jueves, 9 de julio de 2020

"Cuando alguien oye la Palabra del Reino…" (Mateo 13,1-23). Domingo XV durante el año.






Recuerdo la primera vez que abrí una Biblia. Yo era todavía un niño. Volvía del cine, donde había visto “Los diez mandamientos”. Empecé a contarle a mi madre la película y ella me dijo: eso está en la Biblia. Me mostró la que teníamos en casa y me puse a leer el libro del Éxodo, en el cual se basó la película.

Aunque era la primera vez que abría una Biblia, no era mi primer contacto con la Palabra de Dios: la escuchaba en Misa todos los domingos y también en la catequesis. Muchas Biblias pasaron por mis manos en distintos momentos y tengo todavía la mayor parte de ellas, con muchos de sus versículos subrayados; a veces, estudiando el texto; otras, para señalar algo que me había llegado especialmente.

Todo esto viene a propósito del evangelio de este domingo, que es nada menos que la parábola del sembrador:

«El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!»
No es difícil darse cuenta de que el sembrador es el mismo Jesús. Sólo llama la atención la generosidad con la que distribuye esa semilla, sin mirar si cae o no en la tierra buena; pero no en vano Jesús es el Hijo del “Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mateo 5,45). La semilla es ofrecida a todos, pródigamente.

¿De qué semilla se trata? Si Jesús es el sembrador, la semilla es… la Palabra de Dios. Pero cuando Jesús comienza a explicar la parábola se expresa de esta manera:
“Cuando alguien oye la Palabra del Reino…”
No dice “Palabra de Dios”, sino “Palabra del Reino”.

El Reino de Dios es el mensaje central de Jesús. No es solo un discurso. Es una realidad que Él trae con su presencia y con sus obras.
En los próximos domingos vamos a escuchar varias parábolas que comienzan diciendo “El Reino de los Cielos se parece a…”

En su evangelio, Mateo utiliza la expresión “Reino de los Cielos”: es solo una forma delicada de nombrar a Dios, sin pronunciar su nombre. Lucas dice directamente “Reino de Dios”. No se trata de un lugar, de un territorio, sino de la acción de reinar: el reinado de Dios, que aparece allí donde se hace su voluntad, “así en la tierra como en el cielo”.

Las bienaventuranzas, que encontramos en el capítulo 5 de san Mateo, son como la ley fundamental del Reino de Dios. Ellas conforman el programa de vida de Jesús y de quien quiera seguirlo. En ellas tenemos el corazón de lo que es “la semilla del Reino”.

Prestemos ahora atención al verbo que más se repite en la explicación de Jesús. Aparece cuatro veces.
  • el que recibió la semilla al borde del camino    
  • el que la recibe en terreno pedregoso
  • el que recibe la semilla entre espinas    
  • el que la recibe en tierra fértil
Eso es lo que importa: ¿cómo he recibido el mensaje de Jesús?

Unido a “recibir” está “comprender”. Aparece al principio y al final de la explicación, para marcar la diferencia entre quien no comprende y quien, sí, comprende la palabra.
«Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino. (…)
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Éste produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno».
Comprender, en el sentido que le da Jesús, es mucho más que entender el significado de las palabras. La siembra va al corazón, es decir, a lo más profundo de la persona, allí donde se toman las decisiones que cambian la vida. Comprender, entonces, es abrazar la Palabra del Reino, hacerla propia, tomarla como norma de conducta; en definitiva, es abrazar y seguir al mismo Jesús, “que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Benedicto XVI, Deus caritas est, 217). ¿Cómo voy comprendiendo el mensaje de Jesús?

Al borde del camino

En el caso de quien recibe la Palabra al borde del camino, Jesús hace una referencia al Maligno, que “arrebata lo que había sido sembrado” en el corazón del hombre que no comprende. El Maligno es el tentador que intentó apartar a Jesús del camino del Padre y sigue actuando contra el reinado de Dios, buscando apartarnos de Jesús.

En terreno pedregoso

La alegría del evangelio, de la que nos ha hablado el papa Francisco, no es una alegría superficial. Es la alegría de quien ha encontrado al Resucitado pasando a través de la propia cruz. Quien recibe la Palabra como terreno pedregoso solo conoce un entusiasmo pasajero, que no resiste “una tribulación o una persecución”. Es como el hombre que edificó su casa sobre arena (7,26-27).

Entre espinas

Desde la primera bienaventuranza “felices los que tienen espíritu de pobres” (5,3) Jesús llama a sus discípulos a no andar constantemente preocupados por la comida y el vestido sino a buscar primero el Reino de Dios y su justicia, confiándose a la Providencia de Dios (6,25-34). “Las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas” ahogan la Palabra.

Los cuatro terrenos no son diferentes clases de personas: son actitudes por las que puede pasar la misma persona en distintos momentos de su vida.

En tierra buena

Quien ha comprendido produce frutos. Los frutos no son solamente una acción que en sí es buena, como darle comida al que tiene hambre… es, también, y no es nada menor, el darla con misericordia, con amor, que a veces se expresará simplemente en la sonrisa… o en la mirada, cuando llevamos un tapabocas.

Si en nuestra vida hemos meditado la Palabra de Dios, habremos experimentado que hay pasajes que marcan nuestro caminar y que, cuando los volvemos a leer, continúan diciéndonos algo nuevo, aunque los conozcamos bien. Siempre podemos comprender un poco más, es decir, vivir más profundamente la Palabra y producir más frutos.

Ahora les invito a hacerse esta pregunta: ¿cuál es la palabra de Dios que me ha llegado más, esa palabra que realmente ha tocado mi vida, que hizo que algo cambiara dentro de mí, que me hizo producir frutos? A lo mejor es un versículo que está subrayado en mi Biblia, o que he copiado en un papel para tenerlo a mano, o que he anotado en un diario íntimo… pero, sobre todo, que lo llevo como tatuado en el corazón.

Si tienen ganas de compartirlo y contar brevemente qué significó en su vida… háganmelo llegar, ya sea en forma escrita o grabando un breve mensaje. Me gustaría poner en común toda esa riqueza de fe y de vida.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Espero sus mensajes. Que el Señor los bendiga; cuídense mucho y hasta la próxima semana, si Dios quiere.

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