Pesebre viviente, Catedral de Melo, 18 de diciembre de 2016 |
Esto nos dice el evangelista Mateo (1,22-23) citando al profeta Isaías. Detengámonos sobre el significado de este nombre Emanuel, dado a Jesús: “Dios-con-nosotros”… ¿qué quiere decir eso?
Desde el comienzo de la humanidad, los hombres han intuido una realidad diferente, más allá de lo conocido… el ámbito de lo divino.
A través de diferentes religiones, los hombres buscaron acercarse a esa realidad que no conocían. Lo hicieron a través de meditación, oración, sacrificios, ritos buscando establecer una conexión con ese ser –o esos seres, según de que religión se trataba– que se imaginaba más allá y al que o a los que se atribuía poderes capaces de dar vida o dar muerte, de construir o de destruir a los hombres.
Jesús llega a este mundo, como lo celebramos en cada Navidad, después de un largo camino que lo fue anunciando. Un camino por el que Dios se fue revelando, dándose a conocer. Pero, como dice san Pablo “cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer” (Gálatas 4,4).
De una mujer, de María, nace el Hijo de Dios. Él es Dios-con-nosotros. Jesús de Nazaret empieza su vida como empieza la vida de cualquier hombre: “un niño envuelto en pañales” (Lucas 2,12). Y vivió, en muchos aspectos “pasando por uno de tantos” (Filipenses 2,7). Toda la gente que, en vida de Jesús, se encontró con Él, se encontró con Dios. Experimentó de la manera más fuerte lo que significa “Dios-con-nosotros”.
Jesús “pasó haciendo el bien” (Hechos 10,38). Su vida en este mundo culmina con su pasión, su muerte en la cruz y su resurrección. Resucitado, se aparece a sus discípulos, les deja la misión de anunciar el Evangelio a todo el mundo y vuelve al Padre, pero les promete “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20).
Sigue siendo, entonces, el Dios-con-nosotros. Se fue, pero sigue estando presente. Hay muchas formas en las que continúa su presencia: su Palabra, especialmente el Evangelio; los Sacramentos, especialmente la Eucaristía, donde nos ofrece su Cuerpo como Pan de Vida; en medio de la comunidad reunida en su nombre; en los pobres y necesitados, con quienes Él se identifica. El viene a nosotros “en cada hombre y en cada acontecimiento” (Prefacio II del Tiempo de Adviento).
En esta Navidad y al terminar un año, podemos pensar cómo hemos sentido a Dios-con-nosotros.
Sin duda, si miramos bien, si miramos con los ojos de la fe, sabremos descubrir esa presencia de Dios en tantas cosas buenas que hemos recibido o que hemos logrado a lo largo del año. De Dios viene todo bien. Nada bueno de nuestra vida ha estado allí sin que Dios lo haya sostenido y lo haya hecho presente.
También, a lo largo del año, hemos conocido momentos de prueba, dificultades serias, sufrimientos, pérdidas… Allí estuvo también la presencia de Dios sosteniéndonos en nuestra fragilidad. A veces podemos experimentar algo tan fuerte como lo que expresa el Salmo 123,2-3: "si el Señor no hubiera estado de nuestra parte (...) nos habrían tragado vivos".
Dios está con nosotros…
La pregunta que queda todavía es: y nosotros ¿estamos con Dios?
¿Le hacemos de verdad lugar en nuestra vida?
¿Cómo queremos vivir esta Navidad? Vivámosla con Él. Vivámosla en su amor.
Tengámoslo presente como Dios-con-nosotros, de manera que su amor transforme nuestra vida, nuestras relaciones con los demás, nuestra sociedad, nuestro mundo.
¡Feliz y Santa Navidad! Con mi bendición,
+ Heriberto, Obispo de Melo
No hay comentarios:
Publicar un comentario