viernes, 10 de febrero de 2012

Tras las huellas de Fray Junípero Serra: viajando por el sur de California


Entre 1767 y 1784, Fray Junípero Serra con sus hermanos franciscanos evangelizó el sur de California. A la muerte de Fray Junípero, el 28 de agosto de 1784, quedaron establecidas nueve misiones, algunas de las cuales son hoy importantes ciudades: Los Ángeles, San Francisco, San Diego, Sacramento, etc.
Por alguno de estos lugares pasé a fines de enero y comienzos de febrero. Comparto con Uds. algo de la experiencia de esos días.

Mi viaje fue motivado por la generosa invitación a un encuentro de Obispos que organiza Acton Institute, una institución católica de los EE.UU. que ofrece esta instancia de formación y encuentro a Obispos mayormente latinoamericanos, pero también de otros continentes. Eso da ocasión para otros encuentros: un primo y su familia que viven en Los Angeles desde hace muchos años, algunos amigos que están también allí, y parroquias de Los Angeles y, sobre todo, la Diócesis de San Bernardino, con la que se ha ido consolidando una amistad.

Primero fue el encuentro con mis familiares, con los que ya estuve el año pasado en una instancia similar. A pesar de que ellos tienen contacto frecuente con Uruguay, apreciaron la yerba, el vino, los caramelos y los hongos que llevé recordando gustos de cada uno de los integrantes… ah… y una toalla de Forlán para Rafaelito, el más chico.
Parroquia Saint Patrick, North Hollywood
Esos días, tranquilos, en familia, incluyendo la celebración de la Misa a la que suelen ir el domingo en la parroquia de St. Patrick, me ayudaron también a ir superando el jet lag, el trastorno de la diferencia de horas. Cuando en Uruguay es el mediodía, allá son las 6 de la mañana. Seis horas, hacen una real diferencia. Las primeras noches el cuerpo parece creer que está sesteando, y uno se despierta a las tres y media o cuatro de la mañana… por suerte, esta vez pude seguir durmiendo.

De allí, al encuentro de Obispos. El Acton Institute se ocupa sobre todo de temas económicos, y yo lo definiría como un serio esfuerzo por aplicar la doctrina social de la Iglesia en el marco del capitalismo o de la economía de libre empresa. Siempre hay una figura destacada del ámbito eclesial, cuya conferencia resulta de especial interés para los obispos. Este año fue el Cardenal George Pell, arzobispo de Sydney, quien nos compartió su pensamiento y su propia vivencia pastoral sobre el rol del Obispo en la sociedad secularizada. Los ponentes sobre temas económicos se manejaron con buenos criterios pedagógicos y no dejaron de presentarnos algunas consideraciones bastante interesantes sobre el desarrollo y el rol de la empresa en él. Fue particularmente agudo un asesor de PYMES con experiencia en África. África recibe la mayor parte de la ayuda mundial, pero su participación en el comercio internacional es escasísima. A la uruguaya diríamos “no existe”. De alguna manera, la ayuda tiene un efecto perverso, que se podría resumir en una expresión cruda: “si tu negocio es ser pobre, lo mejor es seguir siendo pobre”. Es decir, si por ser pobre te ayudan, lo mejor es… saquen Uds. la conclusión. Si, además, en el círculo entra la corrupción, no parece haber salida.

Del encuentro, realizado en San Diego, me recogió Humberto, un laico mexicano que es Coordinador Parroquial de San Marcelino, en la pequeña ciudad de Commerce, Arquidiócesis de Los Ángeles. El año pasado y de pasada yo había celebrado Misa en su Parroquia, y esta vez le ofrecí ir un poco más. Acordamos en un fin de semana. De San Diego me llevó a una casa donde tenía un retiro de 90 jóvenes de su parroquia, animado por el movimiento “2KM”. Afortunadamente, además de esa enigmática fórmula, en las camisetas se leía también Kairós Kai Metanoia – Tiempo de Gracia y Conversión. Llegué para ponerme a disposición de los jóvenes que quisieran confesarse, todos ellos hispanos, aunque muchos ya hablan el español como segunda lengua. Pasaron muchos por el improvisado confesionario, pero las confesiones no fueron nada improvisadas. Tocados por el retiro, muchos manifestaron volver a confesarse después de por lo menos un año y a menudo comenzaba diciendo “ahora caí en la cuenta de que…”. Un bienvenido despertar de la conciencia. Noté que las jóvenes se expresaban con más fluidez. No les daba vergüenza no recordar una palabra en español, y mi inglés ayudaba algo. En cambio, los jóvenes llegaban como hechos un ovillito, hablando casi para dentro… pero salimos adelante.
De allí, a la Parroquia. Nueve de la noche. Los adoradores nocturnos me estaban esperando, pero no sólo para exponer el Santísimo, como estaba previsto, sino para que celebrara la Eucaristía, ya que por un error de coordinación el Señor había sido llevado al retiro y no estaba en el Sagrario. Tuvimos, pues, la Misa. Noté que algunos de los adoradores se acercaban en el momento de la comunión con los brazos cruzados sobre el pecho, señal de que no pueden comulgar y que desean recibir una bendición. Pensé – y luego compartí con alguien – como la Adoración del Santísimo está abierta a todos, aunque no puedan recibir a Jesús Eucaristía.

A la mañana siguiente, temprano, Misa con la comunidad mayor. A las 12:30, otra misa de horario y a las 16:00, en la parroquia la Misa final del retiro, con los jóvenes y sus padres y muchos testimonios, muy emotivos. San Marcelino es una Iglesia pequeña y eso es un problema, pero de los que me gustaría tener: está siempre llena y queda gente fuera. Muchas parroquias tienen ese dichoso problema, y lo solucionan con más misas: en más de una había nueve, con la Iglesia siempre colmada. A veces siete Misas en español, dos en inglés, o alguna bilingüe. En la Arquidiócesis de Los Angeles se celebra Misa en más de 40 idiomas, incluyendo español, italiano, polaco, pero también tagalog de Filipinas, vietnamita, coreano, lo que sea que hablen en las Islas Fiji… y un largo etcétera. Pero la colectividad de habla hispana es la más numerosa y esta gran Arquidiócesis, que comenzó con obispos irlandeses tiene ahora su primer arzobispo hispano, Mons. José Gómez, nacido en México.

En San Marcelino, el reencuentro con viejos amigos de Young que hace años viven cerca de Los Angeles y con los que almorzamos tras la Misa de 12:30 junto con gente de la comunidad y amigos mexicanos de ellos.

De San Marcelino a la Diócesis de San Bernardino. Petra, una mexicana que es responsable del ministerio hispano en San Bernardino fue quien armó mi agenda. A mi pedido, comenzamos por una visita a la Oficina de Ambiente Seguro para los Niños. No se trata precisamente del ambiente ecológico, sino de la prevención del abuso de menores. La dolorosa experiencia vivida por la Iglesia en los EE.UU., que luego saltó también en muchos lugares del mundo, los ha llevado a crear un importante sistema preventivo, que pasa por estrictas normas de procedimiento en todo lo que es el trabajo catequético y pastoral con niños. Para hacer conocer esas normas y, más aún, para crear conciencia y una mentalidad asertiva sobre el tema, la Diócesis hace regularmente cursos, obligatorios para todas las personas que tienen alguna responsabilidad, desde los ministros ordenados hasta los catequistas, y todas las personas que trabajan en forma paga o voluntaria en los organismos de la Iglesia.

Petra me había anunciado ya que mi presencia en esos días era providencial, pues los sacerdotes hispanos tenían un retiro. Al principio se me pidió un tema, pero luego quedé prácticamente con todo el desarrollo del retiro, que comenzaba un lunes de noche, con una charla de Mons. Gerald Barnes, el Obispo de San Bernardino y terminaría el viernes de noche, con una evaluación con Mons. Rutilio, el Obispo auxiliar. Entre medio, un servidor. Me había pedido hablar sobre Porta Fidei y la Nueva Evangelización, de modo que preparé material sobre esos temas. Estando allí, y con la perspectiva del lugar y del encuentro, fui reformulando cada día mis reflexiones y armamos una dinámica que incluyó tiempo de oración personal en la mañana, trabajos grupales en la tarde y cine foro en la noche (allí no los acompañé…).

Los sacerdotes eran “hispanos”, pero ahí uno se da cuenta de que eso no borra mucha diversidad. Algunos religiosos, otros diocesanos, ya de San Bernardino o prestados. “Nosotros también somos emigrantes” dijo uno de ellos. Y es verdad. Viven muchos de los problemas de inculturación y de adaptación a una realidad diferente que viven los demás inmigrantes. No tienen, claro, mucho de los problemas de éstos; pero tienen otras dificultades. Impresiona la vida en una sociedad tan regulada, donde hay que informarse bien antes de hacer algo o de dejarlo de hacer. Mis primos me contaron desde mi llegada el tema del estacionamiento de su camioneta. No olvidarse que tal día se hace el barrido de las calles y hay que dejar esa vereda libre, o encontrarse después con un ticket, es decir, una multa de unos US$ 50. No sólo están las normas federales, estatales y municipales, sino que también están las normas eclesiales, en gran parte exigidas por ese marco legal civil. Algunos de los sacerdotes decían “yo no me hice sacerdote para pasar una mañana llenando planillas”, pero los que tienen más experiencia daban ánimo y buenos consejos para poder manejarse en un espacio tan regulado.

En fin, fueron cinco días de oración, estudio y convivencia pastoral, que no vienen mal, al tiempo que uno se da cuenta de que junto a esas Iglesia llenas, el problema que quisiéramos, hay otras cosas que no tenemos ningún apuro porque nos lleguen…

El jueves de esa semana de retiro, que era el 2 de febrero, fui en la noche al Centro Pastoral de la Diócesis para celebrar la Misa y dar una charla sobre María a los Grupos Guadalupanos. Un impresionante movimiento de laicos, hombres y mujeres, mayormente mexicanos. Una procesión y Misa muy fervorosa, con bendición – al final – de imágenes del Niño Jesús primorosamente vestidas. Cena con tamales (pasta de maíz con relleno de carne o pollo, envueltas en hojas de maíz, muy parecidos a la humita de Argentina y Chile). Durante la cena, una dinámica: conversar sobre la frase que estaba escrita en cada uno de los mantelitos individuales. Después de la cena, la charla sobre María en el Nuevo Testamento, que fue seguida con mucho interés y atención.

El viernes, luego del retiro, comencé un intenso fin de semana, con visita a varias parroquias, entrevistando a responsables del ministerio hispano. El sábado, esas visitas tuvieron un marco especial: el llamado “Desierto Bajo” (obviamente, hay un “Desierto Alto”) que está hacia el sureste de California. La zona ofrece enormes contrastes: desde las lujosas mansiones, canchas de golf y malls de Palm Springs, una ciudad construida por el jet set de Hollywood para pasar al calor los días de invierno, hay apenas 20 millas (32 km) hasta llegar a los miserables parqueaderos o estacionamientos de casas rodantes (traillers) en los que se amontonan las familias de los braceros que plantan y cosechan lo que abundantemente se cultiva en el desierto, todos en situación de inmigrantes ilegales, que muchas veces las mismas empresas se encargan de traer.

Ver video sobre situación de emigrantes ilegales.

El domingo, despedida con dos misas. La primera en la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, pedida por uno de los sacerdotes “hispanos” que estuvo en el retiro. El P. Pavol, del Verbo Divino, es en realidad eslovaco. Estuvo algunos años en Colombia (donde vivió la incertidumbre de los secuestrados, por cinco días “que me alcanzaron” como dijo él). Ahora está en esta parroquia mayormente mexicana, junto a un sacerdote vietnamita de su congregación… que estuvo en Posadas, Misiones, Argentina y desde allí sigue tomando mate. Con mucha entrega celebran las nueve Misas del domingo, siempre a Iglesia llena, y salen luego a bendecir personalmente a quien lo pida, y son muchos que lo hacen, como pude experimentar. Sus feligreses, sin embargo, no están del todo contentos, y reclaman alguien que hable mejor castellano. En otras parroquias, los angloamericanos reclaman de los curas hispanos un mejor inglés… Agradezco que los uruguayos seamos más comprensivos con tantos sacerdotes que nos han llegado desde diferentes países, con sus acentos o sus dificultades en el español.

Llegando a Uruguay, desde el aire, Montevideo se veía hermosamente iluminada ya cerca del amanecer, sin que éste se insinuara todavía. Mi vecino de asiento, un uruguayo que hace cerca de 40 años – la mitad de su vida – vive en Venezuela y que viene cada cierto tiempo a Uruguay decía “está más grande, esto se ha poblado mucho”. Yo no sabía como decirle que seguimos siendo los poquitos más de tres millones de siempre.

+ Heriberto

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