domingo, 30 de octubre de 2011

Peregrinación Nacional a la Virgen de los Treinta y Tres Orientales


"Madre: contigo coronamos las esperanzas de nuestro pueblo"

Los Obispos del Uruguay hemos convocado al pueblo cristiano a la Peregrinación al Santuario Nacional de la Virgen de los Treinta y Tres en Florida el próximo 13 de noviembre. Con el correr del tiempo el segundo domingo de ese mes se ha ido convirtiendo en una fecha emblemática.
 
En una jornada de fe que ya es familiar a las comunidades venidas de todas partes, dos motivaciones se agregan esta vez al fervor habitual. En este año Bicentenario del Proceso de Emancipación de la Nación Oriental , como culminación en la Fe de los eventos a nivel nacional y local que hemos celebrado, nos dirigirnos al encuentro de nuestra Madre en el lugar donde se proclamó la Patria libre.
 
Un nuevo motivo de gozo y compromiso se agrega a esta motivación. El hecho de la Coronación Pontificia de la entrañable Imagen , en esta fecha hace 50 años, es un signo inolvidable de un aprecio eclesial que trasciende nuestras fronteras. Una “coronación” es una veneración festiva y tradicional en que la Iglesia reconoce la trascendencia histórica que recibe una imagen, y a través de ella, de María que es valorada en su importancia y cercanía. El 8 de marzo de 1961 el Papa Juan XXIII concedió esa gracia y en el mes de noviembre, con la asistencia de los obispos, autoridades y pueblo, se realizó la coronación. Al año siguiente el Papa también concedió la advocación como “Patrona del Uruguay”.
 
Recordemos que a las 10 hs. será la solemne Concelebración , seguida por la programación habitual que se detallará oportunamente.
 
Esperamos encontrarnos junto al Señor y a su Madre en esta nueva Peregrinación que integra tantos caminos de la vida.
 
Con todo nuestro afecto y bendición,
 
+ Carlos Ma. Collazzi
Obispo de Mercedes
Presidente de la CEU
 
+ Rodolfo Wirz
Obispo de Maldonado- Punta del Este
Vicepresidente de la CEU
 
+ Heriberto Bodeant
Obispo de Melo
Secretario General de la CEU
 
+ Martín Pérez
Obispo de Florida

sábado, 29 de octubre de 2011

Nuevo sacerdote para la Diócesis de Melo


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Mons. Heriberto ordenó hoy presbítero para la Diócesis de Melo al colombiano Luis Fernando.
La celebración tuvo lugar ante una catedral colmada de fieles de distintos lugares de la Diócesis, especialmente de la Parroquia de Fraile Muerto, donde el nuevo sacerdote ejerció hasta ahora su ministerio diaconal y donde permanecerá.

A continuación, la homilía del obispo:

Hace apenas quince días esta Catedral nos recibía en el marco de la fiesta diocesana, en honor a nuestra patrona, la Virgen del Pilar.

Hoy nos se abre para otra celebración que toca también a la vida de nuestra diócesis de Melo: Luis Fernando Ospina será ordenado sacerdote para el servicio al Pueblo de Dios que peregrina en Cerro Largo y Treinta y Tres.

Luis Fernando ha recorrido un largo y sinuoso camino para llegar hasta aquí. Nació en el seno de una familia católica de la zona cafetera de Colombia, segundo de cinco hermanos. Trabajó en el campo y en la ciudad. Él nos cuenta que cuando comenzaba a esbozar un proyecto de vida “normal”, ser ingeniero agrónomo, trabajar, casarse, formar una familia, alcanzar un buen pasar, vivió una experiencia misionera que le hizo replantearse el rumbo de su vida.

A partir de allí inició un camino de misión y de búsqueda vocacional que lo fue llevando por República Dominicana, Panamá, Italia, Hong-Kong y Taiwán. Después de esa intensa experiencia, regresó a Colombia, trabajó, estudió teología y siguió preguntándose cuál era el llamado del Señor para él. En sus estudios teológicos, se relacionó con el P. Álvaro Mejía. El P. Álvaro, quien ya ha estado varias veces en nuestra diócesis y a quien debemos gratitud, es quien, en contacto con Mons. Luis del Castillo y luego conmigo, ha sido el “puente” para la venida de seminaristas colombianos a Melo, como el P. José Reinaldo, ordenado el pasado 25 de agosto. Así llega Luis Fernando a entrar en comunicación con nosotros, y se define su venida, junto con otros compatriotas, a comienzos del año pasado.

Luis Fernando estuvo primero en la parroquia de Cerro Chato, con el P. Sebastián; luego en Nuestra Sra. del Carmen con el P. Freddy y este año, como diácono, en Fraile Muerto, secundando al P. Jairo. En el Consejo de Presbiterio hemos evaluado positivamente su camino vocacional y pastoral, así como su integración a la vida parroquial y diocesana y, viendo en ello una señal positiva del Espíritu Santo, hemos accedido a su pedido de ser ordenado sacerdote.

El domingo pasado, en Fraile Muerto, me reuní con Luis Fernando y juntos leímos la Palabra de Dios que acabamos de escuchar, señalada por la liturgia para este domingo.
No podemos dejar de estremecernos ante las duras expresiones del profeta Malaquías y del mismo Jesús. Malaquías habla muy duramente a los sacerdotes, y el Señor hace lo propio con los escribas y fariseos, es decir, con quienes estaban al frente de la comunidad.

Estas palabras de la Escritura nos hacen tomar conciencia de que algo tan sagrado como el ministerio sacerdotal puede ser vivido profanamente; apartándose del camino del Señor y haciendo tropezar a otros, como advierte Malaquías a los sacerdotes, o predicando con el cinismo de quien no actúa según predica y se desvive buscando privilegios, como reprocha Jesús a los maestros de la Ley. O cosas aún peores.
Pero también la Palabra de Dios que hemos escuchado nos ofrece a los ministros ordenados un verdadero directorio para el ejercicio de la autoridad.

Querido Mons. Roberto, testigo de fidelidad al ministerio recibido; queridos hermanos presbíteros; queridos diáconos; querido Luis Fernando, que vas a recibir el orden del presbiterado: dejémonos todos iluminar por la Palabra del Señor y por el testimonio del apóstol Pablo.

La palabra de Jesús, en primer lugar, Jesús nos remite a su Padre, Aquel que es su permanente referente, Aquel cuya voluntad Él vino a realizar. Sólo Dios es Padre. Sólo Él puede ser llamado Padre en el más absoluto y pleno sentido de la palabra. De Él proviene y “toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra”, como dice San Pablo (Efesios 3,14). Así es para la paternidad de un padre de familia, así es también para la paternidad espiritual. Todos los que aquí somos llamados “padres”, lo somos en cuanto participamos de la paternidad del Padre Dios, que es el Padre Verdadero. Actuamos en su nombre.

Por eso, haciendo nuestra la actitud del salmista, que dice: “mi corazón no se ha enorgullecido, Señor, ni mis ojos se han vuelto altaneros”, no podemos actuar con prepotencia o soberbia, sino con sencillez y afecto. Y cuando nos corresponde corregir, hacerlo uniendo la verdad a la caridad.

En segundo lugar, el Señor nos remite a su magisterio. Él es nuestro único Maestro. Él, Palabra Eterna del Padre hecho hombre, es el único que puede enseñar con verdadera autoridad. “Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” nos dice Jesús (Mateo 11,27). Por eso, sólo él es El Maestro.

Cuando los pastores enseñamos, en nombre del Señor, explicando a nuestros hermanos la Palabra de Dios, ayudándolos a profundizar su fe, sólo podemos hacerlo si volvemos cada día a sentarnos como discípulos a los pies del Maestro, meditando su Palabra y guardándola en nuestro corazón, como María.

Finalmente, el Señor nos presenta su propia manera de actuar, que es la que está detrás de su mandato: “que el mayor entre ustedes sea su servidor”. Servidor, “como el Hijo del hombre que no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida en rescate por muchos” (Mateo 20,28).

Luis Fernando, cuando en tu ordenación diaconal te fue entregado el Evangelio se te llamó a “creer en la Palabra de Dios que proclamas y hacer de ella tu norma de vida”. Y eso es lo que vienes procurando cada día.

Ahora, luego de recibir la imposición de manos del Obispo, se te entregará el pan y el vino para que celebres la Eucaristía y se te llamará a que consideres lo que realices e imites lo que conmemoras y a conformar tu vida con el misterio de la cruz de Cristo, viviendo cada día en entrega al Señor y a tus hermanos.

A esa entrega nos anima el testimonio de Pablo, Silvano y Timoteo, en su primera carta a la comunidad de Tesalónica. Más que como un padre, este equipo misionero se identifica con “una madre que alimenta y cuida a sus hijos”. Movidos por su gran cariño por los tesalonicenses, Pablo y sus compañeros expresan el deseo de entregarles no sólo el Evangelio, sino sus propias vidas. De hecho, así ha sido, ya que, como lo recuerdan ellos mismos, han trabajado día y noche entregándoles la Palabra de Dios.

Y esa entrega ha tenido sus frutos. Por eso, Pablo, Silvano y Timoteo no cesan en su acción de gracias al Padre, porque la Palabra predicada fue recibida en la fe y ha actuado, dando sus frutos.

Luis Fernando: nuestra Diócesis agradece tu generosidad al pedir ser ordenado sacerdote para servir al Pueblo de Dios que peregrina en Cerro Largo y Treinta y Tres. El Señor bendiga y haga fecundo tu ministerio, de modo que tú, junto a tu obispo y a tus hermanos presbíteros y diáconos, también puedas dar gracias cada día al contemplar la obra que, a través de nuestro servicio, Él mismo va realizando en aquellos que nos han sido confiados. Así sea.

lunes, 24 de octubre de 2011

Ordenación Sacerdotal de Luis Fernando


Luis Fernando, colombiano que llegó como seminarista a la Diócesis de Melo a comienzos de 2010 y que fue ordenado Diácono el 6 marzo de este año, será ordenado sacerdote el próximo sábado 29 en la Catedral de Melo, a las 18 horas.
Luis Fernando atiende actualmente la parroquia de Fraile Muerto, y allí continuará como sacerdote.

domingo, 23 de octubre de 2011

La redota o éxodo del pueblo oriental

Guilermo C. Rodríguez, El Éxodo del Pueblo Oriental.
Óleo sobre tela, 7m x 3m, Correo Central, Montevideo.

¿Qué quiere decir "redota"?

La "redota", decían los paisanos, deformando la palabra "derrota", y así llamaron a la gran movilización popular que siguió a Artigas desde San José hasta el Ayuí a partir del 23 de octubre de 1811, hace hoy doscientos años.
Pero ¿qué querían decir exactamente aquellos orientales?
Según el Diccionario de la Real Academia Española, "derrota" no es una sola palabra, sino dos, de diferente origen.
Con referencia al éxodo, se suele tomar la segunda, que viene de rota, del latín rupta, fuga de un ejército, con influencia del framcés déroute y significa "acción y efecto de derrotar o ser derrotado".

"Hemos sido redotaos": un fracaso...

Se había ganado en mayo la batalla de Las Piedras, se había puesto sitio a Montevideo, la victoria de la revolución en la Banda Oriental parecía al alcance de la mano... pero la Junta de Buenos Aires negoció un armisticio con el Virrey Elío y ordenó levantar el sitio.
Montevideo estaba sitiada por tierra, pero su puerto, apostadero naval español, no. Y desde Montevideo, la flota española asediaba a Buenos Aires.
Había empate en el Río de la Plata, y la batalla que se ganó en la cancha "se perdió en la Liga", para decirlo en términos futbolísticos.
Partiendo de esa experiencia de fracaso, el melense Tabaré Echeverry comienza así su canción titulada "La redota":
Vamos, China, prepararse, que hemos sido redotaus
Y viene el jefe adelante con todo el gauchaje alzau

...pero también un rumbo

Pero,como decíamos, hay otra palabra que se escribe exactamente igual: "derrota", pero que tiene otro origen y expresa algo muy diferente.
"Derrota" viene de derromper (romper, quebrantar, violentar), del latín dirumpĕre. Significa "camino, vereda o senda de tierra" y en el lenguaje marítimo "rumbo o dirección que llevan en su navegación las embarcaciones". 
Así, "redota" toma otro significado: derrotero, rumbo, destino.
También la canción de Tabaré Echeverry recoge ese aspecto, en su vibrante verso final:
¡Vamos!... ¡No miren p’atràs
Que la Patria va delante!
 Adelante va el jefe, que guía a su pueblo, adelante está el camino que un pueblo va trazando, descubriéndose a sí mismo, construyendo su identidad.

Artigas, conductor y conducido

Esa feliz expresión pertenece al historiador fraybentino José Pedro Barrán. La "Redota" es uno de los episodios, tal vez el más significativo, donde el naciente Pueblo Oriental conduce al conductor, al tiempo que le pide que lo conduzca.
Artigas, nombrado Gobernador de Yapeyú por el gobierno de Buenos Aires, quiere marchar con su ejército. Un contingente importante de hombres a caballo puede avanzar rápidamente y estar pronto para regresar si hay cambios de circunstancias.
Pero un gran número de orientales, muchos de ellos con sus familias, quiere unirse a esa retirada.
Esa multitud enlentecerá necesariamente la marcha. Artigas se resiste, pero aquí es el pueblo quien lo conduce, quien le señala el camino, y lo pone delante de ellos.
La canción describe la marcha:
Vienen en carros, carretas
a caballo y caminando
y de gente que lo sigue
ya hay más de una legua ‘e largo.
De la "redota" al "éxodo"

La "leyenda negra" antiartiguista llegó a afirmar que Artigas obligó a la gente a acompañarlo. Nada más lejos de la realidad.
Cuando comienza a revindicarse la figura de Artigas, es un historiador mercedario Clemente Fregeiro, quien da a la redota el nombre de Éxodo del Pueblo Oriental, comparándolo con el éxodo bíblico.
Éxodo es una palabra griega que significa "salida" o "camino de salida".
Por cierto, se pueden hacer paralelos -y también diferencias, obviamente- entre el éxodo del Pueblo Oriental y el éxodo del Pueblo de Israel.
En ambos, se trata de un camino de libertad, hay un conductor y la marcha se hace al paso del más lento.
Los Orientales dejan tierra, casa, bienes:
porque les es más querida
la libertad que no tienen
como expresa el poema de Idea Vilariño musicalizado por Los Olimareños.
Los Israelitas salen hacia la libertad, pero también dejan algunas seguridades que van a ser luego añoradas:
cuando nos sentábamos a las ollas de carne,
cuando comíamos pan hasta saciarnos (Éxodo 16,3)
El Pueblo de Israel dirige su marcha hacia la Tierra Prometida; el Pueblo Oriental, por el contrario, está dejando su tierra, aunque está encontrándose como Pueblo.

La diferencia más saliente entre los dos relatos, es el trasfondo religioso del Éxodo bíblico.
Los Hebreos son liberados de la esclavitud en Egipto por una intervención de Dios.
Es Dios quien llama a su Pueblo, quien lo conduce a través de Moisés, quien hace Alianza con ellos en el Sinaí... el éxodo bíblico es la experiencia fundante de la relación de Dios con el Pueblo elegido.
No obstante, los cristianos creemos que Dios actúa en la historia.
A partir de la experiencia de nuestro éxodo, también podemos buscar la voluntad de Dios.
No se trata de algo tan lineal como pensar que es voluntad de Dios que todo ese pueblo salga, conducido por Artigas... más bien, se trata de ver en ese acontecimiento algunos signos de la presencia y acción de Dios.
Sin duda, Dios estuvo presente en todo aquello que fue, dentro de aquella marcha, comunión y caridad. Comunión y caridad entre aquellos que supieron unirse fraternalmente, que compartieron las alegrías y penurias, que se ayudaron mutuamente, que supieron esperarse para que nadie quedara atrás. No todo habrá sido así. Habrá habido también sombras, traiciones, deserciones, egoísmos... pero quedémonos con los momentos más luminosos de aquellos días, que pueden seguir inspirándonos.

Pbro. Santiago Figueredo

El capellán del éxodo

Con el éxodo marchó también un clérigo oriental: Santiago Figueredo, párroco de Florida, que había actuado como sacerdote y también como soldado en la Batalla de Las Piedras. En su parte de la batalla, Artigas se refiere a él y al párroco de Canelones:
no olvidaré hacer presente á V. E. los distinguidos servicios de los presbíteros Dr. D. José Valentin Gomez, y don Santiago Figueredo, curas vicarios, éste de la Florida y aquel de Canelones; ambos no contentos con haber oolectado con activo celo varioa donativos patrióticos, con haber seguido las penosas marchas del ejército participando de las fatigas del soldado, con haber ejercido las funciones de su sagrado ministerio en todas las ocasiones que fueron precisas, se convirtieron en el acto de la batalla én bravos campeones, siendo de los primeros que avanzaron sobre las filas enemigas con desprecio del peligro, y como verdaderos militares.
El 24 de noviembre de 1811, desde su campamento en el arroyo San Francisco (Paysandú), Artigas solicitó al Gobierno de Buenos Aires el nombramiento de Figueredo como capellán para "este ejército seguido de innumerable Pueblo".
El pedido de nombramiento no significa que el sacerdote no esté acompañando la marcha, sino que se trata de regularizar su servicio y de que reciba también un sueldo, como capellán militar (Figueredo donó a menudo ese salario para ayudar a la revolución).
El nombramiento llega después que el sacerdote renuncie a su cargo como párroco de Florida, y permanece con el ejército artiguista hasta el segundo sitio, en 1812, tomando después otros rumbos.

El éxodo y el caminar de la Iglesia

Muchas enseñanzas pueden sacarse del éxodo, pero la que más me llega es la imposición de ese ritmo de marcha lenta, para que nadie se pierda, ni atras, quedándose rezagados, ni adelante, por que la impaciencia haga avanzar demasiado rápido, despegándose del grupo.
Esto vale para el camino de la Iglesia, tanto universal, de una diócesis, de una parroquia, de un grupo. Hacer juntos el camino, mantener la comunión. Esperar a los más lentos. Explorar caminos nuevos, adelantarse, pero saber también volver para caminar con el conjunto.
Hace poco, en una carta pastoral destinada a las comunidades de la Diócesis de Melo escribí:
El Éxodo del Pueblo Oriental, que estaremos pronto recordando en su Bicentenario, nos muestra que la marcha de un pueblo, como la del Éxodo bíblico, se hace a la velocidad de quien va más despacio. Es posible adelantarse, explorar nuevos rumbos, pero es también necesario acompasarse con quienes vienen detrás, para poder caminar juntos. El Éxodo es, precisamente, la imagen de la Iglesia peregrina, Pueblo de Dios que camina, no ya a una Tierra Prometida en este mundo, sino hacia la Patria definitiva, la Patria del Cielo, la Casa del Padre.
El caminar de nuestro pueblo

Esa experiencia de caminar juntos interpela también el camino de nuestro pueblo uruguayo hoy.
Nos llama a construir una sociedad sin exclusiones, donde nadie "quede atrás".
Se hacen grandes esfuerzos en la lucha contra la pobreza, que ha mejorado las posibilidades de muchos.
Pero "no sólo de pan vive el hombre", por eso, para que nadie quede atrás, tenemos que seguir buscando que todos puedan acceder también a los bienes culturales y espirituales, alcanzado el desarrollo integral de la persona.
Como Iglesia, sabemos que nuestro aporte al caminar de nuestro pueblo es entregar el mensaje de Jesús, la Buena Noticia, su Evangelio... y en eso tampoco queremos dejar a nadie atrás.

+ Heriberto





La Redota
I

Vamos, China, prepararse, que hemos sido redotaus
Y viene el jefe adelante con todo el gauchaje alzau
Tuvo que dejar el sitio y el pueblo lo ha acompañau
Hombres, mujeres, gurises, morenos, indios y blancos

Vienen en carros, carretas
A caballo y caminando
Y de gente que lo sigue
Ya hay más de una legua ‘e largo

Nosotros vamos también
Aunque dejemos la Banda
Que el Pago se vuelve ajeno
Si no es el Jefe el que manda

II

Vamos que ya están aquí; suban pronto a la carreta
Que yo voy picana en mano en mi yegua lunareja
Gurises grítelen ¡viva! que nos va a pasar al lau
Es ese que va de azul, cuello y puño colorau

Vamos ponernos atrás
Dale buey, ceja barcino
Vamos mis bueyes blanqueros
Que va a ser largo el camino

III

Mi rancho se hará tapera y mi ganau cimarrón
Pero si se nos va el cerno no hay calor en el fogón
Capitán de la frontera alma de la independencia
Dondequiera que se encuentre allí estará mi querencia

El es uno de nosotros
Y nos miramos en él
Y eso no van a cambiarlo
Ni godo ni portugués

    No importa lo que pasemos
    No importa lo que dejamos
    Si el jefe se va pa’l norte
    Nosotros lo acompañamos

    ¡Vamos!... ¡No miren p’atràs
    Que la Patria va delante!

Tabaré Echeverry

sábado, 22 de octubre de 2011

Memoria del Beato Juan Pablo II

El 22 de octubre es la fecha que que la Iglesia Católica dispuso como día de recuerdo y de memoria litúrgica del beato Juan Pablo II.
Esta fecha fue elegida porque fue el 22 de octubre de 1978 el día en que el Cardenal polaco Karol Wojtila, recién elegido como sucesor de Pedro por el Cónclave, sale al balcón que da a la Plaza de San Pedro y pronuncia su "No tengan miedo. Abran de par en par las puertas a Cristo".
Esas palabras iniciales expresaron, de algún modo, lo que fue el programa de su Pontificado, que contribuyó a que, en todo el mundo, muchas puertas se abrieran para escuchar el mensaje de fe que el llevó, incluso hasta nuestro Uruguay, en sus dos visitas en los años 1987 y 1988.

Juan Pablo II ofrenda incienso a la imagen de la Virgen de los Treinta y Tres
durante la Misa celebrada en la explanada de Tres Cruces, Montevideo,
el 1º de abril de 1987

viernes, 21 de octubre de 2011


Colecta con motivo de la Jornada Misionera Mundial 

“La misión renueva la Iglesia,
refuerza la fe y la identidad cristiana,
da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones.
¡La fe se fortalece dándola!”
(Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 2). 

Queridos Diocesanos:

En el día propio de la Fiesta de la Patrona de nuestra Diócesis, Nuestra Señora del Pilar, les escribo para recordarles que el domingo 23 de este mes se celebra la Jornada Misionera Mundial.

El Papa Benedicto XVI nos ha escrito un mensaje con motivo de esa fecha, recordando las palabras de Jesús: "Como el Padre me envió, también yo los envío a ustedes” (Jn 20,21).

Es el mismo Señor quien envía a los bautizados a anunciar la Buena Noticia de Salvación a todos. Quienes por el Bautismo fuimos hechos miembros de la Iglesia estamos incluidos en ese mandato misionero de Jesús. Somos llamados a vivir como discípulos misioneros.

Además de buscar, en forma personal y comunitaria, cómo realizar ese mandato del Señor, podemos también contribuir al servicio misionero de quienes están completamente dedicados al mismo.

Ese es el destino de la Colecta que se realiza en las misas de ese fin de semana, y cuyo producto, a través de las Obras Misionales Pontificias, llegará en apoyo a muchos misioneros y misioneras en el mundo y en el Uruguay.

Los invito a colaborar con generosidad, para que la semilla de la Palabra de Dios pueda seguir siendo entregado en forma igualmente generosa.

Los bendice de corazón,

+ Heriberto, Obispo de Melo
Melo, 12 de Octubre de 2011,
Fiesta de Nuestra Señora del Pilar

jueves, 20 de octubre de 2011

Mensaje del Papa para la Jornada Misionera Mundial


“Como el Padre me envió a mí,
yo también os envío a vosotros”
(Jn 20,21)

Con ocasión del Jubileo del 2000, el Venerable Juan Pablo II, al inicio de un nuevo milenio de la era cristiana, reafirmó con fuerza la necesidad de renovar el empeño de llevar a todos el anuncio del Evangelio con “el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos” (Carta ap. Novo millennio ineunte, 58). Es el servicio más precioso que la Iglesia puede hacer a la humanidad y a cada persona que busca las razones profundas para vivir en plenitud su propia existencia. Por ello, esta misma invitación resuena cada año en la celebración de la Jornada Misionera Mundial. El incesante anuncio del Evangelio, de hecho, vivifica también a la Iglesia, su fervor, su espíritu apostólico, renueva sus métodos pastorales para que sean cada vez más apropiados a las nuevas situaciones – también las que requieren una nueva evangelización – y animados por el empuje misionero: “la misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola! La nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la misión universal” (Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 2).

Id y anunciad

Este objetivo es continuamente reavivado por la celebración de la liturgia, especialmente de la Eucaristía, que se concluye siempre recordando el mandato de Jesús resucitado a los Apóstoles: "Id…" (Mt 28,19). La liturgia es siempre una llamada ‘desde el mundo’ y un nuevo envío ‘al mundo’ para dar testimonio de lo que se ha experimentado: el poder salvífico de la Palabra de Dios, el poder salvífico del Misterio Pascual de Cristo. Todos aquellos que se han encontrado con el Señor resucitado han sentido la necesidad de anunciarlo a otros, como hicieron los dos discípulos de Emaús. Ellos, tras haber reconocido al Señor al partir el pan, “En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once” y refirieron lo que había sucedido durante el camino (Lc 24,33-34). El Papa Juan Pablo II exhortaba a estar “vigilantes y preparados para reconocer su rostro y correr hacia nuestros hermanos, para llevarles el gran anuncio: ¡Hemos visto al Señor!” (Carta ap. Novo millennio ineunte, 59).

A todos

Destinatarios del anuncio del Evangelio son todos los pueblos. La Iglesia “es misionera por su naturaleza, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre” (Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Ad gentes, 2). Esta es “la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 14). En consecuencia, no puede nunca cerrarse en sí misma. Se arraiga en determinados lugares para ir más allá. Su acción, en adhesión a la palabra de Cristo y bajo la influencia de su gracia y de su caridad, se hace plena y actualmente presente a todos los hombres y a todos los pueblos para conducirlos a la fe en Cristo (cfr Ad gentes, 5).

Esta tarea no ha perdido su urgencia. Al contrario, “la misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse... una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio” (Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 1). No podemos quedarnos tranquilos ante el pensamiento de que, después de dos mil años, aún hay pueblos que no conocen a Cristo y no han escuchado aún su Mensaje de salvación.

No solo; se alarga la multitud de aquellos que, aún habiendo recibido el anuncio del Evangelio, lo han olvidado y abandonado, no reconociéndose ya en la Iglesia; y muchos ambientes, también en sociedades tradicionalmente cristianas, son hoy refractarias a abrirse a la palabra de la fe. Está en marcha un cambio cultural, alimentado también por la globalización, por movimientos de pensamiento y por el relativismo imperante, un cambio que lleva a una mentalidad y a un estilo de vida que prescinden del Mensaje evangélico, como si Dios no existiese, y que exaltan la búsqueda del bienestar, de la ganancia fácil, de la carrera y del éxito como objetivo de la vida, incluso a costa de los valores morales.

Corresponsabilidad de todos

La misión universal implica a todos, todo y siempre. El Evangelio no es un bien exclusivo de quien lo ha recibido, sino que es un don que compartir, una buena noticia que comunicar. Y este don-compromiso está confiado no sólo a algunos, sino a todos los bautizados, los cuales son “raza elegida … una nación santa, un pueblo adquirido por Dios" (1Pe 2,9), para que proclame sus obras maravillosas.

En ello están implicadas también todas las actividades. La atención y la cooperación en la obra evangelizadora de la Iglesia en el mundo no pueden limitarse a algunos momentos y ocasiones particulares, y tampoco pueden ser consideradas como una te las muchas actividades pastorales: la dimensión misionera de la Iglesia es esencial, y por tanto debe tenerse siempre presente. Es importante que tanto cada bautizado como las comunidades eclesiales estén interesados no sólo de modo esporádico e irregular en la misión, sino de modo constante, como forma de la vida cristiana. La misma Jornada Misionera no es un momento aislado en el curso del año, sino que es una preciosa ocasión para pararse a reflexionar si y cómo respondemos a la vocación misionera; una respuesta esencial para la vida de la Iglesia.

Evangelización global

La evangelización es un proceso complejo y comprende varios elementos. Entre estos, una atención peculiar por parte de la animación misionera, se ha dado siempre a la solidaridad. Este es también uno de los objetivos de la Jornada Misionera Mundial, que a través de las Obras Misioneras Pontificias, solicita ayuda para el desarrollo de las tareas de evangelización en los territorios de misión. Se trata de apoyar a instituciones necesarias para establecer y consolidar a la Iglesia mediante los catequistas, los seminarios, los sacerdotes; y también de dar la propia contribución a la mejora de las condiciones de vida de las personas en países en los cuales son más graves los fenómenos de pobreza, malnutrición sobre todo infantil, enfermedades, carencia de servicios sanitarios y para la educación. También esto cae dentro de la misión de la Iglesia. Anunciando el Evangelio, esta se toma en serio la vida humana en sentido pleno. No es aceptable, reafirmaba el Siervo de Dios Pablo VI, que en la evangelización se descuiden los temas que se refieren a la promoción humana, la justicia, la liberación de toda forma de opresión, obviamente en el respeto de la autonomía de la esfera política. Desinteresarse de los problemas temporales de la humanidad significaría “ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece necesidad” (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 31.34); no estaría en sintonía con el comportamiento de Jesús, el cual “recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias" (Mt 9,35).

Así, a través de la participación corresponsable en la misión de la Iglesia, el cristiano se convierte en constructor de la comunión, de la paz, de la solidaridad que Cristo nos ha dado, y colabora en la realización del plan salvífico de Dios para toda la humanidad. Los retos que esta encuentra, llaman a los cristianos a caminar junto con los demás, y la misión es parte integrante de este camino con todos. En ella llevamos, aunque en vasijas de barro, nuestra vocación cristiana, el tesoro inestimable del Evangelio, el testimonio vivo de Jesús muerto y resucitado, encontrado y creído en la Iglesia.

Que la Jornada Misionera reavive en cada uno el deseo y la alegría de “ir” al encuentro de la humanidad llevando a todos a Cristo. En su nombre os imparto de corazón la Bendición Apostólica, en particular a cuantos más se fatigan y sufren por el Evangelio.

En el Vaticano, 6 de enero de 2011, Solemnidad de la Epifanía del Señor.

BENEDICTUS PP. XVI

lunes, 17 de octubre de 2011

V Simposio Misionero Nacional - Uruguay


Carta Apostólica "Porta Fidei" de Benedicto XVI, convocando al Año de la Fe

Basílica de San Pedro: la Puerta Santa

"Una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo."

CIUDAD DEL VATICANO, 17 OCT 2011 (VIS).- Hoy se ha hecho pública una Carta Apostólica en forma de Motu proprio con la cual el Papa Benedicto XVI proclama un Año de la fe, que iniciará el 11 de octubre de 2012 -en el L aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II-, y terminará con la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. Ofrecemos a continuación algunos extractos de esta carta, "Porta fidei":
 
Una puerta siempre abierta

"'La puerta de la fe', que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma". (...)
 
 "Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. (...) Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas". (...)
 
  "A la luz de todo esto, he decidido convocar un Año de la fe. Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En la fecha del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica , promulgado por mi Predecesor, el beato Papa Juan Pablo II, con la intención de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe". (...)

Tiempo de reflexión y de redescubrimiento 

  "Y (...) he convocado la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en el mes de octubre de 2012, sobre el tema de La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Será una buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe. No es la primera vez que la Iglesia está llamada a celebrar un Año de la fe. Mi venerado Predecesor, el Siervo de Dios Pablo VI, proclamó uno parecido en 1967 (...) Esta (celebración) concluyó con la Profesión de fe del Pueblo de Dios, para testimoniar cómo los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las del pasado". (...)
 
  "He pensado que iniciar el Año de la fe coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares (...) Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de Pedro: 'Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia'".
 
Renovación de la Iglesia

  "La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó. Precisamente el Concilio, en la Constitución dogmática Lumen gentium, afirmaba: (...) La Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación". (...)
 
  "En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados. (...) Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida. (...) Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. (...) La 'fe que actúa por el amor' (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre". (...)
 
  "Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo". (...)
 
Una adhesión consciente y vigorosa

  "Así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios". (...)

  "Queremos celebrar este Año de manera digna y fecunda. Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo.

Profesar la fe públicamente

  "Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía (...) Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año".
 

  "El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este "estar con él" nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree (...) La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación".
 
Conocimiento y búsqueda

 "Como se puede ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico revelado por Dios. El asentimiento que se presta implica por tanto que, cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, ya que quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer su misterio de amor".
 
  "Por otra parte, no podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico "preámbulo" de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de "lo que vale y permanece siempre".  Esta exigencia constituye una invitación permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya venido.  La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro".
 
El Catecismo: precioso e indispensable

 "Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II (...) Precisamente en este horizonte, el Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica (...) El Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe".
 
" Así, pues, el Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural. Para ello, he invitado a la Congregación para la Doctrina de la Fe a que, de acuerdo con los Dicasterios competentes de la Santa Sede , redacte una Nota con la que se ofrezca a la Iglesia y a los creyentes algunas indicaciones para vivir este Año de la fe de la manera más eficaz y apropiada, ayudándoles a creer y evangelizar".
 
 "En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad.
 
Volver a las propias raíces de la fe

"A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos".
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 " El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad (...) La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado".
 
 "Llegados sus últimos días, el apóstol Pablo pidió al discípulo Timoteo que 'buscara la fe' con la misma constancia de cuando era niño. Escuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la fe. Ella es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin".

Texto completo de la carta: AQUÍ

Benedicto XVI anuncia "Año de la Fe" para 2012

San Pedro, de Peter Paul Rubens

Los detalles son explicados en la Carta Apostólica Porta Fidei.

ACI/EWTN Noticias, lunes 17.

En la homilía de la Misa que presidió esta mañana en la Basílica de San Pedro, el Papa Benedicto XVI anunció para el año 2012 el "Año de la Fe" que se extenderá hasta 2013.

El Santo Padre hizo el anuncio durante la Eucaristía conclusiva del encuentro "Nuevos evangelizadores para la nueva evangelización" que se realizó el fin de semana en el Vaticano en el que participaron, entre otros, el tenor italiano Andrea Bocelli y la hermana Verónica Berzosa.

Esta hermana es fundadora de Iesu Communio, la nueva comunidad de religiosas de clausura que surgió en la localidad española de Lerma, que asombró al mundo con un "boom" de vocaciones que reunió a unas 150 hermanas en pocos años.

El Papa explicó que este Año de la Fe comenzará el 11 de octubre de 2012, en el 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II y concluirá el 24 de noviembre de 2013, en la Solemnidad de Cristo Rey del Universo.

El Concilio Vaticano II es uno de los eventos más importantes en la historia de la Iglesia. Se realizó 1962 y 1965 congregando a obispos de todo el mundo. Produjo un cuerpo de doctrina que busca promover la fe católica, renovar la vida de los fieles, adaptar la liturgia y alentar la presencia de los laicos.

Al anunciar el Año de la Fe, el Papa dijo que este tiempo busca "dar un renovado impulso a la misión de toda la Iglesia, para conducir a los hombres lejos del desierto en el cual muy a menudo se encuentran en sus vidas a la amistad con Cristo que nos da su vida plenamente".

Este Año de la Fe, dijo el Santo Padre, "será un momento de gracia y de compromiso por una cada vez más plena conversión a Dios, para reforzar nuestra fe en Él y para anunciarlo con gozo al hombre de nuestro tiempo".

Los detalles de este Año de la Fe están explicados en la carta apostólica Porta Fidei de Benedicto XVI dada a conocer hoy.

El Papa recordó luego en el Ángelus que uno de sus predecesores, el Siervo de Dios Pablo VI, también convocó a un Año de la Fe similar, en 1967, al cumplirse 900 años del martirio de San Pedro y San Pablo.

domingo, 16 de octubre de 2011

Tres Islas, Cerro Largo: Novena Fiesta de la Primavera


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Novena fiesta de la Primavera, celebrada en la capilla San Antonio de Padua de Tres Islas, Cerro Largo, perteneciente a la Parroquia de Fraile Muerto. La fiesta es un esfuerzo de la comunidad que año a año se reúne en este evento en el que se suma gente de la zona (Quebracho, Cerro de las Cuentas, Fraile Muerto). En el comienzo, Mons. Heriberto celebró la Misa en la capilla y luego vino esta sucesión de danzas a cargo de niños y adolescentes. Hubo un solo cantor, que fue el propio Obispo con su guitarra.

sábado, 15 de octubre de 2011

Fiesta Diocesana de Melo


Primera parte: Catequesis. Más fotos en FACEBOOK

Segunda parte: Procesión. Más fotos en FACEBOOK

Tercera parte: Misa y convivencia. Más fotos en FACEBOOK.

Homilía de Mons. Heriberto 

Querido Obispo emérito Mons. Roberto Cáceres, queridos hermanos Mons. Rodolfo Wirz, Obispo de Maldonado-Punta del Este, Mons. Jaime Fuentes Obispo de Minas, sacerdotes y diáconos permanentes. Queridas religiosas. Queridas hermanas, queridos hermanos todos:

Este año nuestra fiesta diocesana se hace ocasión para agradecer los 25 años de servicio sacerdotal que cumplirá el P. Freddy Martínez el próximo 29 de noviembre, los 25 años que cumplió el pasado día 12 el P. Thomas Toal y los que su actual obispo cumplió el 27 de setiembre. Tres veces 25… ¡entre los tres sumamos 75 años!

¡Cuánto tenemos para agradecer! El Señor sabrá lo que hemos dado o, mejor, lo que Él ha obrado a través de cada uno de nosotros. Pero nosotros sabemos, sin duda, lo mucho que hemos recibido. Y mucho más esperamos recibir. Esperamos que se cumpla lo que Jesús respondió a sus discípulos cuando éstos le dijeron: “nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?”. Jesús les dijo: “todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna” (Mt 19,27.29).

“Heredar la vida eterna”: ése es el “mucho más” que esperamos, por la misericordia del Señor, pero también por nuestro esfuerzo, porque, como dice San Pablo: “no sea que, después de haber predicado a otros, quede yo descalificado” (1ª Co 9,27).

Así, con la ayuda del Señor que lo hace posible, queremos seguir sirviendo al Pueblo de Dios. Predicando, para ayudar “a los fieles a descubrir la presencia y la eficacia de la Palabra de Dios en el hoy de la propia vida” (VD 59). Celebrando la Eucaristía para anticipar el banquete final del Reino de Dios, anunciado por los profetas (cf. SC 31). Ofreciendo el don de la Reconciliación a los corazones movidos a la conversión y a la penitencia (cf. RP 23). Conduciendo la comunidad al modo de Jesús Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y sale a buscar la que se ha perdido (cf. Jn 10; Lc 15,4-7). Deteniéndonos para auxiliar al herido del camino, con Jesús Buen Samaritano (Lc 10,25-36). Asumiendo el desafío del Señor de remar “mar adentro” (Lc 5,4), como discípulos misioneros, junto a nuestros hermanos y hermanas en la fe, para ofrecer a todo nuestro pueblo el encuentro con Jesucristo vivo.

Los 25 años de ministerio sacerdotal nos encuentran, gracias a Dios, con salud, entusiasmo y experiencia. Pero nos hace tomar conciencia de que el tiempo ha pasado y ya no somos tan jóvenes. Mirando hacia delante, sentimos la necesidad de buscar y formar aquellos que el Señor llame para el servicio sacerdotal en esta Diócesis de Melo. Especialmente en este día de fiesta, nos unimos a la oración de todo el Pueblo de Dios que peregrina en Cerro Largo y Treinta y Tres, pidiendo que el dueño del campo envíe más obreros para su cosecha. Esa oración ya ha dado sus frutos. Este año se ha incorporado a nuestro clero un nuevo sacerdote, el P. José Reinaldo. Dentro de 15 días, Dios mediante, recibirá también el Orden Sagrado el Diácono Luis Fernando. Estamos todos invitados a acompañarlo en esta catedral el sábado 29 de octubre.

Pero tenemos que seguir orando, y lo hacemos contemplando a María, Nuestra Señora del Pilar. Ella es guía para nuestro ministerio sacerdotal y para el caminar de todo el Pueblo de Dios. María del Pilar nos dice “El Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado”. María, exaltada sobre la columna. En toda gran construcción, las columnas son una parte muy importante de la estructura. Apoyadas sobre los cimientos, fortalecen las paredes y sostienen el techo. Una buena columna tiene que ser sólida, inconmovible.

Los apóstoles son columnas de la Iglesia, porque nuestra fe se apoya en su testimonio de encuentro con Cristo vivo, con Cristo resucitado. Un sacerdote tiene que ser también esa columna para su comunidad: apoyo, referencia, fortaleza. Esa fuerza no es la nuestra. Somos hombres débiles. Es la fuerza de Cristo. Cristo nos fortalece para que confortemos a nuestros hermanos. Como lo dice San Pablo: “Él nos alienta en nuestras luchas para poder nosotros alentar a los demás, repartiendo con ellos el ánimo que recibimos de Dios” (2 Co 1,4).

Como sacerdotes, sabemos que necesitamos estructuras adecuadas para que la comunidad pueda contar con los servicios que necesita, para que la Iglesia pueda sostenerse. Equipos, coordinadoras, comisiones, consejos de asuntos económicos, consejos parroquiales, asambleas… Los organismos de la Iglesia deben ser siempre espacios de comunión y participación, al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia. Las estructuras pierden su sentido si se convierten en un fin; son únicamente una herramienta que muchas veces tendremos que actualizar o aún convertir. Esto, precisamente, para poder realizar el programa de la Iglesia, que “se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste” (NMI 29).

Días pasados he enviado a las parroquias una Carta Pastoral, convocando la asamblea diocesana para el sábado 26 de noviembre. Allí buscaremos de qué forma el programa de siempre, el programa evangelizador de la Iglesia, se concreta en orientaciones pastorales adecuadas a las condiciones de nuestra comunidad diocesana (cf. NMI 29), en un proyecto pastoral para la Iglesia en Cerro Largo y Treinta y Tres.

Para ese proyecto nos ilumina especialmente la primera lectura que hemos escuchado. Si una columna es algo quieto, inmóvil, la Palabra de Dios nos pone delante una columna muy diferente: la columna de fuego que guía al Pueblo de Dios en su peregrinación a través del desierto. Con esa columna la liturgia de hoy compara a María.

Una columna que se mueve, pero no caprichosamente. Se mueve para marcar un camino: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2, 5). María nos lleva siempre al encuentro y a la escucha de su Hijo. Una columna de fuego, una columna ardiente. Luz en la noche, pero también ardor para vivir la fe y la misión, para caminar sin detenerse.

Un proyecto pastoral tiene una meta, que no es otra que conducirnos a la Casa del Padre. Todo otro objetivo, que puede ser muy importante y muy necesario, es siempre intermedio.

Un proyecto pastoral necesita, para ser elaborado, de muchos datos de la realidad, para no ser ajeno a los desafíos del presente. Pero todo eso ha de estar iluminado por la luz de la Palabra, ese fuego que alumbra en la noche.

Un proyecto pastoral necesita también de un esfuerzo importante de preparación y formación y luego mucho empeño para llevarlo adelante. Pero no puede faltar, como nos lo enseñaba el Beato Juan Pablo II, el ardor; el fuego del Espíritu Santo que nos moviliza desde lo más hondo de nuestro corazón.

Con las palabras de aquel Papa que oró en este mismo templo, decimos a María:

Virgen Santa del Pilar: Aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad.
Socorre a los que padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo. Fortalece a los débiles en la fe.
Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios.
Protege a este pueblo que peregrina en Cerro Largo y Treinta y Tres, a sus hombres y mujeres.
Y asiste maternalmente, oh María, a cuantos te invocamos como Patrona de nuestra Diócesis. Así sea.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Bodas de Plata sacerdotales del P. Thomas Toal


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En el año 1976 llega de visita a Aceguá el joven hermano de la Legión de María Thomas Toal, al que recibimos con alegría.
Sintiendo la falta de sacerdotes de aquellos años, viendo su rica sabiduría y amor a Nuestra Madre la Virgen, de la que nos hablaba, nosotros le decíamos "¿Por qué no vas al Seminario?".
El nos decía que le rezáramos a la Virgen, que Dios tendría la respuesta. Y se fue de regreso a Escocia, su patria.
Nuestras oraciones continuaron con gran devoción.
Tuvimos la respuesta y hoy tenemos la alegría de agradecerle a Dios Padre y a Nuestra Madre la Virgen por los 25 años de su consagración y por tenerlo como nuestro Párroco y Director Espiritual, desde hace 18 años, de nuestro Presidium.
Que Dios y la Vigen lo bendigan y en nombre de las Legionarias activas y auxiliares queremos decirle ¡Muchas Gracias!
Con estas palabras, una integrante de la Legión de María expresó su gratitud por los 25 años de sacerdocio del P. Thomas, al concluir la Eucaristía celebrada esta mañana en la Capilla Nuestra Señora de Fátima, en la Villa Isidoro Noblía (Cerro Largo), perteneciente a la Parroquia Cristo Rey con sede en Aceguá.
La Misa, presidida por Mons. Heriberto, se inició con palabras del Obispo emérito Mons. Roberto, quien recordó con calidez y buen humor algunas de las anécdotas vividas en los primeros tiempos de Thomas en la Diócesis, cuando llegó como Viator, misionero laico itinerante, de la Legión de María.
"Tuvimos que inculturarnos mutuamente", dijo Mons. Roberto, quien recordó lo fatal que resultaba confundir un escocés con un inglés, así como los esfuerzos del joven misionero para acercarse al pueblo que lo recibió como suyo.
Luego de la Misa, los obispos y los numerosos sacerdotes que participaron en ella, compartieron en Aceguá un almuerzo fraterno.


La celebración continuó en la noche con una Misa en la sede parroquial, presidida por Mons. Gilio Felicio, Obispo de Bagé (RS, Brasil). Es que Aceguá es una parroquia que abarca territorio uruguayo y brasileño, de modo que también hay feligreses que son diocesanos de Bagé.

El 12 de diciembre, Benedicto XVI celebrará una Misa con motivo del Bicentenario de los países latinoamericanos


Las conmemoraciones del Bicentenario de la Independencia de los países latinoamericanos han adquirido gran importancia y resonancia. Las celebraciones que se han desarrollado hasta el momento y que seguirán realizándose en los próximos años, comprometen a los Estados, las administraciones públicas nacionales y locales, los diversos organismos intergubemamentales regionales, las universidades e instituciones educativas, organizaciones no gubemamentales y muchas otras instancias civiles, culturales y militares.

Tambien están involucrados los Episcopados de America Latina y el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Se han publicado numerosos documentos y declaraciones de las Conferencias Episcopales y de los Obispos en particular, y ha habido diversos programas eclesiales de celebraciones en los ámbitos litúrgicos, academicos y editoriales. Todas estas conmemoraciones se concentran en un lapso de tiempo que comprende del año 2010 al 2014, a excepción de Perú y Brasil que conmemoraran el Bicentenario de su independencia en los años 2020-2021. De hecho, el proceso de emancipación de los paises latinoamericanos en "tierra firme" se desarrolla del 1808 al 1824, aunque sería necesario también incluir la independencia de Haití (1804), aquella posterior de Cuba (1898) y las más recientes del Caribe.

La Santa Sede desea unirse a estas celebraciones con una iniciativa de especial relevancia.

El Santo Padre Benedicto XVI acogió, con vivo beneplácito, la propuesta realizada por la Pontificia Comisión para América Latina para presidir una solemne celebración eucarística en la Basílica de San Pedro con motivo del Bicentenario de los paises latinoamericanos. Dicha celebración tendrá lugar en una fecha muy significativa, el 12 de diciembre próximo, Festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América Latina, pedagoga de la inculturación de la fe, madre y protectora de sus pueblos, cuya imagen ha estado muy presente en los ejercitos patrióticos.

La Santa Misa se celebrará a las 17:30 horas.

A esta celebración están invitados de forma especial toda la Curia Romana, el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede y ante el Gobiemo Italiano, los sacerdotes latinoamericanos que estudian en Roma, las religiosas y religiosos latinoamericanos residentes en Roma de las distintas Ordenes y Congregaciones, las comunidades argentinas, brasileñas, mexicanas y de todos los demás países latinoamericanos que por motivos familiares, laborales u otros habitan en Roma. Para este importante evento se prevé también la presencia de significativas personalidades públicas procedentes expresamente de América Latina.

La invitación a participar en la Santa Misa, presidida por el Santo Padre en la Basílica de San Pedro, no está reservada sólo a los latinoamericanos sino que está abierta a todos los romanos y peregrinos, interesados en unirse a esta celebración.

Esta iniciativa representa un gesto de exquisita atención, afecto y solidaridad de parte del Santo Padre hacia el pueblo y las naciones del "Continente de la esperanza" -como ha sido denominado por los Pontifices, desde SS. Paulo VI hasta Benedicto XVI-. Es, sin duda, expresión de la solicitud pastoral con la que el Santo Padre Benedicto XVI abraza a los pueblos en los que ha sido sembrado el Evangelio de Jesucristo, en los que ha madurado sus preciosos frutos, donde está presente el 40% de los bautizados en la Iglesia Católica del mundo entero, unidos en filial devoción a la Santísima Virgen María y en fiel comunión de sus iglesias locales con la Sede de Pedro. Por último, esta iniciativa es signo de la contribución original que la Iglesia Católica ofrece para conmemorar, a la luz de la verdad histórica, este "Bicentenario", a fin de iluminar la actual situación de América Latina y alimentar la esperanza de un futuro de paz y justicia.

Los respectivos billetes de entrada para esta celebración eucarística son gratuitos; se podrán solicitar, con anticipación, a la Prefectura de la Casa Pontificia y ser retirados en los dias previos a la Santa Misa, en el Portón de Bronce.

Pontificia Comisión para América Latina (CAL)

domingo, 9 de octubre de 2011

Fiesta patronal de la Capilla Ntra. Sra. del Rosario, Villa Sara, Treinta y Tres








Mons. Heriberto presidió hoy la Eucaristía y compartió una convivencia con la comunidad de la Capilla Nuestra Sra. del Rosario, en Villa Sara, Treinta y Tres, perteneciente a la Parroquia El Salvador.
Acompañado por el P. Sandro, que atiende habitualmente la capilla, el Obispo se hizo presente con motivo de la fiesta patronal.
Luego de la Misa compartió un buen rato con la comunidad, en el que no faltaron las canciones al río Uruguay y al río Olimar.