jueves, 29 de mayo de 2014

Conferencia Episcopal del Uruguay: Un aporte a la reflexión en este tiempo electoral


Los uruguayos nos enfrentamos nuevamente a un tiempo electoral. Lo hacemos con alegría, “nos gusta votar”, porque sentimos fuertemente en este tiempo nuestra condición de ciudadanos, responsables de nuestro país, de su presente y de su futuro. Los Obispos del Uruguay queremos sumar nuestra reflexión para colaborar como ciudadanos y como pastores a un mejor discernimiento a la hora de las opciones que se presentan. En la “Carta del bicentenario” que publicamos en noviembre de 2011 tratamos con mayor amplitud algunos de los temas que aquí presentamos. También en las Orientaciones Pastorales recientes nos referimos a ellos.

Por su naturaleza y misión, la Iglesia no se identifica con ninguna ideología, sistema o partido político. Ella anuncia el Evangelio, que incluye criterios éticos que se encuentran intrínsecamente vinculados al accionar político, y que deben guiar particularmente a los cristianos, en su vida personal y social.

En el marco de una laicidad positiva, los cristianos, a través del testimonio y la labor política, proponemos, en diálogo con los otros ciudadanos, principios y valores que nos identifican, como aporte a la forja de la sociedad democrática que entre todos se construye.

Son muchos los temas que nos preocupan a los uruguayos. Los Obispos, sin pretender un exhaustivo inventario de las urgencias a que debe darse respuesta, subrayamos algunas que nos parecen las más importantes a tenerse en cuenta en este año de discernimiento:

1. La desintegración social afecta de lleno la sociedad abierta e integradora, “en la que es difícil sentirse extranjero”, país de cercanías, que fuimos y  aspiramos a ser nuevamente. Junto a la ruptura del tejido social, incluso de orden geográfico, -que se hace notoria con la existencia de los numerosos asentamientos y en la marginación cultural-, se da la pérdida de valores consensuados. Es un fenómeno de gran amplitud y extensión que alcanza a muy variados ámbitos y niveles de la sociedad, y que incide en la problemática de la seguridad ciudadana.

2. La pérdida del sentido de la vida, está en la base de muchos de los males que nos aquejan. Las filosofías individualistas y hedonistas que parecen prevalecer, han incidido en el debilitamiento de las vivencias comunitarias y de los vínculos sociales. La verdad se diluye en verdades parciales, y en este relativismo de ideas, el mismo ser humano se ha convertido en relativo. Crece el consumo de alcohol y drogas especialmente entre los jóvenes (la reciente regulación del consumo de marihuana plantea serios interrogantes sobre sus consecuencias). Los ancianos son poco valorados en su experiencia y sabiduría de vida y los jóvenes no encuentran quien los escuche y acompañe en su crecimiento. Los casos de violencia doméstica parecen difundirse cada vez más y el altísimo porcentaje de ciudadanos con  “privación de libertad” es un reflejo de la problemática social que nos golpea.

3. La pobreza y la indigencia siguen teniendo “rostro de niño”. A pesar de los esfuerzos que la sociedad uruguaya y sus gobiernos llevan a cabo para combatirla,  de la disminución porcentual que se ha dado en estos años, de la baja desocupación, encontramos ese “núcleo duro” de pobreza y de indigencia, generalmente en las periferias de nuestras ciudades, del que no es fácil salir y que nos interpela a todos los uruguayos. A su vez, los pobladores de los rincones más lejanos de nuestra campaña siguen aislados y relegados con respecto a muchos servicios esenciales, lo que los motiva a un proceso de emigración a las ciudades que lleva décadas. La cristiana “opción preferencial por los pobres”, que no es una opción ideológica sino evangélica, se ve en nuestra tradición reflejada, en la expresión artiguista de “que los más infelices sean los más privilegiados”.

4. La familia se ve afectada por esta filosofía individualista y hedonista, con graves consecuencias para la sociedad. El alto número de divorcios, la frecuencia creciente de la formación de “parejas de hecho” son síntomas de desvalorización de la familia y del compromiso matrimonial, signos de la dificultad que vivimos para asumir compromisos públicos, permanentes y para toda la vida. La definición de la familia como “base de la sociedad” en el artículo 40 de nuestra Constitución no es acompañada por políticas que la promuevan adecuadamente, sino más bien lo contrario. Se ha debilitado el valor del contrato matrimonial y sus responsabilidades como fundamento de la familia y la educación de los hijos. Se niega la existencia específica del matrimonio como unión de varón y de mujer, diluyéndose en un simple acuerdo entre privados. Se ha pretendido hacer equivalente la unión homosexual y el matrimonio natural.

5. Una sociedad sin niños, una sociedad que no protege la vida de los más indefensos, es una sociedad que pierde el sentido de la vida, se envejece, se entristece, se suicida. Tenemos una muy baja natalidad. Creemos que la aprobación de la ley del aborto ha sido un paso en falso de nuestra sociedad. Seguimos entendiendo que es necesario tomar medidas que protejan la vida humana desde el momento de su concepción y busquen asegurar la posibilidad de un digno desarrollo en la niñez.

6. La educación enfrenta algunos problemas muy serios, entre otros: la deserción en la enseñanza media, sobre todo en los adolescentes que viven bajo la línea de pobreza, y el ausentismo docente. La ley que rige el sistema educativo parece no haber contribuido a su buen gobierno. Continúa desconociéndose en su sentido pleno la libertad de enseñanza: sea de los padres para elegir la forma de educación de sus hijos, sea la de proponer una educación basada en los propios principios. Se imponen programas únicos y se discrimina el uso de recursos públicos, sin dar plena libertad de opción a los padres más pobres. Conforma un grave riesgo considerar que es el sistema educativo el principal educador, relegando a la familia a un papel secundario. La situación de “emergencia educativa” requiere para su abordaje de un amplio consenso, que demanda el concurso y el aporte de toda la sociedad en su conjunto. Las experiencias educativas positivas en ambientes carenciados nos muestra que, cuando el chico es puesto en el centro de la atención, se pueden dar pasos efectivos para beneficio de los más necesitados. La Iglesia ofrece su experiencia en este campo.

7. Elaborar las leyes que nos rigen es una tarea que implica la defensa de los derechos inherentes a la personalidad humana como dice nuestra Constitución (art.o 72). Esta noble actividad supone la búsqueda de consensos, (sobre todo en aquellos temas que son más esenciales), un diálogo inteligente y un sentido de responsabilidad. Las leyes tienen un alto contenido pedagógico para todos, de ahí la importancia de su claridad, que refleje y fortalezca el sentido de justicia que da estabilidad al orden social.

Como ya hemos señalado, no pretendemos con estas reflexiones hacer referencia a la totalidad de los temas a encarar por la sociedad uruguaya. Podría citarse a vía de ejemplo: la salud, la seguridad ciudadana, el maltrato a la mujer, los problemas inherentes a la economía y a la organización del trabajo. Hay dos temas que se han puesto o se quieren poner a consideración de la ciudadanía: la baja de la edad de la imputabilidad y el desarrollo del país en su relación al medio–ambiente con la problemática específica de la minería a cielo abierto. Son temas que nos  interpelan  y nos exigen informarnos debidamente, procurando tener los elementos necesarios para una decisión responsable.

Teniendo presente las próximas instancias electorales y la consiguiente labor de un nuevo gobierno, anhelamos y pedimos a Dios que, con el esfuerzo mancomunado de todos, pueda alcanzarse el mayor bien para la República.  Así lo esperamos, apoyados en la ayuda maternal de María, Virgen de los Treinta y Tres, asociada desde los comienzos de nuestra Patria a su historia y a su pueblo.

Florida, 28 de marzo de 2014

Los Obispos del Uruguay

jueves, 22 de mayo de 2014

XXIX Encuentro de Diócesis de Frontera - Mensaje Final

Patronas de los países participantes: Virgen de Luján (Argentina), Nossa
Senhora Aparecida (Brasil), Virgen de Caacupé (Paraguay), Virgen
de los Treinta y Tres Orientales (Uruguay)

XXIX Encuentro de Diócesis de Frontera
Melo (Cerro Largo, Uruguay) 19–21 de mayo de 2014

Mensaje Final

“Los vecinos se encuentran para compartir y reflexionar sobre los desafíos de una comunicación evangelizadora al servicio de la cultura del diálogo y del encuentro”.

En el camino de una valiosa tradición, en la ciudad de Melo, Uruguay, nos hemos reunido 52 delegados de tres diócesis de Argentina, seis de Brasil, una de Paraguay y tres de Uruguay, junto a nueve de nuestros Obispos, en el XXIX Encuentro de Diócesis de Frontera.

El continente y la región, a pesar de sus contrastes, se van configurando como un rincón dentro de la “aldea global” gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías de comunicación. Sin embargo, se nos hace difícil entrar en una relación interpersonal más profunda y cercana. Con dolor comprobamos que en la región continúan rupturas, desconfianzas y distancias entre sectores. Las puertas de la educación y de las tecnologías de punta se abren fácilmente para unos y se cierran para muchos otros que quedan del otro lado, recibiendo sólo las migajas de la sociedad del espectáculo y la exclusión.

Frente a esta interpelante realidad, los medios de comunicación social pueden ayudar poderosamente a acortar las distancias con mensajes personales, afectivos, concretos, breves y a entrar en un diálogo que impulse la solidaridad y la fraternidad universal queridas por Dios, promoviendo así una vida más digna para todos.

Inspirados en el texto: “Todos les oímos hablar en nuestras propias lenguas las maravillas de Dios” (Hch 2,11) nos sentimos impulsados a promover una cultura del encuentro y del diálogo, que nos compromete a descubrir y hacer del “otro” un amigo, con quien se puede iniciar un diálogo, a quien se respeta y con quien se quiere contar para construir puentes que acerquen en lugar de muros que separen.

El diálogo nos exige estar dispuestos a escuchar y a aprender unos de los otros. Son exigencias que pueden parecer “desmesuradas”; pero son liberadoras, ya que nos comprometen a poner la mirada y el oído en los sueños, deseos y afectos que palpitan en nuestra gente.

Así podremos discernir los signos de los tiempos en fidelidad al Espíritu, por cuanto “el interés y la presencia de la Iglesia en el mundo de la comunicación son importantes para dialogar con el hombre de hoy y llevarlo al encuentro con Cristo: una Iglesia que acompaña en el camino sabe ponerse en camino con todos. En este contexto, la revolución de los medios de comunicación y de la información constituye un desafío grande y apasionante que requiere energías renovadas y una imaginación nueva para transmitir a los demás la belleza de Dios” (Mensaje del Papa Francisco para la 48º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales).

Agradecemos especialmente a los medios que nos permiten anunciar los valores del Evangelio a nuestros pueblos y a los comunicadores que se comprometen en esta misión. Para todos ellos imploramos la bendición del Dios de la Vida.

Nos encomendamos a Nuestra Madre María, quien nos ofreció a Jesús, el más fiel comunicador del Padre.

Melo, 21 de mayo de 2014

Participantes de los siguientes países y diócesis:
Argentina: Diócesis de Concordia, Goya, Morón.
Brasil: Diócesis de Bagé, Chapecó, Pelotas, Rio Grande, Santo Ângelo, Uruguaiana.
Paraguay: Diócesis de Encarnación.
Uruguay: Diócesis de Melo, Salto y Tacuarembó.

lunes, 19 de mayo de 2014

Encuentro de Diócesis de Frontera. Misa inaugural.




Están participando en este encuentro los obispos de:
Argentina: Mons. Luis Collazuol, Concordia.
Brasil: Dom Gilio Felicio, Bagé; Dom Aloisio Dilli ofm, Uruguaiana; Dom José Mario Stroeher, Río Grande; Dom Lino Meurer, Santo Ângelo
Uruguay: Mons. Pablo Galimberti, Salto; Mons. Julio Bonino, Tacuarembó; Mons. Roberto Cáceres, emérito de Melo; Mons. Heriberto Bodeant, Melo.
Además de esas diócesis cuyos obispos están presentes, hay delegaciones de las diócesis de Chapecó y Pelotas (Brasil); Goya (Argentina) y Encarnación (Paraguay).

Homilía de Mons. Heriberto


Queridas hermanas, queridos hermanos:

Un especial saludo a los miembros de esta comunidad parroquial de Catedral, que hoy, junto a su párroco, el P. Jairo nos recibe. Especial saludo también a los devotos de San Expedito, que se reúnen aquí en la Eucaristía el 19 de cada mes y que hoy, con su presencia, contribuyen a realzar esta celebración inaugural del Vigésimo noveno encuentro de Diócesis de Frontera.

Damos la bienvenida a las hermanas y hermanos de Argentina, Brasil y Paraguay que han llegado hoy hasta Melo para participar en este encuentro.

Permítanme saludar por sus nombres, y así también presentarlos, a los Obispos que nos visitan: desde la Diócesis de Concordia, Argentina: Mons. Luis Collazzuol; de Brasil, desde la Diócesis de Uruguaiana, Dom Aloisio Dilli; nuestro vecino de la Diócesis de Bagé, Dom Gilio Felicio; Dom José Mario Stroeher, Río Grande; Dom Lino Meurer, Santo Ângelo; desde Salto, Mons. Pablo Galimberti; desde Tacuarembó, nuestro otro vecino, Mons. Julio Bonino…
y tenemos también el privilegio de contar entre nosotros con nuestro Obispo emérito Mons. Roberto Cáceres, cuyo testimonio como «hombre de radio» podremos escuchar en estos días.
Los recibimos en este año en que recordamos, el 19 y el 20 del mes próximo, los 250 años del nacimiento y del bautismo de un soñador de la integración americana, de la integración de nuestros pueblos: José Artigas. José Artigas, que escribía al pueblo de Buenos Aires, el 29 de abril de 1815: «Nada sea capaz de contrariar nuestra unión, y en lo sucesivo solo se vea entre nosotros una sola, grande familia de hermanos».

Es la primera vez que somos la ciudad anfitriona de estos encuentros, pero no la primera que recibimos visitantes ilustres: el propio San Juan Pablo II llegó hasta este rincón del Uruguay hace 26 años, el 8 de mayo de 1988. Ese día se arrodilló para orar en el último banco de esta catedral. Allí hay dos plaquetas que recuerdan ese hecho. Como a él en su momento, les decimos hoy a cada uno de los que han llegado: «es tuya mi morada y mi regocijo».

Están, pues, en su casa. Quienes ya hemos sido recibidos por ustedes en otras ocasiones, esperamos que se sientan aquí tan bien como nosotros mismos nos hemos sentido al participar en instancias anteriores, disfrutando de nuestro encuentro de vecinos, en clima de fe y de amistad.

Desde hace tiempo, muchos vienen preparándose para poder brindar lo mejor a todos los participantes del encuentro. Muchos van a estar en el servicio en estos días. A todos, especial gratitud y reconocimiento.

Esta reunión de vecinos ha sido convocada “para compartir y reflexionar sobre los desafíos de una comunicación evangelizadora al servicio de la cultura del diálogo y del encuentro para la vida de nuestros pueblos”.

“Diálogo” y “Encuentro” son palabras clave para estos días. Expresan una profunda necesidad de los hombres y mujeres de hoy. Necesidad de escucha, de solidaridad, de amistad, que a veces se vuelven ansiedad, o, con esa feliz expresión de un escritor uruguayo, “hambre de abrazos” (1). El abrazo del hermano, el abrazo del amigo, el abrazo de la persona amada, el abrazo misericordioso del Padre Dios.

En su encuentro con los obispos latinoamericanos en Río de Janeiro el año pasado, el Papa Francisco señaló para la iglesia el gran desafío del diálogo con el mundo de hoy, e indicó la base fundamental de ese diálogo: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.” (2)

Así tenemos un primer criterio para construir esta cultura del diálogo y del encuentro: la atención al otro, a sus penas y alegrías. Algo de esto lo encontramos en la primera lectura que escuchamos. Pablo y Bernabé encuentran un hombre que tiene las piernas paralizadas desde su nacimiento. Pablo se quedó “mirándolo fijamente”. Detuvo su mirada sobre ese hombre, con su historia de limitaciones y sufrimientos, antes de decirle la palabra que podía cambiar esa vida: “levántate y permanece erguido sobre tus pies”. El hombre escuchó la palabra de Pablo, creyó, se levantó de un salto y empezó a caminar.

Entonces, allí ocurrió algo que nos da otro criterio para el diálogo. La gente creyó que Pablo y Bernabé eran dioses, y empezó a armar una gran ceremonia para ofrecerles un sacrificio… Pablo y Bernabé tuvieron que gritar para hacerse escuchar por la multitud… “Amigos, ¿qué están haciendo? Nosotros somos seres humanos como ustedes”.

“Seres humanos como ustedes”: ésa es la verdad. No se puede dialogar sobre la base de un equívoco. No se puede dialogar cuando me toman por lo que no soy, cuando me endiosan… o cuando me denigran. Entramos en diálogo desde nuestra común dignidad de personas: “somos seres humanos como ustedes”. Desde esa verdad, desde esa humilde verdad, Pablo y Bernabé harán su gran anuncio del “Dios viviente”.

Se cumple aquí algo que decía recientemente el Papa Francisco: “Es necesario saber entrar en diálogo con los hombres y las mujeres de hoy para entender sus expectativas, sus dudas, sus esperanzas, y poder ofrecerles el Evangelio, es decir Jesucristo, Dios hecho hombre, muerto y resucitado para liberarnos del pecado y de la muerte.” (3)

El diálogo verdadero, el encuentro profundo, están muchas veces más allá de nuestras fuerzas. En el Evangelio que hemos escuchado hoy, Jesús nos anuncia el gran auxilio que nos envían el Padre y el Hijo: el Espíritu Santo. El gran comunicador. Él “les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho”, dice Jesús.

Pedimos pues, para estas jornadas, pero también para nuestra vida de cada día, esa presencia de Dios que nos rehace, que nos inspira, que nos anima para vivir y amar, para dialogar, para salir al encuentro. Así sea.

(1)  Eduardo Galeano, El libro de los abrazos, “El hambre /2”
(2)  Son las palabras iniciales de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el Mundo Actual, citadas por Francisco en su Discurso al Comité de Coordinación del CELAM, Río de Janeiro, 28 de julio 2013.
(3)  Papa Francisco, Mensaje para la 48º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2014.

jueves, 15 de mayo de 2014

Melo recibe el 29° Encuentro de Diócesis de Frontera


Por una cultura del Diálogo y del Encuentro

Ochenta delegados de unas 16 diócesis de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay se reunirán, por primera vez en Melo, en el 29° Encuentro de Diócesis de Frontera, desde el 19 al 21 de este mes.
Estos encuentros se iniciaron en 1991 (al comienzo se hacían dos al año) ante la creación del MERCOSUR. Los vecinos de uno y otro lado de las fronteras comenzaron a percibir que las líneas que separaban los países se iban haciendo cada vez más delgadas. Sensibles ante esta nueva realidad, obispos, sacerdotes, religiosas y fieles laicos de las diócesis “fronterizas” comenzaron a reunirse periódicamente en lugares como Salto, Uruguaiana, Concordia, Santo Ângelo, Posadas, Foz do Iguaçú, Rivera…
Con una mirada de Iglesia, una mirada “pastoral”, las sucesivas reuniones fueron abordando temas como el mismo MERCOSUR y sus efectos en la vida de los pueblos y problemas fronterizos o comunes a los países como las migraciones, el tráfico de personas, los problemas ambientales, las adicciones, la religiosidad popular y muchos otros. Cada evento es convocado bajo un lema que comienza invariablemente “Los vecinos se encuentran para compartir y reflexionar sobre…”
El encuentro que recibe ahora Melo ha sido convocado para tratar sobre “los desafíos de una comunicación evangelizadora al servicio de la cultura del diálogo y del encuentro para la vida de nuestros pueblos”.
Recientemente el Papa Francisco ha dado a conocer un mensaje para la Jornada mundial de las comunicaciones sociales, que se celebra el domingo 1 de junio: “Comunicación al servicio de una cultura del encuentro”, donde plantea: “En este mundo, los medios de comunicación pueden ayudar a que nos sintamos más cercanos los unos de los otros, a que percibamos un renovado sentido de unidad de la familia humana que nos impulse a la solidaridad y al compromiso serio por una vida más digna para todos. Comunicar bien nos ayuda a conocernos mejor entre nosotros, a estar más unidos”.
En ese espíritu, se escucharán aportes de expertos de Uruguay, Argentina y Brasil. No faltará el testimonio de Mons. Roberto Cáceres, como “hombre de radio” que sigue siendo, a sus 93 años, comunicando siempre su mensaje lleno de vida y esperanza.
La reunión concluirá con la búsqueda de compromisos concretos que cada diócesis pueda llevar adelante y con un mensaje final.
+ Heriberto Bodeant, Obispo de Melo
(Cerro Largo y Treinta y Tres)

jueves, 8 de mayo de 2014

Mons. Cáceres evoca la visita de Juan Pablo II a Melo




Del libro "Levadura, fuego y sal", 
entrevista de Tomás Sansón a Mons. Roberto Cáceres.

-Vamos a referirnos a uno de los momentos más emblemáticos de la historia reciente de la Iglesia en el Uruguay: la visita de Juan Pablo II al país, particularmente a la ciudad de Melo. ¿Puede evocar aquel acontecimiento?

-En primer lugar recordemos que ya había venido a Uruguay. Su primera visita fue en 1987, muy corta por cierto. Estuvo en la Catedral con los sacerdotes, religiosos y religiosas. Al otro día prosiguió viaje a Chile; pero no sin antes prometer volver al año siguiente. Celebró la Eucaristía en Tres Cruces, a la cual concurrió una cantidad impresionante de gente, no obstante el tiempo lluvioso.

En 1988 volvió. Fue recibido en el Estadio Centenario primero; luego en la Universidad Católica, donde era Rector Mons. Luis del Castillo SJ. Esa noche me volví en Núñez, para amanecer en Melo y recibirlo.

-¿Por qué la ciudad de Melo fue una de las elegidas para que viniera el Papa?

-La propuesta   de los lugares que el Papa visitaría correspondió a la CEU. La idea fue elegir las sedes más antiguas y distantes, por eso Montevideo y luego las viejas Diócesis sufragáneas de Melo y Salto. También se eligió Florida por estar allí el santuario de la Virgen de los Treinta y Tres, Patrona de Uruguay. Yo quedé muy agradecido, como Obispo de Melo, del honor que nos otorgaba la Conferencia Episcopal, y la confianza que nos dispensaba al pueblo todo de Cerro Largo y Treinta y Tres.

En Salto hubo una Eucaristía, y en Melo una Liturgia de la Palabra, en la que el actual Beato Juan Pablo II dirigió un mensaje al Mundo del Trabajo y oró por él. Asistió el Presidente Julio María Sanguinetti con su esposa.

-¿Cómo fueron los preparativos?

-Varios meses antes se formó una Comisión Interdepartamental, presidida por los Intendentes de Cerro Largo, Rodolfo Nin Novoa, y de Treinta y Tres, Wilson Elso Goñi. A ambos le debe la Diócesis nuestro reconocimiento, en particular a la Intendencia de Treinta y Tres, que formó un equipo de asesores para concurrir a reuniones en Melo siempre que fue necesario. Recuerdo el empuje que nos daban… porque había que tener todo pronto. Se había incluso exagerado en la seguridad.

En un principio se manejó la posibilidad de que el acto fuera en el Parque Zorrilla, porque era emblemático desde el punto de vista religioso, en cuanto que allí se celebró el Congreso Eucarístico de 1944. Pero fue descartado por una simple cuestión climática: el 18 de enero se desató una lluvia tal que inundó todo. Yo nunca lo había visto inundado. ¡Quedó bajo agua! Inmediatamente convocamos   una reunión extraordinaria de la Comisión para buscar un nuevo lugar, porque si eso llegaba a pasar durante la venida del Papa, hacíamos un papelón.

Algunos propusieron San José Obrero; otros hablaban de hacerlo a lo largo de la Avenida Saviniano Pérez, poniendo el altar donde está ahora la fuente. Pero fue el Padre Javier Mori el que sugirió el lugar donde finalmente se hizo, que a ninguno se nos habría ocurrido. Por supuesto que se consultó al Nuncio, Mons. Andrea Cordero Lanza di Montezemolo, que tenía experiencia porque había estado en un país centroamericano visitado por el Papa. Era muy meticuloso… comprendió que en el Parque Zorrilla era imposible, por la eventualidad de lluvia.

Visitamos el lugar con el Nuncio y él dio su aprobación. Se empezó a trabajar para poner el estrado. La Intendencia ofreció los arquitectos, la construcción del altar… Todo. Mientras tanto, el coro municipal preparó los cantos. Se hizo un proyecto de escenario que satisfizo a la Comisión.

-¿Podría recordar aquel 8 de mayo de 1988?

-La noche previa el Papa durmió en la Nunciatura. Nos fuimos al aeropuerto a esperarlo. Estaban el Intendente de Cerro Largo, Rodolfo Nin Novoa, el Intendente de Treinta y Tres, Wilson Elso Goñi, el Presidente Sanguinetti. Viajó desde Montevideo en avión. Tuvimos un momento de mucha ansiedad porque estaba nublado y había un poco de suspenso sobre la posibilidad de que pudiera bajar a tierra, ¡hasta que al fin se supo que aterrizaba!

Estaba el flamante Aeropuerto de Melo colmado de gente, particularmente la terraza… Hay una foto linda, que quiero mucho, donde está el Papa asomándose y yo que le abro los brazos para recibirlo. Habíamos puesto una alfombra roja… Y recuerdo una observación que hizo el P. Javier: ¡el Papa fue caminando fuera de la alfombra!

Luego teníamos una dificultad: el “papamóvil” que lo esperaba en el aeropuerto. Yo pensaba que habría sido mejor llevarlo en auto por campo abierto, porque sabía que iba a ser llamativo que fuera en el “papamóvil” parado, mirando campo. Incluso, Juan Pablo me comentó la poca población que había.

La otra idea que se me había ocurrido, pero no la aceptaron porque la vieron extraña, fue que, al pasar por la cárcel, recién inaugurada, el Papa hiciera una visita rápida a los presos. Porque él solía visitar las cárceles. Era algo que habría tenido su resonancia, pero se descartó de plano por no conocer el Nuncio la vecindad. La cosa se obvió trayendo los presos al paso del Papa: en la curva que hay saliendo del aeropuerto estaban todos los presos con custodia. Yo se los indiqué y los bendijo.

Cuando pasamos por el cuartel estaba toda la tropa formada al frente, y también los bendijo. Pero donde realmente empezó a verse gente fue en la entrada a Melo, en la calle Herrera. ¡Cada vez más gente y luego una muchedumbre! Por eso yo le tengo un reconocimiento enorme a Melo, porque el pueblo acompañó.

Llegamos a la explanada y escuchamos el jingle de Leslie Muniz: “Un pueblo está de fiesta, un pueblo canta”. Tengo un enorme agradecimiento por ese jingle, y creo que lo hemos volanteado poco. ¡La poesía, el contenido y la música, todo es precioso! Lo único era que no nombraba a Melo, pero después su autor me explicó: se esperaba que pudiera servir para otras visitas que el Papa hiciera a América.
           
El Padre Omar Alonso y Sergio Sánchez eran los animadores. Enfervorizaban a la gente. Ya había un clima positivo, pero ellos lo animaban.

Había obispos brasileños, de Río Grande especialmente, varios obispos uruguayos. Vino todo el presbiterio.

-Recuerdo que su discurso fue muy comentado…

-Es cierto, pero fue más sonado porque no lo leí. Fue espontáneo, y no por audacia, ni por salirme de la costumbre de que todo el mundo lee al dirigirse al Papa. Simplemente que no leo sin lentes, y dije: “¡Andá, que se me caigan los lentes, que no los encuentre!” Y como el Nuncio me dijo que era algo muy breve y protocolar, nada de discurso largo, pensé: bueno, lo que quiero es contextualizar el lugar en el que estamos… Entonces hablé del barrio, un lugar de gente obrera, de que por esas calles transitaban temprano trabajadores, empleadas domésticas, por otro lado los galpones… en fin, todo nos evocaba el mundo del trabajo. Estaba también el cementerio cerca…   para mí los que mueren trabajando son mártires, y bueno, ¡cómo habrían gozado nuestros antepasados   si hubieran podido vivir ese día, en que un Papa nos visitaba! ¿Se lo habría imaginado el Capitán Agustín de la Rosa, fundador de Melo?

Por eso no lo leí, y parece que fue lo que llamó la atención, porque salió más natural. El Cardenal Eduardo Martínez Somalo quedó muy impresionado. Luego me invitó a que hablara en la Nunciatura, con motivo del cumpleaños de Mons. Estanislao, ese mismo día.

-¿Cómo siguió la celebración?

-Después habló el Papa. Se refirió al mundo del trabajo y citó un fragmento de la carta encíclica Sollicitudo Rei Socialis, de 1987: “Sobre todo derecho de propiedad recae una hipoteca”. Se citó a sí mismo. Yo estuve a punto de mencionarla en mi discurso, pero   habría resultado redundante con el mensaje que el Papa dirigió a la multitud.

Finalizada la ceremonia, al bajar del escenario, Nacho (un seminarista de la Diócesis en ese momento, y actual sacerdote) le presentó un balde preparado para plantar allí las raíces de un ibirapitá, el árbol de Artigas, al que el Papa le echó unas paladas de tierra. Se le explicó a la multitud este gesto, y resta decir que dicho árbol se trasplantó a Mata y Oribe, frente a la actual fuente, donde ha crecido sin parar.

De regreso al Aeropuerto me gané un reto del actual cardenal Roberto Tucci, el que durante años fue el organizador de los viajes papales…

-¿Qué pasó?

-Al salir de la explanada de la Concordia, el Secretario privado del Papa, Mons. Estanislao me preguntó: “¿Va a pasar por la Catedral?” Le respondí que no, pues no estaba previsto. Y volvió a preguntarme: “¿Y usted quisiera que pasara?” Obviamente le respondí que sí… aunque no se había preparado nada para recibirlo. Hubo, claro, que modificar el trayecto para llegar a la Catedral.

En la escalinata había un grupo de gente: algunas Hermanas Salesianas con chicas. El Papa pasó entre la gente que estaba en el atrio. Entró en la Catedral totalmente vacía, y se hincó en el último banco, y yo junto a él. Ni siquiera estaba la imagen de la Virgen del Pilar en la hornacina, porque el P. Javier la había ubicado en el atrio, al punto tal que el Papa hubo de pasar entre la imagen y una de las columnas. La Catedral estaba, repito, desierta; el único signo era un tapiz del Papa puesto delante del ambón. Fue muy desagradable, pero ¡qué le iba a hacer! ¿Decirle a Mons. Estanislao que no fuera porque no había nada preparado? Me pareció que no habría sido adecuado.

La visita a la Catedral y el desvío del recorrido previsto no le gustó al Cardenal Tucci, que venía detrás del “papamóvil”.

En el regreso al aeropuerto se suscitó otro problema, que lo tuve por mucho tiempo como una especie de frustración, ya que, en mis palabras de bienvenida le había dicho al Santo Padre que ese día el templo de la Parroquia del Carmen cumplía 100 años. Mons. Estanislao, que ese día también cumplía años, había prestado atención, y al doblar el “papamóvil” la Avenida Saravia, y tomar por Florencio Sánchez, vio la torre del Carmen y me preguntó si era esa la iglesia que habíamos mencionado. Le dije que sí, y luego de consultarlo al Papa, empezamos a golpear al chofer para que parara. Lamentablemente no paró, prosiguiendo la marcha al aeropuerto. Después me conformé pensando que, seguramente, cuando se detuvo en la Catedral, Mons. Tucci le dijo al conductor que siguiera el itinerario y no hiciera caso si se le pedía que parara. De otra forma no se explica que, habiéndole golpeado tanto el vidrio, éste siguiera por Florencio Sánchez hasta el Aeropuerto. Había una muchedumbre esperándolo, y tenían todo preparado. Me quedé pensando que tal vez le habíamos llamado poco al chofer. Después, como compensación, casi como un desagravio, le ofrecí al Padre Basilio lo que habían dejado como obsequio a la Diócesis: cáliz, copones, y demás cosas.

Llegamos al aeropuerto, toda la gente despidiéndose… Yo sabía que el avión bordearía   el Cerro Largo, pero, para que no se apartara y para que el Papa pudiera ver la cruz que había hecho el P. Javier con la muchachada y la bendijera, quería decirle al piloto que bordeara el Cerro Largo. Íbamos en el avión, además del Papa, los obispos que, al medio día, participaríamos en el almuerzo en la Nunciatura. Estaba hablando con el aviador y vino Mons. Tucci... ¡Me pegó unos gritos! Seguía mis pasos para que no le cambiara el recorrido… Pensó que la idea de ir a la Catedral había sido mía. Me increpó. Luego me pidió disculpas pues yo, callado, volví al asiento.

Al subir al avión el Papa se sentó solo, a la izquierda, frente a la ventanilla, bien ubicado para que en el camino pudiera ver la cruz. Yo iba sentado junto al cardenal Agostino Casaroli, Secretario de Estado. En un momento salió uno de particular de la cabina, y cuando iba a volver me le acerqué para que le dijera al piloto que bordeara el Cerro Largo. Y otra vez Tucci, que iba detrás de mí, me volvió a rezongar, cosa que advirtió el Papa. Cuando estábamos bordeando el Cerro Largo me acerqué al Papa y le pedí que bendijera la cruz. Lo hizo, pero no sé si la llegó a ver.

Llegamos a Montevideo y enseguida fuimos a la Nunciatura. Recuerdo que era el cumpleaños de Mons. Estanislao. Estaba Martínez Somalo que se había quedado bien impresionado con mi discurso, por la espontaneidad, y quería que hablara de nuevo. Como era el cumpleaños de Mons. Estanislao, me pidió le dirigiera unas palabras de saludo, lo que al final no se concretó. Hice bien, ya que habría interferido con el motivo del almuerzo, que era un encuentro entre Juan Pablo II y los obispos.

Hubo unas palabras de Mons. José Gottardi, como Presidente de la CEU. La respuesta del Papa, como había poco tiempo, la entregó por escrito, no la leyó. Esa tarde tenía él la Misa con Ordenaciones Sacerdotales en Florida.

-¿Qué recuerdos y reflexiones le dejó la visita de Juan Pablo II?

-Quedé muy contento. Melo fue la única catedral que el Papa visitó en el interior, y atravesó la ciudad de un extremo a otro, pasando por todo el centro.

Mi madre amaneció engripada y no pudo ir al acto. Creo que era por los mismos nervios. Estaba designada para comulgar de manos del Papa. Lo siguió todo por televisión.

Para la gente fue muy significativo. Al otro día me vino a ver en el Obispado un muchacho que me dijo que había quedado impactado porque el Papa lo miró directamente, al pasar por la Avda. A. Saravia.

-¿Qué le pareció la película “El baño del Papa”?

-Es muy interesante. Muestra la equivocada convicción de que los uruguayos no somos religiosos y que nos iban a sacar del apuro los brasileños, viniendo en forma masiva. Fue todo lo contrario: se congregaron miles de personas venidas de la Diócesis. No me llamó la atención que no vinieran tantos de Brasil, porque antes había estado casi un mes en ese país y lo habían visto hasta el hartazgo. Atravesó Brasil desde Belén de Pará hasta Porto Alegre. Todos los días pasaban estas noticias por la televisión. ¡No iban a venir a verlo a Melo! 

A 26 años de la visita de San Juan Pablo II a Melo


Hoy se cumplen 26 años de la visita de San Juan Pablo II a Melo, en 1988.
Lo recordamos con la Santa Misa en la Catedral, a las 19:30 horas.
Esta recordación tiene una particularidad: es la primera desde su reciente canonización.
En su documental "Un Santo en Casa" Juan Pablo Sánchez anticipó este reconocimiento de la Iglesia a la santidad de Juan Pablo II: