domingo, 25 de marzo de 2012

Peregrinación a la Cruz del Cerro Largo

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Ayer peregrinamos a la Cruz del Cerro Largo. Como nos lo recordaba Mons. Roberto, esa cruz fue iniciativa del P. Javier Mori, sacerdote italiano de la Diócesis de Brescia, que fue durante muchos años párroco de la Catedral de Melo.
De las diferentes parroquias de la Diócesis llegaron ayer a la localidad de Arbolito, en la Ruta 8, numerosos peregrinos de todas las edades. A las 9:30 iniciamos la bajada-subida al Cerro, rezando el Via Crucis, que estuvo dedicado a la familia, como el que el Papa rezará el próximo Viernes Santo en Roma. Lo de "bajada-subida" puede sonar raro, pero sucede que la Ruta 8 está a cierta altura y, al comenzar el camino hacia el Cerro Largo hay que bajar, para después volver a subir. El camino es variado... al principio transitable hasta para un vehículo. En la parte más baja se junta agua, sin llegar a ser una corriente: se puede seguir el camino bordeando grandes charcos. A medida que se empieza a subir, los árboles dan con su sombra un poco de alivio a los peregrinos, pero el camino se va haciendo cada vez más dificultoso, con piedras sueltas, a veces casi como escalones pero desparejos. Para rezar, los grupos de peregrinos van deteniéndose en el camino, porque se necesita tomar aire para poder cantar y decir las oraciones en voz alta. Los niños se adelantan, llenos de energía. Algunos caminan descalzos. Hay promesas llevadas en silencio, y la fe lo impregna todo.
Al llegar a la cumbre, cantos de alabanza, peticiones, signos. Los sacerdotes nos disponemos en algunos espacios de sombra a recibir a quienes quieren celebrar el Sacramento de la Reconciliación. Muchos se acercan, esperando pacientemente su turno.
Al mediodía, el regreso: otra "bajada-subida". Viene el almuerzo, compartido en cada comunidad. Las recorridas, los saludos, los encuentros.
Llega la hora de la guitarra. Comienzo con algunas canciones "a pedido" y siguen luego los jóvenes de la Parroquia San José Obrero de Treinta y Tres.
Poco después de las 15 llegan los sacerdotes de la ciudad de Melo, para sumarse a la Concelebración Eucarística, con la que conluiremos la jornada.
"Si el grano de trigo cae en tierra y no muere, queda solo. Pero si muere, da mucho fruto". A partir de esas palabras de Jesús, comparto en la homilía una reflexión sobre el sacrificio, valorando lo que significó el camino hacia la Cruz, que muchos realizaron como verdadera y sincera ofrenda. El sacrificio es algo que nos cuesta o que nos duele, pero lo hacemos porque queremos algo mejor. Más vale el sacrificio que hacemos por los demás... eso es lo que hizo Jesús: se entregó al Padre totalmente, dio su propia vida, por sus amigos, por todos nosotros, para que nos llegue su Vida. Cuando nosotros somos también capaces de sacrificarnos por los demás, como sucede en tantas familias, unamos ese esfuerzo al sacrificio de Jesús. En la Eucaristia hacemos Memoria de ese sacrificio único, el sacrificio del Hijo de Dios por nosotros. En la Eucaristía, nosotros podemos hacernos, nos hacemos ofrendas vivas, uniendo los sacrificios de nuestra vida al sacrificio de Jesús, para que lo que hacemos se llene también de su Vida.
+ Heriberto

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