Tener, Hacer, Ser
Queridos jóvenes:En estos días, Uds. están cerrando una etapa de su vida.
Culminan su tiempo de estudio en esta casa.
Algunos de Uds. han recorrido aquí todo su camino educativo, desde la educación inicial. Otros se fueron agregando en primaria y finalmente en secundaria.
Pero, más allá de eso, están terminando juntos y eso los convierte, para nuestro Liceo, en la generación 2014.
Para la totalidad o la mayor parte de Uds. los estudios continuarán en otros ámbitos. Pero lo que vivieron aquí, en esta etapa de su vida, quedará como un sello, una marca que compartirán, como compañeros y como ex alumnos de esta institución.
Los próximos años los harán entrar en un proceso de hacerse plenamente dueños de sus vidas, responsables de su propio sustento y aún capaces de sostener la familia que formen.
En esta tarde yo quisiera dejarles tres preguntas, para que Uds. se las lleven. Tres preguntas, pero también alguna pista para responder, aunque la respuesta definitiva la dará cada uno de Uds. con aquello que vaya eligiendo a lo largo de la vida.
La primera pregunta no es la que me gusta más, pero creo que es bueno hacérsela: ¿Qué quiero tener? Es una pregunta que tiene que ver con las cosas, con el lugar de las cosas en mi vida, con el lugar de las cosas en mi relación con los demás. ¿Han tenido hasta hoy todo lo que han querido tener? Estoy hablando de cosas: ropa, calzado, aparatos… ¿Cómo lo han conseguido? ¿Ha alcanzado con pedirlo y, sin más, recibirlo? ¿Les ha tocado ya saber esperar, saber elegir, saber dar algo a cambio, o incluso han llegado a ganar algo de lo que tienen? Por otro lado, ustedes ya han vivido lo suficiente para saber que muchas cosas que parecían tan lindas, tan interesantes, cuando llegamos a tenerlas no nos dieron lo que parecían prometer. No nos hicieron más felices. La generación de ustedes sabe bien que las pequeñas maravillas tecnológicas muy pronto se hacen obsoletas. Hay tantas cosas que quisiera tener… pero ¿realmente las necesito? Puede que sí, puede que tenga que hacer un esfuerzo para tenerlas. Puede ser también que empiece a descubrir que hay cosas grandes que no se obtienen sin mucho esfuerzo. ¿Cómo voy a llegar a tener un día mi propia casa? Sí, hay que hacerse la pregunta “¿Qué quiero tener?”.
La segunda pregunta tiene, en parte, que ver con la primera. Porque para tener algunas cosas, tengo que hacer algo. La pregunta es, precisamente: ¿Qué quiero hacer? Pero es una pregunta más grande. ¿Qué quiero hacer en la vida? ¿A qué me voy a dedicar? ¿En qué voy a trabajar? ¿Cómo me voy a ganar la vida? Resolver eso es importante. No seré realmente adulto hasta que pueda decir que soy capaz de sustentarme, que no dependo de mi familia, que puedo, incluso, pensar en formar una familia. Pero hay todavía más. Puedo pensar qué hacer para resolver eso, o puedo pensar en hacer algo que valga la pena, que deje una huella en la sociedad. Dejar algo construido, dejar el recuerdo de una manera de trabajar, llegar a un nivel de excelencia en lo que haga. Sentirme realizado a través de lo que hago.
Y esto lleva a la tercera pregunta, que es la más profunda. ¿Qué quiero ser? A veces se confunde lo que quiero ser con lo que quiero hacer, pero no es lo mismo. Lo que soy es lo que le da su valor más alto a mi persona.
Entonces ¿qué quiero ser? Cada ser humano que viene a este mundo está llamado a ser persona. Cada uno de nosotros es alguien único, con talentos, capacidades, posibilidades a desarrollar. Nos vamos haciendo personas en la medida en que vamos abriendo, desenvolviendo todo aquello que traemos en nuestra relación con los demás.
Cada uno de nosotros tiene delante la tentación de encerrarse dentro de sí mismo, de mirar solamente para sí. La tentación de ver a los demás como cosas, que puedo utilizar para lo que me conviene.
Crezco como persona cuando me abro a los demás, cuando descubro el valor que tiene cada uno, cuando voy aprendiendo a expresarme y a darme en la colaboración, la solidaridad, la amistad, el amor. Ser parte viva, activa, de una familia, de una comunidad, de una sociedad.
Crezco como persona cuando en esa relación con los demás me voy descubriendo también a mí mismo. Me voy conociendo. Conozco mis límites y mis posibilidades. Descubro donde estoy realmente, para mirar más lejos, para ir más allá. En la antigüedad los romanos, que construyeron un gran imperio, creían que el mundo terminaba en el lugar que el mar Mediterráneo sale al océano. En ese lugar del mapa, los romanos escribían “non plus ultra”: no más allá. De ahí para adelante ya no se puede ir. Y así fue, hasta que alguien dijo “plus ultra”. Sí, se puede ir más allá. Y por eso América es lo que es hoy. Cada uno tiene que descubrir su “plus ultra”, ese más allá hacia dónde ir, ese horizonte que se pone en la vida para seguir caminando, siempre un poco más cerca, lo alcance del todo o no.
Crezco como persona cuando descubro y me relaciono con el que está más allá de todo: con Dios. Para quienes somos cristianos, hay alguien que nos ha traído cerca a ese Dios que puede parecer tan lejano: Jesucristo, el hijo de Dios. En la Navidad que ya está cerca, celebramos eso: el Dios-con-nosotros. La fe que pudimos tener cuando niños tiene que crecer con nosotros. Tenemos un alma, tenemos una vida espiritual que también tiene que crecer, tiene que ser alimentada.
Queridos jóvenes, no tengan miedo de hacer preguntas, pero, sobre todo, no tengan miedo de hacerse preguntas, de buscar ustedes mismos sus respuestas. Que todo eso los ayude a tomar buenas decisiones para su vida, para que lleguen a ser personas que dejen en esta ciudad, en este país o aún en el mundo, una huella que haga que los recuerden siempre con respeto, admiración y cariño, como personas de las que de verdad se pueda decir que fueron personas de bien.
Muchas gracias.
+ Heriberto, Obispo de Melo
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