viernes, 28 de febrero de 2025

“De la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6,39-45). VIII domingo durante el año.

 Luego de las fuertes palabras de Jesús que escuchamos los dos últimos domingos, exhortándonos a vivir las bienaventuranzas y el amor a los enemigos, el evangelista Lucas recoge aquí una serie de dichos de Jesús, que tienen cierta relación entre ellos. El título de esta reflexión está tomado del final del pasaje evangélico:

El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca. (Lucas 6,45)

El pasaje del libro del Eclesiástico que escuchamos en la primera lectura, se centra sobre lo que se puede sacar en limpio de las palabras de una persona. Las palabras de Jesús van en línea con esta enseñanza:

El árbol bien cultivado se manifiesta en sus frutos; así la palabra expresa la índole de cada uno. (Eclesiástico 27,4-7)

Puede llamarnos la atención la importancia dada a la palabra. En nuestro mundo, en el que nos encontramos bombardeados por mensajes de todo tipo, podemos irnos a los extremos: desde la desconfianza ante todo lo que se dice, hasta la ingenuidad con la que a veces damos por cierto lo que queremos creer, lo que confirma lo que ya pensamos, sin hacer un verdadero discernimiento en uno y otro caso.

Si se nos preguntara qué es lo que nos muestra la calidad de una persona, lo que hace de ella buena o mala, sí, es posible que nos fijemos en sus palabras, pero mucho más en sus obras, en su manera de actuar.

Sin embargo, ¿qué sucede si aplicamos a alguien esas palabras, “de la abundancia del corazón habla la boca”? ¿Qué tal si las aplicamos al mismo Jesús?

Los cuatro evangelios nos ofrecen muchísimas palabras de Jesús: discursos, parábolas, colecciones de dichos breves, diálogos con otras personas, oraciones al Padre… Todo eso nos habla del corazón de Jesús, del tesoro que hay en Él. Sin embargo, junto a las palabras de Jesús aparecen sus obras. En Jesús, palabras y obras son inseparables. Muchas veces, sus palabras explican el sentido de sus acciones. El anuncio del Reino de Dios va acompañado de obras, de signos que lo hacen también presente.

Pensamos más en las obras que en las palabras, porque las palabras pueden quedarse en meras declaraciones, expresiones de buenos deseos que no se llevan a la práctica. ¿Qué sucedió con el samaritano de la parábola al encontrar en su camino al hombre herido?

Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. (Lucas 10,33)

“Se conmovió”. En ese instante se juega todo lo que sigue. Conmovido, el samaritano podría haber dicho -y haberlo dicho con mucho sentimiento- “¡qué barbaridad! ¡Cómo han dejado a este hombre! ¡Cuánta maldad!” y, un poco más calmado, o tal vez con miedo a la inseguridad del entorno, podría haber tomado la decisión de seguir su camino. Pero sabemos lo que sucedió después:

Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. (Lucas 10,34).

Dicho todo esto, volvamos a las palabras… las palabras también son obras. Las palabras actúan. Pueden construir o destruir. Pensemos en los comentarios que tan fácilmente se publican en las redes sociales. Pero las palabras son más fuertes cuando se dicen cara a cara, frente a frente. En una situación difícil deseamos recibir palabras de aliento, que nos reconstruyan y nos animen y no palabras negativas, demoledoras… Sí, es en esas situaciones donde las palabras reflejan lo que está en el corazón de cada uno.

Leamos otras palabras de Jesús, en este mismo evangelio:

¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo? (Lucas 6,39)

Jesús está hablando a sus apóstoles, llamados y enviados a ser guías de la comunidad. Si van a conducir a los demás por el camino de Jesús, tienen que conocer y reconocer el camino. También tienen que ser capaces de ver sus propios defectos y de reconocer sus fragilidades, para comprender y acompañar a quienes también experimentan debilidad:

¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? (Lucas 6,41)

Como maestro, Jesús pregunta, invitando a sus oyentes a reflexionar y responderse a sí mismos. 

Otras veces, sus palabras son imperativas, son mandamientos, incluso muy exigentes, como vimos el domingo pasado. 

Ante las exigencias de Jesús, conviene recordar que él tiene presente cuál es nuestro punto de partida:

El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro. (Lucas 6,40)

La exigencia de Jesús a sus discípulos de ayer y de hoy -sí, de hoy, a nosotros- es una exigencia que viene de su amor. Un amor que quiere nuestro crecimiento en humanidad, en espiritualidad… un crecimiento que nos prepare a compartir lo que Él ha venido a ofrecernos: participar en la vida misma de Dios, como lo expresara San Ireneo de Lyon:

"El Verbo de Dios [...] ha habitado en el hombre y se ha hecho Hijo del hombre para acostumbrar al hombre a comprender a Dios y para acostumbrar a Dios a habitar en el hombre, según la voluntad del Padre" (Adversus haereses, 3,20,2). (Catecismo de la Iglesia Católica, 53)

Las palabras de Jesús, tanto las de consuelo como las de exigencia, son siempre expresión de amor. Que así sean también nuestras palabras… y nuestras obras.

Comienzo de la Cuaresma

El 5 de marzo es miércoles de Ceniza, comienzo de la Cuaresma, un tiempo siempre propicio, especialmente en este Año Jubilar, para una profunda revisión de vida y reconciliación con Dios.

Colecta para el Seminario

El próximo fin de semana, en las parroquias de nuestra diócesis, se realizará la colecta del Fondo Común Diocesano destinada al Seminario. Gracias a todos por su colaboración para la formación de los futuros sacerdotes.

Gracias, amigas y amigos. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Palabra de Vida: Construir amistades verdaderas. Eclesiástico 6,5-17.


 
Viernes de la VII semana durante el año, 28 de febrero de 2025. 

Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 27 de febrero de 2025

Palabra de Vida: Cortar con todo aquello que conduce al mal. Marcos 9,41-50.



Jueves de la VII semana durante el año, 27 de febrero de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

miércoles, 26 de febrero de 2025

Palabra de Vida: Buscar la sabiduría. Eclesiástico 4,12-22.

 



Miércoles de la VII semana durante el año, 26 de febrero de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

martes, 25 de febrero de 2025

Palabra de Vida: “Sé paciente en las vicisitudes” (Eclesiástico 2,1-13)



Martes de la VII semana durante el año, 25 de febrero de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

sábado, 22 de febrero de 2025

22 de febrero: La Cátedra de San Pedro, Apóstol


Palabra de Vida: Reconocer los signos de Esperanza. Mateo 16,13-19
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

“Amen a sus enemigos” (Lucas 6,27-38). VII domingo durante el año.

En el programa anterior hablamos de las bienaventuranzas en el evangelio según san Lucas: felices los pobres, felices los que tienen hambre, felices los que lloran, son las tres primeras, ya bastante difíciles de comprender. Vamos a recordar lo que dice la cuarta:

¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y proscriban el nombre de ustedes, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! (Lucas 6,22)

“A causa del Hijo del hombre”, es decir, no por cualquier razón: a causa de Jesús, a causa de ser discípulos de Jesús que buscan cada día vivir su Palabra, vivir el Evangelio. Jesús está anunciando a sus discípulos que serán perseguidos a causa de su nombre, por aquellos que lo rechazan. De hecho, repetidamente Jesús advierte a quienes quieren seguirlo, que no pueden pensar en tener un destino diferente al suyo:

“Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí… Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes” (cf. Juan 15,19-20)

Sentir que somos perseguidos “a causa de Cristo” puede ser muy consolador; pero tengo que discernirlo con cuidado. Si yo digo que soy cristiano, pero, en realidad, en mi vida de todos los días no actúo como tal, sino de manera egoísta, tratando de forma desconsiderada y grosera a los demás y mostrando muy poco amor… pues es posible que mucha gente no me quiera y me rechace, pero no por ser cristiano sino por esa forma de conducirme en la vida…

Después del evangelio que escuchamos el domingo pasado, Jesús nos pone hoy ante cuatro mandamientos muy exigentes, que pueden resumirse en el primero: “amen a sus enemigos”. Si el amor a Dios y al prójimo son los dos grandes mandamientos que ponen a prueba la autenticidad o no de nuestra vida cristiana, aquí Jesús nos está diciendo hasta dónde tiene que llegar ese amor… pero, en definitiva, recordemos que él no se limitó a decirlo, sino que fue el primero en vivirlo.

Amen a sus enemigos, 
hagan el bien a los que los odian. 
Bendigan a los que los maldicen, 
rueguen por los que los difaman.
(Lucas 6,27-28)

Amar a los enemigos. No se trata solamente de no devolver mal por mal, que ya es algo bueno. Se trata de devolver bien por mal. 

Pero necesitamos detenernos en el verbo “amar”. Recordemos que los evangelios fueron escritos en griego y en esa lengua hay tres verbos que nosotros traducimos como “amar”: eraô, que se refiere al amor entre hombre y mujer; phileô, el amor de amistad y agapáo, que es el verbo que en el Nuevo Testamento se utiliza para expresar el amor cristiano, como un amor que se ocupa y se preocupa por el otro, que quiere el bien de las personas amadas y que está dispuesto a la renuncia y al sacrificio.

Al decirnos “amen a sus enemigos”, Jesús no emplea el verbo phileô, el del amor de amistad. No nos está mandando “hacernos amigos” de los enemigos. Jesús era amigo de publicanos y pecadores, pero no era amigo de Herodes, de Anás o Caifás, que fueron sus enemigos. Los amaba, los quería salvar, pero no eran sus amigos.

El verbo que emplea Jesús para decirnos “amen a sus enemigos” es agapáo. Este amor no viene de nuestra naturaleza biológica o psicológica. Es el amor de Dios. Es un amor que viene de Dios, que solo es posible vivir como un don de Dios. Cuando leemos en la primera carta de Juan, que dice “Dios es amor” tenemos que comprender que el amor no es algo que pueda quedar encerrado en sí mismo. 

Dios es amor y por eso Dios ama. El amor que viene de Dios lleva a hacer el bien y solo el bien, en modo gratuito, es decir, sin esperar nada a cambio, ni siquiera el agradecimiento. No es que esté mal que nos den las gracias, no es que esté mal que lo que hacemos sea reconocido por los demás… pero no es eso lo que busca el agapáo, el amor que viene de Dios. Ese es el amor con el que Jesús hace de toda su vida una vida de entrega, que culmina en la cruz. La cruz es el rechazo de ese amor; pero Jesús no dejó de darlo, de ofrecerlo. Un amor incondicionado que buscará hacer todo lo posible para que el otro conozca y llegue a la verdadera felicidad, al encuentro de Dios. Un amor capaz de vencer a la muerte, de volver a la vida y de abrir un camino hacia la eternidad.

Más adelante, en su explicación sobre estos mandamientos, Jesús vuelve a hablar del amor a los enemigos:

Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. (Lucas 6,32).

“¿Qué mérito tienen?” Muchos biblistas discuten esta traducción. La palabra que aquí suele traducirse como “mérito” es, en griego, charis, que significa “gracia”. La Gracia es lo que define el amor de Dios; como decíamos antes, un amor que se entrega sin esperar nada a cambio, que se da “gratuitamente”. 

Dios no es un ídolo. Un ídolo es un falso dios, que nos llena de exigencias y siempre está insatisfecho. Siempre pide más y más. Un ídolo es todo aquello que se transforma en el centro de nuestra vida y nos hace sacrificar todo para mantenerlo a él. Pensemos en todo lo que provoca una adicción: a una droga o al dinero… siempre pidiéndonos más y haciéndose cada vez más destructiva, rompiendo nuestros vínculos de familia y amistad, hasta terminar desquiciando nuestra propia vida.

Dios es el Dios de la vida. Dios es amor, amor que se entrega. El llamado de Jesús a amar a los enemigos no es una exigencia imposible, para que nos desesperemos por cumplirla porque si no nos echará fuera. Dios no pide: Dios da. Dios no pide nada que Él mismo no nos haya dado, no nos haga posible realizar. Amar como Dios ama, es posible porque Él nos comunica su amor. No solo nos ama. Nos da su amor para que podamos amar como Él nos amó.

Para esto el Hijo de Dios se hizo hombre: para transformarnos en hombres y mujeres capaces de un amor más grande, el amor que recibimos de su Padre. Este es el amor que Jesús da a quienes quieren seguirlo de corazón, a quienes lo escuchan como discípulos. Con Él, gracias a su amor, gracias al Espíritu Santo que Él nos entrega, podemos amar y hacer el bien a quienes no nos aman e incluso a quienes nos hacen daño.

Culmina la Misión San Francisco Javier

Este domingo, a las 11:15, en la parroquia San Isidro culmina la Misión San Francisco Javier. 140 jóvenes, distribuidos en unas doce capillas de barrio y de campo, han vivido junto a quienes los recibieron una intensa semana de encuentro, escucha de la Palabra, celebración y oración. El año próximo culmina este ciclo. Los despedimos, agradecidos, y los esperamos en 2026.

1 de marzo: asume en Uruguay el nuevo presidente

Dice san Pablo a Timoteo: 

“te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas (…) por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna.” (1 Timoteo 2,1-2)

En ese espíritu rezamos por las nuevas autoridades de nuestro país: por el parlamento que inició sus tareas el sábado 15 y el nuevo presidente que asumirá el primero de marzo.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

viernes, 21 de febrero de 2025

Palabra de Vida: Reconocer a Jesús. Marcos 8,27-33.



Jueves de la VI semana durante el año, 20 de febrero de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

miércoles, 19 de febrero de 2025

Palabra de Vida: Ver la vida con claridad. Marcos 8,22-26.



Miércoles de la VI semana durante el año, 19 de febrero de 2025. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

martes, 18 de febrero de 2025

CEU - PEDIDO DE ORACIONES POR LA SALUD DEL PAPA

Los obispos del Uruguay invitamos a todas las comunidades a orar por la salud del Papa Francisco, uniéndonos a la oración de toda la Iglesia por su pronta recuperación. 

Lo encomendamos a la intercesión de la Virgen de los Treinta y Tres, patrona de nuestra patria, salud y consuelo de los enfermos.

+ Mons. Milton Tróccoli, obispo de Maldonado-Punta del Este-Minas, presidente de la CEU
+ Card. Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo, vicepresidente de la CEU
+ Mons. Heriberto Bodeant, obispo de Canelones, secretario general de la CEU