jueves, 8 de diciembre de 2016

Inmaculada Concepción de María.

Inmaculada Concepción.
Rubens, Museo del Prado, Madrid.
Ayer, vísperas de la Inmaculada, en el Colegio María Auxiliadora de Melo; esta mañana en Río Branco, en el templo de la Inmaculada, con la comunidad educativa del Colegio de Nuestra Señora de las Mercedes; esta tarde en el Colegio Dámaso Antonio Larrañaga de Melo. Mons. Heriberto compartió con estas tres comunidades la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. Esto fue lo central de su mensaje.

Se terminan las clases, vienen las fiestas, las vacaciones…
Hoy nos reunimos para celebrar la Misa, la Eucaristía, que es siempre una acción de gracias.
Lo hacemos en este tiempo de Adviento, de preparación a la Navidad y en este día en que la Iglesia celebra la Inmaculada Concepción de María.

Podemos tener muchos motivos para dar gracias.
Gracias si nos ha ido bien, si terminamos bien el año, si hemos aprendido mucho, si hemos crecido, si lo terminamos con buena salud…
Gracias también si, aunque hayamos pasado por problemas, dificultades, sufrimientos, tuvimos a quienes nos acompañaron, consolaron, animaron y nos dieron fuerzas para seguir adelante… por eso hemos llegado hasta hoy, y tenemos que dar gracias.

La verdad es que nadie consigue nada totalmente solo. Siempre tenemos que dar las gracias por lo que otros han hecho por nosotros.
Pero por mucho que tengamos que agradecer a todos los que nos han ayudado de una manera de otra, siempre tenemos que agradecer a Dios.

¿Qué es lo que tenemos que agradecerle a Dios?
Podemos pensar así… yo tenía una prueba muy difícil, le pedí a Dios que me ayudara, me fue bien… tengo que dar gracias a Dios.
Mi abuela estaba enferma, le pedí a Dios que se curara, ella está bien… tengo que dar gracias a Dios.
Todo eso está bien… pero si yo me quedo solo con eso, me estoy perdiendo algo muchísimo más importante, de lo que también le tengo que dar gracias a Dios.

Mi vida no es sólo mi vida… mi vida, la vida de cada uno de nosotros, es parte de un plan de Dios.
El plan de Dios empieza con la Creación. Lo primero que tengo que agradecerle a Dios es el regalo de la vida. La vida de cada uno de nosotros viene de Él.
La humanidad, que recibió la vida de Dios, desde el comienzo de los tiempos se alejó de Él. La humanidad se alejó de Dios. Se peleó con Dios, podríamos decir.
Desde entonces, cada persona que viene a este mundo trae en el alma como una marca, que viene de esa rebeldía contra Dios. Es lo que llamamos pecado original. No es algo que nosotros hayamos hecho, sino algo que viene desde el comienzo de la humanidad, cuando los primeros seres humanos rechazaron la amistad de Dios.
A ese pecado original, después nosotros le agregamos nuestros pecados. Hay muchas formas de pecado, pero todas tienen algo en común: es el rechazo del amor de Dios. Dios Padre nos muestra su amor, nos llama a vivir como hijos suyos… y le decimos que no.
Pero Dios no quiso dejar las cosas así. Dios quiere seguir adelante con su plan, que empezó con la creación, dándonos la vida.
El Plan de Dios termina con que todos podamos estar para siempre junto a Él, compartiendo su felicidad eterna, su Vida eterna.

Para poder completar su plan, Dios fue haciendo muchas cosas, enviando distintos mensajeros a los hombres… pero llegó un momento en que Dios dijo “les voy a enviar a mi Hijo”. “Mi Hijo se va a hacer hombre, para que los hombres me conozcan y encuentren el camino para llegar a la felicidad que yo les he prometido”

Pero Dios dijo todavía “Si mi Hijo se va a hacer hombre, tiene que nacer de una mamá. Necesito una mamá. ¿Y quién podrá ser la mamá para mi Hijo?”.

Dios se acordó de que todas las personas que nacen en este mundo vienen con aquella mancha, el pecado original, y por eso, les cuesta aceptar el Plan de Dios.

Entonces Dios pensó “Tengo que preparar yo la mamá para mi hijo”. Buscó unos buenos padres y decidió: ellos van a tener una hija que va a nacer sin la mancha del pecado original, porque yo voy a intervenir para que no pase eso. Por eso, esa hija va a ser ‘inmaculada’, que quiere decir ‘sin ninguna mancha’.” Y así nació María, la mujer que Dios eligió y preparó para que fuera la madre de Jesús.

Y eso es lo que recordamos en este día. Y así Jesús pudo nacer, como vamos a recordar el día de Navidad. Y así pudo morir y resucitar por nosotros, como recordamos en Semana Santa.

Pero María no fue simplemente “la mamá de Jesús”. Jesús quiso también que ella fuera nuestra Madre.

María está en el Cielo, junto a Jesús. Cuando rezamos el Ave María le pedimos “ruega por nosotros pecadores” y ella está rezando, intercediendo por nosotros, para que podamos hacer nuestra vida dentro del Plan de Dios, para que podamos llegar a la Vida Eterna.

Si nosotros nos dejamos llevar en la vida por la mano de María, ella nos llevará a Jesús.
Ella nos enseña a escuchar la palabra de Jesús y ponerla en práctica. Ella nos dice “hagan lo que Él les diga”.

Le damos gracias a nuestro Padre Dios por su amor, le damos gracias por enviarnos a Jesús, y le damos gracias porque nos ha dado como Madre a la Madre de su Hijo, la Inmaculada. Le agradecemos todo lo bueno que hemos recibido a lo largo de este año y pedimos que Jesús y María sigan guiando el camino de nuestra vida en el amor. Amén.

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