miércoles, 7 de junio de 2017

Santísima Trinidad: Dios es Comunidad






Ahí no llega la vista,
no llega la palabra ni la mente.
No sabemos, no comprendemos cómo alguien podría enseñarlo.
Es diferente a todo lo conocido y también a lo desconocido.

Así dice uno de los libros de la tradición religiosa de la India (Kena-Upanishad – Hinduismo) hablando de la divinidad.

San Agustín, uno de los más grandes estudiosos en la historia de la Iglesia, dedicó mucho tiempo a reflexionar sobre el misterio de la Santísima Trinidad, de cómo tres personas diferentes pueden ser un único Dios.

Se cuenta que una vez Agustín paseaba por la playa, pensando en el misterio de la Trinidad. Allí encontró a un niño que había hecho un pozo en la arena y con una cuchara de mar llenaba el agujero con agua. El niño corría hasta la orilla, llenaba la cuchara y depositaba el agua en el hoyo. Viendo esto, Agustín se detuvo y preguntó al niño por qué hacía eso. El chiquito le dijo que quería meter toda el agua del mar en el agujero de la arena. Al escucharlo, Agustín le dijo que eso era imposible. Entonces el niño respondió: “pues yo meteré toda el agua del mar en ese agujero antes de que tú consigas abarcar con tu mente todo el misterio de Dios”.

En definitiva, Dios es misterio…
En la fe cristiana llamamos “misterios” a distintos aspectos de lo que Dios es y de lo que hace. Así hablamos del misterio de la Encarnación, el misterio de la Redención, el misterio de la Resurrección… pero tal vez el misterio más grande, porque abarca todo, es el que motiva la fiesta que la Iglesia celebra este domingo siguiente a Pentecostés: el misterio de la Santísima Trinidad.

La palabra “misterio” puede desanimarnos un poco. Da idea de algo escondido, difícil de entender, de conocer… sin embargo, no es así. Dios se revela, se manifiesta; pero nosotros no podemos captar todo lo que significa eso que nos muestra. El misterio no es lo que no se puede conocer, sino lo que siempre se puede conocer un poco más, acercándonos con humildad.

¿Cómo llegamos los cristianos a creer en esto: un único Dios, en tres personas?
“Ahí no llega la vista” dice el libro del Hinduismo que citamos al comienzo.
Pero San Juan nos dice al comienzo de su primera carta: (1 Juan 1,1-4)
“Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído,
lo que hemos visto con nuestros ojos,
lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida,
- pues la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y les anunciamos la Vida eterna, que estaba vuelta hacia el Padre y que se nos manifestó -
lo que hemos visto y oído, se lo anunciamos,
para que también ustedes estén en comunión con nosotros.
Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
Les escribimos esto para que su alegría sea completa.”
Los cristianos creemos que Dios es uno en tres personas porque Él mismo se ha ido manifestando así. El Pueblo creyente, inspirado por el Espíritu Santo, fue dejando en las páginas de la Biblia, a lo largo de siglos, su experiencia de fe, de ir conociendo de a poco a Dios.

En primer lugar, Dios se revela como el Dios único: “Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh” (Deuteronomio 6,4). En ese Dios único, Yahveh, va apareciendo la figura (pero todavía no el nombre) del Padre creador.

La revelación completa llega con Jesucristo. “Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo” (Hebreos 1,1-2).

En efecto, es Jesús el que nos habla de su Padre y nuestro Padre. Nos enseña a rezar llamando a Dios “Padre nuestro”. Nos expresa su profunda unidad con el Padre: “el Padre y yo somos uno” (Juan 10,30). Se hace “el rostro de la Misericordia del Padre” y con su entrega en la Cruz nos dice hasta qué extremo llega el amor de Dios por nosotros. Hasta tal punto llega la ternura del Padre, que podemos decir de Él que es Padre y “más aún, es Madre” como decía el Papa Juan Pablo I.

A punto de pasar de este mundo al Padre, el Hijo nos anuncia a la tercera persona: “el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre” (Juan 14,26).

Así, por medio del Hijo, Dios se revela, se muestra como familia, comunidad, comunión de tres personas que son un solo Dios, unidos en el Amor.

Dios comunidad nos llama a entrar desde ahora y para siempre en esa comunión de la Santísima Trinidad. Nos llama desde la Creación; nos llama desde la Pascua de Jesús; nos llama desde la venida a nosotros del Espíritu Santo en Pentecostés.

La unidad de las tres Personas divinas es perfecta. Perfectamente sellada en el amor.
Nuestra unidad con Dios y nuestra unidad entre nosotros son imperfectas.
No vivimos en total unidad con Dios y con nuestros hermanos.

La Iglesia, la comunidad de los creyentes, está llamada a dar testimonio de unidad ante el mundo. Jesús ruega al Padre por sus discípulos (también por nosotros, hoy) pidiendo que “sean uno”. Cuatro veces aparece esa petición de Jesús “que sean uno”: “como nosotros”; “como tú, Padre, en mí y yo en ti”; “en nosotros”; “como nosotros somos uno”; “para que el mundo crea que tú me has enviado” (Juan 17,11.21-22).

Haciendo eco a la oración de Jesús, lo imploramos nosotros, en una plegaria eucarística cuyo título es todo un programa: “La Iglesia en camino hacia la unidad”, que reza así:
“Consolida el vínculo de unidad entre los fieles y los pastores de tu pueblo,
con nuestro Papa (Francisco) y nuestro Obispo (Heriberto),
y todo el orden episcopal,
para que tu pueblo brille, en este mundo dividido por las discordias,
como signo profético de unidad y de paz.”

Con lenguaje más sencillo lo expresa bellamente una canción del P. Julián Zini que cantamos en nuestras comunidades:
Cada vez que nos juntamos siempre vuelve a suceder
lo que le pasó a la gente reunida en Pentecostés.
Con el Espíritu Santo, viviendo la misma fe,
se alegraban compartiendo lo que Dios les hizo ver.
Es que Dios es Dios-familia, Dios-amor, Dios-Trinidad:
de tal palo tal astilla, somos su comunidad.
Nuestro Dios es Padre y Madre, causa de nuestra hermandad;
por eso es bueno encontrarse, compartir y festejar.

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