmiro, quien se jubiló de la Policía hace una década. Para ellos, uno de los grandes problemas es el abastecimiento. En Mangrullo hay un solo almacén, que precisamente por ser el único ajusta los precios un tanto hacia arriba -"¡parece Punta del Este!"-, según los vecinos. A su vez y toda una paradoja en medio de la campaña, la pareja sostiene que conseguir carne "es complicado". "Por acá nadie carnea. Hay que encargar a Melo. Pero tampoco podemos guardar en la heladera, que es a gas y consume dos garrafas de 13 kilos por mes". Tal gasto sólo es admitido en verano, aclaran los lugareños, si no, no hay presupuesto que aguante. En invierno, la heladera queda como objeto decorativo, o se prende por alguna razón especial.
La falta de electricidad es la única queja común de todos los habitantes. Dalmiro cuenta que hace 30 años que se firmó para que llegara y todavía la están esperando, a pesar de que localidades pequeñas muy cercanas -a 10 kilómetros, por ejemplo- sí tienen energía eléctrica. Mientras algunos se las arreglan entre gas y sol, otros optaron por adquirir un generador propio.
Es el caso de Adriana (29), mamá de tres niños de 10, 7 y 2 años. Ella permaneció en campaña toda la vida, y hace 9 que, junto a su marido, también oriundo de la zona, se instaló en Mangrullo. Él trabaja en una arrocera y con los 5.000 pesos que gana viven los cinco. La idea del generador (piensan tenerlo instalado para el mes próximo) la manejan hace un tiempo, pero el último empujón se los dio el Plan Ceibal. A fin de mes llegarán las laptops para los niños, y si tienen energía podrán cargarlas. También será útil para la heladera, aunque lo cierto es que la familia consume todo en el día, como la leche que Adriana ordeña cada mañana, o cuando se consigue carne.
No hace falta preguntarle cómo transcurre su tiempo. Un tendal de ropa recién lavada que ocupa buena parte del fondo y el grupete de seis niños a su alrededor (sus hijos más el resto de los chicos del pueblo) jugando a cocinar con barro, son suficiente respuesta. Igual queda tiempo de aprovechar la parabólica y ver televisión. "Es todo en portugués, pero puedo seguir la novela", admite. A los mediáticos uruguayos los conoce, pero menos. "Y a Tinelli también. Lo vemos cuando vamos a Melo". Más le gusta la radio, como a la mayoría de los habitantes de campaña. Está prendida buena parte del día y por eso todos los consultados aseguraron que están muy bien informados de lo que acontece en el país. "Hay que estarlo. No queda otra", opina Norma Segade.
Aunque no ven caras nuevas muy seguido, en Mangrullo no hay demasiado lugar para la desconfianza. Por ahora -"¡y que dure!"- la inseguridad es un tema ajeno. Aún así, todo es cuestión de personalidades. Frente a los periodistas, varios vecinos abrieron las puertas de entrada, sonrientes y gustosos de charlar un rato con alguien nuevo, pero otros mostraron cierto recelo al principio.
Mirta González, la almacenera del pueblo, escucha la presentación de la cronista con cautela, detrás del vidrio de una puerta.
"Pensé que eran gitanas, que ahora andan con pantalones", explicará después, aunque sin ahondar demasiado en las raíces de esa impresión. ¿Hay gitanos por acá? "A veces vienen. ¿Así que ustedes son de Montevideo? Quiero saber yo qué va a hacer la gente de Montevideo por nosotros. Si yo hablo con ustedes, ¿qué gano?", pregunta un poco a regañadientes, aunque al ratito ya se ve distendida. Lleva 35 años viviendo en Mangrullo, junto a su marido, quien también trabaja en el campo. Dice que se siente bien en el pueblo, que le gusta, a pesar de la falta de luz y del "problema del teléfono".
"Es el único reclamo que tengo para don Tabaré. El que teníamos antes funcionaba bien. Nos cambiaron por un ruralcel, que ahí está, atornillado, y anda cuando quiere", explica con voz de resignación.
¿No tiene celular? "Tengo sí. Pero no hay señal. Hay que salir a ver si agarra. Y yo no voy a salir a caminar a la noche para hablar por teléfono".

FERRER.
Para la cartelería vial, Pueblo Ferrer no existe. Para llegar, se debe preguntar. "Allí dónde vea unos eucaliptos, va a ver el camino que va al pueblo. Doble y entre, son pocos kilómetros", explica un peón rural que espera un ómnibus en la Ruta 41. La referencia parece vaga (los eucaliptos abundan), pero resulta correcta. Cinco minutos después, media docena de casas, una bomba de agua y un humo gris que sale de una de las chimeneas confirman la llegada a destino: Pueblo Ferrer (Florida), residencia de 11 personas, ubicado a 8 kilómetros de Capilla del Sauce y a 20 de Sarandí del Yí (Durazno). La disposición de las casas llama la atención: todas construidas alrededor de un campo semicircular, limpio de árboles y con el pasto corto. En ese espacio vacío -en una época centro de reunión de los habitantes-, está ubicada la bomba manual, única fuente de agua potable del pueblo.
En paralelo pero unos metros hacia la izquierda está la escuela: una construcción abandonada con hongos en las paredes exteriores, yuyos hasta las ventanas y un escudo corroído. Medio siglo atrás allí aprendían más de sesenta alumnos. Frente por frente, del otro lado de la cancha semicircular, se erige la Iglesia de Santa Lucía, donde el padre Emiliano celebraba las misas mensuales. Otras casas abandonadas, algunas ya taperas, terminan de conformar el paisaje del pueblo.
Un matrimonio (María Alcira Pécora y Miguel Ángel Galloso, de 43 y 53 años) y sus dos hijos (Maximiliano de 13 y Estefani de 19), Marcos Andrade (peón rural jubilado de 79 años) y Silvana Vivas con su prole de cinco niños (Jamil, Patricio, Malena, Alexander y Lance) conforman el 100% de la población de Ferrer. Sesenta años atrás, eran más de 300 personas. "Se fue vaciando por falta de fuentes de trabajo", explica Miguel Ángel, nacido en Sarandí del Yí pero criado en Ferrer, alambrador de oficio y corredor de raids de "pura diversión nomás".
En aquella primera oleada migratoria se fue el grueso de la población, la mayoría para Colonia Nicolich (zona cercana al aeropuerto de Carrasco) a trabajar en chacras. "El resto, unas diez familias, abandonaron el pueblo hace 15 años, cuando Mevir construyó viviendas en Capilla del Sauce", agrega. María y Miguel tienen otra casa en Sarandí del Yí, pero planean reinstalarse definitivamente en la localidad donde crecieron.
Hace 60 años en Ferrer había calles, comisaría, almacenes, bailes, quintas y bullicio. Los domingos se hacían picnics en la playa (una cañada ubicada a 300 metros) y cada 25 de Agosto o fines de año se organizaban campeonatos de fútbol para los cuales llegaban jugadores de otros poblados de la zona.
"Campeonatos con equipos, camisetas y hasta copas, no te creas…", explica Marcos Andrade, que comenta que lo que más extraña son los bailes con guitarras y vitrolas. "El más inteligente conseguía novia", comenta y suelta una carcajada.
Marcos llegó a Ferrer hace 50 años a trabajar en una estancia cercana. Estuvo cinco años casado, tuvo una hija, pero "no funcionó". Desde entonces vive solo y no ve a su hija. Pensó en irse hace quince años, pero se fue quedando: "Ahora soy más de acá que de mi pueblo (Nico Pérez)", comenta. Se acuesta antes que caiga el sol y se levanta antes de las cinco. No le gusta cocinar y tampoco se preocupa demasiado: "Pongo un poco de carne a hervir y ya está… bueno, acompañada con un vinito", dice y suelta otra carcajada.
Silvana Vivas se crió en Ferrer pero pasó la mayor parte de su vida en Capilla del Sauce. Un año atrás regresó al pueblo. Casada desde hace 11 años, ve a su marido cada quince días porque él trabaja como alambrador en Treinta y Tres.
Ella también recuerda los años mozos de Ferrer con cierta nostalgia: "Estaba re bueno, había vida, gente, partidos de fútbol. Ahora ya es decadente. Nosotros vinimos porque a mí me gusta esto para mis hijos, no me gusta Capilla, pero aquí hasta que no nos pongan luz no voy a estar conforme; estar a oscuras es deprimente", comenta.
Silvana pasa los días entre Capilla del Sauce -donde vive su madre y a donde sus hijos hacen la escuela- y Pueblo Ferrer.
Ese trajín cotidiano la tiene cansada. Por eso se puso en campaña para reabrir la escuela. Habló con otras madres de la zona y reunió un total de nueve posibles alumnos (cinco de los cuales son sus hijos). Redactaron una nota e hicieron el pedido en la inspección de Primaria. "Tenemos casi todo arreglado", afirma. Mientras no se repare el local de la escuela, las clases se darían en la Iglesia cerrada, que está en perfectas condiciones.
Si la escuela reabre, el pueblo levanta cabeza, creen algunos. "Yo le decía a la vecina: vas a ver que si se abre la escuela, va a levantar todo porque en la zona ese es el punto de referencia. Los vecinos están todos pendientes de colaborar, además de que siempre hay otras actividades que atraen a la gente a la escuela. Los pocos que iban quedando, se fueron después de que cerró. En un pueblo como este se cierra la escuela y se cierra el pueblo", comenta María Alcira Pécora.
María cree que el lugar tiene algo especial que lo mantiene vivo. "Es como que Ferrer no termina de morir nunca, la vida siempre aparece a último momento. Antes, estaban fulano y megano, que murieron. Cuando ya el pueblo estaba en una agonía, volvimos nosotros y Silvana con su familia. Y ahora se está por abrir la escuela. Como que pasa de un estado de coma a levantarse. Siempre aparece alguien, siempre", señala.
Mientras esperan que la reapertura de la escuela reviva la pequeña localidad, los habitantes continúan caminando varios metros para cargar agua en bidones, preparando la comida en cocinas a leña y pasando las noches entre faroles a mantilla, con la sola compañía de una radio a pilas. La luz está por llegar, especulan entusiasmados luego de recibir la visita de un inspector de UTE. El día que eso suceda, Silvana podrá dejar de lavar a mano la ropa de sus cinco hijos y hará funcionar un lavarropas que hoy duerme la siesta en el jardín de su casa.

ALONSO
Una minúscula comunidad de apenas trece olimareños Los 13 habitantes de Poblado Alonso gozan de algunos "privilegios" frente a sus pares de Ferrer y Mangrullo: tienen energía eléctrica, agua corriente y un camino llano y corto que los separa de la ciudad; están apenas a siete kilómetros de Treinta y Tres.
Aún así, la distancia es suficiente para crear un ambiente propio de la campaña. Entre las marcas de un pasado más poblado, se erigen los restos de un molino que supo dar trabajo a todos los lugareños. Hoy, Etulia Martínez (71), la dueña de una casa que se levanta a su lado, lo usa como corral para ovejas y gallinas. Etulia es de Treinta y Tres, y de las dos décadas que lleva en Alonso, 11 años los ha transcurrido sola, luego de enviudar. "Nos vinimos para acá porque a él siempre le gustó la campaña. Después él falleció y yo me quedé", cuenta mientras hace algunas compras en el "almacén móvil", un camión repleto de productos de almacén que visita el pueblo una vez por semana. En esta localidad no hay problemas para abastecerse. Los camiones son la modalidad más cómoda, pero están a diez minutos de la capital departamental. Y además, muchos cultivan sus propios alimentos. En su fondo, Etulia tiene lechuga, acelga, ajo, zapallito, arvejas, remolacha, naranja, pomelo, bergamota, higos, durazno, ciruela, pelones, limones, manzana, frutilla, además de los animales. "¿Qué más voy a necesitar?", pregunta. Y de verdad se la ve feliz de vivir allí.
Lo mismo pasa con Carlos Guerra (72) y Gloria Celi (52), un matrimonio muy hospitalario y sonriente. "Tenemos un montón de cosas para hacer: ordeñar, darle de comer a las gallinas y los conejos, picar leña, hacer las tareas de la casa, a veces ir hasta la ciudad a ver a los hijos, los nietos, o comprar cosas".
En Poblado Alonso no hay muchos niños. A la escuela de la zona asisten dos. Teresa Riaño (59), la maestra rural, cuenta que desde que vive en el pueblo, hace 9 años, es la primera vez con tan pocos alumnos, algo que no la motiva "para nada". Una familia con tres chicos que hasta el año pasado vivían allí cobró el Plan de Emergencia y se mudó a la ciudad, cuenta como un motivo de la deserción. El año próximo, también ella quiere ir a un lugar más poblado.

El nuevo escenario rural

El 7,6% de la población uruguaya (253.074 personas) viven dispersos en el territorio rural, y el 10,7% (353.149) tiene su residencia en pequeños pueblos rurales.
Los datos fueron extraídos de la versión preliminar de Estructura social agraria: una mirada de la diversidad del mundo rural, de los sociólogos Alberto Riella, Marcela Barrios y Paula Florit que fuera presentado el jueves en las VII Jornadas de Investigación de la Facultad de Ciencias Sociales.
En la actualidad, el 34% de los que trabajan en el campo viven en ciudades (unas 49.414 personas), mientras que son 102.936 las personas que viven y trabajan en el campo. Otro porcentaje lo representan aquellos que viven en el campo y no trabajan en él: 503.287 personas, de las cuales el 43% son menores, estudiantes y amas de casa, 31% empleados no agrícolas, 20% jubilados y 6% desempleados.
Según el trabajo, uno de los cambios sustanciales ocurridos en este sector en las últimas décadas es el aumento de la residencia urbana de los trabajadores agropecuarios: de 28,9% en el año 1985 a 53% en 2006. "Esta urbanización podría asociarse a la optimización de los servicios de transporte públicos y privados, acompañado de mejoras en la caminería rural y de la popularización de los ciclomotores en el Interior del país, hechos que permiten un mayor acceso a las zonas rurales desde las zonas urbanizadas", afirman los sociólogos en el estudio.
La pluriactividad, entendida como la combinación de empleos agrarios con otros de carácter urbano, está instalada en el medio rural y atraviesa por igual a toda la estructura social rural. Según estudios citados por Riella, en poblaciones menores a 5.000 habitantes, el 33% de los hogares tienen más de un miembro activo pluriactivo.

Las cifras

32% De las personas que trabajan en el campo viven en ciudades. Los que viven y trabajan en el campo suman 102.936 individuos.
55,8% De los que trabajan en el campo son asalariados, 11,3% patrones, 24,2% cuentapropistas y 8,2% miembros del hogar no remunerados.
7,6% De los habitantes de Uruguay viven dispersos en el medio rural, mientras que el 10,7% lo hace en pequeños pueblos rurales.
503.287 Son las personas que viven pero no trabajan en el campo: 43% son menores, estudiantes y amas de casa, 31% empleados no agrícolas.
6% De las personas arriba mencionadas se encuentran desempleadas, mientras el 20% ostentan el estatus de jubilados.


Fiesta Patronal de Villa Betania








Con procesión y celebración de la Eucaristía, en la que fueron bautizados cuatro niños, la capilla de Villa Betania, perteneciente a la Parroquia Catedral, celebró ayer, Natividad de Santa María Virgen, su fiesta patronal.
Mons. Heriberto, junto al P. Jairo, párroco de la Catedral, y el P. Mimmo, fundador de AUG (Andiamo in Uruguay Giovani) y los Voluntarios de la Esperanza, asociación de fieles presente en la Capilla, presidieron la celebración.