En los evangelios de domingos anteriores, vimos cómo le hacían a Jesús preguntas tramposas, intentando hacerlo caer. Fue muy evidente la mala intención al preguntar si estaba permitido pagar el impuesto al César o no.
Esa pregunta la hicieron los fariseos y los herodianos. Siguiendo el evangelio, después vinieron los saduceos, con una pregunta bastante rebuscada. Tampoco pudieron dejar mal a Jesús. Y así llegamos a la pregunta de hoy:
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?» (Mateo 22,34-40)
A esa pregunta ¿qué debía responder Jesús? Hasta un niño de su pueblo podría haber contestado, porque, como todo israelita, rezaría dos veces al día la oración “Shemá, Israel” es decir, “escucha Israel” que encontramos en el libro del Deuteronomio:
Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor.
Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
(Deuteronomio 6,4-5)
Sin embargo ¿cuál es la trampa? ¿por qué podría pensarse que Jesús contestaría otra cosa?
Unos capítulos más atrás, en este evangelio de Mateo, Jesús recibe a alguien que le pregunta qué debe hacer para ganar la vida eterna. Jesús le responde: “cumple los mandamientos”. El hombre pregunta: “¿cuáles?”. Jesús le dice:
«No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo». (Mateo 19,18-19)
De los diez mandamientos, Jesús le presenta únicamente los que se refieren al prójimo. La lista de los diez mandamientos la encontramos dos veces en la Biblia, en los libros del Éxodo (20,2-17) y del Deuteronomio (5,6-21). Allí aparecen, en otro orden, los primeros cinco mandamientos que menciona Jesús. En cambio “amarás a tu prójimo como a ti mismo” lo encontramos en el libro del Levítico (19,18).
Es posible que esta fuera la respuesta que buscaban los que querían atacar a Jesús. Una respuesta en la que los mandamientos referidos a Dios no fueran mencionados y, en cambio, los referidos al prójimo fueran puestos en primer plano.
Entonces, a la pregunta “¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?” ¿qué responde Jesús?
«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.Este es el más grande y el primer mandamiento.» (Mateo 22,34-40)
Es la respuesta correcta, la que todo buen israelita habría respondido sin dudar. Pero Jesús dice que ése no es solo el mandamiento más grande, sino también que es el primero. Y agrega el segundo:
«El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22,34-40)
Nuevamente, Jesús recuerda ese mandamiento que también hace parte de la Ley de Dios. Pero ahora no lo presenta como un mandamiento más, sino como el segundo, indicando que es semejante al primero. Primero va el amor a Dios, porque Dios tiene la primacía y es la fuente de la Ley; pero el segundo no es un mandamiento menor, como si fuera algo más que hacer si se presenta la ocasión. Jesús concluye diciendo:
«De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas» (Mateo 22,34-40)
Siguiendo esta enseñanza de Jesús, san Pablo hace una hermosa síntesis. La encontramos en la carta a los Romanos, en el mismo capítulo que citamos el domingo pasado, donde decía “ustedes deben pagar los impuestos”. Poco más adelante, Pablo dice lo siguiente:
«Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley. Porque los mandamientos: No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro, se resumen en este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley.» (Romanos 13,8-10)
“El que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley”. No hay que entender esto como si dijera “no importa que no ames a Dios: lo que importa es que ames al prójimo”. No podemos entender eso cuando vemos lo profundamente que Pablo se siente amado por Dios, como leemos en la misma carta a los Romanos:
«[nada] podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Romanos 8,39)
En la primera carta de Juan encontramos otra referencia a estos dos mandamientos:
«Nosotros amamos porque Dios nos amó primero.
El que dice: «Amo a Dios», y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?
Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano.» (1 Juan 4,19-20)
Dos conclusiones importantes.
Primera: Dios es la fuente del amor. “Dios es amor”, dice esta misma carta. Dios nos amó primero: toma la iniciativa en el amor. De Él viene el amor con el que podemos llegar a amar al prójimo y amarnos recíprocamente.
Segunda: el amor al prójimo es una verificación del amor a Dios: “no puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve.”
Por eso, “el que ama a su prójimo ya cumplió toda la ley”: porque, llevado por el amor de Dios, más, todavía, con el amor que ha recibido de Dios, puede vivir ese amor al prójimo que, como aparece especialmente en el evangelio de san Mateo, va más allá de aquellos que nos aman e incluye también el amor a los enemigos:
«Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.» (Mateo 5,44-45)
En estos días de graves y crecientes conflictos, no olvidemos estas palabras de Jesús y sigamos rezando para que el Espíritu de Dios encuentre corazones abiertos de modo que “los enemigos vuelvan a la amistad, los adversarios se den la mano, y los pueblos busquen la concordia” (Plegaria Eucarística de la Reconciliación II). Que así sea.
En esta semana
Hoy culmina el cursillo de Cristiandad de Mujeres. Recemos por todas estas hermanas nuestras, para que, sintiéndose profundamente amadas por Dios, puedan seguir creciendo en su vida cristiana.
El miércoles 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos, despedimos a la Hna. María Elisa que se traslada a Salto. Con una Misa en la Catedral a las 19:30 agradeceremos al Señor por su presencia y la de las hermanas Cooperatrices Pastorales de Cristo Rey que, a lo largo de tantos años recibieron en Villa Guadalupe innumerables retiros, encuentros y otras actividades parroquiales y diocesanas y desarrollaron la actividad propia de su carisma para bien de muchos de nuestros diocesanos.
El jueves 2 de noviembre, conmemoración de todos los Fieles difuntos, nos reunirá en iglesias y en cementerios para recordar a nuestros hermanos que ya han partido y orar por su descanso eterno.
El sábado 4 será la primera de las cuatro ordenaciones diaconales que tendremos este año. José Arquímedes González recibirá el tercer grado del Sacramento del Orden en la Misa que se celebrará a las 17:30 en la capilla Nuestra Señora del Luján, en Parque del Plata Sur, perteneciente a la Parroquia de Atlántida.
Santoral:
Miércoles 1 de noviembre, solemnidad de todos los santos
Jueves 2, conmemoración de todos los fieles difuntos. Un día para encontrarnos en las iglesias y cementerios para recordar a nuestros hermanos que ya han partido y orar por su descanso eterno.
Viernes 3, San Martín de Porres, religioso dominico.
Sábado 4. San Carlos Borromeo, obispo.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
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