domingo, 1 de octubre de 2023

Saludo del Papa Francisco a los miembros de la asociación "Familia de la Esperanza" en los cuarenta años de la creación de "Fazenda da Esperança"



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos! 

Les agradezco de corazón su visita. Este año celebran con alegría y gratitud los 40 años desde que recibieron su carisma específico, es decir, la aventura de presentar al Señor Resucitado, origen y fin de nuestra esperanza, a los necesitados. Y es tan hermoso su carisma: ¡el carisma de la esperanza! No deben abandonar nunca esta vocación a la esperanza, la más humilde de las virtudes teologales, pero la más cotidiana y la más "fuerte". 

En el Evangelio según san Mateo, Jesús se nos presenta así: "Tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver" (25,35-36). Con estas palabras, el Señor se identifica con nuestros hermanos y hermanas más pobres, más necesitados, más sufrientes. Hace cuarenta años, su carisma nació de la petición de ayuda de un joven que quería liberarse de la drogadicción: en él – y en todos los que vinieron después – reconocieron a Cristo que les dijo: yo era esclavo de la droga y ustedes me acogieron, para devolverme la esperanza y hacerme comprender que una vida nueva es posible. La llamada que Dios les hace, para que lleven esperanza a quienes quizá ya no tengan sentido en sus vidas, es una llamada a amarlo incondicionalmente en las personas que se encuentran en situaciones socialmente vulnerables. 

Uno de los grandes problemas del mundo actual es la indiferencia, "la seducción de la indiferencia", como recordé en la Encíclica Fratelli Tutti. Ustedes, en cambio, no fueron indiferentes al dolor que veían en los rostros de tantos jóvenes, afligidos por un gran sufrimiento existencial, especialmente de aquellos cuyas vidas fueron destruidas por la droga y otras adicciones. Ustedes se hicieron "prójimos", más aún, "hermanos" de tantas personas que recogieron de la calle y, como en la parábola del Buen Samaritano, las acompañaron para tratarlas, curarlas y ayudarlas a recuperar su dignidad.

Ustedes saben muy bien que llevar esperanza significa no sólo ayudar a superar los vicios, a superar los traumas, a encontrar el propio lugar en la familia y en la sociedad. Recordamos las palabras del Papa Benedicto XVI, cuando los visitó en Guaratinguetá en el 2007: "La reinserción en la sociedad es, sin duda, una demostración de la eficacia de su iniciativa. Pero lo que más llama la atención, y confirma la validez del trabajo, son las conversiones, el redescubrimiento de Dios y la participación activa en la vida de la Iglesia”. El Carisma de la Esperanza, como don suscitado en medio de ustedes por el Espíritu Santo, los lleva a ocuparse de las personas en su integridad material y espiritual, en cuerpo y alma. 

Este carisma es confiado a todos ustedes. Los fundadores fueron instrumentos providenciales para que este don tomara forma, se consolidara, encontrara su lugar en la Iglesia y llegara a tantas personas. Después de 40 años, en fidelidad a la inspiración original, nuevas personas están llamadas a asumir la responsabilidad de conservar y hacer fructificar este patrimonio espiritual que el Señor les ha confiado. No tengan miedo de esta nueva etapa. Vívanla con humildad, con confianza y preservando la comunión espiritual entre ustedes. Y el Señor, que comenzó con ustedes este camino, permanecerá cerca de ustedes y lo llevará a término. 

Agradezco a Dios y a ustedes su testimonio en las diversas obras de su asociación, como las "Fazendas de la Esperanza", esparcidas por todo Brasil y, desde 1998, presentes también en otros países. También estoy muy agradecido por el trabajo que realizan con sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas, ayudándoles a superar los desafíos y problemas psicológicos que afectan a algunas personas consagradas a Dios. ¡Adelante con esta buena labor, tan necesaria para la Iglesia! 

Queridos amigos, les deseo lo mejor en su camino por la senda de la esperanza. Que la Virgen María los acompañe. Bendigo cordialmente a esta gran Familia y su misión. Y les pido, por favor, que recen por mí. Gracias.

29 de septiembre de 2023.



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