jueves, 1 de septiembre de 2011

Salto: exequias del P. Walter Malet

Salto, 27 de mayo de 2005. Celebración de sus Bodas de Plata
Parroquia Santa Cruz, con Mons. Heriberto y Mons. Daniel Gil

Idem. Su madre y su hermana acercan las ofrendas.

Idem. "Esta es mi sangre..."

Mayo 2011. Rivera, Encuentro de Diócesis de Frontera.
Walter Luis Malet nació en Montevideo el 31 de marzo de 1951. Fue ordenado sacerdote en Guichón, el 24 de mayo de 1980. Falleció en Salto, en la madrugada del 1 de setiembre de 2011.
Sintiendo el llamado de Jesús ingresa a la congregación salesiana. Durante una etapa de su formación es enviado a Paysandú, donde colaboró con el P. Isidro "Cacho" Alonso, que en 1973 fue nombrado asesor diocesano de Juventud de Salto. Un joven de aquella época los recuerda como "una pareja quijotesca". El P. Cacho, alto, delgado, sereno y soñador; el seminarista Walter, ya "gordito", con un discurso que enfatizaba en los compromisos concretos. Juntos visitaron los grupos parroquiales de jóvenes de la Diócesis.
En su búsqueda vocacional, Walter abandona los salesianos e ingresa en Montevideo al Seminario Interdiocesano "Cristo Rey" por la Diócesis de Salto.
Allí lo conocí, como seminarista, continuando en ese trabajo de animación de la Pastoral Juvenil, para el cual viajaba desde Montevideo los fines de semana.
En 1975, desde mi parroquia de Young, me integré de lleno a lo que comenzaba a llamarse Pastoral Juvenil. Fue el último año del P. Cacho y el comienzo de la asesoría del P. Víctor Couto. Walter continuó su formación en el Seminario y fue ordenado diácono en la parroquia San José Obrero de Paysandú, a fines de 1979.
En 1980 ingresé al Seminario y, junto a los numerosos seminaristas de Salto, viajamos a Guichón el 24 de mayo, día de María Auxiliadora, para participar en la ordenación de Walter, realizada por Mons. Carlos Nicolini, durante la fiesta patronal. Fuimos una presencia animada y bullanguera, con guitarras y redoblante, tanto en la celebración eucarística como en la fiesta.
El P. Walter ya tenía destino pastoral en Guichón, donde era párroco Ottavio Todeschini, de la Diócesis de Verona, que fue después formador y rector del Seminario Interdiocesano. Walter se veía tan a gusto entre los sacerdotes italianos, que un sacerdote de la Diócesis le puso por sobrenombre "Maletti".
Después de unos años en Guichón, Walter pasó a la parroquia del Cerro (Sagrado Corazón) en Salto.
Vinieron luego dos años de estudios en Bélgica, de donde regresó con el título de perito en catequesis. Comenzó integrándose al Oficio Catequístico Diocesano, para luego asumir su dirección, nombrado por el nuevo Obispo, Mons. Daniel Gil Zorrilla. Impulsó una renovación de la catequesis, con un especial énfasis en la catequesis de adultos.
Manteniendo la dirección del Oficio Catequístico, pasó a la Parroquia Santa Cruz, de la que era párroco Mons. Marcelo Mendiharat, obispo emérito de Salto. Al cumplir Don Marcelo sus 80 años, en 1994, Mons. Daniel Gil le pidió que ya no continuara como párroco, y a Walter se le encomendó ese servicio, con Don Marcelo como su "teniente". Walter asumió con entusiasmo la parroquia, impulsando la vida de sus capillas y su colegio parroquial.
Desde siempre manifestó inquietud por varios temas sociales, no en forma abstracta sino centrado en las personas en diferentes situaciones críticas. Integró el Patronato de la Cárcel de Salto. Promovió la asistencia a niños en situación de calle, creando un refugio en uno de los centros de la parroquia. Fue gestor y animador de "Pan y Abrigo", coordinación de merenderos y otras obras sociales, donde trabajó codo a codo con pastores y dirigentes de otras iglesias.
Su gestión en Pan y Abrigo motivó que, en junio de 2005, el intendente electo de Salto Ramón Fonticiella le pidiera integrarse a su equipo asesor. Así lo hizo, con la anuencia de Mons. Gil, en junio de 2005. Esa anuencia, a su pedido, fue renovada por un año.
Al llegar Mons. Pablo Galimberti a la Diócesis, Walter mantuvo y aún acrecentó su vínculo con la Intendencia, sin pleno acuerdo del Obispo. Esto generó una situación tensa, en la que, sin embargo, no abandonó el ministerio. No pudiendo continuar como párroco de Santa Cruz, continuó en la dirección del Colegio Parroquial y colaboró con otras comunidades, entre ellas la parroquia de Quebracho.
En sus idas y venidas, Walter mantuvo siempre una clara preocupación social, que se expresaba no sólo en acciones de tipo organizativo o institucional, sino en su preocupación por personas concretas, con rostro, nombre y apellido. Esa preocupación lo llevó a vivir muchos desvelos, descuidando su propia salud. Vivió intensamente las palabras de Jesús (Mt 25...) "Tuve hambre y me diste de comer..." y su amor preferencial por los pobres.Su última participación en un evento eclesial de cierta importancia fue en el Encuentro de Diócesis de Frontera en mayo-junio de este año, en Rivera, cuyo tema fue “la compasión de Jesús y el desafío de un número creciente de jóvenes deteriorados por la adicción a las drogas”, otra de esas situaciones humanas ante las que Walter fue especialmente sensible.

A los 60 años, su muerte culmina una vida sacerdotal, que tuvo sus momentos particulares, diferentes y a veces fronterizos, pero donde el Pueblo de Dios no dejó de reconocerlo como pastor.
La Misa de exequias en la Parroquia Santa Cruz, que me tocó presidir, debido a que Mons. Galimberti no estaba aún repuesto de su reciente accidente, lo expresó fehacientemente. Allí estaba una comunidad: laicos, religiosas, diáconos y presbíteros, despidiendo a un sacerdote, dando gracias por su vida y por su testimonio, abiertos a la esperanza, celebrando en la fe y el amor.
+ Heriberto

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