Homilía de Mons. Heriberto
Queridas hermanas, queridos hermanos:
¡Feliz Pascua de Resurrección!
Esta noche santa nos sumerge profundamente en el misterio de nuestra salvación.
Rescatados de la Nada a la Existencia
Esta noche nos invita a contemplar la primera gran noche: noche de la nada, del vacío, de la oscuridad. Noche en la que la Palabra creadora de Dios rompió las tinieblas, haciendo que la luz resplandeciera. Noche que se hace día para que la Palabra continúe formando el universo, desplegando las más diversas formas de vida, preparando una casa, una morada que al fin será habitada por la creatura más soñada y más amada del Padre creador: el hombre, el ser humano, varón y mujer, imagen y semejanza de Dios.
La noche de Pascua resplandece sobre las noches y días de la Creación. En la Resurrección de Jesucristo, el hombre es re-creado. Cristo Resucitado, nuevo Adán, inicia una humanidad nueva que emprende el camino de regreso hacia la Casa del Padre.
Iluminados por la Palabra de Dios en la noche de la Fe
Esta noche santa nos invita a contemplar una segunda gran noche: noche de la fe. Noche de la humanidad que, sin conocer aún al Padre Dios, busca, entre sombras y a tientas, la verdad sobre su origen, sobre su destino, sobre la razón profunda de su existencia.
En medio de esa oscuridad, Dios sale al encuentro de esos anhelos, manifestándose, revelándose, iluminando a un pueblo que él elige entre todos los pueblos de la tierra para que sea su testigo…
La noche de la Pascua resplandece sobre la noche de la Fe. En Cristo resucitado, Dios sale al encuentro de cada hombre que viene a este mundo entregándole, en su Hijo, la Palabra definitiva, la revelación plena. En Cristo resucitado conocemos que hemos sido creados por el amor del Padre. Que el Padre, en su amor, quiere que compartamos su vida para siempre. Que la Pascua de su Hijo nos abre el pasaje.
Liberados de todas las esclavitudes
Esta noche santa nos invita a contemplar una tercera noche: noche de la esclavitud. Noche de un pueblo oprimido, el Pueblo de Dios, esclavo en Egipto. Noche de la primera pascua, noche de liberación. Acción salvadora de Dios en la historia, liberando a Israel de la esclavitud, haciéndolo cruzar a pie seco el Mar Rojo y sellando con él una Alianza: “Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo”.
La noche de la Pascua de Cristo resplandece sobre la noche de la liberación de Israel. La Resurrección de Cristo es la nueva pascua que abre un camino de liberación de las esclavitudes más hondas del hombre. Liberados por el agua y el Espíritu Santo del poder del demonio y del pecado; nacidos de nuevo en Cristo para entrar en la Alianza nueva y eterna, sellada por la sangre, ya no de muchos corderos, sino del verdadero Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Resucitados en Él a una vida plena
En esta noche santa, en fin, contemplamos la noche del sepulcro, del triunfo aparente de la muerte. Noche de los fracasos, las desilusiones, las frustraciones. “Nosotros esperábamos que sería él quien liberara a Israel; pero hace ya tres días desde que pasó todo esto” (Lc 24,21).
Esta noche santa nos invita a contemplar el misterio del Señor Resucitado no sólo como su Victoria sobre la Muerte, sino como nuestra propia victoria, en esperanza, que él nos abre con su Resurrección.
La noche de la Pascua ilumina todo el misterio de nuestra vida. Frente a todas nuestras búsquedas, oscuridades, tanteos, dudas. Frente a todas las formas de dolor, de sin sentido, de desesperanza. Frente a todas las opresiones y esclavitudes. Frente a todas las angustias y frustraciones, la Resurrección del Señor nos abre a la esperanza y empieza su obra en nosotros desde el momento en que creemos en Él y dejamos que su Amor, su Gracia y su Presencia transformen nuestra vida.
Por su entrega, su Amor ha vencido. El es aquel que
“siendo de condición divina, (…)
se despojó a sí mismo
tomando la condición de servidor.
Haciéndose semejante a los hombres (…)
se humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre.
Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en los cielos, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame que Cristo Jesús es Señor
para gloria de Dios Padre. (Fil 2,6-11)
Y por eso, tiene sentido decir:
¡Feliz Pascua de Resurrección!
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