viernes, 18 de julio de 2025

Marta lo recibió en su casa (Lucas 10,38-42). Domingo XVI durante el año.

Muchos son los lugares que se mencionan en el evangelio en los que estuvo Jesús. Seguramente, todos recordamos más de uno: Belén, donde nació; Nazaret, donde vivió y trabajó; Jerusalén donde fue tantas veces hasta sufrir la pasión y la cruz; Cafarnaúm, junto al mar de Galilea, donde llamó a sus primeros discípulos; Caná, donde cambió el agua en vino…

Al final de los evangelios va apareciendo Betania como un lugar importante. Es un pueblo muy cerca de Jerusalén, al otro lado del monte de los Olivos. Ya cerca de su pasión, Jesús pasaba el día en el templo, subía a rezar al monte de los Olivos y bajaba a pasar la noche en Betania, donde tenía al menos dos casas conocidas: la de Simón el leproso, de la que nos hablan Mateo y Marcos y la de Marta, María y Lázaro, que conocemos por Lucas y Juan.

La historia del encuentro de Marta y María con Jesús es muy conocida. Es muy breve y se encuentra únicamente en el Evangelio de Lucas. Sin embargo, como suele suceder con las cosas aparentemente sencillas, cuando empezamos a examinar los detalles y las conexiones, empiezan a surgir aspectos interesantes. Vamos al comienzo:

Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. (Lucas 10,38)

Lo primero que puede llamarnos la atención, si leemos desde el comienzo el capítulo diez de Lucas (lo que hemos hecho en los dos pasados domingos) es que Jesús venía con sus discípulos y, de pronto, no se los menciona más. “Jesús entró a un pueblo”, pero sólo él, sin sus discípulos. Ese pueblo es Betania.

El detalle que puede no parecernos extraño es que “Marta lo recibió en su casa”. Era la casa de ella. En el censo, Marta sería registrada como “jefa de hogar” y eso hoy no nos parece raro… sin embargo, si esta situación es histórica, parece algo excepcional: lo normal en aquella sociedad era que la mujer estuviera casada y que el esposo fuera el jefe de hogar. Es cierto que Lucas, en los Hechos de los Apóstoles nos presenta a una mujer como Lidia, que también actúa como “jefa de hogar”; y más aún, como emprendedora y con capacidad de liderazgo. Ella llegó a ser una gran colaboradora de san Pablo.

Tenía una hermana llamada María (Lucas 10,39)

Si Marta es la dueña de casa, presentada primero, esta María que aparece en segundo lugar sería la hermana menor.

Por el evangelio de Juan, sabemos que había también un hermano llamado Lázaro. Pero, entonces, si hay un hombre en la casa, en el marco de aquella época ¿por qué Marta es la jefa de hogar? ¿Qué nos dice de Lázaro el evangelio de Juan?

Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania (Juan 11,1)

“Un hombre enfermo”. Podemos preguntarnos si esa enfermedad no era la condición de Lázaro, es decir, que podía ser un enfermo crónico. Marta y María le avisan a Jesús de la enfermedad de su hermano; si la enfermedad era crónica, tal vez Lázaro se había agravado y su vida estaba en riesgo, como, efectivamente, estaba sucediendo en aquel momento.

Podemos imaginarnos así esta familia de dos hermanas y un hermano enfermo que ellas tienen bajo su cuidado. Pero solo Juan habla de Lázaro, y aquí tenemos solo a las dos hermanas. ¿Qué está haciendo María?

... sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra. (Lucas 10,39)

Otra vez, el detalle se nos puede pasar por alto. Lo importante parece ser que María escuchaba la Palabra de Jesús. Sin embargo, importa también esa posición, sentada a sus pies. ¿Qué significa eso?

En su otra obra, Hechos de los Apóstoles, Lucas recoge un relato de Pablo donde el apóstol cuenta que fue

... instruido a los pies de Gamaliel (Hechos 22,3)

Gamaliel fue un gran maestro de la Ley. Indicando que estuvo a sus pies, Pablo manifiesta que fue su discípulo. María, sentada a los pies de Jesús, está en la posición de discípula. No está allí entreteniéndose con el invitado, sino que está a la escucha del maestro y de su Palabra.

En esto, Jesús ha introducido un cambio muy grande en su tiempo: había un grupo de mujeres que iba con él y con sus discípulos. Dice Lucas:

Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades (…) que los ayudaban con sus bienes. (Lucas 8,1-2)

Volviendo a nuestro pasaje, vemos a Marta totalmente absorbida por las tareas de la casa. De mala forma ella coloca a Jesús en medio de ella y su hermana, señalándole:

«Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude». (Lucas 10,40)

La respuesta de Jesús a Marta muestra una alta valoración de la posición de María:

«Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada» (Lucas 10,41-42)

Jesús le habla a Marta repitiendo su nombre: “Marta, Marta”. Si bien así está introduciendo cierto reproche, esa repetición es también característica del llamado de Dios: “Samuel, Samuel”, “Saulo, Saulo”… llamado a un cambio de actitud; muchas veces, una verdadera conversión. Ese es el llamado para Marta.

Cada uno puede recoger en forma personal el mensaje de este pasaje del evangelio y pensar que “la mejor parte” es, sin duda, la escucha de la Palabra de Jesús y sentirnos también llamados a imitar a María y buscar en la Palabra luz para nuestra vida.

Sin embargo, este episodio puede ser leído en otra clave: la clave de una comunidad, que es también una familia, pero una familia de hermanos y hermanas. Lo que define a una comunidad cristiana es tener a Jesús en medio. Dijimos antes que Marta había puesto a Jesús en medio de las dos, pero de mala forma; es decir, para la oposición; no para la unidad.

El episodio de Marta y María nos muestra a un Jesús que viene a nosotros, que quiere estar en medio de nuestras familias y en medio de nuestras comunidades. Su presencia no es manipulable y nos equivocamos si pretendemos que él resuelva nuestros pleitos, sobre todo poniéndose a favor nuestro… 

Él nos ha prometido:

«Donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos» (Mateo 18,20)

La reunión en su Nombre nos hace abandonar nuestros “yos”, hace la unidad entre nosotros, nos pone en el seguimiento de Jesús. En Él, en su Palabra, las tareas de Marta dejan de ser inquietud y agitación y se convierten en servicio de amor. Abramos nuestro corazones, nuestras familias, nuestras comunidades a la Palabra de Jesús, para que Él se haga presente en medio de nosotros y podamos cada día más, hacernos uno en Él.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios Todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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