miércoles, 17 de enero de 2024

“Conviértanse y crean en la Buena Noticia”. (Marcos 1,14-20). Tercer domingo durante el año.

Amigas y amigos, un cordial saludo desde el santuario de Nuestra Señora de Fátima, en Portugal, donde he llegado en peregrinación con otros hermanos obispos.

Hemos estado rezando a la Virgen pidiendo su intercesión por nuestro mundo y nuestro Uruguay, por toda la Iglesia Católica y por nuestra Iglesia diocesana de Canelones y, especialmente, por tantos de ustedes que piden oraciones tanto por sí mismos como por sus amigos y familiares en situaciones de dificultad, dolor, enfermedad o duelo. Que María reciba todas nuestras oraciones y las presente ante su Hijo y que Él conceda a cada cual las gracias que verdaderamente necesite.

o0o0o0o0o

Hace quince días recordábamos el bautismo de Jesús. El domingo pasado, el llamado de los primeros discípulos, en el particular enfoque que le da el evangelio según san Juan.

Hoy, el evangelio según san Marcos, que será aquel que escucharemos más a menudo en este año, nos presenta el comienzo de la misión de Jesús:

Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia». (Marcos 1,14-20)

Juan el Bautista había sido arrestado por el rey Herodes. No saldría vivo de la prisión. Jesús tomó prudente distancia. Abandonó Judea, cruzó Samaría y llegó a Galilea, la provincia más al norte de su tierra. Allí había vivido Jesús la mayor parte de su vida, en la aldea de Nazaret. Pero no es allí hacia donde dirige sus pasos, sino a Cafarnaúm, pueblo de pescadores en la costa del mar de Galilea. Es allí que comienza a predicar. El evangelista Marcos tiene una gran capacidad de síntesis. En una sola frase reúne cuatro aspectos muy importantes de la predicación de Jesús: el tiempo, el Reino, la conversión, la fe.

“El tiempo se ha cumplido”. ¿De qué tiempo hablamos? Recordemos: los evangelios nos han llegado escritos en griego. En esa lengua hay dos palabras para decir tiempo: cronos y Kairós. De cronos nos vienen palabras conocidas: cronología, cronómetro, sincronización… cronos es el tiempo contado y medido: siglos, años, meses, semanas, días, horas, minutos, segundos…

Kairós no es el tiempo en cuanto cantidad, sino en cuanto calidad. Es el tiempo oportuno, el tiempo adecuado para lo que hay que hacer. El libro del Eclesiastés, que señala que hay un tiempo para cada cosa, también utiliza la palabra Kairós en su traducción del hebreo al griego:

Hay un tiempo para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol:
un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado… (Eclesiastés/Cohelet 3,1-2)

Cuando Jesús dice “el tiempo está cumplido”, no está hablando de un plazo cronológico que ha llegado a su término. Lo que él quiere hacer ver es que se está en el momento oportuno, el momento que no hay que dejar pasar… pero ¿por qué? ¿qué es lo que está sucediendo?

“El Reino de Dios está cerca”. La llegada del Reino de Dios: ése es el acontecimiento. El Reino es el gran tema de la predicación de Jesús. Está presente en sus parábolas, que suelen comenzar con aquello de “el Reino de Dios se parece a…”. Está presente en la promesa de las bienaventuranzas, en la primera y en la última, abrazando todo el conjunto:

“… a ellos les pertenece el Reino de los Cielos” (Mateo 5,3.10)

Pero no tenemos que separar las dos cosas. El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca. Dios ha enviado al mundo a su Hijo y su Reino se ha hecho más cercano que nunca. Se ha cumplido el tiempo de salvación porque ha llegado Jesús. Seguir a Jesús es entrar en el Reino de Dios y el Reino encuentra su plena realización en la persona del mismo Jesús. Es por medio de Él que el Reino se hace presente, que está cerca o, más aún, “está en medio de ustedes” (Lucas 17,20).

Pero si Dios ofrece la salvación y Él mismo hace el tiempo oportuno, la salvación no es automática. La salvación es un don del amor de Dios ofrecido a la libertad humana. Y por eso es necesaria la siguiente palabra: "Conviértanse".

La conversión es la respuesta libre de la persona humana al amor de Dios. ¿Qué es la conversión? Lo primero que suele entenderse por conversión es dejar de hacer lo que está mal. Me doy cuenta de que estoy haciendo algo que daña a los demás y los hace sufrir, que incluso me daña a mí mismo y me digo “tengo que dejar de hacer eso” y hago el esfuerzo. Tratar mejor a los demás, no quedarme con lo que no es mío, no mentir, luchar contra una adicción… etcétera.

En el evangelio, la palabra que se traduce como “conversión” significa “cambio de mentalidad”. Puede parecer menos que lo anterior, pero no lo es, si lo entendemos bien. Se trata de cambiar de mentalidad para cambiar de vida. No seguir más una mentalidad que lleva a afirmarse uno mismo contra los demás y hasta contra Dios. No seguir la mentalidad “mundana”, sino buscar el modelo que nos da Dios, que es Jesús; que es lo que Jesús hizo y enseñó. Entonces, la conversión sí, es dejar el mal, pero, al mismo tiempo y con mucha fuerza, abrazar el bien, hacer el bien. Precisamente, así resume Pedro la vida de Jesús: “Él pasó haciendo el bien” (Hechos 10,38).

“Crean en la buena noticia”. Así termina la frase que resume la predicación de Jesús: “crean en el evangelio”. Es el llamado a la fe, a abrirse al don de la fe. No es solo creer en las palabras de Jesús, creer lo que Él dice. Es creer en Él mismo, en su persona. Pero creer no es solo mirarlo a Él, sino mirar la realidad a través de sus ojos. Mirar al mundo, mirar a la gente, mirar los acontecimientos, con los ojos de Jesús. “Ver a cada uno de mis hermanos como tú mismo los ves”, se pide en una vieja oración.

Este pasaje del evangelio termina con el llamado a los primeros cuatro discípulos, pescadores del mar de Galilea: Pedro y Andrés, Santiago y Juan.

Jesús les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron. (Marcos 1,14-20)

Conmueve ver la decisión con que los cuatro siguieron a Jesús: de inmediato dejaron todo y lo siguieron. El evangelio del domingo pasado nos habla de un encuentro anterior. Tal vez así se preparó esta decisión. Puede ser. Como sea que haya sido, los cuatro pescadores reconocieron que ése era el momento, el Kairós, el tiempo de Dios, y no dudaron.

Amigas y amigos: no dejemos de estar atentos; no dejemos pasar a Jesús sin recibirlo. Su presencia es oportunidad, tiempo de salvación, manifestación del amor de Dios, que espera nuestra respuesta de amor.

Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 

No hay comentarios: