Tarde de lluvia en Río de Janeiro. En una sala de la Parroquia Rosario De Fátima, en Taquara, donde se aloja la "Delegación Oficial" de Uruguay, están trabajando los voluntarios, ajustando detalles, resolviendo ocasionales problemas, dando informaciones.
Me prestan una computadora, y aprovecho a hacer un poco de memoria de lo que va de la Jornada.
Los jóvenes de la Diócesis de Melo marcharon en peregrinación al "santuario" uruguayo que se encuentra en el corazón de Río: el estadio "Jornalista Mário Filho", más conocido como "Maracaná". Yo ya tuve bastante lluvia ayer, como les contaré enseguida, y prefiero guardar mis energías para mañana, en que recibimos al Papa Francisco por la tarde.
Los jóvenes de la Diócesis de Melo marcharon en peregrinación al "santuario" uruguayo que se encuentra en el corazón de Río: el estadio "Jornalista Mário Filho", más conocido como "Maracaná". Yo ya tuve bastante lluvia ayer, como les contaré enseguida, y prefiero guardar mis energías para mañana, en que recibimos al Papa Francisco por la tarde.
La llegada
El sábado salimos de Treinta y Tres a las seis de la mañana. A las diez y media estábamos en el aeropuerto, para levantar vuelo después de las 14. Parecía mucho tiempo, pero se hizo corto. Escala en San Pablo, espera en el aeropuerto, abordaje del avión, demora en la salida. Me dormí un buen rato. Cuando desperté dije "qué vuelo más tranquilo": en realidad, todavía no habíamos salido !!! Pero finalmente salimos y llegamos con poco retraso. En Río nos organizamos para llegar a nuestra parroquia, bastante lejos del aeropuerto. Al llegar, nos encontramos con un ambiente muy animado.
Ya había otras delegaciones de Argentina, Chile, Perú, Venezuela. También hacía mucho calor, a pesar de que ya eran las diez de la noche. La comunidad nos dio comida y refrescos, mientras nos fue distribuyendo en las diferentes casas donde estamos alojados. Finalmente me presentan a mis anfitriones, Wladimir y Márcia, padres de un casal de jóvenes, Guilhermo y Viviane. Me han dejado una habitación de la casa, y duermo profundamente...
Domingo...
La Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Fátima y San Antonio de Lisboa, nuestra anfitriona, está en el Barrio de Taquara, muy lejos del centro de Río, está en una zona muy marcada por la migración portuguesa que llegó en los años ´50."Nuestra religiosidad está muy marcada por esos emigrantes", me dice Wladimir. El párroco, Padre Renato y su vicario Julio, con tres meses de ordenado, tienen una comunidad muy dinámica, con más de 6.000 feligreses cada fin de semana, numerosos grupos y movimientos, y una presencia de laicos muy comprometidos. Márcia participa en la Pastoral da Criança y Wladimir en el grupo del Terço (Rosario) de los hombres. Cerca de cien hombres se reúnen todos los viernes (a la hora del fútbol!) a rezar el rosario. Yo pregunté si después se iban a mirar el segundo tiempo, pero el rosario dura todo el partido: es meditado, animado con cantos, con tiempos de silencio y reflexión.
A mediodía voy con dos sacerdotes a buscar nuestras acreditaciones. La de ellos en la catedral. Una demora mucho (bueno, en realidad no tanto, comparado con algunas cosas que pasaron después...) Mientras tanto, con el otro visitamos la catedral, el museo de arte sacro. Me encuentro con un joven de Gualeguaychú, que conocí en el Encuentro de Diócesis de Frontera. Desde allí nos fuimos al Obispado, para mi acreditación de Obispo. Me la imprimen, me dan alguna información y a esa altura, hora del almuerzo, invitamos a nuestro chofer a comer unos spaghettis con estofado.
De regreso en la parroquia, seguimos viendo la llegada de peregrinos, y nos preparamos a la misa de la noche, a las 20, en español. Hay muchos sacerdotes, pero soy el único Obispo, así que presido con mucho gusto, dando la bienvenida a cada país: en primer lugar a la comunidad que nos recibe, luego Argentina, Chile, Perú, Venezuela, El Salvador, México y Uruguay. Mucho entusiasmo en la gran Iglesia colmada. Un grupo de los peregrinos anima los cantos, pero la celebración va a mi ritmo tranquilo ("muy lento", me dijo un joven brasileño, "aquí nos gusta sambar"; pero los mayores me dijeron que les había gustado).
Lunes
El lunes lo tenemos libre. Un voluntario nos acompaña en la primera incursión del grupo de la diócesis en Río. Vamos al Corcovado, tomando conciencia de largas distancias y tiempos. Cuando llegamos... está nublado. No se puede ver ni la imagen ni la ciudad, de modo que renunciamos a la subida. Recorremos el bosque "la mayor selva urbana del mundo", nos dice nuestra guía y le tomamos el pelo por el estereotipo de "o mais grande do mundo". Volvemos para celebrar la misa de las ocho, también en español, pero el tránsito nos atrapa... bajamos del ómnibus, y en una kombi expresso llegamos para empezar la misa a las 20:30.
Martes
La delegación oficial propiamente dicha llega. El P. Daniel, secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de P. Juvenil va a buscar los 30 kits de peregrinos, a una central muy alejada. Increíblemente, los recibe después de doce horas de espera, compartida con muchísimos otros. Los kits no están prontos: faltan las tarjetas para la alimentación y el transporte, y por eso se demora tanto la entrega.
Mientras tanto, Wladimir nos lleva a Natalia, secretaria de la Comisión, que tiene que levantar dos acreditaciones para quienes participarán en las ofrendas de la misa; a Igor, webmaster de la página de la CEU, que va a retirar su acreditación como periodista y a mí que debo retirar mi kit de peregrino (que es gratuito, pero no incluye transporte y comida) en un hotel donde, además, tengo la posibilidad de quedarme para los momentos que son más complejos para los Obispos, es decir, los que requieren transporte hacia los lugares de celebración y de regreso de ellas. No pensaba usarlo hasta el viernes, pero algo me haría cambiar de opinión.
Los trámites llevan tanto tiempo, que nos damos cuenta de que no tiene sentido volver a Taquara, dado que hoy es la Misa Inaugural, presidida por el Arzobispo de Río, Dom Orani João Tempesta. Nos quedamos en el centro, y yo me encamino a buscar la sacristía de los Obispos, en el lugar preparado para la Misa sobre la playa de Copacabana. Ya llueve desde la mañana, y la lluvia continuará en la noche. Pido orientación a los voluntarios, que me van pasando de uno a otro, sin nunca abandonarme, hasta que dan con el que me introduce. Llego tan temprano, que soy el primer obispo en revestirse. Nos entregan todos los ornamentos, mitra incluida y paso a esperar, mientras van llegando hermanos obispos de todo el mundo... Nigeria, Cabo Verde, Ecuador, Bangladesh, por nombrar cuatro lugares tan distintos como distantes unos de otros...
La Misa fue bonita, con lluvia y viento que llegó al límite de lo soportable, aunque nunca lo atravesó. Con un poco de frío y los pies mojados, decidí ir en ómnibus al hotel, antes de emprender el largo camino a Taquara, que significaba también molestar a mi familia anfitriona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario