viernes, 9 de febrero de 2018

Con flores a María: Nuestra Señora de Lourdes




Las cosas que vivimos cuando niños son como algo natural, algo que simplemente hemos recibido y allí está, como si así hubiera sido siempre. Vivimos también la ilusión de que así seguirá siendo. Con el paso del tiempo, volvemos la mirada atrás y descubrimos que hemos vivido algo único, que no volverá a repetirse.

Este domingo es 11 de febrero, día de Nuestra Señora de Lourdes. Esa fecha y ese nombre me llevan de nuevo a mi niñez en Young, a las calles de tosca donde había pasado un camión regadera para que no se levantara tanto polvo. Por esas calles íbamos cantando “venid y vamos todos, con flores a María”. La procesión había comenzado en la Gruta de Lourdes y terminaría en el Colegio San Vicente de Paúl.
Era de tarde, con la luz de los días largos de verano, pero llevábamos antorchas encendidas. Años más tarde supe del filósofo Diógenes, que también en pleno día caminaba con una lámpara encendida, diciendo que estaba buscando al hombre. Nosotros no estábamos buscando nada, pero de algún modo, en nuestra fe de niños, sabíamos que el Hombre (con mayúscula) era Jesús, el hijo de María.

Lourdes es una ciudad de Francia, en el departamento de Altos Pirineos, que cuenta hoy con cerca de 15.000 habitantes.
En el año 1858 tenía poco más de 4.000 habitantes. Era un lugar muy pobre, con un 80 % de analfabetos. Muy cerca de allí hay unas elevaciones rocosas conocidas como Massabielle, frente a las cuales corre el gave o torrente de Pau, que baja de las montañas. Allí se encuentra una gruta natural, donde una jovencita de 14 años, santa Bernardita Soubirous, presenció dieciocho apariciones de una Dama que se presentó, hablando en el mismo dialecto de la joven, diciendo “Que soy era Immaculada Councepciou” es decir, “yo soy la Inmaculada Concepción”.

La inmaculada concepción de María es un dogma de fe en la Iglesia Católica. Durante siglos fue una creencia sostenida del Pueblo de Dios. No olvidemos que nuestra Virgen de los Treinta y Tres es una típica representación de la Inmaculada.
Reconociendo esa fe del Pueblo de Dios, en 1854 el Papa Pío Nono declaró que “la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción … en atención a los méritos de Cristo-Jesús … ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles”.
Las apariciones que presenció santa Bernardita tuvieron lugar entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858, es decir, pocos años después de la declaración del dogma.
A partir de que las apariciones fueron reconocidas por la Iglesia, luego de un prudente proceso, Lourdes se fue transformando en un santuario y lugar de peregrinación que recibe más de seis millones de peregrinos cada año.

En 1990, ya ordenado sacerdote, fui a estudiar a Francia. En agosto, verano europeo, antes de empezar los cursos, participé en una peregrinación diocesana a Lourdes. 1200 personas en tren. Todo estaba muy bien organizado y a poco de llegar, nos acercamos a la Gruta. La gruta de verdad, entre las rocas de Massabielle.
Allí me quedé un rato contemplando la imagen de la Virgen, ubicada en el lugar donde había sido la aparición.
De pronto comencé a rezar… sobre todo peticiones. Me acordé de muchísima gente que fue pasando por mi memoria y que fui recordando ante María, cuya presencia se podía sentir allí más allá de lo sensible. La oración fluía como el río que estaba a mi espalda.

En esos días conocí más de la historia de Lourdes. Leí la vida de Santa Bernardita, una vida en la que no faltó sufrimiento, pero en la que siempre hubo fe.

Pronto la devoción a Nuestra Señora de Lourdes se fue extendiendo por el mundo. La primera Iglesia dedicada a ella en el Uruguay fue inaugurada en 1886, en la Ciudad Vieja de Montevideo. Hoy es sede de la parroquia Nuestra Señora de Lourdes y San Vicente Pallotti.

En 1934 se inauguró en Montevideo otra iglesia dedicada a Nuestra Señora de Lourdes, en la barriada de Malvín.

En 1947 se construyó también en Montevideo la “Gruta de Lourdes”, el santuario que sigue congregando peregrinos el 11 de cada mes. Se construyó junto a la parroquia del Salvador, confiada a los Padre Dehonianos, en la avenida de Las Instrucciones.
 La inauguración fue presidida por el Cardenal Barbieri. Se inauguró a medianoche del 8 de febrero, con una procesión de dos mil antorchas. La gruta se hizo con las mismas dimensiones de la Gruta de Massabielle. En 1958 los obispos uruguayos la declararon Santuario Nacional.

En Melo, en el barrio Sóñora, tenemos una capilla que está dedicada a esta advocación de la Virgen y hay otra en Santa Clara de Olimar.

Muchas mujeres en el Uruguay llevan el nombre de Lourdes, poniendo de manifiesto la extensión de esta devoción a María. Conozco por lo menos a tres religiosas, de diferentes generaciones que tienen ese nombre.
Curiosamente, en Francia, donde se encuentra Lourdes, Lourdes no se usa como nombre.

En el año 1992 san Juan Pablo II estableció la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebró por primera vez el 11 de febrero de 1993.

En uno de sus mensajes, con motivo de esta jornada, el papa polaco explicó así el significado de Lourdes:

“Desde el día de la aparición a Bernardita Soubirous, María ha "curado" en aquel lugar dolores y enfermedades, restituyendo a numerosos hijos suyos también la salud del cuerpo. Sin embargo, ha realizado prodigios mucho más sorprendentes en el corazón de los creyentes, abriéndolos al encuentro con su Hijo Jesús, respuesta verdadera a las expectativas más profundas del corazón humano. El Espíritu Santo, que la cubrió con su sombra en el momento de la encarnación del Verbo, transforma el corazón de innumerables enfermos que recurren a ella. Aunque no obtengan el don de la salud corporal, pueden recibir siempre otro mucho más importante:  la conversión del corazón, fuente de paz y de alegría interior. Este don transforma su existencia y los convierte en apóstoles de la cruz de Cristo, estandarte de esperanza, incluso en medio de las pruebas más duras y difíciles.” (XII Jornada Mundial del Enfermo, Lourdes, Francia, 11 de febrero de 2004) 

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