martes, 30 de julio de 2013

Homilía de despedida de los uruguayos en la Parroquia Rosario de Fátima, Taquara, Río de Janeiro



Queridas hermanas, queridos hermanos:

Allá por los años 60, cuando yo era niño, comencé a gustar de la música brasileña con una canción de Chico Buarque: A Banda.
La canción contaba todas las cosas bonitas que acontecieron mientras pasaba la banda, cantando cosas de amor.
Sin embargo, después que pasó la Banda, “Tudo tomou seu lugar”: todo volvió a ser igual, todo volvió a ser como era antes.
¿Qué pasará en Río después del pasaje del Papa Francisco y los jóvenes?
Más importante aún: ¿Qué pasará en la vida de cada uno de nosotros?
Yo creo que nada volverá a ser igual.
Para que nada vuelva a ser igual, nos llevamos para seguir meditando los mensajes que el Papa Francisco nos dio con sus palabras y con sus actos.

Siguiendo el ejemplo del Papa, yo también quiero dejarles tres palabras, que tienen mucho que ver con lo que hemos vivido con esta comunidad de Rosario de Fátima.
Ellas son:
- Gratuidad
- Gratitud
- Generosidad

Gratuidad (Gratuidade)
¿Dónde está la gratuidad?
La gratuidad está cuando recibimos algo sin tener que pagar un precio.
Y está también cuando damos algo sin recibir ni esperar un pago.
La gratuidad es propia del amor verdadero.
Esa gratuidad la hemos encontrado en los voluntarios y en las familias de Rosario de Fátima.
Esa gratuidad la vivimos en la fe, en nuestra relación con Dios.
Es la gratuidad del amor de Dios:
"En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10; cf. Jn 4, 19).
Nosotros hemos recibido el amor de Dios.
No hemos pagado por Él ningún precio.
Dios no nos ha pedido que lo amemos primero:
“Nosotros amamos a Dios, porque Él nos amó primero” (1 Jn 4,19)
Pero si no hemos tenido que pagar un precio por lo que recibimos, no debemos olvidar que otros “han pagado”:
- Muchos pusieron sus dones, su tiempo y también su dinero para que todo esto fuera posible.
- La comunidad trabajó para poder brindarnos muchas cosas que hemos recibido en estos días.
- Las familias han tenido también sus gastos para alojarnos
- Todos dieron mucho de su tiempo para dedicarlos a nosotros.
- Más todavía, todo lo hicieron con cariño, con mucho amor.
Mas, el amor de Dios, ¿tiene también un precio?
¿Tiene precio la Gracia de Dios?
Sí, pero no es un precio que pagamos nosotros:
El precio de la Gracia de Dios es la sangre de Cristo.
Cuando hablamos de la Sangre del Señor, decimos que es “la preciosa sangre de Cristo”. Su sangre es el precio de su amor por nosotros:
“Ustedes han sido comprados por un precio” dice San Pablo (1 Corintios 6,20 y 7,23)
"En Él tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros" (Efesios 1:7-8).

Cuando miramos todo el amor que hemos recibido de los hermanos y de Cristo, cuando nos damos cuenta de que nada merecíamos, se abre camino otro sentimiento. Ese sentimiento es la segunda palabra:
Gratitud (Gratidão)
Hace muchos años, Roberto Carlos cantaba:
“Eu vou pedir… que os homens jamais se esqueçam de agradecer”: Voy a pedir… que los hombres jamás se olviden de agradecer.
Por eso, nuestro grupo quiere hoy agradecer.
Decirle al Señor y a cada uno de ustedes:
“Gracias (Obrigado) Señor. Agradezco (Agradeço) hermanos y hermanas”

Y cuando, de verdad, hemos sentido la Gratuidad del amor, y respondemos con nuestra Gratitud, no podemos menos que responder con la tercera palabra:
Generosidad (Generosidade)
Sentimos que no podemos dejar ni olvidado ni guardado todo lo que hemos recibido.
Los apóstoles decían “no podemos dejar de anunciar lo que hemos visto y oído”.
Así nos vamos nosotros.
Con el corazón repleto de todo el amor recibido gratuitamente de la comunidad, de los voluntarios, de las familias.
Con el corazón repleto de agradecimiento por todo lo que nos han entregado en estos días.
Con el corazón repleto con las enseñanzas del Papa Francisco, que muchas veces nos ha pedido que seamos generosos.
A cada uno de nosotros nos gustaría mucho poder recibirlos un día en Uruguay. Poder atenderlos como Uds. lo han hecho con nosotros.
Dios quiera que pueda ser así… pero, si no es así, que aprendamos a ser generosos como Uds. lo han sido con nosotros.
Que tengamos la misma disponibilidad, la misma gratuidad para servir a nuestros hermanos, para anunciar el Evangelio, para salir al encuentro de los que están más alejados, para ser mensajeros de la Esperanza de Cristo.

Es hora de despedida…
El domingo pasado, cuando Dom Oraní despedía al Papa Francisco, dijo que Río ya tenía saudade de todo lo vivido durante la visita.
Hoy somos nosotros los que estamos aprendiendo lo que significa saudade. Estamos sintiendo saudade de la JMJ vivida con Francisco, mas también, y mucho, vivida con la comunidad de la Parroquia Rosario de Fátima y con las familias que nos acogieron aquí en Tacuara.
¡Qué nada vuelva a ser igual!
¡Qué todas las Gracias recibidas den fruto!
¡Que el Señor los bendiga con todo su amor!
¡Amén!

viernes, 26 de julio de 2013

JMJ (2) AVANZANDO EN LA JORNADA

Catequesis y Misa de los Uruguayos

Miércoles de mañana. Amanezco en el Hotel Bradesco, en el barrio Río Comprido, donde estamos alojados varios Obispos. Con un obispo chileno que quiere ver a sus compatriotas en Taquara, tomamos un taxi hasta la Parroquia.
Ese día, la Comisión Nacional de Pastoral Juvenil convocó a todos los uruguayos que pudieran a encontrarse en Taquara, para tener juntos la Misa que se celebra a continuación de la catequesis.
Las catequesis son un momento muy importante de la Jornada Mundial. Las imparten los Obispos, que son trasladados a cada lugar donde están alojados los peregrinos por grupos de lengua. Cerca de nosotros hay una parroquia con un letrero que dice "catequesis en polski" (polaco). Afortunadamente en la nuestra el letrero dice "catequesis en español". Las catequesis se hacen en la mañana, del miércoles al viernes, y los obispos designados van rotando, es decir, cada día es uno diferente.
No sabíamos que Obispo tocaría en Taquara el día de la "Misa de los uruguayos", pero la Provindencia nos sorprendió, porque el enviado fue Mons. Daniel Sturla, Obispo auxiliar de Montevideo.
Fue una gran alegría. Si pensamos que en Río hay más de 3.000 jóvenes uruguayos, no fuimos tantos... sabíamos que no era posible, porque estamos muy dispersos. No obstante, además de los que estamos alojados en Taquara, llegaron otros de lugares cercanos y varios sacerdotes.
Entre los sacerdotes que llegaron estaba el P. Lucas, sacerdote francés que estuvo cinco años en la Diócesis de Melo, y que luego de la Jornada pasará a visitarnos. Con él estuvimos un buen tiempo "batiendo papo", es decir, charlando, poniéndonos al día...

Una tarde tranquila

Mientras algunos de los jóvenes fueron a visitar Maracaná y otros a la Ciudad de la Fe (una gran exposición en Niteroi, al otro lado de la Bahía de Guanabara), me quedo tranquilo en la parroquia. Consigo una computadora con acceso a Internet en la sala de voluntarios, y pongo al día unos cuantos correos.
En la noche, cena, charla y hasta una película con la familia que me hospeda.

Obispo de Guardia

El jueves llego a la parroquia a la hora de la catequesis, buscando al Obispo al que le corresponde esta vez. Un sacerdote chileno se acerca a mí y me cuenta. El Obispo que debía venir es argentino, pero los argentinos tienen un encuentro no programado previamente con el Papa Francisco, de modo que el Obispo no viene y le han pedido al sacerdote que dé la catequesis.
Pero como yo soy, entonces, el único Obispo presente, me piden que presida la Eucaristía, lo que hago con mucho gusto. He quedado en la parroquia un poco como "el Obispo de guardia". Si el miércoles fue el día de los uruguayos, éste es el día de los chilenos.
Es la fiesta de Santiago Apóstol, que es también patrono de Santiago de Chile. Tenemos una Misa muy festiva y muy animada.

La Bienvenida a Francisco

Durante la Misa, más o menos al mediodía, el sol se asomó brevemente. Volvió luego a nublarse, pero ya no había la lluvia intensa de los días anteriores.
El programa tiene previsto hoy, jueves, la Bienvenida al Papa. Las lluvias del martes y el miércoles me han desanimado un poco, pero recuerdo que en Sydney acompañé a los jóvenes a recibir a Benedicto y para ellos fue un momento inolvidable. Lo quiero compartir con ellos, así que me decido a ir.
La parroquia de Taquara hizo un arreglo con el transporte público, y tenemos ómnibus que nos llevarán hasta el centro de Río, donde podemos tomar otros hasta Copacabana. Además tenemos un guía: Ivo, que se convirtió en "voluntario" en estos días, porque no forma parte del equipo oficial. Hijo de una catequista, bastante alejado de la Iglesia, se convirtió en nuestro ángel guardián y, después de muchos años, participó en una Misa: precisamente la de ayer, la de los uruguayos.
El tiempo acompañó, pero Copacabana, por supuesto, quedó chico. Esperamos mucho para ver pasar, muy rápidamente a Francisco en el papamóvil. Sin embargo, una vez que pasó, mucha gente se retiró (!!??) y pudimos meternos más adentro, en un lugar donde veíamos a lo lejos el escenario y por pantallas gigantes (realmente gigantes, as mais grandes do mundo) pudimos seguir todo lo que aconteció.
Muy lindas las palabras de Francisco, muy cálidas... un lindo recuerdo del Papa Benedicto "estuve charlando con él antes de venir, y le pedí que nos acompañara con la oración... él me dijo 'con la oración y en el televisor', así que ahora nos está mirando". Allí todos empezamos a corear el nombre de Benedicto, dándole también nuestro saludo desde Río.
El mensaje fue con tono de Bienvenida, es decir, guardando para el final. Con los jóvenes volveremos a escuchar a Francisco el sábado, en la vigilia y el domingo en la Misa. Todo será en Copacabana, porque el lugar previsto, un gran campo, quedó inutilizable a causa de las inusuales lluvias.

El regreso

Siempre con la seguridad que nos daba Ivo, emprendemos el camino de regreso. Me siento al lado de un joven brasileño, un pasajero más en el ómnibus y poco a poco nos ponemos a conversar. Habla bastante español y resultó ser feligrés de una parroquia vecina a la nuestra, donde están alojados polacos y argentinos. Se llama Igor y cuando bajó, sabiendo ya que yo era Obispo, me pidió una bendición.
Entre mis charlas con Igor (el viaje fue de hora y media, más o menos), se me acercaron dos mujeres que pidieron ver mi cruz pectoral, con el Sagrado Corazón.
No era extraño que les llamara la atención: eran Hermanas Franciscanas del Sagrado Corazón de Jesús, una congregación francesa que se extinguió en Francia pero quedó viva en Brasil. Las hermanas nos contaron a mí y a mi compañero de asiento de la visita del Papa a una Fazenda, en la mañana, mientras estábamos en la catequesis. Un signo muy fuerte, que incluyó pasar a la casa de una vecina a tomar un cafezinho. El Papa dijo "eso es lo que quisiera poder hacer: entrar en cada casa y poder tomar con ustedes un café o un vaso de agua".
Charlamos mucho con las Hermanas y les conté de nuestra Fazenda de la Esperanza, donde vendría bien una comunidad de religiosas... ellas están sólo en Brasil, pero puede ser algo a considerar... Recemos !!!
Llegada a la Parroquia. Wladimir, avisado previamente, ya me espera. Derechito a la casa. Nos quedamos hasta tarde batiendo papo, comentando todo lo sucedido en el día...

RED DE SENSIBILIDAD Y RESPONSABILIDAD SOCIAL, MELO

SEGUNDA JORNADA DE REFLEXIÓN

El día de 23 de julio de 2013 en el Salón Multiuso de la Sociedad Fomento en la ciudad de Melo, nos hemos reunido por segunda vez, un grupo importante de representantes de Instituciones del medio, todos preocupados por los graves y reiterados episodios de violencia que se han instalado entre nosotros.
Del intercambio de opiniones y recogiendo los importantes testimonios que se vertieron en la misma podríamos resumir lo siguiente: la sociedad en general y la familia están viviendo un momento muy complejo. La sociedad ha cambiado, así como la familia y las personas. También el contexto ha mutado. Los avances tecnológicos son impactantes y están instalados en nuestras vidas, de un modo irreversible. Inevitablemente tenemos que convivir con ellos. Además, debemos asumir como, las redes sociales en particular, permean todos los estamentos de la comunidad, inciden en nuestros pensamientos y en nuestra forma de actuar.
Hemos descripto en esta instancia, dos campos de acción bien delimitados: por un lado la recuperación y revitalización de los valores morales hoy interpelados y por otro el conjunto de normas de convivencia que existen y no se cumplen.
En los dos campos hay posibilidades de generar acciones colectivas, consensuadas, buscando la convivencia respetuosa que todos anhelamos. En eso estamos. La próxima reunión será para tomar las primeras definiciones en cuanto a que actividades formativas, educativas y de sensibilización, hemos de iniciar.
La participación de todos, es muy importante. El convencimiento que tengamos de que, es posible, es trascendente. Es necesario sumar a este esfuerzo, a todos los actores que sea posible y a su vez, compartimos colectivamente la idea, de que debemos sumarnos a otros actores, a otras instituciones, y a otras redes para juntos, en praxis solidaria, voluntaria y abnegada, lograr los objetivos humanitarios que nos hemos propuesto.
Queremos vivir en paz. Queremos tener una convivencia saludable. No queremos ser cronistas de la realidad, sino activos protagonistas en la construcción del bienestar común.

miércoles, 24 de julio de 2013

JMJ (1) CRÓNICA DE SÁBADO A MARTES

Tarde de lluvia en Río de Janeiro. En una sala de la Parroquia Rosario De Fátima, en Taquara, donde se aloja la "Delegación Oficial" de Uruguay, están trabajando los voluntarios, ajustando detalles, resolviendo ocasionales problemas, dando informaciones.
Me prestan una computadora, y aprovecho a hacer un poco de memoria de lo que va de la Jornada.
Los jóvenes de la Diócesis de Melo marcharon en peregrinación al "santuario" uruguayo
que se encuentra en el corazón de Río: el estadio "Jornalista Mário Filho", más conocido como "Maracaná". Yo ya tuve bastante lluvia ayer, como les contaré enseguida, y prefiero guardar mis energías para mañana, en que recibimos al Papa Francisco por la tarde.

La llegada

El sábado salimos de Treinta y Tres a las seis de la mañana. A las diez y media estábamos en el aeropuerto, para levantar vuelo después de las 14. Parecía mucho tiempo, pero se hizo corto. Escala en San Pablo, espera en el aeropuerto, abordaje del avión, demora en la salida. Me dormí un buen rato. Cuando desperté dije "qué vuelo más tranquilo": en realidad, todavía no habíamos salido !!! Pero finalmente salimos y llegamos con poco retraso. En Río nos organizamos para llegar a nuestra parroquia, bastante lejos del aeropuerto. Al llegar, nos encontramos con un ambiente muy animado.
Ya había otras delegaciones de Argentina, Chile, Perú, Venezuela. También hacía mucho calor, a pesar de que ya eran las diez de la noche. La comunidad nos dio comida y refrescos, mientras nos fue distribuyendo en las diferentes casas donde estamos alojados. Finalmente me presentan a mis anfitriones, Wladimir y Márcia, padres de un casal de jóvenes, Guilhermo y Viviane. Me han dejado una habitación de la casa, y duermo profundamente...

Domingo...

La Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Fátima y San Antonio de Lisboa, nuestra anfitriona, está en el Barrio de Taquara, muy lejos del centro de Río, está en una zona muy marcada por la migración portuguesa que llegó en los años ´50."Nuestra religiosidad está muy marcada por esos emigrantes", me dice Wladimir. El párroco, Padre Renato y su vicario Julio, con tres meses de ordenado, tienen una comunidad muy dinámica, con más de 6.000 feligreses cada fin de semana, numerosos grupos y movimientos, y una presencia de laicos muy comprometidos. Márcia participa en la Pastoral da Criança y Wladimir en el grupo del Terço (Rosario) de los hombres. Cerca de cien hombres se reúnen todos los viernes (a la hora del fútbol!) a rezar el rosario. Yo pregunté si después se iban a mirar el segundo tiempo, pero el rosario dura todo el partido: es meditado, animado con cantos, con tiempos de silencio y reflexión.
A mediodía voy con dos sacerdotes a buscar nuestras acreditaciones. La de ellos en la catedral. Una demora mucho (bueno, en realidad no tanto, comparado con algunas cosas que pasaron después...) Mientras tanto, con el otro visitamos la catedral, el museo de arte sacro. Me encuentro con un joven de Gualeguaychú, que conocí en el Encuentro de Diócesis de Frontera. Desde allí nos fuimos al Obispado, para mi acreditación de Obispo. Me la imprimen, me dan alguna información y a esa altura, hora del almuerzo, invitamos a nuestro chofer a comer unos spaghettis con estofado.
De regreso en la parroquia, seguimos viendo la llegada de peregrinos, y nos preparamos a la misa de la noche, a las 20, en español. Hay muchos sacerdotes, pero soy el único Obispo, así que presido con mucho gusto, dando la bienvenida a cada país: en primer lugar a la comunidad que nos recibe, luego Argentina, Chile, Perú, Venezuela, El Salvador, México y Uruguay. Mucho entusiasmo en la gran Iglesia colmada. Un grupo de los peregrinos anima los cantos, pero la celebración va a mi ritmo tranquilo ("muy lento", me dijo un joven brasileño, "aquí nos gusta sambar"; pero los mayores me dijeron que les había gustado).

Lunes

El lunes lo tenemos libre. Un voluntario nos acompaña en la primera incursión del grupo de la diócesis en Río. Vamos al Corcovado, tomando conciencia de largas distancias y tiempos. Cuando llegamos... está nublado. No se puede ver ni la imagen ni la ciudad, de modo que renunciamos a la subida. Recorremos el bosque "la mayor selva urbana del mundo", nos dice nuestra guía y le tomamos el pelo por el estereotipo de "o mais grande do mundo". Volvemos para celebrar la misa de las ocho, también en español, pero el tránsito nos atrapa... bajamos del ómnibus, y en una kombi expresso llegamos para empezar la misa a las 20:30.

Martes

La delegación oficial propiamente dicha llega. El P. Daniel, secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de P. Juvenil va a buscar los 30 kits de peregrinos, a una central muy alejada. Increíblemente, los recibe después de doce horas de espera, compartida con muchísimos otros. Los kits no están prontos: faltan las tarjetas para la alimentación y el transporte, y por eso se demora tanto la entrega.
Mientras tanto, Wladimir nos lleva a Natalia, secretaria de la Comisión, que tiene que levantar dos acreditaciones para quienes participarán en las ofrendas de la misa; a Igor, webmaster de la página de la CEU, que va a retirar su acreditación como periodista y a mí que debo retirar mi kit de peregrino (que es gratuito, pero no incluye transporte y comida) en un hotel donde, además, tengo la posibilidad de quedarme para los momentos que son más complejos para los Obispos, es decir, los que requieren transporte hacia los lugares de celebración y de regreso de ellas. No pensaba usarlo hasta el viernes, pero algo me haría cambiar de opinión.
Los trámites llevan tanto tiempo, que nos damos cuenta de que no tiene sentido volver a Taquara, dado que hoy es la Misa Inaugural, presidida por el Arzobispo de Río, Dom Orani João Tempesta. Nos quedamos en el centro, y yo me encamino a buscar la sacristía de los Obispos, en el lugar preparado para la Misa sobre la playa de Copacabana. Ya llueve desde la mañana, y la lluvia continuará en la noche. Pido orientación a los voluntarios, que me van pasando de uno a otro, sin nunca abandonarme, hasta que dan con el que me introduce. Llego tan temprano, que soy el primer obispo en revestirse. Nos entregan todos los ornamentos, mitra incluida y paso a esperar, mientras van llegando hermanos obispos de todo el mundo... Nigeria, Cabo Verde, Ecuador, Bangladesh, por nombrar cuatro lugares tan distintos como distantes unos de otros...
La Misa fue bonita, con lluvia y viento que llegó al límite de lo soportable, aunque nunca lo atravesó. Con un poco de frío y los pies mojados, decidí ir en ómnibus al hotel, antes de emprender el largo camino a Taquara, que significaba también molestar a mi familia anfitriona.

viernes, 12 de julio de 2013

El CLAM fue noticia. Un editorial de Mons. Galimberti y un comunicado del Departamento de Liturgia llamaron la atención de los periodistas


La revista "CLAM - Leccionario Dominical y Festivo" que publica el Departamento de Liturgia de la Conferencia Episcopal del Uruguay fue noticia esta semana, a partir de un editorial del Presidente del Departamento, Mons. Pablo Galimberti, Obispo de Salto y de un comunicado del Departamento, también firmado por su presidente, sobre las hostias destinadas a la comunión de los celíacos.

Links para acceder a las noticias:
Radio El Espectador 1
Radio El Espectador 2
Diario El Observador

El editorial de Mons. Galimberti es un llamado a la reflexión sobre la baja de la participación de fieles en las Misas, interrogándose sobre sus causas e invitando a los lectores a dar sus opiniones y sugerencias.

El comunicado del Departamento de Liturgia se refiere a las hostias adecuadas para los celíacos, que se elaboran actualmente en Buenos Aires con todas las garantías tanto desde el punto de vista de la salud como de la liturgia, que establece que las hostias deben ser elaboradas con harina de trigo.

El CLAM es una publicación bimensual, cuyo contenido principal, como se indica en la tapa, es el texto de las lecturas bíblicas correspondientes a la Misa de los domingos y de los días festivos en la liturgia católica. Se completa con algunos aportes, noticias y comentarios.

Su tirada actual, según información proporcionada por el P. Rafael Costa SDB, Secretario Ejecutivo del Departamento de Liturgia, es de 6.500 ejemplares. Es adquirida por sacerdotes, diaconos, religiosas, fieles laicos que quieren contar con una manera sencilla de acceder a los textos bíblicos y a comentarios sobre los mismos.

CLAM significa "Comisión de Liturgia de la Arquidiócesis de Montevideo", porque fue en ese ámbito donde comenzó a publicarse hacia 1968, pasando posteriormente al Departamento de Liturgia de la CEU.



miércoles, 3 de julio de 2013

Bicentenario del nacimiento de Mons. Jacinto Vera - Homilía de Mons. Daniel Sturla


Queridos Hermanos:
En la oración de esta Misa, le decíamos al Señor: “Concédenos alegrarnos en la fiesta del Apóstol Santo Tomás”. Este gozo para nosotros hoy está multiplicado por el recuerdo de los 200 años del nacimiento de quien fue capaz de llenar de la alegría de Cristo el Uruguay entero.
 ¡¡¡¡El cristianismo es alegría!!!!!  Esta afirmación del Beato Juan Pablo II me viene al corazón en este día, en esta santa catedral de Montevideo, que fue  la sede de Mons. Jacinto Vera, y donde sus restos esperan la resurrección final.
Es la alegría de la fe!!!!
“¡Señor mío y Dios mío!”, es la exclamación   del Apóstol, cuando el  Señor Resucitado le muestra las llagas gloriosas de la pasión, transformadas en piedras preciosas, por la acción del Espíritu Santo. De ese modo el apóstol de la duda pronuncia la más hermosa expresión de fe.
No estamos solos, abandonados, perdidos, ¡El Señor está con nosotros!
Cuando hace 200 años, en un barco proveniente de las Islas Canarias con varias familias que venían a probar mejor fortuna a este lado del  Atlántico, llegó la hora de dar a luz a Josefa Durán, la joven esposa de Gerardo Vera, seguramente  estos padres creyentes se habrán animado con palabras de fe: “El Señor está con nosotros.” “¡Señor mío y Dios mío!” Ese mar que durante siglos había sido llamado “tenebroso”, fue el sitio elegido por el Señor para que esta buena mujer cristiana diera a luz a Jacinto… Nos la imaginamos en la ansiedad de la hora… pero la confianza en la providencia de Dios le habrá dado serenidad y paz. Qué alegría  alumbrar, en esas condiciones, a un hijo sano, que se unía así a sus tres hermanos  mayores. Teniendo como primera patria el océano, Jacinto fue bautizado en la isla de Santa Catalina, en una iglesia que lleva el título de “Nuestra Señora del Destierro”, casi como una premonición de lo que le tocaría vivir años después al Vicario Apostólico del Uruguay. La Virgen que va desterrada a Egipto junto a José y al Niño Dios. Allí recibió el hijo de Gerardo y Josefa, en las aguas del Bautismo, el don de la fe y la vida eterna.
La alegría de la fe  es la alegría del pueblo cristiano. “Ustedes – decía la primera lectura- ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios”. El pueblo cristiano  conoce que “toda tierra extraña le es patria y que toda patria le es extraña”. Y un cristiano, amando el suelo donde nace, se sabe, en todas partes,  en la tierra de su Padre,  viviendo así la alegría profunda de ser HIJO, “conciudadano de los santos y miembro del pueblo de Dios”
Decía un sacerdote amigo  al Cura Rural de Bernanos: “Voy a definirte un pueblo cristiano explicándote su réplica contraria. Lo opuesto a un pueblo cristiano es un pueblo triste, un pueblo de viejos.”
La familia Vera Durán llegó a destino en tierra oriental después de unos años de permanencia en Brasil  porque nuestro suelo se encontraba  en medio de las luchas de la independencia.  Se instalan en Maldonado, luego será en Toledo. Jacinto aprenderá el duro trabajo campesino, una vida austera y sacrificada, pero también el consuelo de ver los frutos del trabajo familiar, el sencillo gozo de ganarse el pan de cada día.
El Uruguay al que se integraban no era ciertamente un pueblo triste ni de viejos. Tenía las contradicciones de una patria que nacía en medio de muchas dificultades.  El Uruguay criollo del siglo XIX, con toda la problemática de un país en ciernes, dividido por las guerras y por los ejércitos de los vecinos que nos robaban dignidad y territorio, era también un país de promisión. Un Uruguay donde la población se multiplicó por  14 en 70 años, una tierra que atraía emigrantes hasta ser llamada la “California del sur”…  Esta patria en formación, en continuo progreso, a pesar de las dificultades y divisiones que vivía, era básicamente cristiana.
Si la Iglesia no tuvo en nuestra tierra la fuerza que en otras regiones de América, por su pobreza, por la escasez de clero, por la ausencia durante años de vida religiosa, por la falta de un obispo, el ambiente de cristiandad permeaba a sus habitantes, que vivían entonces una religiosidad sencilla. Por otro lado, la Constitución del Estado de 1830 había sido escrita como decía en su proemio: “En nombre de Dios Todopoderoso, Supremo Legislador del Universo…”
En ese contexto Jacinto formará su carácter de joven cristiano. A los 19 años, participando en unos ejercicios espirituales oirá la llamada del Señor a seguirlo en la vocación sacerdotal.  Para una familia campesina de escasos recursos era difícil que un hijo pudiera costearse los estudios para poder acceder al sacerdocio, pero allí se encontraba la voluntad indomable de Jacinto, su confianza en la Providencia. Contó con el apoyo de sus padres y hermanos que veían con alegría la vocación de un hijo. El Presbítero Lázaro Gadea le enseñará latín y humanidades. A caballo iba Jacinto desde la chacra familiar de Toledo hasta la Parroquia de Peñarol. Con penetrante inteligencia  absorbía esa formación primera que lo encaminaba al altar.
En su preparación no faltaron vicisitudes diversas, como  la leva del ejército y su posterior licenciamiento, cuando sus jefes se enteraron que ese “soldado que leía libros”, quería ser sacerdote. Por fin, en Buenos Aires, después de estudiar en el colegio de los jesuitas, es ordenado sacerdote y celebra su primera Misa el 6 de junio de 1841.
Jacinto experimentó entonces la alegría de ser “tomado de entre los hombres para ser constituido a favor de los hombres en las cosas que a Dios se refieren” (Hb 5,1)
Conocerá ahora la alegría del apóstol… ésa que está reflejada en la expresión pascual del evangelio de hoy: “¡Hemos visto al Señor”
A lo largo de su vida apostólica como cura en la Villa de Guadalupe de Canelones, como Vicario Apostólico y Obispo, el Siervo de Dios manifestó siempre esa alegría de corazón. Esa alegría que viene de Dios, que es el sello de la presencia del Espíritu Santo. Dice el Padre Lorenzo Pons, su primer biógrafo: “estaba siempre de buen humor, conservaba la serenidad e intrepidez de que Dios le dotara, y andaba entre peligros seguros y ciertos sin que el temor anidara en su pecho animoso…”
Esta alegría anidaba en “ese pecho animoso que no conocía el temor”, tenía la  parresía del apóstol que es audaz cuando se trata de anunciar el evangelio. En una de las misiones se cuenta que se habían complotado entre varios para arruinar la predicación. Azuzaron a algunos y en la noche se había formado un gentío que insultaba y profería amenazas. En la casa donde se hospedaban Vera y los misioneros, el miedo se iba apoderando de todos, menos de Jacinto. El Obispo se mantenía calmo, dice Pons: “Quieto y sereno pidió que le trajesen un palo de los que había en la cocina para hacer fuego; dispuso que se retiraran todos los de la casa al fondo de ella; hizo apagar las luces y que se abriera la puerta, quedándose él en el patio. Con esto conocieron los alborotadores que el Obispo no era hombre maula, como llaman los paisanos de esta tierra al cobarde, y que en el caso de verse acometido por ellos, sabría sacar buen ánimo y esfuerzo (…) Aquellos guapos encogieron las alas, se les fue la pasión y alteración del cerebro y se apaciguó el bullicio pudiendo continuarse los ejercicios y funciones de la misión hasta terminarla tranquilamente”
Alegre, sereno, porque confiado en la Providencia de Dios y también valiente por educación y por gracia.
Vayamos a su propio testimonio. El momento quizás más doloroso de su vida fue cuando, por defender los derechos de la Iglesia frente al gobierno que pretendía ejercer un supuesto derecho de patronato, es desterrado. El entonces Vicario Apostólico escribe una carta pastoral y la firma antes de embarcarse hacia Buenos Aires. Allí dice: “Al obedecer en ese concepto la ordenación de nuestro gobierno, que nos intima al destierro o expatriación… obedecemos marchando a cumplir aquél mandato por más inmotivado que nos parezca sin llevar una sola gota de hiel en el corazón, sin que nos acompañe otra pena que los males de nuestra Iglesia, y así que por eso no dejamos de sobreabundar en gozo, en razón de que padecemos, no por nuestra causa, sino por la causa de Jesucristo” (8 de octubre de 1862)
Ésta es la talla de los santos. En los momentos de cruz se vive el gozo de vivir y sufrir por Cristo.
Éste es nuestro Siervo de Dios. Es aquel que al ser nombrado Vicario Apostólico acepta, pero escribe después al Santo Padre: que Su Santidad “no olvidase que había nombrado de Vicario Apostólico en Montevideo  a un pobre sacerdote sin luces, sin experiencia y con pocas virtudes, y con sólo buenos deseos. Estos Santísimo Padre, estarán, Dios mediante, siempre en acción, acaso desacertados; pero no dudo serán considerados con la benignidad que caracteriza al actual Padre común de los fieles”
Esos buenos deseos, mociones del Espíritu Santo,  habían transformado a ese “pobre sacerdote sin luces” en un apóstol valiente, defensor de los derechos de la Iglesia, instruidísimo en el derecho canónico, pero que además sentía el gozo de sufrir por Cristo y por la Iglesia: “no dejamos de sobreabundar en gozo”…
No fue fácil el tiempo en Buenos Aires, supo de traiciones, de algunos que jugaron a sus espaldas. Su humildad, por ser verdadera, estaba unida al coraje, a la defensa de su postura como Vicario, que era la forma de custodiar como padre solícito, a la misma Iglesia y su dignidad.
Esta alegría propia de los mártires, es la que brota de la única fuente: el Corazón de  Jesús que se sabe amado por el Padre. Jacinto se identifica así con Cristo Jesús, con ese Sagrado Corazón al que consagrará la República el 4 de junio de 1875 y especialmente a los niños con una concentración de 6.000  chicos en esta misma Catedral dos años después.
Esta alegría mantenida incluso en momentos de tensión o de cruz era espontánea y chispeante y se manifestaba en un constante buen humor. Dice su primer biógrafo: “En el episcopado acabó de revelar su alma candorosa, su corazón caritativo, su genio chispeante, su inagotable buen humor y una índole sencilla y bondadosa”
Cuando recibe  a los primeros salesianos que venían enviados por Don Bosco, es ésta una de las características que el entonces Padre Lasagna describe en una hermosa carta al fundador de los salesianos: “Mons. Jacinto Vera … habla y conversa con una hilaridad que nunca cansa. Ya sentado junto a nosotros, ya paseando por la sala después que percibió que se había ganado nuestra confianza, no cesaba de provocar con cien preguntas al pobre Adán que (…)  se esforzaba por sacar a relucir sus conocimientos de lengua española, despertando tanta alegría que el grupo se deshacía de risa”.
Este gozo es la alegría del amor. Amor a los pobres, a los que daba hasta su ropa, a los que visitaba en sus propias casas, a los que socorría en las necesidades. Amor a los enfermos, manifestado especialmente en la epidemia de cólera de 1869 cuando el pueblo vio al Vicario, ya consagrado obispo, recorriendo las calles, atendiendo personalmente a los enfermos y organizando a los voluntarios que llenos de coraje se animaban a asistir a aquellos que más necesitaban.
Es la alegría del amor para atender  a los heridos de nuestras guerras civiles. Cuando la heroica defensa de Paysandú no le permiten entrar en la ciudad sitiada, y se instala en la isla donde muchos pobladores se habían refugiado. Una isla que a partir de entonces  se llamará “de la Caridad”.
Es el amor a su clero, por el que se desvivió. Se lo puede llamar con justicia padre del clero nacional. Una de sus mayores alegrías fue la fundación del Seminario. Acompañó a los sacerdotes en dificultad y perdonó de corazón a  aquellos que lo habían traicionado. Procuró su formación especialmente a través de los ejercicios espirituales y enviando a varios a completar sus estudios en Roma.
Es el amor a la Iglesia, a su Esposa, a la Iglesia de Montevideo que nació de su mano, con la erección del Obispado, que tenía como jurisdicción el Uruguay entero. Amor a la Iglesia universal, al Papa, al que tuvo el gozo de visitar, por el que recorrió valientemente la Roma invadida por las tropas garibaldinas, para expresarle su aliento.  Mons. Vera fue en aquel año 1870 padre conciliar del Concilio Vaticano I, votando convencido a favor de la infalibilidad pontificia.
Amor a los laicos  que fue preparando para el “combate de la fe” y con los que fundó el Club Católico, primicia de la organización de nuestro laicado, e impulsó con ellos la prensa católica.
Amor a la vida religiosa. Procuró la llegada de varias órdenes y congregaciones. Protegió a las Hermanas Salesas y del Huerto que ya se  encontraban entre nosotros. Confió el Seminario a la Compañía de Jesús, alentó la llegada de los Vascos, de los Capuchinos , de los Salesianos, de las Hermanas Vicentinas,  Dominicas, Buen Pastor, Salesianas…
Jacinto triunfará por María
Había aprendido en su hogar la devoción a la Santísima Virgen. Era devoto de la Virgen del Carmen pero especialmente de la Dolorosa. Al crear su escudo como Vicario Apostólico puso el corazón de María traspasado por la espada y a sus lados un jacinto y una palma, significando: Jacinto triunfará por María.
La Virgen lo acompañó  a lo largo de sus caminos, de sus misiones, que le hicieron recorrer tres veces el Uruguay entero, en tiempo de caballo y diligencias, por caminos que apenas existían, cruzando ríos y arroyos donde aún no había puentes. Viviendo austeramente, pasando de la predicación al confesonario, celebrando casamientos, confirmando a miles de paisanos.
Como dijo Juan Zorrilla de San Martín: “Me parece que con Mons. Vera se santificará nuestro Uruguay querido, a quien él amó tanto y sirvió y evangelizó. Nadie lo ha querido más que él; nadie lo ha servido más”.
Es la alegría de este momento eclesial
Decía la primera lectura de la Misa: “Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo.”
En su Providencia  Dios ha querido regalar a nuestra Iglesia en el Uruguay, el sólido cimiento apostólico de un obispo santo. ¡Qué base firme para trabar esta construcción en la piedra angular que es Cristo y edificar así el templo santo de Dios!
Si miramos nuestro presente, percibimos que este bicentenario lo estamos viviendo en un momento intenso de la vida de la Iglesia.
La sorpresa que ha sido para todos la renuncia del papa Benedicto y la feliz irrupción del Espíritu con la elección del Papa Francisco, nos llena de esperanza. Cuando el Santo Padre describe al Pastor que tiene en su corazón, parecería que estuviera describiendo la vida de este buen pastor que el Señor puso como primer obispo del Uruguay, Padre de nuestra Iglesia, cimiento apostólico de este templo santo.
Decía hace pocos días el Papa Francisco a los Nuncios de todo el mundo,  reunidos en Roma,  en un discurso que, como lo subrayó, fue escrito por él mismo:
“En la delicada tarea de llevar a cabo la investigación para los nombramientos episcopales, estad atentos a que los candidatos sean pastores cercanos a la gente: este es el primer criterio. (…) Que sean padres y hermanos, que sean mansos, pacientes y misericordiosos; que amen la pobreza, interior como libertad para el Señor, y también exterior como sencillez y austeridad de vida; que no tengan una psicología de «príncipes». Estad atentos a que no sean ambiciosos, que no busquen el episcopado; (…) Que sean capaces de «guardar» el rebaño que les será confiado, o sea, de tener solicitud por todo lo que lo mantiene unido; de «velar» por él, de prestar atención a los peligros que lo amenazan; pero sobre todo capaces de «velar» por el rebaño, de estar en vela, de cuidar la esperanza, que haya sol y luz en los corazones; de sostener con amor y con paciencia los designios que Dios obra en su pueblo. (…)”.
El Siervo de Dios Jacinto Vera parece descrito en este discurso del Papa Francisco. Veló por su pueblo hasta último momento, muriendo en plena misión apostólica en Pan de Azúcar.  Que siga velando por nosotros, por este Iglesia santa. Que vivamos la alegría de la fe, la alegría apostólica, el gozo de sabernos amados por el Padre en el Corazón de Jesús y de María.
 Y que para gloria de Dios y alegría del pueblo cristiano podamos verlo pronto entre los santos. Así sea.