jueves, 2 de julio de 2020

Un rey manso y humilde (Zacarías 9,9-10 - Mateo 11,25-30). Domingo XIV durante el año.







Entre los muchos monumentos que hay en Montevideo, se encuentran al menos dieciséis estatuas ecuestres, es decir, que representan hombres a caballo. (*)
Allí están nuestros héroes nacionales, comenzando por Artigas, y latinoamericanos como San Martín y Bolívar.
Hay también dos condottieri, mercenarios italianos del siglo XV, el Gattamelata y el Colleoni y hasta una escena donde hombres y equinos se mezclan en el combate: “El entrevero”.
El caballo ha sido compañero del hombre en la paz, en el trabajo, pero también, y mucho, en la guerra. En la antigüedad, los reyes y los generales victoriosos celebraban sus triunfos desfilando en un carro de guerra tirado por caballos.

Este domingo, el profeta Zacarías nos cuenta de un rey que entra a la ciudad montado, pero no en un caballo:
Así habla el Señor:
¡Alégrate mucho, hija de Sión!
¡Grita de júbilo, hija de Jerusalén!
Mira que tu Rey viene hacia ti;
él es justo y victorioso,
es humilde y está montado sobre un asno,
sobre la cría de un asna. (Zacarías 9,9-10)
Ese es el texto que cita el evangelista Mateo al narrar la entrada de Jesús en Jerusalén que recordamos cada Domingo de Ramos. Dice Mateo:
Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asno, sobre la cría de un animal de carga. (Mateo 21,4-5)
¿Qué recoge Mateo de la profecía de Zacarías que él ve cumplida en Jesús?
-    Tu rey VIENE hacia ti
-    HUMILDE
-    Montado sobre un ASNO
El rey viene hacia ti: visita a su pueblo, se acerca a los suyos.
No suele ser fácil entrar en la presencia de un rey. En cambio, Jesús es el rey que se acerca. Su cabalgadura marca esa cercanía: no es el caballo, donde el guerrero mira desde arriba, sino el burrito de un rey que ofrece la paz de Dios a Jerusalén y a sus habitantes, del que viene a reunirlos…
como una gallina reúne a sus pollitos bajo las alas (Mateo 23,37)
El texto de Zacarías nos prepara para escuchar el Evangelio en el que Jesús se define como…
paciente y humilde de corazón.
Pero Jesús dice mucho más. Vayamos de a poco.

Jesús comienza con una oración al Padre. Nuestra oración más frecuente es la de petición ¿no es verdad? También sabemos dar gracias cuando vemos nuestra oración escuchada y hay momentos en que sentimos la necesidad de pedir perdón.
Pero esta oración de Jesús es una oración de alabanza: un reconocimiento de la obra de Dios.
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Jesús reconoce como obra de Dios haber revelado “estas cosas” a los pequeños.
“Estas cosas” son los misterios del Reino, la forma en que Dios se va haciendo presente en la vida de los hombres.
Jesús ve como los humildes las han entendido y aceptado; no ha sucedido lo mismo con los “sabios y prudentes”, es decir, los doctores de la ley, los fariseos, aquellos que, se supone, están más preparados para interpretar la voluntad de Dios.
Jesús dice que el Padre “les ha ocultado” esas cosas… Es una manera de expresar lo que está sucediendo.
Son, en realidad, ellos mismos los que se han encerrado en su orgullo y soberbia.
El reino solo se abrirá para ellos si, con humildad, se dejan enseñar por Jesús.

Viene a continuación un versículo con un lenguaje tan similar al del cuarto evangelio, que algunos biblistas lo han llamado “un aerolito caído del cielo de Juan”, aunque también lo encontramos en el evangelio de Lucas (10,22).
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
El Hijo ha recibido TODO del Padre: tiene la misma sabiduría y el mismo poder que el Padre, porque es también Dios, aunque Dios esté escondido bajo la humanidad de Jesús.
Hay un conocimiento mutuo y profundo entre el Padre y el Hijo; por eso es el Hijo quien puede revelar al Padre.
El querer del Padre y del Hijo es el mismo y va hacia los sencillos.

Jesús concluye con una gran invitación, en la que destacan tres verbos: vengan, carguen y aprendan.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré.
El rey ha venido, pero invita a ir hacia Él. Como manso y humilde que es, no impone su presencia.
Pide nuestra decisión: encaminar nuestros pasos hacia Él.
El llamado se dirige especialmente a los afligidos y agobiados.
Muchos podemos sentirnos así hoy… no desoigamos la invitación de Jesús. Su promesa es darnos alivio, aunque también nos dice…
Carguen sobre ustedes mi yugo.
Parece extraño que, después de prometer alivio, la segunda invitación sea a cargarnos con algo.
El yugo, conocido desde tiempos muy antiguos, es una pieza de madera colocada sobre el cuello de un par de animales, generalmente bueyes, para que tiren juntos de un arado o de una carreta.
Colocarse el yugo, en referencia a un maestro, a un rabino, era aceptar su autoridad y sus enseñanzas. Jesús denuncia a aquellos maestros que…
Atan cargas tan pesadas que es imposible soportarlas, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo (Mateo 23,4).
No se trata de lo esencial, como los diez mandamientos, sino de innumerables reglas relacionadas con la pureza y el descanso del sábado.
Mucha gente del pueblo faltaba a esas normas Y, a veces, ni siquiera las conocían.
Esas personas sencillas, que se abrieron a la enseñanza de Jesús, eran despreciadas por los supuestos “sabios y entendidos” que decían, crudamente:
“esta gente, que no conoce la ley, está maldita” (Juan 7,49)
La Ley surgida en la alianza de Dios con su pueblo, ley de amor y de libertad, se había convertido en herramienta de dominio y opresión.
“Carguen con mi yugo” no es una imposición:
es un llamado, una invitación de Jesús.
El yugo no es solo una carga. El yugo une a dos en yunta para tirar juntos.
Ese es el sentido de la palabra “cónyuges”: los que están unidos por el mismo yugo; el esposo y la esposa, que se han dado el uno al otro en amor recíproco y están llamados a salir adelante marchando y trabajando juntos, codo a codo.
Más allá de la relación conyugal, el yugo puede entenderse como toda relación de esfuerzo compartido en la familia, en la comunidad, en la sociedad… si, al llamarnos a tomar nuestra cruz,
Jesús se pone adelante llevando la suya ¿no se hará él también nuestro compañero de yugo,
en ayuda de nuestra debilidad?
¿No será así como su yugo se hace suave y su carga liviana, si es Él mismo quien nos ayuda a llevarla? ¿Veo a Cristo en el hermano o la hermana que lleva el yugo junto conmigo? Y esa persona con la que estoy llevando el yugo ¿Puede ver a Cristo en mí?
“Ayúdense mutuamente a llevar sus cargas, y así cumplirán la Ley de Cristo” (Gálatas 6,2)
dice san Pablo. Jesús concluye su enseñanza:
aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.

Amigas y amigos, en medio de tantas cosas que hoy nos afligen y nos pesan en la vida, Jesús nos llama a seguirlo, escuchándolo y creciendo en unión con Él.
Frente al maestro soberbio y duro de corazón, él es el maestro paciente y humilde del que cada día estamos llamados a aprender.

Gracias por su atención. Que el Señor los bendiga. Sigamos cuidándonos y hasta la próxima semana si Dios quiere.

(*)
1.    José Artigas, 1923, Plaza Independencia. Angel Zanelli, italiano (1879-1942).
2.    El Gaucho, 1927. 18 de Julio y Constituyente
3.    Bruno Mauricio de Zabala, 1931. Plaza Zabala, Ciudad Vieja. Lorenzo Coullant Valera, español (1876-1932) con la colaboración de Pedro Muguruza Otaño, arquitecto español.
4.    La carreta, 1934. Parque Batlle. José Belloni, uruguayo (1882-1965). Un jinete acompaña.
5.    Nuevos rumbos, 1948. Parque Rodó (frente a Rambla Pte. Wilson y Av. Julio María Sosa). José Belloni.
6.    La diligencia, 1952. Parque Prado. José Belloni, uruguayo (1882-1965). Un jinete ayuda a salir del lugar donde el vehículo se ha empantanado.
7.    Aparicio Saravia, 1956. Av. Millán, Dr. Luis Alberto de Herrera y Joaquín Suárez. José Luis Zorrilla de San Martín, uruguayo (1891-1975)
8.    Condottiero Bartolomeo Colleoni, 1958. Bv. Artigas, frente a Facultad de Arquitectura. Calco en bronce del original de Verrocchio (Florencia, h. 1435-Venecia, 1488).
9.    Condottiero Gattamelata (Erasmo de Nami), 1963. Av. Italia y Ricaldoni. Calco del original de Donattello (Florencia, Italia, 1386-1466)
10.    San Martín, 1963. Plaza Soldados Orientales de San Martín, Av. Agraciada en la confluencia de las calles Uruguayana y Grito de Asencio. Edmundo Prati, uruguayo (1889-1970)
11.    El entrevero, 1967. Plaza Ing. Juan Pedro Fabini. José Belloni, uruguayo (1882-1965)
12.    Fructuoso Rivera, 1974. Bv. Artigas y Goes, Terminal Tres Cruces. José Fioravanti, argentino (1896-1970), en colaboración con el arquitecto Carlos de la Corcova, argentino.
13.    Manuel Oribe, 1974. Plaza Oribe, Brandsena, Rivera y 18 de Julio. Federico Moller de Berg, uruguayo (1900 - 1991).
14.    Juan Antonio Lavalleja, 1982. Plaza de los Treinta y Tres. Máximo A. Lamela, uruguayo (1918-)
15.    Francisco Solano López, 1985. Rambla Rep. de Chile y Francisco Solano López. Juan Ulrico Habegger Balparda
16.    Simón Bolívar. Plaza Simón Bolívar, Espacio entre La Cumparsita, Santiago de Chile y Rambla Rca. Argentina. No hay datos de fecha de inauguración. Se decidió erigir este monumento por Ley N° 14.974 del 11 de diciembre de 1979.

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