sábado, 18 de octubre de 2008

Más saludos y condolencias...

Mons. Daniel con la Hna. Analía Vergara RSCJ

De la Provincial de las Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús
Nuestra cercanía y nuestra oración por Daniel, quien siempre ha estado tan cercano a nuestras hermanas de la comunidad de Salto, a lo largo de todos estos años. Rezamos por él, que Jesús lo tenga en su Corazón y allí descanse en su Paz y Gozo pleno. Rezamos también por esa querida Diócesis en este momento que vive.
En nombre de todas las Hermanas de Uruguay y de Argentina, Analía Vergara, rscj

Desde Verona, del P. Ottavio Todeschini

Mi primer encuentro con Daniel Gil fue en Manresa, en el mes de Ejercicios ignacianos. Fue una esperiencia de Dios hermosa, profunda, exaltante. Pude apreciar su gran capacidad como guia espiritual, de escucha, de intuiciòn. Me ayudò a descubrir el movimiento de los espìritus para discernir el espìritu del bien y del mal y lograr la mejor disponibilidad interior para realizar la voluntad de Dios. Los EE. EE. son una verdadera hermosura espiritual. Allì naciò mi profunda amistad con Daniel. Me quedè siempre agradecido por la experiencia de Dios que pude realizar con èl. En lo pastoral no tuvo la misma genialidad pero su amor para el pueblo de Dios y para los sacerdotes y los consagrados ha sido siempre muy grande. Ahora que Dios lo ha llamado a contemplar de cerca su rostro, quiero acompañarlo con mi oraciòn para que encuentre en la misericordia del Padre la plenitud de la vida. Gracias Daniel por tu fuerte espiritualidad, por todo lo que has regalado a los que se han encontrado contigo.


De la Hna. Silvia Napias, Capuchina de la Madre Rubatto
Para mí Monseñor Gil fue una persona muy especial. Recuerdo cuando me enviaron a Salto: esa misma tarde que llegue, una persona golpeó muy fuerte la puerta, la tiraba abajo, abro y lo encuentro parado diciéndome "tú sos Silvia, esto es para tí," y me alcanza un licor con la botella toda dibujada y con mensajitos. Yo seguia sin saber quien era, hasta que la hermana Anita dice "Buenas tardes Monseñor, pase por favor".
Y en momentos muy duros de fraternidad, no se cómo lo sabía, pero hacía esa llamada para decir "antes de ir por el hospital pasa por la curia, quiero hablar contigo".
Acompaño desde Montevideo, con la oración este momento de dolor, pues tenemos fe, pero el dolor se siente igual. Con mucho cariño y pidiéndole al Dios de la Vida por Daniel, y su familia biológica y por todos los que nos hermanamos en El.

Desde Filipinas, Liliana Salas, Hermanita de la AsunciónDoy gracias por su presencia sencilla de Padre y Pastor en medio de nosotros, segura de que seguirá velando por la Diócesis.

De la Hna. Glaides Austria, Hermanita de la AsunciónMuy unida en la oración a toda la Diócesis ante la partida a la casa del Padre de Monseñor Gil. Nos queda el testimonio de su vida entregada en la alegría y en la sencillez. Podemos decir "Amigo de todos", cercano, fraterno, siempre con un chiste para que la comunicación fuera fluida.

Hna. Cristiana Robaina, Compañía de Santa Teresa,
Secretaria adjunta de la Conferencia Episcopal del UruguayAgradezco la vida fecunda e intensa que vivió al servicio del Reino y especialmente su cariño y apoyo incondicional a la Vida Religiosa femenina.

De las Hnas. Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y de María
El Padre Gil fue para nosotras una gran mediación de Dios con su testimonio y su palabra. Por ello, damos gracias a Dios confiando esté disfrutando de su AMOR y que desde allí nos siga acompañando.

Hna. Beatriz Ferreiro, Religisosa del Buen Pastor, PaysandúAparte de una tanda de ejercicios espirituales de un mes me unía a él un profundo cariño y una gran amistad. Difícil encontrar un verdadero asceta unido a una personalidad chistosa, alegre y muy especialmente tan enraizada en la auténtica doctrina católica, apostólica y romana. Que el Señor lo tenga en la gloria.

Hna. Marie, Caridad de Santa María, desde Angers, Francia
Fue un Padre para mí y para nuestra comunidad de francesas en Salto. El padre Daniel era un hermano, con mucha sencillez y alegría en su manera de encontrarnos, de compartir una comidita con nosotras, o simplemente tocar a nuestra puerta. Le debo mucho por su manera de hablar de Dios que era para él tan bueno, amoroso como si lo hubiera visto o encontrado de cerca. Tenía palabras sencillas con los niños, era un niño en medio de los niños. El Padre Dios lo ha acogido bien, así como la Virgen María, que él amaba muchísimo.

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