sábado, 4 de octubre de 2025

Manual del discípulo: perdonar, creer, servir. (Lucas 17, 3b-10). XXVII Domingo durante el año.

Amigas y amigos: este fin de semana se celebra en Uruguay el día del patrimonio. En nuestra diócesis de Canelones se encuentra una iglesia, Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes, en Estación Atlántida, obra del Ingeniero Eladio Dieste, declarada por UNESCO patrimonio cultural de la Humanidad. Tanto el sábado 4 como el domingo habrá visitas guiadas.

En la ciudad de Canelones, la Catedral Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe figura en la lista del patrimonio histórico nacional. El sábado 4, a las 11:30, el Prof. Daniel Torena hará allí una actividad cultural (Comienza a esa hora en el Museo Spikerman)

En los distintos pueblos y ciudades de la diócesis hay otras iglesias que merecen atención desde el punto de vista arquitectónico o histórico, como San Isidro de Las Piedras, Inmaculada Concepción de Pando, Santísimo Salvador de Tala y muchas otras que, con su presencia, engalanan el espacio público. A veces, mirando algunas de las plazas, no veo alrededor de ellas nada más relevante que el templo parroquial.

Si un día esa iglesia no estuviera ¿qué quedaría de esa plaza? Esos edificios, destinados al culto, frecuentados por una comunidad católica, no dejan de ser parte de la identidad de un lugar y, por tanto, más allá de lo religioso, son patrimonio cultural e histórico de todos los que viven en esa localidad. Una razón para que todos colaboremos en conservarlos y cuidarlos.

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Vayamos ahora al Evangelio de hoy. Recordemos su gran contexto: Jesús está en su viaje definitivo hacia Jerusalén, donde tendrá lugar su pasión, muerte y resurrección.

Aquí encontramos tres enseñanzas dirigidas especialmente a sus discípulos, acerca de la corrección y el perdón entre hermanos, la calidad de la fe y el significado del servicio.

Dijo el Señor a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti diciendo: "Me arrepiento", perdónalo». (Lucas 17,3b-4)

El evangelio de Lucas puede bien ser llamado “el evangelio de la Misericordia”, ya que pone de relieve la misericordia de Dios, especialmente en las parábolas de la oveja extraviada, la dracma perdida y, sobre todo, la del Padre y los dos hijos, con el regreso del hijo pródigo. Aquí hay un cambio de perspectiva, que se orienta hacia el perdón mutuo entre los miembros de la comunidad cristiana.

La reprensión de un cristiano a su hermano en la fe no debe nunca ser una descarga de enojo o fastidio del que amonesta al otro, ni mucho menos una represalia: debe ser un gesto de amor que busca el bien del hermano. Su objetivo es ayudarlo a convertirse, a retomar el camino de Jesús del que se había apartado por sus actos. Por eso, frente al arrepentimiento y al cambio, el perdón es imperativo: perdónalo.

Por otra parte Jesús conoce bien la fragilidad humana: la conversión es un proceso, con muchos tropiezos. Por eso agrega: si peca siete veces al día y otras tantas vuelve arrepentido, perdónalo. Aquí se aplica a la vida en la comunidad lo que Jesús ya había dicho en un contexto más amplio:

Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.

No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. (Lucas 6,36-37)

A estas palabras sobre la corrección fraterna y el perdón, sigue un pedido de los discípulos:

Los apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». Él respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: "Arráncate de raíz y plántate en el mar", ella les obedecería. (Lucas 17,5-6)

“Auméntanos la fe” es una humilde y hermosa petición. 

Humilde, porque es el reconocimiento de nuestra pequeñez, de nuestra pequeña fe. 

Hermosa, porque se abre a la esperanza, la esperanza de crecer.

La respuesta de Jesús, aunque hace referencia a la cantidad, al tamaño de la fe, parece apuntar más sobre la calidad.

El grano de mostaza, como dice la famosa parábola “es la más pequeña de las semillas” (Mateo 13,32); por lo tanto, no se necesita una gran cantidad de fe, sino que esa fe sea auténtica, profunda, que toque el corazón de la persona y no se quede solo en manifestaciones exteriores. Esa es la fe que pide Jesús, la que permite que Él obre milagros, para sanar y convertir los corazones, algo que parece a veces tan imposible como que un árbol se arranque de raíz y se plante en el mar; y sin embargo, el amor de Dios lo hace posible.

Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: "Ven pronto y siéntate a la mesa"? ¿No le dirá más bien: "Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después"? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: "Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber"». (Lucas 17,7-10)

El discípulo es un servidor, cuya obligación es cumplir lo que el Señor mande. Simples servidores, meros servidores: eso es lo que podemos decir cuando hemos cumplido la misión que se nos ha encomendado (y me pregunto aquí cuándo podemos decir que realmente hemos cumplido la Misión que Jesús nos ha dado).

Para entender esta parábola, tenemos que recordar la polémica que Jesús mantiene con quienes, como los fariseos, pensaban que todas sus obras formaban una carpeta de méritos que podían presentar a Dios para reclamar su recompensa.

Aceptar el ser “simples servidores” es renunciar radicalmente a una especie de auto salvación y reconocer que la recompensa es dada por pura gracia de Dios. Esto lo encontramos más atrás, en el mismo evangelio de Lucas, cuando Jesús, hablando de velar, vigilar, como actitud fundamental del discípulo, proclama esta bienaventuranza:

¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. (Lucas 12,37)

Podemos pensar que hacemos muchas cosas, que nos desvivimos trabajando en la viña del Señor… Podemos pensar que nos estamos ganando una buena recompensa… podemos, incluso, qué triste, sentirnos superiores a otros “que no hacen nada”… y, sin embargo, “somos simples servidores” y lo que Señor nos promete va mucho, mucho más allá de lo que nosotros jamás podríamos alcanzar por nosotros mismos.

En esta semana

Hoy, 5, Santa Faustina Kowalska, que muchos conocen por su visión de Jesús Misericordioso.

También hoy recordamos al Padre Juan Collel Cuatrecasas, fundador de la Mínima Congregación de Siervas del Sagrado Corazón de Jesús, las hermanas que están en Pando.

Martes 7: Nuestra Señora del Rosario, patrona del colegio de Estación Atlántida.

Viernes 10: Mons. Sanguinetti cumple 80 años y lo celebra en la parroquia Stella Maris de Montevideo.

Sábado 11, San Juan XXIII, el papa que creó la diócesis de Canelones y nombró a su primer obispo, Mons. Orestes Nuti.

En ese mismo día, Santa Soledad Torres Acosta, fundadora de las Siervas de María, ministras de los enfermos.

Domingo 12, Nuestra Señora del Pilar y en Canelones, nuestra fiesta diocesana, en torno a la Virgen de Guadalupe.

Gracias, amigas y amigos, por su atención. A todos los fieles de Canelones y a los vecinos que quieran acompañarnos, los esperamos el domingo de mañana en Villa Guadalupe y de tarde en la Catedral. Y que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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