Jesús Resucitado, imagen de la capilla "Jesús Resucitado", Barrio Tres Fronteras,
Bella Unión, Departamento de Artigas, Uruguay
Bella Unión, Departamento de Artigas, Uruguay
El libro de los Hechos de los Apóstoles (17,15-34) nos cuenta que cuando los atenienses, siempre interesados en la última novedad, oyeron decir a Pablo que a Jesús Dios lo resucitó de entre los muertos, se burlaron y lo dejaron, diciendo "otro día te escucharemos sobre eso". Hasta ahí, Pablo iba bien. Había captado el interés de un auditorio refinado, acostumbrado a los debates filosóficos... pero la resurrección ¡era un disparate! (aunque algunos creyeron y se quedaron). Claro, podemos pensar nosotros: era difícil creer, así nomás, ese primer anuncio. Esos griegos nunca habían oído hablar de Jesucristo, y había tantas religiones...
Sin embargo, en las comunidades cristianas también había dificultades: "Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, vana es nuestra fe (...) somos los más infelices de los hombres". Estas palabras de Pablo no son algo que dice por si había dudas, sino porque había dudas en sus comunidades. (1 Corintios 15,12-28). Claro, podemos ser comprensivos con esos cristianos. Después de todo, recién empezaban el camino de la fe. Es natural que hubiera dudas...
Pero si vamos más atrás, a los discípulos que estuvieron con Jesús, los que lo vieron resucitado, no hay problemas. No debería haberlos... ¿o sí?
Bueno, está el caso de Tomás. "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré".
Claro, seguimos disculpando: Tomás no estaba cuando Jesús apareció. El necesitaba ver para creer, más todavía, quería tocar para creer. Cuando llegue el momento, cuando vea a Jesús, dirá "Señor mío y Dios mío", una clara profesión de fe (Juan 20,24-29).
En realidad, el Evangelio nos muestra que, frente a la aparición de Jesús resucitado, no todos "la tuvieron clara":
- Mateo 28,17 nos dice que los discípulos "al verlo lo adoraron; algunos sin embargo dudaron".
- En Marcos 16,14 Jesús se apareció a los Once y “les echó en cara su incredulidad”.
- En la misma tarde del día de la resurrección, Jesús caminó con los discípulos de Emaús, pero "algo les impedía reconocerlo" (Lucas 24,16).
- Juan 21,4 nos cuenta que, después de haberse aparecido a los discípulos varias veces, “Jesús estaba en la orilla, pero los discípulos no sabían que era Jesús”.
"Se equivoca quien entienda este acontecimiento [la aparición de Jesús Resucitado] en el sentido de que se facilitó la fe a sus primeros testigos a base de un suceso maravilloso, o como si un milagro exorbitante los hubiera 'tirado' al mismo tiempo, poniéndolos de rodillas. Sería grotesco llegar así a la consecuencia insoslayable de que los primeros que anunciaron la fe no creyeron, pues mediante el ver se les dispensó de la fe. Hay que partir, pues, de que se trató de un ver creyente." (Jesús el Cristo, Sigueme, Salamanca 1979, p. 173).
Los discípulos vieron, sí. Pero, igualmente, tuvieron que dar un paso en la fe. Ver a Jesús, pero con los ojos de la fe. “La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él”; “es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios” nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica (Nº 26 y 150). La fe es una relación personal con el Resucitado. Es creer que esa resurrección toca realmente mi vida, porque el resucitado es aquel que "me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2,20).
“Nadie puede decir ‘Jesús es Señor’ sino con el Espíritu Santo” (1 Corintios 12,3). Y cuando puedo decir eso, esa frase no es lo mismo que decir, por ejemplo "Barack Obama es presidente de los EE.UU." Decir "Jesús es Señor", desde la fe, significa decir que es el Señor de mi vida, aquel al que quiero seguir como discípulo misionero, junto a los otros hermanos y hermanas que Él ha llamado; aquel cuyo Amor y cuya Palabra quiero recibir y entregar cada día.
A través del testimonio de los discípulos, primeros que se abrieron a la fe, nos ha llegado el anuncio de la Buena Noticia de la Resurrección de Jesús. Que en esta Pascua abramos el corazón a la acción del Espíritu Santo, para poder decir cada vez más sinceramente, desde lo más hondo de nuestro corazón: "Señor mío y Dios mío". Que así sea, y podamos escuchar del Señor: "Dichosos los que no han visto y han creído" (Juan 20,29).
+HAB
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