Hablando del nacimiento de Jesús, nos dice el evangelista Mateo (1,22-23):
“Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: ‘La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emanuel’, que significa: ‘Dios con nosotros’.”“Dios con nosotros”… ¿qué quiere decir eso?
Durante mucho tiempo, la humanidad vivió buscando a Dios a través de distintas formas de religión.
De algún modo, el ser humano sentía que había algo “más allá”.
Hoy estamos acostumbrados a utilizar la palabra “trascendente” para expresar que algo es importante… pero “trascendente” significa precisamente algo que está más allá, pero no en el mismo plano, en el mismo espacio, sino en otra realidad, en otro nivel. “Trascender” no es solo “ir más allá”, sino “subir más allá”.
Entonces, Dios es el que está en ese otro plano, en esa realidad diferente de la nuestra, en esa “trascendencia”.
A través de diferentes religiones, los hombres buscaron acercarse a lo divino, a esa realidad que no conocían, pero que intuían. Lo buscaron a través de la meditación, de las oraciones, de los sacrificios, de diferentes ritos por los que buscaban establecer esa conexión con ese ser –o esos seres, según de que religión se trataba– que se imaginaba más allá y al que o a los que se atribuía poderes capaces de dar vida o dar muerte, de construir o de destruir a los hombres.
Jesús llega a este mundo, como vamos a recordarlo en la Navidad, después de un largo camino que lo fue anunciando. Un camino por el que Dios se fue revelando, es decir, se fue mostrando, dando a conocer. De eso nos habla todo el Antiguo Testamento de la Biblia. Pero ese Dios no deja de ser el Dios “trascendente”; puede estar muy cerca, puede acompañar y defender a los suyos, pero nadie lo ve, nadie conoce su rostro. Ha prohibido expresamente que se hagan imágenes que lo representen, cuidando esa trascendencia.
Pero, como dice la Palabra de Dios “cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer” (Gálatas 4,4).
De una mujer, de María, nace el Hijo de Dios. El es Dios-con-nosotros. Jesús de Nazaret empieza su vida como empieza la vida de cualquier hombre: “un niño envuelto en pañales” (Lucas 2,12). Y vivió, en muchos aspectos “pasando por uno de tantos” (Filipenses 2,7). Toda la gente que, en vida de Jesús, se encontró con Él, se encontró con Dios. Experimentó de la manera más fuerte lo que significa “Dios-con-nosotros”.
Jesús “pasó haciendo el bien” (Hechos 10,38). Su vida en este mundo culmina con su pasión, su muerte en la cruz y su resurrección. Resucitado, se aparece a sus discípulos, les deja la misión de anunciar el Evangelio a todo el mundo y vuelve al Padre, pero les promete “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20).
Sigue siendo, entonces, el Dios-con-nosotros. Se fue, pero sigue estando presente. Hay muchas formas en las que continúa su presencia: su Palabra, especialmente el Evangelio; los Sacramentos, especialmente la Eucaristía, donde nos ofrece su Cuerpo como Pan de Vida; en medio de la comunidad reunida en su nombre; en los pobres y necesitados, con quienes Él se identifica. El viene a nosotros “en cada hombre y en cada acontecimiento” (Prefacio II del Tiempo de Adviento).
Al terminar un año, al acercarnos a la celebración de la Navidad, podemos pensar cómo hemos sentido a Dios-con-nosotros.
Sin duda, si miramos bien, si miramos con los ojos de la fe, sabremos descubrir esa presencia de Dios en tantas cosas buenas que hemos recibido o que hemos logrado a lo largo del año. De Dios viene todo bien. Nada bueno de nuestra vida ha estado allí sin que Dios lo haya sostenido y lo haya hecho presente.
También, a lo largo del año, hemos conocido momentos de prueba, dificultades serias, sufrimientos, pérdidas… Allí estuvo también la presencia de Dios sosteniéndonos en nuestra fragilidad. A veces podemos experimentar algo tan fuerte como lo que expresa el Salmo 123,2-3: "si el Señor no hubiera estado de nuestra parte (...) nos habrían tragado vivos".
Dios está con nosotros…
La pregunta que queda todavía es: y nosotros ¿estamos con Dios?
¿Le hacemos de verdad lugar en nuestra vida?
¿Cómo vamos a vivir esta Navidad?
¿Con Él o sin Él?
Desde este espacio donde nos encontramos domingo a domingo, los animamos a vivir la Navidad con Jesús. A tenerlo presente como Dios-con-nosotros, de manera que Él transforme nuestra vida, nuestras relaciones con los demás, nuestra sociedad, nuestro mundo.
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