Domingo XVII durante el año, ciclo A.
Capilla Nuestra Señora de Guadalupe, barrio El Trampolín, ciudad de Melo.
soy apenas un muchacho y no sé valerme por mí mismo.Ayuda más que necesaria, porque debe reinar sobre
un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular.¿Qué pide, entonces, Salomón?
un corazón comprensivo, para juzgar a tu pueblo,Dios responde a la oración de Salomón concediéndole lo que pide:
para discernir entre el bien y el mal.
Te doy un corazón sabio y prudente, de manera que no ha habido nadie como tú antes de ti, ni habrá nadie como tú después de ti.En el lenguaje de la Biblia, el corazón, más que el lugar de los sentimientos, es el centro de la persona. Es donde se forman sus intenciones, los juicios y las decisiones. El corazón es el lugar de la conciencia.
Se sentó Moisés para juzgar al pueblo; y el pueblo estuvo ante Moisés desde la mañana hasta la noche. (Éxodo 18,13).Desbordado por esa tarea, siguiendo el consejo de su suegro, Moisés delegó esa función en varios
“hombres temerosos de Dios, fieles e incorruptibles” (Éxodo 18,21)Josué, sucesor de Moisés, también ejerció la función de juez y quienes lo sucedieron tuvieron como título, precisamente, el de Jueces. Estos Jueces estaban a disposición del pueblo para resolver sus conflictos, como se cuenta de la jueza Débora:
Se sentaba bajo la palmera (…) y los israelitas subían donde ella en busca de justicia. (Jueces 4,5)Cuando el pueblo, por su desobediencia a Dios, se ponía en situaciones de peligro, los jueces conducían al pueblo para su salvación, como hizo la misma Débora.
“… ¿A quién le he quitado un buey? ¿A quién le he quitado un asno? ¿A quién he oprimido o perjudicado? ¿Por quién me he dejado sobornar para cerrar los ojos? Díganlo, y yo les restituiré".
Ellos respondieron: "Nunca nos has oprimido ni perjudicado, ni has aceptado nada de nadie".
(1 Samuel 12,3-4)
ellos no siguieron su camino: fueron atraídos por el lucro, aceptaron regalos y torcieron el derecho. (1 Samuel 8,3)La mala fama de sus hijos, ya antes de ser jueces, fue lo que llevó a los israelitas a pedirle a Samuel:
En la ancianidad de Salomón sus mujeres inclinaron su corazón tras otros dioses, y su corazón no fue por entero de Yahveh su Dios, como el corazón de David su padre. (1 Reyes 11,4)
"Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo?Al explicar la parábola, Jesús manifiesta quién ha sembrado la maleza en medio del trigo:
¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?"
Él les respondió: "Esto lo ha hecho algún enemigo".
El enemigo que la siembra es el demonio.
Él fue un homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando dice la mentira, dice de su propia naturaleza, porque es mentiroso y el padre de la mentira. (Juan 8,44)
“Muchos que terminaron siendo trigo fueron primero cizaña” (2)dice San Agustín , que habla desde su propia experiencia:
“yo me avergonzaba entre mis compañeros por ser menos desvergonzado que ellos cuando los oía jactarse de sus malas acciones y llenarse de arrogancia cuanto más indecentes eran.
Les satisfacía hacer esas maldades, no solo por el gusto de la acción, sino, sobre todo, por la popularidad que ganaban entre sus compinches. (…)
Yo mismo, para evitar que me humillaran, me iba enviciando progresivamente (…) y hasta inventaba cosas que no había hecho para no parecer más despreciable, por el hecho de ser más inocente” (3)
"¿Quieres que vayamos a arrancarla?"Allí nuestro buen Agustín hubiera marchado al horno. Y no digamos nosotros… Pero la respuesta del dueño fue otra.
"No, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero"Dios sabe esperar. Comentando este texto, dice el Papa Francisco:
“Dios mira el «campo» de la vida de cada persona con paciencia y misericordia: ve mucho mejor que nosotros la suciedad y el mal, pero ve también los brotes de bien y espera con confianza que maduren. (…) La actitud del propietario es la actitud de la esperanza fundada en la certeza de que el mal no tiene ni la primera ni la última palabra. Y es gracias a esta paciente esperanza de Dios que la cizaña misma, es decir el corazón malo con muchos pecados, al final puede llegar a ser buen trigo.” (4)Más aún, Dios conoce nuestra fragilidad, nuestra inclinación al mal. Por eso san Pablo nos dice, en la segunda lectura:
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como conviene (…) el Espíritu intercede por nosotros.Con esa ayuda podemos llegar a experimentar que el “sí” al amor, a la verdad, al bien… en definitiva a Dios, fuente de todo bien, me construye como persona y me va ayudando a superar el “no” que podría haber llegado a destruirme.
«No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el juicio con que juzguen serán juzgados, y con la medida con que midan se les medirá» (Mateo 7,1-2)Amigas y amigos: Dios no desprecia el esfuerzo humano. Al contrario, nos anima cada día a trabajar por la paz entre los pueblos, por la justicia y el desarrollo integral del ser humano, que incluye la relación con su Creador. No nos dejemos enredar en la cizaña. Abramos el corazón a la buena semilla, para ser trigo de Dios, que Él recogerá en su granero.
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El Padre Roberto Cáceres celebrando la Eucaristía en su parroquia "la Cruz de Carrasco" (c. 1950) |
«El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!»No es difícil darse cuenta de que el sembrador es el mismo Jesús. Sólo llama la atención la generosidad con la que distribuye esa semilla, sin mirar si cae o no en la tierra buena; pero no en vano Jesús es el Hijo del “Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mateo 5,45). La semilla es ofrecida a todos, pródigamente.
“Cuando alguien oye la Palabra del Reino…”No dice “Palabra de Dios”, sino “Palabra del Reino”.
«Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino. (…)Comprender, en el sentido que le da Jesús, es mucho más que entender el significado de las palabras. La siembra va al corazón, es decir, a lo más profundo de la persona, allí donde se toman las decisiones que cambian la vida. Comprender, entonces, es abrazar la Palabra del Reino, hacerla propia, tomarla como norma de conducta; en definitiva, es abrazar y seguir al mismo Jesús, “que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Benedicto XVI, Deus caritas est, 217). ¿Cómo voy comprendiendo el mensaje de Jesús?
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Éste produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno».
Así habla el Señor:Ese es el texto que cita el evangelista Mateo al narrar la entrada de Jesús en Jerusalén que recordamos cada Domingo de Ramos. Dice Mateo:
¡Alégrate mucho, hija de Sión!
¡Grita de júbilo, hija de Jerusalén!
Mira que tu Rey viene hacia ti;
él es justo y victorioso,
es humilde y está montado sobre un asno,
sobre la cría de un asna. (Zacarías 9,9-10)
Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asno, sobre la cría de un animal de carga. (Mateo 21,4-5)¿Qué recoge Mateo de la profecía de Zacarías que él ve cumplida en Jesús?
como una gallina reúne a sus pollitos bajo las alas (Mateo 23,37)El texto de Zacarías nos prepara para escuchar el Evangelio en el que Jesús se define como…
paciente y humilde de corazón.Pero Jesús dice mucho más. Vayamos de a poco.
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.Jesús reconoce como obra de Dios haber revelado “estas cosas” a los pequeños.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.El Hijo ha recibido TODO del Padre: tiene la misma sabiduría y el mismo poder que el Padre, porque es también Dios, aunque Dios esté escondido bajo la humanidad de Jesús.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré.El rey ha venido, pero invita a ir hacia Él. Como manso y humilde que es, no impone su presencia.
Carguen sobre ustedes mi yugo.Parece extraño que, después de prometer alivio, la segunda invitación sea a cargarnos con algo.
Atan cargas tan pesadas que es imposible soportarlas, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo (Mateo 23,4).No se trata de lo esencial, como los diez mandamientos, sino de innumerables reglas relacionadas con la pureza y el descanso del sábado.
“esta gente, que no conoce la ley, está maldita” (Juan 7,49)La Ley surgida en la alianza de Dios con su pueblo, ley de amor y de libertad, se había convertido en herramienta de dominio y opresión.
“Ayúdense mutuamente a llevar sus cargas, y así cumplirán la Ley de Cristo” (Gálatas 6,2)dice san Pablo. Jesús concluye su enseñanza: