sábado, 28 de agosto de 2021

"Purifica, Señor, mi corazón" (Ver: Marcos 7,1-23) Domingo XXII durante el año.

 

Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin lavar, los fariseos y escribas preguntaron al Maestro:

«¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?» (Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23)
Estamos leyendo el evangelio de Marcos, que fue escrito en el ámbito de la comunidad cristiana de Roma. Para que sus lectores entendieran el alcance de esta pregunta, el evangelista agregó una explicación:
Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, las jarras, la vajilla de bronce y las camas.
Estas costumbres pueden parecernos hoy simples normas de higiene, a las que la pandemia nos ha hecho agregar otras; pero para el mundo religioso del tiempo de Jesús, estas normas tenían que ver con la relación de los hombres con Dios. Cumplirlas era agradar a Dios y no cumplirlas, apartarse de él.

Jesús, en cambio, considera que todo eso es únicamente externo y no manifiesta lo que de verdad hay en el corazón. No tiene nada que ver con la adhesión a Dios. Y responde a quienes lo interrogan citando al profeta Isaías:
«"Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos".
Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres».
Es curioso que Jesús no diga los mandamientos, en plural, sino el mandamiento, en singular.
Los escribas, los estudiosos de la Palabra de Dios, contaban seiscientos trece mandamientos. No es raro que se preguntaran, como le preguntó un escriba a Jesús «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» (Mc 12,28). Seguramente recordamos la respuesta: amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a sí mismo.
Antes de que se terminaran de redactar los evangelios que recuerdan esa enseñanza fundamental de Jesús, san Pablo ya la resumía en una de sus cartas, acentuando el amor al prójimo:
«El que ama al prójimo, ha cumplido la ley... En efecto, ...todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” ... El amor es, por tanto, la plenitud de la ley» (Romanos 13,8.9.10).
La discusión de Jesús con los fariseos y escribas había comenzado por la purificación de las manos. Jesús retoma el tema en profundidad:
«Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.»
Jesús explica que es del corazón de los hombres de donde provienen todas las maldades y concluye:
«Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre.»
Nuevamente, el encuentro con Jesús nos invita a examinar nuestro corazón y a buscar el camino de purificación que nos ofrece la oración, la escucha de la Palabra y el sacramento de la Reconciliación. ¿Dónde está mi corazón? ¿En qué cosas lo he puesto? Recemos juntos:

Señor, dame un corazón limpio, 
purificado por tu amor y tu gracia. 
Un corazón sano y fuerte, 
que luche con valor y alegría 
contra el mal y el pecado 
que me dañan por dentro 
y me alejan de tu amor y tu bendición.
Sana también las heridas que, 
con mi comportamiento equivocado, 
he causado en el corazón de las personas 
que Tú has puesto a mi lado.
Purifica, Señor, mi corazón; perdóname. 
Sáname con tu amor compasivo y misericordioso. Amén.

Santa Rosa de Lima

Santa Rosa de Lima fue la primera persona nacida en América cuya santidad fue reconocida por la Iglesia. El 12 de abril de este año se cumplieron 350 años de su canonización, celebrada por el Papa Clemente X en el año 1671, 54 años después de la muerte de esta joven limeña.
En Uruguay, como en otros países de América Latina, su fiesta se celebra el 30 de agosto.
Es la patrona de tres parroquias de nuestra Diócesis:

En la ciudad de Santa Rosa, la parroquia Santa Rosa de Lima, creada el 3 de marzo de 1892.
La parroquia de Empalme Olmos, del 22 de marzo de 1964.
La de El Pinar, creada el 12 de mayo de 1965, que está a cargo de los Padres Dehonianos.
Recordemos también que es la patrona del balneario Fortín de Santa Rosa, cuya calle principal es Santa Rosa de Lima. En el Fortín hay una casa de las Misioneras Franciscanas del Verbo Encarnado en la que se recibe a emigrantes en su primer tiempo de inserción en Uruguay.
Nos quedamos con unas palabras de nuestra Santa que recoge el Catecismo de la Iglesia Católica:

“El día en que su madre la reprendió por recibir en la casa a pobres y enfermos, Santa Rosa le respondió sin vacilar:
"Cuando servimos a los pobres y enfermos, servimos a Jesús. No debemos dejar de ayudar a nuestro prójimo, porque en nuestros hermanos servimos a Jesús".” (2449)

San Ramón Nonato

El 31 de agosto es la fiesta de san Ramón, patrono de la ciudad que lleva su nombre, ubicada en la zona bien llamada del “Santoral” de Canelones. Los orígenes de la ciudad se remontan al año 1764, cuando se instaló allí la Guardia del Rey de San Ramón.
Las personas creyentes de la zona buscaron desde temprano que hubiera una presencia de Iglesia. Desde 1798 funcionó una capilla u oratorio de San Ramón en la estancia de Massagué.
Más adelante se pasó a funcionar en una capilla perteneciente a Juana Quintana, edificio que aún existe, como casa de familia.
En 1867 se inició el proceso de fundación del pueblo. Dos años después se creó la vice parroquia, atendida desde Tala y se bendijo el cementerio.
En 1883 se creó la parroquia y el pueblo pasó a tener un sacerdote residente.

Una palabra sobre el santo patrono: San Ramón Nonato nació a comienzos del siglo XIII, cerca de Barcelona. Ingresó en la Orden de los Mercedarios, fundada por San Pedro Nolasco para rescatar cautivos. Esos cautivos eran cristianos capturados por los musulmanes y convertidos en esclavos. Los mercedarios reunían dinero para pagar los rescates y San Ramón llegó a ofrecerse él mismo como cautivo para lograr la libertad de uno más. La vida de San Ramón nos llama a luchar contra todas las esclavitudes que acechan al mundo de hoy y a trabajar por la liberación integral de la persona humana, que alcanza su plenitud en Jesucristo.
    
Amigas y amigos, les cuento que recibí mi tercera vacuna, sin ningún malestar. Sigamos cuidándonos. Finalizo con un saludo a las secretarias (y secretarios) que festejan su día el 4 de septiembre. Gracias por su atención. Que el Señor los bendiga y hasta la próxima semana, si Dios quiere.

viernes, 20 de agosto de 2021

Domingo XXI durante el año: “También nosotros serviremos al Señor” (Josué 24,1-18 – Juan 6,60-69).

A veces, la vida parece ir por un carril que te va llevando, bien o, por lo menos, aceptablemente. Se siente como que las cosas se han ido dando. Empezaste un camino de una forma que te pareció natural, como algo que simplemente era así y debía ser así, y te dejaste llevar.
Pero llega un momento en que la vida pide una decisión. Una decisión que marca un punto de inflexión; incluso, a veces, un punto de no retorno: una orientación definitiva.
Toda decisión pone en juego la libertad. Nuestra decisión puede estar condicionada. Para que sea realmente libre, necesitamos desprendernos de condicionamientos, de presiones a favor o en contra, o de miedos a las consecuencias que puede traer una u otra decisión.
Necesitamos ser libres de elegir. Poder decir un “sí”, con toda libertad, de corazón, sin presiones, ni miedos de ninguna especie.

La libertad es riesgo: puede llevarnos a un camino equivocado: 

“la libertad es siempre libertad, incluso para el mal” (Spes Salvi, 21). 

Por eso

“debe ser conquistada para el bien una y otra vez” (Spes Salvi, 24b).
Todo esto está como un telón de fondo en las lecturas de hoy. En la primera lectura, del libro de Josué, el mismo Josué, sucesor de Moisés, se dirige al pueblo diciendo:

«Si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a los dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y mi familia serviremos al Señor».
El Pueblo no ha olvidado la acción liberadora de Dios, que los sacó del lugar de esclavitud. Así, manifiesta:
«también nosotros serviremos al Señor, ya que Él es nuestro Dios»
La lectura nos presenta el diálogo de Josué con el pueblo en forma abreviada. En realidad, tres veces preguntó Josué al pueblo sobre su decisión, y las tres veces su respuesta fue afirmativa: “serviremos al Señor”.

El evangelio nos presenta el final del discurso del Pan de Vida, capítulo 6 de san Juan, cuya lectura interrumpimos el domingo pasado por la solemnidad de la Asunción. Aquellos que habían comido pan hasta saciarse, aquellos que incluso seguían a Jesús desde antes, ahora se alejan diciendo:
«¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?».
Solo queda el grupo de los Doce. A ellos se dirige Jesús. No lo hace con el imperativo “síganme”, sino que los pone frente a su propia libertad de elección:
«¿También ustedes quieren irse?»
Allí llega la respuesta de Pedro:
«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».
Dejemos a Pedro confirmarnos en la fe, esa fe que nos anima a caminar siguiendo a Jesús. Acerquémonos al Señor con libertad, sin apegos. “Amar a Dios requiere la libertad interior respecto a todo lo que se posee y todas las cosas materiales” (SS 28).

Fecha patria

“Libertad, libertad, orientales: este grito a la Patria salvó”. El 25 de agosto se celebra tradicionalmente la “declaración de independencia” del Uruguay, forma simple de presentar un episodio complejo de nuestra historia. En el mismo acto se rompieron los lazos que nos ataban al imperio de Brasil y se proclamó la unión con las demás provincias del Río de la Plata.

Mirando los nombres de los firmantes de las actas de aquella asamblea y de los lugares que representaban, encontramos varios del ya existente departamento de Canelones:
El Padre Juan Francisco Larrobla, presidente de la asamblea y representante de la Villa de Guadalupe, es decir, de la hoy ciudad de Canelones. Simón del Pino por la Villa de San Juan Bautista; Gabriel Antonio Pereira, por la Villa de Concepción de Pando; Santiago Sierra por San Isidro de las Piedras y Joaquín Suárez, natural de Canelones, representando a San Fernando de la Florida.
Junto a los demás asambleístas, aquellos hombres concurrieron más de una vez al ranchito que servía como capilla y rezaron ante la imagen de la virgen que hoy veneramos como Nuestra Señora de los Treinta y Tres, recordando a quienes iniciaron aquel proceso que, por distintas circunstancias, terminaría constituyéndonos como un país independiente.

Noticias

Este domingo 22 está lleno de acontecimientos.

Si Dios quiere, se celebrará la ordenación episcopal e inauguración del ministerio pastoral de Mons. Fabián Antúnez, nuevo obispo de San José de Mayo, que estaba prevista para el domingo pasado y que debió ser diferida.

Es también el Día Nacional de la Catequesis, ocasión para recordar y reflexionar sobre esta misión y tarea de toda la iglesia, de cada comunidad cristiana… y no dejemos de saludar y felicitar a todos los catequistas.

El 22 de agosto se celebra habitualmente la memoria de María Reina; pero las Hermanas Misioneras de la Caridad de Santa Teresa de Calcuta, que están presentes en nuestra diócesis, celebran el Inmaculado Corazón de María, en el aniversario de la fundación de su congregación.

Fe cristiana, técnica, mística y comunidad en Dieste: Iglesia Cristo Obrero.
Con ese título la institución OBSUR ha convocado a un coloquio que se realizará en su sede y será transmitido por su página de Facebook, el jueves 26, de 19 a 21:30.

Santos de la semana

Martes 24 – San Bartolomé, apóstol

Miércoles 25 – San Luis, San José de Calasanz y Nuestra Señora de la Fundación.

En nuestra diócesis, la parroquia de Solymar celebra su fiesta patronal: Nuestra Señora de la Fundación. Esta advocación mariana refiere a una pequeña imagen venerada en Montevideo desde los tiempos de su fundación. En 1853, esa imagen, que se encontraba en el altar mayor de la Iglesia Matriz (hoy Catedral Metropolitana) fue sustituida por otra, encargada especialmente a Italia. La imagen original quedó olvidada en un repliegue de los muros, en partes altas de la iglesia, hasta que, en 1952, se la encontró durante trabajos de reparación.
Considerando su valor artístico y su autenticidad, la imagen fue nuevamente expuesta a la veneración de los fieles en la Capilla del Santísimo Sacramento de la Iglesia Catedral de Montevideo, donde se halla actualmente.

Jueves 26 – Beato Ceferino Namuncurá, adolescente de origen mapuche, vinculado a la familia salesiana.

Viernes 27 y sábado 28: la madre y el hijo. Santa Mónica y San Agustín.

Amigas y amigos, gracias por su atención. Que el Señor los bendiga y hasta la próxima semana, si Dios quiere.


viernes, 13 de agosto de 2021

Asunción de María: “Todas las generaciones me llamarán feliz” (Lucas 1,39-56)

“Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza” (Apocalipsis 12,1). 

Esa imagen es la que apareció ante el Obispo de México Juan de Zumárraga, cuando san Juan Diego desplegó ante él la tilma en la que traía envueltas las rosas de Castilla que milagrosamente habían florecido fuera de estación. Es la imagen que hoy conocemos como nuestra Señora de Guadalupe. Muchas otras imágenes de la Virgen han sido pintadas o esculpidas con esos mismos detalles, incluyendo a Nuestra Virgen de los Treinta y Tres.
Esa descripción la encontramos en la primera lectura de hoy, tomada del Apocalipsis. ¿Es María esa mujer? ¿Es un símbolo de la Iglesia?
Puede ser las dos cosas. El Concilio Vaticano II nos recuerda que María es

“Madre de Dios, Madre de Cristo y Madre de los hombres, especialmente de los fieles” (Lumen Gentium 54) 

y modelo de la Iglesia. 

Madre de la Iglesia: Ella “es verdadera madre de los miembros del cuerpo de Cristo”, dice San Agustín. Y agrega el Concilio:

“Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada.” (Lumen Gentium 62).
Y en cuanto a modelo de la Iglesia:
“La Iglesia, contemplando su profunda santidad e imitando su caridad y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se hace también madre mediante la palabra de Dios aceptada con fidelidad, pues por la predicación y el bautismo engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios” (Lumen Gentium 64).
En la solemnidad de Todos los Santos, el primero de noviembre de 1950, en la Plaza de San Pedro, el Papa Pío XII, acompañado por un gran número de obispos y ante una multitud de fieles, declaró solemnemente el dogma de la Asunción de María:
“La Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial".
En 1964, en la Constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II se lee esta hermosa síntesis:
“la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte” (Lumen Gentium 59).
Todo esto es reciente, de hace menos de cien años; pero la fe del Pueblo de Dios en este misterio mariano viene de más tiempo atrás… solo pensemos que la ciudad de Asunción del Paraguay fue fundada en el año 1537, precisamente un 15 de agosto.
Podemos remontarnos más atrás en el tiempo. A mediados del siglo V aparece por escrito la creencia de que la Madre de Dios había sido llevada al Cielo en cuerpo y alma. De finales de ese siglo hay noticias de que en Palestina se celebraba la Dormición de María, fiesta que en el siglo siguiente comenzó a llamarse Asunción y que va apareciendo en distintas iglesias locales, aunque no se celebrara en las mismas fechas.

¿Qué significa para nosotros la Asunción de María?
El haber sido llevada al Cielo en cuerpo y alma significa que en María se adelanta la resurrección del cuerpo, lo que para los demás seres humanos llegará al fin del mundo.
Desde el Cielo, ella nos muestra la meta de nuestro peregrinar: nuestra verdadera Casa, la Casa del Padre, la casa del encuentro definitivo con nuestro Dios.
El Papa Francisco decía “esto no significa que esté lejos, que se separe de nosotros; María, por el contrario, nos acompaña, lucha con nosotros, sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal”.

En el evangelio, María anuncia: “todas las generaciones me llamarán feliz” (Lucas 1,39-56). Nos unimos hoy a los hermanos y hermanas que, a lo largo de los siglos, han reconocido a María como la bienaventurada, la feliz que, desde el Cielo, sigue siendo toda nuestra, nos hace suyos y enciende y anima nuestra esperanza.

Noticias

Este domingo estaba prevista la ordenación episcopal e inicio del ministerio pastoral de Mons. Fabián Antúnez, obispo electo de San José de Mayo. La ordenación quedó diferida a una fecha próxima, pero todavía no determinada, pues Mons. Fabián deberá guardar unos días de cuarentena, debido a que tuvo contacto con una persona que tuvo resultado positivo en un test de detección de COVID.

Este fin de semana se entregan los sobres de la colecta para el Hogar Sacerdotal. ¿Qué es el Hogar Sacerdotal? Nos lo cuenta Mons. Orlando Romero (ver el video en YouTube).

En vísperas del día de la catequesis, se realizará una vigilia diocesana, virtual, de catequistas. Esto es el sábado 21, de 20 a 22 horas, por medio de la aplicación ZOOM.

Santos de esta semana

El lunes 16, San Roque, que cuenta con muchísimos devotos en nuestra diócesis. En ese día se recuerda también el nacimiento de San Juan Bosco.

La parroquia de San Jacinto celebra a su patrono, San Jacinto de Cracovia, el martes 17. Recordemos que el pueblo de San Jacinto recibió ese nombre por el santo patrono de Mons. Jacinto Vera, a pedido de su hermana, María Vera y Durán que donó los terrenos para la escuela, iglesia, casa parroquial, plaza pública y cementerio, con la condición de que la nueva población recibiera el nombre del santo de su hermano, consagrado obispo desde 1865.

Santa Elena, miércoles 18. Una capilla de la catedral y un colegio de Ciudad de la Costa tienen como patrona a esta santa, madre del emperador Constantino que buscó recuperar la verdadera Cruz de Cristo.

El jueves 19, San Juan Eudes, promotor del culto al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María.

Viernes 20, San Bernardo, abad y doctor de la Iglesia

Sábado 21, San Pío X, “el papa de la catequesis”, patrono de una de las capillas de la Catedral.
Es también aniversario de la fundación de las Hermanas de la Caridad Cristiana, fundadas por la beata Paulina von Mallinckrodt, que tienen en Santa Lucía el colegio Inmaculada Concepción.

Amigas y amigos, hasta aquí llegamos por hoy. Cuídense mucho. Que el Señor los bendiga y hasta la próxima semana si Dios quiere.

viernes, 6 de agosto de 2021

Mi carne para la vida del mundo (Juan 6,41-51). Domingo XIX durante el año.

 

“No murmuren entre ustedes”

le dice Jesús a quienes, mirándolo con desconfianza, dicen:

«¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: "Yo he bajado del cielo?"»
Estamos en el capítulo sexto del evangelio según san Juan. Jesús se ha presentado a la multitud diciendo:
«Yo soy el pan bajado del cielo».
Algunos no creen en él y murmuran, como en otro tiempo habían murmurado contra Dios los israelitas en el desierto. Entonces Jesús dice:
Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió.
Necesitamos entender esto. Para ir hacia Jesús, para llegar a Él, es necesario que el Padre nos atraiga. Pero, entonces… ¿Todo depende de Dios, de que el Padre nos atraiga hacia Jesús?
Depende de Dios, sí, de su iniciativa… pero depende también de nosotros. Señala algún biblista que esa “atracción” puede encontrar resistencia de parte de lo que es atraído. Las murmuraciones son parte de esa resistencia. Entonces, también depende de nuestra respuesta: resistir o aceptar esa atracción; dejar que la fuerza del Padre nos lleve hacia Jesús.
En síntesis, hay una tensión entre lo divino y lo humano. La salvación resulta de la fuerza y la atracción de Dios, por un lado y, por otro, que esté nuestra disposición para oír y aprender de Dios, en fin, para creer en Jesús.
Frente a quienes aseguran que conocen los orígenes de Jesús, porque conocen a su padre y a su madre, Jesús reafirma que Él viene del Padre Dios y por eso lo conoce; lo conoce como nadie:
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo Él ha visto al Padre.
Solo por medio de Jesús llegamos a conocer al Padre. Él nos revela el corazón de Dios, nos revela su amor misericordioso. Por eso, somos invitados a estar atentos, a escuchar la enseñanza de Jesús y a creer en Él. En esta parte del capítulo seis de san Juan estamos, podríamos decir, en la primera parte de la Misa: la liturgia de la Palabra; la Mesa de la Palabra, con la que Jesús nos alimenta.
Pero ahora, Él va a introducir algo nuevo, llevará a la liturgia de la Eucaristía:
Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente,
y el pan que Yo daré
es mi carne para la Vida del mundo.
El que coma de este pan. Ya no se trata solo de escuchar la enseñanza de Jesús y creer en su Palabra. Llegamos al sacramento, al signo de la presencia de Jesús. Aquí se trata de comer del pan vivo bajado del cielo. Jesús señala que el maná que los israelitas recibieron en su caminar por el desierto fue un alimento perecedero. Los fortaleció en su marcha, pero, a su tiempo, todos murieron. En cambio, el pan que ofrece ahora Jesús es su propia carne. En los otros evangelios dice “cuerpo”. Juan utiliza la palabra “carne” que, en el lenguaje bíblico no se refiere solo a esa parte de nuestro cuerpo, sino a nuestra realidad humana. Al comienzo de este evangelio dice: “El Verbo se hizo carne”; el Verbo, el Hijo eterno del Padre, se hizo hombre. Tomó nuestra realidad humana.
Más todavía, Jesús habla de que dará su carne “para la vida del mundo”. Esto aparece, de otra forma, en el evangelio de Lucas: “Esto es mi cuerpo, entregado por ustedes” (Lucas 22,19). Estamos, entonces, entrando en el sacrificio de Cristo. Jesús anuncia su propia muerte como un don, una fuente de vida. Participamos de ese sacrificio y recibimos esa vida participando de la Eucaristía, memorial de la pasión, la muerte y la resurrección del Señor.

Mons. Julio Bonino

Este domingo recordamos a un hijo de esta Iglesia de Canelones, Mons. Julio Bonino, que murió en 2017 siendo Obispo de Tacuarembó. Amigo querido, que mucho extrañamos todos los que compartimos con él algún tramo de nuestras vidas.

Red mundial de oración del Papa

El Papa Francisco nos pide sumarnos a él en su intención de oración mensual. En agosto nos anima a rezar por la Iglesia, para que reciba del Espíritu Santo la gracia y la fuerza para reformarse a la luz del Evangelio.

Asamblea eclesial de América Latina y el Caribe

Continúa en este mes de agosto el tiempo de escucha en preparación a la Asamblea Eclesial que está programada para noviembre de este año. 40.000 personas han participado en forma personal o grupal en esta consulta. Todos podemos participar, a través de la página de la Asamblea. https://asambleaeclesial.lat/

Santos de esta semana

Domingo 8 – En este día la Iglesia recuerda a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Predicadores, que dio a la Iglesia grandes teólogos y maestros. Los Dominicos, como también se los conoce, no están presentes en nuestra diócesis, pero han hecho y siguen haciendo importantes aportes a la Iglesia que peregrina en el Uruguay, como docentes, pastores y colaboradores en varios aspectos de la vida de la Iglesia.

En 1993, el papa san Juan Pablo II beatificó una religiosa nacida en Italia, pero a la que saludó como a la primera beata de Uruguay, porque fue nuestra tierra el lugar desde donde desarrolló su obra hacia el mundo y donde quiso morir y ser sepultada. Se trataba de la Madre Francisca Rubatto, fundadora de las Hermanas Terciarias Capuchinas de Loano, más conocidas como “Capuchinas de la Madre Rubatto”. Todo está aprobado para su canonización, que esperamos se celebre este año. Murió el 6 de agosto de 1904 y en Uruguay su memoria se celebra el día 9.

El 9 de agosto recordamos también a Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Su nombre era Edith Stein. De origen judío, fue filósofa, mística, religiosa carmelita descalza y mártir en el campo de exterminio de Auschwitz, en la Alemania Nazi, en 1942.

El 10 se celebra la fiesta de San Lorenzo, diácono y mártir del siglo III. Se cuenta que la autoridad de la ciudad de Roma le pidió que entregara los tesoros de la Iglesia y él, burlándose, le presentó a los pobres en cuyo sustento y abrigo había gastado abundantes riquezas. Sufrió el tormento del fuego y el instrumento de tortura se convirtió en el distintivo de su triunfo.
La diócesis de Canelones cuenta actualmente con once diáconos permanentes. Hay también algunos candidatos preparándose para ser ordenados en el futuro. Recemos por todos ellos.

La fiesta de Santa Clara de Asís, que celebramos el día 11, tiene especial importancia en nuestra diócesis en la que contamos con dos monasterios de Clarisas: Santa Clara de Asís, en San José de Carrasco, donde están las Clarisas franciscanas y Santa María de los Ángeles, en Echeverría, cerca de la ciudad de Canelones, con las Clarisas Capuchinas.

Y también se relaciona con un monasterio, en este caso el de las Salesas, en Progreso, la memoria de Santa Juana de Chantal, cofundadora de la Orden de la Visitación de Santa María, las Salesas, que celebramos el jueves 12.
También este día se recuerda a la Beata mártir Victoria Díez, maestra de la Institución Teresiana.

En la víspera de la Asunción recordamos a San Maximiliano María Kolbe, polaco, sacerdote franciscano conventual, que en el campo de exterminio de Auschwitz ofreció tomar el lugar de un hombre condenado a morir por hambre.

Amigas y amigos, esto es todo por hoy. Cuídense mucho, cuidémonos entre todos. Que el Señor los bendiga y hasta la próxima semana si Dios quiere.

miércoles, 4 de agosto de 2021

Juan María Vianney, santo Cura de Ars

Homilía de Mons. Heriberto en la celebración de la fiesta del Cura de Ars, Seminario Interdiocesano.

Hace algunos años cayó en mis manos un simpático librito, escrito por padres y madres de familia, titulado “Keeping your kids catholics”, es decir, “manteniendo católicos a tus hijos”. Uno de los capítulos era “Haciendo amistad con los santos”. La mamá que escribió esa parte tenía buenos recuerdos de su escuela católica de infancia, en la que los santos estaban muy presentes. A ella le gustaban las vidas de santos, pero se daba cuenta que eso no le pasaba a todo el mundo. Reflexionando sobre esos recuerdos, fue discerniendo, entre otras cosas, la importancia de distinguir bien entre verdad y ficción y, sobre todo, de no poner tanto el acento sobre lo mucho que los santos sufrieron sino sobre su relación con Dios, su experiencia del amor y de la fidelidad del Señor que los sostuvo en sus pruebas y los llevaron a entregarse de todo corazón a Dios y al prójimo.

El 4 de agosto de 1859, casi 44 años después de su ordenación sacerdotal, murió en su parroquia el Padre Juan María Vianney, nuestro santo Cura de Ars.
Aquí estamos, 162 años después, celebrando su memoria y recordando su vida, su santidad sacerdotal vivida en su tiempo, en sus circunstancias… otro país, otra cultura, otro momento de la historia, otra situación de la Iglesia...

Fueron muchas las pruebas que el Santo Cura pasó y son muchos los testimonios de su amor a Dios y su certeza del amor de Dios por los hombres. Con todo, precisamente porque estamos aquí, en el seminario, me gustaría recordar algunas de las peripecias que él vivió hasta llegar a la ordenación, que fue en otro día de este mes: el 13 de agosto de 1815.

Creo que lo primero que todos aprendimos sobre el cura de Ars es que le costó llegar a ese día; que tuvo que superar muchas dificultades. Incluso se ha dicho que se tuvo con él cierta condescendencia, algo así como “sí, lo podemos ordenar, después de todo es muy piadoso, aunque haya tenido tantas dificultades con el latín y le hayan costado tanto los estudios” … Esas son cosas que se pueden decir y tal vez se hayan dicho pensando desde una perspectiva de “normalidad”, es decir, con todo un sistema funcionando “normalmente” y alguien que, bueno, cae allí, un poco a destiempo, con muchas lagunas en su escolaridad… Pero “normalidad” es una palabra que hoy se nos hace cada vez más sospechosa…

¿Cómo llegó Vianney a su ordenación? Hay una historia remota, la de todo su camino vocacional y una historia breve, la de los días que precedieron aquel acontecimiento. Voy a recordar algunos momentos de las dos.

La historia remota arranca con su familia campesina. Una familia que no era rica pero que se sustentaba con su trabajo y tenía recursos como para ayudar a los pobres, incluyendo a los que en nuestra campaña se solía llamar “los andantes”, es decir, la gente que andaba siempre como de paso, que pedía algo para comer y, si era posible, donde pasar la noche y luego seguir.

Así recibió esta familia, en su hogar de Dardilly, al “vagabundo de Dios”, san Benito José Labre, que apareció por allí junto con otros andantes y encontró la hospitalidad y la caridad de los Vianney. Juan Bautista María todavía no había aparecido en la familia, pero allí, donde nacería un santo, ya había pasado otro hombre de Dios.

Nació nuestro santo cura en 1786. Tres años después estalló la revolución francesa, que puso fin a la “normalidad” del viejo régimen monárquico absolutista e inauguró un período histórico sumamente convulsionado.

La revolución llegó a Dardilly tocando la vida de fe de los Vianney. El párroco aceptó la Constitución Civil del clero que imponía la revolución y se convirtió en un cura “juramentado”. Los Vianney, al igual que muchos otros fieles, se retiraron de la parroquia y su casa se convirtió en refugio para los sacerdotes “refractarios”, que celebraban clandestinamente. Con uno de ellos se confesó y celebró su primera comunión Juan Bautista María.

Dardilly se quedó por un tiempo sin escuela, porque se prohibió enseñar a sacerdotes y religiosos. Juan Bautista María recibió sus primeras letras cuando un ciudadano, más tolerado que aceptado por las autoridades revolucionarias, abrió una escuela en el pueblo. Es a partir de estos comienzos muy accidentados que podemos entender las dificultades del futuro Cura de Ars en los estudios.

A los diez años de la toma de La Bastilla emergió la figura de Napoleón, que impuso el gobierno del consulado y abrió camino para coronarse emperador. Entramos así a otra “normalidad”. Las parroquias y las escuelas religiosas se reabrieron. A los 20 años, el joven Vianney comenzó sus estudios en forma más sistemática en la escuela que había abierto el P. Charles Balley, en Ecully, cerca del pueblo natal de Vianney. Con el apoyo de ese sacerdote, que lo recibiría después como vicario y de sus compañeros, Juan María comenzó sus batallas con los manuales y las clases en latín.

Escapó de un reclutamiento para el ejército de Napoleón e ingresó al seminario menor de Verrières, donde, por sus dificultades con el latín, se le permitió estudiar filosofía en francés. De allí pasó al seminario mayor San Ireneo, en Lyon. Los profesores y compañeros que lo ayudaban privadamente en francés, constataban que entendía bien las materias; pero luego, le era imposible rendir exámenes en latín. Los superiores le pidieron que se retirara. Volvió con el P. Balley que siguió preparándolo y se animó a presentarlo de nuevo para ser examinado, ya en vistas a recibir las órdenes.

La normalidad napoleónica duró 15 años, desde 1799 a 1814. El 8 de julio de 1815 fue restaurada la monarquía en Francia, con el rey Luis XVIII. Y aquí estamos a las puertas de la ordenación de Vianney, el 13 de agosto, dentro de otra “normalidad”. La restauración, a pesar de su nombre, no volvió las cosas al lugar donde estaban. La historia no tiene marcha atrás en la caja de cambios. Habían pasado diez años de revolución y quince años de Napoleón. Ahora Luis XVIII se enfrentaba a personas que tuvieron su protagonismo en cada uno de esos tiempos o que se acomodaron como para atravesar ambos manteniendo su posición y, hay que decirlo, manteniendo también su cabeza sobre los hombros...

 
Y por aquí llegamos a la historia corta de la ordenación del Cura de Ars. Corre agosto de 1815 y Vianney, preparado por el P. Balley, está con su familia en Dardilly. Cuando su ordenación fue aprobada y le entregaron la documentación necesaria, se fue caminando desde Dardilly hasta Grenoble. La aplicación de mapas me da entre las dos ciudades 113 km y 23 h y media de marcha a pie. A 20 km por día, son unos seis días de viaje, en el agosto de verano del hemisferio norte, posiblemente haciendo paradas largas en el camino y evitando lugares peligrosos.

Ahora bien ¿por qué se ordenó en Grenoble, que es otra diócesis? ¿A qué diócesis perteneció el Cura de Ars? Como diocesanos es una pregunta que nos importa.
Hoy en día, Ars está en la Diócesis de Belley, a la que pertenece también Dardilly. Desde 1988 la Diócesis agregó a su nombre Ars, Diócesis de Belley-Ars, por razones obvias.

La Diócesis de Belley ya existía cuando nació Vianney; pero, a comienzos de la normalidad napoleónica, el futuro emperador consiguió que su tío Joseph Fesch fuera nombrado por el Papa arzobispo de Lyon y, enseguida, cardenal. Además, para darle a su tío, que pasaba a ser el primado de Francia, una diócesis más grande, Napoleón hizo que el territorio de Belley pasara a Lyon. Vianney estuvo en el seminario de Lyon como seminarista de la arquidiócesis. Cuando en 1821 fue nombrado párroco, Ars todavía pertenecía a la arquidiócesis lugdunense, porque recién en 1822 el papa Pío VII reestableció la Diócesis de Belley.

Pero, entonces ¿por qué no fue ordenado Vianney en Lyon, que queda a diez kilómetros de Dardilly y a donde hubiera llegado caminando en apenas dos horas?

No fue ordenado allí, porque en Lyon ya no estaba el obispo. El tío de Napoleón no tenía las simpatías del rey que acababa de asumir. Marchó a Roma, donde estuvo al servicio de la Iglesia hasta su muerte, en 1839, sin regresar a Lyon ni renunciar a su título. Fue su vicario, el P. Juan Bautista Courbon quien tomó la decisión de que el futuro Cura de Ars recibiera la ordenación, diciendo: “la Gracia de Dios hará lo que falte”. Y así el diácono Vianney, con todos los papeles en regla, marchó a Grenoble para ser ordenado sacerdote.

Qué lindo que te ordene tu obispo, que te ha acompañado en tu vocación; qué lindo que estén presentes tu familia, tus amigos, las comunidades en las que estuviste cuando eras seminarista; qué lindo que la ordenación sea en tu diócesis: en la catedral o en la parroquia de tu pueblo… nada de eso tuvo el futuro cura de Ars en su ordenación: llegó allí solo y a pie.

El Obispo de Grenoble era Monseñor Claudio Simón. Había llegado a la diócesis en 1802, comienzos de la normalidad napoleónica y permaneció allí como pastor hasta su muerte, en 1825. A poco de llegar había reabierto el seminario diocesano, instalándolo en un antiguo convento de los Mínimos de san Francisco de Paula, que habían sido expulsados por la revolución. La ordenación de Vianney fue en la capilla del seminario.

Al parecer, alguien le señaló al obispo que se le estaba molestando por muy poca cosa: ¡una sola ordenación y de un seminarista forastero! Un hombre que, además, con la vida que había llevado y con esos días de camino, tendría un aspecto que haría honor a su nombre de Juan Bautista.
Sin embargo, Mons. Simón contempló la figura austera de aquel diácono que pedía el orden del presbiterado y dijo, con una sonrisa: “no es gran trabajo ordenar un buen sacerdote”.

Años más tarde, en sus catequesis, el Santo Cura recordaría el momento de su consagración con estas palabras: “El sacerdote es algo grande. No, no se sabrá lo que es, sino en el cielo. Si lo entendiéramos en la tierra, moriría uno, no de espanto, sino de amor”.

Ese es el amor que está detrás de la oración que en este mismo seminario pasó a ser también la canción que tantas veces cantamos: “Te amo, Dios mío y deseo amarte, hasta el último suspiro”. Es la respuesta de San Juan María Vianney al amor de Dios.
Para que también nosotros sintamos el amor del Señor y podamos siempre responderle fielmente, santo Cura de Ars, ruega por nosotros. Amén.