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lunes, 12 de agosto de 2024

DESTINO MISIONERO: Hna. Cecilia Gayo, Hija de María Auxiliadora.

El sábado 3 de agosto de 2024, la Hna. Cecilia Gayo, HMA, hizo su profesión perpetua en la parroquia San Isidro de Las Piedras.

Aquí, con sencillez, nos cuenta de su vocación religiosa y misionera, que comenzó a sentir ya desde niña, de una forma bastante curiosa.

En este Año Vocacional, agradecemos el testimonio de esta joven mujer que da su sí definitivo a Jesús y se prepara para salir en misión allí donde sea enviada. 

sábado, 2 de marzo de 2024

3 de marzo de 1879. Hace 145 años, el beato Jacinto Vera confió la parroquia de San Isidro de Las Piedras a los Padres Salesianos.

Invitación a Misa
 
Decreto del beato Jacinto Vera

Del Piamonte a "América"

¿Por dónde empezar a contar esta historia? Me gustaría empezar por la historia de un joven salesiano, en el norte de Italia, allá por el año 1876. Este padrecito tenía 26 años y había sido ordenado sacerdote tres años antes. 
Una tarde de septiembre de ese año, un sacerdote mayor lo encontró desconsolado, llorando, en el patio.
Al preguntarle que le pasaba, el joven respondió:
- Acabo de salir de la oficina de Don Bosco. Me propone marcharme a América, como director del nuevo colegio de Villa Colón. Le expresé mis dificultades y me dijo que a la fuerza nunca me mandaría; pero me dio un plazo de veinticuatro horas para reflexionar.
Ante su amigo mayor, el joven compartió sus sentimientos. La ilusión que le daba la obra en la que estaba trabajando, los hermanos mayores de los que estaba aprendiendo tanto, su temor de irse tan lejos de don Bosco, del santuario de María Auxiliadora y de su patria…
El sacerdote mayor, después de escucharlo, le aconsejó:
- Vuelve a hablar con Don Bosco, plantéale tus dificultades, tus sentimientos y luego déjalo a él disponer lo que crea más conveniente para la gloria de Dios y el bien de tu alma.
Al otro día, volvieron a encontrarse. El joven parecía más tranquilo y resignado.
- ¿Qué pasó? 
- Hice lo que Ud. me aconsejó. Después de escucharme, Don Bosco me dijo: muy bien. Entonces, prepárate para partir. Y yo -concluyó el joven sacerdote- partiré.
Así fue como el P. Luis Lasagna, que era aquel joven sacerdote, llegó a "América", es decir, al Uruguay, para dirigir el colegio de Villa Colón.
Y ahí tenemos a dos de los personajes de esta historia: Don Bosco que lo envió y Luis Lasagna que obedeció y vino. Y pronto fue posible ver que Don Bosco sabía muy bien a quién había enviado y que no se había equivocado para nada.

Una capilla de la parroquia de Las Piedras

Quienquiera que haya leído un poco sobre nuestro beato Jacinto Vera sabrá que fue párroco durante muchos años de Villa Guadalupe, es decir, de la hoy ciudad de Canelones y que, siendo niño ya estuvo vinculado a nuestro departamento, porque sus padres, que vivieron al principio en Maldonado, compraron un campo en la zona de Toledo.
En Toledo los Vera frecuentaban la capilla de Nuestra Señora del Carmen, más conocida como “la capilla de Doña Ana”. Allí Jacinto hizo su primera comunión.
Esa capilla estaba en el territorio de la parroquia de San Isidro y ahí tenemos un primer vínculo de Jacinto con Las Piedras.
Cuando Jacinto se estaba preparando para entrar al seminario, fue fundamental la ayuda del P. Lázaro Gadea, que le dio clases de latín y de otras materias necesarias para los estudios que iba a emprender. El P. Gadea era párroco de Peñarol y hasta allí iba Jacinto desde Toledo, a caballo, dos leguas de ida y dos leguas de vuelta.
Cuando se pidieron informes sobre Jacinto con miras a su posible ordenación sacerdotal, uno de esos informes, muy positivo, lo presenta el párroco de Las Piedras, que era, en ese momento, el P. Lázaro Gadea.
Ya como vicario apostólico, Jacinto fue muchas veces a Las Piedras, sobre todo en mayo, para la fiesta patronal del 15, pero, significativamente, celebró confirmaciones el 18 de mayo, en dos años distintos. 
(El 18 de mayo se celebra en Las Piedras el aniversario de una batalla librada en sus cercanías en el año 1811, en el proceso de independencia del Río de la Plata).
Estuvo también en misión, como lo hizo por tantos lugares del país.

Un obispo urgido por la falta de clero

En un momento dado, la parroquia de San Isidro quedó vacante. El obispo no tenía sacerdotes para enviar a Las Piedras y pidió ayuda a los salesianos. Le escribió a Don Bosco, con quien tuvo una amistosa correspondencia, que muestra el mutuo afecto con que se trataban.

Puede verse allí la falta de sacerdotes de Jacinto y la falta de sacerdotes de Don Bosco, por razones muy distintas: el primero, en tiempos en que la Iglesia en Uruguay se estaba reorganizando; el segundo, en el momento en que la congregación salesiana estaba afianzándose y recibía llamados de todas partes.

Sin recibir respuestas positivas ni encontrar solución en ninguna parte, Monseñor Jacinto tomó una decisión. Por medio de una carta comunicó al Padre Lasagna que lo nombraba administrador parroquial de San Isidro, dejando abierta la posibilidad de que él delegara a los sacerdotes que pudieran atenderla. Y terminaba diciendo: “En la confianza de que no se negará a prestar este servicio a la Iglesia de este país, le ruego pase, el día que pueda, a esa Iglesia parroquial y tome posesión de cuanto pertenece al cargo de Cura.”

Y así empezó esta historia de 145 años de presencia salesiana.

La carta de Mons. Vera al P. Lasagna

Montevideo 3 de marzo de 1879.

Hallándose vacante la parroquia de San Isidro de Las Piedras he resuelto encargar a V. R. la administración de aquella parroquia para que por sí, o por los Padres que designe, se sirva desempeñar ese puesto Ecco. y para el efecto se le conceden todas las facultades y prerrogativas de que por derecho gozan los Curas Párrocos.

En la confianza de que no se negará a prestar este servicio a la Iglesia de este país, le ruego pase, el día que pueda, a esta Iglesia parroquial y tome posesión de cuanto pertenece al cargo de Cura.

Quiera V. R. aceptar las seguridades de mi respeto y consideración.

(firmado) Jacinto Obispo

(sello: Hyacinthus Vera Episcopus Montisvidei)

[Dirigido a] 

Pbro. Dr. D. Luis Lasagna Director del Colegio Pío de Villa Colón.



jueves, 22 de febrero de 2024

Misión "San Francisco Javier", Diócesis de Canelones 2024-2026






Desde hace muchos años, la Compañía de Jesús convoca a jóvenes, alumnos y exalumnos de colegios, universitarios de Argentina y Uruguay, para llevar adelante en una diócesis un proyecto misionero de tres años, que lleva el nombre de "San Francisco Javier", el gran misionero jesuita.

Después de haber recorrido las demás diócesis de Uruguay, el año pasado se ofreció este servicio a la Diócesis de Canelones.

La propuesta fue recibida con entusiasmo por el Decanato Piedras (La Paz, Las Piedras, 18 de Mayo, Progreso) y la parroquia de Sauce.

Es así que el sábado 17 de febrero, ciento cinco jóvenes uruguayos y argentinos, junto a un grupo de sacerdotes jesuitas llegaron a Las Piedras, desde donde se distribuyeron en grupos de quince a los siete lugares de misión.

El lanzamiento de la Misión se dio con la Misa presidida por Mons. Heriberto en la parroquia de San Isidro, el sábado 17.

Los jesuitas que acompañan a los jóvenes misioneros en los diferentes sitios son el Padre provincial, Rafael Velasco (La Paz), el P. Guillermo Blasón en la capilla de Cuchilla de Rocha (parroquia de Sauce), el P. Germán Guidi (El Dorado, donde hay dos grupos: uno en la parroquia San Adolfo y otro en diferente lugar), el P. Oscar Freites (Progreso), el P. Beto Michelena (Rincón del Colorado, capilla de la Parroquia San Antonio de Las Piedras) y el P. Álvaro Pacheco (Parroquia San Antonio).

El cierre de la Misión será con la celebración de la Eucaristía el sábado 24 (en principio, a las 19 horas, en la parroquia San Isidro).

lunes, 31 de enero de 2022

Misa en la Capilla San Juan Bosco, Canelón Chico. Homilía.

En cuanto empezamos a leer algo sobre la vida de Don Bosco, nos encontramos con el sueño que tuvo a los nueve años. Un sueño que marcó profundamente su vida y que lo llevó a poner su camino bajo la guía de Jesús y de su Madre. (1)

Pensando en ese sueño tan especialmente inspirador, recordaba algunas canciones muy conocidas que también hablan de sueños… curiosamente, me encontré que más bien hablan de sueños, ilusiones, esperanzas que pueden quedar frustrados… La “Zamba de mi esperanza” habla del “sueño, sueño del alma / que a veces muere sin florecer…”. En “Río de los pájaros”, muy poéticamente se habla de “camalotes de esperanza / que se va llevando el río”.

Por eso, muchas veces no queremos hacernos ilusiones; borramos nuestros sueños y bajamos nuestras expectativas y esperanzas. A eso le llamamos realismo.

Sin embargo, es muy difícil vivir sin sueños y esperanzas. Sin ellos, la vida queda metida dentro de un pozo, en la penumbra o en la oscuridad… y cuando en esa situación no se ve una salida, entramos en la depresión.


Necesitamos los sueños que empiezan a darle forma a la esperanza. Don Bosco vio realizado su sueño y eso nos anima a soñar también nosotros.

Pero ¿cómo fue posible que ese sueño se realizara?
Leyendo los primeros pasos del joven Juan vemos que la vida no fue fácil para él. El Martirologio Romano, que resume en forma muy breve la vida de los santos, no deja de mencionar que tuvo “una niñez áspera”. Perdió muy temprano a su padre. En su mundo no se valoraba la lectura y el estudio a los que él se sentía llamado. Se le hizo necesario buscar los medios para realizar lo que había soñado e hizo para ello muchos sacrificios. Trabajó desde temprana edad en los establos de la familia Moglia, a 8 km de su pueblo. Más tarde, estuvo pidiendo limosna para poder pagar sus estudios en el seminario de Chieri, donde empezó la educación secundaria.

Entonces, una primera respuesta que podríamos dar a esa pregunta, cómo fue posible que el sueño de Don Bosco se realizara, la encontraríamos en su personalidad, su fuerza de voluntad, su espíritu de sacrificio, unido al apoyo de su madre y después de sacerdotes como san José Cafasso, que lo guiaron y aconsejaron.

Si bien esto es cierto, estaríamos leyendo la vida de san Juan Bosco de una forma recortada, sin tener en cuenta una dimensión mucho más profunda. No se trata de un sueño de realización personal, de un proyecto individual. Tampoco se trata de algo que pertenezca únicamente a esta vida y a este mundo. Se trata de un sueño que lo llama a poner su vida en manos de Dios. No es el sueño de un niño para su propia vida, sino el sueño de Dios para la vida de ese niño, que se hará hombre y llegará a ser el santo cuya vida hoy recordamos y celebramos con el corazón agradecido.

Es viéndolo desde esa perspectiva como podemos entender mejor porqué se realizó y se sigue realizando, el sueño de Don Bosco. Aquel sueño de niño, que él comprendió a su tiempo, encaminó su vida al servicio del proyecto de Dios, ubicó su vida en relación con el Plan de Salvación de Dios. De una manera especial, Dios le confió los jóvenes y, entre ellos, los jóvenes pobres, para que, por medio de la educación ofrecida, siempre con amor y suavidad, ellos pudieran desarrollar sus capacidades, vivir y trabajar dignamente y poner sus propias vidas en manos de Jesús y de María.

San Juan Bosco supo dar su “sí” al proyecto de Dios. Y ese “sí”, en el que, sin quitarle libertad, ya estaba presente la Gracia de Dios, abrió el camino para que el Espíritu Santo trabajara y moldeara su corazón de “Padre y maestro de la Juventud”. Ese corazón del que sale este consejo, que él escribió para sus hermanos salesianos, pero que todos podemos recoger y asumir cuando debemos actuar como educadores:

Decía Don Bosco en una de sus cartas:

“Mantengamos sereno nuestro espíritu, evitemos el desprecio en la mirada, las palabras hirientes; tengamos comprensión en el presente y esperanza en el futuro, como nos conviene a unos padres de verdad, que se preocupan sinceramente de la corrección y enmienda de sus hijos.”  (2)
En resumen: soñar, actuar; ¡siempre amar!… y confiar en Jesús y María.

Damos gracias por la presencia, el testimonio y el servicio de la Familia Salesiana en nuestra diócesis. Confiamos a la intercesión de su fundador a todos sus miembros y pedimos al Señor que envíe a los Salesianos de Don Bosco y a las Hijas de María Auxiliadora, así como a los numerosos laicos y laicas que participan con distintos grados de compromiso, firmes y santas vocaciones que continúen haciendo realidad en el mundo de hoy el sueño que Dios tuvo para Don Bosco, sus hijos e hijas. Así sea.

(1) Fue el primero de 159 sueños que se conocen.

(2) De las cartas de San Juan Bosco, presbítero, (Epistolario, Turín 1959, 4, 201-203). Oficio de Lecturas del 31 de enero.