jueves, 30 de noviembre de 2023

“Estén prevenidos” (Marcos 13,33-37). Primer domingo de Adviento.

Amigas y amigos, un cordial saludo desde la ciudad de Fray Bentos, donde estuve el lunes pasado, después de participar el domingo en el comienzo del ministerio pastoral de Monseñor Luis Eduardo González, en la Diócesis de Mercedes. Aquí tenemos al fondo el río Uruguay y, a lo lejos se ve la chimenea del antiguo Frigorífico Anglo, declarado por la UNESCO patrimonio mundial de la humanidad, al igual que la ciudad antigua de Colonia y nuestra Iglesia Cristo Obrero en Estación Atlántida.

A mi derecha vemos también un jacarandá florecido y el color de sus flores nos trae la tonalidad de este tiempo que se inicia: el tiempo de Adviento, comienzo del nuevo año litúrgico. Un Adviento, que, este año, será particularmente breve; con cuatro domingos, como es normal, pero de solo tres semanas, porque el cuarto domingo es ya el 24 de diciembre… Durante el día corresponde celebrar la Misa del último domingo de adviento; pero, a partir de la puesta de sol, celebramos la Misa de Nochebuena.

Hoy, 3 de diciembre, recordamos a San Francisco Javier, patrono de las Misiones, junto con Santa Teresita. El domingo de Adviento prevalece sobre esta memoria, pero no queremos dejar de mencionarlo. Y también quiero recordar que hoy tendremos la alegría de ordenar un nuevo diácono permanente, Piero Garrone, en la parroquia San Antonio de Las Piedras.

El tiempo de Adviento tiene dos momentos: los primeros dos domingos nos invitan a estar prevenidos, a estar atentos a la segunda venida de Cristo, al final de los tiempos. El tercer y cuarto domingo, en cambio, ponen el énfasis en la espera del nacimiento del Salvador; no como simple recuerdo de un hecho del pasado, sino mostrándonos que Él sigue viniendo a nosotros cada día y solo podremos reconocerlo si estamos atentos.

Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. (Marcos 13,33-37)

No sabemos cuándo llegará el Señor, pero en las palabras de Jesús, los momentos posibles de su venida se ubican en relación con la noche: la puesta de sol, la medianoche, el canto del gallo, que se produce todavía en la oscuridad y la salida del sol, con la que termina la oscuridad y comienza el nuevo día. Transitamos por la vida como en una larga noche. Muchas luces artificiales nos envuelven, pero son solo apariencia de luz. Ninguna de ellas es la luz verdadera, la luz plena. 

La noche es un complejo momento del día. Para la mayoría es tiempo del descanso, pero hay quienes velan hasta muy tarde y quienes madrugan mucho antes de la salida del sol. Pienso en quienes están disponibles para servicios que puedan ser requeridos con urgencia: el personal de las emergencias, los bomberos, la policía… La noche es también tiempo de inseguridad, de peligro, un tiempo en que valoramos sentirnos seguros.

Pero la noche es también tiempo de Dios, tiempo de salvación. La Palabra de Dios nos lo recuerda. Leemos en los primeros versículos de la Biblia:

Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas.
Entonces Dios dijo: «Que exista la luz». Y la luz existió. (Génesis 1,1-3)

La creación se inicia en la noche, en las tinieblas, que pronto son rasgadas por la luz.

La liberación del Pueblo de Israel, cautivo en Egipto, llega en la noche. Es la Pascua de Israel, que sigue siendo recordada con una vigilia, como dice el libro del Éxodo:

El Señor veló durante aquella noche, para hacerlos salir de Egipto. Por eso, todos los israelitas deberán velar esa misma noche en honor del Señor, a lo largo de las generaciones. (Éxodo 12,42)

Aquel nacimiento de la luz en los primeros tiempos, anticipa el nacimiento de aquel que es la Luz del Mundo, que nace en medio de la noche, y de lo que son testigos aquellos que velaban:

En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. (Lucas 2,8-9)

Y también en la noche se realiza el acontecimiento central de la salvación, la resurrección de Cristo, tal como se anuncia con el pregón pascual:

Esta es la noche en la que Cristo
rompió las ataduras de la muerte
y surgió victorioso de los abismos.
(Pregón pascual)

Pero al término de la historia de la salvación, cuando todo esté consumado, la noche tendrá su fin. Así lo expresa el libro del Apocalipsis:

Tampoco existirá la noche, ni les hará falta la luz de las lámparas ni la luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y ellos reinarán por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 22,5)

Mientras tanto… seguimos en la noche o, mejor dicho, en una aurora progresiva, una aurora que avanza, porque el Sol de Justicia, Jesucristo, ya está en medio de nosotros, aunque su luz todavía no reine totalmente en el mundo.

La Palabra de Dios, en este comienzo del Adviento, nos hace esperar la Parusía, la venida de Cristo al final de los tiempos, a la vez que nos prepara a la celebración de la Navidad.

Si vemos al mundo envuelto en la noche, en la oscuridad, en las tinieblas, la tentación, igual que para los discípulos en Getsemaní, es la de dormir, de no luchar más, de renunciar al viaje de la vida y no creer más en la obra de Dios, en la luz. Perpetuamente, el Pueblo creyente está invitado a salir, a peregrinar, a realizar el gran viaje de nuestra vida. Ese llamado es una luz, una columna de fuego que avanza delante de nosotros en la noche; es una Palabra, el Verbo de Dios, la Luz que ha venido a este mundo, para guiarnos a la Casa del Padre, donde encontraremos la Vida verdadera, la Vida en plenitud.

En esta semana:

  • Desde mañana comienza una Misión en Toledo y Carrasco del Sauce, llevada adelante por la comunidad “Dios Proveerá”. Misioneros argentinos y brasileños estarán hasta el 10 de diciembre realizando actividades con niños, jóvenes y adultos.
  • Viernes 8 de diciembre, Inmaculada Concepción de María. Fiesta patronal en Pando. Desde las 18:30, procesión desde el Colegio del Huerto y Misa frente al templo parroquial, que será presidida por el Nuncio Apostólico en el Uruguay, Mons. Gianfranco Gallone.
  • El sábado 9 y domingo 10 se realiza la colecta del Fondo Común Diocesano, destinada en esta ocasión al sostenimiento de los gastos de la Curia, en la que varias personas prestan servicios muy necesarios para el funcionamiento de toda la diócesis. Les agradezco su colaboración.
  • Domingo 10: nuestro seminarista Sergio Genta será ordenado diácono, en camino hacia el sacerdocio. A las 18 horas, en la parroquia de Santa Rosa.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

 

viernes, 24 de noviembre de 2023

“Lo hicieron conmigo” (Mateo 25,31-46). Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.

Llegamos al último domingo del año litúrgico, es decir, del ciclo de celebraciones de la Iglesia, que no coincide con el año civil. En efecto: el próximo domingo, 3 de diciembre, ya comienza un nuevo año, con el primer domingo de Adviento.

La solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo o “Cristo Rey”, como se dice en forma abreviada, nos invita a mirar hacia el final de los tiempos, culminando lo que ya se venía dando en los domingos anteriores.

De hecho, cada Misa, especialmente cada Misa dominical, está evocando esa meta hacia la que camina la entera familia humana, como lo expresa uno de los prefacios. Éste hace referencia a la asamblea reunida en el domingo:

Hoy, tu familia, reunida en la escucha de tu Palabra,
y en la comunión del pan único y partido,
celebra el memorial del Señor resucitado,

El memorial del Señor resucitado es la Pascua. La Misa es “nuestra Pascua dominical”, nuestro encuentro en y con Jesús resucitado por medio de la Palabra de Vida y el Pan de Vida, con los que nos habla y alimenta el mismo Cristo.

Luego, el prefacio expresa la esperanza de esa comunidad que está celebrando,
mientras espera el domingo sin ocaso
en el que la humanidad entrará en tu descanso.
Entonces podremos contemplar tu rostro
y alabar por siempre tu misericordia.
(Prefacio de los Domingos durante el año IX)

“El domingo sin ocaso”: el final de la historia, que ya no entrará en la noche, sino que será encuentro con la luz eterna, con el rostro mismo de Dios.

Este año litúrgico, correspondiente al ciclo A, ha ido siguiendo el evangelio según san Mateo. Estamos terminando el capítulo 25, en el cual aparecen tres parábolas, dos de las cuales ya hemos escuchado: las vírgenes prudentes y los talentos. Ahora, nos encontramos con la imagen del juicio final, que comienza de manera imponente:

Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia. (Mateo 25,31-46)

Curiosamente, a continuación de esa escena que podría estar inspirada en la corte de algún poderoso monarca de este mundo, Jesús pasa a otro escenario, mucho más familiar para sus oyentes:

Él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. (Mateo 25,31-46)

En un rebaño de ovejas y cabras, al caer la noche, el pastor pone al resguardo las cabras, menos preparadas para el frío y deja al descampado las ovejas, protegidas por su lana. La separación, aquí, tiene un sentido de cuidado. Y también tiene una finalidad de cuidado el relato del juicio final. De cuidado para todo el rebaño, ovejas y cabras, como vamos a ver más adelante.

Éstas son las primeras palabras del Rey-Juez, dirigida a quienes ha puesto a su derecha:

«Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver». (Mateo 25,31-46)

El auxilio dado o no dado a los necesitados, como medida para el juicio de los muertos, no es una originalidad de Jesús. Lo encontramos en otros textos religiosos, como el Libro de los Muertos, del antiguo Egipto, donde se indica lo que el difunto tiene que declarar ante el tribunal del Dios Osiris: 

“Yo he practicado lo que hace alegrar a los dioses. He dado pan al hambriento, he dado agua al sediento, he vestido al desnudo, he ofrecido un viaje a quien no tenía barca”
(Libro de los Muertos, capítulo 125)

También se encuentran conceptos similares en la literatura rabínica:

“En el mundo futuro se le preguntará a quien es juzgado: «¿Cuáles son tus obras?» Si responde: «He dado de comer a quien tenía hambre», se le dirá: «Esta es la puerta del Señor; entra a través de ella» (cf. Sal 118,20). Si responde: «He dado de beber al sediento», se le dirá: «Esta es la puerta del Señor; entra a través de ella.»; si responde: «He vestido al desnudo», se le dirá: «Esta es la puerta del Señor; entra a través de ella». Lo mismo ocurrirá con quien se ha hecho cargo del huérfano, con quien ha dado limosna, con quien ha realizado obras de amor…” (Midrash del Salmo 118,17).

Como sucede muchas veces con los textos bíblicos, podemos encontrar algo que ya está presente en la conciencia de la humanidad, algo que es como una “semilla del Verbo”, una semilla de la Palabra de Dios. Pero la Biblia, en este caso, el Evangelio, siempre nos lleva más lejos. Tenemos que buscar en el evangelio qué es lo nuevo, lo diferente. Y eso es lo que encontramos en la explicación de Jesús:

Los justos le responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?»

Y el Rey les responderá: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo». (Mateo 25,31-46)

“Lo hicieron conmigo”. Ahí está la novedad, la originalidad. Jesús afirma que Él, el Señor, se identifica con cada una de esas personas necesitadas con las que se hizo una obra de misericordia.

Con las que se hizo… o no se hizo, porque al otro grupo le dirá:

«Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo». (Mateo 25,31-46)

Hay que notar que ni el grupo de personas que actuó con misericordia, ni el grupo que no hizo nada, reconocieron a Jesús en las personas necesitadas. Quienes las auxiliaron, actuaron con desinterés, sin buscar una recompensa que no sabían que encontrarían al final.

Pero ahora, al hacernos este relato, Jesús nos está dando aviso: yo estoy presente en cada una de esas personas: en cada hambriento, sediento, desnudo, sin techo, enfermo, preso.

Y nos lo dice para nuestro propio bien, señalándonos qué es lo que él espera que hagamos. Que no desperdiciemos nuestra vida en obras que el mundo puede considerar extraordinarias, pero que poco o ningún valor tienen ante Dios.

Dice el salmo 116:

¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! (Salmo 116,15)

Dios nos ha creado para la vida, para vivir para siempre en su presencia. El relato de Jesús nos llama a mirar el valor de cada vida humana, tanto la de sí mismo como la de los demás. Y no hay mejor manera de dar valor a la propia vida que cuidando y defendiendo la vida de los otros, en especial la de aquellos a los que Jesús llama “los más pequeños de mis hermanos”.

En esta semana

  • Lunes 27, Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, patrona de la parroquia de Villa San Isidro
  • Jueves 30, San Andrés, apóstol.
  • Viernes 1 de diciembre, San Carlos de Foucauld

Ordenación diaconal

El domingo 3 de diciembre, día de San Francisco Javier; primer domingo de Adviento, será ordenado diácono permanente Piero Garrone, en la parroquia San Antonio de Padua de Las Piedras.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 

jueves, 16 de noviembre de 2023

“A quien tiene, se le dará” (Mateo 25,14-30). Domingo 33° durante el año, ciclo A. Jornada Mundial de los Pobres.

Amigas y amigos, este domingo, el penúltimo del año litúrgico, celebramos por séptima vez la Jornada Mundial de los pobres, instituida por el papa Francisco.

El lema de este año es un pasaje del libro de Tobías, donde Tobit, padre de Tobías, le deja una serie de consejos, a modo de testamento espiritual. Entre esas palabras aparece la frase elegida por Francisco: «No apartes tu rostro del pobre» (Tobías 4,7). No apartes tu rostro, es decir, no le des vuelta la cara: míralo, no rehúyas encontrarte con él. En ese sentido, al comienzo de su pontificado, Francisco envió un video mensaje a Argentina, con motivo de la fiesta de san Cayetano. Allí, el papa hacía este comentario:

A veces yo le pregunto a alguna persona:
- ¿Usted da limosna?
Me dicen: “Sí, padre”.
- Y cuando da limosna, ¿mira a los ojos de la gente a la que le da la limosna?
- “Ah, no sé, no me di cuenta”.
- “Entonces no lo encontró. Le tiró la limosna y se fue. Cuando usted da limosna, ¿toca la mano o le tira la moneda?”
- “No, le tiro la moneda” Y no lo tocaste, y si no lo tocaste, no te encontraste con él”.
Y concluía Francisco: Lo que Jesús nos enseña es: primero encontrarnos, y en el encuentro, ayudar.

Tal vez esta introducción nos ayude a meditar el evangelio de hoy desde esa perspectiva.

Se trata de la parábola de los talentos.

El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. (Mateo 25,14-30)

El talento, en el mundo antiguo, era un importante valor en metales preciosos: oro o plata. Hay distintas estimaciones sobre su valor, porque también había distintas versiones de lo que era un talento. Una de esas estimaciones le da el valor de unos 35 kilos de oro. Eso es hoy más de dos millones de dólares.

En la parábola, representan los dones de Dios hacia nosotros, los bienes que Él entrega a cada uno para que los hagamos fructificar. ¿Cuáles son esos dones? Podríamos pensar que son cualidades que recibimos, como los “talentos” que la sociedad reconoce: talento para el arte, para la música, para algunos oficios muy apreciados… Pero el don más precioso que Dios nos entrega es su Gracia, su amor, su misericordia, su ternura, su perdón… Son bienes que salen del corazón mismo de Dios y nos abren el camino para entrar en su eternidad de amor. Son bienes eternos, bienes espirituales, que no se pierden ni se gastan al compartirlos, sino que crecen. 

En cambio, si se guardan, si no se comparten, si no se comunican, pueden perderse. ¿Qué hicieron aquellos servidores?

En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor. (Mateo 25,14-30)

Ahí vemos las dos actitudes: la de quienes comienzan a compartir lo recibido y lo multiplican y la de quien, en cambio, temiendo perderlo, lo esconde.

A la llegada del Señor, los dos primeros presentan lo que han ganado. El que recibió cinco, ha producido otro tanto y tiene ahora diez; el que recibió dos, hizo lo mismo y tiene ahora cuatro. Pero el último le dijo:
«Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!» (Mateo 25,14-30)

Mientras que los otros dos le presentan al Señor lo que han ganado, el tercer servidor termina diciendo “aquí tienes lo tuyo”. El miedo le ha impedido comprender y actuar. Ha entendido que lo que ha recibido era muy valioso para su Señor; por eso, quiso conservarlo para devolverlo. Pero no ha comprendido que ese bien era también valioso para él mismo. Tampoco ha comprendido que el Señor, al confiarle ese talento, estaba valorando a su servidor.

Podríamos pensar “bueno, pero a él le dio un solo talento, no lo valoraba tanto como a los otros”.

Ya hubieran querido los oyentes de Jesús recibir, aunque fuera, un solo talento. Como hemos visto, se trataba de una cantidad muy importante de dinero, una cantidad inimaginable para quienes se ganaban la vida como jornaleros.

Comentando este texto, el papa Francisco subraya la inmensa confianza de Dios en nosotros:

El Señor no da a todos las mismas cosas y de la misma forma: nos conoce personalmente y nos confía lo que es justo para nosotros; pero en todos, en todos hay algo igual: la misma e inmensa confianza. Dios se fía de nosotros, Dios tiene esperanza en nosotros. Y esto es lo mismo para todos. No lo decepcionemos. (Ángelus, 16 de noviembre de 2014)

Hay otro aspecto que nos llama la atención: ¿por qué se le da más al que tiene más? 

Veamos lo que dice el Señor. Primero le habla al que enterró el talento:

«Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes». (Mateo 25,14-30)

No olvidemos que aquí no estamos hablando de dinero, sino de bienes espirituales. El que guardó el don recibido lo perdió, precisamente por eso, por no haberlo compartido. Pero el bien en sí, no se destruyó. El que ha producido más recibe más, por la misma dinámica del amor y la misericordia. 

La parábola de los talentos nos pone frente a nuestra misión como cristianos, y esa misión es la de transmitir, de comunicar a otros los bienes que hemos recibido en la fe.

Para eso, como nos decía Francisco, lo primero es encontrarnos: no apartarnos ni apartar el rostro del otro, especialmente del hermano pobre.

En el libro de los Hechos de los apóstoles se nos cuenta como Pedro y Juan se encontraron con un hombre paralítico, que les pidió una limosna. Los dos miraron hacia el hombre y Pedro le dijo “míranos”. El los miró, esperando que le dieran algo. Pero Pedro le dijo:

«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina». (Hechos 3,6)

Pedro había recibido el don de poder curar en el nombre de Jesucristo. No todos podemos tener ese don; pero si Jesucristo está en nuestro corazón, si creemos en Él, seremos capaces de comunicar su amor. Tal vez sea difícil hacer levantar y caminar a un paralítico; pero una mirada, una palabra, un gesto de amor, pueden hacer que un corazón abatido recupere la esperanza y encuentre las fuerzas para seguir caminando en la fe.

Noticias:

El próximo domingo, Mons. Luis Eduardo González Cedrés asumirá como nuevo obispo de la Diócesis de Mercedes. Hasta ahora era obispo auxiliar de Montevideo. Fue también rector del Seminario Interdiocesano. Sucederá al salesiano Mons. Carlos María Collazzi, quien ha estado al frente del territorio eclesiástico desde 1995 y que presentó su renuncia al cumplir los setenta y cinco años de edad, como establece el derecho canónico.

La Diócesis de Mercedes abarca los departamentos de Soriano y Colonia. Cuenta con 16 parroquias, 10 sacerdotes diocesanos, 7 sacerdotes religiosos, 17 diáconos permanentes y varias comunidades religiosas.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.


martes, 14 de noviembre de 2023

Los obispos del Uruguay culminaron su asamblea con la mirada puesta en 2024. Año vocacional y posible visita del Papa Francisco.


Desde el miércoles 8 al martes 14 de noviembre se reunió en la Casa de Retiros Buen Pastor, en Florida, la asamblea de la Conferencia Episcopal del Uruguay. 

El primer día coincidió con la fiesta litúrgica de Nuestra Señora de los Treinta y Tres. Luego de una mañana de retiro, una tarde de compartir fraterno y de organización de la agenda, los obispos culminaron la jornada con la celebración de la Eucaristía en el Santuario de la patrona del Uruguay.

En la mañana del jueves los pastores recibieron al Nuncio Apostólico en el Uruguay, Mons. Gianfranco Gallone, con quien dialogaron sobre varios temas de la actualidad eclesial, incluyendo la posibilidad de la visita del Santo Padre. El Papa Francisco fue invitado a venir a Uruguay tanto por la Conferencia Episcopal como por el gobierno nacional. 
Por la tarde, el Dr. Miguel Pastorino, invitado por los obispos, analizó algunos aspectos de la realidad nacional, centrando su reflexión en la dignidad de la persona humana y sus derechos, así como la pérdida y búsqueda de sentido de la vida.
En la noche varios de los obispos estuvieron presentes en el Festival “Uruguay le canta a la Virgen de los Treinta y Tres”.

La asamblea del Sínodo de los Obispos, celebrada en octubre, en la que participaron Mons. Milton Tróccoli y el Cardenal Daniel Sturla, fue el tema central del viernes. Como elemento destacado se señaló el método de la “conversación en el Espíritu”, utilizado en el Sínodo. Se le considera una herramienta muy válida, que puede ser utilizada en los distintos organismos de las diócesis y parroquias. Estos organismos: consejos pastorales parroquiales y diocesanos, consejos de asuntos económicos, consejos presbiterales, etc. son instrumentos de participación y comunión para la misión y expresión de la sinodalidad de la Iglesia.

En la tarde del sábado 11 y durante el domingo 12, los obispos participaron en las distintas actividades que tuvieron lugar en la ciudad de Florida con motivo de la peregrinación nacional, convocada bajo el lema “Junto a la Virgen de los Treinta y Tres agradecemos la Beatificación de Jacinto Vera”. 
El punto culminante estuvo en la celebración de la Eucaristía en el exterior del santuario, con la presencia de delegaciones de todo el Uruguay. 
En la homilía, el Cardenal Sturla animó a los fieles a defender la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, a construir la paz y a proclamar nuestra fe en Jesús Salvador.
Al final de la Misa, en el interior de la catedral, a los pies de la Virgen, se rezó la tradicional súplica a María por la Iglesia y por el pueblo uruguayo.
También se bendijo una réplica única, realizada con nobles materiales y especial cuidado, de la imagen de la Virgen de los Treinta y Tres, que, de ahora en adelante, será la “imagen peregrina” que hará presente a la patrona del Uruguay en diferentes acontecimientos eclesiales en todo el país.
En la tarde, en el parque de la Piedra Alta, se desarrolló una “feria vocacional” con diferentes quioscos en los que diversas expresiones de vida consagrada presentaron sus propuestas, suscitando el interés de muchos peregrinos.

A lo largo de los días, distintos servicios eclesiales fueron presentando sus informes y reflexionando con los obispos sobre sus logros, dificultades y expectativas: Seminario Interdiocesano, Departamento de Catequesis, Animación Bíblica de la Pastoral, Fundación Sophía, Pastoral Social – Cáritas, Pastoral de la Familia y de la Vida, Pastoral Vocacional. Hubo también un recuerdo para los cincuenta años del Diaconado Permanente en el Uruguay, valorando este ministerio. También se recibió al rector de la Universidad Católica del Uruguay, P. Julio Fernández sj. Mons. Alberto Sanguinetti informó sobre la realización del Congreso Internacional de Quito el año próximo.

La protección de menores y personas vulnerables y la prevención de abusos sigue siendo centro de atención de los Obispos. Esa misión estuvo asignada hasta ahora al Departamento de Educación Católica, que ha venido llevando adelante la capacitación de agentes pastorales en este delicado asunto. Con el asesoramiento de personas que recientemente han recibido formación sobre ese tema, se decidió la creación de una Comisión Nacional para la prevención de abusos, que buscará actualizar las herramientas de que ya dispone la CEU y potenciar las actividades de formación en prevención, que es una tarea permanente.

Los Obispos decidieron que 2024 sea un año dedicado a las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Se iniciará en Semana Santa, en la Misa Crismal de cada Diócesis y concluirá en la Peregrinación Nacional a la Virgen de los Treinta y Tres, el segundo domingo de noviembre. Durante el mismo se propondrá diferentes actividades y momentos de oración por las vocaciones a realizarse en parroquias y colegios.


lunes, 13 de noviembre de 2023

VII Jornada Mundial de los Pobres. «No apartes tu rostro del pobre» (Tobías 4,7). Mensaje del Papa Francisco.

 1. La Jornada Mundial de los Pobres, signo fecundo de la misericordia del Padre, llega por séptima vez para apoyar el camino de nuestras comunidades. Es una cita que la Iglesia va arraigando poco a poco en su pastoral, para descubrir cada vez más el contenido central del Evangelio. Cada día nos comprometemos a acoger a los pobres, pero esto no basta. Un río de pobreza atraviesa nuestras ciudades y se hace cada vez más grande hasta desbordarse; ese río parece arrastrarnos, tanto que el grito de nuestros hermanos y hermanas que piden ayuda, apoyo y solidaridad se hace cada vez más fuerte. Por eso, el domingo anterior a la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, nos reunimos en torno a su Mesa para recibir de Él, una vez más, el don y el compromiso de vivir la pobreza y de servir a los pobres.

«No apartes tu rostro del pobre» (Tb 4,7). Esta Palabra nos ayuda a captar la esencia de nuestro testimonio. Detenernos en el Libro de Tobías, un texto poco conocido del Antiguo Testamento, fascinante y rico en sabiduría, nos permitirá adentrarnos mejor en lo que el autor sagrado desea transmitir. Ante nosotros se despliega una escena de la vida familiar: un padre, Tobit, despide a su hijo Tobías, que está a punto de emprender un largo viaje. El anciano teme no volver a ver a su hijo y por ello le deja su “testamento espiritual”. Tobit había sido deportado a Nínive y se había quedado ciego, por lo que era doblemente pobre, pero siempre había tenido una certeza, expresada en el nombre que lleva: “El Señor ha sido mi bien”. Este hombre, que siempre confió en el Señor, como buen padre no desea tanto dejarle a su hijo algún bien material, cuanto el testimonio del camino a seguir en la vida, por eso le dice: «Acuérdate del Señor todos los días de tu vida, hijo mío, y no peques deliberadamente ni quebrantes sus mandamientos. Realiza obras de justicia todos los días de tu vida y no sigas los caminos de la injusticia» (4,5).

2. Como se puede apreciar inmediatamente, lo que el anciano Tobit pide a su hijo que recuerde no se limita a un simple acto de memoria o a una oración dirigida a Dios. Se refiere a gestos concretos que consisten en hacer buenas obras y vivir con justicia. La exhortación se hace aún más específica: a todos los que practican la justicia, «da limosna de tus bienes y no lo hagas de mala gana» (4,7).

Las palabras de este sabio anciano no dejan de sorprendernos. En efecto, no olvidemos que Tobit había perdido la vista precisamente después de realizar un acto de misericordia. Como él mismo cuenta, su vida desde joven estuvo dedicada a hacer obras de caridad: «Hice muchas limosnas a mis hermanos y a mis compatriotas deportados conmigo a Nínive, en el país de los Asirios. [...] Daba mi pan a los hambrientos, vestía a los que estaban desnudos y enterraba a mis compatriotas, cuando veía que sus cadáveres eran arrojados por encima de las murallas de Nínive» (1,3.17).

Por su testimonio de caridad, el rey lo había privado de todos sus bienes, dejándolo completamente pobre. Pero el Señor aún lo necesitaba; habiendo recuperado su puesto como administrador, no tuvo miedo de continuar con su estilo de vida. Escuchemos su relato, que también nos habla hoy a nosotros: «En nuestra fiesta de Pentecostés, que es la santa fiesta de las siete Semanas, me prepararon una buena comida y yo me dispuse a comer. Cuando me encontré con la mesa llena de manjares, le dije a mi hijo Tobías: “Hijo mío, ve a buscar entre nuestros hermanos deportados en Nínive a algún pobre que se acuerde de todo corazón del Señor, y tráelo para que comparta mi comida. Yo esperaré hasta que tú vuelvas”» (2,1-2). Sería muy significativo si, en la Jornada de los Pobres, esta preocupación de Tobit fuera también la nuestra. Invitar a compartir el almuerzo dominical, después de haber compartido la Mesa eucarística. La Eucaristía celebrada sería realmente criterio de comunión. Por otra parte, si en torno al altar somos conscientes de que todos somos hermanos y hermanas, ¡cuánto más visible sería esta fraternidad compartiendo la comida festiva con quien carece de lo necesario!

Tobías hizo como le había dicho su padre, pero regresó con la noticia de que habían asesinado a un pobre y lo habían abandonado en medio de la plaza. Sin vacilar, el anciano Tobit se levantó de la mesa y fue a enterrar a aquel hombre. Al volver a su casa, cansado, se durmió en el patio; sobre los ojos le cayó estiércol de unos pájaros y se quedó ciego (cf. 2,1-10). Ironía de la suerte: haces un gesto de caridad y te sucede una desgracia. El hecho nos lleva a pensar así; pero la fe nos enseña a ir más en profundidad. La ceguera de Tobit será su fuerza para reconocer aún mejor las numerosas formas de pobreza que le rodeaban. Y el Señor se encargará a su tiempo de restituir al anciano padre la vista y la alegría de volver a ver a su hijo Tobías. Cuando llegó ese día, Tobit «lo abrazó llorando y le dijo: “¡Te veo, hijo mío, luz de mis ojos!”. Y añadió: “¡Bendito sea Dios! ¡Bendito sea su gran Nombre! ¡Benditos sean todos sus santos ángeles! ¡Que su gran Nombre esté sobre nosotros! Benditos sean los ángeles por todos los siglos! Porque él me había herido, pero […] ahora veo a mi hijo Tobías”» (11,13-15).

3. Podemos preguntarnos: ¿de dónde le vienen a Tobit la valentía y la fuerza interior que le permiten servir a Dios en medio de un pueblo pagano y de amar al prójimo hasta el punto de poner en peligro su propia vida? Estamos frente a un ejemplo extraordinario: Tobit era un esposo fiel y un padre atento; fue deportado lejos de su tierra y sufría injustamente; fue perseguido por el rey y por sus vecinos. A pesar de tener un alma tan buena, fue puesto a prueba. Como a menudo nos enseña la Sagrada Escritura, Dios no les evita las pruebas a los que hacen el bien. ¿Cómo es posible? No lo hace para humillarnos, sino para afianzar nuestra fe en Él.

Tobit, en el momento de la prueba, descubre su propia pobreza, que lo hace capaz de reconocer a los pobres. Es fiel a la Ley de Dios y observa los mandamientos, pero esto no le es suficiente. La atención efectiva hacia los pobres le era posible porque había experimentado la pobreza en su propia carne. Por lo tanto, las palabras que dirige a su hijo Tobías son su auténtica herencia: «No apartes tu rostro de ningún pobre» (4,7). En definitiva, cuando estamos ante un pobre no podemos volver la mirada hacia otra parte, porque eso nos impedirá encontrarnos con el rostro del Señor Jesús. Y fijémonos bien en esa expresión «de ningún pobre». Cada uno de ellos es nuestro prójimo. No importa el color de la piel, la condición social, la procedencia. Si soy pobre, puedo reconocer quién es el hermano que realmente me necesita. Estamos llamados a encontrar a cada pobre y a cada tipo de pobreza, sacudiendo de nosotros la indiferencia y la banalidad con las que escudamos un bienestar ilusorio.

4. Vivimos un momento histórico que no favorece la atención hacia los más pobres. La llamada al bienestar sube cada vez más de volumen, mientras las voces del que vive en la pobreza se silencian. Se tiende a descuidar todo aquello que no forma parte de los modelos de vida destinados sobre todo a las generaciones más jóvenes, que son las más frágiles frente al cambio cultural en curso. Lo que es desagradable y provoca sufrimiento se pone entre paréntesis, mientras que las cualidades físicas se exaltan, como si fueran la principal meta a alcanzar. La realidad virtual se apodera de la vida real y los dos mundos se confunden cada vez más fácilmente. Los pobres se vuelven imágenes que pueden conmover por algunos instantes, pero cuando se encuentran en carne y hueso por la calle, entonces intervienen el fastidio y la marginación. La prisa, cotidiana compañera de la vida, impide detenerse, socorrer y hacerse cargo de los demás. La parábola del buen samaritano (cf. Lc 10,25-37) no es un relato del pasado, interpela el presente de cada uno de nosotros. Delegar en otros es fácil; ofrecer dinero para que otros hagan caridad es un gesto generoso; la vocación de todo cristiano es implicarse en primera persona.   

5. Agradecemos al Señor porque son muchos los hombres y mujeres que viven entregados a los pobres y a los excluidos y que comparten con ellos; personas de todas las edades y condiciones sociales que practican la acogida y se comprometen junto a aquellos que se encuentran en situaciones de marginación y sufrimiento. No son súper-hombres, sino “vecinos de casa” que encontramos cada día y que en el silencio se hacen pobres y con los pobres. No se limitan a dar algo; escuchan, dialogan, intentan comprender la situación y sus causas, para dar consejos adecuados y referencias justas. Están atentos a las necesidades materiales y también espirituales, a la promoción integral de la persona. El Reino de Dios se hace presente y visible en este servicio generoso y gratuito; es realmente como la semilla caída en la tierra buena de estas personas que da fruto (cf. Lc 8,4-15). La gratitud hacia tantos voluntarios pide hacerse oración para que su testimonio pueda ser fecundo.

6. En el 60 aniversario de la Encíclica Pacem in terris, es urgente retomar las palabras del santo Papa Juan XXIII cuando escribía: «Observamos que [el hombre] tiene un derecho a la existencia, a la integridad corporal, a los medios necesarios para un decoroso nivel de vida, cuales son, principalmente, el alimento, el vestido, la vivienda, el descanso, la asistencia médica y, finalmente, los servicios indispensables que a cada uno debe prestar el Estado. De lo cual se sigue que el hombre posee también el derecho a la seguridad personal en caso de enfermedad, invalidez, viudedad, vejez, paro y, por último, cualquier otra eventualidad que le prive, sin culpa suya, de los medios necesarios para su sustento» (n. 11).

Cuánto trabajo tenemos todavía por delante para que estas palabras se hagan realidad, también por medio de un serio y eficaz compromiso político y legislativo. Que pueda desarrollarse la solidaridad y la subsidiariedad de tantos ciudadanos que creen en el valor del compromiso voluntario de entrega a los pobres, no obstante los límites y en ocasiones las deficiencias de la política en ver y servir al bien común. Se trata ciertamente de estimular y hacer presión para que las instituciones públicas cumplan bien su deber; pero no sirve permanecer pasivos en espera de recibir todo “desde lo alto”; quienes viven en condiciones de pobreza también han de ser implicados y acompañados en un proceso de cambio y de responsabilidad.

7. Lamentablemente, debemos constatar una vez más nuevas formas de pobreza que se suman a las que se han descrito anteriormente. Pienso de modo particular en las poblaciones que viven en zonas de guerra, especialmente en los niños privados de un presente sereno y de un futuro digno. Nadie podrá acostumbrarse jamás a esta situación; mantengamos vivo cada intento para que la paz se afirme como don del Señor Resucitado y fruto del compromiso por la justicia y el diálogo.

Tampoco puedo olvidar las especulaciones que, en diversos sectores, llevan a un dramático aumento de los costes que vuelven a muchísimas familias aún más indigentes. Los salarios se acaban rápidamente, obligando a privaciones que atentan contra la dignidad de las personas. Si en una familia se debe elegir entre la comida para subsistir y las medicinas para recuperar la salud, entonces debe hacerse escuchar la voz del que reclama el derecho de ambos bienes, en nombre de la dignidad de la persona humana.

¿Cómo no llamar la atención, además, sobre el desorden ético que marca el mundo del trabajo? El trato deshumano que se reserva a tantos trabajadores y trabajadoras; la retribución que no corresponde al trabajo realizado; el flagelo de la precariedad; las excesivas víctimas de accidentes, provocadas a menudo por una mentalidad que prefiere el beneficio inmediato en detrimento de la seguridad. Vuelven a la mente las palabras de san Juan Pablo II: «El primer fundamento del valor del trabajo es el hombre mismo. […] El hombre está destinado y llamado al trabajo; pero, ante todo, el trabajo está “en función del hombre” y no el hombre “en función del trabajo”» (Carta enc. Laborem exercens, 6).

8. Esta enumeración, ya de por sí dramática, describe sólo parcialmente las situaciones de pobreza que forman parte de nuestra cotidianidad. No puedo pasar por alto, en particular, un modo de sufrimiento que cada día es más evidente y que afecta al mundo juvenil. Cuántas vidas frustradas e incluso suicidios de jóvenes, engañados por una cultura que los lleva a sentirse “incompletos” y “fracasados”. Ayudémosles a reaccionar ante estas instigaciones nefastas, para que cada uno pueda encontrar el camino a seguir para adquirir una identidad fuerte y generosa.

Es fácil, hablando de los pobres, caer en la retórica. También es una tentación insidiosa la de quedarse en las estadísticas y en los números. Los pobres son personas, tienen rostros, historias, corazones y almas. Son hermanos y hermanas con sus cualidades y defectos, como todos, y es importante entrar en una relación personal con cada uno de ellos.

El Libro de Tobías nos enseña cómo actuar de forma concreta con y por los pobres. Es una cuestión de justicia que nos compromete a todos a buscarnos y encontrarnos recíprocamente, para favorecer la armonía necesaria, de modo que una comunidad pueda identificarse como tal. Por tanto, el interés por los pobres no se agota en limosnas apresuradas; exige restablecer las justas relaciones interpersonales que han sido afectadas por la pobreza. De ese modo, “no apartar el rostro del pobre” conduce a obtener los beneficios de la misericordia, de la caridad que da sentido y valor a toda la vida cristiana.

9. Nuestra atención hacia los pobres siempre está marcada por el realismo evangélico. Lo que se comparte debe responder a las necesidades concretas de los demás, no se trata de liberarse de lo superfluo. También en esto es necesario el discernimiento, bajo la guía del Espíritu Santo, para reconocer las verdaderas exigencias de los hermanos y no nuestras propias aspiraciones. Lo que de seguro necesitan con mayor urgencia es nuestra humanidad, nuestro corazón abierto al amor. No lo olvidemos: «Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 198). La fe nos enseña que cada uno de los pobres es hijo de Dios y que en él o en ella está presente Cristo: «Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40).

10. Este año se conmemora el 150 aniversario del nacimiento de santa Teresa del Niño Jesús. En una página de su Historia de un alma escribió: «Sí, ahora comprendo que la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no extrañarse de sus debilidades, en edificarse de los más pequeños actos de virtud que les veamos practicar. Pero, sobre todo, comprendí que la caridad no debe quedarse encerrada en el fondo del corazón: Nadie, dijo Jesús, enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa. Yo pienso que esa lámpara representa a la caridad, que debe alumbrar y alegrar, no sólo a los que me son más queridos, sino a todos los que están en la casa, sin exceptuar a nadie» (Ms C, 12r°: Obras completas, Burgos 2006, 287-288).

En esta casa que es el mundo, todos tienen derecho a ser iluminados por la caridad, nadie puede ser privado de ella. Que la perseverancia del amor de santa Teresita pueda inspirar nuestros corazones en esta Jornada Mundial, que nos ayude a “no apartar el rostro del pobre” y a mantener nuestra mirada siempre fija en la faz humana y divina de nuestro Señor Jesucristo.

Roma, San Juan de Letrán, 13 de junio de 2023, 
Memoria de san Antonio de Padua, patrono de los pobres.

Francisco

viernes, 10 de noviembre de 2023

“Estén prevenidos, porque no saben ni el día ni la hora” (Mateo 25,1-13). Domingo XXXII durante el año.

Este domingo los obispos del Uruguay estamos en Florida, participando en la peregrinación nacional a la Virgen de los Treinta y Tres, agradeciendo con María la beatificación de Jacinto Vera, nuestro primer obispo y gran misionero.

Elevamos nuestra súplica a la patrona del Uruguay por todo nuestro pueblo, para que siempre busque y encuentre los caminos de la paz y del desarrollo humano integral que, superando las carencias materiales y morales, encuentra su plenitud en “la fe, Don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad en la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida del Dios vivo, Padre de todos los hombres”, como enseña san Pablo VI (Populorum Progressio, 21).

Las lecturas de este domingo se abren con el libro de la sabiduría, invitándonos a leer el evangelio con ese telón de fondo. El evangelio nos trae la parábola de las diez vírgenes: cinco necias y cinco prudentes. La sabiduría y la falta de ella es lo que diferencia a los dos grupos.

La persona sabia no es la que sabe muchas cosas, sino la que conoce lo esencial, la que sabe qué es, realmente, lo más importante.

¿Es difícil alcanzar la sabiduría? Es asombroso lo fácil que es hoy acceder a todo tipo de información. Cualquier cosa que despierte nuestra curiosidad puede ser averiguada de inmediato si tenemos a mano un teléfono con acceso a internet.

Eso es fácil; pero la sabiduría es otra cosa. Supone tiempos de silencio interior, de reflexión, de revisión de vida, de dejar decantar nuestra propia experiencia para encontrar lo realmente valioso.

Todo eso puede parecer difícil… pero el libro de la Sabiduría tiene varias expresiones que nos animan a emprender la búsqueda.

La Sabiduría … se deja contemplar fácilmente por los que la aman
y encontrar por los que la buscan.
Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean.
El que madruga para buscarla no se fatigará,
porque la encontrará sentada a su puerta.
La Sabiduría busca por todas partes
a los que son dignos de ella,
se les aparece con benevolencia en los caminos
y les sale al encuentro en todos sus pensamientos. (Sabiduría 6,12-16)

En el mundo hay muchas escuelas de sabiduría, en el marco de diferentes religiones o filosofías. Incluso dentro de nuestra misma fe católica hay distintas corrientes de espiritualidad; pero la sabiduría está en Jesucristo, nuestro Guía, como veíamos el domingo pasado.

El comienzo de la parábola es un poco desconcertante:

El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. (Mateo 25,1-13)

Uno podría empezar por preguntarse, en primer lugar, cuál es la semejanza del Reino con esas diez jóvenes; pero esto se entiende al final de la parábola.

¿Por qué diez? Los rabinos decían que ese era el número .mínimo para formar una congregación. También diez fue el número en que se detuvo Abraham en su súplica para que Dios no destruyera la ciudad de Sodoma: diez hombres justos. «En atención a esos diez, respondió Dios, no la destruiré» (Génesis 18,32).

Ahora bien ¿qué hacían esas jóvenes? ¿A quién esperaban? Jesús utiliza una imagen bien conocida de los casamientos de su pueblo. La novia, junto con sus amigas, esperaba al novio que debía llegar en algún momento a la casa. Las diez vírgenes son ese cortejo. La parábola continúa:

Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.
Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. (Mateo 25,1-13)

¿Dónde está el límite entre sabiduría y necedad? Las prudentes, o sea las sabias, fueron previsoras. Se aseguraron de tener siempre aceite, no importa lo que tardara el novio en llegar. Su mirada fue más allá del momento presente. Las necias, en cambio, no tomaron esa precaución. Cuando les avisaron que llegaba el novio, ya no tenían aceite y sus lámparas se apagaban. Intentaron conseguirlo, pero cuando volvieron, ya era tarde:

Llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.
Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: «Señor, señor, ábrenos».
Pero él respondió: «Les aseguro que no las conozco».  (Mateo 25,1-13)

La llegada del esposo es el anuncio de la segunda venida de Cristo, quien, como decimos en el Credo “de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos”.

La actitud sabia con la que vivir la espera, es la que señala Jesús, dando conclusión a la parábola:

Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.

Hay momentos en los que Jesús nos pide velar, permanecer despiertos. No se trata simplemente de no dormirnos, sino de estar atentos a su paso por nuestra vida, lo que nos ayudará a estar preparados para el momento del encuentro definitivo con Él.

Con esa advertencia comenzaba un antiguo poema castellano:

“Recuerde el alma dormida / avive el seso y despierte / contemplando / cómo se pasa la vida / cómo se viene la muerte / tan callando” (Jorge Manrique)

Las diez muchachas se durmieron en la espera; pero el alma de las cinco jóvenes sabias no estaba dormida y la llegada del Señor las encontró preparadas, porque nunca olvidaron dónde estaban y para qué estaban. Explicando esta parábola, dice el papa Francisco:

La lámpara es el símbolo de la fe que ilumina nuestra vida, mientras que el aceite es el símbolo de la caridad que alimenta y hace fecunda y creíble la luz de la fe. La condición para estar listos para el encuentro con el Señor no es solo la fe, sino una vida cristiana rica en amor y caridad hacia el prójimo. (Ángelus, 12 de noviembre de 2017).

Que así nos encuentre Jesús a cada uno de nosotros. 

En esta semana

Miércoles 15: San Alberto Magno, obispo y doctor de la Iglesia

Viernes 17: en Uruguay celebramos a los santos Roque González, Alfonso Rodríguez y Juan del Castillo, presbíteros de la Compañía de Jesús y mártires de las Misiones Jesuíticas, que abarcaron zonas de lo que hoy es Paraguay, Argentina, Brasil y nuestro Uruguay. Nuestra patrona, la Virgen de los Treinta y Tres, a la que estamos celebrando hoy, es una imagen proveniente de los talleres misioneros.

VII Jornada Mundial de los pobres

El próximo domingo se celebra la VII Jornada Mundial de los Pobres, con el lema «No apartes tu rostro del pobre», palabras tomadas del libro de Tobías. Tobías es el hijo de Tobit y es su padre quien le hace esa recomendación, que no se limita a un simple acto de memoria o una oración dirigida a Dios, sino que apunta a gestos concretos en favor de los más necesitados. En nuestra diócesis, el Oficio Catequístico Diocesano ha invitado a todos los catequizandos, niños y adultos a recoger alimentos que serán entregados al Cottolengo de Don Orione en La Floresta. Varias parroquias se han unido a esta iniciativa y alguna de ellas ha planeado también una visita a los internos de esta obra.

Y esto es todo por hoy. Gracias, amigas y amigos, por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo, Amén.

lunes, 6 de noviembre de 2023

Ordenación Diaconal de José Arquímedes González.

Homilía

Lecturas correspondientes al XXXI domingo durante el año
Evangelio según san Mateo 23, 1-12

Queridos hermanos y hermanas:

Con alegría y esperanza estamos celebrando la Eucaristía, en la que será ordenado Diácono nuestro hermano José Arquímedes González Rodríguez.

En la carta en la que pidió recibir este sacramento, José manifestó su deseo de servir, siguiendo el ejemplo de Cristo servidor, que no vino a que lo sirvieran, sino a servir.

En el pasaje del evangelio que acabamos de escuchar, Jesús nos llama a cuidarnos de la hipocresía, que mostraban los fariseos de su tiempo, que no cumplían lo que ellos mismos predicaban. 

“Todo lo hacen para que los vean”, decía Jesús sobre aquellos hombres, que se sentían merecedores de los lugares destacados y esperaban siempre recibir un tratamiento especial por parte de la gente.

Luego de esa referencia, Jesús indica a sus discípulos que no utilicen entre ellos los títulos que los fariseos gustaban de darse a sí mismos y oír en labios de otros: maestro, padre mío, doctor.

¿Por qué pide Jesús que en la comunidad de los discípulos nadie sea llamado de esa forma? No es simplemente por una cuestión de humildad y modestia puramente humanas. Jesús indica quiénes son los auténticos dueños de esos títulos, quiénes son los únicos a quienes se puede llamar de esa manera con propiedad.

Un solo Padre

Comencemos por el título de padre: 

“A nadie en el mundo llamen «padre», porque no tienen sino uno, el Padre celestial.”

El Padre celestial, Dios Padre, está en el centro de las enseñanzas de Jesús. Su nombre aparece frecuentemente en su boca. Es Su Padre, pero él anuncia la extensión de la paternidad de Dios a todos, llamados a reconocerse como sus hijos e hijas.

La paternidad humana es participación de la paternidad del Padre. 

Piadosamente lo expresa san Pablo:

“… doblo mis rodillas delante del Padre, 
de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra” 
(Efesios 3,14-15)

Toda paternidad… y toda maternidad, porque Dios es también madre, como lo recordó el beato Juan Pablo I, en el Ángelus del 10 de septiembre de 1978, en el que -es bueno recordarlo en estos tiempos de guerra- oró por las negociaciones por la paz en el Cercano Oriente que se estaban desarrollando en Camp David y que llegaron a buen término.

La parábola del Padre misericordioso es el gran retrato que Jesús nos ha dejado del Padre. En el año de la Misericordia de 2016 se nos recordó el llamado a ser “misericordiosos como el Padre”. Todos nosotros, Pueblo de Dios, que experimentamos en nuestra vida el amor misericordioso de Dios estamos llamados a extenderlo como testigos de la misericordia. 

Hoy, ese llamado recae especialmente sobre nuestro hermano José, para que lo viva profundamente en el ministerio que va a recibir.

Un solo Doctor

Dice también Jesús:

“No se dejen llamar tampoco «doctores», 
porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.”

Jesús es el Mesías, el Cristo. Él es el verdadero doctor.

La palabra que, a menudo, aparece traducida como “doctor” en el evangelio, puede traducirse también como “director” o “guía”.

El doctor, en ese sentido, no es el erudito, que posee cuantiosos conocimientos, sino el hombre que, conociendo mucho o conociendo poco, ha alcanzado la sabiduría, es decir, un saber profundo que lo hace capaz de aconsejar y guiar a los demás en el camino de la vida.

Los doctores del tiempo de Jesús eran los estudiosos de la Palabra de Dios; sin embargo, muchas veces se perdían en discusiones estériles o resaltaban cosas poco significativas, sin percibir con claridad lo realmente importante.

Ante la pregunta de uno de esos doctores acerca del mandamiento más importante de la Ley, que escuchamos el domingo pasado, Jesús mostró su profunda sabiduría al responder con el mandamiento del amor a Dios sobre todas las cosas y del amor al prójimo como a sí mismo, de los cuales, dijo, “dependen toda la Ley y los profetas”.

Todo aquel que en la comunidad es llamado a ser, de alguna forma, guía para sus hermanos, solo podrá hacerlo en profunda unión con quien es nuestro único doctor, director y guía, Jesucristo.

Como decía san Juan Pablo II a los catequistas:

“el único que enseña es Cristo, y cualquier otro lo hace en la medida 
en que es portavoz suyo, permitiendo que Cristo enseñe por su boca.” 
(Catechesi Tradendae, 6).

Pedimos al Señor que José pueda crecer en su unidad con el Señor, para que el mismo Cristo enseñe también por su boca, en la predicación y en la catequesis que le corresponda ofrecer.

Un solo Maestro

Hablamos del Padre Dios, el auténtico padre; del Mesías, que es el Hijo, el verdadero doctor y guía. Pero Jesús había comenzado diciendo:

“En cuanto a ustedes, no se hagan llamar «maestro»,
 porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos.”

Muchas veces Jesús es llamado maestro, con la palabra hebrea “Rabbí”. No es esa la palabra que aparece aquí. ¿Quién es este maestro del que habla Jesús? ¿Es él mismo o acaso el maestro interior, el Espíritu Santo? Son muchas las referencias al Espíritu que aparecen en el evangelio de Mateo, pero hay una donde éste aparece especialmente como aquel que auxilia enseñando. Cuando Jesús anuncia a sus discípulos que serán detenidos e interrogados, les dice:

Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. (Mateo 10,19-20)

El Espíritu Santo, maestro para una comunidad de hermanos, en la que el Espíritu suscita ministerios para el servicio de toda la comunidad.

Por profunda que se pretenda la relación personal con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, algo estará errado si no incluye la comunión con los hermanos en la fe y la participación en todos los medios que el Señor dejó a su Iglesia como signos de su presencia y de su acción eficaz.

Ministros y fieles del Pueblo de Dios caminamos juntos y juntos discernimos la voz del Espíritu, en comunión con toda la Iglesia. No nos lanzamos impulsivamente hacia adelante, quedándonos solos para hacer nuestro propio camino, ni dejamos atrás a aquellos que marchan lentamente, sea porque flaquean sus fuerzas, sea porque necesitan sentir que el camino es seguro para poder avanzar.

El Servidor

Padre, maestro, doctor, no. 

Dice Jesús: “El mayor entre ustedes será su servidor”, será su diácono, dice el original griego, porque diácono significa servidor. 

El diácono permanente asume un servicio en la comunidad eclesial; pero no para que los demás nos descansemos en él, sino para recordarnos que la diaconía, el servicio, es una importante dimensión de la vida cristiana y que cada miembro de la comunidad y la misma comunidad en su conjunto están llamados a realizarlo.

En su mensaje con motivo de la séptima jornada mundial de los pobres, el Papa Francisco nos habla de aquellos que “están atentos a las necesidades materiales y también espirituales [de los pobres], a la promoción integral de la persona” y como “el Reino de Dios se hace presente y visible en este servicio generoso y gratuito”.

José ha manifestado que pide el diaconado para “proseguir en el servicio fiel y desinteresadamente” y, junto con su esposa Emilia se han encomendado al Señor y a su Madre.

En esta casa dedicada a Nuestra Señora del Luján, confiamos el ministerio que va a recibir José a la que es modelo de la Iglesia, como “servidora del Señor”. Así sea. 

viernes, 3 de noviembre de 2023

“Todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas” (1 Tesalonicenses, 5,5)

“Todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas”. 

La luz fue siempre símbolo de vida. Todos los días esperamos el alba como mensajera de un nuevo comienzo. El tema de la luz estuvo presente en la historia de los pueblos y en las antiguas religiones. 

La tradición judía celebra la fiesta de las luces (o de las lámparas), Janucá, que recuerda la rededicación del segundo Templo de Jerusalén y la liberación de los cultos paganos. Los musulmanes encienden velas en el día del nacimiento del profeta, Mawlid en árabe o Mevlid Kandili en turco.

La fiesta de Diwali, cuyo nombre significa festival de las luces, originariamente una fiesta hindú, es celebrada por diversos credos de la India para celebrar la victoria del bien sobre el mal.

Para los cristianos, Jesucristo es la luz que ilumina las tinieblas del mundo. Por lo tanto, se trata de una realidad de un fuerte simbolismo, representa una presencia de lo divino, un don para la humanidad y para la tierra.

“Todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas”. 

¿Pero cuáles son las características de los hijos del día? Una de ellas es el “no pertenecer a la noche  ni a las tinieblas”. La renuncia a adormecerse, a la apatía radica en la decisión de mantenerse despierto. Es una opción de amor habitar y vivir plenamente el tiempo. 

La urgente invitación del apóstol a la comunidad de Tesalónica es precisamente la de estar alerta siempre, renunciando a toda forma de sopor y de indiferencia. En un tiempo en el que la humanidad está particularmente necesitada de luz, los que no pertenecen a la noche tienen la tarea de iluminar las relaciones entre personas, en un permanente entregarse para hacer visible la presencia del Resucitado revestidos  con la fe, el amor y la esperanza, como escribe Pablo (cf 1 Tesalonicenses 5,8). 

Es necesario aún cultivar con Dios una relación más estrecha y más verdadera, ahondando en nuestro corazón, encontrando momentos de diálogo a través de la oración, poniendo en práctica su palabra que irradia precisamente esta luz.

“Todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas”. 

A veces podemos llagar a acostumbrarnos a vivir en la oscuridad de nuestro corazón y darnos por satisfechos con las muchas luces artificiales, con las promesas de felicidad del mundo, pero Dios nos llama siempre para que brille su luz dentro de nosotros  y para que sepamos saber mirar personas y acontecimientos con atención para percibir en ellos hilvanados luminosos.

El esfuerzo consiste en llevar a cabo continuamente una opción que nos permita renacer: la elección de pasar de la oscuridad a la luz. 

“El cristiano no puede escapar del mundo, esconderse y creer que la religión es un hecho privado”, 

escribía Chiara Lubich. 

“Él vive en el mundo –prosigue – porque tiene una responsabilidad, una misión frente a todos los hombres, ser la luz que ilumina. También tú tienes esta tarea, y si no la cumples es como la sal que ha perdido su sabor o como la luz convertida en sombra (1).  La tarea del cristiano es por lo tanto permitir que se transparente la luz que lo habita, ser el ‘signo’ de la presencia de Dios entre los hombres” (2). 

“Todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas”. 

Dios es luz y puede ser encontrado por quienes lo buscan con corazón sincero. Suceda lo que suceda no seremos nunca separados de su amor porque somos hijos suyos. Si estamos seguros de ello no quedaremos apresados ni agobiados por los acontecimientos que puedan desconcertarnos.

Los terremotos de febrero en Turquía y Siria, y más recientemente en Marruecos y las inundaciones en Libia, que provocaron miles de víctimas han conmocionado la vida de millones de personas. Quienes sobrevivieron a las catástrofes, enteras comunidades, de esos lugares y de otros países, han representado puntos luminosos que se ocuparon de llevar ayudas inmediatas y acompañar a cuantos han perdido afectos, casas, todo.

Las tinieblas no podrán nunca superar a quienes eligen vivir en la luz y quieren generarla en los demás. Esto, para los cristianos significa una vida con Cristo entre nosotros, presencia que hace posible abrir destellos de vida, que vuelven a dar esperanza y nos llevan a vivir en el amor de Dios.

Victoria Gómez y equipo de Palabra de Vida

(1) Cf  Mateo 5,13-16
(2) C. Lubich, Palabra de Vida de agosto 1979

jueves, 2 de noviembre de 2023

“El que se humilla será elevado” (Mateo 23,1-12). Domingo XXXI durante el año.

En los domingos anteriores hemos ido viendo cómo Jesús era puesto a prueba por distintos grupos religiosos que lo veían como una amenaza y trataban de desacreditarlo, de dejarlo mal ante la gente, por medio de preguntas tramposas.

Ahora, Jesús habla a la multitud acerca de uno de esos grupos, el de los fariseos, que es el que ha estado por detrás de todo eso.

“Fariseo”, se ha explicado más de una vez, significa “separado”. Los fariseos se consideraban hombres justos, que cumplían fielmente la ley de Dios y, por eso, “separados” de todos los demás, los pecadores. Jesús tiene una constante discusión con ellos.

Los fariseos creen que el hombre se salva cumpliendo escrupulosamente la ley de Dios. No solo los diez mandamientos, sino los centenares de preceptos que se encuentran en la Biblia. Cumpliendo esos mandatos, ellos consideran que han ganado su salvación, que tienen méritos para presentarle a Dios.

Jesús, en cambio, ve la fragilidad humana, la imposibilidad para el hombre de hacerse justo ante Dios y permanecer así por sus solas fuerzas. Por eso él acentúa el amor y la misericordia de Dios que se derrama sobre todas las personas, igual que la lluvia, que cae sobre buenos y malos.

Jesús no rechaza la ley de Dios, faltaría más… al contrario, él dice que ha venido para llevarla a su plenitud y, de hecho, el domingo pasado nos indicó cuál es el mandamiento más importante de la ley: amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a sí mismo. En esos dos mandamientos está la plenitud de la ley.

Pero no se trata solamente de diferencias de pensamiento, porque Jesús señala que los fariseos no cumplen de verdad la ley. Así los describe:

Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. (Mateo 23,1-12)

Jesús señala en los fariseos la insensibilidad, la apariencia, la hipocresía, la búsqueda de reconocimiento. Quieren fama. Buscan su propia gloria, no la gloria de Dios.

Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar «mi maestro» por la gente. (Mateo 23,1-12)

Mirando hacia sus discípulos, Jesús recomienda otra manera de actuar, muy diferente.

En cuanto a ustedes, no se hagan llamar «maestro», porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen «padre», porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco «doctores», porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. (Mateo 23,1-12)

Un solo Maestro, un solo Padre, un solo Doctor. Vamos a detenernos un poco en esto.

Un solo Padre. El Padre Celestial, el único padre propiamente dicho, porque toda verdadera paternidad proviene de él, como lo expresa devotamente san Pablo:

“… doblo mis rodillas delante del Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra” (Efesios 3,14-15)

Un solo “Doctor” que es el Mesías. El Mesías es el mismo Jesús. Ahora ¿Qué quiere decir aquí “doctor”? A veces, cuando escuchamos a una persona que sabe mucho, decimos “es un doctor”. De un doctor, que puede ser un médico, un abogado u otro profesional, esperamos que sepa, que tenga un conocimiento profundo y con ese conocimiento nos guíe en lo que tenemos que hacer para cuidar nuestra salud o para resolver un problema legal. 

En tiempos de Jesús, los doctores eran los hombres estudiosos de la Palabra de Dios, que desde ese conocimiento podían guiar a los demás. Por eso algunas biblias traducen aquí, en vez de doctor “guía”, “director”, que expresa mejor esa capacidad de orientar al otro a partir de ese conocimiento. 

Jesús nos dice que Él, el Mesías, es el único guía, el único director que debemos seguir, precisamente porque él sí hace lo que dice y nos conduce con el ejemplo de su propia vida.

Un solo Maestro. Podríamos pensar que ese único Maestro es Jesús, pero el texto no dice eso y no nos dice quién es. Podemos pensar que es el Espíritu Santo. En el mismo evangelio de Mateo, cuando les anuncia a sus discípulos que serán perseguidos e interrogados en tribunales, Jesús les dice:

Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. (Mateo 10,19-20)

El Espíritu Santo como maestro interior. Nuestro Padre, nuestro Guía, nuestro Maestro es el mismo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Pero todo eso no lo vivimos individualmente, cada persona por su lado, pensando lo que le parece. Jesús transmite todo esto a sus discípulos, los apóstoles, que formaron la comunidad cristiana y fueron organizando diferentes servicios y ministerios.

Todos esos ministerios, no solo el de los obispos, presbíteros y diáconos, sino los que han ido surgiendo y seguirán surgiendo en la Iglesia: catequistas, ministros de la comunión, animadores, lectores, acólitos, agentes de pastoral social, tienen la misión de ayudar a todo el Pueblo de Dios a conocer el amor del Padre, a seguir las enseñanzas del Hijo y a reconocer la acción del Espíritu Santo. 

Estos ministerios no son un honor, no son para nuestra gloria, sino para gloria de Dios. Todos los ministros somos servidores del Pueblo de Dios y nunca debemos olvidar la enseñanza de Jesús con la que concluye este pasaje del evangelio de hoy:

El mayor entre ustedes será el que sirve, porque el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado. (Mateo 23,1-12)

Algo así ya había dicho Jesús, cuando dos discípulos le pidieron estar en los lugares más relevantes cuando Él estableciera su reino:

«… el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud» (Mateo 20,26-28)

El que se eleva será humillado, el que se humilla será elevado. ¿Humillado por quién? ¿Elevado por quién? Por el Padre Dios: el mismo que resucitó a Jesús de entre los muertos es quien elevará a todo aquel que se una a su Hijo en el servicio humilde y en la entrega de su vida día a día.

En esta semana

Miércoles 8, Purísima Virgen de los Treinta y Tres, patrona del Uruguay. En este día comienza su reunión la asamblea de la Conferencia Episcopal del Uruguay.

Jueves 9. Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán. Ese día celebra su fiesta patronal la parroquia de Tala, cuya iglesia está dedicada al Santísimo Salvador. Este año, se cumplen los 160 años de la creación de la parroquia, que se celebrarán ese día, en la fiesta patronal.

También el jueves, a la hora 20:30 en la Catedral de Florida se hará el tradicional recital “Uruguay le canta a la Virgen de los Treinta y Tres”, que será transmitida a través de internet por ICMtv [icmtv.uy] y el canal de YouTube “Uruguay le canta a la Virgen”.

Sábado 11. “Caminamos 33 km hacia María”, es el lema de la peregrinación que organizan los jóvenes de Canelones. Saldrá a las 7:30 desde el peaje de la Ruta 5. Se hará noche en Florida, para participar en la peregrinación nacional.

Domingo 12. “Junto a la Virgen de los Treinta y Tres agradecemos la beatificación de Jacinto Vera”. Con ese lema ha sido convocada la peregrinación nacional al santuario de la patrona del Uruguay. A las 10 será la Misa en la que estaremos presentes los obispos del Uruguay junto a peregrinos de nuestras diócesis.

Santoral 

Miércoles 8, Purísima Virgen de los Treinta y Tres, patrona del Uruguay.
Jueves 9, Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán.
Viernes 10, San León, papa y doctor de la Iglesia.
Sábado 11, San Martín de Tours, obispo.
Domingo 12, San Josafat, obispo y mártir. 

Gracias amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.