viernes, 24 de mayo de 2013

Presentación del libro "Un Cacho de Dios" en Melo


La elección del Papa Francisco puso de relieve, entre otras cosas, la pastoral de los "Curas Villeros", que él impulsó y apoyó en la Arquidiócesis de Buenos Aires. Los "Curas Villeros" son los sacerdotes que viven en las "Villas" (antes se les llamaba "Villas Miseria"), es decir, los asentamientos precarios donde viven, en condiciones de pobreza y marginalidad, muchos habitantes de la capital federal y del gran Buenos Aires.
Montevideo y el área metropolitana tiene también ese tipo de asentamientos. En la época en que se les llamaba -irónicamente- "Cantegriles", un sacerdote, con el apoyo del entonces arzobispo de Montevideo, Mons. Carlos Partelli, se fue a vivir a uno de ellos, en la zona de Aparicio Saravia y Timbués. Allí, ayudado por los vecinos, construyó un ranchito de lata y comenzó su vida entre los pobres. Su nombre era Isidro Ruben Alonso, pero para todos fue el "Padre Cacho".
Sobre su vida trata el libro de Julio Romero que será presentado en Melo.

Sábado 25 de mayo
20:30
Salones de la Catedral de Melo

miércoles, 22 de mayo de 2013

XXVIII Encuentro de Diócesis de Frontera. Mensaje final

Delegación uruguaya: Diócesis de Salto, Tacuarembó y Melo con sus Obispos

XXVIII Encuentro de Diócesis de Frontera
Dionísio Cerqueira (Santa Catarina, Brasil)
20–22 de mayo de 2013

Mensaje Final

“Los vecinos se encuentran para compartir y reflexionar sobre situaciones que amenazan la vida y el futuro de la juventud: desafíos y perspectivas pastorales”.

En la frontera donde se unen dos países de América del Sur y dos Estados de Brasil, el nucleamiento urbano que forman Dionisio Cerqueira (Santa Catarina, Brasil); Barracão (Paraná, Brasil) y Bernardo de Irigoyen (Misiones, Argentina), nos hemos reunido 63 delegados de cuatro diócesis de Argentina, seis de Brasil, una de Paraguay y tres de Uruguay, junto a siete de nuestros Obispos, en el XXVIII Encuentro de Diócesis de Frontera.

En el marco del Año de la Fe 2012-2013 y ante la próxima celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, hemos elegido como tema la vida y el futuro de la juventud. Eso ha hecho que participaran de este encuentro más jóvenes que los que lo hacen habitualmente, y que tuvieran un importante espacio para que todos escucháramos sus voces.

“Mi hija está a punto de morir” (Marcos 5,23)

Iluminados por una lectura detenida de un pasaje del Evangelio según San Marcos (capítulo 5, versículos 21-24 y 35-43), escuchamos a los jóvenes presentarnos algunas situaciones que amenazan la vida y el futuro de la juventud. Entre ellas destacamos:

- Las situaciones de violencia que sufren los jóvenes, pero también la percepción social del joven como amenaza, para la que la respuesta es el encierro y el castigo.

-   La discriminación racial y social que sufren muchos jóvenes.

- La desocupación, el subempleo y la inserción laboral prematura, con abandono de los estudios.

-  La falta de motivación para continuar estudiando y/o buscar trabajo.

-  El tráfico de personas con fines de explotación sexual o laboral.

-  Políticas educativas estatales que promueven una antropología disgregada: visión de la sexualidad reducida a la genitalidad y separada del amor y legislaciones que pretenden convalidar formas de matrimonio y familia que no corresponden a la visión cristiana.

- La iniciación sexual prematura, la maternidad (y también paternidad) precoz.

- Los miedos que se apoderan del corazón de los jóvenes: convertirse en excedente social, morir y quedar desconectados de las nuevas tecnologías de comunicación, con las que viven gran parte de su vida social.

-  La desconfianza del otro, incluso de sus pares.

-  La legitimación de cambios culturales negativos.

-  El rechazo a la forma en que son propuestos algunos valores cristianos.

“La niña no ha muerto; está dormida” (Marcos 5,39)

A pesar de que algunos parezcan no atreverse a soñar (“no tengo sueños”, respondió un joven a una encuesta) los jóvenes sueñan:

- Una vida mejor: crecer dentro de su familia de origen, estudiar, trabajar, formar un día su propia familia.

-  Un mundo con valores distintos a los que perciben en la sociedad.

- Esperan que la Iglesia cambie en su forma de mirar al mundo, pero también piden su apoyo y acompañamiento.

Más todavía, la vida de muchos jóvenes se hace signo de esperanza cuando:

-  Expresan su confianza en la Iglesia.

-  Desean la afirmación de la propia identidad cultural.

- Se comprometen en el servicio a los más pobres, en la defensa de la vida, en salir al encuentro de otros jóvenes para presentar la persona de Jesucristo

“Talitá kum”: “Muchacha, a ti te digo, levántate” (Marcos 5,41)

Frente a los desafíos que nos plantean estas realidades y estos sueños, coincidimos en las siguientes propuestas:

En el campo público,

- promover la educación pública integral, a través del aporte de los cristianos en la elaboración de las políticas públicas.

- actuar en redes con otras organizaciones que trabajan con jóvenes.

En el mundo juvenil

- transformar los sueños que se agotan en el individualismo y los logros materiales en ideales movilizadores y trascendentes.

En la misión de la Iglesia

-  promover el encuentro con Jesús y enraizar a Dios dentro de la gente

-  cambiar las estructuras caducas

-  mejorar la coordinación entre las parroquias.

-  hacer que la Iglesia sea un hogar para los jóvenes

- reconocer a la juventud como un lugar teológico, que desafía nuestro modo de pensar la pastoral y la Iglesia

En la Pastoral Juvenil

- Dejarnos fascinar por Cristo y por la vida de los jóvenes, renovar la opción preferencial por los jóvenes y apasionarnos por la Pastoral Juvenil

- Proponer a los jóvenes el encuentro con Jesucristo vivo y su seguimiento enla Iglesia, a la luz del Plan de Dios, que les garantiza la realización plena de su dignidad de ser humano.

-  Privilegiar enla Pastoralde Juventud procesos de educación y maduración en la fe, como respuesta de sentido y orientación de la vida.

-  Formar adultos capaces de acompañar a los jóvenes, insertos en la realidad y dispuestos a brindar con generosidad tiempo para estar con ellos

-  Brindar atención especial a los afrodescendientes jóvenes.

Hay cosas hechas, pero necesitamos seguir creciendo. Necesitamos atraer al joven que perdió las esperanzas y lograr generar el espacio para que Dios tenga la oportunidad de cambiar su vida. Necesitamos llegar a aquel que no cree, a aquel que aún no sabe en verdad lo hermoso que es formar parte de la Iglesia. Necesitamos saber acompañar al joven que ya está en parroquia para que pueda tener ese encuentro personal con Cristo resucitado, ya que esa es la clave del ser cristiano: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona que da un nuevo horizonte a la vida, y con ello una orientación decisiva” (Benedicto XVI, Deus Caritas Est).

Encomendamos a Nuestra Señora, patrona de nuestros pueblos, quien nos ofreció al Autor de la Vida, la vida y el futuro de los jóvenes.

Dionísio Cerqueira, 22 de mayo de 2013

20 años de la Pascua del P. Hugo Caballero, párroco en Sagrado Corazón de Jesús, Paysandú


Hoy se cumplen veinte años de la Pascua del P. Hugo Caballero, primer párroco de la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, en Paysandú, de quien fui sucesor. También han partido, más recientemente, algunas feligresas muy cercanas a él, como lo fueron Inés Thevenet y Rosa Segain.

Después de su muerte y, afortunadamente, también en vida del Padre, muchos de quienes lo acompañaron desde el principio o en parte de los 38 años en los que estuvo al frente de su Parroquia supieron tributarle agradecimientos y homenajes y nos dejaron distintas semblanzas de su personalidad. Yo no voy a intentar lo que otros han hecho y aún pueden hacer mejor; sólo quiero recoger algunos de los recuerdos que me siguen acompañando después de veinte años.

Me tocó estar con él apenas en sus últimos meses de vida. Llegué a Paysandú el 18 de julio de 1992, de modo que no alcanzamos a completar un año compartiendo el servicio a la comunidad. No obstante, él hizo que fueran meses muy importantes en mi vida y fundamentales para poder asumir la responsabilidad que me tocaría después de su partida.

Mons. Daniel Gil me refirió que, cuando le preguntó al P. Caballero si aceptaría un vicario con él, la respuesta fue “si está dispuesto a convivir con un ermitaño…”

La verdad es que yo no encontré a ningún “ermitaño”. Sí, por cierto, encontré un sacerdote de vida austera y desprendida, pero en nada alguien con quien no se pudiera convivir. Me impresionó su urbanidad y hasta su delicadeza para con un joven sacerdote que había nacido al año siguiente de llegar él a Paysandú, es decir, que tenía un año menos de vida que los que él tenía de párroco. No tardé en percibir y disfrutar de su buen humor, de sus chistes rápidos e ingeniosos…

No había dejado de ser el orador que dominaba la entonación de su voz para trasmitir su emoción y despertar la ajena, que se expresaba con la precisión y la elegancia de quien tiene pleno dominio de la lengua materna y, sobre todo, nos trasmitía pensamientos profundos, que brotaban de su fe y de sus convicciones más hondas.

Cuando hablaba desde el elevado ambón del templo, lo hacía de una forma que rompía toda distancia y creaba una sensación de intimidad y cercanía. Sus homilías eran breves y sin desperdicio. Nada de palabras vacías ni de adornos innecesarios… una vez, después de escuchar una charla mía sobre el sacerdocio, extenso comentario sobre un texto bíblico, él la remató con esta sentencia: “el sacerdote es el hombre de la Eucaristía”. Una síntesis de su propia vida.

No tenía ninguna vergüenza de pedir, y allí también aplicaba su elocuencia para despertar la generosidad del otro… no para sí, sino para sus obras, especialmente para su hija predilecta, la Escuela Padre Lamas. Recuerdo su reacción una vez que la escuela fue víctima de actos vandálicos: eran los sentimientos de un padre que sufre por una agresión a su hija.

Por lo que me contaron sus feligreses, nunca fue un hombre de muchas ni largas reuniones; menos aún en sus últimos años. Sin embargo, como pude notar y admirar, sabía administrar sus fuerzas y sus tiempos, para hacerse presente allí donde un grupo estaba reunido o se estaba desarrollando una actividad. Quien quisiera encontrarlo, lo encontraba en su despacho, disponible… y desde el escritorio, teléfono en mano, organizaba la vida parroquial: “Fulano: ¿vas a venir a la Vigilia Pascual? ¿cómo que no sabés? Ah, sí, así me gusta: te toca la primera lectura.”

Mi llegada, en cierta forma, le planteó un problema: ¿qué tarea asignarme? Yo ya había escuchado historias como la de un párroco de Young que recibió a su teniente (como se decía antes) diciéndole “Ud. rece el breviario, que de lo demás me encargo yo”. El P. Caballero no descargó en mí nada de lo que él hacía. Hizo algo mejor: abrirme horizontes. Así, me presentó a la comunidad del Salón Nuestra Señora del Pilar, me pasó la lista de los jóvenes que se habían confirmado para que los buscara y reuniera, me propuso que yo celebrara la Eucaristía en otro horario, dando más posibilidades a los fieles de concurrir a la Misa diaria…

Después de haber promovido la fundación de las parroquias de Quebracho –que acaba de celebrar su cincuentenario– y San José Obrero, para 1992 y con ocasión del V Centenario de la Evangelización propuso la creación de una tercera y proyectó la iglesia, que quería dedicar a Nuestra Señora del Pilar. “El Obispo no me llevó el apunte”, me dijo, mientras me mostraba unos planos del templo parroquial proyectado. No fue, entonces, parroquia, ni se usaron aquellos planos, pero allí está la capilla que él una vez soñó ver levantada.

Con su salud deteriorada, con su vida gastada al servicio de los demás, dispuesto “a morir acá”, como me dijo una vez, señalando el escritorio de su despacho parroquial, era consciente de que su partida era cercana: “estoy jugando los descuentos –escribió a un sacerdote amigo– sólo espero que el árbitro sea misericordioso al dar el pitazo final”.

Con esa conciencia, no dejó de señalarme algunas de sus últimas voluntades y de sus previsiones para el futuro de la Parroquia y de la Escuela, mostrando una confianza que me hizo sentir muy honrado y comprometido, pero, sobre todo, actuando como el padre que quiere asegurar el futuro de sus hijos.

Estas son algunas de las cosas que me hacen recordarlo con cariño, y tener la convicción de que sigue acompañando a su comunidad e intercediendo por ella, participando ahora en la Liturgia Eterna, como “hombre de la Eucaristía”, unido para siempre a la Acción de Gracias de Jesús al Padre.

Unidos en este recuerdo, saludo cordialmente a la Comunidad Parroquial, a la Comunidad Educativa de la Escuela P. Lamas, a las Hermanitas de la Asunción, a las Religiosas del Verbo Encarnado y al párroco, mi compañero de Seminario y presbiterio de Salto, P. Jesús Weisensee. Que el Señor Jesús los guarde en su Sagrado Corazón, los una en Comunión y los anime siempre en la Misión.

+ Heriberto, Obispo de Melo, “Padre Beto”
Segundo párroco de Sagrado Corazón de Jesús, Paysandú (1993-2003)

domingo, 19 de mayo de 2013

Mons. Heriberto celebró Pentecostés en la Capilla Nuestra Señora de los Treinta y Tres, Barrio Ruiz, Melo



El Obispo de Melo visitó por primera vez la Capilla "Nuestra Señora de los Treinta y Tres", que pertenece a la Parroquia San José Obrero, en la ciudad de Melo.
A las cuatro de la tarde, bajo un cielo plomizo, la pequeña pero animada comunidad se hizo presente para celebrar con el Obispo y el Diácono Mario la Solemnidad de Pentecostés.
En su homilía, Mons. Heriberto explicó el significado del nombre "Paráclito" con el que Jesús se refiere al Espíritu Santo: es el que podemos llamar para que esté a nuestro lado. En latín, esa palabra griega se traduce como Ad Vocatus, expresión de la que viene nuestra palabra castellana "abogado". Nos da la idea del Espíritu Santo como un abogado defensor, que habla por nosotros, es decir, que pone en nuestra boca las palabras adecuadas. Pensemos en todas las oraciones al Espíritu Santo que empiezan, precisamente, con un llamado: "Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles..." El Obispo invitó a la comunidad a orar pidiendo siempre la venida del Espíritu Santo para fortalecer su fe, crecer en comunión y salir en misión al encuentro de los alejados, con las palabras y los gestos que puedan llegar a sus corazones.

La Parroquia Santa Teresita de Jesús, en Quebracho, Paysandú, cumple 50 años


Melo, Solemnidad de Pentecostés, domingo 19 de mayo de 2013

La Parroquia Santa Teresita de Quebracho celebra hoy sus 50 años… enterarme de esto me ha hecho caer en la cuenta de que tengo una larga historia de relación con esta querida comunidad; relación que se inició cuando mi hermano Mario y yo “nos hicimos invitar” por el P. Zordán y fuimos por primera vez a un “Cantando al Calor del Fogón”, creo que por diciembre de 1975… ¡hace 38 años!

Después, como seminarista, estuve participando en enero de 1983 del campamento en El Saladero con Mons. Nicolini y en la celebración diocesana de la Jornada Nacional de la Juventud de 1986, aquélla en la que se construyó la palabra “PAZ”.

Ya sacerdote, fui más de una vez por reuniones y encuentros de la Pastoral Juvenil… Fue en Quebracho donde estábamos terminando una reunión del Secretariado Diocesano cuando el P. Horacio Penengo recibió y nos dio la noticia de que había muerto Mons. Nicolini… era el 19 de junio de 1988. Pronto harán 25 años…
¡Cuántos rostros queridos se me han presentado…! Junto a tantos jóvenes de mi época y de las siguientes, junto a muchos hombres y mujeres de la Comunidad, no puedo dejar de mencionar a las Religiosas de San José, al P. Juan Barlottini… y en el año en que Quebracho quedó sin párroco la gente que fui encontrando en mis visitas a Cerro Chato, Ceballos, Buricayupí, Guarapirú, El Eucalipto, Gallinal, Soto, Santa Kilda, Queguayar, Queguay, Colonia La Palma-Arroyo Malo, además de las celebraciones en la sede parroquial.

Me imagino que hoy la comunidad estará reunida en torno al altar construido por el P. Zordán, en el que hace 25 celebró la Eucaristía el Beato Juan Pablo II, en el Parque Mattos Neto de Salto. Mi saludo a Mons. Pablo, al P. Carlos, al P. Mauro, a las Hermanas Misioneras Catequistas de Jesús Redentor… espero que también el P. Zordán haya podido estar… en fin, a todos los que hoy se congreguen para celebrar, les envío un cariñoso abrazo y les aseguro mi oración para que este aniversario signifique para la comunidad un “nuevo Pentecostés”, una profunda renovación, con toda la fuerza y el fuego del Santo Espíritu.
+ Heriberto

sábado, 18 de mayo de 2013

Mensaje Final de la Asamblea del CELAM

MENSAJE DE LA XXXIV ASAMBLEA GENERAL ORDINARIADEL CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO (CELAM)Ciudad de Panamá, 14-17 de mayo de 2013
A los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, agentes de pastoral y pueblo católico que peregrina como Iglesia en América Latina y El Caribe:
1. En este año de la fe, los obispos reunidos en la XXXIV Asamblea Ordinaria del CELAM en Ciudad de Panamá, del 14 al 17 de mayo de 2013, les saludamos con las palabras de san Pablo: «Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro» (1Tim 1,2).
 «Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20).
2. Llegados de las veintidós conferencias episcopales de América Latina y El Caribe hemos experimentado el cumplimiento de la promesa de Jesús de estar presente en medio nosotros fortaleciendo nuestra comunión fraterna y ardor misionero. Como expresión visible de esta gozosa experiencia entronizamos en el lugar de nuestras reuniones el libro de la Sagrada Escritura para ponernos a la escucha de «lo que el Espíritu dice a las iglesias» (Ap 2,29; 3,6.13.22). Hemos orado en común y celebrado la Eucaristía, experimentando que Jesucristo ha renovado nuestra identidad eclesial, como hijos de Dios y hermanos entre nosotros.
3. Decidimos realizar esta Asamblea en Ciudad de Panamá en coincidencia con los 500 años de la fundación de esta diócesis, la primera diócesis en tierra firme en nuestro Continente y que nos ha acogido con gran fraternidad y alegría. Providencialmente también iniciamos nuestra Asamblea exactamente seis años después del comienzo de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe en Aparecida. Recordamos con profunda gratitud a S.S. Benedicto XVI, quien con su discurso inaugural iluminó con sabiduría evangélica el camino de la Iglesia en nuestro Continente.
4. Nuestro encuentro se realizó, además, bajo el signo gozoso y comprometedor del nuevo sucesor de Pedro, el Papa Francisco, un hijo de estas tierras y de esta iglesia latinoamericana. Su recuerdo y el luminoso inicio de su ministerio ha entusiasmado y estimulado constantemente nuestros trabajos en estos días. Este hecho lo interpretamos como un signo de la madurez de nuestra comunidad eclesial continental y como don de Dios que nos exige comprometernos aún más como discípulos y misioneros de Jesús.
«No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes, y los he destinado para que vayan y den fruto y que su fruto permanezca» (Jn 15,16).
5. Conscientes de ser discípulos y pastores, hemos acogido con renovado gozo la llamada gratuita y amorosa del Señor, que haciéndonos sus «amigos» (cf. Jn 15,15) nos ha hecho partícipes de la Verdad y de la Vida del Padre, para que seamos sus testigos y anunciadores en medio del mundo. Dar fruto y fruto que permanezca es parte de nuestra propia identidad, no un añadido a nuestra vocación. Estos frutos son posibles si nosotros permanecemos vinculados por la fe y el amor con Cristo, como los sarmientos unidos a la vid. Son frutos destinados a permanecer y durar pues proceden del mismo Cristo, que a través de nosotros, desea seguir comunicando vida al mundo y vida en abundancia (cf. Jn 10,10).

6. La Iglesia de América Latina, deseosa y comprometida en dar frutos de vida en medio de nuestras naciones, acoge como una orientación evangélica y llena de sabiduría la propuesta programática del Papa Francisco para toda la Iglesia, expresada con tres verbos en la homilía de su primera celebración eucarística como Obispo de Roma, el14 de marzo: caminar, construir, confesar. En esa ocasión afirmó el Santo Padre: «Quisiera que todos, después de estos días de gracia, tengamos el valor, precisamente el valor, de caminar en presencia del Señor, con la cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, derramada en la cruz; y de confesar la única gloria: Cristo crucificado. Y así la Iglesia avanzará».

7. Estamos llamados a caminar, sin acomodarnos ni conformarnos con los logros alcanzados, pero tampoco sin dejarnos vencer por las dificultades o por los miedos; caminar dirigiéndonos hacia los hombres y mujeres de hoy, pues «una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro» (Carta del Papa Francisco a la 105º Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, 25.03.13). Estamos llamados a construir la Iglesia, a partir de nuestra vinculación vital con Jesucristo y la fuerza renovadora de su Resurrección: una iglesia, casa y escuela de comunión (cf. Documento de Aparecida, 188), con rostro amable, capaz de dialogar con los hombres y mujeres de hoy, con el mundo y la cultura de nuestro tiempo; una iglesia que contagie la esperanza y la vida que brota del Evangelio; una iglesia en la que todos sus miembros sean corresponsables de su conducción, de su destino y de su misión. Estamos llamados, finalmente, a confesar a Jesucristo, con nuestro testimonio de vida y con nuestra palabra: «El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer realidad el amor y el servicio en la persona de los más necesitados, en una palabra, a construir el Reino de Dios» (Documento de Aparecida, 278).

«Les he dado ejemplo, para que como yo he hecho con ustedes, lo hagan también ustedes» (Jn 13,15).

8. En el Cuarto Evangelio Jesús, durante la Útima Cena, lavó los pies a los discípulos (Jn 13,1-15), acción simbólica y profética que expresaba en un gesto sencillo lo que había sido la vida y el ministerio de Jesús y lo que sería su muerte como acto extremo de amor por la humanidad. Jesús se comprendió a sí mismo y su obra como enviado del Padre, como «servicio», como entrega de amor y cercanía misericordiosa y solidaria con la humanidad, con cada hombre y mujer, sobre todo con los más pobres, sufrientes y excluidos. Quiso además que este gesto, que expresa deseo de servicio, de amor y humildad se convirtiera en actitud inspiradora y distintivo fundamental para sus discípulos, reunidos en la Iglesia como signo y sacramento de salvación e instrumento de unidad del género humano entre sí y de los seres humanos con Dios (cf. Lumen Gentium, 1).

9. Hemos tomado conciencia y reflexionado sobre los graves problemas de nuestros pueblos, entre los cuales señalamos: el deterioro de la institucionalidad democrática, el avance de un modelo económico que favorece la concentración de la riqueza en pocas manos, decisiones legislativas contrarias a valores morales, diversas expresiones de violencia que atentan contra la dignidad humana y la convivencia pacífica. Ante la urgencia de tales retos, acogemos con renovado compromiso el deseo de llevar adelante la Misión Continental, en solidaridad con quienes más sufren, como Jesús lo ha enseña y el Papa Francisco lo está recordando, «proyectándonos necesariamente hacia las periferias más hondas de la existencia» (cf. Aparecida, 417).

10. Creemos que es indispensable para la nueva evangelización, concebida en nuestro continente como misión permanente, en primer lugar, inspirarnos en el mismo estilo de Jesús: «En el seguimiento de Jesucristo, aprendemos y practicamos las bienaventuranzas del Reino, el estilo de vida del mismo Jesucristo: su amor y obediencia filial al Padre, su compasión entrañable ante el dolor humano, su cercanía a los pobres y a los pequeños, su fidelidad a la misión encomendada, su amor servicial hasta el don de su vida. Hoy contemplamos a Jesucristo tal como nos lo transmiten los Evangelios para conocer lo que Él hizo y para discernir lo que nosotros debemos hacer en las actuales circunstancias» (Aparecida, 139). Debemos estar convencidos de que «la fuerza de este anuncio de vida será fecunda si lo hacemos con el estilo adecuado, con las actitudes del Maestro» (Documento de Aparecida, 363).

11. En segundo lugar, a la luz del evangelio y del estilo evangelizador del Papa Francisco, es necesario que, sin descuidar los grandes proyectos evangelizadores de las distintas iglesias locales, anunciemos y testimoniemos a Jesucristo con «una actitud permanente que se manifieste en opciones y gestos concretos» (Documento de Aparecida, 397). No basta el anuncio verbal. Hay que hacer vida y dar cuerpo al Evangelio a través de acciones, de «gestos», que hagan transparente la presencia del Señor. Nos lo ha enseñado el mismo Jesús, nos lo han testimoniado los numerosos santos y mártires de nuestro Continente y nos lo está mostrando en modo fascinante el Papa Francisco. En el mundo de hoy, para poder evangelizar en modo eficaz, hay que privilegiar «los gestos», hay que «dar un testimonio de proximidad que entraña cercanía afectuosa, escucha, humildad, solidaridad, compasión, diálogo, reconciliación, compromiso con la justicia social y capacidad de compartir, como Jesús lo hizo» (Documento de Aparecida, 363).

12. Que la Virgen María, amada y celebrada en Panamá como Santa María La Antigua, nos ayude a vivir y servir como discípulos misioneros, iluminados y fortalecidos con la Palabra de Dios. A Ella encomendamos a nuestros jóvenes para que en la próxima Jornada Mundial de la Juventud, a realizarse en Rio de Janeiro, vivan un encuentro personal y vivificante con su hijo Jesucristo. En estos días cercanos a la fiesta de Pentecostés, Ella, como modelo de discipulado y madre de la Iglesia, ore con nosotros y por nosotros, ayudándonos a vivir disponibles a la novedad y libertad del Espíritu Santo que guía a la Iglesia y la conduce a la verdad completa (cf. Jn 16,13).

viernes, 17 de mayo de 2013

Concluyó la Asamblea del CELAM en Panamá

Santa María de la Antigua, patrona de Panamá
Tomadas las resoluciones previstas, escuchados todos los informes, compartidos los distintos momentos de reflexión, elaborado el mensaje final, la XXXIV Asamblea del CELAM, reunida esta semana en Panamá, terminó al final de esta mañana sus sesiones.
Esta tarde, antes de iniciar su partida, los participantes visitarán el Canal de Panamá.
En su evaluación, los Obispos agradecieron la cálida y fraterna hospitalidad de los panameños, expresada en numerosos y significativos gestos, la cuidada preparación de la liturgia y la excelente organización del equipo del CELAM para el buen desarrollo de la asamblea.

jueves, 16 de mayo de 2013

Tercer día en la asamblea del CELAM: un día de comunión




Un recuerdo de los mártires de las Misiones. Hace hoy 25 años, el Beato Juan Pablo II, en su visita a Paraguay (después de la visita a Uruguay recordada en estos días) canonizó a los jesuitas Roque González, nacido en Asunción, Alonso Rodríguez Olmedo y Juan del Castillo. “Me da gusto recordar esto, porque Juan del Castillo es el único santo nacido en mi Diócesis”, dijo esta mañana en la Misa que presidió esta mañana, en la asamblea del CELAM, el Nuncio Apostólico en Panamá, Mons. Andrés Carrascosa. El Nuncio, de origen español, ha estado presente durante buena parte del tiempo de la asamblea, destacando el clima fraterno de la misma.

Un día de Comunión. “Este día estará marcado por la Comunión”, dijo el Secretario General del CELAM Mons. Santiago Silva Retamales, al presentar la agenda de la jornada. “Incluso aunque hoy tengamos que tomar algunas decisiones que pueden verse como meramente administrativas, tenemos que saber verlas desde esa perspectiva”. Las decisiones se referían a la unificación de las sedes del CELAM en Bogotá y a la fusión de distintas instituciones de servicio que el CELAM ha creado. La primera de ellas fue el ITEPAL, Instituto Teológico Pastoral del CELAM, al que se fueron agregando el Centro de Publicaciones, el Observatorio Pastoral y el Centro Bíblico Pastoral (CEBIPAL). La asamblea aprobó ambas propuestas, que la presidencia del CELAM deberá ahora implementar.

Comunión y Misión. Mons. Ricardo Ezzatti, arzobispo de Santiago de Chile, realizó una extensa exposición sobre “Comunión y Misión”. Entre otros puntos destacables de su exposición, recordó que los Obispos somos, ante todo, discípulos y miembros del Pueblo de Dios, hijos de Dios, llamados a vivir en fraternidad: “verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y la actividad común para todos los fieles en la construcción del Cuerpo de Cristo” (Pastores Gregis, 10). El ministerio episcopal se orienta en primer lugar a los presbíteros y diáconos, a partir de la comunión sacramental en la participación del único ministerio de Cristo y de la única misión apostólica. Por ello, el Obispo ha de cultivar de manera especial los vínculos con presbíteros y diáconos, como padres, amigos y hermanos siempre abiertos al diálogo. Con respecto a la vida consagrada, tenerla en especial consideración, de modo que aporte a la misión de la Iglesia desde su vocación específica. Las Conferencias Episcopales son espacio de discernimiento solidario de los grandes problemas de la sociedad y de la Iglesia, que permite establecer orientaciones pastorales que anime la vida del Pueblo fiel.

Invitados. Entre los invitados especiales estaban la Hna. Mercedes Casas, Hija del Espíritu Santo, presidente de la Confederación latinoamericana de Religiosos (CLAR), quien presentó a la asamblea los proyectos de la CLAR y agradeció el clima fraterno con que se la recibió.
También habló el Dr. Guzmán Carriquiry, secretario general de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL), quien trajo a la asamblea un saludo  y una carta del presidente de la CAL, Cardenal Marc Ouellet. El Cardenal Ouellet, en su carta, invitaba al CELAM a           fortalecer la comunión efectiva y afectiva con el sucesor de Pedro, dar renovado ardor a la Misión Continental desde experiencias concretas, tomar un decidido compromiso misionero Ad Gentes, colaborando en la nueva evangelización de Europa, la atención a los hispanos en USA, e incluso en el extremo oriente asiático. En resumen, no desaprovechar un tiempo providencial.
Finalmente, se dirigió a la asamblea Mons. Bernd Klaschka, director de ADVENIAT, obra de la Iglesia en Alemania para la ayuda a América Latina. Mons. Klaschka reiteró la voluntad de la organización de seguir cooperando en la misión de la Iglesia en América Latina a través de su ayuda económica, señalando algunos criterios importantes: que se trate de proyectos eclesiales, pastorales, que apunten especialmente a la formación de los fieles, pensando en el largo plazo.

Informes. La jornada se completó con los informes de Panamá, México, República Dominicana, Haitía y Cuba y los países del Cono Sur.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Asamblea del CELAM: segundo día




“Arriba los corazones / vayamos todos al Pan de Vida”. Así dice el estribillo de uno de los cantos que acompañaron el momento de la comunión en la Misa de ayer. Con esas palabras resonando todavía en sus oídos, los Obispos madrugaron hoy para empezar su jornada a las siete de la mañana, con la Misa presidida por el Arzobispo de Panamá, Mons. José Domingo Ulloa. Una Eucaristía festiva, al igual que la de ayer, al ritmo vivo de los cantos litúrgicos panameños.

Voces de los Andes y de Centroamérica. La parte medular de la jornada se dedicó a escuchar los informes de las conferencias episcopales de los países bolivarianos (Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela) y de algunos países de Centroamérica (Costa Rica, El Salvador, Nicaragua, Guatemala, Honduras).
Los delegados de cada país presentaron los documentos más importantes de sus respectivas conferencias episcopales en los dos últimos años, destacando sus temas centrales, así como los contextos socio-políticos y económicos del país que explican dichas intervenciones; finalmente, cómo se ubican estas intervenciones de la conferencia episcopal en la marcha de la Misión Continental entendida como Nueva Evangelización.
Las principales preocupaciones que manifiestan las conferencias episcopales se refieren a los procesos políticos que vive cada país, con especial atención al funcionamiento de la democracia, las tendencias autoritarias que aparecen en algunos gobernantes, la anulación de la separación de los poderes del Estado que se ha dado en algunos países, la dificultad de la convivencia de diferentes opiniones en el juego democrático y la libertad de los electores.
Los obispos recogen la voz de sufrimiento de sus pueblos ante la violencia, en sus diferentes manifestaciones, desde la familiar a la generada por el crimen y el narcotráfico. En Colombia, la Iglesia ha tenido un rol activo en la búsqueda de caminos de reconciliación. En América Central se ha mediado en los enfrentamientos de pandillas, logrando reducir las frecuentes muertes.  
Otro aspecto que es motivo de seguimiento es el referido a la situación de la familia: los cambios culturales, la legislación que se propone (y a veces se aprueba) en relación a legalización del aborto, eutanasia, matrimonio “igualitario”. No escapan tampoco a la atención de los obispos, sobre todo de los países con tradición minera, las amenazas al medio ambiente y el cuidado y la conservación del recurso agua.
Las Conferencias Episcopales están trabajando, a diverso ritmo, en el proyecto de la Misión Continental, animando a sus comunidades, promoviendo la formación de misioneros, impulsando la renovación de las parroquias y la difusión de la Palabra de Dios a través de la animación bíblica de la Pastoral.

Presencia de las organizaciones de ayuda. En la mañana hizo uso de la palabra uno de los invitados especiales, Mons. Pirmin Spiegel, Director General de Misereor, organismo de la Conferencia Episcopal Alemana para la ayuda al desarrollo en América Latina, África y Asia. Spiegel se refirió a la tarea de su institución y a su disponibilidad para ayudar en proyectos de desarrollo impulsados o recomendados por las Conferencias Episcopales. Están también presentes los directores de Adveniat, también de la Iglesia alemana y del Comité para la Iglesia en Latinoamericana de la Conferencia de los Obispos Católicos de los EE.UU. La presencia de estos invitados permite a los Obispos mantener diálogos en los momentos libres sobre proyectos de ayuda que están siendo llevados adelante o pueden serlo en cada país.

Saludo al Papa Francisco. La asamblea dirigió un saludo al Papa Francisco, agradeciendo el saludo recibido de parte suya y manifestándole su afecto y adhesión filial. Se recuerda con gratitud la decisiva participación del entonces Cardenal Bergoglio en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, y se agradecen sus gestos sencillos y proféticos de hoy, que animan a edificar con todo el Pueblo de Dios una iglesia pobre y para los pobres. Asegurándole la oración de la asamblea por su ministerio petrino, los miembros de la asamblea se despiden pidiendo la bendición del Santo Padre.

Acto cultural y cena en la Cancillería. En el marco de las celebraciones por los 500 años de la Diócesis de Santa María de la Antigua, los obispos fueron invitados a presenciar la obra teatral Santa María la Antigua: Tierra y Dos Mares e invitados a cenar en la Cancillería. La alcaldesa de la ciudad de Panamá, Roxana Méndez dio la bienvenida a este país “puente de las Américas y corazón del universo”. Ella y la Primera Dama, Marta Linares de Martinelli, saludaron a la asamblea y entregaron reconocimientos a los tres Cardenales visitantes y al Presidente del CELAM.
El embajador uruguayo en Panamá, Francisco Purificatti Gamarra, al igual que otros diplomáticos, estuvo presente en ambos actos, saludando amablemente a los uruguayos participantes y poniéndose a sus órdenes para cualquier aspecto en que pudiera ser útil durante su permanencia en el istmo.

martes, 14 de mayo de 2013

Desde Panamá: Comenzó la asamblea del CELAM




Se inició hoy en la ciudad de Panamá la XXXIV Asamblea General ordinaria del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), integrada por los Obispos presidentes y los delegados ante el CELAM de las Conferencias Episcopales de América Latina y del Caribe. Participan también invitados especiales y asesores, con un total de 67 personas. Estas asambleas se realizan cada dos años. La anterior fue en Montevideo, en mayo de 2011. El presidente del CELAM, Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de Tlalnepantla, México, tuvo por ello palabras de agradecimiento a la Conferencia Episcopal del Uruguay en sus palabras inaugurales.

El CELAM fue creado en 1955, en el marco de la primera Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe, realizada en Río de Janeiro. Aquélla primera convocatoria fue alentada por el Papa XII, quien había sido fuertemente impresionado por el catolicismo latinoamericano cuando, como Cardenal Pacelli, visitó Buenos Aires en ocasión del Congreso Eucarístico Internacional de 1934.
Durante el Concilio Vaticano II (1962-1965) el CELAM se fortaleció con el encuentro frecuente de los Obispos latinoamericanos durante las sesiones del gran acontecimiento eclesial. Fruto inmediato de esos encuentros fue la II Conferencia General en Medellín, Colombia, en 1968. Luego, con Juan Pablo II, Puebla en 1979 y Santo Domingo en 1992. En 2007, el Santuario de Aparecida, en Brasil, recibió a la V Conferencia General, que marcó fuertemente la orientación que en este momento sigue la Iglesia en América Latina, con un fuerte énfasis en la misión evangelizadora. En esa Conferencia presidió el comité de redacción el Cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, hoy Papa Francisco.

Las grandes líneas que trazan las Conferencias Generales son asumidas por el CELAM en su servicio a las Conferencias Episcopales de América Latina y del Caribe, apoyando las diversas áreas pastorales con encuentros regionales y continentales, con sus institutos de formación y sus publicaciones.

Tres Cardenales presentes. En su carácter de presidentes de sus respectivas conferencias episcopales, participan de la asamblea Raymundo Damasceno Assis, Arzobispo de Aparecida, Brasil y Nicolás de Jesús López Rodríguez, Arzobispo de Santo Domingo, República Dominicana, a quien los uruguayos tuvieron la oportunidad de conocer, cuando, enviado por Juan Pablo II, presidió la celebración central del Congreso Eucarístico realizado en Colonia del Sacramento con motivo del Jubileo del año 2000. También está presente, como invitado especial, el Cardenal Francisco Javier Errázuriz, Arzobispo Emérito de Santiago de Chile.

Cinco uruguayos presentes. Además del presidente de la CEU, Mons. Rodolfo Wirz y el Secretario General y delegado ante el CELAM, Mons. Heriberto Bodeant, participan de la asamblea Mons. Collazzi, quien integra la directiva del CELAM como presidente del Consejo Económico; la Dra. Susana Nuín Núñez, secretaria ejecutiva del Departamento de Comunicación y Prensa del CELAM y el Profesor Guzmán Carriquiry, Secretario General de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL), organismo de la Santa Sede.

Compartiendo en oración. Una parte de la mañana fue ocupada en un tiempo de meditación y oración, en el que los participantes compartieron aspectos de su vida como pastores, sobre todo frente a los desafíos de la Nueva Evangelización y de la Misión Continental, el gran programa propuesto por la Conferencia de Aparecida.

Intervención de Mons. Collazzi. El Obispo de Mercedes, Carlos Collazzi SDB, presidente del Comité Económico del CELAM, presentó el informe de situación y las perspectivas que la institución tiene por delante, e introdujo al Tesorero del CELAM, P. Raúl Islas, que presentó a la asamblea algunos proyectos sobre los que se deberá tomar una decisión para una reestructuración no sólo económica sino también pastoral de la sede del CELAM en Bogotá.

500 años de la primera Diócesis del continente. La ciudad de la Santa María de la Antigua del Darién fue sede de la primera Diócesis en Tierra Firme creada por el Papa León X con bula del 9 de Septiembre de 1513. En 1524 el segundo Obispo fray Vicente Peraza traslada la sede de esta Diócesis a la recién fundada ciudad de Panamá. La Arquidiócesis de Panamá celebra un año jubilar con motivo de estos 500 años.
El Arzobispo de Santo Domingo, Primado de las Américas, presidió la celebración de este medio milenio de vida eclesial, con la participación de toda la Asamblea del CELAM y numerosos fieles que se hicieron presentes en la Iglesia de San Antonio, continua al lugar donde se desarrolla la asamblea.

Cena en la Nunciatura. El Nuncio Apostólico en Panamá, Mons. Andrés Carrascosa, invitó a todos los miembros de la asamblea a una cena en la Nunciatura, que fue una ocasión de confraternizar y cerrar una intensa jornada.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Saludo y Bendición del Papa Francisco con motivo de los 25 años de la visita de Juan Pablo II a Melo


Mons. Heriberto Bodeant
Obispo de Melo

Con ocasión del acto conmemorativo del XXV Aniversario de la visita del Beato Juan Pablo II a esa Diócesis uruguaya, el Santo Padre Francisco saluda cordialmente a los organizadores y participantes en dicha celebración y especialmente al Obispo emérito, Mons. Roberto Cáceres, que tuvo la gracia de recibir en su sede al querido y recordado Pontífice.

Al mismo tiempo el Papa Francisco les ruega que recen por él y, invitándolos a seguir cultivando los frutos espirituales de aquella inolvidable visita, les imparte de corazón la implorada bendición apostólica.

Cardenal Tarcisio Bertone
Secretario de Estado de Su Santidad

Hace 25 años, el Beato Juan Pablo II dirigía desde Melo su mensaje al mundo del trabajo.


VIAJE APOSTÓLICO A URUGUAY, BOLIVIA, LIMA Y PARAGUAY
CELEBRACIÓN DE LA PALABRA
EN LA EXPLANADA DEL BARRIO LA CONCORDIA
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Melo (Uruguay)
Domingo 8 de mayo de 1988

Amadísimos hermanos y hermanas,
¡Alabado sea Jesucristo!


1. Alabado sea Jesucristo en esta región oriental del Uruguay donde viven y trabajan tantos hombres y mujeres que guardan en sus corazones, como en sagrado relicario, el tesoro de su fe católica. Que Dios bendiga vuestros hogares cristianos para que sean escuelas de virtud y de trabajo donde reinen el amor y la paz.

Saludo al Señor Presidente de la República y dignísimas autoridades.

Saludo a todos los fieles de esta diócesis de Melo, con su Pastor a la cabeza, a quien agradezco vivamente las amables palabras de bienvenida que me ha dirigido.
Saludo también a los otros arzobispos y obispos aquí presentes. Este saludo va igualmente a los Pastores y a los fieles de las diócesis vecinas del Brasil que se han unido gozosamente a sus hermanos uruguayos para recibir al Papa.

Con inmensa alegría estoy aquí entre vosotros para celebrar juntos la fe en Cristo. Yo no quiero anunciaros otra cosa, mas que a Cristo Redentor; a Jesucristo, el Hijo de Dios, que trabajó con sus manos, para enseñarnos cómo debemos comportarnos en nuestro esfuerzo por construir de modo solidario un mundo mejor.

Que con la ayuda de Dios, aprendamos a conocer más y mejor la vida de trabajo de Cristo, “el hijo del carpintero” (Mt 13, 5),  que pasó la mayor parte de su existencia terrena compartiendo la vida de cada día con sus hermanos los hombres y ocupando sus años como un trabajador.

2. ¿No es verdad que, cuando escuchamos al Señor, percibimos que nos está hablando indudablemente de lo que El ha vivido y de lo que vivían los hombres de su tiempo? Jesús tenía que conocer a la perfección el trabajo del campo. Se refiere con detalle, por ejemplo, a los cuidados que requiere una viña (cf. Jn 15, 1-6) y a la suerte distinta que corren las semillas de trigo esparcidas en la tierra por el sembrador (cf. Lc 8, 5-8).  Jesús se siente dichoso al contemplar los campos dorados, listos para la siega (cf. Jn 4, 35) y se enternece ante el cariño con que un pastor bueno carga sobre sus hombros la oveja que se le había perdido (cf. Lc 15, 4-6). 

En sus enseñanzas, el Hijo de Dios toma pie del trabajo del hombre y de la mujer para darnos a conocer las verdades del reino de los cielo. Jesús sabe cómo una mujer mezcla la levadura y la harina para hacer el pan (cf. Mt 13, 33); cómo se remienda un vestido roto (cf. Lc 5, 36);  cómo negocia un buscador de perlas (cf. Mt 13, 45-46) y también cuáles son las posibilidades de negociar con el propio dinero (cf. Ibíd. 25, 14-17).  Asimismo al Señor no le resulta indiferente la suerte de los que están desocupados, a la espera de ser contratados para trabajar (cf. Mt 20, 1ss.. 

3. El esfuerzo humano, la laboriosidad, la actividad creadora es un tema que encontramos ya presente en los comienzos de la Revelación divina. “La Iglesia –como señalé en la Encíclica “Laborem Exercens”– halla en las primeras páginas del libro del Génesis la fuente de su convicción, según la cual el trabajo constituye una dimensión fundamental de la existencia humana sobre la tierra” (Laborem Exercens, 4),  en virtud del mandato de dominar la tierra, dado por Dios a la humanidad.

Es verdad que el trabajo reclama esfuerzo y conlleva fatiga y cansancio, que son consecuencia del desorden introducido por el pecado; pero, habiendo sido asumido y practicado por Cristo, que lo convirtió así en realidad redimida y redentora, ha vuelto a ser una bendición de Dios. “Mediante su trabajo (el hombre) participa en la obra del Creador y, según sus propias posibilidades, en cierto sentido, continúa desarrollándola y la completa, avanzando cada vez más en el descubrimiento de los recursos y de los valores encerrados en todo lo creado” (Ibíd. 25). 

El trabajo no es, pues, algo que el hombre debe realizar sólo para ganarse la vida; es una dimensión humana que puede y debe ser santificada, para llevar a los hombres a que se cumpla plenamente su vocación de criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios.

Por medio del trabajo, la persona se perfecciona a sí misma, obtiene los recursos para sostener a su familia, y contribuye a la mejora de la sociedad en la que vive. Todo trabajo es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la creación, y cualquier trabajo honrado es digno de aprecio.
Jesucristo, nuestro Señor, es también nuestro guía y modelo. “Todo lo hizo bien” (Mc 7, 37), decían de El las gentes. Cada uno de nosotros –asumida por la fe nuestra condición de hijos de Dios en Cristo– hemos de esforzarnos por seguir sus huellas en el trabajo de cada día. Como leemos en el Antiguo Testamento, no se le hacen a Dios ofrendas defectuosas (cf. Lv 3, 1. 6. 23. 28).  Los cristianos serán verdaderamente “sal de la tierra” y “luz del mundo” (Mt 5, 13-14),  si saben dar a su trabajo la calidad humana de una obra bien hecha, con amor de Dios y con espíritu de servicio al prójimo.

4. La obligación de trabajar, impuesta por Dios al hombre como un deber en el comienzo de la creación, sólo puede cumplirse si está asegurado el correspondiente derecho al trabajo. La importancia de esta materia me ha llevado a afirmar que “el trabajo es la clave esencial de toda la cuestión social” (Laborem Exercens, 3), y en mi última Encíclica he vuelto a manifestar la preocupación social de la Iglesia por el desarrollo auténtico del hombre y de la sociedad. Con su doctrina social, la Iglesia “intenta guiar... a los hombres para que ellos mismos den una respuesta, con la ayuda también de la razón y de las ciencias humanas, a su vocación de constructores responsables de la sociedad terrena” (Sollicitudo rei socialis, 1). 

Por lo que se refiere a la primacía del trabajo en la solución de los problemas sociales, la Iglesia tiene este convencimiento: “Si el sistema de relaciones de trabajo, llevado a la práctica por los protagonistas directos –trabajadores y empleados, con el apoyo indispensable de los poderes públicos– logra instaurar una civilización del trabajo, se producirá entonces en la manera de ver de los pueblos y incluso en las bases institucionales y políticas, una revolución pacífica en profundidad” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Libertatis Conscientia, 83). 

5. Instaurar una “civilización del trabajo” es una tarea que requiere la participación solidaria de toda la sociedad. Por eso, deseo hacer un llamado a todos los fieles católicos y a todos los uruguayos de buena voluntad.

Aquellos que poseen la tierra y otras clases de bienes, deben tener presente que sobre toda propiedad privada, “grava una hipoteca social” que les obliga a procurar que sus propiedades rindan en beneficio de la colectividad.

Quien tiene empleados a su servicio está moralmente obligado a velar para que tengan buenas condiciones de trabajo y una vivienda digna para cada uno con su propia familia. Asimismo debe cuidar que la remuneración sea suficiente para llevar una vida decorosa y, si es posible, que la rebase. De la misma forma, debe procurarse que los trabajadores del campo puedan acceder a unas condiciones de vida que eviten la emigración a las ciudades, causa de graves problemas humanos y sociales.

6. En medio de este extenso mundo del trabajo humano no quiero pasar por alto a quienes se dedican a la actividad empresarial, para recordarles que “la prioridad del trabajo sobre el capital convierte en un deber de justicia... anteponer el bien de los trabajadores al aumento de las ganancias. Tienen la obligación moral de no mantener capitales improductivos y, en las inversiones, mirar ante todo al bien común. Esto exige que se busque prioritariamente la consolidación o la creación de nuevos puestos de trabajo para la producción de bienes realmente útiles” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Libertatis Conscientia, 83). 

7. Con mi palabra y con mi corazón estoy también muy cerca de los que se dedican a la actividad sindical. La Iglesia ha defendido siempre el derecho de asociación en todos los niveles de la convivencia, porque es una consecuencia de la naturaleza social y comunitaria del hombre. La asociación con fines laborales, en los sindicatos, no solamente es justa, sino que –siempre dentro del respeto de los principios de la justicia– se muestra conveniente para lograr la armonía social. Merecen incondicionalmente apoyo y aliento todos aquellos que, con abnegación y sacrificio dedican sus esfuerzos por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Como sabéis, “la doctrina social católica no considera que los sindicatos constituyan únicamente el reflejo de la estructura de clase de la sociedad y que sean el exponente de la lucha de clases que gobierna inevitablemente la vida social. Sí, son un exponente de la lucha por la justicia social, por los justos derechos de los hombres del trabajo según las distintas profesiones... pero no es una lucha “contra los demás”... Los justos esfuerzos por asegurar los derechos de los trabajadores, unidos por la misma profesión, deben tener siempre en cuenta las limitaciones que impone la situación general del país. Las exigencias sindicales no pueden transformarse en una especie de “egoísmo” de grupo o de clase por más que puedan y deban tender también a corregir – con miras al bien común de toda la sociedad – incluso todo lo que es defectuoso en el sistema de propiedad de los medios de producción o en el modo de administrarlos o de disponer de ellos” (Laborem Exercens, 20). 

8. Y finalmente, quisiera destacar la importancia de valorar socialmente las funciones que con abnegación y entrega, desempeñan en sus casas, las madres de familia. Con esto deseo hacer patente el reconocimiento y homenaje que se debe a la mujer uruguaya. Ella ha desempeñado un papel providencial e inconfundible para conservar la fe y custodiar el perfil propio del alma cristiana en América Latina. Es justo que también su trabajo sea apreciado en lo que vale; y, si todos los trabajos son dignos delante de Dios y de la sociedad, el que a diario lleva a cabo una madre tiene una trascendencia superior. “Será un honor para la sociedad –señalaba en mi Encíclica sobre el trabajo humano– hacer posible a la madre –sin obstaculizar su libertad, sin discriminación sicológica o práctica, sin dejarla en inferioridad ante sus compañeras– dedicarse al cuidado y a la educación de los hijos... La verdadera promoción de la mujer exige que el trabajo se estructure de manera que no deba pagar su promoción con el abandono del carácter específico propio y en perjuicio de la familia en la que como madre tiene un papel insustituible” (Ibíd. 19). 

9. Construir una “civilización del trabajo” es un imperativo ético exigido por la vocación sobrenatural del hombre y, al mismo tiempo, es un reto a su capacidad creadora. La Iglesia no puede dejarse arrebatar por ninguna ideología o corriente política la bandera de la justicia, que es exigencia del Evangelio. Por otra parte, “la doctrina social de la Iglesia no propone ningún sistema (económico, social o político) particular, pero, a la luz de sus principios fundamentales, hace posible, ante todo, ver en qué medida los sistemas existentes resultan conformes o no a las exigencias de la dignidad humana” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Libertatis Conscientia, 74). La construcción de una “civilización del trabajo” trae, pues, consigo una invitación al diálogo sereno entre los que sustentan opiniones diversas acerca de las posibles soluciones de los problemas que hay que resolver. No existe para ellos una única solución ni nadie tiene el derecho de definir como “católica” su propia solución, puesto que los principios enseñados por la Iglesia admiten pluralidad de aplicaciones prácticas (cf. (Sollicitudo rei socialis, 41). 
También hay que decir que ninguna ideología puede abrogarse el monopolio de las soluciones a los problemas sociales. La “civilización del trabajo” exige el estudio profundo de los problemas y el estar dispuesto a aceptar la verdad; pide, asimismo, dejar de lado las ambiciones particulares o de grupo para mirar ante todo al bien común. Una “civilización del trabajo” requiere espíritu de sacrificio, espíritu de colaboración y solidaridad. Sobre todo, su realización exige un esfuerzo educativo de las jóvenes generaciones en las virtudes del trabajo y en la práctica de la espiritualidad que le es propia (Laborem Exercens, 24-27). 

Construir una “civilización del trabajo” es, en fin, un ideal que está al alcance de una sociedad como la vuestra, hondamente arraigada en su histórica vocación cristiana y con un hondo sentido de la justicia y de la igualdad entre los hombres.

10. Queridos hermanos y hermanas: Al terminar nuestro encuentro, os invito a mirar nuevamente a Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, el “hijo del carpintero”. Con la Santísima Virgen, su Madre, y con San José, Jesús formó parte del hogar que es modelo para todas las familias cristianas. Santificó la noble realidad del trabajo humano, desarrollando, durante la mayor parte de su vida, la humilde labor de un artesano. Jesús nos enseñó, de este modo, a valorar el trabajo en función del amor con que lo hagamos.

Construid, pues, la “civilización del trabajo”, obrando en todo momento y lugar con amor, según la justicia y la caridad, con desprendimiento y sin perder de vista la luz eterna que alumbra nuestros pasos en la tierra. A todos los que estáis aquí, que habéis venido de los departamentos de Cerro Largo y Treinta y Tres, y de lejanos sitios, y del Brasil, os encomiendo a San José Obrero, Esposo de la Virgen Santísima, para que bajo su protección alcancéis la gloria eterna, después de trabajar por vuestros hermanos los hombres. Con afecto imparto a todos mi Bendición Apostólica.

sábado, 4 de mayo de 2013

Homenaje a Juan Pablo II a 25 años de su visita a Melo


El miércoles 8 de mayo se cumplen 25 años de la visita del Beato Juan Pablo II a Melo.
Con ese motivo se realizará un acto recordatorio en la Catedral de Melo, durante el cual se presentará el proyecto de la Intendencia Municipal de Cerro Largo para la construcción de un complejo deportivo cultural denominado "Plaza Juan Pablo II", que se ubicará en la explanada de La Concordia, desde donde el ilustre visitante dirigió su mensaje al mundo del trabajo.

El programa será el siguiente:

A partir de las 18 horas:
- canto
- lectura de mensajes
- presentación del proyecto Plaza Juan Pablo II por sus autoras
- palabras del Intendente de Cerro Largo, Economista Sergio Botana
- palabras de Mons. Roberto Cáceres
- palabras de cierre de Mons. Heriberto Bodeant
- canto final

A partir de las 19:30
- celebración de la Santa Misa en memoria y acción de gracias

viernes, 3 de mayo de 2013

La vida está primero. Exhortación de los Obispos a interponer el recurso de referéndum contra la ley del aborto



La Corte Electoral ha anunciado que se han recogido las firmas necesarias para pasar a la segunda de tres etapas para la convocotaria a un referéndum contra la ley que despenalizó el aborto, y convocó a la ciudadanía a expresarse sobre la realización de dicho referéndum. El domingo 23 de junio deben concurrir a votar los ciudadanos que estén de acuerdo con que se realice esa instancia de consulta. De reunirse los votos suficientes, la Corte convocará luego al referéndum en el que se votará por la permanencia o por la revocación de la Ley. Frente a este llamado, la Conferencia Episcopal del Uruguay ha declarado:

1. Como dijimos en nuestra declaración del 13 de noviembre próximo pasado: “Los derechos humanos y este primordial derecho a la vida no pueden quedar sujetos a mayorías circunstanciales de un cuerpo legislativo o electoral. Sin embargo, ante la situación que se ha creado, sigue siendo el deber de los laicos católicos y de los hombres y mujeres de buena voluntad aportar sus esfuerzos para procurar que nuestra legislación respete el derecho a la vida humana desde su concepción. Quedando en manos de los ciudadanos la elección de los medios que estimen oportunos, alentamos las iniciativas legítimas que busquen la derogación de esta ley.”

2. Los uruguayos tenemos ahora la oportunidad de cambiar con nuestro voto el rumbo de las cosas y darle un sí a la vida de los niños, lo que nos permitirá mirar con esperanza nuestro futuro como nación.

3. El derecho a la vida no puede nunca ser objeto de un referéndum, desde el momento que proviene de Dios. Sin embargo, ante esta ley injusta, dado que nuestra Constitución prevé que los ciudadanos puedan expresar su voluntad de derogarla, exhortamos a votar el próximo domingo 23 de junio con el fin de que se habilite la convocatoria del referéndum sobre la ley que hoy permite el crimen del aborto.

Los Obispos del Uruguay.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Los 50 años de la Parroquia San José Obrero de Melo

La celebración del 1º de mayo

El 1º de mayo de 1963 el entonces Obispo de Melo, Mons. Roberto Cáceres, creó en la ciudad de Melo la Parroquia San José Obrero. Hasta ese momento había sólo dos parroquias en la ciudad: Nuestra Señora del Pilar y San Rafael (Catedral) y Nuestra Señora del Carmen. El nuevo Obispo, que había llegado a la diócesis en marzo de 1962 y ya había participado en la primera sesión del Concilio Vaticano II tuvo unos días ajetreados: días antes había inaugurado la capilla Cristo Rey en Aceguá (que mucho después sería también erigida en sede parroquial) y en un lluvioso primero de mayo celebró en Melo la
creación de la nueva parroquia.

El templo parroquial era una capilla inaugurada en 1920, poco después de la llegada del primer Obispo de Melo, Mons. José Marcos Semería. Se la puso bajo el patrocinio de San José en homenaje al Obispo. Recordemos que la fiesta de San José Obrero es instituida por el Papa Pío XII recién en 1955. Al crear la parroquia, y pensando en el pueblo trabajador que habita en sus barrios y zonas rurales, Mons. Cáceres decide que el patrono siga siendo San José, pero bajo su advocación de "Obrero".

En 1988, la parroquia celebró sus 25 años, ocho días antes de la visita de Juan Pablo II. Era párroco en aquel tiempo el P. Franco. Como se sabía que el mensaje que el Papa iba a dejar en Melo sería dirigido al mundo del trabajo, se unió la celebración de los 25 años con la visita con jornadas de reflexión sobre la realidad del trabajo en el Uruguay y la visión de la Doctrina social de la Iglesia, con la participación del P. Carlos Collazzi SDB, hoy Obispo de Mercedes.

Estos 50 años fueron festejados durante varios días. Hubo exposiciones de diferentes empresas y de artesanos locales y de la zona. Se realizó el 1er. Festival "Buscando la Voz de la Región". El domingo 28, luego de las palabras de Mons. Cáceres y del Intendente Sergio Botana, se celebró una misa Criolla iniciada al aire libre y cobijada dentro del templo parroquial una vez terminada la presentación de las ofrendas y antes de que cayera una intensa lluvia. El lunes y martes prosiguieron las actividades, con conferencias sobre temas de interés departamental y nacional y cine católico y el miércoles 1º, la celebración culminó con la Eucaristía en el Templo Parroquial, presidida por Mons. Heriberto, acompañado por Mons. Cáceres, el P. Miguel, los PP. Paco y Mimmo y el Diácono Mario. La comunidad colmó el templo. Al final se expresaron los agradecimientos y reconocimientos a los colaboradores y luego se compartió una hermosa y rica torta.




Saludo de los Obispos en el Día de los Trabajadores



1. En este día de memoria y reflexión, saludamos a todos los trabajadores, -hombres y mujeres, en el campo o en ciudades-, que con dedicación, talentos y sudores, ganan honestamente el pan de cada día, sostienen a  sus familias y se suman en la construcción de una sociedad más justa y solidaria.

2. Nos alegramos por las conquistas sociales que buscan mejorar las condiciones del trabajo. Valoramos el fortalecimiento del movimiento sindical en defensa de la dignidad del trabajador, procurando mayor capacitación y seguridad laboral, así como el aumento del salario real en sectores sociales tradicionalmente más desfavorecidos. Nos preocupa constatar algunas veces cierta tendencia a un corporativismo rígido.

3. En estos días conmemoramos los 25 años de la visita del Papa Juan Pablo II a nuestro país. En esa ocasión en la ciudad de Melo, dirigiéndose al mundo del trabajo, exhortó a buscar una genuina cultura del trabajo.

4. Construir siempre exigirá un estudio profundo de los problemas, estando dispuestos a aceptar la verdad y dejando de lado las ambiciones particulares o de grupo para mirar ante todo al bien común. Queremos destacar solamente dos aspectos de la cuestión social:

a)     Quienes poseen tierra u otros bienes deben tener presente que sobre toda propiedad recae una hipoteca social, que obliga a procurar que sus bienes rindan en beneficio de la sociedad.

b)     Quienes luchan por los justos derechos de los trabajadores, deben tener en cuenta las limitaciones que impone la situación general del país y los derechos de todas las partes involucradas.

5. Al reiterar nuestro saludo pedimos al Señor Jesús, el carpintero de Nazaret, que recoja sus anhelos de justicia y dignidad, para que, junto a las fatigas de cada día, encuentren también la alegría del trabajo bien hecho y del servicio a la sociedad de la que todos somos parte.

1º de mayo de 2013