viernes, 15 de mayo de 2009

Homenaje a Mons. Carlos Parteli en el Parlamento

Comparto con los lectores la transcripción del Homenaje a Mons. Carlos Parteli que tuvo lugar en la Cámara de Diputados, con motivo de los diez años de su fallecimiento. El orador principal fue el Representante Nacional Juan Andrés Roballo. Los subtítulos los incorporé para facilitar la lectura.


SEÑOR ROBALLO.- Señor Presidente: en primer lugar, quiero agradecer a los colegas legisladores porque han acompañado con su voto la solicitud de homenajear a una figura insigne de nuestro país, como fue y diría que es, porque está presente Monseñor Carlos Parteli. También quiero agradecer la iniciativa y el impulso de diversas personas para la realización de este homenaje, especialmente a Néstor Da Costa, quien nos ha acercado abundante material.
El momento es oportuno, no sólo por cumplirse el próximo 26 de mayo diez años de su partida, sino porque su legado sigue vigente.
La personalidad de don Carlos como lo llamaban , así como los valores que siempre sostuvo, trascendieron su condición de Pastor de la Iglesia Católica para constituir una referencia para todos los uruguayos.
Lo conocí pero no tuve trato con él. Cuando me integré a los grupos de jóvenes, a la Pastoral Juvenil, Parteli se encontraba acompañando activamente el proceso de retorno a la democracia, y poco después se retiró. De manera que me basé en testimonios y escritos sobre su figura. Quiero agradecer especialmente al Padre Paul Dabezies por su aporte, y las anécdotas del Padre Techera.
Vida de peregrino
Monseñor Carlos Parteli nació en la ciudad de Rivera el 8 de marzo de 1910. Era hijo de inmigrantes tiroleses y en el año 1923 ingresó al Seminario con tan solo trece años de edad. Tres años después fue enviado a Roma, donde cursó estudios superiores, estudió Filosofía y Teología, y el Sábado Santo de 1933 fue ordenado sacerdote en la iglesia de San Juan de Letrán.
De regreso a Uruguay, ocupó el cargo de Teniente Cura en la Catedral de Florida. En 1942 fue trasladado a Rivera y en el año 1958 fue designado Párroco.
El 27 de diciembre de 1960, en la Catedral de Florida, Carlos Parteli fue consagrado Obispo de Tacuarembó, una de las diócesis creadas precisamente ese año.
En febrero de 1966, Pablo VI lo designó Administrador Apostólico Sede Plena de Montevideo y, posteriormente, se lo nombró IV Arzobispo de Montevideo.
En julio de 1985, a los 75 años de edad, presentó renuncia después de un duro y a la vez fructífero período conduciendo a la Iglesia.
La marca de tiempos agitados
Para entender sus preocupaciones, decisiones y acciones es necesario contextualizar su experiencia vital. En ese sentido, recordamos que vivió la asunción de Hitler en Alemania, las movilizaciones obreras generalizadas en toda Europa, las místicas de Lenin y Trotsky. Parteli leía y absorbía todo lo que podía. Siempre estuvo especialmente atento a todo lo que estaba viviendo.
Contemporáneamente a estos hechos políticos, fue apareciendo una cantidad de eminentes teólogos cuyas enseñanzas fue absorbiendo, con lo que comenzó a formar parte de las corrientes que iban abriendo surcos de esperanza de una renovación eclesial que culminó pocos años más tarde, cuando el Papa Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II. Volvió a su tierra con preocupaciones litúrgicas, bíblicas y sociales.
Desde mediados de los años cincuenta, pasando por el año 1973 y hasta el año 1985, asistimos a un escenario regional y nacional convulsionado. Se dio la consolidación de la dictadura de Stroessner en Paraguay, la intervención de Estados Unidos de América en Guatemala y la revolución cubana. En los años sesenta fueron los golpes militares en Argentina y Brasil, la intervención de Estados Unidos de América en República Dominicana y la muerte del Che Guevara en Bolivia. El año 1968 estuvo cargado de episodios violentos: el Mayo Francés, la Invasión de la Unión Soviética a Checoslovaquia, el asesinato de Martin Luther King, la revolución social encabezada por el General Juan Velazco Alvarado en el Perú. En los años setenta tuvieron lugar las luchas sociales y la Asamblea Popular en Bolivia y la intervención de la CIA en Chile, fenómenos que alcanzan a Uruguay y tienen su expresión más triste en la suspensión de las instituciones en el año 1973 con el golpe militar.
Este fue el mundo, el continente y el país donde Parteli desarrolló su actividad pastoral comprometida.
Pastor comprometido
Fue un vigía de la realidad en la que le tocó vivir. Escudriñaba sin cesar los acontecimientos y las tendencias. Preguntaba y escuchaba a todos. Verificaba escrupulosamente datos, cifras y fuentes. Reflexionaba largamente, hablaba poco y escribía con mucho cuidado, corrigiendo una y otra vez los borradores hasta estar seguro de que, efectivamente, expresaba lo que quería decir de manera directa, sin clichés ni retóricas.
Como Pastor de su Iglesia, Parteli fue un maestro desde la cátedra y, a la vez, un amigo cercano a la gente, a la que visitaba constantemente, en particular a la gente humilde, hasta del último rincón de la ciudad. Fue con ese trato directo con la gente y con sus sacerdotes que ejerció su vocación clarísima de constructor de convivencia, de solidaridad y de esperanza.
Sensible ante los más olvidados
"Los problemas del agro"

Así, en el año 1961 trascendió los límites de su diócesis en el norte del país a través de una Carta Pastoral sobre los problemas del agro, documento donde reflexionaba sobre el peón de estancia, la familia rural, la explotación de la ciudad y el mal sistema de distribución de tierras. Se trató de un documento impactante que se extendió, inclusive, fuera de fronteras.
Cabe resaltar que en diciembre de 1961 estas reflexiones fueron presentadas en el Parlamento Nacional e incorporadas a la versión taquigráfica de la Cámara de Representantes. Inmediatamente, estas preocupaciones también fueron presentadas en el Concilio Vaticano II, cuando expuso sobre el problema del agro en América Latina, ponencia que fue publicada por la FAO. Resulta muy revelador y valiente para aquellos tiempos los términos de la citada Carta Pastoral. Además de oficiar de denuncia, también sembraba un paradigma, una clave de lectura de la realidad social a luz del evangelio, y así expresaba: "El bienestar material es el primer paso. Sin él no son posibles ni siquiera aquella cultura y aquellas virtudes naturales, sobre las que asienta el edificio espiritual.- ¿Qué virtudes patrióticas, qué amor a las instituciones, qué solidaridad social, qué alicientes para una vida honrada pueden sentir quienes nada tienen y nada reciben ni esperan de una sociedad que pasa a su lado mirándolos con indiferencia o desprecio, cuando no provocando su ira o su envidia, con el lujo, el derroche y el hartazgo? No es admisible que los ganados de adentro (de los campos) tengan mejor trato que los enjambres de niños tristes y ojerosos que pueblan los ranchitos de afuera.- Para una reestructuración social que erradique la miseria y levante de su postración a los miserables no basta la justicia conmutativa que regula las relaciones de hombre a hombre. Es indispensable la justicia social.- Son las estructuras las que deben sufrir un cambio profundo hasta quedar adecuadas a las exigencias reales de hoy.- Los pueblos que sienten en sus carnes el dolor de la miseria y en sus almas la amargura de la discriminación económica, no pueden, lógicamente, sentir amor por las instituciones que así los desamparan.- No se puede exigir demasiado idealismo con los estómagos vacíos".
Padre Conciliar consecuente
Estaba convencido y fue protagonista de la línea esencial del Concilio Vaticano II, en cuanto a que no se puede hablar de Dios sin hablar del hombre, y que no se puede proponer el Evangelio de Jesús sin desarrollar sus consecuencias prácticas, a nivel de los individuos y también de la sociedad, particularmente donde hay pobres, oprimidos y excluidos.
Fue un decidido impulsor de la tarea comprometida de los cristianos laicos en su propio lugar, en la vida de la sociedad, impulsando los valores cristianos profundizados incesantemente en la comunidad eclesial y expresándolos según su propia conciencia, a través de los instrumentos de análisis, de propuesta y de acción que la propia sociedad aporta. Eso implica una superación radical del dualismo y de la separación entre vida social y vida cristiana; esboza el camino de una síntesis dinámica, una interpelación recíproca entre el Evangelio y la vida concreta del hombre y de la sociedad toda. Además, supone algunos criterios básicos que poco a poco van conquistándose y afirmándose; entre otros, el respeto de la libertad de conciencia política desde la comunidad eclesial, la tolerancia y la paciencia en los procesos de búsqueda por parte de todas las orientaciones y sectores, de los caminos sociales y políticos de construcción de una sociedad más humana.
También conlleva una autocomprensión de la Iglesia, no como una institución de poder o legitimadora del poder, sino como servidora del proceso de humanización en la historia. Entendía al Evangelio como un anuncio de libertad, de justicia y de paz en todas las dimensiones humanas.
Unos meses antes de participar en el Concilio Vaticano II expresaba su visión de lo que iba a vivir, y esta expectativa nos dice mucho de lo que será su acción pastoral y su compromiso social. Decía: "El caso es que los cambios habidos en el mundo en los últimos tiempos, son tan profundos que la Iglesia se siente urgida a adecuar a ellos sus estructuras temporales [...] El Concilio se esforzará en que la Iglesia tenga más audiencia en el mundo de hoy, y su presencia en el seno de la sociedad, en las relaciones de los hombres y los pueblos sea cada vez más viva [...]".
En sus memorias también reflexiona sobre el Concilio cuando expresa: "Al cabo de cada una de las cuatro sesiones, cuando volvía a mi casa con los textos con olor de tinta fresca, me preguntaba: ¿Qué será de todo esto? ¿Serán textos para los seminaristas del futuro? ¿Será una brisa que apenas rizará las aguas tranquilas? ¡Pronto supe que era mucho más que eso! Era un soplo que hacía caer muchas hojas secas; era el Espíritu que se hacía sentir con fuerza".
Y vaya si Parteli logró, con propuestas concretas y con el impulso del trabajo, revolucionar la labor pastoral. Voy a mencionar algunas de sus obras o propuestas principales: la Pastoral de conjunto, su preocupación constante por los jóvenes y su acompañamiento. Decía: "El trabajo con los jóvenes es una tarea de siembra incesante porque si bien la juventud es permanente, los jóvenes pasan. Pero es una siembra indispensable; de ella depende el futuro mejor que todos soñamos". Dedicaba mucho tiempo y mucho trabajo a estas áreas
También podemos mencionar los grupos de reflexión de vida.
Pastor que defendió su rebaño
A propósito de este homenaje, nuestro Embajador ante la Santa Sede, Mario Cayota, hacía referencia a estos grupos en un contexto histórico de suspensión de las libertades y de prohibición del derecho de reunión. Adhiriendo al homenaje escribe unas líneas, y voy a citar solo un par de párrafos. Dice Mario Cayota: "Pero sí; Monseñor Parteli fue un hombre de amplias miras, también lo fue de gran firmeza, aun a costa de lo que ello podría significarle. Durante su episcopado, los grupos de reflexión, animados por el espíritu del Vaticano II, se habían desarrollando grandemente en la Arquidiócesis de Montevideo. En ellos se examinaban los acontecimientos a la luz de la lectura del evangelio, y por supuesto se reafirmaban valores tales como los derechos humanos, la dignidad de la persona humana, la libertad, la paz y la democracia.- En las mencionadas circunstancias, la dictadura de la época conminó a Monseñor Parteli a que entregara la nómina de los integrantes de los grupos de reflexión, exigencia a la que Don Carlos, en decisión histórica, se negó terminantemente. Permítaseme recordar la instancia precisa en que Don Carlos tomó esta decisión ya que me encontraba presente, y debo decir que ante el nerviosismo de muchos la actitud de Don Carlos fue un ejemplo de serenidad y valentía, a la par que de firmeza. Estoy convencido que esta resolución resultó un valioso aporte, no siempre reconocido, para la restauración de la democracia, ya que estos grupos, de integración plural, se constituyeron en una verdadera escuela de humanismo y generaron una clara alternativa a los proyectos autoritarios que querían imponérsele a la ciudadanía".
La Iglesia y el Mundo
La coherencia y la sensibilidad lo acompañaron siempre. Ya en la Carta Pastoral de Adviento de 1967 denuncia la situación de violación de derechos básicos de buena parte de la población y llama la atención a todos los uruguayos, especialmente a los católicos, expresando que ante esa penosa situación "[...] los católicos pecaríamos de omisión si dejáramos de poner el máximo empeño en corregirla". Luego dice claramente que "la Iglesia como institución debe desvincularse de toda atadura concreta con cualquier clase de poder público, económico o social, corriendo aun el riesgo de ser perseguida y criticada". Más adelante expresa: "Nada más alejado del espíritu de pobreza indispensable para ser auténticamente cristiano que el acaparamiento de los bienes que la población necesita. Lo superfluo, lo que no es requerido por la propia necesidad, no puede ser retenido en forma improductiva para el bien común, y menos cuando la angustia y hasta la desesperación muerden el corazón de muchos hermanos nuestros".
Tenía una concepción avanzada y propositiva de la relación entre la Iglesia y el mundo, la vida en la comunidad política. A la luz de los documentos de la Iglesia, siempre propiciaba la importancia de la participación en la vida y en el ordenamiento de la comunidad política. En ese sentido, en un mensaje radial antes de las elecciones de 1971, afirmaba la necesidad de una participación continuada de todos en la acción política, que apuntara más directamente al bien común. Al mismo tiempo, hacía un llamado a la unidad en la diversidad de opciones partidarias.
Quiero hacer un paréntesis y decir que nunca se dejó encasillar con ninguna opción política; acompañado siempre de diversos líderes políticos de los diferentes partidos jamás permitió que se lo encasillara en una sola expresión política.
Los años oscuros
Cuando el país se internó en el oscuro período de la dictadura, los mensajes de Parteli llegaron hondamente a todos los uruguayos, en especial, a quienes más sufrían la persecución y la represión. Su palabra atravesó el cerco del miedo y de la censura, para llegar, inclusive, hasta las cárceles, transmitida por los familiares de quienes allí padecían; fue un mensaje de esperanza para creyentes y ateos, para quienes necesitaban reafirmarse en la convicción de que no todo estaba perdido.
Solo por citar algunos de sus mensajes, diré que en la Navidad de 1979 expresaba, dando cuenta de su alta sensibilidad y compromiso: "Como señalamos en Puebla los Obispos, no puedo dejar de recordar en este día de alegría, que hay muchos rostros tristes cerca de nosotros, los rostros de los inquietos por la duda, que le buscan sentido a sus vidas, los rostros de los que tienen hambre de pan y de consuelo, los rostros de nostalgia de los que lloran la ausencia de sus seres queridos, los rostros apagados de los niños sin hogar y sin afectos [...]".
Podemos recordar también la Navidad de 1980, cuando llamaba a trabajar por la verdad y la justicia, o la Misa de Gallo de 1982, cuando llamaba a tener presentes "(...) a todos los que no están hoy con ánimo de fiesta [...]".
La despedida
Sin dejar de llamar a la esperanza, Parteli nunca dejó de lado la compasión, esa capacidad humana de ponerse en el lugar del otro, de vivir, de alegrarse, pero también de sufrir con el otro. Esto tuvo como consecuencia la incomprensión y la persecución. Él mismo recordó estos hechos al despedirse, el 12 de julio de 1985, en la Catedral Metropolitana de Montevideo, cuando expresaba: "La profunda crisis y las tensiones ideológicas que radicalizaron posiciones, hicieron que algunos gestos míos no fueran entendidos en su significación, ni que mis palabras fueran reconocidas como un simple eco del evangelio y del Magisterio de la Iglesia. Urgido por el deber de decir lo que como pastor no podíamos callar, tuve que referirme a la situación que se vivía, haciéndome portavoz de los que no podían hacerse escuchar". Y al mismo tiempo recordaba con dolor: "Aquella oposición, tanto adentro de la Iglesia como fuera de ella, no quedó solo en palabras, sino que se tradujo en incesante hostigamiento. [...] Fueron muchos los momentos de sufrimiento al tener que afrontar en silencio y en soledad la dura prueba, si bien sabía que me acompañaban un gran número con su oración, su apoyo, e incluso compartiendo la cruz [...]".
Pese a todo esto se mantuvo firme en lo que él mismo llamó "el duro camino de la fidelidad".
Y en este devenir de cuestionamientos e intentos de encasillamiento, Parteli lograba una claridad excepcional. Contestando a un amigo una serie de dudas planteadas, decía, entre otras cosas, en una carta del 22 de marzo de 1971, publicada en el Órgano de la Arquidiócesis: "Sé muy bien cuán ardua es la tarea de juzgar con objetividad sin despojarnos de los sentimientos de simpatía o antipatía que podamos tener. Hay sin embargo una guía evangélica que nos ayuda a ser ecuánimes: estar con los más pobres y más débiles; ponernos en su lugar para poder saber y sentir la angustia de su impotencia, solos, sin derechos, sin abogados, inermes, e incluso sin voz porque no saben o no los dejan hablar".
Quiero recordar algunos hechos que dan muestra de que los valores que sostenía y proponía los llevaba a la práctica y trascendía los límites que se le querían imponer.
(Ocupa la Presidencia el señor Representante Salsamendi)
El valor de los gestos
——Entre otras decisiones que tomó se destaca la de ser el primer Obispo uruguayo en ingresar a un local político de una organización marxista, el Partido Comunista; lo hizo para orar ante los féretros de los ocho militantes de ese Partido fríamente asesinados en aquella infame madrugada de abril de 1972 y para acompañar en esa situación por demás dolorosa. Imaginemos por un momento el contexto social y político para entender cabalmente la valentía y coherencia evangélica de Parteli. Todavía hoy, quienes estuvieron allí en estos días me comentaban esa anécdota , me hablaban de lo impactante y, a la vez, consolador que resultó, en aquel momento de dolor, ver a Parteli, con su sotana negra, ingresar a ese local acompañado de otros sacerdotes.
Con este espíritu se transformó en un referente no solo para los cristianos, sobre todo en los tiempos de dictadura, que lo enfrentó a una disyuntiva que hace unos días comentábamos con otro compañero: hacer frente al régimen dictatorial en forma pública y agresiva, corriendo el riesgo de que le cercenaran aún más las posibilidades de acción en tiempos especiales, difíciles, al estilo de lo que sucedía en Chile, o, sin dejar de oponerse al régimen, concentrarse en transformar a la Iglesia en el espacio último de libertades que habían sido cercenadas por los Poderes públicos, abriendo las parroquias para que se llevaran a cabo reuniones, encuentros, cuando no para refugiar a los perseguidos, abriendo tras los muros parroquiales espacios de libertad que no existían en la sociedad. Y optó por este camino.
Son muchos los hechos y las anécdotas. Ayer me comentaba el entonces Presidente de la Asociación Estudiantil ASCEEP, Jorge Rodríguez, que las puertas de la Parroquia y las instalaciones de Conventuales habían sido abiertas para las reuniones de esta organización, así como para los familiares de presos, exiliados y desaparecidos. Me comentaba acerca de las personas con las que se cruzaba en los corredores de ese edificio. También me hablaba de la Parroquia de Tierra Santa, y además recordaba el 1º de mayo de 1980, en San Antonio, donde la celebración de la eucaristía por los trabajadores se transformó en el acto del 1º de mayo. Rememoraba, asimismo, el 1º de mayo de 1983, cuando se le acercaron innumerables personas para agradecerle; muchas le expresaban que no eran católicas ni cristianas, pero le agradecían mucho lo que había hecho por ellos y sus familiares.
Por supuesto, siempre tuvo una actitud humilde; no se subía a los estrados; estaba con su boina, entreverado entre la gente, casi que para pasar inadvertido.
Cuando a la salida de la dictadura el diálogo en el Parque Hotel entre las Fuerzas Armadas que estaban en el poder y los partidos políticos estaba interrumpido y se temía un desastroso bloqueo, recibió oficialmente, en histórica audiencia lo que da cuenta de su amplitud , por primera vez en el país, al Gran Maestre de la Masonería, con algunos de los más cercanos colaboradores de ambos, para buscar acercar posiciones que ayudaran a la salida democrática.
En este punto hago un paréntesis, porque toda su vida fue en ese sentido. La lista de interlocutores debería estudiarse con cuidado; había muchas personas de la vida nacional e internacional cuando en aquel momento eso era inédito; hoy este tipo de encuentros podría parecer cotidiano, común, pero para ese entonces no lo era tanto e, inclusive, resultaba hasta escandaloso. Dio su saludo de paz a los judíos, visitó la Asociación Cristiana de Jóvenes, oró públicamente en la Iglesia Metodista Central, recibió a sindicalistas en conflicto.
Volviendo a su actitud a la salida de la dictadura, buscando acuerdos, mesas de diálogo, contribuir al proceso de la apertura democrática, junto a sus Obispos auxiliares publicó una carta instando a la búsqueda de espacios de comunicación y expresión, la que decía: "No hay diálogo real ni consenso social legítimo sin un respeto escrupuloso a la voluntad de las mayorías, especialmente cuando sus pronunciamientos son inequívocos. Son los deseos populares, libremente expresados, los que confieren la base de legitimidad a las normas de derecho y a las instituciones. Solo así se supera la violencia declarada o latente". Más adelante, decía: "[...] al servicio de todos los que, aun sin compartir nuestra fe, sienten con nosotros el respeto por la dignidad del hombre y buscan el camino de un reencuentro de la gran familia oriental".
El final
Se mantuvo activo hasta sus últimos días, junto a quienes crecieron como cristianos con su magisterio y siguió siendo punto de referencia insoslayable dentro y también fuera de la Iglesia.
Falleció el 26 de mayo de 1999, a los ochenta y nueve años, no solo rodeado del amor de la grey católica, sino también del respeto y admiración de quienes no profesan su fe, inclusive de muchos de aquellos católicos o no que no compartieron o no entendieron siempre su interpretación audaz, pero legítima, de la doctrina social de la Iglesia.
Entonces, hoy recordamos a Monseñor Carlos Parteli. En este tipo de intervenciones siempre me gusta usar este término, recordar, que proviene del latín, que significa volver al corazón. Precisamente, esa es la propuesta de hoy que hacemos en este humilde homenaje: volver al corazón el pensamiento, las propuestas, el compromiso, la vida de Monseñor Carlos Parteli porque sin duda constituye un aporte muy rico para la sociedad toda.
Muchas gracias.
(Aplausos en la Sala y en la barra)

2 comentarios:

+ HAB dijo...

Gracias por publicar el homenaje tan merecido a Mons. Parteli. Desde 1966, lo traté presonalmente. Aunque de pocas palabras, su alegría y esperanza en la evangelización de la Iglesia uruguaya, se sentía. Demos gracias a Dios por el tiempo que lo tuvimos aqui. Ahora con Jacinto Vera seguirán apoyandonos en el deseo de trasmitir la fe con valentía y entusiasmo.
BTL

H nicola dijo...

Gracias por recordarme mis años de juventud en Uruguay
Ahora en Colombia, toca enseñar en qué fuentes bebi en mi juventud