viernes, 10 de febrero de 2017

No matarás (Mateo 5,17-37). VI Domingo durante el año, ciclo A.

Rembrandt: Moisés con las tablas de la Ley



“No matarás” (Éxodo 20,13). Así dice el quinto mandamiento. Breve y sin matices, porque se trata del bien fundamental de cada persona: la propia vida. Es el primero de los derechos humanos, junto con la libertad y la seguridad personal. Como todo derecho, tiene también su correspondiente deber: respetar y cuidar la propia vida y la vida de los demás.

Tarde o temprano, esta vida, la vida que conocemos, termina con la muerte. No tengo los datos de 2016, pero en 2015 fallecieron en Uruguay, según los datos del Ministerio de Salud Pública –que no sé si incluyen a todos los fallecidos– 32.967 personas. En ese mismo año, hubo 48.926 niños nacidos vivos. Son casi 16.000 más que los muertos: un triunfo de la vida; pero la vida de un recién nacido es frágil y necesita de mucho amor, muchos cuidados y, naturalmente, varios años para que llegue a ser un adulto que se integra plenamente a la sociedad formando una familia y ganando su sustento.
Por otra parte, muchas de esas muertes no deberían haber sucedido, y muchos más niños deberían haber nacido.

Veamos qué sucedió. Según los datos de Salud Pública, poco más de un 7% de los uruguayos fallecidos en 2015 lo hizo por lo que llaman “causas externas”. Aquí entra la violencia y los más diversos accidentes.

Homicidios. En 2015 fueron 293 los homicidios. El año pasado, menos: 265. En dos años, 558 uruguayos y uruguayas perdieron la vida por manos de un semejante. Alguien los mató.
En 2016, la mayoría de esas personas asesinadas eran hombres, pero hubo 42 mujeres asesinadas, 24 por su pareja, expareja o por algún familiar.
En lo que va de este 2017, cinco mujeres han sido asesinadas por su ex pareja, incluyendo al que mató a la mujer delante de sus hijos. Oímos también de una mujer que contrató a un sicario para que asesinara a su respectivo ex. La violencia doméstica se cruza con la violencia criminal. Y demos gracias a Dios que no somos hoy un país en guerra ni asolado por el terrorismo.

Accidentes. En 2015 murieron 529 personas en accidentes; 506 en accidentes de tránsito y 23 en accidentes de trabajo. Muchas más personas murieron en diferentes tipos de accidentes, incluso en su propio hogar. Detrás de los accidentes hay muchas veces conducta imprudente: a veces ajena, a veces propia, poniendo en riesgo la propia vida y la vida de los demás. Exceder los límites de velocidad, conducir bajo los efectos del alcohol o de drogas, dejar el uso de elementos de seguridad como el cinturón o el casco… En otros casos, el descuido en el manejo de la electricidad, de los combustibles, de materiales inflamables… inadecuadas medidas de seguridad…

Homicidios y accidentes ¿Cuántas de todas esas muertes podrían haber sido evitadas? ¿Cuántas vidas quedaron golpeadas para siempre por esas pérdidas? ¿Cuántas personas perdieron un padre, una madre, un hijo, un amigo, un ser querido?

Los nacimientos nos alegran, y los hemos celebrado como triunfo de la vida; pero desde la despenalización del aborto, el número de uruguayos que no llega a nacer viene creciendo. No en decenas o cientos, sino en miles. Al lado de los 48.926 nacidos vivos de 2015, se registraron 9.362 abortos. Y los uruguayos seguimos siendo pocos, una población que envejece…

Los científicos que estudian desde distintos ángulos el comportamiento humano se preguntan porqué un ser humano llega a matar a otro. ¿Es el ambiente, es el instinto? Algunos hablan de una pulsión, un impulso, una fuerza; un sentimiento de odio, que se canaliza en violencia, que a veces llega a ser mortal.

Desgraciadamente, esta realidad está presente en la vida de la humanidad desde el comienzo. En el libro del Génesis encontramos el relato del primer homicidio: Caín mata a Abel. El hermano mayor ultima al menor. Violencia familiar.

Este antiguo relato de la Biblia nos muestra cómo la violencia va anidando en Caín. Dios ve dentro del corazón de Caín y le dice: “a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar” (Génesis 4,7). Dios hace un llamado a la conciencia de Caín. Caín puede cambiar su actitud… pero deja que su creciente odio lo domine y mata a su hermano. Desde entonces, la envida y los celos, la  ambición o la venganza han sido –como dicen los criminólogos– los “móviles” detrás de muchas muertes.

Por eso, el 5° mandamiento: “No matarás”. En el Evangelio de hoy, Jesús lleva este mandamiento mucho más lejos.

Jesús dice: “Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: «No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal». Pero Yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquél que lo insulta, merece ser castigado por el Tribunal. Y el que lo maldice, merece el infierno.” (Mateo 5,21-22)

Jesús quiere hacernos ver que aunque no lleguemos a matar realmente a nadie, muchas veces deseamos la muerte del otro, lo matamos en nuestro corazón. Nos dejamos llevar por la ira, nos enojamos, insultamos, maldecimos…

Más de una vez Jesús ha enseñado, cito el Evangelio, que “de adentro, (…) del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los asesinatos, los adulterios, la codicia, las maldades, el engaño, los vicios, la envidia, los chismes, el orgullo y la falta de juicio. Todas estas cosas malas salen de adentro y hacen impuro al hombre”. Hasta ahí la palabra de Jesús (cfr. Marcos 7, 20-23). Cuando Jesús dice “Felices los que tienen el corazón puro”, como recordábamos hace quince días, nos está hablando también de esto. Purificar el corazón es sacarnos todas las malas intenciones, los malos pensamientos, los sentimientos de odio, de rencor…

Entonces, dos cosas que podemos hacer:

- Cuidar nuestro corazón. El mal está dentro de nosotros. Hay que ser consciente de ello. No podemos dejar que nos arrastre. Y si lo hace, no sólo hay que pedir perdón, sino sentir verdadero arrepentimiento y buscar sinceramente cambiar, con toda la ayuda que necesitamos y que podamos conseguir.

- Cuidar de los demás. Ayudar a generar en nuestro entorno un ambiente de seguridad, de confianza. En Montevideo, cuando he tenido que tomar un taxi de noche, aprecio mucho que el taxista espere a que yo entre a la casa antes de irse. Cuidar a los demás es salir de mi burbuja; estar atentos a quienes van alrededor. También me cuido a mí mismo de esa forma. Es verdad, nos cuesta intervenir en algunas situaciones. Sentimos miedo a lo que pueda pasar, a las consecuencias o, a veces, a ser inoportunos. Pero no podemos quedarnos indiferentes si la vida de otra persona está en peligro. Mañana podría ser nuestra propia vida.

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