Intervención del arzobispo de San Francisco, George Hugh Niederauer
ROMA, miércoles 1 febrero 2012 (ZENIT.org).-El respeto a la dignidad de las
personas no conoce fronteras, no tiene en cuenta el color de la piel, no se
detiene frente a la existencia o no, de documentos de identificación válidos. Y,
sobre todo, no queda suspendido en las cárceles. Son afirmaciones del arzobispo
de San Francisco, Estados Unidos, George Hugh Niederauer, el pasado 28 de enero
en la catedral de Santa María, en un encuentro interreligioso al que asistieron
cientos de inmigrantes, la mayoría de origen hispano.
Una intervención que recoge y apoya en su edición de este miércoles el diario
vaticano L'Osservatore Romano.
El arzobispo de San Francisco objetó enérgicamente el programa federal para
combatir la inmigración ilegal; en particular cuando estas medidas --que
incluyen la expulsión del territorio de Estados Unidos--, vienen cumplidas
estrictamente dentro de la población carcelaria, provocando sufrimiento y
profundas divisiones entre las numerosas familias de inmigrantes presentes en el
territorio de la arquidiócesis del norte de California.
"No podemos permitir el dolor de las familias y que en nuestras comunidades
continúe la separación y el miedo", dijo el arzobispo, señalando también que
"hay que respetar la dignidad de todos nuestros hermanos y hermanas,
indocumentados o no".
El programa federal para combatir la inmigración ilegal (California es el
estado con el mayor número de trabajadores inmigrantes en el mundo), incluye
también controles dentro de las cárceles. Las huellas digitales de los detenidos
se comparan con las conservadas en los archivos recopilados por la agencia de
Inmigración y Control de Aduanas (ICE), y a aquellos que entraron en el país
ilegalmente les corresponde la expulsión. La aplicación de este programa, según
los funcionarios de ICE, ha llevado hasta ahora a la repatriación forzosa de
110.000 inmigrantes.
Sin embargo, subraya el diario vaticano, quienes defienden los derechos de
los inmigrantes sostienen que la regla se aplica fácilmente a aquellas personas
condenadas por delitos o faltas muy leves. Incluso en muchos casos, la policía
sigue deteniendo a la población inmigrante sobre la base de sospechas en
general, sin que existan particulares motivos de orden público.
"Este programa permite que nuestros hermanos y hermanas sean enviados a un
centro de detención hasta por una simple violación del reglamento de
carreteras", dijo en la reunión Moisés Agudo, de la arquidiócesis de San
Francisco.
El mes pasado, 33 obispos católicos estadounidenses pidieron "una reforma
inmigratoria justa, humana y eficaz", asegurándoles a los inmigrantes
indocumentados que "no están solos ni olvidados".
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