El Buen Ladrón observa a Jesús mientras el Mal Ladrón aparta su mirada de éste. Obra de Christoph Bockstorfer (1524) |
En nuestra Diócesis de Melo, hay dos parroquias que celebran su fiesta patronal en este día.
Una de ellas es la parroquia Cristo Rey, con sede en Aceguá, que abarca también Villa Isidoro Noblía y una vasta zona con varias pequeñas poblaciones. La celebración ha tenido lugar esta mañana.
La otra es la parroquia Santísimo Redentor, en Fraile Muerto, que tendrá esta tarde su Misa y luego un espectáculo de canto y danza, cerrado por una convivencia comunitaria.
También esta tarde, en Melo, habrá una procesión de homenaje a Cristo Rey, que sale a las 18 horas de la parroquia Nuestra Señora del Carmen hasta la Catedral.
Finalmente, recordemos que esta mañana, en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco ha clausurado el Año Santo de la Misericordia.
Vamos ahora a reflexionar sobre el pasaje del Evangelio que se lee en las misas de hoy (Lucas 23,35-43):
Cuando decimos “Jesucristo, Rey del Universo”, nos podríamos imaginar una escena en lo más alto del Cielo, con un gran trono, con el coro de legiones de ángeles, con la perpetua adoración de la multitud de los salvados que están en la presencia de Dios. Una gran escena del poder de Dios.
Sin embargo, nada de eso nos muestra la liturgia de hoy en las lecturas bíblicas que hemos escuchado.Las tres nos hablan de reyes y reino; pero el evangelio nos ayudará a descubrir a Jesucristo como “Rey de Misericordia”.
En la primera lectura (2 Samuel 5,1-3) se nos presenta el momento en que David es ungido como rey de Israel. El rey David fue un hombre pecador, que debió muchas veces llorar arrepentido de sus faltas; pero su amor a Dios fue más grande que su pecado, y será recordado por todo el pueblo como el gran rey que supieron tener. De la casa o familia de David viene José, el esposo de María y por eso Jesús será llamado “Hijo de David” y por eso, en su cruz un letrero dirá “Rey de los judíos”.
El mensaje del Evangelio es el central. Aquí no hay nada de la gran escena del Cielo de que hablábamos al principio. El evangelista Lucas nos introduce en el Calvario, en el cuadro que la gente está mirando. Allí está Jesús crucificado entre dos ladrones.
Aquí se va a manifestar la realeza de Jesús.
Uno de los ladrones se une a los que se burlan de Jesús y le dice, como ellos “Si eres el Rey de los Judíos, sálvate a ti mismo”.
Pero Jesús no ha venido para salvarse a sí mismo.
Ha venido para salvar a la humanidad.
Y la está salvando.
Para muchos en el tiempo de Jesús, la cruz era una locura.
Para muchos en este tiempo también. ¿Quién quiere sufrir de esa manera?
Pero la cruz es salvadora.
En la cruz se manifiesta el amor de Dios, se manifiesta su misericordia.
Jesús da la vida por amor a la humanidad entera, para abrir a cada persona el camino de reencuentro con Dios, el camino de la salvación.
El otro ladrón se da cuenta de eso. No se trata de salvarse de este momento, para después, más temprano o más tarde, sufrir la muerte de esta forma o de otra. Se trata de una salvación que va más allá de esta vida, de una salvación que nadie le podrá arrebatar.
Así, “el buen ladrón” reprende a su compañero, asume la culpa de sus crímenes y dirige a Jesús su súplica: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”.
El buen ladrón ha comprendido. Ha descubierto la verdadera realeza de Jesús. Y su súplica será escuchada: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”, le responde Jesús.
La misericordia de Dios ha vencido. La misericordia de Dios ha sido más fuerte que la muerte, más fuerte que el odio, más fuerte que la violencia.
Jesús recibirá al buen ladrón en su reino, porque el Reino de Dios ya está presente en el corazón de este hombre profundamente arrepentido y confiado en la misericordia de Dios.
En cuanto a nosotros, sería maravilloso que nos sintiéramos profundamente identificados con lo que dice la segunda lectura. Pablo escribe a los Colosenses (1,12-20):
Demos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces
de compartir la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El Reino de Jesús comienza aquí, en este mundo, en esta vida, para continuar en la eternidad. Eso es lo que quiere Pablo hacerles ver a los Colosenses: el Padre nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo. Vivamos como hijos de la Luz.
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Enfoques Dominicales es un programa
que se emite por 1340 AM La Voz de Melo,
los domingos a las 11:50
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