lunes, 1 de enero de 2024

“Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.” (Lucas 10, 27). Palabra del Mes, Movimiento de los Focolares.

La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos (que en el hemisferio norte se celebra del 18 al 25 de enero y en el sur coincide con la semana anterior a la fiesta de Pentecostés) (1) ofrece este año como punto de partida para la reflexión la frase citada, que encuentra su origen en el Antiguo Testamento (2). En su camino hacia Jerusalén, Jesús es detenido por un doctor de la Ley que le pregunta: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?” (3). Se inicia así un diálogo y Jesús responde con una contrapregunta: “¿Qué está escrito en la Ley?” (4), provocando la respuesta del interlocutor: el amor a Dios y el amor al prójimo en su conjunto son considerados la síntesis de la Ley y de los Profetas.

“Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.”

“¿Y quién es mi prójimo?”, continúa el doctor de la Ley. El Maestro le responde contándole la parábola del buen samaritano. No refiere las diferentes tipologías de personas que pueden representar al prójimo, sino que describe la actitud de profunda compasión que debe animar todas nuestras acciones. Somos nosotros mismos quienes debemos hacernos “prójimos” de los demás. La pregunta que tenemos que plantearnos es: “Y yo, ¿de quién soy prójimo?”. 

Tal como hizo el samaritano, debemos ocuparnos de los hermanos cuyas necesidades conocemos, dejarnos implicar sin temor hasta el fondo de las situaciones que se presentan y tener un amor que se preocupa por ayudar, sostener, dar ánimo a todos.

Hay que ver en los demás un otro yo y hacer con ellos lo que haríamos con nosotros mismos. Se trata de la así llamada “regla de oro” presente en todas las religiones. Gandhi la explica de manera eficaz: 

“Tú y yo somos una sola cosa. No puedo hacerte mal sin herirme a mí mismo” (5).

“Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.”

Escribe Chiara Lubich: 

“Si nosotros permanecemos indiferentes o resignados frente a la necesidad de nuestro prójimo, tanto en el plano material como de los bienes espirituales, no podemos decir que amamos al prójimo como a nosotros mismos. No podemos decir que lo amamos como lo hizo Jesús. En una comunidad que quiera inspirarse en el amor que nos enseñó Jesús, no puede haber lugar para las desigualdades, los desequilibrios, las marginaciones, las desatenciones. Mientras veamos como a un extraño a nuestro prójimo, alguien que molesta nuestra tranquilidad, que incomoda nuestros proyectos, no podremos decir que amamos a Dios con todo nuestro corazón” (6).

“Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.”

La vida es lo que nos sucede en el presente. Reconocer a quien está cerca de nosotros, saber escuchar al otro puede abrir hendijas interesantes y poner en movimiento iniciativas no previstas. Así le pasó a Victoria:

“En la iglesia me impresionó la bellísima voz de una mujer africana sentada a mi lado. La felicité y le propuse que se uniera al coro de la parroquia. Nos detuvimos a conversar. Es una religiosa de Guinea Ecuatorial de paso por Madrid. En su instituto acogen a recién nacidos abandonados, a los que acompañan hasta su mayoría de edad tanto en los estudios universitarios o en el aprendizaje de un oficio. El taller de sastrería está bien encaminado pero no son suficientes las máquinas de coser.
Me ofrezco para ayudarla a conseguir otras máquinas, confiando en Jesús, convencida de que me escuchaba y me impulsaba a amar sin cálculos.
Uno de mis amigos conoce a un artesano, feliz de ayudarnos en esta cadena de amor. Se ocupa de arreglar ocho máquinas y encuentra otra de planchado. Una pareja de conocidos se ofrece para llevarlas hasta Madrid, cambiando el destino de sus vacaciones y recorriendo casi mil kilómetros. Así, las “máquinas de la esperanza” llegan por mar hasta Malabo, a través de las peripecias de un largo viaje. En Guinea no pueden creerlo y nos agradecen emocionados”.

Patricia Mazzola y equipo de Palabra de Vida

Notas

(1) En el hemisferio norte esta Palabra de vida es la misma que un grupo de cristianos de diferentes iglesias de Alemania han elegido para vivir durante todo el año. Los textos fueron preparados por un grupo ecuménico de Burkina Faso.
(2) Cf. Deuteronomio 6, 4-5 y Levítico 19, 18.
(3) Lucas 10, 25.
(4) Lucas 10, 26.
(5) C. LUBICH, El arte de amar.
(6) Ibíd.


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