viernes, 2 de julio de 2021

“No pudo hacer allí ningún milagro” (Marcos 6, 1-6a) Domingo XIV durante el año.

Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos.
Así comienza el evangelio que escuchamos este domingo. ¿De dónde salió Jesús y hacia dónde se dirigía? Jesús salió de la casa de Jairo, un hombre que había ido a buscar a Jesús porque su hija estaba enferma.
En el camino, acompañado por una gran multitud, Jesús sintió que alguien lo había tocado. Era una mujer que sufría una larga y penosa enfermedad y que tocó el manto de Jesús con la esperanza de ser curada. Y así sucedió. A ella, Jesús le dijo:
«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad».
Mientras sucedía todo esto, llegó gente de la casa de Jairo para decirle que su hija había muerto. Al padre de la niña, Jesús le dijo:
«No temas, basta que creas».
Cuando Jesús llegó a la casa, tomó a la niña de la mano y la regresó a la vida.
Desde esa casa y ese camino donde Jesús encontró gente que creía en él y donde realizó dos milagros: desde allí sale Jesús.
Se dirige ahora a su pueblo: Nazaret de Galilea. Jesús ya tiene cierta fama por sus milagros y su predicación. Es un maestro que ha formado un grupo de discípulos. Mucha gente que lo ha escuchado afirma que él “enseña con autoridad”.
Al llegar el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. ¿Cuál fue la reacción de esta gente, sus antiguos vecinos?
«¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?» Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo.
“Nadie es profeta en su tierra”, dice el refrán que, al parecer, ya existía antes de Jesús.
El evangelista completa el relato con estas palabras desoladoras:
Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y Él se asombraba de su falta de fe.

De esta forma, el evangelista Marcos nos presenta el contraste entre los que creen y los que no creen en Jesús. Donde está la fe, Jesús actúa y sana; donde no encuentra fe, no realiza ningún milagro.

Sin embargo, de esto no tenemos que sacar la conclusión de que si alguien se enferma y no sana es porque no tiene fe. Creyentes y no creyentes estamos igualmente expuestos a la posibilidad de enfermarnos. La fe hace posible los milagros, pero Dios no está obligado a realizarlos. Por eso, frente a la enfermedad, rezamos pidiendo que se haga la voluntad de Dios, sin pretender dirigir esa voluntad. Rezamos con la confianza de que Dios quiere nuestro bien y ese bien es, en definitiva, nuestra salvación.

En la segunda lectura, san Pablo nos cuenta de su sufrimiento por algo que él describe como “una espina clavada en mi carne”.
Tres veces pedí al Señor que me librara, pero Él me respondió: «Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad».
Sí: como Pablo, quisiéramos estar libres de cualquier cosa que nos atormente en el cuerpo o en el espíritu. Pero Pablo sabe que hay algo más importante que la salud: la salvación. Por eso, es reconfortante para él oír esas palabras: “te basta mi gracia”. Pablo experimenta la gracia de Dios. Es desde esa experiencia que él dice de Cristo “me amó y se entregó por mí”; “ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”… es la alegría de la salvación. Es la alegría de quien ha encontrado la salvación en Jesucristo.

La salud es siempre una preocupación, especialmente sentida en este tiempo de pandemia; pero más aún nos tendría que preocupar la salvación. Jesús no es meramente un sanador: es el Salvador. Sus curaciones están unidas a la salvación: Tu fe te ha salvado.

Jesús salva sanando de raíz, sanando el corazón humano, salvando de una vida absurda y sin sentido; de una vida centrada egoístamente sobre uno mismo, de una vida carente de amor verdadero; nos salva de una culpabilidad vivida sin la experiencia del arrepentimiento y del perdón. Jesús ensancha nuestro corazón para que podamos recibir y corresponder al amor del Padre, amando a Dios y a nuestro prójimo.

La visita de Jesús a Nazaret y el rechazo que experimenta allí no es una anécdota. Es un llamado de atención para que no nos quedemos en lo que ya conocemos, sino que renovemos y profundicemos nuestra fe en Jesucristo, nuestro Salvador, que con su cruz y su resurrección nos hace posible participar de la vida de Dios desde ahora y para siempre.

Noticias

El jesuita Fabián Antúnez, nacido en el Chaco argentino, ordenado sacerdote en Uruguay en 2006, hasta ahora rector del Colegio Sagrado Corazón de Montevideo, conocido como Colegio Seminario, ha sido nombrado por el Papa Francisco obispo de San José de Mayo. Saludamos al nuevo pastor y a toda su comunidad diocesana y pedimos para todos ellos la intercesión de su patrono San José.

Todos los meses el Papa Francisco nos propone un motivo de oración. La intención para este mes de julio es la amistad social, un ideal al que el Santo Padre se ha referido muchas veces; recientemente en su encíclica Fratelli Tutti.
La invitación dice así:

Recemos para que, en situaciones sociales, económicas y políticas conflictivas, seamos arquitectos de diálogo y de amistad, valientes y apasionados.

Santos de la semana

Recordamos algunos de los santos de esta semana.
El 6 de julio, dos mujeres:
Santa María Goretti, virgen y mártir italiana. Vivió con la luz de la fe una infancia dura. A los 12 años murió en defensa de su castidad a causa de las heridas que le produjo con un punzón un joven que intentaba violarla cuando estaba sola en su casa. Era el año 1902. Años después, en la cárcel, aquel hombre se arrepintió y pidió perdón a la familia de María. Terminó sus días a los 88 años, como jardinero y portero de un convento de los frailes capuchinos.
En 2018 el papa Francisco canonizó a Santa Nazaria March, nacida en España y emigrante con su familia a América. Movida por una vocación misionera, consagró su vida a la evangelización de los pobres y necesitados en varias naciones de América latina y fundó el Instituto de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia (1943). Estuvo en distintos momentos en el Uruguay, donde su congregación sigue desarrollando su misión.

Gracias, amigas y amigos, por su atención. Sigamos cuidándonos y cuidando de los demás. Que el Señor los bendiga y hasta la próxima semana si Dios quiere.

No hay comentarios: