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miércoles, 1 de enero de 2025

«¿Crees esto?» (Jn 11, 26). Palabra de Vida, enero 2025. Movimiento de los Focolares.

Jesús está llegando a Betania, donde Lázaro lleva muerto cuatro días. Informada de ello, su hermana Marta corre esperanzada a su encuentro. Jesús los quería mucho a ella, a su hermana María y a Lázaro, como subraya el Evangelio [1]. Aun en medio del dolor, Marta manifiesta al Señor su confianza en Él, convencida de que si hubiese estado presente antes de morir su hermano, éste seguiría vivo, pero que incluso ahora, cualquier petición que hiciera a Dios sería atendida. «Tu hermano resucitará» (Jn 11, 23), afirma entonces Jesús.

«¿Crees esto?»

Después de haber aclarado que se refiere a la vuelta de Lázaro a la vida física aquí y ahora, y no solo a la que le espera al creyente después de la muerte, Jesús le pide a Marta la adhesión de la fe, y no solo para realizar uno de sus milagros –que el evangelista Juan llama «signos»–, sino para otorgarle a ella, como a todos los creyentes, una vida nueva y la resurrección. «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11, 25), afirma Jesús. Y la fe que le pide es una relación personal con él, una adhesión activa y dinámica. Creer no es como aceptar un contrato que se firma una vez y ya no se vuelve a mirar, sino un hecho que transforma e impregna la vida diaria.

«¿Crees esto?»

Jesús invita a vivir una vida nueva aquí y ahora. Nos invita a experimentarla cada día, sabiendo que, como hemos vuelto a descubrir en Navidad, él mismo nos la ha traído, tomando la iniciativa de venir a buscarnos y viniendo entre nosotros.

¿Cómo responder a su pregunta? Miremos a Marta, la hermana de Lázaro.

En el diálogo con Jesús le brota una profesión de fe plena en él. El original griego la expresa aún con más fuerza. El «yo creo» que ella pronuncia significa «he alcanzado a creer», «creo firmemente» que «tú eres el Cristo, el Hijo de Dios que iba a venir al mundo» [2], con todas las consecuencias. Es una convicción madurada con el tiempo, puesta a prueba en las diversas circunstancias que ha afrontado en la vida.

El Señor me dirige su pregunta también a mí. También a mí me pide una confianza generosa en él y la adhesión a su estilo de vida, fundado en el amor generoso y concreto a todos. La perseverancia madurará mi fe, que se reforzará al constatar día tras día la verdad de las palabras de Jesús puestas en práctica, y que no dejará de expresarse en mi actuar diario con todos. Para empezar, podemos hacer nuestra la oración de los apóstoles a Jesús: «Auméntanos la fe» (Lc 17, 5).

«¿Crees esto?»

«Una de mis hijas había perdido el trabajo a la vez que todos sus compañeros, ya que el gobierno había cerrado la agencia pública donde trabajaban –cuenta Patricia, de Latinoamérica–. Como forma de protesta, habían organizado una acampada ante la sede. Yo procuraba apoyarlos participando en algunas de sus actividades, llevándoles comida o simplemente parándome a hablar con ellos.

El Jueves Santo, un grupo de sacerdotes que los acompañaba decidió celebrar una ceremonia en la que se ofrecían también espacios de escucha, se leyó el Evangelio y se llevó a cabo el gesto del lavatorio de pies en recuerdo de lo que había hecho Jesús. La mayor parte de los presentes no eran personas religiosas; sin embargo, fue un momento de profunda unión, fraternidad y esperanza. Se sintieron abrazados, y, emocionados, daban las gracias a aquellos sacerdotes que los acompañaban en medio de la incertidumbre y el sufrimiento».

Esta palabra de Jesús ha sido elegida como lema para la Semana de oración por la unidad de los cristianos de 2025. Así pues, recemos y apliquémonos para que nuestra creencia común nos mueva a buscar la fraternidad con todos: esta es la propuesta y el deseo de Dios para la humanidad, pero requiere nuestra adhesión. La oración y la acción serán eficaces si nacen de esta confianza en Dios y de nuestro actuar en consecuencia.

Silvano Malini y el equipo de la Palabra de vida

[1] Jn 11,5.

[2] Cf. Jn 11,27.

martes, 3 de diciembre de 2024

«Nada es imposible para Dios» (Lc 1, 37). Palabra del Mes, diciembre 2024, Movimiento de los Focolares.

En el relato de la Anunciación, el ángel Gabriel visita a María de Nazaret para darle a conocer los planes de Dios sobre ella: concebirá y dará a luz un hijo, Jesús, que «será grande y será llamado Hijo del Altísimo» [1]. Este episodio sigue la estela de otros eventos del Antiguo Testamento que llevaron a mujeres estériles o muy ancianas a nacimientos prodigiosos, cuyos hijos habrían de desarrollar una tarea importante en la historia de la salvación. Aquí, aunque María quiere adherirse con plena libertad a la misión de convertirse en la madre del Mesías, se pregunta cómo podrá suceder, siendo ella virgen. Gabriel le garantiza que no será obra de hombre: [2] «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra» [3]. Y añade: «Nada es imposible para Dios»

Esta certeza, que significa que ninguna declaración o promesa de Dios quedará incumplida –pues no hay nada imposible para Él–, se puede formular también de este modo: nada es imposible con Dios. De hecho el matiz del texto griego –con, o cerca de o junto a– ilumina su estar cerca del hombre. Es al ser humano o a los seres humanos, cuando están junto a Dios y libremente se adhieren a Él, a los que nada les es imposible.

«Nada es imposible para Dios».

¿Cómo poner en práctica esta palabra de vida? Ante todo, creyendo con gran confianza que Dios puede actuar incluso dentro y más allá de nuestras limitaciones y debilidades, así como en las condiciones más oscuras de la vida.

Esa fue la experiencia de Dietrich Bonhoeffer, que, durante la reclusión que lo llevaría al suplicio, escribe: 

«Debemos sumergirnos una y otra vez en el vivir, hablar, actuar, sufrir y morir de Jesús para reconocer lo que Dios promete y cumple. Es cierto […] que para nosotros ya no hay nada imposible, porque nada hay imposible para Dios; […] es cierto que no debemos pretender nada y que sin embargo podemos pedirlo todo; es cierto que en el sufrimiento se oculta nuestra alegría y en la muerte nuestra vida… A todo esto Dios dijo sí y amén en Cristo. Este sí y este amén son el terreno firme en el que nos mantenemos» [4].

«Nada es imposible para Dios».

Cuando tratamos se superar la aparente «imposibilidad» de nuestra insuficiencia para alcanzar la «posibilidad» de una vida coherente, cumple un papel determinante la dimensión comunitaria, que se desarrolla allí donde los discípulos viven entre ellos el mandamiento nuevo de Jesús y así se dejan habitar, cada uno y todos juntos, por el poder de Cristo resucitado. Escribía Chiara Lubich en 1948 a un grupo de jóvenes religiosos: 

«¡Y adelante! No con nuestra fuerza, miserable y débil, sino con la omnipotencia de la Unidad. He constatado, palpado, que Dios entre nosotros realiza lo imposible: ¡el milagro! Si permanecemos fieles a nuestra divisa […] el mundo verá la Unidad y, con ella, la plenitud del Reino de Dios» [5].

Hace años, cuando estaba en África, muchas veces me encontraba con jóvenes que querían vivir como cristianos y me hablaban de las muchas dificultades que encontraban cada día en su entorno para permanecer fieles a los compromisos de la fe y a las enseñanzas del Evangelio. Hablábamos de ello durante horas, y al final siempre llegaban a la misma conclusión: 

«Solos es imposible, pero juntos podemos». Lo garantiza el propio Jesús cuando promete: «Donde están dos o tres reunidos en mi nombre (en mi amor) ahí estoy yo en medio de ellos» [6]. 

Y con él todo es posible.

Augusto Parody Reyes y el equipo de la Palabra de Vida

[1]Lc 1, 32.

[2] Ibid, 35.

[3] Ibid, 37.

[4] D. BONHOEFFER, Resistenza e resa, San Paolo, Cinisello Balsamo 1988, p. 474. Dietrich Bonhoeffer (1906-1945) fue un teólogo y pastor luterano alemán, protagonista de la resistencia al nazismo.

[5] C. Lubich, Lettere dei primi tempi. Città Nuova, Roma 2010, p. 164.

[6] Cf. Mt 18, 20. 

martes, 2 de julio de 2024

“El Señor es mi pastor, nada me puede faltar” (Salmo 23,1). Palabra de Vida, julio 2024.

El Salmo 23 es una de las alabanzas del Salterio más conocidas y amadas. Se trata de un cántico de confianza y, al mismo tiempo, de alegre profesión de fe. Quien lo reza lo hace como perteneciente al pueblo de Israel, al cual el Señor le ha prometido por medio de los profetas que sería su Pastor. El autor proclama su felicidad personal por saberse protegido en el Templo, lugar de refugio y de gracia, pero quiere al mismo tiempo transmitir la presencia del Señor a los demás con el ardor de su experiencia.

“El Señor es mi pastor, nada me puede faltar”.

La imagen del pastor y del rebaño es muy significativa en toda la literatura bíblica. Para comprenderla tenemos que considerar los áridos desiertos rocosos de Medio Oriente. El pastor guía su rebaño que se deja conducir dócilmente, porque sin él se perdería y moriría. Las ovejas deben aprender a confiar en él, escuchando su voz. Él es sobre todo su constante compañero de viaje. 

“El Señor es mi pastor, nada me puede faltar”.

Este salmo nos invita a robustecer nuestra relación íntima con Dios experimentando su amor. Alguno podrá preguntarse: ¿cómo es que el autor llega a decir “nada me puede faltar”? Nuestra experiencia cotidiana no deja de conocer problemas y desafíos, de salud, familiares, laborales… sin olvidar los enormes sufrimientos que viven hoy muchísimos hermanos y hermanas por la guerra, las consecuencias del cambio climático, las migraciones y la violencia.

“El Señor es mi pastor, nada me puede faltar”.

Acaso la clave de lectura esté en el versículo en el que se lee “porque tú estás conmigo” (Salmo 23, 4). Se trata de la certidumbre en el amor de un Dios que nos acompaña siempre y nos hace vivir la existencia de una manera diferente. Escribía Chiara Lubich: 

“Una cosa es saber que podemos recurrir a un Ser que existe, que siente piedad por nosotros, que ha pagado por nuestros pecados, y otra es vivir y sentirse en el centro de las predilecciones de Dios, con el consecuente desvanecimiento de todo miedo que frena, de toda soledad, de todo sentimiento de orfandad, de toda incertidumbre. La persona sabe que es amada y cree con todo su ser en este amor. A él se abandona confiada y lo quiere seguir. Las circunstancias de la vida, tristes o alegres, son iluminadas por una razón de amor que las ha querido o permitido” .

“El Señor es mi pastor, nada me puede faltar”.

Pero quien ha llevado a su plenitud esta hermosa profecía es Jesús que, en el evangelio de Juan, no duda en autodefinirse como el “buen Pastor”. La correspondencia con este pastor está caracterizada por una relación personal e íntima: 

“Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí” (Juan 10, 14-15). 

Él las conduce a las pasturas de su Palabra que es vida, en particular la Palabra que contiene el mansaje encerrado en el “Mandamiento nuevo” que, al ser vivido, hace “visible” la presencia del Resucitado en la comunidad reunida en su nombre, en su amor .

Augusto Parody Reyes y equipo de Palabra de Vida

Notas

1.  Lubich C., Escritos espirituales.
2.  Mateo 18,20.

lunes, 3 de junio de 2024

Palabra de Vida Junio 2024: “El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o que se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo” (Marcos 4, 26–27)


“El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o que se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo” (Marcos 4, 26 – 27)
 
El Reino de Dios es el corazón del mensaje de Jesús, del cual el evangelio de Marcos quiere dar la buena nueva. Aquí es anunciado a través de una breve parábola, con la imagen de la semilla que una vez echada en la tierra libera su fuerza vital y da fruto.
Pero, ¿qué es el Reino de Dios hoy para nosotros? ¿Qué tiene que ver con nuestra historia, personal y colectiva, constantemente suspendida entre expectativas y desilusiones? Si ya ha sido sembrado, ¿por qué no vemos los frutos de paz, de seguridad, de felicidad?.
 
“El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o que se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo”.

Esta Palabra nos comunica la confianza total del mismo Jesús en el designio de Dios para con la humanidad: 
“Por Jesús que vino a la tierra, por su victoria, este Reino está ya presente en el mundo, y su cumplimiento, que pondrá fin a la historia, está ya asegurado. La Iglesia es la comunidad de quienes creen en este Reino, y seña ya su comienzo”[1].
A todos los que la reciben les confía la tarea de preparar el terreno para abrirse al don de Dios y salvaguardar la esperanza en su amor. 
“[…] De hecho no hay esfuerzo humano, esfuerzo ascético, estudio o investigación intelectual que pueda ayudarnos a entrar en el Reino de Dios. Es el mismo Dios quien viene al encuentro, quien se revela con su luz o nos signa con su gracia. Y no hay ningún mérito del que nos podamos vanagloriar o en el que podamos apoyarnos para merecer semejante don de Dios. El Reino se nos ofrece gratuitamente”[2]
“El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o que se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo”.

Echar la semilla y no quedarse con ella, sino sembrarla con generosidad y confianza. “De noche y de día”: el Reino crece silenciosamente, también en la oscuridad de nuestras noches.
Podemos incluso pedir cada día: “Venga a nosotros tu Reino”.

La semilla no exige un trabajo continuo, de control, por parte del campesino, más bien la capacidad de esperar, con paciencia, a que la naturaleza siga su curso.

Esta Palabra de Vida nos abre a la confianza en la fuerza del amor, que comporta fruto a su tiempo. Nos enseña el arte de acompañar con paciencia lo que puede crecer por sí mismo, sin la ansiedad por los resultados; nos deja libres para recibir al otro en el momento presente, valorando sus potencialidades en el respeto de sus tiempos.
“Un mes antes de su casamiento –relata un matrimonio– nuestro hijo nos llama sobresaltado para decirnos que su novia ha vuelto a hacer uso de la droga. Nos pide consejo, nos pregunta qué hacer. No resulta fácil saber qué decirle. Podríamos aprovechar la ocasión para convencerlo de que se separen, pero no nos parece el camino correcto. Le dijimos que analizara bien su corazón. Primero hubo un gran silencio. Y después nos comentó: ‘Creo que puedo amarla más’. Después de casados pudieron encontrar un óptimo centro de recuperación con atención externa de apoyo. Así pasaron catorce largos meses, en los cuales ella pudo mantener el compromiso de no volver más a las drogas. Un camino largo para todos, pero el amor evangélico que tratamos de mantener, incluso entre las lágrimas, nos da la fuerza para amar a nuestro hijo en esta delicada situación. Un amor que quizá lo ayude también a él a comprender cómo amar más a su mujer”.

Letizia Magri y equipo de Palabra de Vida

NOTAS
[1] Lubich C., Palabra de Vida agosto 1983
[2] Palabra de Vida octubre 1979 

lunes, 6 de mayo de 2024

Palabra de Vida, mayo 2024: “El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (Primera carta de Juan 4, 8)


En su carta, Juan se dirige a los cristianos de una comunidad de Asia Menor para alentarlos a renovar la comunión entre ellos, porque estaban divididos por diferentes doctrinas. El autor los exhorta a tener presente lo que fue proclamado “desde el principio” de la predicación cristiana y repite lo que los primeros discípulos vieron, oyeron y tocaron con sus manos en la convivencia con el Señor, para que esta comunidad pueda estar en comunión con ellos y, por lo tanto, también con Jesús y con el Padre [1].

“El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”

Para recordar la esencia de la revelación recibida, el autor subraya que en Jesús, Dios fue el primero en amarnos, asumiendo completamente la existencia humana con todos sus límites y sus debilidades. En la cruz, Jesús compartió y experimentó en su propia piel nuestra separación con el Padre. Al dar todo de sí mismo la corrigió con un amor ilimitado y sin condiciones. Nos demostró así qué es el amor que nos había enseñado con las palabras y la vida.

Por el ejemplo de Jesús se comprende que amar verdaderamente implica valentía, esfuerzo y el riesgo de tener que afrontar adversidades y sufrimientos. Pero quien ama de esa manera participa de la vida de Dios y experimenta su libertad y la alegría de quien se entrega.

“El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”

Conocer a Dios, que nos ha creado y nos conoce, es la verdad más profunda de todo y desde siempre el anhelo, acaso inconsciente, del corazón humano. Si él es amor, al amar como él podemos entrever algo de esa verdad. Podemos crecer en el conocimiento de Dios porque vivimos esencialmente su vida y caminamos tras su luz. Lo cual se cumple plenamente cuando el amor es recíproco. En efecto, si nos amamos los unos a los otros, “Dios permanece en nosotros” [2].

Sucede algo así como cuando los dos polos eléctricos se tocan y la luz se enciende e ilumina a su alrededor.

“El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”

Dar testimonio de que Dios es amor, afirmaba Chiara Lubich, es 
“la gran revolución que estamos llamados a ofrecer al mundo moderno, en extrema tensión, así como los primeros cristianos la presentaban al mundo pagano de entonces” [3].
¿Cómo hacerlo? ¿Cómo vivir este amor que viene de Dios? Aprendiendo de su Hijo a ponerlo en práctica, en especial 
“en el servicio a los hermanos, particularmente a quienes están cerca, comenzando por las pequeñas cosas, por los servicios más humildes. Nos esforzaremos, imitando a Jesús, en ser los primeros en amar, en el desapego de nosotros mismos, abrazando todas las cruces, pequeñas o grandes, que ello pueda comportar. De esa manera no tardaremos en llegar nosotros también a esa experiencia de Dios, a esa comunión con él, a esa plenitud de luz, de paz y de alegría interior, hacia donde quiere llevarnos Jesús” [4].

“El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”

Santa visita a menudo una residencia para ancianos. Un día, con Roberta, encuentra a Aldo, un hombre alto, culto, rico. Aldo encara a las dos jóvenes con una mirada oscura: “¿Por qué vienen aquí? ¿Qué quieren de nosotros? Déjennos morir en paz”. Santa no se amilana y le dice: “Estamos aquí por usted, para pasar algunas horas juntos, conocernos y llegar a ser amigos”. Al regresar otras veces, cuenta Roberta: “Ese hombre era particularmente reservado, se sentía muy abatido. No creía en Dios. Santa fue la única que logró entrar un poco en él, con delicadeza, escuchándolo por horas. Rezaba por él, y una vez se animó a regalarle un rosario, que él aceptó. Santa supo después que Aldo había muerto nombrándola. El dolor por su muerte lo atenuó saber que había fallecido serenamente, teniendo entre sus manos el rosario que un día ella le había regalado” [5].

Silvano Malini y equipo de Palabra de Vida

NOTAS

[1] 1 Juan 11,3
[2] 1 Juan 4,12
[3] Lubich C., Conversaciones con M. Vandeleene.
[4] Lubich C., Palabra de Vida, mayo 1991.
[5] Lubrano P., Un vuelo cada vez más alto, 2003 

lunes, 1 de abril de 2024

Palabra de Vida, abril 2024: “Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima” (Hechos de los Apóstoles, 4,33)

 

Esta palabra, que se lee en el tiempo de Pascua, nos invita, con la plena libertad de quien ha recibido el mensaje evangélico, a ser también nosotros testigos de lo que ha signado la historia: ¡Jesús ha resucitado!

Para comprender en profundidad el significado de este versículo de los Hechos de los Apóstoles conviene citar la frase que lo precede: 
“La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos” (1).

“Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima”.


En el texto es presentada la primera comunidad cristiana animada por la potente fuerza del Espíritu, caracterizada por la comunión que la impulsa a proclamar a todos el Evangelio, la Buena Nueva, que Cristo ha resucitado.

Son las mismas personas que antes de Pentecostés estaban asustadas y desanimadas frente a los últimos acontecimientos y ahora salen públicamente dispuestos a dar testimonio hasta el martirio, gracias a la fuerza del Espíritu que ha barrido miedos y temores.

Eran un corazón solo y un alma sola, practicaban el amor recíproco hasta llegar a poner en común los bienes. Y así esa realidad abarcaba un número cada vez mayor de personas.

Mujeres y hombres siguiendo a Jesús habían escuchado sus palabras, habían vivido con él en el servicio. En el amor reservado a los últimos, a los enfermos, habían presenciado hechos prodigiosos obrados por Jesús, y sus vidas habían cambiado al sentirse llamados a vivir una nueva ley. Fueron los primeros testigos de la presencia viva de Dios entre los hombres. Pero para nosotros, seguidores hoy de Jesús, ¿qué significa dar testimonio?

“Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima”.


La manera más eficaz de dar testimonio del Resucitado es mostrar que él está vivo y habita entre nosotros. 
“Si vivimos su Palabra, manteniendo encendido en el corazón el amor hacia el prójimo, si nos esforzamos de manera especial por conservar siempre el amor mutuo entre nosotros, entonces el Resucitado vivirá en nosotros, vivirá entre nosotros e irradiará su luz y su gracia, transformando los ambientes con frutos incalculables. Y será él, a través de su Espíritu, quien guiará nuestros pasos y nuestras actividades. Será él quien dispondrá las circunstancias y nos ofrecerá las ocasiones para llevar su vida a las personas que lo necesitan” (2).

“Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima”.


Escribe Margaret Karram (3):  
“ ‘Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación’ (4) es la extraordinaria orden que hace dos mil años los apósteles recibieron directamente de Jesús y que cambió el curso de la historia. Hoy Jesús nos dirige también a nosotros la misma invitación y la posibilidad de llevarlo al mundo con toda la creatividad, las capacidades y la libertad que él mismo nos ha entregado” (5).
Es un anuncio “que no termina con su muerte. Cobra nueva fuerza después de la Resurrección y de Pentecostés, cuando los discípulos se convirtieron en testigos valientes del Evangelio. Y ese mandato hoy llega hasta nosotros. A través de cada uno de nosotros, Dios quiere proseguir y narrar su historia de amor con quienes pasamos breves o largos momentos de vida” (6).

Patrizia Mazzola y equipo de Palabra de Vida

Notas
(1) Hechos 4,32.
(2) Lubich C. Palabra de Vida, enero 1986.
(3) Presidenta del Movimiento de los Focolares.
(4) Marcos 16,15.
(5) Margaret Karram, Llamados y enviados, 15 de septiembre 2023.
(6) Ibid.

lunes, 4 de marzo de 2024

“Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu” (Salmo 51 [50], 12). Palabra de vida, Marzo 2024

La frase de la Escritura que se nos propone en este tiempo cuaresmal forma parte del Salmo 51, donde en su versículo 12 encontramos la conmovedora y humilde invocación: 

“Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu”. 

El texto que la contiene es conocido con el nombre de “Miserere” (o Súplica del pecador arrepentido). En él, la mirada del autor se inicia con la exploración de los escondrijos del alma humana para luego captar las fibras más profundas, las de nuestra completa incompatibilidad frente a Dios y, al mismo tiempo, del insaciable anhelo de plena comunión con Aquel de quien procede toda gracia y misericordia.

“Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu”.

El salmo parte de un episodio bien conocido de la vida de David. Llamado por Dios a cuidar al pueblo de Israel y a guiarlo en los caminos de la obediencia a la Alianza, transgrede la propia misión por haber cometido adulterio con Betsabé y mandar a matar en la batalla a su marido, Urías, el hitita, oficial de su ejército. El profeta Natán le marca la gravedad de su culpa y lo ayuda a reconocerla. Es el momento de la confesión del propio pecado y de la reconciliación con Dios.

“Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu”.

El salmista pone en boca del rey invocaciones muy fuertes que surgen de su profundo arrepentimiento y de la total confianza en el perdón divino: “purifícame”, “lávame”, “borra”. En particular en el versículo que nos interesa emplea el verbo “crea” para indicar que la completa liberación de la fragilidad del hombre le es posible únicamente a Dios. Es la conciencia de que sólo él puede hacernos criaturas nuevas, de “corazón puro”, colmándonos con su espíritu vivificante, dándonos la verdadera alegría y transformando radicalmente nuestra relación con Dios (firmeza del espíritu) y con los demás seres vivientes, con la naturaleza y el cosmos.

“Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu”.

¿Cómo poner en práctica esta Palabra de Vida? El primer paso será reconocernos pecadores y necesitados del perdón de Dios, en una actitud de ilimitada confianza frente a él.

Puede suceder que nuestros repetidos errores nos desanimen, nos lleven a cerrarnos en nosotros mismos. Es necesario entonces dejar entreabierta al menos un poco la puerta de nuestro corazón. Escribía Chiara Lubich en los primeros años de la década del 40 a alguien que se sentía incapaz de superar sus propias miserias: 

“Es necesario quitar del alma todo otro pensamiento. Y creer que Jesús se siente atraído por nuestra exposición humilde, confiada y amorosa de nuestros pecados. Nosotros, por nosotros mismos, no hacemos más que miserias. Él, por sí, para con nosotros no tiene sino una sola cualidad: la Misericordia. Nuestra alma puede unirse a Él solamente ofreciéndole como regalo, como único regalo, no las propias virtudes sino los propios pecados. Si Jesús vino a la tierra y se hizo hombre, sólo quiere con ansias ser el Salvador, el Médico. No desea otra cosa” [1].

“Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu”.

Luego, una vez liberados y perdonados, y teniendo presente la ayuda de los hermanos, porque la fuerza del cristiano proviene de la comunidad, pongámonos a amar concretamente al prójimo, sea quien sea. 

“Lo que se nos pide es un amor recíproco, de servicio, de comprensión, de participación de los dolores, las ansias y las alegrías de nuestros hermanos. Un amor que todo lo cubre y lo perdona” [2].

Por su parte, dice el papa Francisco: 

“El perdón de Dios es aquello que necesitamos todos, y es el signo más grande de su misericordia. Un don que todo pecador perdonado está llamado a compartir con cada hermano o hermana que encuentra. Todos los que el Señor nos ha puesto a nuestro lado, los familiares, los amigos, los colegas, los parroquianos… todos, como nosotros, tienen necesidad de la misericordia de Dios. Es bonito ser perdonado, pero también tú, si quieres ser perdonado, debes a su vez perdonar. ¡Perdona! Para ser testigos de su perdón, que purifica el corazón y transforma la vida” [3].

Augusto Parodi Reyes y equipo de Palabra de Vida

NOTAS

[1] Lubich C. Cartas de 1943-1960.

[2] Lubich C. Palabra de Vida mayo 2002.

[3] Papa Francisco. Audiencia general del 30 de marzo 2016.

miércoles, 31 de enero de 2024

“Todo lo que hagan, háganlo con amor.” (1 Corintios 16, 14). Palabra de Vida, febrero 2024.

Este mes nos dejamos iluminar por la palabra y la experiencia del apóstol Pablo, como lámpara para nuestros pasos (1) (2).

Nos anuncia, como a los cristianos de Corinto, un mensaje enérgico: el corazón del Evangelio es la caridad, el ágape, el amor desinteresado entre los hermanos.

Nuestra Palabra de Vida forma parte de la conclusión de esta carta, en la que la caridad es abundantemente recordada y explicada en todos sus matices: es paciente, no tiene en cuenta el mal recibido, se regocija con la verdad, no busca el propio interés … (3).

El amor recíproco vivido de esta manera en la comunidad cristiana es bálsamo para las divisiones que siempre amenazan y es signo de esperanza para toda la humanidad.

“Todo lo que hagan, háganlo con amor.”

Impresiona que Pablo –en el texto griego– nos exhorta a actuar “estando en el amor”, como si indicara una condición estable, un habitar en Dios, que es Amor.

En efecto, ¿cómo podríamos amarnos recíprocamente y amar a cada persona con esta actitud si no reconociéramos que somos los primeros en ser amados por Dios, incluso en nuestra fragilidad?

Esta renovada conciencia es la que nos permite abrirnos sin miedo a los demás para comprender las necesidades y ponernos junto a ellos, compartiendo bienes materiales y espirituales.

Miremos cómo hizo Jesús; él es nuestro modelo.

Siempre fue el primero en entregarse: “La salud de los enfermos, el perdón de los pecadores, la vida de todos nosotros. Al instinto egoísta opone la generosidad, a sus propias necesidades opone la atención al otro; a la cultura del poseer, la del dar. No importa si podemos dar mucho o poco. Lo importante es cómo lo donamos, cuánto amor ponemos incluso en un pequeño gesto de atención hacia el otro. El amor es esencial, así sabremos acercarnos al prójimo solamente en una actitud de escucha, de servicio, de disponibilidad. ¡Qué importante es tratar de ser el amor frente a cada uno! Encontraremos el camino directo para llegar hasta el corazón y aliviarlo” (4).

“Todo lo que hagan, háganlo con amor.”

Esta Palabra nos enseña a acercarnos a los demás con respeto, sin falsedades, con creatividad, dando lugar a sus mejores aspiraciones, para que cada uno aporte su propia contribución al bien común.

Nos ayuda a valorar cada ocasión concreta de nuestra vida cotidiana: desde las tareas de casa o en los diferentes trabajos en la oficina o en la escuela, como así también en los compromisos de responsabilidad en lo civil, político y religioso. Todo puede transformarse en servicio atento y cuidadoso (5).

Podríamos imaginar un mosaico del Evangelio vivido en la simplicidad.

Dos padres de familia escriben: “Cuando una vecina de casa, que estaba angustiada, nos dijo que su hijo estaba en la cárcel, aceptamos ir a visitarlo. Ayunamos el día antes en la esperanza de recibir la gracia para poder decirle algo útil. Después nos hicimos cargo de pagar para que quedara libre”.

Un grupo de jóvenes de Buea (Camerún sudoccidental) organizó un pedido de bienes y fondos para ayudar a los que habían tenido que irse de sus lugares por la guerra en curso. Visitaron a un hombre que había perdido un brazo durante la fuga. Convivir con esta desgracia era para él un gran desafío, porque sus costumbres habían cambiado drásticamente. “Nos dijeron que nuestra visita le dio esperanza y confianza, que sintió el amor de Dios a través de nosotros”, cuenta Regina. Agrega Marita: “Después de esto estamos convencidos de que ningún don, por pequeño que sea, si está realizado con amor necesita más, el amor mueve al mundo”.

Patricia Mazzola y equipo de Palabra de Vida

Notas

(1) Este mes la Palabra de vida que proponemos es la misma que un grupo de cristianos de diferentes iglesias de Alemania eligieron para todo el año.
(2) Salmo 119, 105.
(3) Cf. Capítulo 13.
(4) C. LUBICH, Palabra de vida, octubre 2006.
(5) Ibid.


lunes, 1 de enero de 2024

“Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.” (Lucas 10, 27). Palabra del Mes, Movimiento de los Focolares.

La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos (que en el hemisferio norte se celebra del 18 al 25 de enero y en el sur coincide con la semana anterior a la fiesta de Pentecostés) (1) ofrece este año como punto de partida para la reflexión la frase citada, que encuentra su origen en el Antiguo Testamento (2). En su camino hacia Jerusalén, Jesús es detenido por un doctor de la Ley que le pregunta: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?” (3). Se inicia así un diálogo y Jesús responde con una contrapregunta: “¿Qué está escrito en la Ley?” (4), provocando la respuesta del interlocutor: el amor a Dios y el amor al prójimo en su conjunto son considerados la síntesis de la Ley y de los Profetas.

“Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.”

“¿Y quién es mi prójimo?”, continúa el doctor de la Ley. El Maestro le responde contándole la parábola del buen samaritano. No refiere las diferentes tipologías de personas que pueden representar al prójimo, sino que describe la actitud de profunda compasión que debe animar todas nuestras acciones. Somos nosotros mismos quienes debemos hacernos “prójimos” de los demás. La pregunta que tenemos que plantearnos es: “Y yo, ¿de quién soy prójimo?”. 

Tal como hizo el samaritano, debemos ocuparnos de los hermanos cuyas necesidades conocemos, dejarnos implicar sin temor hasta el fondo de las situaciones que se presentan y tener un amor que se preocupa por ayudar, sostener, dar ánimo a todos.

Hay que ver en los demás un otro yo y hacer con ellos lo que haríamos con nosotros mismos. Se trata de la así llamada “regla de oro” presente en todas las religiones. Gandhi la explica de manera eficaz: 

“Tú y yo somos una sola cosa. No puedo hacerte mal sin herirme a mí mismo” (5).

“Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.”

Escribe Chiara Lubich: 

“Si nosotros permanecemos indiferentes o resignados frente a la necesidad de nuestro prójimo, tanto en el plano material como de los bienes espirituales, no podemos decir que amamos al prójimo como a nosotros mismos. No podemos decir que lo amamos como lo hizo Jesús. En una comunidad que quiera inspirarse en el amor que nos enseñó Jesús, no puede haber lugar para las desigualdades, los desequilibrios, las marginaciones, las desatenciones. Mientras veamos como a un extraño a nuestro prójimo, alguien que molesta nuestra tranquilidad, que incomoda nuestros proyectos, no podremos decir que amamos a Dios con todo nuestro corazón” (6).

“Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.”

La vida es lo que nos sucede en el presente. Reconocer a quien está cerca de nosotros, saber escuchar al otro puede abrir hendijas interesantes y poner en movimiento iniciativas no previstas. Así le pasó a Victoria:

“En la iglesia me impresionó la bellísima voz de una mujer africana sentada a mi lado. La felicité y le propuse que se uniera al coro de la parroquia. Nos detuvimos a conversar. Es una religiosa de Guinea Ecuatorial de paso por Madrid. En su instituto acogen a recién nacidos abandonados, a los que acompañan hasta su mayoría de edad tanto en los estudios universitarios o en el aprendizaje de un oficio. El taller de sastrería está bien encaminado pero no son suficientes las máquinas de coser.
Me ofrezco para ayudarla a conseguir otras máquinas, confiando en Jesús, convencida de que me escuchaba y me impulsaba a amar sin cálculos.
Uno de mis amigos conoce a un artesano, feliz de ayudarnos en esta cadena de amor. Se ocupa de arreglar ocho máquinas y encuentra otra de planchado. Una pareja de conocidos se ofrece para llevarlas hasta Madrid, cambiando el destino de sus vacaciones y recorriendo casi mil kilómetros. Así, las “máquinas de la esperanza” llegan por mar hasta Malabo, a través de las peripecias de un largo viaje. En Guinea no pueden creerlo y nos agradecen emocionados”.

Patricia Mazzola y equipo de Palabra de Vida

Notas

(1) En el hemisferio norte esta Palabra de vida es la misma que un grupo de cristianos de diferentes iglesias de Alemania han elegido para vivir durante todo el año. Los textos fueron preparados por un grupo ecuménico de Burkina Faso.
(2) Cf. Deuteronomio 6, 4-5 y Levítico 19, 18.
(3) Lucas 10, 25.
(4) Lucas 10, 26.
(5) C. LUBICH, El arte de amar.
(6) Ibíd.


sábado, 2 de diciembre de 2023

Palabra de Vida: “Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús” (I Tesalonicenses, 5, 16-18)

Pablo escribe a los tesalonicenses cuando todavía vivían muchos contemporáneos de Jesús que lo habían visto y escuchado, testigos de la tragedia de su muerte, del asombro de su resurrección y, luego, de su ascensión. Reconocían la huella dejada por Jesús y esperaban su inminente regreso. Por su parte, Pablo amaba a la comunidad de Tesalónica, ejemplar por la vida, el testimonio y los frutos; y escribe esta carta rogándoles que sea leída a todos (5, 27). En ella apunta recomendaciones para que sigan siendo los que “imitaron nuestro ejemplo y el del Señor” (1, 6); y que se resume así:

“Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús”.

El hilo conductor de estas exigentes exhortaciones no es solo lo que Dios espera de nosotros, sino cuándo: ininterrumpidamente, siempre, constantemente.

¿Pero puede ordenarse por mandato la alegría? Que la vida nos agreda con problemas y preocupaciones, con sufrimientos y angustias, que la realidad social se muestre árida y desagradable es experiencia de todos. Sin embargo, para Pablo hay una razón que podría volver posible siempre “esa alegría” a la que se hace referencia. Él habla a los cristianos y les recomienda tomar la vida cristiana en serio para que Jesús pueda vivir en ellos con la plenitud prometida después de su resurrección. A veces podemos aprender: él vive en quien ama y en quien puede adentrarse en el camino del amor con el desapego de sí, el amor gratuito hacia los demás, aceptando el sostén de los amigos, manteniendo viva la confianza en que “el amor lo vence todo”.

“Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús”.

Dialogar entre fieles de diferentes religiones y personas de diversas convicciones lleva a comprender aún más que rezar es una acción profundamente humana; la oración construye a la persona, la eleva.

¿Y cómo rezar ininterrumpidamente? 

“No alcanza –escribe el teólogo ortodoxo Evdokimov– contar con la oración, con las reglas, con las costumbres; se necesita ser oración encarnada, hacer de la propia vida una liturgia, rezar con las cosas cotidianas”[1]. 

Y Chiara Lubich subraya que 

“se puede amar a Dios como hijos, con el corazón lleno de amor por el Espíritu Santo y de intimidad que lleva a menudo a hablar con él, a decirle nuestras vicisitudes, nuestros propósitos, nuestros proyectos”[2]. 

Hay una manera accesible a todos para poder rezar siempre: detenerse frente a cada acción o poner el objetivo de un “para ti”. Es una práctica simple que transforma desde adentro nuestras actividades y toda nuestra vida en una constante oración

“Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús”.

En todo hay que dar gracias. Es la actitud libre y sincera del amor que reconoce a quien, silenciosamente, sostiene y acompaña a los individuos, los pueblos, la historia, el cosmos. Con el agradecimiento hacia los demás que caminan con nosotros y que se vuelven conscientes de no ser autosuficientes.

Gozar, rezar y rendir gracias, tres acciones que se acercan para ser como Dios nos ve y nos quiere, y que enriquecen nuestra relación con él; en la confianza de que 

“el Dios de la paz los santifique plenamente” (1 Tes 5, 23)

Así nos prepararemos a vivir la alegría de la Navidad para mejorar el mundo, para ser constructores de paz dentro de nosotros mismos, en casa, en el trabajo, en las calles. Nada es hoy más necesario y urgente.

Victoria Gómez y equipo de Palabra de Vida

NOTAS

[1] EVDOKIMOV, P. (1997). “La preghiera di Gesù”, en La novità dello Spirito, Milán: Ancora.

[2] LUBICH, C. (2019). Conversazioni. Roma: Città Nuova, p. 552.

viernes, 3 de noviembre de 2023

“Todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas” (1 Tesalonicenses, 5,5)

“Todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas”. 

La luz fue siempre símbolo de vida. Todos los días esperamos el alba como mensajera de un nuevo comienzo. El tema de la luz estuvo presente en la historia de los pueblos y en las antiguas religiones. 

La tradición judía celebra la fiesta de las luces (o de las lámparas), Janucá, que recuerda la rededicación del segundo Templo de Jerusalén y la liberación de los cultos paganos. Los musulmanes encienden velas en el día del nacimiento del profeta, Mawlid en árabe o Mevlid Kandili en turco.

La fiesta de Diwali, cuyo nombre significa festival de las luces, originariamente una fiesta hindú, es celebrada por diversos credos de la India para celebrar la victoria del bien sobre el mal.

Para los cristianos, Jesucristo es la luz que ilumina las tinieblas del mundo. Por lo tanto, se trata de una realidad de un fuerte simbolismo, representa una presencia de lo divino, un don para la humanidad y para la tierra.

“Todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas”. 

¿Pero cuáles son las características de los hijos del día? Una de ellas es el “no pertenecer a la noche  ni a las tinieblas”. La renuncia a adormecerse, a la apatía radica en la decisión de mantenerse despierto. Es una opción de amor habitar y vivir plenamente el tiempo. 

La urgente invitación del apóstol a la comunidad de Tesalónica es precisamente la de estar alerta siempre, renunciando a toda forma de sopor y de indiferencia. En un tiempo en el que la humanidad está particularmente necesitada de luz, los que no pertenecen a la noche tienen la tarea de iluminar las relaciones entre personas, en un permanente entregarse para hacer visible la presencia del Resucitado revestidos  con la fe, el amor y la esperanza, como escribe Pablo (cf 1 Tesalonicenses 5,8). 

Es necesario aún cultivar con Dios una relación más estrecha y más verdadera, ahondando en nuestro corazón, encontrando momentos de diálogo a través de la oración, poniendo en práctica su palabra que irradia precisamente esta luz.

“Todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas”. 

A veces podemos llagar a acostumbrarnos a vivir en la oscuridad de nuestro corazón y darnos por satisfechos con las muchas luces artificiales, con las promesas de felicidad del mundo, pero Dios nos llama siempre para que brille su luz dentro de nosotros  y para que sepamos saber mirar personas y acontecimientos con atención para percibir en ellos hilvanados luminosos.

El esfuerzo consiste en llevar a cabo continuamente una opción que nos permita renacer: la elección de pasar de la oscuridad a la luz. 

“El cristiano no puede escapar del mundo, esconderse y creer que la religión es un hecho privado”, 

escribía Chiara Lubich. 

“Él vive en el mundo –prosigue – porque tiene una responsabilidad, una misión frente a todos los hombres, ser la luz que ilumina. También tú tienes esta tarea, y si no la cumples es como la sal que ha perdido su sabor o como la luz convertida en sombra (1).  La tarea del cristiano es por lo tanto permitir que se transparente la luz que lo habita, ser el ‘signo’ de la presencia de Dios entre los hombres” (2). 

“Todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas”. 

Dios es luz y puede ser encontrado por quienes lo buscan con corazón sincero. Suceda lo que suceda no seremos nunca separados de su amor porque somos hijos suyos. Si estamos seguros de ello no quedaremos apresados ni agobiados por los acontecimientos que puedan desconcertarnos.

Los terremotos de febrero en Turquía y Siria, y más recientemente en Marruecos y las inundaciones en Libia, que provocaron miles de víctimas han conmocionado la vida de millones de personas. Quienes sobrevivieron a las catástrofes, enteras comunidades, de esos lugares y de otros países, han representado puntos luminosos que se ocuparon de llevar ayudas inmediatas y acompañar a cuantos han perdido afectos, casas, todo.

Las tinieblas no podrán nunca superar a quienes eligen vivir en la luz y quieren generarla en los demás. Esto, para los cristianos significa una vida con Cristo entre nosotros, presencia que hace posible abrir destellos de vida, que vuelven a dar esperanza y nos llevan a vivir en el amor de Dios.

Victoria Gómez y equipo de Palabra de Vida

(1) Cf  Mateo 5,13-16
(2) C. Lubich, Palabra de Vida de agosto 1979

lunes, 2 de octubre de 2023

Palabra de Vida, Octubre 2023. “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22, 21).

“Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22, 21)

Jesús acababa de entrar en Jerusalén, aclamado por el pueblo como “Hijo de David”, un título real que el evangelio de Mateo atribuye a Cristo, que ha llegado para proclamar la inminente llegada del Reino de Dios.

En este contexto, se lleva a cabo un singular diálogo entre Jesús y un grupo de personas que lo interrogan. Algunos son herodianos, otros son fariseos, dos grupos de opiniones diferentes con respecto al poder del emperador romano. Le preguntan si es lícito o no pagar el tributo al emperador, para obligarlo a que se defina a favor o en contra del César y tener de esa manera de qué acusarlo.

Sin embargo, Jesús responde con otra pregunta, referida a quién representa la efigie estampada en la moneda corriente. Y ya que es la del emperador, afirma:

“Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.

¿Pero qué es lo debido al César y qué a Dios?

Jesús hace referencia al primado de Dios. En efecto, así como en la moneda está la imagen del emperador, también en cada persona humana está impresa la imagen de Dios.

La misma tradición rabínica afirma que todo hombre fue creado a imagen de Dios[1], empleando el ejemplo de la imagen impresa en la moneda: 

“Cuando un hombre acuña monedas con la misma matriz, son todas similares, pero el rey de reyes, el Santo bendito ha acuñado a cada hombre con la misma matriz del primer hombre, y nadie es igual a su compañero”[2].

Por lo tanto, sólo a Dios podemos entregarnos, porque a él sólo le pertenecemos y en él encontramos libertad y dignidad. Ningún poder humano puede pretender la misma fidelidad.

Si hay alguien que conoce a Dios y puede ayudarnos a darle su lugar, este es Jesús. Para él: 

“amar significó cumplir la voluntad del Padre, poniendo a su disposición la mente, el corazón, las energías, la vida misma: se entregó por completo al proyecto que el Padre tenía de él. El evangelio nos lo muestra siempre y totalmente ante el Padre. También a nosotros se nos pide lo mismo: amar significa hacer la voluntad del Amado, sin medias tintas, con todo nuestro ser. Y se nos pide la más grande radicalidad, porque a Dios no se le puede dar menos: todo el corazón, toda el alma, toda la mente”[3].

“Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.

Cuántas veces nos encontramos frente a los dilemas, a las opciones difíciles que corren el peligro de hacernos resbalar en la tentación de fáciles escapatorias. También Jesús fue puesto a prueba frente a dos soluciones ideológicas, pero para él estaba claro: la preeminencia es la llegada del Reino, con el primado del amor.

Dejémonos interrogar por esta Palabra: ¿nuestro corazón ha sido conquistado por la fama, la carrera fulminante? ¿Admira a las personas de éxito, a los varios influencers? ¿Acaso le damos a las cosas el lugar que le corresponde a Dios?

Con su respuesta, Jesús propone un salto de calidad, nos invita a un discernimiento serio y profundo en nuestra escala de valores.

En lo profundo de la conciencia podemos escuchar una voz, a veces sutil y quizá entorpecida por otras voces. Pero podemos reconocerla: es la que nos impulsa a ser buscadores incansables de caminos de fraternidad y nos da ánimo para renovar siempre esta opción, incluso al precio de ir contra corriente.

Es un ejercicio fundamental para construir las bases de un auténtico diálogo con los demás, para encontrar siempre respuestas adecuadas a la complejidad de la vida. Lo cual no significa sustraerse a la responsabilidad personal frente a la sociedad, sino en todo caso ofrecerse como un servicio desinteresado al bien común.

Durante la prisión que lo llevaría a la ejecución por su resistencia civil al nazismo, Dietrich Bonhoeffer le escribe a su novia: 

“No entiendo la fe que huye del mundo, sino la que resiste en el mundo y ama y permanece fiel a la tierra, a pesar de todos los sufrimientos que comporta. Nuestro matrimonio tiene que ser un sí a la tierra de Dios, tiene que reforzar en nosotros el coraje de obrar y crear algo en la tierra. Temo que los cristianos que se osan estar en la tierra con un pie solo, estarán también con un solo pie en el cielo”.

Letizia Magri y equipo de Palabra de Vida

NOTAS

[1] Cf. Génesis 1.26
[2] Mishná  Sanhedrin 4,5
[3] C. Lubich, Palabra de Vida de octubre 2002

sábado, 2 de septiembre de 2023

«Día tras día te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar» (Sal 145 [144], 2). Palabra de Vida. Septiembre 2023.

La Palabra de la Escritura que se nos propone en este mes para ayudarnos en nuestro camino es una oración, un versículo del salmo 145. Los salmos son composiciones que reflejan la experiencia religiosa individual y colectiva del pueblo de Israel en su recorrido histórico y en las vicisitudes de su existencia. La oración hecha poesía se eleva al Señor como lamento, súplica, acción de gracias y alabanza. Desde esta perspectiva, hay toda una variedad de sentimientos y actitudes con los que el ser humano expresa su vida y su relación con el Dios vivo.

El tema de fondo del salmo 145 es la realeza de Dios. El salmista exalta la grandeza de Dios basándose en su experiencia personal: 

«Grande es el Señor, muy digno de alabanza» (v. 3); 

magnifica su bondad y la universalidad de su amor: 

«Bueno es el Señor para con todos, tierno con todas sus criaturas» (v. 9); 

reconoce su fidelidad:

«Fiel es el Señor en todo lo que dice» (v. 13b), 

e incluso abraza a todos los seres vivos en un canto cósmico: 

«Que bendigan los vivientes su nombre sacrosanto, para siempre jamás» (v. 21).

«Día tras día te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar».

Sin embargo, el hombre moderno se siente a veces perdido, con la impresión de estar abandonado a su suerte. Teme que las vicisitudes de sus días estén en manos del azar, en un sucederse de eventos carentes de sentido y de meta.

Este salmo es portador de un anuncio de esperanza tranquilizador: 

«Dios es creador del cielo y de la tierra; es custodio fiel del pacto que lo vincula a su pueblo. Él es quien hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos. Él es quien abre los ojos a los ciegos, quien endereza a los que ya se doblan, quien ama a los justos, quien guarda a los peregrinos, quien sustenta al huérfano y a la viuda […]» (1).

«Día tras día te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar».

Esta Palabra nos invita ante todo a cuidar nuestra relación personal con Dios, acogiendo sin reservas su amor y su misericordia y poniéndonos ante el misterio a la escucha de su voz. Ahí radica el fundamento de toda oración. Pero ya que este amor nunca está desligado del amor al prójimo, cuando imitamos a Dios Padre en el amar de modo concreto a cada hermano y hermana –en particular a los últimos, los descartados, los más solos –, alcanzamos a percibir en el día a día su presencia en nuestra vida. Chiara Lubich lo resumía así en una asamblea de budistas a la que fue invitada para compartir su vivencia cristiana: 

«El núcleo de mi experiencia consiste en esto: cuanto más se ama al hombre, más se encuentra a Dios. Cuanto más se encuentra a Dios, más se ama al hombre».

 «Día tras día te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar».

Pero hay otro modo de encontrarlo. En los últimos decenios, la humanidad se ha hecho más consciente del problema ecológico. Los motores de este cambio son en particular los jóvenes, que proponen un estilo de vida más sobrio, que se replantee los modelos de desarrollo, que se comprometa por el derecho de todos los habitantes del planeta al agua, a los alimentos y al aire limpio y busque fuentes de energía alternativas. De este modo el ser humano podrá no solo recuperar su relación con la naturaleza, sino también alabar a Dios, al descubrir con asombro su ternura hacia toda la creación.

Así lo vive Venant, que, en su Burundi natal, ya de niño se despertaba al alba con el canto de los pájaros y recorría decenas de kilómetros por la selva para ir a la escuela; se sentía en plena armonía con los árboles, los animales, los riachuelos, las colinas… y con sus compañeros. Sentía la naturaleza cerca; es más, se sentía parte de un ecosistema en el que criaturas y Creador estaban en total armonía. Esta consciencia se transformaba en alabanza, no momentánea, sino durante todo el día.

Podríamos preguntarnos: ¿y en nuestras ciudades? 

«En nuestras metrópolis de cemento, levantadas por la mano del hombre en medio del bullicio del mundo, rara vez se salva la naturaleza. Pero, si lo queremos, basta con una rendija de cielo azul entre los rascacielos para acordarnos de Dios; basta con un rayo de sol, que no deja de penetrar ni siquiera entre los barrotes de una prisión; basta con una flor, una pradera o el rostro de un niño…» (2).

Augusto Parody Reyes y el equipo de la palabra de Vida

(1) JUAN PABLO II, Audiencia general, 2-7-2003, Comentario al salmo 145, n. 2
(2) C. LUBICH, Conversazioni in collegamento telefonico/1 (ed. M. Vandeleene), «Opere di Chiara
Lubich» 8.1, Città Nuova, Roma 2019, p. 340.

lunes, 7 de agosto de 2023

«Mujer, ¡que grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!» (Mt 15, 28). Palabra de Vida, Agosto 2023, Movimiento de los Focolares.

Del 1 al 6 de agosto de 2023 se celebra en Lisboa la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud, con el tema «Se levantó María y se fue con prontitud» (Lc 1, 39). En su mensaje de invitación a los jóvenes, el Papa explica: «La Madre del Señor es modelo de los jóvenes en movimiento, no inmóviles frente al espejo contemplando su propia imagen o “atrapados” en las redes. Ella estaba totalmente orientada hacia el exterior». Y desea que la JMJ sea un momento para redescubrir juntos «la alegría del abrazo fraternal entre los pueblos y entre las generaciones, el abrazo de la reconciliación y la paz, ¡el abrazo de una nueva fraternidad misionera!».

Jesús se dirige hacia la región de Tiro y Sidón, en tierra extranjera. Parece buscar, por fin, un poco de reposo con los suyos, y quizá también soledad, silencio, oración y refugio. De improviso les llegan los gritos de una mujer que, como otros personajes de los Evangelios, no tiene nombre. Su presencia incomoda y molesta a los discípulos, que le «imploran» a Jesús que la atienda para librarse de ella: «viene gritando detrás de nosotros». La mujer no se paraliza por no ser israelita, ni por ser mujer, ni porque el Maestro la ignore. Es una madre desesperada por su hija, «malamente endemoniada». Se acerca a Jesús con la tenacidad de querer un encuentro personal con él y consigue «postrarse ante él» mientras insiste en pedirle ayuda. Jesús le dirige palabras de una dureza inaudita: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».

«Mujer, ¡que grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!» 

La mujer acepta la negativa; comprende que su mundo no forma parte de la misión primaria de Jesús; asume que su Dios no es una máquina dispensadora de gracias, sino un padre que pide una relación acorde con la verdad, que pasa por reconocer también la propia pobreza personal. Esta mujer, consciente de esto, mira a Jesús a los ojos: «Sí, Señor, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Pone a Jesús contra la pared, por así decir, y Él se conmueve por la humildad de quien se contenta con las migajas. Hasta sus gritos parecen expresar su fe, y lo llama «Señor, hijo de David».

«Mujer, ¡que grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!» 

Su gran fe está esculpida en los Evangelios por varios verbos: la mujer sale y va hacia Jesús; grita; llora; pide piedad; lo reconoce como Señor y se postra ante él; mantiene intacta su tenacidad y la certeza de que lo imposible es posible para el Señor; responde a la dureza de Jesús con una lógica impecable. Amor materno y confianza son sus puntos fuertes. «Y desde aquel momento quedó curada su hija».

Esta palabra es la fotografía de la fe viva y operante de una persona. Y al mismo tiempo muestra la constancia y el camino de la primera comunidad cristiana a la que se dirige Mateo, en su apertura al mundo no judío que está en búsqueda y alberga una gran fe.

«Mujer, ¡que grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!» 

Como para esta mujer sirofenicia, «también nuestra fe puede entrar en crisis por una dificultad imprevista, por un hecho imprevisto que viene a perturbar nuestros proyectos, por una grave enfermedad, por el prolongarse de una situación muy dolorosa» (2), y – podríamos añadir – por la falta de paz en el mundo, por las injusticias estructurales, por la grave enfermedad del planeta, por conflictos familiares y sociales… Y una de nuestras debilidades podría ser la falta de perseverancia y de confianza plena. «Dios permite que nuestra fe pase por situaciones difíciles y a veces absurdas. Él quiere purificarla, quiere ver si de verdad sabemos abandonarnos en Él y creer que su amor es mucho mayor que nuestros proyectos, deseos y expectativas» (2).

Así le sucedió a Saliba. También él parecía obligado a dejar su ciudad, Homs (Siria) y a sus padres mayores. La tienda de su padre, vidriero, había quedado destruida durante la guerra en una ciudad destrozada. Como otros jóvenes, Saliba pensaba en buscar nuevas oportunidades en otro lugar, pero no se rindió. Con sus 22 años y la tozudez de quien no renuncia a hacer algo por su pueblo herido, aprovechó la ocasión que le ofrecía el proyecto RestarT(3)  de abrir una tiendecita donde sus conciudadanos encontrasen queso, yogur y mantequilla artesanos hechos por su madre, además de verdura, aceite, especias y café. Ya cuenta con un frigorífico y un generador. Ayudado por su anciano padre, en los días en que la tienda esté cerrada, repartirá cestas de comida entre las familias sin recursos (4).

VICTORIA GÓMEZ y el equipo de la Palabra de Vida

Notas:

1) C. LUBICH, Palabra de vida, junio 1994, en Ciudad Nueva n. 300 (6/1994), p. 33.
2) Ibid.
3) Proyecto RestarT
4) Siria: el minimarket de Saliba


sábado, 1 de julio de 2023

Palabra de Vida, mes de julio: «Cualquiera que dé a beber, aunque solo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa» (Mt 10, 42).

El evangelista Mateo es un escriba cristiano muy instruido: conoce a fondo las promesas del Dios de Israel, y para él las palabras y las acciones de Jesús representan su cumplimiento. Por eso, en su Evangelio presenta su enseñanza en forma de cinco grandes discursos, como un nuevo Moisés. Esta Palabra de vida concluye el «discurso misionero» que comienza con la elección de los doce apóstoles e indica las exigencias de la predicación: las incomprensiones y las persecuciones que van a encontrar requieren un testimonio creíble que implica decisiones radicales.

Pero hay más: Jesús revela que el enviar a sus discípulos tiene su raíz en la misión que él mismo ha recibido del Padre. Una convicción ya viva en el Antiguo Testamento: en el mensajero de Dios, el mismo Dios se hace presente, se compromete. Así pues, es el amor mismo de Dios el que, a través del testimonio de Jesús y de aquellos que Jesús envía, llega en cadena a cada persona.

«Cualquiera que dé a beber, aunque solo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa».

Además de la misión específica de algunos –los apóstoles, los pastores, los profetas…–, Jesús anuncia que todo cristiano puede ser su discípulo, al mismo tiempo destinatario y portador de la misión. Y aunque seamos «pequeños» y aparentemente carentes de cualidades o títulos especiales, todos nosotros, por ser discípulos, estamos habilitados para testimoniar la cercanía de Dios. La comunidad cristiana entera es enviada a la humanidad por el Padre de todos.

Todos hemos recibido atención, cuidados, perdón y confianza de Dios a través de los hermanos; todos podemos decir algo a los demás para que sientan la ternura del Padre, como hizo Jesús durante su misión. En esta raíz, en el Padre, está la garantía de que las llamadas «pequeñas cosas» pueden cambiar el mundo. Aunque solo sea un vaso de agua fresca.

«No cuenta si podemos dar mucho o poco. Lo importante es cómo damos, cuánto amor ponemos incluso en un pequeño gesto de atención al otro. A veces basta con ofrecerle un vaso de agua, un vaso de agua fresca […], un gesto sencillo y grande a los ojos de Dios si lo hacemos en su nombre, o sea, por amor. […] La Palabra de vida de este mes podrá ayudarnos a redescubrir el valor de cada una de nuestras acciones, empezando por las tareas domésticas, del campo o del trabajo, el desempeño de trámites administrativos, los deberes del colegio o las responsabilidades de tipo civil, político o religioso. Todo puede transformarse en servicio atento y solícito. El amor nos dará ojos nuevos para intuir lo que los demás necesitan y atenderlos con creatividad y generosidad. Y como fruto, los dones circularán, porque el amor llama al amor. La alegría se multiplicará, porque “hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20, 35)» (1).

«Cualquiera que dé a beber, aunque solo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa».

Lo que Jesús nos pide es muy exigente: no detener el flujo del amor de Dios. Nos pide que lleguemos a cada hombre y a cada mujer con el corazón abierto y un servicio concreto, superando nuestras categorías y nuestros juicios.

Él quiere nuestra colaboración activa, creativa y responsable, por el bien común a partir de las pequeñas cosas de cada día, pero al mismo tiempo no dejará de recompensarnos: estará siempre a nuestro lado para cuidar de nosotros y acompañarnos en la misión.

«[…] Dejé mi trabajo en Filipinas y me fui a Australia para estar con mi familia […] encontré trabajo en una obra como limpiador de los comedores, los vestuarios, las oficinas y la cantina, que utilizan más de 500 trabajadores. Un trabajo completamente diferente del que tenía antes como ingeniero […] Por el bien de los demás, me aseguro de que los comedores estén siempre limpios y ordenados. Sin embargo, hay personas que no se preocupan de la limpieza. […] No he perdido la paciencia porque para mí es una oportunidad de amar a Jesús en cada persona con la que me encuentro. Poco a poco estas personas empiezan a limpiar después de comer y, con el tiempo, nos hacemos amigos y empiezo a ganarme su confianza y su respeto […]. He experimentado que el amor es contagioso y que todo lo que se hace por amor permanece (2).

Letizia Magri y el equipo de la Palabra de Vida

(1) C. LUBICH, Palabra de vida, octubre 2006: Ciudad Nueva n. 435 (10/2006), p. 22.
(2) S. PELLEGRINI, G. SALERNO, M. CAPORALE (eds.), Una transformación silenciosa, Ciudad Nueva, Madrid 2022, pp. 65-66.


viernes, 2 de junio de 2023

Palabra del Mes: junio 2023, Movimiento de los Focolares: "Alégrense, trabajen para alcanzar la perfección..." (2 Corintios 13,11)

“Alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes”  (2 Cor 13,11).

El apóstol Pablo ha seguido con amor el desarrollo de la comunidad cristiana en la ciudad de Corinto; la ha visitado y sostenido en momentos difíciles.

Sin embargo, en un momento dado debe defenderse, con esta carta, de acusaciones de otros predicadores para quienes el estilo de Pablo era discutible, pues no pedía retribución por su trabajo misionero, no hablaba según los cánones de la elocuencia ni se presentaba con cartas de recomendación que afirmasen su autoridad, y proclamaba que comprendía y vivía su propia debilidad a la luz del ejemplo de Jesús.

Con todo, al concluir su carta, Pablo entrega a los corintios un llamamiento lleno de confianza y esperanza:


“Alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes”.

La primera característica que salta a la vista es que sus exhortaciones están dirigidas a la comunidad en su conjunto como lugar en el que se puede experimentar la presencia de Dios. Todas las debilidades humanas que dificultan la comprensión recíproca, la comunicación leal y sincera, la concordia respetuosa de la diversidad de experiencias y de pensamiento pueden ser sanadas por la presencia del Dios de la paz.

Pablo sugiere ciertos comportamientos concretos y coherentes con las exigencias del evangelio: procurar realizar el proyecto de Dios sobre cada uno y sobre todos, como hermanos y hermanas; poner en circulación el mismo amor consolador de Dios que hemos recibido; cuidar los unos de los otros, compartiendo las aspiraciones más profundas; acogerse mutuamente, ofreciendo y recibiendo misericordia y perdón; alimentar la confianza y la escucha.

Son opciones que dependen de nuestra libertad y que a veces requieren la valentía de ser «signo de contradicción» respecto a la mentalidad corriente.

Por eso, el Apóstol recomienda también animarse mutuamente en este esfuerzo. Para él lo que vale es custodiar y testimoniar con alegría el valor inestimable de la unidad y de la paz, en la caridad y en la verdad. Todo, siempre, basado en la roca del amor incondicional de Dios, que acompaña a su pueblo.

“Alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes”.

Para vivir esta Palabra de vida, miremos también nosotros, como Pablo, al ejemplo y los sentimientos de Jesús, que vino a traernos su propia paz (1). Y esa «no es solo ausencia de guerra, de disputas, divisiones o traumas: es plenitud de vida y de alegría, es salvación integral de la persona, es libertad, es fraternidad en el amor entre todos los pueblos. Y ¿qué hizo Jesús para darnos “su” paz? Pagó en persona. Medió entre los contendientes, cargó con los odios y las separaciones, derribó los muros que separaban a los pueblos (2). 

«Construir la paz requiere también de nosotros un amor fuerte, capaz de amar incluso a quien no nos corresponde, capaz de perdonar, de superar la categoría del enemigo, de amar la patria del otro como la propia. Además exige de nosotros un corazón y unos ojos nuevos para amar y ver que todos son candidatos a la fraternidad universal. “El mal nace del corazón del hombre –escribía Igino Giordani– (3), y para apartar el peligro de la guerra hace falta desterrar el espíritu de agresión, de explotación y egoísmo del que procede la guerra: hace falta reconstruir una conciencia”» (4).

Bonita Park es un barrio de Hartswater, localidad agrícola de Sudáfrica. Como en el resto del país, persisten los efectos heredados del régimen del Apartheid, sobre todo en el ámbito educativo: el nivel escolar de los jóvenes miembros de las comunidades negras y mestizas es muy inferior al del resto de grupos étnicos, con el consiguiente riesgo de marginación social.

El proyecto The Bridge nace para crear una mediación entre los distintos grupos étnicos del barrio y compensar los desfases y diferencias culturales con la creación de un plan de refuerzo escolar y un pequeño espacio común: un lugar de encuentro entre culturas diversas para niños y adolescentes. La comunidad demuestra un gran deseo de trabajar juntos: Carlo ha ofrecido su vieja camioneta para recoger la madera con la que han fabricado los bancos, y el director de la escuela primaria más cercana ha regalado estanterías, cuadernos y libros. Por su parte, la Iglesia Reformada Holandesa ha donado cincuenta sillas. Cada uno ha hecho su parte para reforzar cada día más este puente entre culturas y etnias (5).

Letizia Magri y el equipo de la Palabra de vida

1. Cf. Jn 14, 27.
2. Cf. Ef 2, 14-18.
3. Giordani, I. (2003). La inutilidad de la guerra. Buenos Aires: Ciudad Nueva.
4. C. Lubich. Palabra de vida, enero de 2004.
5. Cf.:https://www.unitedworldproject.org/workshop/sudafrica-un-ponte-tra-culture; Spazio famiglia, marzo 2019, pp. 10-13.

lunes, 1 de mayo de 2023

Palabra del Mes: “Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos” (Romanos 12,10). Movimiento de los Focolares.

La palabra de vida de este mes está sacada de la riquísima carta del apóstol Pablo a los Romanos, en la que presenta la vida cristiana como una realidad donde sobreabunda el amor, un amor gratuito e ilimitado que Dios ha derramado en nuestros corazones y que nosotros damos a nuestra vez a los demás. Para hacer más eficaz su significado, Pablo introduce dos conceptos en una única palabra, philostorgos, que reúne dos características particulares del amor que distinguen a la comunidad cristiana: el amor entre amigos y el amor familiar.

“Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos”.

Detengámonos en particular en el aspecto de la fraternidad y de la reciprocidad. Como escribe Pablo, quienes pertenecen a la comunidad cristiana se aman porque son miembros los unos de los otros (12, 5), son hermanos que tienen como única deuda el amor (cfr. 13, 8), se alegran con quienes están alegres y lloran con quienes lloran (12, 5), no juzgan ni son causa de escándalo (cfr. 14, 13).

Nuestra existencia está estrechamente ligada a la de los demás, y la comunidad es el testimonio vivo de la ley del amor que Jesús trajo a la tierra. Es un amor exigente que llega incluso hasta dar la vida los unos por los otros. Es un amor concreto, coloreado de mil expresiones, que quiere el bien del otro, su felicidad. Hace que los hermanos se realicen plenamente, que compitan en apreciar cada uno las cualidades del otro. Es un amor que mira a las necesidades de cada uno, que hace lo que sea para no dejar a nadie atrás, que nos hace responsables y activos en el ámbito de la vida social y cultural y en el compromiso político.

“Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos”.

«Mirando a las comunidades del siglo I, vemos que el amor cristiano, que se extendía indistintamente a todos, tenía un nombre, se lo llamaba filadelfia, que significa amor fraterno. En la literatura profana de la época este término se usaba para indicar el amor entre hermanos de sangre. Nunca se usaba para indicar a los miembros de una misma sociedad. Solo el Nuevo Testamento es la excepción» (1). 

Muchos jóvenes sienten la exigencia de tener 

«una relación más profunda, más sentida, más verdadera. Y el amor recíproco de los primeros cristianos tenía todas las características del amor fraterno, por ejemplo, la fuerza y el afecto» .

“Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos”.

Un rasgo que distingue a los miembros de esta comunidad que vive el amor recíproco es que no se cierran en sí mismos, sino que están dispuestos a afrontar los desafíos reales que se presentan en el entorno en que se desenvuelven.

J. K., serbio de nacionalidad húngara y padre de tres hijos, por fin puede permitirse adquirir una vivienda, pero a causa de un accidente no cuenta con los recursos económicos ni físicos para reformarla él solo. Entonces la comunidad de los Focolares se activa y pone en marcha el proyecto #daretocare (3) promovido por los Jóvenes por un mundo unido.

Con entusiasmo, J. K. cuenta la competición de solidaridad que se ha desencadenado para sostenerlo económicamente: 

“Han venido muchos a ayudarme, y en tres días hemos podido poner el tejado y cambiar los techos de tierra y paja por otros de yeso”. 

En las obras de rehabilitación también han colaborado económicamente varias personas de la República Checa. Un gesto que ha hecho visible la comunidad ampliada, sin importar las distancias .

Patrizia Mazzola y el equipo de la Palabra de Vida

(1) C. LUBICH, A los gen, Ciudad Nueva, Madrid 1979, p. 133.
(2) Ibid.
(3) En inglés: "dare to care"; en español: "atrévete a cuidar"
(4) Tomado y adaptado del artículo: «Serbia: construir una casa para ser casa»:
https://www.unitedworldproject.org/es/workshop/serbia-construir-una-casa-para-ser-casa/.

sábado, 1 de abril de 2023

«Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra» (Colosenses 3, 2). Palabra del Mes de Abril, Movimiento de los Focolares.

«Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra» (Colosenses 3, 2).

Acababan de nacer las primeras comunidades cristianas y ya surgían diferencias debido a falsas interpretaciones del mensaje evangélico. Pablo, que se encontraba en prisión, se entera de estos problemas en Colosas y escribe a aquella comunidad.

Podemos entender mejor la Palabra de vida de este mes si la leemos dentro del pasaje en el que se encuentra: 

«Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios» (Col 3, 1-3).

Para superar estas discrepancias, Pablo invita a dirigir nuestro pensamiento y todo nuestro ser a Cristo, que ha resucitado, ya que en el bautismo también nosotros hemos muerto y resucitado con Cristo. Podemos vivir esta vida nueva «en el ya aunque no todavía».

«Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra» 

Obviamente, esta posibilidad no la alcanzamos de una vez para siempre, sino que hay que perseguirla recorriendo un camino de compromiso que dura toda la existencia. Significa apuntar a lo alto en nuestra vida, pues Cristo trajo a la tierra la vida del cielo, y su Pascua es el inicio de la nueva creación, de una humanidad nueva. Esta sería la consecuencia lógica de quienes eligen vivir el Evangelio: una opción que cambia por completo nuestra mentalidad, trastoca el orden y los objetivos que el mundo nos propone, nos libera de los condicionamientos y nos lleva a experimentar una transformación radical. En realidad Pablo no subestima las «cosas de la tierra», pues todo ha sido renovado desde que el cielo tocó la tierra con la Encarnación del Hijo de Dios (1).

«Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra».

¿Cuáles son las «cosas de arriba»? Escribe Chiara Lubich: 

«Esos valores que Jesús trajo a la tierra y por los cuales se distinguen sus seguidores. Son el amor, la concordia, la paz, el perdón, la corrección, la pureza, la honestidad, la justicia, etc. Son todas esas virtudes y riquezas que ofrece el Evangelio. Con ellas y por ellas los cristianos se mantienen en su realidad de resucitados con Cristo. […]
«Y ¿cómo mantener el corazón anclado al cielo viviendo en medio del mundo? Dejándonos guiar por los pensamientos y sentimientos de Jesús, cuya mirada interior estaba siempre dirigida al Padre y cuya vida reflejaba en todo instante la ley del Cielo, que es ley de amor» (2). 

«Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra».

La presencia de los cristianos en el mundo se abre con valentía a la vida nueva de la Pascua. Son mujeres y hombres nuevos que no son del mundo (cfr. Jn 15, 18-21) pero que viven en el mundo con todas las dificultades del presente. Así se decía de los primeros cristianos: 

«Pasan la vida en la tierra pero tienen su ciudadanía en el cielo. […] Lo que es el alma en el cuerpo son los cristianos en el mundo» (3).

La opción valiente y plenamente evangélica de un obrero que decide ayudar a su compañero despedido provoca una cadena de gestos de fraternidad movidos por su testimonio. 

«En la fábrica llegaron cartas de despido, una de ellas dirigida a Jorge. Conociendo su precaria condición económica, le propongo volver con él al departamento de personal: “Yo estoy mejor que él – declaro –, mi mujer tiene trabajo. Despídanme a mí”. El jefe promete revisar el caso. Cuando salimos, Jorge, conmovido, me da un abrazo. El caso va pasando de boca en boca y otros dos obreros que están más o menos en las misma condiciones que yo se ofrecen en lugar de otros dos despedidos. La dirección se ve obligada a replantearse los métodos de despido. Al enterarse del hecho, el párroco lo cuenta durante la homilía del domingo, sin dar nombres. Al día siguiente me comunica que dos chicas estudiantes han ido a llevarle todos sus ahorros para los obreros en dificultad, declarando: “También nosotras queremos imitar el gesto de ese obrero”» (B. S. - Brasil) (4).

Patrizia Mazzola y el equipo de la Palabra de vida.

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(1) Cf. 2 Co 5, 17: «Por tanto, el que está en Cristo es una nueva creatura; pasó lo viejo, todo es nuevo».

(2) C. LUBICH, Palabra de vida, abril 2001: Ciudad Nueva 375 (4/2001), p. 24.Abril 2023

(3) Carta a Diogneto, V, 9; VI.1: Padres apostólicos, «Biblioteca de Patrística» n. 50, Ciudad Nueva, Madrid 2002, p. 561.

(4) Testimonio tomado de: www.focolare.org.

domingo, 5 de marzo de 2023

Palabra de vida, Marzo 2023, Movimiento de los Focolares.

“Ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. El fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad.” (Efesios 5, 8-9)

Pablo escribe a la comunidad de Éfeso, una ciudad grande e imponente donde había vivido, bautizando y evangelizando.

Probablemente se encuentre en Roma, en prisión, en torno al año 62. Está sufriendo y sin embargo escribe a estos cristianos, no tanto para resolver problemas de la comunidad, sino para anunciarles la belleza del designio de Dios sobre la Iglesia naciente.

Recuerda a los efesios que, por el don del bautismo y de la fe, han pasado de las tinieblas a la luz, y los alienta a comportarse de manera coherente. Para Pablo se trata de recorrer un camino, un permanente crecimiento en el conocimiento de Dios y de su voluntad de amor, volver a comenzar día tras día.

Por lo tanto, quiere exhortarlos a vivir en lo cotidiano según la llamada que recibieron: ser “imitadores de Dios” [1] como “hijos muy queridos”, santos, misericordiosos.

“Ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. El fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad.”

También nosotros, cristianos del siglo XXI, estamos llamados a “ser luz”, pero podemos sentirnos inadecuados, condicionados por nuestros límites o impelidos por las circunstancias externas.

¿Cómo caminar con esperanza, no obstante las tinieblas y las incertidumbres que a veces parecen dominarnos?

Pablo sigue dándonos coraje: es la Palabra de Dios vivida la que nos ilumina y nos hace capaces de “brillar como haces de luz en el mundo” [2] .

“Como otro Cristo, cada hombre y cada mujer pueden aportar una contribución en todos los campos de la actividad humana: en la ciencia, en el arte, en la política. Si recibimos su Palabra nos sintonizamos cada vez más con sus pensamientos, sus sentimientos, sus enseñanzas. Ella ilumina toda nuestra actividad, endereza y corrige cada expresión de nuestra vida. Nuestro ‘hombre viejo’ está siempre dispuesto a retirarse en lo privado, a cultivar sus pequeños intereses personales, a olvidar a las personas que pasan a nuestro lado, a quedar indiferentes frente al bien público, a las exigencias de la humanidad que nos rodea. Entonces, volvamos a encender en nuestro corazón la llama del amor y tendremos ojos nuevos para mirar alrededor” [3].

“Ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. El fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad.”

La luz del Evangelio, vivido por cada uno y por la comunidad, aporta esperanza y refuerza las relaciones sociales, incluso cuando las calamidades causan dolor y agravan la pobreza.

En las Filipinas, tal como refiere Jun, en plena pandemia, una comunidad fue destruida por el fuego y muchas familias lo perdieron todo: “Si bien somos pobres, mi mujer Flor y yo teníamos el fuerte deseo de ayudar. Compartí esta situación con el grupo de motociclistas al que pertenezco, por más que supiera que estaban sufriendo como nosotros. Lo cual no impidió que mis amigos tomaran cartas en el asunto. Recogimos latas de sardinas, fideos, arroz y otros alimentos para entregar a las víctimas de los incendios. A menudo mi mujer y yo nos sentíamos desanimados al pensar en lo que nos esperaría en el futuro, pero recordamos siempre esa frase del Evangelio que dice que quien quiere salvar su vida la perderá, pero quien la pierde por su causa la encontrará [4]. A pesar de no ser ricos, creemos tener siempre algo para compartir por amor de Jesús con los demás, y ese amor nos impulsa a seguir dando sinceramente y a tener confianza en el amor de Dios”.

Por lo tanto, se trata de dejarse iluminar en lo profundo del corazón. Los frutos buenos de este camino –bondad, justicia y verdad– son gratos a los ojos del Señor y son testimonio de la vida buena del Evangelio, más que cualquier otro discurso.

Y no olvidemos el sostén que recibimos de todos aquellos con los que compartimos este Santo Viaje de la vida. El bien que recibimos, el perdón recíproco que experimentamos, el compartir bienes materiales y espirituales que podemos vivir: todas ayudas preciosas que nos abren a la esperanza y nos hacen testigos.

Jesús ha prometido: “Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” [5].

El Resucitado, fuente de nuestra vida cristiana, está siempre con nosotros en la oración común y en el amor recíproco, para alentar nuestro corazón e iluminar nuestra mente.

Letizia Magri

[1] Cf. Efesios 5, 1.

[2] Cf. Filipenses 2, 15.

[3]C. Lubich, Palabra de Vida, septiembre 2005.

[4] Cf. Marcos 8, 35.

[5] Cf. Mateo 28, 20.

domingo, 5 de febrero de 2023

«Tú eres el Dios que me ve» (Génesis 16,13). Palabra de Vida, febrero 2023. Movimiento de los Focolares.

«Tú eres el Dios que me ve» (Génesis 16, 13).

El versículo de la Palabra de vida de este mes está tomado del libro del Génesis. Son unas palabras pronunciadas por Agar, la esclava de Sara entregada como mujer a Abrahán porque aquella no podía tener hijos y asegurar así una descendencia. Cuando Agar descubre que está encinta se siente superior a su señora. El maltrato recibido por parte de Sara la obliga más tarde a huir al desierto. Y allí,  precisamente tiene lugar un encuentro único entre Dios y la mujer, la cual recibe una promesa de descendencia semejante a la que Dios le había hecho a Abrahán. El hijo que nacerá se llamará Ismael, que significa «Dios ha escuchado», pues ha acogido la angustia de Agar y le ha dado una estirpe.

«Tú eres el Dios que me ve».

La reacción de Agar refleja una idea común en el mundo antiguo: que los seres humanos no pueden mantener un encuentro muy de cerca con la divinidad. Agar se queda sorprendida y agradecida de haber sobrevivido a él. Experimenta el amor de Dios precisamente en el desierto, el lugar privilegiado donde se puede experimentar un encuentro personal con Él; siente su presencia y se siente amada por un Dios que la ha «visto» en su situación dolorosa, un Dios que se preocupa por sus criaturas y las envuelve con su amor. 

«No es un Dios ausente, lejano, indiferente a la suerte de la humanidad, como tampoco a la suerte de cada uno de nosotros. Así lo experimentamos muchas veces. […] Él está aquí conmigo, lo sabe todo de mí y comparte cada pensamiento, alegría o deseo mío, lleva conmigo cada preocupación y cada prueba de mi vida.» (1)

«Tú eres el Dios que me ve».

Esta palabra de vida reaviva una certeza y nos conforta: nunca estamos solos en nuestro camino; Dios está ahí y nos ama. A veces, como Agar, nos sentimos «extranjeros» en esta tierra, o buscamos modos de huir de situaciones duras y dolorosas. Pero hemos de estar seguros de la presencia de Dios y de nuestra relación con Él, que nos hace libres, nos sosiega y nos permite empezar siempre de nuevo.
Esta ha sido la experiencia de P., que vivió sola durante la pandemia. Cuenta: «Desde el inicio de la clausura de toda actividad en nuestro país, estoy sola en casa. No tengo físicamente cerca a nadie con quien poder compartir esta experiencia, y procuro ocupar el día como puedo. Con el pasar de los días me siento cada vez más desanimada. Por la noche me cuesta mucho quedarme dormida. Me parece que no podré salir nunca de esta pesadilla. Pero siento fuertemente que debo encomendarme
completamente a Dios y creer en su amor. No tengo dudas de su presencia, que me acompaña y me reconforta en estos meses de soledad. Me llegan pequeñas señales de los hermanos que me hacen comprender que no estoy sola. Como una vez en que estaba festejando el cumpleaños de una amiga on line y en ese momento me llegó un trozo de tarta de parte de mi vecina».

«Tú eres el Dios que me ve».

Así, protegidos por la presencia de Dios, también nosotros podemos ser mensajeros de su amor: estamos llamados a ver las necesidades de los demás, a socorrer a nuestros hermanos en sus desiertos, a compartir sus alegrías y sus dolores. El esfuerzo consiste en mantener los ojos abiertos a la humanidad en la que estamos inmersos también nosotros.
Podemos pararnos y mostrar nuestra cercanía con quienes están buscando un sentido y una respuesta a los muchos «por qué» de la vida: familiares, amigos, conocidos, vecinos, compañeros de trabajo, personas con problemas económicos y quizá marginadas socialmente.
Podemos recordar y compartir esos momentos preciosos en los que hemos conocido el amor de Dios y hemos redescubierto el sentido de nuestra vida.
Podemos afrontar juntos las dificultades y descubrir en los desiertos por los que pasamos la presencia de Dios en nuestra historia, que nos ayuda a proseguir el camino con confianza.

Patrizia Mazzola y el equipo de la Palabra de Vida

(1)  C. LUBICH, Palabra de vida, julio de 2006: Ciudad Nueva n. 433 (2006/7), p. 29.