domingo, 20 de julio de 2014

El trigo y la cizaña (homilía en la parroquia Nuestra Señora de Soledad, Coachella, California)



Queridas hermanas, queridos hermanos:

Yo vengo de un lugar donde se cultiva trigo. Escuchando esta parábola, me imagino un gran trigal que está creciendo, como los que he visto tantas veces al costado de las rutas de mi país. Los tallos del trigo, sus hojitas, las espigas que empiezan a formarse… todo de un hermoso color verde. ¡Todo parece bueno! Sin embargo, como dice la parábola, junto al trigo está creciendo la cizaña, la mala hierba…
¿Hay que cortarla? Preguntan los trabajadores al dueño del campo. Pero éste les dice que hay que esperar, porque, de lo contrario, se corre el riesgo de arrancar trigo confundiéndolo con cizaña. El momento será a la hora de la cosecha. Allí estará maduro el trigo, de color amarillo, casi blanco, mientras que la cizaña permanecerá verde. Allí ya no habrá error. Aparecerá la verdad: el trigo con sus espigas cargadas del grano para la harina y el pan, y la cizaña inútil, inservible, para arrojar al fuego.

Ahora bien “el campo es el mundo” explica Jesús ¿Cómo vemos al mundo? ¿Lo vemos así, como un campo de trigo bueno, pero en el que crece un poco de cizaña?
¿O lo vemos de otra forma? ¿Cómo un campo de cizaña que hay que destruir, salvando el poquito de trigo bueno que creció?

Eso último no es lo que dice la parábola, pero a veces algunas personas o nosotros mismos vemos así el mundo y la vida. Vemos el mundo perdido, hundiéndose en el abismo.
Si nos piden que hagamos una lista de todo lo malo que sucede y otra de todo lo bueno que vemos, es muy posible que la lista de cosas malas sea muy larga y la de cosas buenas muy corta. Es que el mal, la cizaña, es tan visible… catástrofes, desastres, accidentes, sufrimientos, enfermedades, muerte, crimen, adicciones, injusticias, guerras, problemas familiares, trastornos mentales… ¿Ven qué rápido se hace esa lista?

¿Conocemos personas que piensan así? ¿Pensamos así nosotros mismos? ¿Cómo nos sentimos? Esa manera de ver las cosas llena de temor, de pesimismo… ¡este mundo es un desastre! ¡No tiene arreglo! Así nacen los tangos que todavía se cantan en Argentina y Uruguay: “Verás que todo es mentira / verás que nada es amor” o peor “Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé”.
Esa presencia del mal golpea fuertemente nuestra vida y podemos sentirnos aplastados, sin salida, sin esperanza…

Pero, si vemos las cosas así, tenemos que preguntarnos ¿estamos viendo bien?
Volvamos a las palabras de Jesús. El dueño del campo plantó buena semilla. Dios es el dueño del campo. El campo es este mundo. El mundo que Dios ha creado. Cuando leemos en el libro del Génesis el relato de la creación, encontramos que cada vez que Dios crea algo, como el sol, la luna y las estrellas o como los animales que pueblan la tierra, se nos dice “Dios vio que era bueno”. Y cuando crea a la pareja humana, Dios sube la calificación que da a su obra: “Dios vio que era muy bueno”.

¿Qué significan esas palabras: “Dios vio que era bueno”? Significan que el mundo que Dios ha creado con su amor, es un mundo bueno. Es el mundo que Dios quiso. A pesar de todo el mal que pueda haber en el mundo, no debemos olvidar que todo lo que Dios hizo, lo hizo bien. No debemos olvidar que es Él quien conduce la Creación y lleva en sus manos la vida de cada uno de nosotros.
Eso es lo primero a mirar. El mundo, creado bueno. El ser humano, creado como “muy bueno”. Somos la buena semilla plantada por Dios. Él no ha creado un mundo malo. Él no ha creado gente mala. Él ha creado un mundo bueno, y ha seguido llamando a la vida a cada ser humano, a todo ser humano que ha entrado en este mundo, dándole un corazón bueno.

Sí. El mal está presente. No podemos taparnos los ojos, “no ver el mal”.
Pero tampoco podemos taparnos los ojos para no ver el bien que el Creador ha puesto en el mundo y en cada corazón humano. Lo primero que tenemos que sentir es confianza en el Creador. Él nos ha hecho buenos. Él quiere nuestro bien. Después, apoyados en esa confianza, viene la tarea de enfrentar lo que no está bien, empezando por lo que no está bien en nuestro propio corazón.

¿De dónde aparece el mal? En el libro del Génesis se nombra a la serpiente tentadora. En el evangelio de hoy se nombra simplemente al “enemigo”.
¿Y cuál es la tentación que presenta la serpiente? Sembrar en el corazón del hombre la desconfianza de Dios. Hacerle dudar de su bondad.

En esta parábola, como en muchas otras, Jesús nos llama a renovar nuestra confianza en el designio del Padre Dios. Jesús reafirma que Dios tiene el control de la situación. El buen trigo sigue creciendo, aunque esté confundido con la cizaña que el enemigo ha plantado. La cosecha del bien será grande, aunque el comienzo pueda parecer pequeño.

Jesús nos hace ver la fuerza escondida en cosas que parecen insignificantes: la semilla de mostaza de la que sale un gran árbol; la cucharadita de levadura que fermenta toda la masa.

Hace un momento yo les decía que a veces la lista de las cosas buenas es pequeña en relación a la lista del mal y la maldad… Sin embargo, si pensamos bien, es posible hacer una larga lista de pequeños gestos de bondad (y también encontraremos algunos no tan pequeños). Allí aparece la buena semilla, el grano de mostaza, la pequeña porción de levadura… Allí vemos de qué manera sigue actuando la Gracia de Dios en el mundo. De qué manera reencontramos el corazón bueno que Dios nos ha dado.

Miremos a nuestra Madre, nuestra Señora de la Soledad. Ella es la mujer fuerte en la Esperanza y en la confianza en Dios. Con el corazón atravesado por la espada del dolor, ella permanece de pie junto a la cruz de su Hijo. Su confianza no se quiebra. Que ella nos ayude a renovar y fortalecer nuestra propia confianza en el amor y la misericordia de Dios, que por medio de su Hijo quiere salvar y redimir este mundo, y recoger su cosecha abundante de buen trigo. Así sea.

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Dear sisters, dear brothers:

I come from a country where wheat is grown. Listening to this parable, I can easily imagine a great field of growing wheat, as I have seen many times. When the wheat is still green, a beautiful green color, everything seems to be all right, everything seems to be good. But, as the parable says, together with the wheat, the weeds are growing. Should we pull them up? That is the questions of the workers. But the owner says to wait. At the time of the harvest, the good wheat will be yellow, almost white, and the weeds will keep green. No mistake, but the truth. The wheat will go to the barn, and the weeds will be in fire.

Jesus explains: “the field is the world”. The world. How do we see our world? Do we see the world like a large field of good wheat, with a little of weeds inside?
Or, otherwise, do we see the world like a large field of weeds which must be destroyed, with a little of good wheat to save?

This last thinking is not what the parable says, but, sometimes, we see the world like that. We see a world which is lost, sunk into the abyss.

Look… if they ask us to write a list of wrong and bad things that happen and another of good things is highly probably that the first list will be much longer. The presence of evil is very strong: catastrophes, disasters, accidents, suffering, disease, death, violence, crime, addiction, injustice, war, family problems, mental disorders… See how fast we make the list?
How do we feel when we think like that? These thoughts give feelings of fear; pessimism… this world is a disaster… has no salvation!

But, if we see things like that, we have to wonder: am I seeing well?
Let’s retake the words of Jesus. The owner of the field sowed good seed. God is the owner of the field. The field is the world. The world God has created. When we read in the book of Genesis we found that God said that everything he has created was “good”. And when God finally created mankind, he said it was “very good”.

What does this mean: “God saw that it was good”? It means that the world God has created with all his love is a good world. This is the world God wanted to be. We can’t forget that God has made all “good”. He is in charge. He runs the creation. He takes in his hands our lives. This is the first thing to remark. We are the good seed God has planted. God has given a good heart to every person born in this world.

But, yes: evil is present. We cannot cover our eyes and say “see no evil”. But we can neither cover our eyes to “see no good”. We must trust in the Goodness of God. He has created us for good. He wants our good. With this full trust we can see what we can do with the things which are not good, starting in our own hearts.

Where does evil come from? The book of Genesis talks about the serpent and the temptation. The parable talks about “the enemy”. Which is the temptation taken by the serpent? The serpent says “don’t trust God”… “he does not want your good”.

The gospel of today calls us to renovate our trust in the plan of our Father God. Jesus remarks that the Father is always in care of us. The good seeds continue to grow, even if the weeds of the enemy grow together. The harvest will be great, even if it seems so little.

Little things have an unknown strength: the mustard seed which becomes a large bush, the teaspoon of yeast which leavens the whole batch.

If we take a moment to think, we can do a list of the many good little things (or not so little good things) we find every day: sparks of kindness and good will. There are our mustard seed, our teaspoon of yeast. There are the signs of the Grace of God at work in our hearts and the hearts of our neighbors.

Let’s look to our Lady of Solitude. She is the strong woman, strong in her hope and her trust in God. Whit her heart pierced by the sword, she keeps standing by the cross. Her trust in God is not broken. May she help us to renovate our own trust in the love and mercy of God, the Father who wants to redeem this world and to collect the harvest of good wheat. Amen.

+ Heriberto Bodeant, Obispo de Melo

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