jueves, 15 de febrero de 2018

Vencer las fieras de la tentación - I Domingo de Cuaresma





“A mitad del camino de la vida
en una selva oscura me encontraba
porque mi ruta había extraviado.”
Con esos tres versos inicia Dante Alighieri su “Divina Comedia”, escrita a comienzos del siglo XIV. La selva oscura donde se encuentra el poeta es la de su propio corazón, el corazón de un hombre perturbado por el mal que ha hecho en su vida y por la confusión de sus ideas y de sus creencias.
En su selva encontrará tres animales feroces: el leopardo, que representa el pecado de la lujuria, la búsqueda del placer por el placer; el león, que representa la soberbia del poder y, finalmente, la loba, simbolizando toda forma de codicia, la ambición de tener y tener.
Cada uno de los animales es para él una amenaza: le cortan el paso, lo llenan de pavor… pero esas fieras están dentro de él… lo están devorando por dentro. Son sus tentaciones. Son las tentaciones que todo ser humano experimenta de un modo u otro. Más de una vez esas tentaciones lo han vencido… cada batalla perdida lo ha dejado más débil. Por eso ha extraviado su ruta y su vida se ha vuelto esa selva oscura.

Pero Dante no se resigna y emprende la búsqueda de la luz. De esa búsqueda nacerá La Divina Comedia y su reencuentro con “Aquel que mueve el sol y las estrellas”, es decir, con el Creador, con Dios.

¿Qué es el hombre delante de su Creador? Dice el salmo 8:
Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder?
¿Qué es el ser humano ante su Creador?
“Aunque soy polvo y ceniza me atrevo a hablar a mi Señor.” (Génesis 18,27) 
dice Abraham, el padre de los creyentes.

“soy polvo y ceniza…”; “recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”
Ceniza… polvo fino, liviano, frío. Símbolo de la muerte, de la nada, de la fragilidad de la vida y de las cosas reducidas a polvo. ¿Qué es la criatura delante del Creador?

El miércoles pasado quienes estuvimos en Misa nos acercamos al sacerdote para que nos impusiera las cenizas, trazando una cruz en nuestra frente y diciendo: “conviértanse y crean en el Evangelio” o bien “recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”.

Con el “Miércoles de Ceniza” iniciamos el camino de la Cuaresma, tiempo de preparación a la Semana Santa, a la celebración de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo; en una palabra: la Pascua, centro de la fe cristiana.

Este es el primer domingo de Cuaresma. En él recordamos las tentaciones de Jesús. Leemos en el evangelio de Marcos, que después del Bautismo de Jesús,
“El Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás.”
Los evangelios de Mateo y Lucas nos cuentan más detalles, pero Marcos sólo eso dice eso, que no es poco.

El Espíritu lo llevó: es el Espíritu Santo, el que guía a Jesús en su misión.
Al desierto: el desierto evoca el éxodo del Pueblo de Dios, larga marcha de cuarenta años, para llegar a la Tierra Prometida.
Los cuarenta días representan esos cuarenta años. De allí salen los cuarenta días de la Cuaresma.
Fue tentado por Satanás. Satanás es el espíritu maligno, una creatura que se ha rebelado contra Dios. En las tentaciones que nos detallan Mateo y Lucas, Satanás intenta torcer el camino de Jesús. No hacer la voluntad del Padre, sino la de Satanás, creyendo hacer la propia voluntad. Dios tiene un plan, un gran plan de salvación y Jesús ha venido para realizarlo. Dios tiene también un plan para cada uno de nosotros… el tentador busca que nos apartemos o que no entremos en ese camino.

Como veíamos al principio, Dante ha extraviado su ruta y se encuentra en medio de una selva oscura… Así está nuestra vida sin Dios… o cuando, aunque pretendamos ser creyentes, no es Dios quien va llevando nuestra vida. Allí están también para nosotros, las tres bestias acechándonos…

¿Es posible vencer las tentaciones? En el libro del Génesis, Dios habla a Caín, que está lleno de resentimiento contra su hermano:
“…si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar” (Gén 4,7)
“Como fiera que te codicia…” como el leopardo, el león o la loba de Dante.

Jesús sale vencedor de las tentaciones. Marcos agrega un detalle curioso, que no aparece en Mateo ni en Lucas. Pasada la prueba, Jesús
“Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.”
El triunfo de Jesús sobre el tentador restablece, al menos para él, la armonía del paraíso, como anunciara el profeta Isaías:
“El lobo y el cordero pacerán juntos, y el león, como el buey, comerá paja (…) No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte…” (Isaías 65,25).
Los ángeles lo servían. Puede entenderse que los ángeles le traían comida. También el Pueblo de Dios en los 40 años de marcha en el desierto fue alimentado por el maná, que bajaba del Cielo, el “pan de los ángeles”. También cabe recordar aquí al profeta Elías, que caminó por el desierto 40 días y que recibió pan de manos de un ángel (1 R 19,5-8). Marcos no menciona que Jesús ayunara: en cambio da a entender que a través de los ángeles ha recibido el pan de Dios. Ha recibido la fuerza para salir vencedor de la prueba.

Las fieras están dentro de nosotros, queriendo devorar nuestra vida y convertirnos en devoradores de la vida de otros… la infidelidad, el robo, la venganza, la manipulación, la avaricia, el orgullo… tentaciones en nuestra selva oscura.

La Cuaresma nos invita a revisar nuestra vida, a sacarnos el disfraz o la careta y reconocer nuestra fragilidad de seres hechos de barro; no para conformarnos ni justificar nuestras caídas, sino para que busquemos y recibamos la fuerza de Dios, a través de la oración, para recibir la luz de Dios bajo la cual vemos nuestra verdad; la Confesión que nos reconcilia con Dios y los hermanos y la Comunión, donde recibimos el pan que necesitamos para el camino. El Pan de Vida, el mismo Cristo.

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