martes, 28 de febrero de 2012

En Bolonia, con las Misioneras de los Pobres y Grupo de ayuda a Paraguay

La Misa con el grupo de apoyo a la Obra de las Misioneras de los Pobres en Paraguay

Lunes 27

Después de una mañana de paseo por Verona con Tito, el almuerzo en la parroquia y la ida a la estación, para continuar el viaje.
La meta ahora es Bologna, donde hay una comunidad de las Misioneras de los Pobres, una pequeña congregación unida a la familia calabriana (por San Juan Calabria, fundador de los Pobres Siervos y las Pobres Siervas de la Divina Providencia). Esta es mi tercera visita a esa casa, donde he sido siempre gratamente recibido. Me encuentro allí también con Sor Lucía, una religiosa africana que conocí en mi primera visita, con la que hablamos en francés. A las siete de la tarde celebro la Misa en la comunidad, con un grupo que ha sido invitado para la Eucaristía y la cena. Se trata de un grupo de apoyo a la obra calabriana en Paraguay. En mi segunda visita ya estuve con este grupo, de modo que ha sido un momento para profundizar esta amistad. La cena es una forma de reunir fondos para apoyar pequeños proyectos. Con asombro les oigo citar mis propias palabras de la última visita: “Ud. nos dijo que grupos pequeños como el nuestro eran muy importantes, porque pueden financiar los pequeños proyectos que las grandes organizaciones no suelen aceptar por ser demasiado pequeños”. Sigo pensando eso. Con lo que cada uno pone mensualmente, cuando se encuentran para cenar, ayudan a sostener algunas iniciativas en Paraguay: policlínica, comedor, escuela…

Martes 28

Antes de seguir mi viaje, celebro con las Hermanas en comunidad. Mi lectura del misal italiano va mejorando de a poco, a medida que me voy familiarizando con las palabras difíciles… aunque todavía me atraco en el “convertítivi” (conviértanse) que reaparece a menudo en Cuaresma. Como le digo a una de las hermanas: “ya la conversión nos cuesta, y esta dificultad se suma”).

+ Heriberto

lunes, 27 de febrero de 2012

En Verona, con viejos amigos...

Uno de los vitrales de la Parroquia Sta. Ma. Magdalena, Verona
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Sábado 25
En la Parroquia Santa María Magdalena, donde es párroco el P. Giovanni Barlottini y reside el P. Tito, de la Diócesis de Salto, que está estudiando en Milán, celebro la Misa el sábado por la tarde y luego, a comer una pizza afuera con los curas.
Domingo 26
Misa en la mañana del domingo y encuentro con Novios por la tarde en San Juan Bautista en Cadidavid, donde es párroco Ottavio Todeschini. Misa a las 18 horas en Soave, donde está el P. Luigi Verzé. Todos viejos conocidos y amigos, con los que los recuerdos se hacen gratos y la puesta al día amena. A Soave, llegan Giovanni y Tito después de la Misa para cenar juntos con Luigi y llevarme de nuevo a Verona.
Lunes 27
Después de una mañana de paseo por Verona con Tito, el almuerzo en la parroquia y la ida a la estación, para continuar el viaje.
La meta ahora es Bologna, donde hay una comunidad de las Misioneras de los Pobres, una pequeña congregación unida a la familia calabriana (por San Juan Calabria, fundador de los Pobres Siervos y las Pobres Siervas de la Divina Providencia).

Ottavio Todeschini y Luigi Verzè, en Soave.
+ Heriberto

viernes, 24 de febrero de 2012

Hospital Laudato Sí', camino a Verona

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Serafino y Chiara me llevan a Verona, donde está previsto que lleguemos a las tres de la tarde.
En el viaje, encontraremos todavía dos obras de Don Pierino. La primera está en construcción desde hace cuatro años: el Hospital Laudato Sì’ (Alabado sea). Se trata de un hospital oncológico, con capacidad de 120 camas, que apunta a cubrir todos los servicios: diagnóstico, tratamiento ambulatorio, intervenciones quirúrgicas, internación y aún el hospice para cuidados paliativos finales. Se va construyendo por etapas, en los tiempos que va marcando la Providencia. Lo visitamos guiados por uno de los miembros de la Comunidad del Cenáculo, una de las asociaciones de fieles creadas por Don Pierino. Nuestro guía nos cuenta que la obra nunca estuvo detenida. A veces parecía que no se llegaba a reunir el dinero para completar la etapa en curso, pero finalmente aparecía. En su relato van surgiendo algunos aspectos de la espiritualidad y la práctica del Sacerdote fundador: su confianza en la Providencia (en la tradición de los santos Don Orione, Don Calabria, Don Cottolengo). Una frase a menudo repetida: “no busquen dinero, conquisten personas”: era su traducción práctica de la palabra del Evangelio: “busquen primero el Reino de Dios y lo demás les será dado en añadidura”.
 Desde allí hacemos una rápida visita a una comunidad de las Franciscanas del Verbo Encarnado, presente en un dispensario, que forma también parte de la obra.
Todavía nos queda una visita a otro hogar de discapacitados. En realidad son dos pequeñas comunidades, en un edificio en forma de “U”, del que comparten el tramo horizontal. En medio del patio, una encina hace alusión a la Comunidad de Mambré, responsable de ambas casas. Bajo la encina de Mambré Abraham recibe la visita de Dios, que le anuncia el cercano cumplimiento de la promesa de un hijo. Mambré es símbolo de acogida al Señor que viene en cada hermano. Ése es el espíritu de la casa. Los discapacitados no sólo son allí recibidos, sino que quienes llegan, visitantes como nosotros, rápidamente nos sentimos acogidos por ellos, que nos muestran con alegría su casa, sus habitaciones, sus lugares comunes.
A las tres de la tarde, como estaba previsto, llegamos a Verona, a la Parroquia Santa María Magdalena. Allí me despido de Chiara y Serafino y encuentro al P. Giovanni Barlottini, que estuvo muchos años en la Diócesis de Salto, y al P. Tito, de la Diócesis de Salto, que está estudiando en Milán y tiene en la parroquia, donde ha sido fraternalmente recibido, su cable a tierra.
Los amigos veroneses me han preparado un nutrido programa, que me llevará a ocupar buena parte del tiempo en preparar la homilía para el sábado y domingo.

+ Heriberto

jueves, 23 de febrero de 2012

Reencuentros en Brescia

En el Centro Pastoral Pablo VI de Brescia.
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Misa a las 7 de la mañana, ya no en la gran Iglesia de Orzivecchi, sino en una pequeña, restaurada recientemente (y con buena calefacción). Cuando vamos llegando al templo con toda la familia, veo escrito el nombre de la calle en que se encuentra la Iglesia: “Via Disciplina”. Eso es lo que decían los anuncios del día anterior: que la Misa sería en la Iglesia de esa calle…
Serafino me conduce a la ciudad de Brescia, donde me espera Don Cesare, pro vicario de la Diócesis, Padre César para la Diócesis de Melo. El P. César me ha preparado una prolija agenda, como lo hiciera en la visita anterior.
Empezamos por el Centro Misionero de la Diócesis, donde saludo al todavía director, P. Rafael y conozco al que quedará luego a cargo, P. Carlo. Me anuncian una visita a Uruguay para noviembre de este año, cuando tendrán en Maldonado una reunión de todos los sacerdotes Fidei Donum (sacerdotes diocesanos “prestados” a otras diócesis) de Brescia que están en América Latina. El final de su reunión coincide con nuestra peregrinación nacional a la Virgen de los Treinta y Tres, de modo que no pierdo la ocasión para dejarles hecha la invitación.
Del Centro Misionero vamos a la Casa de las Hermanas de Santa Dorotea de Cemmo, donde encuentro de nuevo a la Superiora General, Madre Lucia Moratti, con quien recientemente nos habíamos visto en Melo. También saludo a la Hna. Aussilia, que guarda un fuerte recuerdo de sus pocos años en Treinta y Tres, desde donde debió partir para cuidar su salud.
De allí al Centro Pastoral Pablo VI, donde tendremos un almuerzo con otros sacerdotes que han estado en Melo. En esta ocasión nos acompañarán el P. Claudio Delpero, que estuvo en Uruguay dos años y el P. Renato Soregaroli, que estuvo en Treinta y Tres entre 1973 y 1984 y actualmente volvió a ser “Fidei Donum” pero en Brasil. También llegó otro sacerdote que estuvo en Uruguay, aunque no en nuestra diócesis, el P. Flavio Salieri, con quien nos conocimos a través de la Pastoral Juvenil. El almuerzo transcurrió con gratos recuerdos que ayudan a mantener esa comunión entre las dos diócesis.
Después del almuerzo, y antes de mi encuentro con Mons. Luciano Monari, el obispo de Brescia, el P. Claudio me lleva a conocer, a pie, lugares históricos de Brescia. Subimos hasta el castillo, allí donde comenzó a poblarse Brescia y desde donde se ve toda la ciudad. El P. Claudio es un hombre sumamente ilustrado y su conversación me hace recorrer, con gran gusto de mi parte, varios siglos de historia, mientras miramos el entrelazamiento de presente y pasado que se nos ofrece a los ojos.
Mons. Monari me recibe con mucha calidez. Tal como lo hice en el Centro Misionero, en un momento de la conversación recuerdo nuestro pedido de sacerdotes, sin apuro y sin angustias, pero siempre presente. Conversamos de la situación de su Diócesis, actualmente realizando un Sínodo para organizar agrupamientos de parroquias, “Unidades pastorales”. Hablamos de la catequesis y de sus dificultades. Me comenta del proyecto diocesano que busca trabajar más tiempo con los padres, incluso comenzando con ellos antes que con los niños.
Para llevarme de nuevo a Orzivecchi, me espera Denisse una olimareña que vino siendo una jovencita (hace no tantos años) a Brescia, donde conoció a Mario, su esposo. Después de un regreso de ella y un viaje de él a Uruguay se casaron. Tienen dos hijos que pasamos a buscar: Natalia y Alessandro. Ella vive en Orzinuovi, cerca de Orzivecchi, y su casa ha sido un lugar de referencia para Mons. Cáceres. En este viaje, en alguna medida sigo los pasos de nuestro emérito… pero en algunos casos, como éste, son sus huellas las que me encuentran a mí.
Cenamos con la familia de Chiara y Serafino, ahora también con los padres de ella, que viven cerca de Milán. De allí vamos a la sala parroquial, para una presentación sobre Uruguay. Tengo un Power Point sobre la Diócesis de Melo, con varias fotos, que hice por primera vez en 2010 y que voy actualizando cada vez. Lo proyectamos, con apoyo de Denisse en la traducción y luego respondo a algunas preguntas. Mucha gente ha venido. Están presentes hermanos de la Hermana Fiorángela, Dorotea de la comunidad de Treinta y Tres. Una guitarra aparece, y la velada termina con algunas canciones de Uruguay.

+ Heriberto


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miércoles, 22 de febrero de 2012

Miércoles de Ceniza en Polaveno y Orzivecchi (Brescia)

En primer plano, Antonio
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En la mañana del Miércoles de Ceniza tomamos un frugal desayuno con el Sr. Piero y fuimos hasta la parroquia de Borghetto Santo Spirito. Me despedí del P. Francesco y de Piero, y salimos con Marina y Lino hacia la provincia de Brescia. Fuimos bordeando el mar en un día muy soleado. Liguria es una región de montañas que van bajando hasta meterse en el mar, sin llanuras intermedias. A lo lejos, los montes más altos se veían nevados. Los días de mayor frío habían pasado, afortunadamente para mí. En un momento Marina me advierte “ahora dejamos el borde del mar y tomamos una ruta hacia dentro”.
Nuestro destino era Clusane, una pequeña ciudad de la provincia de Brescia, donde me esperaban Serafino y Chiara, un matrimonio al que conocí en Uruguay en diciembre pasado, cuando ellos estaban de vacaciones con su familia. Clara es un poco uruguaya y ambos son veterinarios. Tienen cuatro hijos, y me ofrecieron su casa y su ayuda durante mi visita a Brescia.
Viven en un pueblo llamado Orzivecchi, pero la razón de encontrarnos en Clusane era presentarme una obra verdaderamente extraordinaria. En ese lugar fue párroco un sacerdote llamado Pierino Ferrari, fallecido el año pasado. Don Pierino dejó tras de sí varias obras dedicadas a los discapacitados, la salud y la ancianidad, sostenidas hoy por ocho asociaciones fundadas por él: laicos consagrados, voluntarios, cooperativas. En su obra recibió siempre un muy cercano aliento de la Madre Giovanna Ferrara, fundadora de las Misioneras Franciscanas del Verbo Encarnado.
En Clusane visito un hogar de ancianos al que puede llamarse con verdad hogar, de pequeñas dimensiones, cercanía y familiaridad. Después de un cuaresmal almuerzo, con Don Dario, sacerdote diocesano sucesor de Don Pierino y otros miembros de la obra, pasamos a un hogar para discapacitados, donde conozco a Antonio, inspirador de la obra de Don Pierino.
En una foto de fines de los 70 veo a un joven sacerdote, vestido para la Misa, sosteniendo en sus brazos ante el altar a un niño delgadito que parece dormido. Son Don Pierino y Antonio. Antonio tiene una discapacidad profunda. Los médicos han dicho que no vivirá más que unos meses. Sus padres lo han entregado al sacerdote.
Pero ahora no se trata de una foto. Frente a mí está Antonio, en su silla de ruedas especial. Uno de sus cuidadores, un verdadero Ángel de la Guarda, me dice: “Antonio tiene dos expresiones: sonríe si está contento, llora si algo está mal: si tiene hambre o necesita atención” (como un bebé, pienso yo). El Ángel prosigue: “Antonio vive porque se siente amado, y amarlo es la razón por la que estamos aquí: él nos enseña a amar”.
Chiara y Serafino con colaboradores de la obra de Don Pierino. Él bautizó a una de sus hijas. Todavía me harán conocer algo más, pero eso será el próximo viernes.
De Clusane comenzamos a subir montaña arriba, por rutas empinadas y de muchas curvas (de alguna manera me sirve el entrenamiento adquirido en la Ruta 8, aunque la pendiente no sea tanta). Llegamos hasta un pueblito de la montaña, donde es párroco Don Saverio Mori, para los melenses, el Padre Javier, que fue párroco de la Catedral de Melo.
Llegamos cinco minutos antes del comienzo de la Misa de Miércoles de Ceniza. Con la advertencia habitual (“necesito leer todo lo que tenga que decir”) acepto presidir la Eucaristía. La pequeña Iglesia está llena. Nos acompañan numerosos monaguillos. Muchas niñas están sentadas en los primeros bancos (me parece que casi todos los niños están con nosotros, como monaguillos). Hay gente de todas las edades, inclusive matrimonios jóvenes.
Yo me había encontrado con el P. Javier en mi anterior visita a Brescia, en agosto de 2010. Allí, él todavía no había asumido esta parroquia y estaba recuperándose de una enfermedad.
No es precisamente un jovencito, pero me encontré con un hombre lleno de energía. La pequeña comunidad parece llena de vida. Él hace la homilía, presentando al visitante y yendo luego al espíritu del tiempo de Cuaresma que estábamos iniciando. Invita a participar en las diferentes actividades que ofrecerá la parroquia en el tiempo y luego traduce mis breves palabras de saludo.
Conversamos un rato después de la Misa y lo veo realmente animado. Recorremos a pie los alrededores de la parroquia y nos vamos antes de que el frío nos agarre.
Chiara y Serafino me conducen hasta su casa en Orzivecchi. Viven en las afueras del pueblo. Serafino tiene un criadero de cerdos. Al llegar destaca una fila de silos, en el primero de los cuales se leen las primeras palabras del Ave María. Más abajo, una imagen de la Virgen. La casa es grande, dividida en dos, y en una parte viven los padres de Serafino. Con ellos han quedado los niños: Domenico, … Cecilia, que reciben a sus padres con mucho cariño. A las 19 de nuevo presido la Misa, ahora en la gran Iglesia de Orzivecchi. Con Don Franco, el párroco, imponemos las cenizas a numerosos feligreses. En los avisos para el día siguiente, oigo varias veces la palabra “disciplina” y pienso “aquí la Cuaresma va en serio”.
Después del encuentro con la familia llega el descanso reparador… y necesario, porque el día empezará temprano.

+ Heriberto
Con Don Franco imponiendo las Cenizas

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Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA CUARESMA 201
2
«Fijémonos los unos en los otros
para estímulo de la caridad y las buenas obras»
(Hb 10, 24)
Queridos hermanos y hermanas
La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.
Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.
1. “Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano.
El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).
La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.
El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein—es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.
2. “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad.
Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.
Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).
3. “Para estímulo de la caridad y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad.
Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.
Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).
Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.
Vaticano, 3 de noviembre de 2011
BENEDICTUS PP. XVI

domingo, 19 de febrero de 2012

Desde España

Casa Cristo Rey, Cooperadores Parroquiales, Pozuelo de Alarcón, Madrid

Madrid

El miércoles 15, Madrid me recibió con la mañana de un invierno muy frío, pero con cielo azul y sol radiante. También con la sonrisa del P. Enrique, Cooperador Parroquial de Cristo Rey (CPCR), con quien nos conocimos hace años en Salto y allí volvimos a vernos en una de sus visitas.
Enrique me condujo a la Casa Cristo Rey, en Pozuelo, muy cerca del aeropuerto, donde está su comunidad. Es una casa grande, preparada para retiros y encuentros. Allí estuvo alojada la delegación de Pastoral Juvenil del Uruguay que participó en la Jornada Mundial de la Juventud. Los jóvenes y los CPCR guardan gratos recuerdos de esos días.
Después del desayuno con la comunidad, pude descansar un poco antes que Nacho, un joven colaborador del P. Enrique, viniera a buscarme para llevarme hasta la Universidad San Pablo, donde el Padre es capellán en las facultades de Derecho y Ciencias Económicas. Celebramos allí la Misa en una pequeña capilla y compartí luego el almuerzo con Enrique y profesores de la Universidad que han participado en el proyecto misionero que el sacerdote ha impulsado.
El proyecto ha sido ambicioso: un grupo de 30 estudiantes y profesores, algunos en calidad de misioneros, otros como voluntarios, en períodos de un mes en las diócesis de Concordia y de Rosario (Argentina), donde los CPCR tienen comunidades, La misión tiene una doble faceta: el anuncio cristiano y la colaboración en el desarrollo (de ahí lo de misioneros y voluntarios). Pero quienes participaron han regresado profundamente marcados por la experiencia. Ha habido realmente un antes y un después. Lo comprobé todavía al día siguiente, cuando me entrevisté, por menos tiempo del que me habría gustado, con la decana de la Facultad de Humanidades (también experta en el castellano de los inmigrantes hispanos en los EE.UU.).
De todo este encuentro quedó planteada, de mi parte, la posibilidad de una misión en Melo. Habrá que hacer una propuesta más formal y conversar despacio.
Después de la breve entrevista con la Decana, el jueves continuó con la visita a la Casa de las Misioneras de la Doctrina Cristiana, de quienes tenemos una comunidad en Río Branco.
La Hna. Maru, coordinadora general, uruguaya, me recibe con mucho afecto. Conversamos horas sobre el Uruguay, la Iglesia, la Diócesis, la Congregación, las Hermanas de Río Branco... Compartí el almuerzo con la comunidad, apareció una guitarra y canté algunas canciones de Uruguay y luego me llevaron a la Estación para que tomara mi tren a Bilbao.

Bilbao
P. Manuel Guadilla y Hermanas Trinitarias
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Puntualmente, a las nueve de la noche, después de un cómodo viaje, llegué a la estación de Bilbao desde donde caminé al Hogar Sacerdotal donde vive el P. Manuel Guadilla. Lo encontré en la puerta. Había ido a esperarme a la estación, pero nos habíamos desencontrado. Cené con él y me fui a dormir.
Pasé todo el viernes en Bilbao. De mañana acompañé al P. Manuel a su misa como capellán de las Hermanas Trinitarias, que llevan adelante una residencia universitaria. Después de la Misa con quedamos conversando largamente con las hermanas y volvimos a almorzar al Hogar. En la tarde, una sobrina del P. Manuel y su esposa nos llevaron a recorrer Bilbao. Yo recordé que, más de 20 atrás, había pasado por la ciudad. Era imposible reconocerla, y con razón. Bilbao se había transformado. De ciudad industrial, permanentemente ensuciada por el polvo del carbón, se había transformado en una ciudad orientada hacia los servicios y había alcanzado un importante desarrollo turístico, algo impensable antes. La encontré tan limpia como una ciudad alemana, que ya es decir. Me mostraban los edificios de fines del S. XIX y comienzos del XX, de interesante construcción, todos espléndidos, y me decían: todo esto estuvo tapado por el carbón...
Con todo, España vive su crisis. Las altas cifras de desempleo, "el paro", como dicen los españoles, se repiten por todas partes. No hay trabajo. Muchos inmigrantes se vuelven. El gobierno anuncia recortes y medidas drásticas, al tiempo que trata de que la crisis no se haga catástrofe.
Me preguntan como está Uruguay, y casi da vergûenza decir que estamos bien... Al mismo tiempo, se me enciende una luz amarilla: ¿cuánto podrá durar?

Barcelona

Cornellá de Llobregat, Barcelona. P. Toni, P. Juan Masnou

El sábado 18 vuelo a Barcelona en una empresa de bajo costo. El P. Juan Masnou, un sacerdote que estuvo más de 30 años en Uruguay, en la Diócesis de Salto y en el Seminario Interdiocesano, me espera en el aeropuerto y me lleva a la parroquia San Ildefonso, en Cornellá de Llobregat, donde es vicario. Es mi tercera visita. Estuve por primera vez en enero de 2002, hace diez años. Luego, en octubre de 2004, al año de mi ordenación episcopal. Encuentro al P. Juan en sus 80, pero activo y fiel a todos sus rasgos: sus rezongos por la manera en que va el mundo y (en algunas cosas) la Iglesia, y su fidelidad a la meditación de la Palabra de Dios, que sigue haciendo de él un predicador que capta la atención de la gente y mueve los corazones. En San Ildefonso está también el P. Toni, el párroco, catalán con 32 años de cura, ya conocido de las dos anteriores visitas. Entre los dos atienden dos parroquias. La otra es Nuestra Señora del Pilar, a cinco minutos de camino a pie desde San Ildefonso.
En Nuestra Señora del Pilar celebré el sábado de noche. El Carnaval restó un poco de concurrencia, pero había un buen grupo de gente, más bien mayor.
En la mañana del domingo, al mediodía, celebré Misa en San Ildefonso, acompañado por el P. Toni. Estas parroquias están en barrios de inmigrantes, incluso de quienes llegaron de otros lugares de España. Aquí se celebra en castellano, cabe aclararlo, porque en Catalunya, naturalmente, se celebra en catalán. La iglesia está rebosante, el coro canta sencillos y conocidos cantos a capela, pero bien entonados (ensayan los martes). A la salida, me saluda la gente. Hay más jóvenes que anoche, o tal vez deba decir, simplemente, hay jóvenes. Una panameña, una colombiana de Bogotá, un matrimonio de Medellín, me hicieron presente que también la presencia de los emigrantes revitaliza aquí las comunidades.

De nuevo en Madrid

De tarde, Juan me arrima hasta el aeropuerto. En Madrid, de nuevo el P. Enrique y la casa Cristo Rey. Mañana me espera la salida a Milán, hacia el mediodía, y el comienzo de otra etapa, más larga, de este viaje.

+ Heriberto

sábado, 18 de febrero de 2012

El nuevo embajador del Uruguay le regaló un mate al Papa


Ciudad del Vaticano , 17 Feb. 12 (AICA)

En el Palacio Apostólico, Benedicto XVI recibió, ayer, en audiencia a Daniel Edgardo Ramada Piendibene, embajador del Uruguay ante la Santa Sede, con motivo de la presentación de sus cartas credenciales.

Durante su visita, el nuevo embajador regaló a Benedicto XVI el tradicional mate, realizado con la calabaza tradicional uruguaya.

Daniel Edgardo Ramada Piendibene nació en 1950, está casado y tiene tres hijos.

Tras estudiar secundaria en el colegio del Sagrado Corazón (ex seminario) de los padres jesuitas en Montevideo (1962-1965), entró en el Instituto de Estudios Humanísticos y Clásicos de la Compañía de Jesús, dependiente de la Universidad Católica Argentina, en calidad de novicio y junior (1966-1968).

Profesor de Historia humanística y de Derecho (1968-1969) y profesor asistente de Ciencias Políticas, Filosofía Social y Sociología en la Universidad Estatal (1970-1973).

Desempeñó sucesivamente, entre otras, las siguientes actividades: miembro fundador del Centro de Investigaciones Sociales de Montevideo (1973), donde desempeñó diversos cargos; miembro fundador y redactor de la Revista Uruguaya de Ciencias Sociales (1973-1977); asesor permanente de la Conferencia Episcopal de Uruguay en estudios sociales(1978-1980); en la Universidad de Friburgo, obtuvo una licenciatura en Sociología y Cristianismo (1980-1986), profesor de la Universidad Católica de Paraná, Brasil; ha desempeñado diversos cargos en comisiones ministeriales relacionadas con el comercio exterior e industria farmacéutica; director general de una industria farmacéutica multinacional en Brasil(2010-2012).

Participó en simposios y conferencias sobre teología, sociología y patrología y es autor de numerosos escritos sobre la religión cristiana, pastoral, historia, fe, la Iglesia y la evangelización latinoamericana.

Bodas de Oro de Mons. Cáceres y Peregrinación a la Cruz del Cerro Largo


Melo, 12 de febrero de 2012

Queridos Diocesanos:

Al entrar al segundo año de nuestro Novenario en preparación al Centenario de la llegada a Melo del primer Obispo, Mons. José Marcos Semería, año dedicado a la Familia, dos acontecimientos diocesanos nos llaman a una participación numerosa y activa:
•    Bodas de Oro episcopales de nuestro Obispo Emérito
•    Peregrinación a la Cruz del Cerro Largo

Mons. Roberto Cáceres fue ordenado Obispo en la Solemnidad de San José, el 19 de marzo de 1962. Pocos meses después se inauguró el Concilio Vaticano II, en cuyas cuatro sesiones participó íntegramente. El es uno de los únicos tres Padres Conciliares que, habiendo participado en ese grado, quedan vivos en el mundo. Durante 36 años fue el Pastor de esta Diócesis, dejando ese servicio al cumplir sus 75 años, como disponen las normas de la Iglesia. No obstante, con disponibilidad y entrega, ha permanecido entre nosotros, brindando su alegre mensaje de esperanza cristiana con su testimonio personal y su infatigable presencia en la radio, llegando a casi todos los rincones de la Diócesis.

Mons. Roberto presidirá dos celebraciones para dar gracias por estos cincuenta años. El domingo 18 de marzo, a las 19:30 en la Parroquia San José Obrero de Treinta y Tres. El lunes 19 de marzo, a las 19 horas en la Catedral de Melo. El Sr. Nuncio Apostólico y los Obispos del Uruguay están invitados a participar indistintamente.

El Quinto Domingo de Cuaresma, 25 de marzo, como es ya tradición, nuestra Diócesis peregrina a la Cruz del Cerro Largo. Nos encontraremos a las 9 de la mañana para iniciar la marcha a las 9:30, rezando un Via Crucis en relación a la Familia. A las 15:30 celebraremos la Eucaristía bajo los árboles al costado de la ruta, como es habitual.

Como familia diocesana, hagamos el esfuerzo para estar presentes en ambos acontecimientos, haciendo viva y concreta nuestra comunión.

Aguardando verlos en estos dos encuentros, los bendice de corazón,

+ Heriberto, Obispo de Melo

domingo, 12 de febrero de 2012

Cambio de sacerdotes en Fraile Muerto, Cerro Largo

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Mons. Heriberto, Obispo de Melo, llegó hoy a la Parroquia de Fraile Muerto, sobre la ruta 7, en el departamento de Cerro Largo, para celebrar la Eucaristía y anunciar cambios que afectan a tres sacerdotes.
En primer lugar, el Obispo agradeció al P. Jairo, quien fue durante varios años párroco de esta localidad y que asumió el 1 de enero de 2011 como párroco de la Catedral y continuó como administrador parroquial de Fraile Muerto, sus servicios y su dedicación de estos años, relevándolo del último cargo, para que pueda dedicarse enteramente a la vasta parroquia Catedral.
A continuación, Mons. Bodeant anunció que el P. Luis Fernando, quien venía concurriendo a Fraile Muerto durante el año pasado, primero como seminarista, luego diácono, y finalmente sacerdote, quedaba a cargo de la comunidad, como Vicario Parroquial.
El Obispo se refirió finalmente al P. Freddy, vicario general y párroco de Nuestra Señora del Carmen a quien nombra administrador parroquial de Fraile Muerto, con la finalidad de dar apoyo y respaldo al P. Luis Fernando en estos inicios de su ministerio presbiteral.
Ambos sacerdotes, a su tiempo, agradecieron al Obispo y a la comunidad y expresaron sus buenos deseos. El P. Luis Fernando inició en cierta forma su nuevo servicio, consultando a la comunidad sobre los cambios de horarios de Misa, al poder asegurar la celebración diaria de la Eucaristía residiendo en la casa parroquial.


Reunión de la Vicaría Pastoral: preparando el año 2012

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Ayer y hoy se reunió la Vicaría Pastoral de la Diócesis de Melo, con su integración renovada con el agregado de nuevos integrantes, después de la Asamblea Diocesana de octubre.
El equipo, acompañado por nuestro Obispo, Mons. Heriberto y orientado por el Vicario Pastoral, P. Luis Arturo, trabajo intensamente en estos días con miras a la asamblea diocesana que avanzará en la formulación del proyecto diocesano en julio, y a las actividades en torno al Año de la Familia, segundo año del novenario previo al Centenario de la llegada del primer Obispo a Melo.
Un matrimonio de la Diócesis, integrante de la Vicaría, se prepara para representar a Melo en el Encuentro Mundial de las Familias con el Papa. Se marcó un Consejo Diocesano de las Familias para el mes de agosto, en preparación al Congreso Nacional de la Familia que se realizará en octubre en Montevideo.
Se prepararon los dos grandes eventos diocesanos: la peregrinación a la Cruz del Cerro Largo en marzo y la Fiesta Diocesana en Octubre. Esta última será ocasión del lanzamiento en la Diócesis del Año de la Fe.

sábado, 11 de febrero de 2012

Nuestra Señora de Lourdes: fiesta patronal de la Capilla de Barrio Sóñora, Melo


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En el mismo día de Nuestra Señora de Lourdes, XX Jornada Mundial del Enfermo, Mons. Heriberto presidió la Eucaristía en la capilla de Barrio Sóñora, Melo, acompañado por el Párroco de Ntra. Sra. del Carmen, P. Freddy, el P. Michael y el Diácono Mario.

viernes, 10 de febrero de 2012

Tras las huellas de Fray Junípero Serra: viajando por el sur de California


Entre 1767 y 1784, Fray Junípero Serra con sus hermanos franciscanos evangelizó el sur de California. A la muerte de Fray Junípero, el 28 de agosto de 1784, quedaron establecidas nueve misiones, algunas de las cuales son hoy importantes ciudades: Los Ángeles, San Francisco, San Diego, Sacramento, etc.
Por alguno de estos lugares pasé a fines de enero y comienzos de febrero. Comparto con Uds. algo de la experiencia de esos días.

Mi viaje fue motivado por la generosa invitación a un encuentro de Obispos que organiza Acton Institute, una institución católica de los EE.UU. que ofrece esta instancia de formación y encuentro a Obispos mayormente latinoamericanos, pero también de otros continentes. Eso da ocasión para otros encuentros: un primo y su familia que viven en Los Angeles desde hace muchos años, algunos amigos que están también allí, y parroquias de Los Angeles y, sobre todo, la Diócesis de San Bernardino, con la que se ha ido consolidando una amistad.

Primero fue el encuentro con mis familiares, con los que ya estuve el año pasado en una instancia similar. A pesar de que ellos tienen contacto frecuente con Uruguay, apreciaron la yerba, el vino, los caramelos y los hongos que llevé recordando gustos de cada uno de los integrantes… ah… y una toalla de Forlán para Rafaelito, el más chico.
Parroquia Saint Patrick, North Hollywood
Esos días, tranquilos, en familia, incluyendo la celebración de la Misa a la que suelen ir el domingo en la parroquia de St. Patrick, me ayudaron también a ir superando el jet lag, el trastorno de la diferencia de horas. Cuando en Uruguay es el mediodía, allá son las 6 de la mañana. Seis horas, hacen una real diferencia. Las primeras noches el cuerpo parece creer que está sesteando, y uno se despierta a las tres y media o cuatro de la mañana… por suerte, esta vez pude seguir durmiendo.

De allí, al encuentro de Obispos. El Acton Institute se ocupa sobre todo de temas económicos, y yo lo definiría como un serio esfuerzo por aplicar la doctrina social de la Iglesia en el marco del capitalismo o de la economía de libre empresa. Siempre hay una figura destacada del ámbito eclesial, cuya conferencia resulta de especial interés para los obispos. Este año fue el Cardenal George Pell, arzobispo de Sydney, quien nos compartió su pensamiento y su propia vivencia pastoral sobre el rol del Obispo en la sociedad secularizada. Los ponentes sobre temas económicos se manejaron con buenos criterios pedagógicos y no dejaron de presentarnos algunas consideraciones bastante interesantes sobre el desarrollo y el rol de la empresa en él. Fue particularmente agudo un asesor de PYMES con experiencia en África. África recibe la mayor parte de la ayuda mundial, pero su participación en el comercio internacional es escasísima. A la uruguaya diríamos “no existe”. De alguna manera, la ayuda tiene un efecto perverso, que se podría resumir en una expresión cruda: “si tu negocio es ser pobre, lo mejor es seguir siendo pobre”. Es decir, si por ser pobre te ayudan, lo mejor es… saquen Uds. la conclusión. Si, además, en el círculo entra la corrupción, no parece haber salida.

Del encuentro, realizado en San Diego, me recogió Humberto, un laico mexicano que es Coordinador Parroquial de San Marcelino, en la pequeña ciudad de Commerce, Arquidiócesis de Los Ángeles. El año pasado y de pasada yo había celebrado Misa en su Parroquia, y esta vez le ofrecí ir un poco más. Acordamos en un fin de semana. De San Diego me llevó a una casa donde tenía un retiro de 90 jóvenes de su parroquia, animado por el movimiento “2KM”. Afortunadamente, además de esa enigmática fórmula, en las camisetas se leía también Kairós Kai Metanoia – Tiempo de Gracia y Conversión. Llegué para ponerme a disposición de los jóvenes que quisieran confesarse, todos ellos hispanos, aunque muchos ya hablan el español como segunda lengua. Pasaron muchos por el improvisado confesionario, pero las confesiones no fueron nada improvisadas. Tocados por el retiro, muchos manifestaron volver a confesarse después de por lo menos un año y a menudo comenzaba diciendo “ahora caí en la cuenta de que…”. Un bienvenido despertar de la conciencia. Noté que las jóvenes se expresaban con más fluidez. No les daba vergüenza no recordar una palabra en español, y mi inglés ayudaba algo. En cambio, los jóvenes llegaban como hechos un ovillito, hablando casi para dentro… pero salimos adelante.
De allí, a la Parroquia. Nueve de la noche. Los adoradores nocturnos me estaban esperando, pero no sólo para exponer el Santísimo, como estaba previsto, sino para que celebrara la Eucaristía, ya que por un error de coordinación el Señor había sido llevado al retiro y no estaba en el Sagrario. Tuvimos, pues, la Misa. Noté que algunos de los adoradores se acercaban en el momento de la comunión con los brazos cruzados sobre el pecho, señal de que no pueden comulgar y que desean recibir una bendición. Pensé – y luego compartí con alguien – como la Adoración del Santísimo está abierta a todos, aunque no puedan recibir a Jesús Eucaristía.

A la mañana siguiente, temprano, Misa con la comunidad mayor. A las 12:30, otra misa de horario y a las 16:00, en la parroquia la Misa final del retiro, con los jóvenes y sus padres y muchos testimonios, muy emotivos. San Marcelino es una Iglesia pequeña y eso es un problema, pero de los que me gustaría tener: está siempre llena y queda gente fuera. Muchas parroquias tienen ese dichoso problema, y lo solucionan con más misas: en más de una había nueve, con la Iglesia siempre colmada. A veces siete Misas en español, dos en inglés, o alguna bilingüe. En la Arquidiócesis de Los Angeles se celebra Misa en más de 40 idiomas, incluyendo español, italiano, polaco, pero también tagalog de Filipinas, vietnamita, coreano, lo que sea que hablen en las Islas Fiji… y un largo etcétera. Pero la colectividad de habla hispana es la más numerosa y esta gran Arquidiócesis, que comenzó con obispos irlandeses tiene ahora su primer arzobispo hispano, Mons. José Gómez, nacido en México.

En San Marcelino, el reencuentro con viejos amigos de Young que hace años viven cerca de Los Angeles y con los que almorzamos tras la Misa de 12:30 junto con gente de la comunidad y amigos mexicanos de ellos.

De San Marcelino a la Diócesis de San Bernardino. Petra, una mexicana que es responsable del ministerio hispano en San Bernardino fue quien armó mi agenda. A mi pedido, comenzamos por una visita a la Oficina de Ambiente Seguro para los Niños. No se trata precisamente del ambiente ecológico, sino de la prevención del abuso de menores. La dolorosa experiencia vivida por la Iglesia en los EE.UU., que luego saltó también en muchos lugares del mundo, los ha llevado a crear un importante sistema preventivo, que pasa por estrictas normas de procedimiento en todo lo que es el trabajo catequético y pastoral con niños. Para hacer conocer esas normas y, más aún, para crear conciencia y una mentalidad asertiva sobre el tema, la Diócesis hace regularmente cursos, obligatorios para todas las personas que tienen alguna responsabilidad, desde los ministros ordenados hasta los catequistas, y todas las personas que trabajan en forma paga o voluntaria en los organismos de la Iglesia.

Petra me había anunciado ya que mi presencia en esos días era providencial, pues los sacerdotes hispanos tenían un retiro. Al principio se me pidió un tema, pero luego quedé prácticamente con todo el desarrollo del retiro, que comenzaba un lunes de noche, con una charla de Mons. Gerald Barnes, el Obispo de San Bernardino y terminaría el viernes de noche, con una evaluación con Mons. Rutilio, el Obispo auxiliar. Entre medio, un servidor. Me había pedido hablar sobre Porta Fidei y la Nueva Evangelización, de modo que preparé material sobre esos temas. Estando allí, y con la perspectiva del lugar y del encuentro, fui reformulando cada día mis reflexiones y armamos una dinámica que incluyó tiempo de oración personal en la mañana, trabajos grupales en la tarde y cine foro en la noche (allí no los acompañé…).

Los sacerdotes eran “hispanos”, pero ahí uno se da cuenta de que eso no borra mucha diversidad. Algunos religiosos, otros diocesanos, ya de San Bernardino o prestados. “Nosotros también somos emigrantes” dijo uno de ellos. Y es verdad. Viven muchos de los problemas de inculturación y de adaptación a una realidad diferente que viven los demás inmigrantes. No tienen, claro, mucho de los problemas de éstos; pero tienen otras dificultades. Impresiona la vida en una sociedad tan regulada, donde hay que informarse bien antes de hacer algo o de dejarlo de hacer. Mis primos me contaron desde mi llegada el tema del estacionamiento de su camioneta. No olvidarse que tal día se hace el barrido de las calles y hay que dejar esa vereda libre, o encontrarse después con un ticket, es decir, una multa de unos US$ 50. No sólo están las normas federales, estatales y municipales, sino que también están las normas eclesiales, en gran parte exigidas por ese marco legal civil. Algunos de los sacerdotes decían “yo no me hice sacerdote para pasar una mañana llenando planillas”, pero los que tienen más experiencia daban ánimo y buenos consejos para poder manejarse en un espacio tan regulado.

En fin, fueron cinco días de oración, estudio y convivencia pastoral, que no vienen mal, al tiempo que uno se da cuenta de que junto a esas Iglesia llenas, el problema que quisiéramos, hay otras cosas que no tenemos ningún apuro porque nos lleguen…

El jueves de esa semana de retiro, que era el 2 de febrero, fui en la noche al Centro Pastoral de la Diócesis para celebrar la Misa y dar una charla sobre María a los Grupos Guadalupanos. Un impresionante movimiento de laicos, hombres y mujeres, mayormente mexicanos. Una procesión y Misa muy fervorosa, con bendición – al final – de imágenes del Niño Jesús primorosamente vestidas. Cena con tamales (pasta de maíz con relleno de carne o pollo, envueltas en hojas de maíz, muy parecidos a la humita de Argentina y Chile). Durante la cena, una dinámica: conversar sobre la frase que estaba escrita en cada uno de los mantelitos individuales. Después de la cena, la charla sobre María en el Nuevo Testamento, que fue seguida con mucho interés y atención.

El viernes, luego del retiro, comencé un intenso fin de semana, con visita a varias parroquias, entrevistando a responsables del ministerio hispano. El sábado, esas visitas tuvieron un marco especial: el llamado “Desierto Bajo” (obviamente, hay un “Desierto Alto”) que está hacia el sureste de California. La zona ofrece enormes contrastes: desde las lujosas mansiones, canchas de golf y malls de Palm Springs, una ciudad construida por el jet set de Hollywood para pasar al calor los días de invierno, hay apenas 20 millas (32 km) hasta llegar a los miserables parqueaderos o estacionamientos de casas rodantes (traillers) en los que se amontonan las familias de los braceros que plantan y cosechan lo que abundantemente se cultiva en el desierto, todos en situación de inmigrantes ilegales, que muchas veces las mismas empresas se encargan de traer.

Ver video sobre situación de emigrantes ilegales.

El domingo, despedida con dos misas. La primera en la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, pedida por uno de los sacerdotes “hispanos” que estuvo en el retiro. El P. Pavol, del Verbo Divino, es en realidad eslovaco. Estuvo algunos años en Colombia (donde vivió la incertidumbre de los secuestrados, por cinco días “que me alcanzaron” como dijo él). Ahora está en esta parroquia mayormente mexicana, junto a un sacerdote vietnamita de su congregación… que estuvo en Posadas, Misiones, Argentina y desde allí sigue tomando mate. Con mucha entrega celebran las nueve Misas del domingo, siempre a Iglesia llena, y salen luego a bendecir personalmente a quien lo pida, y son muchos que lo hacen, como pude experimentar. Sus feligreses, sin embargo, no están del todo contentos, y reclaman alguien que hable mejor castellano. En otras parroquias, los angloamericanos reclaman de los curas hispanos un mejor inglés… Agradezco que los uruguayos seamos más comprensivos con tantos sacerdotes que nos han llegado desde diferentes países, con sus acentos o sus dificultades en el español.

Llegando a Uruguay, desde el aire, Montevideo se veía hermosamente iluminada ya cerca del amanecer, sin que éste se insinuara todavía. Mi vecino de asiento, un uruguayo que hace cerca de 40 años – la mitad de su vida – vive en Venezuela y que viene cada cierto tiempo a Uruguay decía “está más grande, esto se ha poblado mucho”. Yo no sabía como decirle que seguimos siendo los poquitos más de tres millones de siempre.

+ Heriberto

Mensaje del Santo Padre para la XX Jornada Mundial del Enfermo


MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
CON OCASIÓN DE LA XX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO
(11 de febrero de 2012)
“¡Levántate, vete; tu fe te ha salvado!” (Lc 17,19)

¡Queridos hermanos y hermanas!
Con ocasión de la Jornada Mundial del Enfermo, que celebraremos el próximo 11 de febrero de 2012, memoria de la Bienaventurada Virgen de Lourdes, deseo renovar mi cercanía espiritual a todos los enfermos que están hospitalizados o son atendidos por las familias, y expreso a cada uno la solicitud y el afecto de toda la Iglesia. En la acogida generosa y afectuosa de cada vida humana, sobre todo la débil y enferma, el cristiano expresa un aspecto importante de su testimonio evangélico siguiendo el ejemplo de Cristo, que se ha inclinado ante los sufrimientos materiales y espirituales del hombre para curarlos.
1. Este año, que constituye la preparación más inmediata para la solemne Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará en Alemania el 11 de febrero de 2013, y que se centrará en la emblemática figura evangélica del samaritano (cf. Lc 10,29-37), quisiera poner el acento en los «sacramentos de curación», es decir, en el sacramento de la penitencia y de la reconciliación, y en el de la unción de los enfermos, que culminan de manera natural en la comunión eucarística.
El encuentro de Jesús con los diez leprosos, descrito en el Evangelio de san Lucas (cf. Lc 17,11-19), y en particular las palabras que el Señor dirige a uno de ellos: «¡Levántate, vete; tu fe te ha salvado!» (v. 19), ayudan a tomar conciencia de la importancia de la fe para quienes, agobiados por el sufrimiento y la enfermedad, se acercan al Señor. En el encuentro con él, pueden experimentar realmente que ¡quien cree no está nunca solo! En efecto, Dios por medio de su Hijo, no nos abandona en nuestras angustias y sufrimientos, está junto a nosotros, nos ayuda a llevarlas y desea curar nuestro corazón en lo más profundo (cf. Mc 2,1-12).
La fe de aquel leproso que, a diferencia de los otros, al verse sanado, vuelve enseguida a Jesús lleno de asombro y de alegría para manifestarle su reconocimiento, deja entrever que la salud recuperada es signo de algo más precioso que la simple curación física, es signo de la salvación que Dios nos da a través de Cristo, y que se expresa con las palabras de Jesús: tu fe te ha salvado. Quien invoca al Señor en su sufrimiento y enfermedad, está seguro de que su amor no le abandona nunca, y de que el amor de la Iglesia, que continúa en el tiempo su obra de salvación, nunca le faltará. La curación física, expresión de la salvación más profunda, revela así la importancia que el hombre, en su integridad de alma y cuerpo, tiene para el Señor. Cada sacramento, en definitiva, expresa y actúa la proximidad Dios mismo, el cual, de manera absolutamente gratuita, nos toca por medio de realidades materiales que él toma a su servicio y convierte en instrumentos del encuentro entre nosotros y Él mismo (cf. Homilía, S. Misa Crismal, 1 de abril de 2010). «La unidad entre creación y redención se hace visible. Los sacramentos son expresión de la corporeidad de nuestra fe, que abraza cuerpo y alma, al hombre entero» (Homilía, S. Misa Crismal, 21 de abril de 2011).
La tarea principal de la Iglesia es, ciertamente, el anuncio del Reino de Dios, «pero precisamente este mismo anuncio debe ser un proceso de curación: “… para curar los corazones desgarrados” (Is 61,1)» (ibíd.), según la misión que Jesús confió a sus discípulos (cf. Lc 9,1-2; Mt 10,1.5-14; Mc 6,7-13). El binomio entre salud física y renovación del alma lacerada nos ayuda, pues, a comprender mejor los «sacramentos de curación».
2. El sacramento de la penitencia ha sido, a menudo, el centro de reflexión de los pastores de la Iglesia, por su gran importancia en el camino de la vida cristiana, ya que «toda la fuerza de la Penitencia consiste en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une a Él con profunda amistad» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1468). La Iglesia, continuando el anuncio de perdón y reconciliación, proclamado por Jesús, no cesa de invitar a toda la humanidad a convertirse y a creer en el Evangelio. Así lo dice el apóstol Pablo: «Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo, os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). Jesús, con su vida anuncia y hace presente la misericordia del Padre. Él no ha venido para condenar, sino para perdonar y salvar, para dar esperanza incluso en la oscuridad más profunda del sufrimiento y del pecado, para dar la vida eterna; así, en el sacramento de la penitencia, en la «medicina de la confesión», la experiencia del pecado no degenera en desesperación, sino que encuentra el amor que perdona y transforma (cf. Juan Pablo II, Exhortación ap. postsin. Reconciliatio et Paenitentia, 31).
Dios, «rico en misericordia» (Ef 2,4), como el padre de la parábola evangélica (cf. Lc 15, 11-32), no cierra el corazón a ninguno de sus hijos, sino que los espera, los busca, los alcanza allí donde el rechazo de la comunión les ha encerrado en el aislamiento y en la división, los llama a reunirse en torno a su mesa, en la alegría de la fiesta del perdón y la reconciliación. El momento del sufrimiento, en el cual podría surgir la tentación de abandonarse al desaliento y a la desesperación, puede transformarse en tiempo de gracia para recapacitar y, como el hijo pródigo de la parábola, reflexionar sobre la propia vida, reconociendo los errores y fallos, sentir la nostalgia del abrazo del Padre y recorrer el camino de regreso a casa. Él, con su gran amor vela siempre y en cualquier circunstancia sobre nuestra existencia y nos espera para ofrecer, a cada hijo que vuelve a él, el don de la plena reconciliación y de la alegría.
3. De la lectura del Evangelio emerge, claramente, cómo Jesús ha mostrado una particular predilección por los enfermos. Él no sólo ha enviado a sus discípulos a curar las heridas (cf. Mt 10,8; Lc 9,2; 10,9), sino que también ha instituido para ellos un sacramento específico: la unción de los enfermos. La carta de Santiago atestigua la presencia de este gesto sacramental ya en la primera comunidad cristiana (cf. 5,14-16): con la unción de los enfermos, acompañada con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado, para que les alivie sus penas y los salve; es más, les exhorta a unirse espiritualmente a la pasión y a la muerte de Cristo, para contribuir, de este modo, al bien del Pueblo de Dios.
Este sacramento nos lleva a contemplar el doble misterio del monte de los Olivos, donde Jesús dramáticamente encuentra, aceptándola, la vía que le indicaba el Padre, la de la pasión, la del supremo acto de amor. En esa hora de prueba, él es el mediador «llevando en sí mismo, asumiendo en sí mismo el sufrimiento de la pasión del mundo, transformándolo en grito hacia Dios, llevándolo ante los ojos de Dios y poniéndolo en sus manos, llevándolo así realmente al momento de la redención» (Lectio divina, Encuentro con el clero de Roma, 18 de febrero de 2010). Pero «el Huerto de los Olivos es también el lugar desde el cual ascendió al Padre, y es por tanto el lugar de la Redención … Este doble misterio del monte de los Olivos está siempre “activo” también en el óleo sacramental de la Iglesia … signo de la bondad de Dios que llega a nosotros» (Homilía, S. Misa Crismal, 1 de abril de 2010). En la unción de los enfermos, la materia sacramental del óleo se nos ofrece, por decirlo así, «como medicina de Dios … que ahora nos da la certeza de su bondad, que nos debe fortalecer y consolar, pero que, al mismo tiempo, y más allá de la enfermedad, remite a la curación definitiva, a la resurrección (cf. St 5,14)» (ibíd.).
Este sacramento merece hoy una mayor consideración, tanto en la reflexión teológica como en la acción pastoral con los enfermos. Valorizando los contenidos de la oración litúrgica que se adaptan a las diversas situaciones humanas unidas a la enfermedad, y no sólo cuando se ha llegado al final de la vida (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1514), la unción de los enfermos no debe ser considerada como «un sacramento menor» respecto a los otros. La atención y el cuidado pastoral hacia los enfermos, por un lado es señal de la ternura de Dios con los que sufren, y por otro lado beneficia también espiritualmente a los sacerdotes y a toda la comunidad cristiana, sabiendo que todo lo que se hace con el más pequeño, se hace con el mismo Jesús (cf. Mt 25,40).
4. A propósito de los «sacramentos de la curación», san Agustín afirma: «Dios cura todas tus enfermedades. No temas, pues: todas tus enfermedades serán curadas … Tú sólo debes dejar que él te cure y no rechazar sus manos» (Exposición sobre el salmo 102, 5: PL 36, 1319-1320). Se trata de medios preciosos de la gracia de Dios, que ayudan al enfermo a conformarse, cada vez con más plenitud, con el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. Junto a estos dos sacramentos, quisiera también subrayar la importancia de la eucaristía. Cuando se recibe en el momento de la enfermedad contribuye de manera singular a realizar esta transformación, asociando a quien se nutre con el Cuerpo y la Sangre de Jesús al ofrecimiento que él ha hecho de sí mismo al Padre para la salvación de todos. Toda la comunidad eclesial, y la comunidad parroquial en particular, han de asegurar la posibilidad de acercarse con frecuencia a la comunión sacramental a quienes, por motivos de salud o de edad, no pueden ir a los lugares de culto. De este modo, a estos hermanos y hermanas se les ofrece la posibilidad de reforzar la relación con Cristo crucificado y resucitado, participando, con su vida ofrecida por amor a Cristo, en la misma misión de la Iglesia. En esta perspectiva, es importante que los sacerdotes que prestan su delicada misión en los hospitales, en las clínicas y en las casas de los enfermos se sientan verdaderos « «ministros de los enfermos», signo e instrumento de la compasión de Cristo, que debe llegar a todo hombre marcado por el sufrimiento» (Mensaje para la XVIII Jornada Mundial del Enfermo, 22 de noviembre de 2009).
La conformación con el misterio pascual de Cristo, realizada también mediante la práctica de la comunión espiritual, asume un significado muy particular cuando la eucaristía se administra y se recibe como viático. En ese momento de la existencia, resuenan de modo aún más incisivo las palabras del Señor: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día» (Jn 6,54). En efecto, la eucaristía, sobre todo como viático, es – según la definición de san Ignacio de Antioquia – «fármaco de inmortalidad, antídoto contra la muerte» (Carta a los Efesios, 20: PG 5, 661), sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre, que a todos espera en la Jerusalén celeste.
5. El tema de este Mensaje para la XX Jornada Mundial del Enfermo, «¡Levántate, vete; tu fe te ha salvado!», se refiere también al próximo «Año de la fe», que comenzará el 11 de octubre de 2012, ocasión propicia y preciosa para redescubrir la fuerza y la belleza de la fe, para profundizar sus contenidos y para testimoniarla en la vida de cada día (cf. Carta ap. Porta fidei, 11 de octubre de 2011). Deseo animar a los enfermos y a los que sufren a encontrar siempre en la fe un ancla segura, alimentada por la escucha de la palabra de Dios, la oración personal y los sacramentos, a la vez que invito a los pastores a facilitar a los enfermos su celebración. Que los sacerdotes, siguiendo el ejemplo del Buen Pastor y como guías de la grey que les ha sido confiada, se muestren llenos de alegría, atentos con los más débiles, los sencillos, los pecadores, manifestando la infinita misericordia de Dios con las confortadoras palabras de la esperanza (cf. S. Agustín, Carta 95, 1: PL 33, 351-352).
A todos los que trabajan en el mundo de la salud, como también a las familias que en sus propios miembros ven el rostro sufriente del Señor Jesús, renuevo mi agradecimiento y el de la Iglesia, porque, con su competencia profesional y tantas veces en silencio, sin hablar de Cristo, lo manifiestan (cf. Homilía, S. Misa Crismal, 21 de abril de 2011).
A María, Madre de Misericordia y Salud de los Enfermos, dirigimos nuestra mirada confiada y nuestra oración; su materna compasión, vivida junto al Hijo agonizante en la Cruz, acompañe y sostenga la fe y la esperanza de cada persona enferma y que sufre en el camino de curación de las heridas del cuerpo y del espíritu.
Os aseguro mi recuerdo en la oración, mientras imparto a cada uno una especial Bendición Apostólica.
Vaticano, 20 de noviembre de 2011, solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.
Benedictus PP XVI

domingo, 5 de febrero de 2012

San Bernardino, California. Instantaneas de una visita

Cosechando en el desierto

Estoy visitando en estos dias la Diocesis de San Bernardino, en California.
Han sido dias muy intensos y me preparo para volar a Uruguay en la noche del lunes.
Algunas rapidas pinceladas o instantaneas (tiene todavia sentido ese termino fotografico?)

  • Retiro del Clero Hispano. Estuve animando un retiro-encuentro para 14 sacerdotes del clero hispano, es decir, sacerdotes que han venido de Mexico o que han nacido en California o misioneros que hablan espanol y se encuentran en servicio en esta diocesis. Pequeno grupo, gran diversidad de edades, experiencias, expectavias. El tema: Porta Fidei y la Nueva Evangelizacion. La dinamica: oracion personal en la manana, trabajo en grupos en la tarde, cine foro en la noche. Comparti con ellos la reflexion del caminar pastoral de America Latina, especialmente Aparecida y los grandes puntos de la Nueva Evangelizacion que nos dejara Juan Pablo II. Una intensa semana, de lunes a viernes.
  • 2 de febrero. Me "escape" en la noche del retiro para celebrar la fiesta de la Candelaria y dar una charla sobre Maria a los grupos Guadalupanos. 200 personas en el centro pastoral diocesano. Misa con mariachis, tamales (comida de maiz, parecida a la "humita" argentina) y gente muy deseosa de aprender. Mi tema fue "Maria en el Nuevo Testamento". Desperto mucho interes y fue para mi muy gratificante.
  • 3 de febrero. Al terminar el retiro, visita a la Parroquia San Cristobal, reunion con Teresa, la encargada del Ministerio Hispano.
  • 4 de febrero. Termino una larga jornada, que me llevo al desierto, mas precisamente a lo que llaman el "Desierto Bajo", en torno a la ciudad de Indio. Es el reino de la palmera, tanto decorativa como datilera. En Indio visito la parroquia Nuestra Senora del Perpetuo Socorro y me entrevisto con la Coordinadora Pastoral, Laura, que lleva adelante una parroquia muy bien organizada, aun en medio de grandes dificultades economicas, de las que van saliendo con un gran trabajo comunitario. Una recorrida por los parqueaderos, es decir los lugares donde viven, en casas rodantes deshechadas por casi deshechas los trabajadores, inmigrantes ilegales, que siembran y cosechan para las grandes companias que cultivan en el desierto. Impresiona Duroville (Los Duros) junto a un gran basural. Desde esa extrema pobreza, a 20 millas esta Palm Springs, lujosa ciudad construida por el jet set de Hollywood para pasar el invierno a temperatura de verano. Grandes contrastes de este enorme pais. Termino celebrando misa en espanol en una vieja iglesia (1926), Nuestra Senora de la Soledad, cerca de Palm Springs.
+ Heriberto

Los Parqueaderos: un reporte encontrado en Internet.

Parqueadero Los Duros: precarias viviendas junto a un basural

La miseria se oculta en California
Sep 29,2007 por Marychanga 

THERMAL, California - "Así estamos, pase y vea cómo somos los pobres en Estados Unidos", se presenta Yoni, un salvadoreño en un tráiler amoblado con piezas viejas en el sureste de California, donde miles de obreros viven en la miseria de una vida condenada a la ilegalidad.

"Pase y vea cómo somos los pobres"

El refrigerador, los ventiladores y la cocina parecen sacados de uno de los vertederos de basura aledaños al lugar, también los colchones y el único sillón que tienen en la "sala" del tráiler de latón.

"Hasta ahora no he sacado nada de la basura, me lo he conseguido por ahí pagando poco", cuenta Yoni, un hombre de 28 años de Cabañas (El Salvador) que da su apellido pidiendo que no se publique por temor a ser identificado.

"Es que yo no tengo papeles", aclara Yoni, agregando que tiene ocho años viviendo como indocumentado en el "Parqueadero Los Duros", uno de los muchos asentamientos de tráiler viejos que albergan a campesinos mayoritariamente de México y de Centroamérica, y que están esparcidos en el desierto del sureste de California, casi siempre, al lado de vertederos ilegales de basura urbana.

En los terrenos adyacentes a Thermal, Mecca y Oasis se han invertido millones de dólares en técnicas de riego en el desierto que ha hecho florecer la industria agrícola.

Allí trabaja gran parte de estos hombres y mujeres "indocumentados", que cobran y pagan por sus servicios básicos lo que les piden todos aquellos que saben muy bien que estos trabajadores no pueden reclamar nada en voz alta.

Por $7.50 dólares la hora, el salario mínimo en California, Yoni y su esposa mexicana, María, logran juntar "máximo $1,300 al mes, la mitad se va en la renta de la traila y luego intento enviar $50 ó $25 dólares a mi hermana y mi mamá en El Salvador", cuenta este hombre que espera ansioso la próxima "pisca de chile" (cosecha de pimientos).

Yoni es uno de los que paga una renta asombrosa por su espacio de latón, dividido en tres habitaciones a media luz y agua de dudosa procedencia: "$300 dólares cada 15 días".

Al menos Yoni se beneficia de que en su tráiler no se huele la peste del vertedero, como donde vive Tisha Olague y su pequeña hija Cristina, que al perderlo todo "por problemas personales" en Los Angeles, unos 200 kilómetros al noroeste de Coachella Valley, vive justo al frente de la basura.

Hallan sus tesoros en la basura

Yoni y Tisha tienen baño en sus tráilers, un lujo para los habitantes de la parte de atrás del "Parqueadero Desert View", donde pagan unos $250 dólares mensuales y comparten un baño común al lado de un basural y un modesto altar con una virgen mexicana al aire libre.

"No es la casa de mis sueños, pero es tranquilo y un buen lugar", dice Tisha mientras le grita a Cristina que no vuelva a tomar los juguetes viejos o partes de autos destrozados que tiene a la mano al cruzar la calle de tierra y sortear decenas de perros sucios.

"Gracias a Dios Jesse es estadounidense", apuntó en un momento Yoni sobre su hijo de cinco años que está yendo a la escuela pública de Coachella a aprender a leer y escribir. "Porque nosotros no sabemos".

Esta última declaración de Yoni se repite sin cesar entre los habitantes de los tráilers que se sirven de identificaciones falsas para ser empleados en los campos cultivados de chiles, limones, uvas y alcachofas, o como limpiadores en los impecables campos de golf que están en la otra faz del valle.

"No es la mejor casa del mundo, pero la podemos pagar y los niños tienen escuela cerca", añadió Diana, una campesina mexicana, indocumentada, que a sus 22 años tiene tres niños y una pareja que gana un poco más de la media porque fue contratado por un viñedo al norte de California, "donde trabaja 15 días seguido y se viene cuatro días con nosotros".

Mientras Diana muestra su tráiler en el "Parqueadero Desert View", de dos habitaciones y dos colchones en el piso con algunos muebles viejos en la sala-cocina, Gladia, su hija menor, trata de sacudirse de la carita las moscas que atrajo con una botella plástica que chupa tras su paseo por el vertedero al frente de su "casa".

Hay asentamientos con permisos oficiales y otros, que como algunos vertederos de basura en el medio de carreteras casi intransitadas, son "ilegales", según las agencias ambientales.

Gran parte del terreno pertenece a la reserva indígena Torres Martínez, de los indios Cahuilla, o a miembros de este grupo étnico americano, pero cualquier intento por conocer su reacción es en vano e incluso violento.

"¡Váyanse de aquí! ¿Quién les autorizó a pasar a esta propiedad? La prensa miente, ¡váyanse de aquí!", soltó un hombre de rasgos indígenas norteamericano enfurecido y que se negó a identificarse ante dos reporteras que hablaron con algunos de los 4 mil habitantes -estimación coincidente de los vecinos-, del Parqueadero Los Duros, el más grande "y extrañamente caro" de la zona.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Dignidad y derechos de los inmigrantes en Estados Unidos

Intervención del arzobispo de San Francisco, George Hugh Niederauer


ROMA, miércoles 1 febrero 2012 (ZENIT.org).-El respeto a la dignidad de las personas no conoce fronteras, no tiene en cuenta el color de la piel, no se detiene frente a la existencia o no, de documentos de identificación válidos. Y, sobre todo, no queda suspendido en las cárceles. Son afirmaciones del arzobispo de San Francisco, Estados Unidos, George Hugh Niederauer, el pasado 28 de enero en la catedral de Santa María, en un encuentro interreligioso al que asistieron cientos de inmigrantes, la mayoría de origen hispano.
Una intervención que recoge y apoya en su edición de este miércoles el diario vaticano L'Osservatore Romano.
El arzobispo de San Francisco objetó enérgicamente el programa federal para combatir la inmigración ilegal; en particular cuando estas medidas --que incluyen la expulsión del territorio de Estados Unidos--, vienen cumplidas estrictamente dentro de la población carcelaria, provocando sufrimiento y profundas divisiones entre las numerosas familias de inmigrantes presentes en el territorio de la arquidiócesis del norte de California.
"No podemos permitir el dolor de las familias y que en nuestras comunidades continúe la separación y el miedo", dijo el arzobispo, señalando también que "hay que respetar la dignidad de todos nuestros hermanos y hermanas, indocumentados o no".
El programa federal para combatir la inmigración ilegal (California es el estado con el mayor número de trabajadores inmigrantes en el mundo), incluye también controles dentro de las cárceles. Las huellas digitales de los detenidos se comparan con las conservadas en los archivos recopilados por la agencia de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), y a aquellos que entraron en el país ilegalmente les corresponde la expulsión. La aplicación de este programa, según los funcionarios de ICE, ha llevado hasta ahora a la repatriación forzosa de 110.000 inmigrantes.
Sin embargo, subraya el diario vaticano, quienes defienden los derechos de los inmigrantes sostienen que la regla se aplica fácilmente a aquellas personas condenadas por delitos o faltas muy leves. Incluso en muchos casos, la policía sigue deteniendo a la población inmigrante sobre la base de sospechas en general, sin que existan particulares motivos de orden público.
"Este programa permite que nuestros hermanos y hermanas sean enviados a un centro de detención hasta por una simple violación del reglamento de carreteras", dijo en la reunión Moisés Agudo, de la arquidiócesis de San Francisco.
El mes pasado, 33 obispos católicos estadounidenses pidieron "una reforma inmigratoria justa, humana y eficaz", asegurándoles a los inmigrantes indocumentados que "no están solos ni olvidados".