“No puede ser mi discípulo”. Tres veces repite Jesús esta tajante sentencia, en el pasaje del evangelio que escuchamos este domingo.
¿En qué está Jesús mientras dice todo eso? Está en camino a Jerusalén; no como una peregrinación más, como las que hizo incluso siendo niño, sino en el viaje definitivo hacia su pasión, muerte y resurrección. Más que una exigencia, Jesús está haciendo una advertencia: para seguirlo hay que cortar ciertas ataduras a personas y a cosas y poner el amor por Él por encima de todo lo demás.
No deja de sonar chocante aquello de
Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14,26)
Esta primera exigencia llama a revisar la forma en que vivimos nuestros vínculos familiares. Cuando el parentesco se convierte en una especie de ley por encima de lo que es justo y bueno, se termina por justificar en su nombre favoritismos, privilegios, exclusiones… Jesús reclama ese amor a Él por encima de todo, no para dejar fuera a los demás, sino para ensanchar el corazón, de manera que podamos ver en toda persona un hermano, una hermana y amarlos con Él, con Jesús y desde Él.
El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14,27)
Para nosotros esta imagen es claramente simbólica y, aun así, es fuerte. Cuántas veces los discípulos de Jesús habrían visto pasar entre la multitud a los condenados cargados con el patíbulo, el brazo horizontal de la cruz, hasta el lugar donde serían crucificados…
Qué difícil imaginarse a sí mismos haciéndolo y más aún, imaginar que un día su maestro recorrería también la Vía Crucis, la vía dolorosa, el camino de la cruz.
Podemos entender esta exigencia como un llamado a aceptar y dar sentido a nuestros diversos sufrimientos, uniendo nuestro dolor al del crucificado, uniéndonos a su ofrenda de amor por la salvación de la humanidad. Junto a eso, tenemos que recordar que la cruz de Jesús es consecuencia de su enfrentamiento con la maldad, incluyendo la pretensión de manipular al mismo Dios para justificar la opresión y la injusticia.
De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14,33)
Jesús presenta esta tercera exigencia como conclusión a dos breves parábolas: el hombre que antes de construir la torre debía calcular si tenía suficientes recursos para terminarla y el rey que resolvió buscar la paz antes de ir a la batalla con menos hombres que el enemigo. La renuncia fundamental que aquí está planteada, es la renuncia a la autosuficiencia, al creer que todo proviene exclusivamente de nuestras fuerzas y que solo dependemos de nosotros mismos para llevar adelante cualquier proyecto… nuestros proyectos mismos quedan cuestionados… ¿Acaso son los proyectos de Dios?
¿Qué hombre puede conocer los designios de Dioso hacerse una idea de lo que quiere el Señor? (Sabiduría 9,13)
Esa es la pregunta que nos lanza el autor del Libro de la Sabiduría, en la primera lectura de hoy. Pregunta retórica, es decir, más bien una afirmación que una pregunta. Nadie puede conocer los designios de Dios… a menos que el mismo Dios los revele. Y sigue así :
¿Y quién habría conocido tu voluntadsi Tú mismo no hubieras dado la Sabiduríay enviado desde lo alto tu santo espíritu? (Sabiduría 9,17)
El autor reconoce que Dios ha dado a conocer su voluntad, que Dios se ha manifestado, se ha revelado… pero en el momento en que él escribe, esa revelación no ha llegado a su fin, no ha alcanzado su plenitud. Eso sucederá con Jesucristo. Ahí se produce la revelación definitiva de Dios. En Jesucristo, Dios muestra su rostro: el rostro de la misericordia.
Pero, entonces… ¿cómo se conjugan la misericordia y las exigencias de Jesús? Pues bien, este exigente pasaje del evangelio viene precedido de una parábola de Jesús en las que se habla de un banquete donde los invitados no aceptaron el convite y el anfitrión ordenó a sus servidores salir a buscar a quien fuera para sentarlo a su mesa, hasta llenar la casa.
A continuación de este pasaje, viene el capítulo 15 del evangelio de Lucas, que nos ofrece nada menos que las tres parábolas de la misericordia: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido… que terminan con una fiesta por haber recuperado la oveja, la moneda y el hijo.
La exigencia de Dios no es caprichosa ni mucho menos maliciosa. Es la exigencia del amor, la exigencia de quien quiere para sus creaturas una vida más grande, más alta… la participación en su propia vida divina. En lugar de eso, los ve, nos ve, aferrarnos a lo caduco y transitorio, poniendo en peligro su vida eterna, porque hemos menospreciado o rechazado el amor misericordioso del Padre; ese amor que se nos manifiesta en Jesucristo; ese amor que es para nosotros exigente, porque así es el verdadero amor.
Tiempo de la Creación
Desde el primero de septiembre al 4 de octubre, la Iglesia vive el “Tiempo de la Creación”, un tiempo para meditar, celebrar y cuidar la obra de Dios, nuestra Casa Común. A diez años de esta iniciativa del papa Francisco y en el marco del año jubilar, el papa León XIV nos ha entregado un mensaje titulado “Semillas de paz y esperanza”.
Mes de la Palabra de Dios
El 30 de septiembre es la memoria de san Jerónimo, el santo que dedicó gran parte de su vida a traducir la Palabra de Dios a la lengua que hablaba el pueblo: el latín llamado “vulgar”. Su Biblia es conocida como “la Vulgata”. Es por eso que en Uruguay y en otros países celebramos septiembre como el “Mes de la Biblia”, aunque, últimamente lo hemos cambiado por “Mes de la Palabra de Dios”, poniendo el énfasis en el mensaje, la Palabra y no en el soporte físico, que es el libro, la Biblia.
Jornada Nacional de la Juventud
Como cada primer domingo de septiembre, desde hace 46 años, se celebra en Uruguay la Jornada Nacional de la Juventud, este año convocada con el lema del Jubileo “Peregrinos de Esperanza”. Por muy feliz coincidencia, el papa León eligió esta fecha para la canonización de dos santos jóvenes: Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati. También tendremos ese acontecimiento presente en nuestra jornada.
La celebraremos este domingo en la ciudad de Tala, donde están convocados los jóvenes de parroquias y centros educativos de nuestra diócesis.
En esta semana:
- Lunes 8, un tierno recuerdo para nuestra madre: la Natividad de la Virgen María
- Martes 9, un santo misionero: San Pedro Claver
- Sábado 13, un obispo y doctor de la Iglesia, San Juan Crisóstomo.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
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