viernes, 3 de febrero de 2017

Ser luz del mundo (Mateo 5,13-16). V Domingo del Tiempo ordinario.




Hoy en día ya no es tan frecuente un corte de luz, un apagón. A veces se da por algún accidente, la caída de alguna línea de alta tensión, o una tormenta eléctrica muy intensa.
Pero si tenemos el celular a mano, ya tenemos una linterna y, alumbrándonos así, vemos cómo nos arreglamos mientras dura el corte, que a veces es muy breve.
La luz nos da seguridad. Dentro de nuestra casa, no andamos tropezando con las cosas… por la calle, nos sentimos más seguros en una calle iluminada que en un callejón oscuro. En la ruta, por la noche, una luna llena es algo que se agradece, ya que permite ver un poco más a la distancia.

La luz y la oscuridad son también imágenes con las que a veces expresamos el estado de nuestra mente y de nuestro corazón… Cuando nos sentimos perdidos, desorientados en nuestra vida, ese estado se identifica con la oscuridad. Realmente “no vemos” por dónde ir, cuál puede ser el camino, la salida… En cambio, cuando por fin nos damos cuenta de lo que podemos hacer o encontramos la solución, sentimos que hemos visto una luz.

Muchas veces esa luz para nuestra vida no la encontramos solos. Esa luz aparece en el encuentro con una persona que nos escucha, que nos comprende, que nos da ideas, que nos propone alternativas… Cuando encontramos a alguien así, decimos que esa persona ha sido “como una luz” en nuestra vida.

Eso puede ocurrir una vez, ocasionalmente, o puede seguir ocurriendo en una relación que se continúa y profundiza a lo largo del tiempo. Esa persona luminosa puede ser alguien de nuestra familia, un amigo, la pareja o aún una persona con la que no tenemos una particular amistad pero que tiene una gran capacidad de empatía y un gran don para escuchar y aconsejar. Luces en la oscuridad.

Las lecturas bíblicas de la Misa de este domingo nos hablan de luz, de ser luz para los demás. El profeta Isaías nos señala una serie de actitudes y acciones que hacen que una persona se vuelva luminosa: “tu luz despuntará como la aurora”, ¿Qué actitudes, qué acciones? Son aquellas que constituyen obras de misericordia: compartir tu pan con el hambriento, albergar a los pobres sin techo, cubrir al que ves desnudo. También habla de liberarse de actitudes amenazadoras hacia los otros: “Si eliminas de ti (…) el gesto amenazador y la palabra maligna (…)”, así, nos dice, “tu luz se alzará en las tinieblas”.

En el Evangelio, Jesús va aún más lejos. Jesús le dice a sus discípulos (y nos dice también a nosotros, sus discípulos de hoy): “Ustedes son la luz del mundo”.

No podemos menos que recordar que en el Evangelio de San Juan, Jesús se presenta como “la luz del mundo” (capítulo 9, curación del ciego de nacimiento). Ese relato, que en las primeras comunidades cristianas era una catequesis bautismal, nos ayuda a entender el bautismo como “iluminación”, proceso interior representado en el rito bautismal por la entrega del cirio encendido, “luz de Cristo”.

Cuando Jesús les dice a sus discípulos “ustedes son la luz del mundo”, agrega “Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes”. La luz que hay en ustedes. Es la luz que el discípulo ha recibido de Jesús, luz del mundo. El discípulo –como la Iglesia– tiene la luz de la luna, que no es una luz propia, sino el reflejo de la luz del sol. El discípulo refleja la luz de Cristo. La luz del discípulo no es otra que la luz de Cristo.

Esa luz no es una aureola misteriosa que rodea al discípulo. Jesús lo dice claramente: “que [los hombres] vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el Cielo”. La luz aparece en las obras de los discípulos, que manifiestan así la presencia de Cristo en ellos.

Beata Chiara Luce Badano

Para terminar, recordemos a una beata de nuestro tiempo, que recibió el nombre de “Luz”. Era una jovencita llamada Chiara Badano, que falleció en 1990, a los 18 años.
Desde niña se acercó al Movimiento de los Focolares. La fundadora del Movimiento, Chiara Lubich, daba un nombre nuevo a todos aquellos que, en el Movimiento, querían empezar una vida nueva en Cristo. El nombre que recibió Chiara Badano es “Luce”, o sea “Luz”. Chiara Luce, o sea Clara Luz, Luz Clara. Al darle ese nombre, Chiara Lubich le dijo «tu rostro lleno de luz muestra tu amor por Jesús».

Pidamos al Señor que nos llene de su luz. Que esa luz ahuyente toda oscuridad, toda tiniebla de nuestra vida. Que la luz de Cristo guíe nuestros pasos en el camino de la vida y con nuestras obras seamos para los demás luz de Cristo.

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