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sábado, 1 de junio de 2024

Palabra de Vida: Cultivar la autoridad de la esperanza. (Marcos 11,27-33)

Sábado de la VIII semana del Tiempo durante el año.

1 de junio de 2024. San Justino, mártir.

Texto tomado de Papa Francisco, Audiencia General 20 de septiembre de 2017.

viernes, 31 de mayo de 2024

“El Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas” (Lucas 1,39-56). Visitación de la Virgen María.

Palabra de Vida, 31 de mayo de 2024.

Homilía en el Monasterio de la Visitación,
Progreso, Diócesis de Canelones, Uruguay.

“María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.”

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, aquí, desde este rinconcito de Canelones, en este Monasterio, celebramos la solemnidad de la Visitación de la Santísima Virgen María a su prima Santa Isabel.

Es una fiesta de toda la Iglesia, pero aquí, además de unirnos a todo el Pueblo de Dios que en el mundo celebra este misterio, estamos en la fiesta patronal del monasterio y de la orden de la Visitación.

El evangelio según san Lucas nos presenta el encuentro entre dos madres. Cada una de ellas ha recibido una especial bendición divina.

Isabel, anciana y estéril, por la intervención de Dios, espera un hijo de su esposo Zacarías.

Desde Nazaret de Galilea, un lugar ignoto, de donde se piensa que difícilmente salga algo bueno, viene María, una jovencita que, por obra y gracia del Espíritu Santo, lleva en su seno al Salvador.

¿Qué impulsa a María a dirigirse resueltamente a casa de su prima?

Junto al anuncio de que María iba a ser madre del Hijo de Dios, el ángel Gabriel ha dicho que Isabel se encontraba en su sexto mes de embarazo.

María no duda en acudir a casa de Isabel, que es su pariente y que, seguramente, tendrá una gran necesidad de ayuda en los tres meses que le quedan de espera.

Sin embargo, no son solo los motivos del parentesco y de la caridad los que llevan a María a casa de Isabel y Zacarías.

María llega como misionera, mujer que lleva la presencia de Dios a esa casa. La presencia de Dios, de esa forma nueva: la del Hijo de Dios encarnado, la del Dios-con-nosotros.

Aquí está patente “la alegría del evangelio” de la que suele hablar el Papa Francisco.

El niño que espera Isabel salta de alegría al percibir la presencia del niño que espera María.

El espíritu de María -lo dice ella misma- se estremece de alegría:

“Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador”.

Es la alegría de ver cómo Dios cumple sus promesas, extiende su misericordia de generación en generación y se acuerda siempre de su amor.

El canto de María está llamado a ser el canto de toda la humanidad, en la medida en que llegue a reconocer la acción salvadora de Dios.

Sin esperar que eso sea pronto, ha de ser nuestro canto hoy, nuestra alabanza en el reconocimiento de todas las maravillas que Dios va obrando en nuestra vida, aún en las pequeñas cosas de cada día. Cada uno de nosotros puede y necesita encontrar la manera de decir “Mi alma canta la grandeza del Señor”.

María se hace misionera al compartir el Evangelio, la Buena Noticia que ha recibido.

Para recibir esa noticia, se hizo antes discípula; la primera discípula que se ha dispuesto a recibir la Palabra de Dios en su corazón. No sólo la Palabra, en cuanto comunicación de Dios, sino a Aquel que es la Palabra, el Verbo, que se ha hecho carne en ella.

Discípula y misionera, María recibe y entrega la Palabra de Dios convertida en su propia palabra, porque el Verbo se hace hijo de María.

Santa Teresa de Calcuta, meditando sobre la visitación, veía su aplicación en la vida de las Misioneras de la Caridad: 

“María, por el misterio de la anunciación y de la visitación, representa la vida que nosotras debemos llevar: en primer lugar, ella ha recibido a Jesús en su existencia; a continuación, ella comparte lo que ha recibido”.

Compartir la buena noticia es el mandato que sigue san Pablo: 

“Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1 Corintios 9,16)

Anunciar el Evangelio no es una tarea reservada a los misioneros: es la misión de cada bautizado. Cada uno lo hará según su carisma y su propia capacidad de anunciar a Cristo en su vida diaria: en el medio en el que vive, a través de su vida familiar, laboral o social, en su vocación laical, religiosa o sacerdotal.

Que el Señor nos sostenga en el empeño de seguir el ejemplo de la Virgen María: estar disponibles para recibir la Palabra de Dios y llevarla con alegría y entusiasmo a quienes la necesitan. Así sea. 

+ Heriberto, Obispo de Canelones

jueves, 30 de mayo de 2024

Palabra de Vida: “¡Ánimo, levántate! Él te llama” (Marcos 10,46-52)

Jueves de la VIII semana del Tiempo durante el año.

30 de mayo de 2024

“Bartimeo, un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino”. Estar ciego, en el lenguaje bíblico, no es solo una condición física, sino, sobre todo, una condición espiritual. La escritura abunda en ejemplos de ceguera espiritual, muchas veces unida a la sordera, también espiritual, como leemos en Isaías:

“¡Oigan, ustedes, los sordos; ustedes, los ciegos, miren y vean! ¿Quién es ciego, sino mi servidor y sordo como el mensajero que yo envío? … Tú has visto muchas cosas, pero sin prestar atención…” (Isaías 42,18-20)

Y dice Jesús de los fariseos:

“son ciegos que guían a otros ciegos. Pero si un ciego guía a otro, los dos caerán en un pozo” (Mateo 15,14).

Pero los mismos discípulos tenían a menudo dificultad para creer en las palabras de Jesús, porque su espíritu estaba oscurecido y se dejaban llevar por los pensamientos de los hombres. 

Ciegos estaban los ojos de los discípulos de Emaús, que no pudieron reconocer a Jesús resucitado caminando con ellos. Mientras escuchaban su palabra, sentían arder sus corazones, pero todavía no podían verlo plenamente. Lo reconocieron cuando partió el pan. Curiosamente, a partir de allí dejaron de ver físicamente su presencia, pero su corazón quedó iluminado.

Jesús se presenta como luz del mundo (Juan 8,12) y advierte a sus discípulos: 

«La luz está todavía entre ustedes, pero por poco tiempo. Caminen mientras tengan la luz, no sea que las tinieblas los sorprendan: porque el que camina en tinieblas no sabe a dónde va. Mientras tengan luz, crean en la luz y serán hijos de la luz». (Juan 12,35-36).

La luz de Cristo se nos infunde mediante la fe. Esta es la virtud fundamental que abre los ojos del alma para recibir a Cristo, para recibir su persona y su verdad, la verdad que él nos ha revelado.

En los evangelios, Jesús devuelve la vista a varios ciegos. Muchos de ellos solo pedían la curación de su ceguera física. 

Esto me hace pensar en esos adultos que nos piden hoy el bautismo porque sienten que les falta, que deberían recibirlo, pero que no han encontrado todavía a Jesús. Hay una fe incipiente, una creencia en Dios, un Dios vislumbrado pero no conocido.

En Bartimeo, el ciego de nuestro evangelio de hoy, hay una percepción que le permite enterarse de que es Jesús quién está pasando. Su grito tiene ya una expresión de fe: “Hijo de David, ten piedad de mí”, un reconocimiento del Mesías esperado por Israel.

Nosotros, que vemos físicamente, aunque cerremos los ojos, a plena luz del día percibimos, a través de nuestros párpados, que estamos en la luz y no en la oscuridad. De la misma manera Bartimeo siente algo, una especie de resplandor, al paso de Jesús; siente la confianza de que él puede cambiar su condición.

A la pregunta de Jesús “¿Qué quieres que haga por ti?”, Bartimeo responde «Maestro, que yo pueda ver.»

La respuesta suena para nosotros básica y simple. Bartimeo, sufriendo su ceguera física, quiere salir de ella. 

Pero Jesús ve más allá. La confianza de Bartimeo es el comienzo de la fe.

Tal vez Bartimeo no lo sabe o no lo percibe totalmente, pero el resplandor que ha llegado a su corazón es el llamado de Dios “a pasar de las tinieblas a su luz admirable”, como dice la carta de Pedro.

Jesús sí lo sabe; reconoce la fe de Bartimeo y le da mucho más de lo que él ha pedido. «Vete, tu fe te ha salvado.» 

Bartimeo ha pasado, de ser un mendigo ciego, a ser un hombre iluminado en cuerpo y alma, que pasa a seguir a Jesús.

Desde esta perspectiva podemos releer las palabras iniciales de la primera lectura, que parecen dirigidas especialmente a los neófitos: “Como niños recién nacidos, deseen la leche pura de la Palabra, que los hará crecer para la salvación”.

Especialmente dirigidas para quienes comienzan a caminar en la fe, como Bartimeo, pero no exclusivamente. Valen también para quienes hace mucho tiempo comenzamos este camino, porque seguimos necesitando “crecer para la salvación”. Y aunque podamos gustar de alimento sólido -recordemos las expresiones de san Pablo, “Los alimenté con leche y no con alimento sólido, porque aún no podían tolerarlo” (1 Corintios 3,2), siempre es bueno volver a gustar la frescura de “la leche pura de la Palabra”, que nos recuerda el comienzo, el llamado primero, la voz que vuelve a decirnos: “ánimo, levántate, él te llama”, para que dejemos cualquier clase de penumbras que en el momento puedan envolvernos y volvamos siempre, de nuevo, a la luz del resucitado. Así sea.

sábado, 25 de mayo de 2024

Palabra de Vida: Ver en los niños signos de esperanza (Marcos 10,13-16)

Sábado de la VII semana durante el año.

25 de mayo de 2024.

(S. Juan Pablo II, Carta a los Niños en el Año de la Familia, 1994)

 

sábado, 18 de mayo de 2024

viernes, 3 de mayo de 2024

3 de mayo - Santiago y San Felipe, apóstoles. Copatronos del Uruguay.

Palabra de Vida: “Yo haré todo lo que pidan en mi Nombre” (Juan 14,6-14)

Felipe, que, al igual que Pedro y Andrés, había nacido en Betsaida y era discípulo de Juan Bautista, fue llamado por el Señor para que lo siguiera. 

Santiago, por su parte, era hijo de Alfeo, de sobrenombre “Justo”, considerado en Occidente como el pariente del Señor, fue el primero que rigió la Iglesia de Jerusalén, y cuando se suscitó la controversia sobre la circuncisión, se adhirió al parecer de Pedro, para que no fuera impuesto a los discípulos venidos de la gentilidad aquel antiguo yugo. Muy pronto coronó su apostolado con el martirio (s. I).

Son copatronos del Uruguay, junto a la Virgen de los Treinta y Tres.

miércoles, 1 de mayo de 2024

San José Obrero: Promover la vida, don de Dios (Génesis 1,26 - 2,3)

1 de mayo de 2024. Palabra de Vida.

San José Obrero, el carpintero de Nazaret, que con su trabajo remedió las necesidades de María y de Jesús e inició al Hijo de Dios en los trabajos de los hombres. Por esta razón, en este día, en el que se celebra la fiesta del trabajo en muchas partes del mundo, los obreros cristianos honran a san José como modelo y patrono suyo.